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http://hdl.handle.net/10401/5507
Revisión teórica
Resumen
Los datos reflejados en la bibliografía demuestran que las depresiones ligeras constituyen el
grueso del conjunto de depresiones que se encuentran entre la población general. Los mismos
datos señalan que estas depresiones no sólo se diagnostican mal, sino que no reciben
tratamiento con fármacos antidepresivos eficaces, lo que constituye un factor de riesgo
importante para la cronificación y tiene consecuencias de largo alcance para la personalidad de
los sujetos.
Hay datos suficientes que reflejan que las depresiones ligeras responden mejor a dosis
terapéuticas de antidepresivos que a ansiolíticos, psicoterapia o a nada. Y que el modelo
psicoterapéutico más relevante en estos casos es la terapia cognitiva, dadas las características
alexitímicas de esos cuadros y la eficacia no superior a placebo de otras psicoterapias basadas en
la introspección.
Abstract
The information that is reflected in the bibliography shows that slight depressions constitute the
bulk of the set of depressions that are among the population in general. The same information
indicates that not only these depressions are diagnosed badly, but not receiving treatment with
effective antidepressants; what constitutes an important risk factor for long-term disability and
have long-term consequences for the personality of the subjects.
There is enough information that reflect light depressions respond better to therapeutic doses of
antidepressants, than to tranquillizers, psychotherapy, or nothing. And that the model of
psychotherapy more relevant in these cases is cognitive therapy, given the alexithymia of these
subjects and efficiency not superior to placebo to other psychotherapies based on introspection.
* Correspondencia: jramosb.hrc@salud.madrid.org
1 Servicio de Psiquiatría. Hospital Universitario "Ramón y Cajal". Madrid.
2 Centro de Salud Mental “Miraflores”. Alcobendas (Madrid).
3y4 Centro de Psiquiatría y Psicoterapia PROPSIQUIS. Madrid.
Aunque pueda parecer paradójico, existen razones para pensar que es peor deprimirse
con una sintomatología ligera que padecer una depresión con síntomas graves. En este artículo
intentaremos exponer los argumentos por lo que pensamos así.
Se sabe que ese deterioro laboral ocasionado por la depresión cede cuando se trata
adecuadamente la enfermedad8. Por tanto, cabe la sospecha de que si las depresiones ligeras
acumulan tal número de días perdidos y duran más tiempo que las depresiones clínicamente
reconocidas (5,3 vs 2,2 años) 9, se deba a que no se detecten a tiempo, ni estén bien tratadas. En
caso contrario, no habría explicación para tales cifras.
Existen evidencias que avalan nuestras sospechas: las depresiones ligeras se diagnostican
mal (la fiabilidad diagnóstica entre psiquiatras en estos casos es muy baja10); se detectan mal y
tarde9; son incluidas en otros apartados diagnósticos como el de los “trastornos adaptativos”11;
o, simplemente, quedan sin etiquetar en ese cajón de sastre que son los cuadros “no clasificados
en otra parte”12. Y lo más importante de todo es que se tratan aún peor4, lo que puede tener
consecuencias de largo alcance.
Se diagnostica mal
Las depresiones ligeras se detectan mal y tarde9,10. Eso es algo que puede suceder por
causa de los enfermos y, también, por la de los médicos, psiquiatras incluidos.
A los pacientes deprimidos les cuesta un gran esfuerzo reconocerse como enfermos13, por
lo que no acuden al psiquiatra; ni siquiera al médico generalista (el famoso "fenómeno del
iceberg" descrito por Watts en la década de los sesenta del siglo pasado14). Está bien documenta-
da la "ceguera" de estos pacientes ante sus síntomas depresivos por típicos que sean15,16. Una
ceguera que podría tener su origen en la incapacidad de los enfermos para advertir y expresar
sus emociones; fenómeno que Sifneos denominó alexitimia17, y cuya presencia entre los sujetos
deprimidos está bien documentada a nivel ambulatorio (51% en los hombres, 28% en mujeres)18-
21.
En la población general, sólo un tercio de los sujetos que sufren tres o más síntomas
significativos de depresión (un modo de medir la gravedad del cuadro) acuden al psiquiatra22. Y
parece demostrado que la asistencia a los Centros de Salud Mental está en relación directa con el
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número de síntomas que sufren los pacientes; las posibilidades aumentan cuando existe
comorbilidad23,24. Luego, si sólo un tercio de los pacientes con mayores probabilidades de acudir
a los médicos, acuden a ellos, es que tenemos un problema.
Tal situación se da, sobre todo, en las primeras fases depresivas, en las que el sujeto
carece de referencias para entender que lo que le sucede es un trastorno psíquico y no una mala
racha en la vida (se sabe que alcanzan puntuaciones bajas en el ítem “introspección” de la Escala
de Hamilton para la depresión25. Como, además, esas primeras fases están más desencadenadas
y en ellas prevalecen los síntomas ansiosos sobre los inhibidos, los enfermos tienden a atribuir
su estado más a una mala reacción a su entorno que a una enfermedad4,25-28. Esa es la principal
razón de que no se les ocurra acudir al médico por ello.
Es razonable pensar que no resulta fácil detectar casos que no se presentan como tales y
comunican mal los datos que permiten una adecuada identificación.
Uno de cada cinco pacientes atendidos en Atención Primaria son ansiosos o depresivos y
resultan fácilmente diagnosticables como depresiones ligeras29. Pero más de dos tercios de esos
enfermos son mal identificados13,30-33.
Estas campañas de enlace de los psiquiatras con los médicos de Atención Primaria
tienen sus efectos positivos en la detección y tratamiento de los casos, pero no con la extensión
deseada; porque la toma de conciencia del médico generalista sobre este problema sigue
dependiendo, sobre todo, de su interés personal inicial en el tema40.
La baja concordancia de los psiquiatras para diagnosticar las depresiones ligeras está bien
documentada10. Bebbington ha encontrado, además, que la identificación de las depresiones
ligeras disminuye drásticamente ante la presencia de algún posible factor desencadenante, por
muy imprecisa que sea41. Quizás por eso, en los Centros de Salud Mental el diagnóstico que
adquiere mayor relevancia sea el de "trastorno adaptativo" de tipo depresivo. El predominio de
la ansiedad en estos casos4 y sus numerosas somatizaciones34,42,43, juegan un papel esencial para
esos diagnósticos, pues todo junto mueve al psiquiatra, casi automáticamente, a etiquetar las
depresiones ligeras como depresiones "neuróticas"44 o como “trastornos adaptativos”11. Un
diagnóstico, este último, muy sobredimensionado y no sólo a nivel ambulatorio45-47.
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Sin embargo, el estudio europeo ODIN, fracasó cuando intentó encontrar en la población
general variables capaces de diferenciar los “trastornos adaptativos” de la depresión. Y encontró
tasas de prevalencia media para los “trastornos adaptativos” del 0,3%, muy por debajo de lo
esperado por las veces que los enfermos reciben ese diagnóstico en las consultas y en los
hospitales generales45,46. Mientras que para la depresión encontraron prevalencias del 7%1.
Queda mucho por hacer para conseguir que los psiquiatras detecten adecuadamente a las
depresiones ligeras.
Todo ello sería, pese a todo, un mal menor si no fuera porque las etiquetas mencionadas
llevan asociadas un modelo terapéutico diferenciado. Y eso sí que tiene trascendencia.
El hecho de que estos pacientes tengan una gran ansiedad en sus primeras fases y estén
más precipitadas, despierta en la mente de los psiquiatras un automatismo que les recuerda la
vieja división de las depresiones en “endógenas” y “reactivas” (o “neuróticas”)28,41. Es una forma
estereotipada de pensar que un célebre estudio de la OMS puso de manifiesto en diferentes
países del mundo con distintas culturas hace ya algún tiempo51; pudiéndose comprobar que
sigue vigente en nuestros días52.
Los psiquiatras parecen tender a considerar las depresiones ligeras o moderadas como
“simples” depresiones menores; y al asociarlas, más o menos ambiguamente, al concepto de
“neurótico” o distímico, o al de los “trastornos adaptativos”, las tratan como si no fueran
depresiones verdaderas. De hecho, se conoce muy poco sobre la evolución de estas depresiones
por el escaso interés prestado a su estudio. El número de artículos publicados con un mínimo de
rigor metodológico es escaso53.
Y no es cosa del pasado, repetimos. Es algo que está ocurriendo en estos momentos11,54-
58.
Existen autores que afirman que “ambos” tipos de depresiones son realmente aspectos
diferentes de la misma enfermedad28.
Mientras se mantengan esos viejos estereotipos, seguirán existiendo estas tasas tan altas
de casos mal diagnosticados y peor tratados.
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Se tratan mal
La mayoría de las depresiones ligeras no reciben el tratamiento adecuado, ni por parte del
médico de familia36, ni por la de los psiquiatras, que es más preocupante.
Pero es que se sabe que las depresiones ligeras responden mejor a los antidepresivos que
a los ansiolíticos72,73; lo hacen incluso mejor que las depresiones moderadas y graves74. Por otro
lado, un reciente metaanálisis ha determinado que las distimias responden mejor a los
antidepresivos que a los placebos en estudios controlados75.
Factores de confusión
Por ejemplo, algunos autores encuentran que para las depresiones ligeras “la medicina
alternativa ofrece resultados prometedores”…, “de larga duración” (ácidos grasos omega-3,
Hipérico (o hierba de San Juán), folatos, S-adenosil-L-metionina (SAMe), acupuntura, la terapia
liviana, ejercicio, y psicoterapias)81,82.
Por si eso fuera poco, otros metaanálisis observan que las depresiones ligeras y
moderadas responden a los placebos y no se benefician mucho de los antidepresivos85,86. Estos
estudios no han tenido en cuenta las investigaciones que muestran que las depresiones ligeras
responden a largo plazo a los antidepresivos incluso mejor que las depresiones moderadas y
graves72-74.
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Ante semejante perspectiva, el riesgo de que las depresiones ligeras continúen sin ser
tratadas adecuadamente con los fármacos antidepresivos a los que responden72,73 es muy alto.
Lo cierto es que nadie parece haber pensado en que se sabe desde hace tiempo que los
pacientes no distinguen entre sus síntomas ansiosos y depresivos87,88. Esa distinción la hacen los
psiquiatras cuando entrevistan a sus pacientes porque se les ha entrenado para ello. Aunque no
establecen esas diferencias cuando se trata de sí mismos. Con respecto a ellos mismos, los
psiquiatras presentan las mismas dificultades para diferenciar sus síntomas ansiosos de los
depresivos, como los pacientes87. Por eso, ante una mejora de la ansiedad (que puede calmarse
con una charla comprensiva o por la acción inicial de los antidepresivos), los enfermos afirman
sentirse mejor. Si se insiste en las preguntas, añadirán que están igual de mal de ánimos que al
principio. Pero haberse beneficiado de ansiolísis les hace sentirse subjetivamente mejor89.
Es posible que tal resultado sea la mencionada respuesta placebo. Aunque no tan
placebo. Porque se sabe desde hace tiempo que los síntomas ansiosos son los que antes mejoran
en los ensayos clínicos y en la práctica clínica diaria89,90. Pero el núcleo de la sintomatología
depresiva permanece activo. Lo que significa que aunque el paciente se encuentre mejor, su
cuadro depresivo no ha remitido; el enfermo no está recuperado; aún no se ha producido la
restitutio ad integrum de la Psiquiatría de hace tres décadas. Como en las depresiones ligeras
predominan los síntomas ansiosos4,43, cuando estos mejoran bajo la acción ansiolítica de los
antidepresivos, es posible que se interprete como un efecto placebo. Pero la sintomatología
depresiva se mantiene22. Para detectarla están los psiquiatras…, si estuvieran mejor
entrenados10,91. En estos casos, los pacientes sólo estarán parcialmente remitidos, pero no del
todo, pues el núcleo de la depresión permanece activo.
Tales remisiones precoces, o parciales, nos lleva al problema de los síntomas residuales
de la depresión.
Los autores del presente artículo no pueden dejar de preguntarse si se trata realmente
de recaídas o son simples agravamientos de la misma fase, aún no resuelta. Porque los síntomas
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“residuales” de los que habla la bibliografía son, entre otros: el insomnio, la fatiga, los síntomas
somáticos, y las cogniciones depresivas95,96. Pero, también, el ánimo deprimido, la ansiedad
psíquica, la pérdida de interés y gusto por las cosas y la falta de impulso a la actividad96,97. Una
encuesta realizada sobre psiquiatras españoles ha mostrado que ellos también consideran estos
últimos síntomas “residuales” como los más relevantes98.
Nos resulta muy difícil admitir como síntomas residuales al ánimo deprimido, la
ansiedad psíquica, la pérdida de interés y la falta de impulso a la actividad. Estos son, más bien,
síntomas nucleares de la depresión99,100 que permanecen algo mejorados pero aún activos. Y si
el núcleo de la depresión no ha desaparecido, esas depresiones sólo están aparentemente
remitidas. Son depresiones clínicas en activo, no simple sintomatología “residual”. Lo que ha
mejorado es el grupo de síntomas ansiosodependientes, pero queda el resto, que en absoluto es
menos importante89,90.
Para nosotros, tales síntomas “residuales” no reflejan más que depresiones que
realmente no han remitido. Pero resulta preocupante que algunos psiquiatras crean que el
ánimo deprimido, la anhedonia, y la falta de impulso a la actividad puedan ser síntomas
“residuales”. Eso es desconocer la esencia de la depresión99.
Convendría escuchar mejor a los pacientes y atender a lo que ellos valoran como
remisión completa. Los enfermos, suelen encontrarse completamente restablecidos, no sólo
cuando han remitido sus síntomas depresivos, sino cuando han logrado alcanzar “ser ellos
mismos” otra vez; con el mismo nivel de funcionamiento, de impulso a la actividad y gusto por
la vida que antes de enfermar101. Esa es la medida de la recuperación; la referida, y clásica,
restitutio ad integrum.
Pero es que, además, todo eso aumenta el riesgo de cronificación de los enfermos; lo que
podría ocasionar cambios persistentes en su personalidad, condicionándolos para toda la vida.
a.- Cronificación.
Aunque no existe un consenso generalizado para determinar las variables asociadas con la
recuperación de la depresión106, sí se considera un factor relevante para la cronificación el
empleo de dosis insuficientes de antidepresivos65,107,108, la retirada precoz de los mismos109, el
inicio excesivamente tardío del tratamiento farmacológico110, así como el incumplimiento del
tratamiento farmacológico por parte de los pacientes111. Un tercio de los enfermos identificados
y tratados no siguen las indicaciones de sus psiquiatras112. Algo que sucede significativamente
más entre los enfermos que no se recuperan que entre los que responden adecuadamente al
tratamiento113.
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b.- “Neurotización”.
La “neurotización” del enfermo es otro de los riesgos que supone retrasar su diagnóstico
y tratamiento. La fase depresiva añade en la personalidad de los enfermos rasgos de
“neurotización” por los que se sienten más dependientes127, más evitadores de riesgo y menos
resolutivos que antes de enfermar128. Rasgos que desaparecen cuando remite la fase
depresiva129-131, pero se mantienen si esa fase no se ha resuelto adecuadamente130.
En las depresiones de inicio más precoz (<26 años), las modificaciones “neuróticas”
inducidas por la fase depresiva son más intensas que en los casos de inicio más tardío132.
Algunos casos, mantienen esos rasgos inducidos por la fase depresiva incluso aunque la fase
haya remitido completamente133.
Todo ello permite sostener que cuando una fase depresiva en sujetos jóvenes que están
madurando se prolonga más allá de lo necesario, se cronifica, aun con una intensidad
sintomatológica muy ligera, y mantiene esos rasgos de “neurotización” de la personalidad
producidos por la propia enfermedad, se favorecerá el desarrollo de su personalidad en torno a
esas vivencias depresivas, “neurotizándolos”28. Lo que cerrará el círculo, pues los rasgos
neuróticos en la personalidad son, a su vez, factores de riesgo para la cronificación110,114-118
(Figura 1).
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Figura 1.- La mala respuesta terapéutica y el tratamiento insuficiente como factores de riesgo de
neurotización de la personalidad (tomado de Ramos Brieva y Cordero Villafáfila, 2005)
Y conviene no olvidar que las somatizaciones son también muy frecuentes en los casos
depresivos graves; sea cual sea el modo de presentación del paciente al médico135. Si los
psiquiatras se dejan llevar por el automatismo mental mencionado más atrás, corren el riesgo de
dejar también a depresiones claramente establecidas en este limbo sin forma de los cuadros
“menores”, con los riesgos señalados.
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Las previsiones
Si, como se ha visto, las depresiones ligeras se detectan mal y se tratan inadecuadamente,
es previsible que su riesgo de cronificación sea elevado. En los casos más jóvenes, es posible
pensar que la larga duración del episodio depresivo, en unas etapas del desarrollo vital en las
que la personalidad está modulándose, condicionen la maduración de dicha personalidad, que
se estructurará sobre vivencias depresivas, “neurotizándola”. Y, como también se ha
mencionado, el "neuroticismo" es una condición que facilita la cronificación de la depresión; con
lo que queda así cerrado un círculo fatal, como se refleja en la Figura l.
Es posible que esta visión de los hechos pueda considerarse catastrofista. Pero existen
suficientes datos en la bibliografía científica para soportarla. Viene observándose desde hace
algunas décadas que la depresión aparece en sujetos cada vez más jóvenes, con sintomatología
ligera y aspecto más “neurótico” (mayor riesgo de no ser detectados)28,137-140. Se ha constatado
que esos jóvenes deprimidos no reciben tratamiento farmacológico antidepresivo66. También se
ha visto que las depresiones ligeras, al acompañarse de síntomas ansiosos, cuando reciben un
tratamiento farmacológico se basa fundamentalmente en ansiolíticos4. Y otro dato significativo
es que las depresiones en la comunidad duran significativamente más tiempo que las
depresiones clínicamente reconocidas9. Hay riesgos serios de que una proporción importante de
estos sujetos jóvenes terminen “neurotizados” de por vida. Con todas sus consecuencias
personales y sociales.
Si extrapolásemos esas cifras de prevalencia (7%)1 a la población española (con todas las
cautelas que merecen esta clase de ejercicios) encontraríamos que para 43.076.0001 de
habitantes en el año 2010 existirían 2.729.000 de sujetos deprimidos (aproximadamente toda la
población de la Comunidad Autónoma de Galicia). Si el 81% de ellos son depresiones ligeras o
moderadas2 (2.210.490), y son tratados adecuadamente con antidepresivos un tercio de ellos68,
resulta que, sólo en España, existen casi un millón y medio (1.481.028) de sujetos sometidos a
este riesgo de no ser detectados ni tratados como conviene. Una cifra considerable.
Hay pues, razones para preocuparse por el porvenir de las depresiones ligeras. Porque
esta situación no ha cambiado con el paso de los años47. Los psiquiatras hemos de realizar un
esfuerzo importante para ajustar nuestros conocimientos a las necesidades reales de estos
pacientes y aprender a diagnosticar depresiones de un modo más efectivo. Después de todo, si la
mayor parte de las depresiones que se encuentran en la población general tienen el patrón
sintomático ligero o moderado2, y no el más grave que se acostumbra a ver en los hospitales,
será porque la enfermedad ES mayoritariamente ASÍ: más o menos ligera. La obligación de los
psiquiatras será aprender a detectarlas con pericia y a tiempo28,141. Resulta excesivo el número
de pacientes que no son diagnosticados, y no reciben el tratamiento adecuado142, y resulta
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Elaboración propia sobre datos del Instituto Nacional de Estadística (INE,
2010):http://www.ine.es/inebmenu/mnu_cifraspob.htm
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escalofriante que los médicos consideren la mayoría de las depresiones que atienden como
comprensibles y justificables143. Es decir: no depresiones.
Las depresiones ligeras o las (así llamadas) subsindrómicas, es decir, aquellas que
reúnen todos los ítems necesarios de los criterios diagnósticos operativos para la depresión
mayor, menos uno, producen un deterioro general de la salud tan importante como el de las
depresiones francas. Son depresiones tan verdaderas como las depresiones clínicamente
reconocibles, razón por la que deben ser incluidas en el grupo de estas últimas144. El diagnóstico
hay que basarlo más en la significación clínica del cuadro, en el malestar ocasionado y en los
cambios inducidos en los rendimientos, que en la presencia de un número determinado de
síntomas89,145. O, más acertadamente, en la presencia de los síntomas centrales o nucleares que
revelan la verdadera naturaleza anímica de la depresión, estén desencadenadas o no99, sea cual
sea su intensidad, predominen los síntomas ansiosos o inhibidos28.
Conflicto de intereses
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Correspondencia:
Dr. J.A. Ramos Brieva
Servicio de Psiquiatría - Hospital Universitario "Ramón y Cajal" –
Ctra de Colmenar km 9,100 - 28034 Madrid
e-mail: jramosb.hrc@salud.madrid.org
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