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Los orígenes de

la filosofía

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Del Mito al Logos
“El pasaje del mito al logos
ha simbolizado el cambio de
una sociedad que explica su
mundo de una manera
poética a una que lo explica
racionalmente. Sin embargo,
el mito ya es un intento por
1
explicar el mundo, y no
carece de razón. La palabra
“mito” es utilizada en la
actualidad con el significado
de “cuento”, “invento” o,
incluso, “mentira”. Sin
embargo, el término griego
μῦθος (mythos) tenía
originalmente el significado
2
de “palabra”, o
“discurso”, y, por lo tanto,
λόγος (logos) era su
sinónimo. Aunque con el
tiempo el mito adquiriría
este carácter peyorativo de
“discurso ficticio” y la
palabra logos se utilizaría
para el discurso racional. De
3
ahí que se suela traducir
logos como “razón”.

Verónica Vázquez; El mito de


Cárdenas.

“La conciencia mítica está


constituida por el conjunto
de respuestas
fundamentalmente
4
imaginativo. A través del
mito el hombre personifica
a los elementos, dotándolos
de conciencia también; así,
por ejemplo, pensar que el
trueno es señal de la cólera
divina, deificar al Sol, a la
Luna o al Mar, son típicas

5
actitudes de la conciencia
mítica.

No obstante, es importante
darse cuenta de que el mito
responde a una exigencia
racional e inteligente: el
hombre imagina mitos, pero
lo hace para satisfacer la

6
necesidad de responder a
unas preguntas.”

Díaz Pedroche. ¿Qué es filosofía?

***

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Los primeros
filósofos griegos

“Se dice que una de las cosas


impulsa a los hombres a
filosofar es la admiración, y
si hay algo que no deja de
asombrarnos es el simple
8
hecho de existir o, más aún,
de que exista todo un
mundo. ¿Cómo se creó el
universo? ¿Cuál es el origen
de todas las cosas? ¿Por qué
existe el mundo, en lugar de
no haber nada? Preguntas
como estas son las que el
hombre se ha hecho desde
9
los orígenes de los tiempos.
Sin embargo Las respuestas
no siempre han sido
filosóficas. Uno de los
primeros intentos por
satisfacer estas inquietudes
los encontramos en los
mitos. Según en Hesíodo,
por ejemplo, en un principio
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solo existía Caos, de él
surgieron Gea (la tierra) y
Eros (el amor).

Muy distintas son las


respuestas de aquellos que
fueran considerados los
primeros filósofos griegos,
conocidos como Jónicos
11
(por ser de la región de
Jonia) o “naturalistas”.
Estos se alejaron de estas
explicaciones narradas por
inspirados poetas y
sostenidas largamente por la
tradición, y buscaron
respuestas a partir de la
observación de la naturaleza
12
y de la deducción racional
(Logos).

Tales de Mileto
Fueron el siglo VI antes de
J.C. y la ciudad de Mileto
‑puerto griego de la costa de
Asia Menor‑ la época y el

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escenario de los más
remotos intentos filosóficos
de que poseemos noticia.
Allí vivió un personaje cuyo
conocimiento llega hasta
nosotros envuelto en la
oscuridad de la leyenda y del
mito: Tales de Mileto, uno
de los fabulosos Siete Sabios
14
de Grecia. La pregunta
principal que despertaba la
curiosidad de Tales era ¿cuál
es el Arjé (que en griego
significa origen, principio,
fundamento) de todas las
cosas?
A partir de la observación
del mundo y de la deducción
15
racional Tales llegó a la
siguiente conclusión: el
origen de todo es el agua, el
agua es la sustancia
originaria que estaría en el
fondo de todas las cosas.
¿Por qué pensó esto Tales?
Podemos suponer algunos
motivos que
16
psicológicamente actuarían
en aquel pensamiento
todavía primitivo: el agua del
mar es el límite de la tierra, y
más allá de nuestro mundo
aseguran los navegantes que
se extiende el océano
infinito; si profundizamos
bajo nuestro suelo
17
encontramos
frecuentemente agua; el
agua desciende del cielo y
hace brotar la vida de las
plantas, que son, a su vez, el
alimento de los animales; el
agua, en fin, puede
transformarse por la
temperatura en sólida y en
18
gaseosa: el principio (arjé) de
todas las cosas será, pues, el
agua.”

Gambra; Historia Sencilla de la


Filosofía.

Anaxímenes
“Otro filósofo de Mileto fue
Anaxímenes (aprox. 570-
19
526 a de C.) que opinaba que
el origen de todo era el aire.
Es evidente que
Anaxímenes había conocido
la teoría de Tales sobre el
agua. ¿Pero de dónde viene
el agua? Anaxímenes
opinaba que el agua tenía
que ser aire condensado,
20
pues vemos cómo el agua
surge del aire cuando llueve.
Y cuando el agua se
condensa aún más, se
convierte en tierra, pensaba
él. Quizás había observado
cómo la tierra y la arena
provenían del hielo que se
derretía. Asimismo, pensaba
21
que el fuego tenía que ser
aire diluido. Según
Anaxímenes, tanto la tierra
como el agua y el fuego,
tenían como origen el aire.

Empédocles
Empédocles pensaba que
el gran desacuerdo se debía 22
a que los filósofos habían
dado por sentado que había
un solo elemento.
Empédocles pensaba que
la naturaleza tiene en total
cuatro elementos o «raíces»,
como él los llama. Llamó a
esas cuatro raíces tierra, aire,
fuego y agua.
23
Todos los cambios de la
naturaleza se deben a que
estos cuatro elementos se
mezclan y se vuelven a
separar. Cuando muere una
flor o un animal, los cuatro
elementos vuelven a
separarse. Éste es un cambio
que podemos observar con
24
los ojos. Pero la tierra y el
aire, el fuego y el agua
quedan completamente
inalterados o intactos con
todos esos cambios en los
que participan. Es decir, que
no es cierto que «todo»
cambia. En realidad, no hay
nada que cambie. Lo que
25
ocurre es, simplemente, que
cuatro elementos diferentes
se mezclan y se separan,
para luego volver a
mezclarse.
Quizás Empédocles vio
cómo ardía un trozo de
madera; lo que sucede
entonces, es que algo se
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disuelve. Oímos cómo la
madera cruje y gorgotea. Es
el agua. Algo se convierte en
humo. Es el aire. Vemos ese
aire. Algo queda cuando el
fuego se apaga. Es la ceniza,
o la tierra.
Empédocles señala,
como hemos visto, que los
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cambios en la naturaleza se
deben a que las cuatro raíces
se mezclan y se vuelven a
separar. Pero queda algo por
explicar. ¿Cuál es la causa
por la que los elementos se
unen para dar lugar a una
nueva vida? ¿Y por qué
vuelve a disolverse «la
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mezcla», por ejemplo, una
flor?
Empédocles pensaba que
tenía que haber dos fuerzas
que actuasen en la
naturaleza. Las llamó
«amor» y «odio». Lo que une
las cosas es «el amor», y lo
que las separa, es «el odio».
29
Anaxágoras
Anaxágoras (500-428 a de
C.). Tampoco aceptó la idea
de que tierra, aire, fuego o
agua pudieran convertirse
en sangre y hueso.
Anaxágoras opinaba que
la naturaleza está hecha de

30
muchas piezas minúsculas,
invisibles para el ojo.
A esas «partes mínimas»
que contienen «algo de
todo», Anaxágoras las
llamaba «gérmenes» o
«semillas».
Recordemos que para
Empédocles era «el amor» lo
31
que unía las partes en
cuerpos enteros. También
Anaxágoras se imaginaba
una especie de fuerza que
«pone orden» y crea
animales y humanos, flores y
árboles. A esta fuerza la
llamó espíritu o
entendimiento (nous).
32
Anaxágoras se interesaba
en general por la
astronomía. Opinaba que
todos los astros estaban
hechos de la misma materia
que la Tierra. A esta teoría
llegó después de haber
estudiado un meteorito.
Puede ser, decía, que haya
33
personas en otros planetas.
También señaló que la luna
no lucía por propia fuerza
sino que recibe su luz de la
Tierra. Explicó, además, el
porqué de los eclipses de sol.
Por este motivo los
atenienses lo acusaron de
ateo y, al final, tuvo que
34
marcharse de la ciudad.
Entre otras cosas, había
dicho que el sol no era un
dios, sino una masa ardiente
más grande que la península
del Peloponeso.

35
Demócrito
Demócrito (aprox. 460-
370 a de C.) venía de la
ciudad costera de Abdera, al
norte del mar Egeo.
Demócrito estaba de
acuerdo con sus
predecesores en que los
cambios en la naturaleza no36
se debían a que las cosas
realmente «cambiaran».
Suponía, por lo tanto, que
todo tenía que estar
construido por unas
piececitas pequeñas e
invisibles, cada una de ellas
eterna e inalterable. A estas
piezas más pequeñas
37
Demócrito las llamó
átomos. (La palabra
«átomo» significa
«indivisible»)
Estos átomos tenían que
ser eternos, pues nada puede
surgir de la nada. Pensaba,
además, que los átomos
tenían que ser fijos y
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macizos, pero no podían ser
idénticos entre sí. Si los
átomos fueran idénticos, no
habríamos podido
encontrar ninguna
explicación satisfactoria de
cómo podían estar
compuestos, pudiendo
formar de todo, desde
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amapolas y olivos, hasta piel
de cabra y pelo humano.
Existe un sinfín de
diferentes átomos en la
naturaleza, decía
Demócrito. Algunos son
redondos y lisos, otros son
irregulares y torcidos.
Precisamente por tener
40
formas diferentes, podían
usarse para componer
diferentes cuerpos.
Cuando un cuerpo —por
ejemplo un árbol o un
animal— muere y se
desintegra, los átomos se
dispersan y pueden utilizarse
de nuevo en otro cuerpo.
41
Hoy podemos más o
menos afirmar que la teoría
atómica de Demócrito era
correcta. La naturaleza está,
efectivamente, compuesta
por diferentes átomos que
se unen y que vuelven a
separarse. Un átomo de
hidrógeno que está asentado
42
dentro de una célula en la
punta de mi nariz,
perteneció, en alguna
ocasión, a la trompa de un
elefante. Un átomo de
carbono dentro del músculo
de mi corazón estuvo una
vez en el rabo de un
dinosaurio.
43
Demócrito no tuvo acceso
a los aparatos electrónicos
de nuestra época. Su único
instrumento de verdad fue
su inteligencia.
Demócrito no creía que
exista ninguna «fuerza» o
«espíritu» que interviniera en
los procesos de la
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naturaleza. Lo único que
existe son los átomos y el
espacio vacío, pensaba.
Demócrito creía que
incluso el alma estaba
formada por unos «átomos
del alma» especialmente
redondos y lisos. Al morir
una persona, los átomos del
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alma se dispersan hacia
todas partes. Luego, pueden
entrar en otra alma en
proceso de creación.
Ya que no creía en nada
más que en lo material, a su
filosofía la llamamos
materialista.”
Gaarder, J. ; El mundo de Sofía
46
Heráclito
“Los primeros filósofos
procuraron encontrar en el
mundo físico en la realidad
material siempre cambiante
que nos rodea un fondo
estable, un sustrato
permanente al que todas las
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sustancias se redujeran. El
cambio y la multiplicidad de
individuos parecen
contradecir vivamente a la
inmutabilidad y unidad de
las ideas.

Pues bien, la viva antítesis


entre la serena experiencia
inteligible y la cambiante
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experiencia de los sentidos
llega a su planteamiento
definitivo y a soluciones
contradictorias con dos
filósofos, también del siglo
V a. c.

Heráclito de Efeso, llamado


el Oscuro, tuvo la aguda

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percepción de la variabilidad
y fugacidad de cuanto existe,
de su diversidad y perpetua
mudanza; todo cambia, es la
conclusión en que expresa
lo que la realidad le ofrece.
Nada de Cuanto existe es, al
momento siguiente, igual a
sí mismo. Ni en el mundo ni
50
en nosotros mismos hay
nada que pueda
considerarse permanente,
sino sólo un continuo fluir.
«La existencia -dice- es la
corriente de un río, en el
cual no podemos bañarnos
dos veces en las mismas
aguas.» Si esto es así, ¿de qué
51
sirve la universalidad de
nuestros conceptos? De
nada, absolutamente; es la
vanidad de un intento
imposible y contradictorio.

Podemos ver el correr


tumultuoso de las aguas de
un río que de continuo se
penetran y funden entre sí.
52
Pero para coger, para captar
esa corriente no podríamos
sino helar las aguas y tomar
los bloques sólidos. Y en ese
momento habríamos
matado la corriente, el
objeto de nuestro intento
habría desaparecido.
Aprehender la realidad en
53
conceptos fijos, inmóviles,
es como helar la corriente
del río, matar la realidad en
lo que tiene de más
puramente real.”

Gambra, Rafael (1961); Historia


Sencilla de la Filosofía.

54
“Todo está en movimiento,
todo está cambiando
continuamente, pero este
cambio no se produce de
cualquier manera: un niño
no se transforma en un
elefante, es decir, el cambio
se produce siguiendo cierto
orden, a este orden o ley de
55
cambio Heráclito lo llamó
logos. Lo frío se calienta, lo
caliente se enfría, lo húmedo
se seca, lo que está seco se
humedece. El cambio se da
al pasar de un opuesto a
otro. Los opuestos o
contrarios se necesitan entre
sí, se condicionan. Si
56
decimos de algo que está fío
es porque conocemos lo
caliente, si afirmamos de
alguien que está sano es
porque sabemos qué es estar
enfermo. Si desapareciera
completamente la
enfermedad ya no sabríamos
qué es la salud. Si se
57
eliminara completamente la
injusticia ya no sabríamos lo
que es la justicia. Por eso
decimos que los contrarios
se necesitan entre sí. De
acuerdo con Heráclito el
sabio no es quien trata de
comprender cada cosa
aisladamente, sino quien
58
intenta comprender el
proceso de desarrollo”.

Obiols, Guillermo (1997); Nuevo


curso de lógica y filosofía

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