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Lógos, oposición y cambio en Heráclito Silvana Di Camill

Heráclito, uno de los filósofos presocráticos más influyentes en la filosofía occidental, ha sido objeto de
diversas interpretaciones debido a su estilo peculiar. Tanto Platón como Aristóteles lo consideraron el
pensador del devenir, atribuyéndole la tesis del flujo universal (pánta rheî –todo fluye-), lo cual implicaba la
imposibilidad de pensar o expresar algo determinado. Aristóteles incluso argumentó que esta tesis implicaba
un relativismo epistemológico radical que negaba el principio de no contradicción. Sin embargo, para
comprender si estas imágenes de Heráclito son acertadas, es necesario examinar el concepto central de su
pensamiento: el lógos.

La información sobre la vida de Heráclito es escasa y dudosa, y gran parte proviene de la biografía escrita
por Diógenes Laercio. Según este relato, Heráclito nació en Éfeso y se caracterizó por su arrogancia y
desprecio hacia los demás. Se retiró de la vida pública y solía jugar a los dados con los niños en el templo de
Artemisa. En cierta ocasión, se dirigió a los efesios que lo observaban y les expresó su preferencia por jugar a
los dados en lugar de participar en el gobierno con ellos. Según la tradición, murió a los sesenta años.

Aunque Heráclito compartía algunos términos con los filósofos de Mileto, su principal interés no residía en
responder a la pregunta "¿de qué está hecho el mundo?", sino en enfatizar la unidad, el orden y la estructura
característica de lo que existe. Se cree que alcanzó su madurez intelectual en la Olimpíada 69 (504-501 a.C.),
lo que lo situaría en la época aproximada del siglo VI a.C. hasta el siglo V a.C. Se ha sugerido que pertenecía
a un clan aristocrático en Éfeso y que rechazó participar en el gobierno y legislar para los efesios, mostrando
así su desdén hacia sus conciudadanos.

El estilo de Heráclito es considerado oscuro y oracular, lo cual ha generado dificultades en la interpretación


precisa de su pensamiento. Heráclito emplea deliberadamente símbolos, enigmas, antítesis y ambigüedades
en su escritura, lo que le ha valido una pluralidad de interpretaciones a lo largo de la historia.

El libro de Heráclito, titulado "Sobre la naturaleza", fue depositado en el templo de Artemisa en Éfeso.
Aunque algunos estudiosos cuestionan si realmente fue escrito por Heráclito, existen testimonios de Diógenes
Laercio, Sexto Empírico y Aristóteles que respaldan la idea de que el filósofo presocrático sí escribió un libro.
No obstante, la obra original se ha perdido y solo se puede reconstruir a partir de las citas que otros filósofos y
doxógrafos han hecho de ella.

El ordenamiento de los fragmentos de Heráclito ha sido un tema de debate entre los académicos. La
edición de Diels-Kranz presenta los fragmentos en un orden alfabético según las fuentes que los citan, lo cual
ha sido criticado por su arbitrariedad. Otras ediciones, como las de Marcovich, Kahn y Fronterotta, han
intentado establecer un orden más coherente y contextual, ya sea por temas o intentando reconstruir la
estructura original del libro. Sergei Mouraviev también ha realizado un trabajo exhaustivo compilando y
editando las fuentes relacionadas con Heráclito en su obra "Heraclitea".

A pesar de los esfuerzos por ordenar y comprender los fragmentos de Heráclito, su estilo enigmático y su
uso de la ambigüedad han desafiado la interpretación unívoca de sus ideas. Esto ha dado lugar a una amplia
variedad de interpretaciones y ha permitido que sus enseñanzas sean aplicadas a diferentes áreas de la
filosofía y el pensamiento humano.

Heráclito es conocido como un filósofo cuyo lenguaje es considerado "oscuro" desde la Antigüedad. Se ha
debatido sobre las razones de esta oscuridad en su forma de expresión. Una interpretación simplista es que
Heráclito deliberadamente oscureció su lenguaje para evitar ser comprendido por la mayoría ignorante. Sin
embargo, también se señala que en su obra existen momentos de lucidez y claridad, en los que incluso los
menos capacitados pueden comprender y sentir una elevación del alma. Según Diógenes Laercio, una vez
que se descubre la clave del enigma, los fragmentos de Heráclito se vuelven transparentes y luminosos.

Si no aceptamos la explicación de Diógenes, persiste la pregunta sobre por qué Heráclito utiliza un
lenguaje oscuro. Plotino señala que Heráclito se expresaba con imágenes, aparentemente sin preocuparse por
hacer claro su significado para los demás. Esto sugiere que cada individuo debe buscar en su interior y
esforzarse por descifrar e interpretar el sentido oculto de sus palabras. El lenguaje oscuro de Heráclito refleja
la realidad misma, que tiende a ocultarse y presenta múltiples significados. Si Heráclito utilizara un lenguaje
claro y directo, no podría expresar la complejidad de lo real y su discurso no sería isomórfico con la realidad
que busca transmitir. Por lo tanto, su estilo oscuro y polisémico es una consecuencia de su necesidad de
expresar la verdadera comprensión y ayudar a los hombres a alcanzarla.

En el fragmento 93, Heráclito indica que se debe hablar acerca de lo que se oculta mediante signos y
alusiones en lugar de hacerlo de manera directa. Esta forma de hablar está relacionada con la naturaleza
misma de la realidad, que se revela a través de signos y enigmas que deben ser interpretados. En el
fragmento mencionado, Heráclito se refiere a Apolo, el oráculo de Delfos, quien revela lo oculto a los hombres
mediante signos en lugar de hablar directamente. Apolo da indicios que funcionan como puentes hacia lo que
está oculto, y su lenguaje se convierte en signos que deben ser interpretados. Heráclito también utiliza un
lenguaje que remite a algo más allá de las palabras, convirtiéndolas en indicios. Su discurso no es llano y
directo, sino que está lleno de signos, al igual que Apolo. A medida que se estudian los fragmentos de
Heráclito, se observa cómo su lenguaje reproduce la enigmaticidad, unidad y oposición propias de la realidad.
La oscuridad de su lenguaje no es meramente estilística, sino que tiene como referencia objetiva una
naturaleza oculta que solo se revela a través de signos. Por lo tanto, su apelación a la paradoja, el enigma y el
símbolo busca expresar la verdadera naturaleza de lo que es. Heráclito no habla enigmáticamente para
oscurecer una realidad clara en sí misma, sino que utiliza la oscuridad como una forma de indicar una realidad
oculta que requiere un esfuerzo de interpretación, similar al esfuerzo necesario para comprender su discurso.

En cuanto al término "lógos", su sentido original se encuentra en el verbo "légein", que significa reunir,
recoger y elegir. Aunque derivativamente "lógos" adquiere el significado de palabra o consideración, siempre
está presente la idea de organización y cálculo, de constituir un grupo que tiene unidad. El "decir" implica
reunir palabras con sentido. Sin embargo, el uso de "lógos" por parte de Heráclito presenta dificultades debido
a su amplia variedad de acepciones y usos en la lengua griega de la época. En diferentes contextos, puede
entenderse como palabra, discurso, valía, fama, razón hablada, causa alegada, medida, proporción, ley o
principio general. Heráclito explota esta polisemia común y parece darle al término un significado técnico no
habitual, lo que permite hablar del "lógos heraclíteo". Para Heráclito, el discurso, el fuego, la guerra, la
armonía, lo común, la ley, lo sabio y Dios son formas distintas de expresar lo mismo. La ambigüedad y
polisemia de la palabra están presentes en gran medida en el pensamiento de Heráclito.
Algunos investigadores modernos, como J. Burnet, K. von Fritz, M. West y J. Barnes, sostienen que "lógos"
debe traducirse como "la palabra" o "el discurso de Heráclito". Según esta perspectiva lingüística, el "lógos"
sería una explicación o un discurso verdadero sobre el orden del mundo.

Sin embargo, se enfrenta a una interpretación ontológica o cosmológica que considera que el "lógos"
designa la estructura objetiva del mundo, el orden mismo de la realidad en su conjunto, independiente del
hombre y presente en todas las cosas. Esta interpretación encuentra apoyo en la idea de que el "lógos" es la
ley cósmica que rige la estructura del movimiento y la transformación de las cosas. Esta visión concilia la
afirmación del movilismo y la unidad ordenada de todo en la doctrina de Heráclito.

Por su parte, M. Marcovich y Ch. Kahn adoptan una posición que combina las dos interpretaciones
anteriores, una ontológico-lingüística. Según ellos, el "lógos" denota tanto la descripción peculiar de Heráclito
como el principio general que opera eternamente en el mundo. Argumentan que el "lógos" tiene una existencia
objetiva y es una ley universal que se encuentra en todas las cosas. Destacan que el "lógos" se puede
aprehender a partir del mundo circundante o al escuchar a Heráclito, y que el orden del mundo habla a los
hombres como un lenguaje que deben aprender a comprender.

El análisis de los fragmentos 1, 2 y 50, que transcribimos a continuación, nos inclina a adoptar una
interpretación ontológico-lingüística:

Aunque este mi discurso (lógos) existe siempre,


los hombres se vuelven incapaces de comprenderlo tanto antes de oírlo como una vez que lo han oído;
pues aun cuando todo sucede conforme a este discursoparecen no tener experiencia de él, teniéndola sin
embargo de palabras y obras tales como las que yo expongo cuando distingo cada cosa según su naturaleza
y exhibo cómo es; pero al resto de los hombres les pasa inadvertido cuanto hacen despiertos, de la misma
manera que les pasa inadvertido cuanto hacen mientras duermen. (B 1)

Mientras este mi discurso (lógos) es común,


la mayoría vive como si tuviera una mente propia. (B 2)

No escuchándome a mí sino al discurso (lógos)


es sabio convenir que todas las cosas son una. (B 50)

El "lógos" es divino, eterno y tiene una existencia anterior e independiente de las palabras del filósofo.
Aunque los hombres son incapaces de comprenderlo, Heráclito trata de comunicarlo a través de su discurso.

Se menciona que el "lógos" tiene varias características: existe siempre, se escucha y comprende, regula el
acontecer y es aprehensible en la experiencia común. Es algo que se da en la estructura y relaciones de todas
las cosas y eventos, y es común a todos los hombres, aunque muchos no lo sigan y vivan como si tuvieran
una inteligencia particular.

En el fragmento 50, Heráclito distingue entre su propio discurso y otro que tiene primacía, lo que sugiere
que el "lógos" tiene una importancia superior. Por lo tanto, es difícil conciliar una interpretación exclusivamente
lingüística del "lógos".

El "lógos" no solo se refiere al relato verdadero de Heráclito, sino que también revela la estructura objetiva
del mundo. No hay una oposición entre el discurso de Heráclito y el "lógos" cósmico, ya que el discurso del
filósofo revela la propia estructura de la realidad. El orden del mundo habla a los hombres como un lenguaje
que deben aprender a comprender.
¿Qué dificultades existen para acceder al lógos? ¿Qué imagen da de los hombres en el fragmento 1?
Heráclito condena la condición de la mayoría de los hombres que, aun despiertos, se comportan como
dormidos, en el sentido de que no escuchan el lógos ni se expresan en conformidad con él:

La mayoría no repara en aquellas cosas con las que se topa, ni las conoce aunque las haya aprendido,
pero así lo imagina. (B 17)

Incapaces de comprender habiendo oído, a sordos se asemejan;


de ellos da testimonio el proverbio
‘aunque presentes, están ausentes’. (B 34)

En el fragmento 34, Heráclito se refiere a aquellos que, habiendo escuchado el lógos, son sin embargo
incapaces de comprenderlo. Parece haber una audiencia, pero no hay ninguna posibilidad de comunicación.
De ahí surge esa sensación de soledad que tiene Heráclito, cuando dice “aunque presentes, están ausentes”.
El fragmento 17 agrega el punto del conocimiento aparente. Aunque la mayoría tiene a disposición el lógos,
porque está en la experiencia común, los hombres permanecen en la ignorancia, si bien creen poseer el
conocimiento. Nótese el constante juego de contraposiciones: los hombres no conocen las cosas, pero las han
aprendido; no tienen experiencia, pero se topan con ellas. Se trata de indicar la incomprensión que caracteriza
a la mayoría de los hombres que, aun teniendo las capacidades naturales para comprender el lógos, no las
utilizan convenientemente y así pueden compararse a durmientes, sordos y ausentes.

Con todo, el conocimiento es algo difícil. En efecto, la dificultad no reside solo en la incomprensión
humana, sino que la verdad, la naturaleza de las cosas, no está en la superficie y por tanto se requieren
ciertas condiciones. La comprensión exige un arduo trabajo de investigación y reflexión (Cfr. B 18; 22;
35) porque:

La naturaleza ama ocultarse. (B 123)

Armonía invisible, mejor que la visible. (B 54)

La naturaleza, la armonía invisible que regula el devenir, no se presenta inmediatamente a los sentidos. Si
Heráclito nos invita a interpretar, a descifrar y a captar una armonía invisible, podemos ya adelantar que los
sentidos no van a ser suficientes para llegar a esta comprensión. Veamos el fragmento 107, que ilustra esta
idea:

Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos de los que tienen almas bárbaras. (B107)

La clave para comprender este fragmento es la palabra “bárbaras”, que tiene una referencia a “quienes no
hablan el griego”, a quienes no entienden el lenguaje. Así como el extranjero es capaz de escuchar los
sonidos, pero no puede entender su significado, así también la experiencia sensible será como un murmullo
confuso para quien no puede avanzar hacia su sentido. No debe verse aquí una condena a la percepción
sensible, sino al uso puramente receptivo y acrítico de los sentidos, sin que el alma comprenda y discierna las
informaciones que provienen de ellos (Fronterotta, 2013: 169).

De cuantas cosas hay vista, audición, aprendizaje, a ellas prefiero. (B 55)

Dado que Heráclito expresa este significativo aprecio por los sentidos, puede inferirse que el valor de la
percepción depende de que el alma no sea bárbara, es decir, que sea capaz de comprender y descifrar la
información sensible, de avanzar desde el mensaje presentado por los sentidos a su significado. Respecto del
papel de los sentidos en el conocimiento, podemos concluir que ellos son necesarios pero no suficientes para
el conocimiento que Heráclito está tratando de describir.
Si la acumulación de datos sensoriales no enseña la verdadera comprensión, tampoco lo hará la
acumulación de saberes, la polimatía. En este contexto, Heráclito critica a los presuntos sabios, ya sea a las
autoridades reconocidas como Homero y Hesíodo, ya sea a exponentes más recientes como Arquíloco,
Jenófanes, Hecateo y Pitágoras:

La polimatía no enseña a comprender;


lo habría enseñado, si no, a Hesíodo y a Pitágoras, así como a Jenófanes y a Hecateo. (B 40)

Pitágoras, hijo de Mnesarco, cultivó la ciencia [historíe] más que todos los [otros] hombres y, haciendo una
selección de tales tratados, forjó una sabiduría propia: polimatía, saber equivocado. (B 129)

La mera acumulación de información, la erudición, no dará conocimiento, a menos que esté acompañada
de reflexión. La verdadera comprensión no se alcanza por historíe, tal como la practicó Hecateo, que consistía
en viajar y reunir un conocimiento objetivo, o estudiar la naturaleza exterior – los astros, los fenómenos
meteorológicos, los terremotos, etc.-. No se logra tampoco por polymathíe, el aprendizaje que podía lograrse
del estudio de los poetas, considerados maestros en cuestiones morales, teológicas y otras (Guthrie, 1984:
393). En el fragmento 57, arremete contra Hesíodo:

Maestro de la mayoría, Hesíodo;


están seguros que este sabe la mayor parte de las cosas, quien no llegó a conocer el día y la noche:
en efecto, son una [sola cosa]. (B57)

Hesíodo, entonces, es el maestro de la mayoría, porque es el poeta que actúa fuertemente en la educación
de los griegos. Pero Hesíodo no llegó a comprender que día y noche son una sola cosa, porque en la
Teogonía los presenta como dos dioses diferentes. Día y noche son opuestos, y sin embargo constituyen una
unidad, la del intervalo conformado por las 24 horas, por lo que no divergen por completo. Hesíodo, por tanto,
es profundamente ignorante, incapaz de comprender un fenómeno tan inmediato y evidente como lo es la
naturaleza del día y la noche.
Entonces, si ni la acumulación de datos sensoriales, ni la acumulación de saberes, enseñan la
comprensión, ¿qué es lo que hay que hacer para llegar a la verdadera comprensión? Heráclito lo responde en
el fragmento 114:

Los que han de hablar con comprensión


es necesario que se afirmen en lo que es común a todos, así como una ciudad en su ley,
y mucho más firmemente aún;
todas las leyes humanas, en efecto, se nutren
de una sola, la divina;
extiende esta su poder tanto como quiere y es suficiente para todas y aún excede. (B114).

En estos fragmentos se destacan los siguientes puntos:

1. Heráclito enfatiza la importancia de aferrarse a lo común y fundar la conducta en ello. Lo común es


el "lógos", que opera tanto en el orden cósmico como en la conducta humana.
2. La fuerza de la sociedad política (pólis) reside en su ley, y Heráclito propone una dependencia de
las leyes humanas respecto a una única ley divina, que es eterna, necesaria y común a todos.
3. El lógos es una estructura común a todas las cosas, rige el sistema cósmico y las relaciones entre
los seres humanos.
4. Heráclito revela progresivamente el contenido del lógos. En el fragmento 50, destaca que la
sabiduría consiste en reconocer que todas las cosas son una, y el verbo "homologeîn" (decir lo
mismo) enfatiza la importancia de escuchar y hablar de acuerdo con el lógos universal.
5. El mensaje del lógos es que todas las cosas son una, y algunos hombres se niegan a reconocer
esta unidad detrás de la multiplicidad.
6. En el fragmento 41, se señala que la sabiduría consiste en conocer el designio que gobierna todo a
través de todo, revelando la única ley o principio que regula la totalidad del cosmos.
7. Existe una ambigüedad en cuanto a si ese designio cósmico es ordenado por una unidad
trascendente o es inmanente al cosmos mismo. En ambos casos, implica el reconocimiento de la
unidad y la estructura subyacente a la realidad.

El fragmento 80 de Heráclito dice:

"La guerra es padre de todas las cosas, rey de todas las cosas; a unos los hace dioses, a otros, hombres;
a unos esclavos, a otros, libres."

Este fragmento refuerza la idea de que el conflicto y la oposición son fundamentales en la visión heraclítea
del mundo. La guerra, entendida como un enfrentamiento de fuerzas opuestas, es considerada el origen y la
causa de todo. A través de la guerra, se establecen jerarquías y se definen los roles de los seres humanos.
Algunos son elevados a la categoría de dioses, otros se convierten en hombres, mientras que algunos son
sometidos y se vuelven esclavos, y otros disfrutan de la libertad.

En el fragmento 53, Heráclito también menciona la relación entre guerra y lógos:

"La guerra es justa y la discordia es necesaria; de todas las cosas, la armonía se produce por contraste, y
todo surge de la lucha."

Aquí se enfatiza que la guerra y la discordia son parte esencial de la realidad y desempeñan un papel
necesario. La armonía, entendida como la estructura ordenada del cosmos, surge a partir del contraste y la
oposición. Todo en el mundo se origina a través de la lucha y el conflicto.

En resumen, para Heráclito, la unidad y la armonía del mundo no provienen de la ausencia de conflicto,
sino que son el resultado de tensiones y oposiciones que se equilibran constantemente. La multiplicidad de
elementos diferentes en el universo está organizada y unificada a través del conflicto y la lucha entre
opuestos. Esta concepción heraclítea resalta la importancia del cambio, la oposición y la transformación como
elementos fundamentales en la comprensión de la realidad.

En estos ejemplos, Heráclito presenta la idea de la unidad de los opuestos. En el fragmento 61, menciona
que el mar es tanto agua purísima como impurísima, potable y saludable para los peces, pero impotable y
mortífera para los hombres. Aquí se muestra cómo una misma cosa puede tener cualidades opuestas
dependiendo del sujeto que la experimente. No hay una contradicción en sí misma, sino una relatividad al
sujeto.

En los fragmentos 59 y 60, Heráclito habla de caminos rectos y curvos, y caminos hacia arriba y hacia
abajo, afirmando que son uno y el mismo. Nuevamente, se resalta la idea de que los opuestos están unidos y
son interdependientes. La rectitud y la curvatura, así como la dirección hacia arriba y hacia abajo, son
aspectos complementarios que forman parte de una totalidad.

Estos ejemplos ilustran la concepción heraclítea de la armonía a través de la coexistencia de fuerzas


opuestas. No se trata de eliminar la diversidad y oposición, sino de reconocer que su interacción es
fundamental para la generación y el equilibrio de la realidad. La unidad surge de la convergencia y
complementariedad de los opuestos, y es esta armonía invisible la que subyace en el orden del mundo según
Heráclito.

Heráclito expresa la idea de la correlación y mutua implicación de los términos opuestos en diferentes
contextos. Un ejemplo es el rodillo de cardar, una máquina para hilar, que combina movimientos rectos y
circulares en una misma actividad. Aunque recto y curvo, al igual que arriba y abajo, son términos opuestos,
están correlacionados y se implican recíprocamente en el funcionamiento armonioso del rodillo de cardar.
Heráclito no busca negar la realidad de los términos opuestos ni reducirlos a la identidad, sino mostrar que su
oposición conduce a una condición de armonía basada en una combinación equilibrada de estos opuestos.

Heráclito también aborda el ámbito de los valores, destacando la complementariedad y el condicionamiento


recíproco de los términos opuestos. Por ejemplo, en el fragmento B111, menciona cómo la enfermedad hace
que la salud sea agradable y buena, el hambre contribuye a la saciedad, y la fatiga al reposo. Estos ejemplos
resaltan cómo los opuestos se relacionan entre sí y contribuyen a la unidad armoniosa del todo. No se puede
comprender ni apreciar plenamente un valor positivo sin su opuesto correspondiente.

En el fragmento B88, Heráclito habla de una sucesión recíproca en la que los opuestos cambian
alternativamente su posición, pero se conjugan en la totalidad que componen. Este patrón de cambio y
alternancia se encuentra presente en diversos ejemplos, como lo viviente y lo muerto, lo despierto y lo
dormido, lo joven y lo viejo. Cada opuesto se transforma en su opuesto, y juntos forman una unidad
complementaria.

El fragmento B67 expone la idea de la unidad de los opuestos en un nivel más general. Mediante la
mención de pares de oposiciones como día-noche, invierno-verano, guerra-paz, saciedad-hambre, se describe
la naturaleza divina. Estos opuestos, algunos cósmicos y otros humanos, están necesariamente unidos en una
unidad total que representa a Dios. El fragmento muestra que no solo los opuestos dentro de un mismo género
se implican mutuamente, sino que toda la realidad presenta un patrón de conflicto. Dios se identifica con el
patrón total de oposición presente en el cosmos, siendo la conexión común de todos los opuestos.

En el fragmento B10, Heráclito aborda conexiones más abstractas y generales. Menciona términos
opuestos como cosas enteras y no enteras, convergente y divergente, consonante y disonante. Estos
opuestos están interconectados, y de todas las cosas surge una unidad, y de esa unidad surgen todas las
cosas. Esto implica que todos los aspectos de la realidad están unidos en una interrelación dinámica.

En el comentario de Kahn, se destaca que el término "conexiones" (syllápsies) tiene un doble significado.
Por un lado, se refiere a la conjunción física o concatenación de sonidos, lo que implica una estructura polar
de la realidad. Por otro lado, también se refiere al acto cognitivo de recolectar junto, aprehender o resumir, lo
que implica el papel de la inteligencia en la aprehensión de esa estructura como una unidad.

El fragmento se centra en oposiciones generales y abstractas, como todo-parte, convergente-divergente,


consonante-disonante, unidad-multiplicidad. Todos estos opuestos pueden considerarse "enteros" y "no
enteros", "convergentes" y "divergentes", dependiendo de si se los toma como una multiplicidad discordante o
una unidad armoniosa. El fragmento enfatiza que todas las cosas forman una unidad, pero también se puede
separar su aspecto superficial y plural.

La interpretación consiste en encontrar un significado que permita comprender cómo las diferentes partes
se relacionan para conformar una estructura de opuestos en contraste polar. Comprender implica ensamblar
las partes, conectarlas y aprehender la armonía invisible que subyace a la realidad visible. La interpretación de
la realidad enigmática se vuelve más clara al buscar la conexión entre los opuestos.

Se plantea que los opuestos no pueden ser identificados ni separados debido a su oposición. En cambio,
se destaca la complementariedad, el condicionamiento recíproco y la sucesión cíclica que asegura la
regularidad universal a través del conflicto entre los opuestos. Sin embargo, estas relaciones no contradicen el
principio de no contradicción, que establece que una proposición no puede ser verdadera y falsa al mismo
tiempo.

Se menciona la imagen de Heráclito como el filósofo del "todo fluye", y se citan fragmentos que hacen
referencia al río como símbolo del cambio constante. Se indica que solo uno de los fragmentos relacionados
con el río (B12) es considerado auténtico, mientras que los otros dos (B49 y B91) se consideran
deformaciones tardías del fragmento 12.

Se examina el fragmento 12 en detalle y se destaca que su énfasis no está en el movimiento de las aguas,
sino en la oposición entre la mismidad y la diferencia o alteridad. Se subraya que esta oposición es relativa
para aquellos que están insertos en el río, ya que perciben tanto la identidad como la diferencia. Se argumenta
que este fragmento desafía la interpretación de Heráclito como el filósofo del devenir, ya que enfatiza la
oposición y la unidad simultáneas, en lugar de centrarse únicamente en el flujo y el cambio constante.-

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