Está en la página 1de 17

Electivo de Filosofía Moderna: Kant y la Revolución

Autor: Esteban Sepúlveda

Apunte Estética Trascendental: Exposición Metafísica y


Trascendental del Espacio y del Tiempo

Para entender la exposición metafísica y la trascendental, hay que tener en cuenta, en


primer lugar, qué entiende Kant por ambas. Por exposición, Kant entiende es “la
representación distinta (aunque no detallada) de lo que pertenece a un concepto” (A 23 / B
38). Por metafísica, entiende la exposición que “contiene lo que representa al concepto como
dado a priori” (A 23 / B 38). Y por exposición trascendental, entiende “la explicación de un
concepto como principio a partir del cual puede ser entendida la posibilidad de otros
conocimientos sintéticos a priori” (A 25 / B 40). Nótese inmediatamente la relación entre
ambas exposiciones: solo una vez mostrado que espacio y tiempo son intuiciones dadas a
priori (esto es, una vez realizada la exposición metafísica), es posible, luego, realizar una
exposición trascendental, pues esta última supone ya que espacio y tiempo están dados a
priori para poder mostrar cómo a partir de ellos es posible otros conocimientos sintéticos a
priori.

Ahora bien, la exposición del listado de notas de un concepto no requiere ser


exhaustivo, sino que sea tan solo suficiente para llegar a una de las posibles respuestas a la
pregunta: “¿qué son el espacio y el tiempo? ¿1) Son entes efectivamente reales? ¿2) Son solo
determinaciones o 3) relaciones de las cosas, pero tales, que les corresponderían a éstas
también en sí mismas, aunque no fueran intuidas? ¿O 4) son [determinaciones o relaciones]
tales, que solo son inherentes a la mera forma de la intuición (…)?” (A 23 / B 37-38). Lo que
Kant quiere mostrar en la exposición metafísica es que espacio y tiempo son, en los primeros
dos argumentos, representaciones a priori y no empíricas; y en los últimos dos, que son
intuiciones y no conceptos. Este último punto puede parecer confuso dado que Kant
constantemente se refiere a los conceptos que tenemos de espacio y tiempo. Para despejar
esta dificultad, téngase en cuenta lo siguiente: del hecho de que el espacio y el tiempo sean
intuiciones puras no implica que no podamos hacernos con un concepto de ellos; es más, el

1
énfasis de Kant está en que la representación originaria del espacio y del tiempo es intuición
pura y no concepto. Así, en 3) Kant dice: “de aquí se sigue que, con respecto a él [el espacio],
una intuición a priori (que no es empírica) sirve de fundamento de todos los conceptos de él”
(A 25 / B 39, énfasis mío); y en 4) afirma: “por tanto, la representación originaria de espacio
es intuición a priori, y no concepto” (A 25 / B 40, énfasis mío).

Exposición Metafísica

1) El primer argumento de Kant está dirigido a mostrar que el espacio no es una


representación que se obtenga a partir de la experiencia mediante un proceso de abstracción.
Para entender este argumento hay que tener en cuenta que abstraer el concepto de espacio a
partir de la experiencia supone que es posible tener experiencia de objetos antes de poseer la
representación de espacio. Kant niega este supuesto, pues ya el hecho de que algo me sea
dado como siendo exterior a mí supone la representación del espacio, de modo que cualquier
experiencia –a partir de la cual se obtendría por abstracción el concepto de espacio– supone
ya el espacio como su condición de posibilidad; es decir, tal experiencia solo es posible si ya
tenemos una representación del espacio. Pero no solo en la relación de mí con el objeto de la
experiencia está ya supuesta la representación del espacio, sino que también la experiencia
de un objeto como siendo diferente de otros objetos (incluso de mí mismo) y como estando
en diferentes lugares, por tanto, como estando en relaciones de contigüidad con estos otros
objetos, supone ya la representación del espacio, pues de hecho distinguimos los objetos de
nuestra experiencia en virtud de su ubicación en el espacio (lo que está a nuestra derecha no
puede estar, a la vez, a nuestra izquierda, lo cual los determina como objetos diferentes). En
consecuencia, la representación originaria del espacio no puede ser empírica, sino a priori.

Lo mismo ocurre con el tiempo. El mero hecho de experimentar algo como


simultáneo o como sucesivo supone ya la representación del tiempo, de modo que no es
posible extraer esta representación de la experiencia de lo simultáneo (que dos cosas sean en
un mismo instante) y de lo sucesivo (que dos cosas sean en diferentes instantes), pues ambas
experiencias solo son posibles si ya tenemos la representación del tiempo.

2
En la literatura hay múltiples maneras de entender este argumento. Una de ellas reza
así: 1) para poder percibir objetos en relaciones espaciales y temporales requerimos tener
previamente la representación del espacio y del tiempo. Sin embargo, esta interpretación es
errónea. Pues, así expuesto, el argumento pareciera, por un lado, ser tautológico y por tanto
apuntar a una trivialidad: cada vez que experimento un objeto como la instancia de un
concepto requiero tener previamente ese concepto, pues de lo contrario no podría
experimentar ese objeto como instancia del concepto. Por otro lado, el mismo argumento
puede proponerse para argumentar a favor de otras representaciones que difícilmente
podríamos catalogar de a priori (ej: la representación del rojo es necesaria para percibir
tonalidades del rojo).

Otro modo de interpretar este argumento es la que ofrece Allison (1992, 144 y ss.):
2) para poder diferenciar objetos en la experiencia que tengo de ellos –y diferenciarlos
incluso de mí mismo– requerimos tener previamente la representación del espacio y del
tiempo. Pues requiero las representaciones de la exterioridad y de la contigüidad –las cuales
se derivan de la representación del espacio– para distinguirme de los objetos de la experiencia
y para distinguir a los objetos en virtud de su ubicación espacial. Del mismo modo, requiero
las representaciones de la simultaneidad y la sucesión –ambas derivadas de la representación
del tiempo– para distinguirme de todo aquello que experimento (pues ‘yo’ es eso que
permanece constante en todas mis representaciones; es decir, es lo simultáneo a toda la
sucesión de mis contenidos mentales), y también para distinguir a los objetos en virtud de su
simultaneidad en la sucesión temporal.

Nótese que esta interpretación, a diferencia de la anterior, sitúa a la representación


del espacio y del tiempo como condiciones de la experiencia de objetos. Pues la experiencia
de objetos supone ya mi capacidad para distinguir los objetos de mí mismo y entre sí; en
consecuencia, no es posible adquirir por abstracción de la experiencia esta capacidad (a
diferencia de la capacidad para distinguir tonalidades de rojo).

Para Lorne Falkenstein (2004, 163-4), sin embargo, la interpretación de Allison es


textualmente errónea y, por tanto, no escapa a la objeción de tautología. El punto de
Falkenstein es el siguiente. La objeción de tautología se puede expresar de la siguiente forma:
por definición, nuestro sentido externo (en la medida en que la externalidad es una relación

3
espacial) supone la representación del espacio. La interpretación de Allison zafa de esta
objeción en la medida en que considera que el punto en el argumento de Kant es que la
capacidad de distinguir objetos de mí mismo (y esto significaría ‘sentido externo’) depende
de la representación de tales objetos en ubicaciones espaciales distintas. Sin embargo, tal
interpretación no es fiel al texto de Kant (A23/B38):

“Para que ciertas sensaciones sean referidas a algo fuera de mí (es decir, a
algo [que está] en otro lugar del espacio que aquél en que yo estoy) (…) y,
por tanto, no solo como diferentes, sino como [situadas] en diferentes lugares,
para ello debe estar ya en el fundamento la representación del espacio”.

En consecuencia, la referencia a otros lugares en el espacio es, de hecho, la definición o


explicación de lo que significa ‘sentido externo’. Así, la objeción de tautología recobra su
fuerza.

La solución de Falkenstein es la siguiente: 3) para poder representarnos relaciones


espaciotemporales, requerimos tener previamente una presentación del orden
espaciotemporal. Para ver que esta interpretación es inmune a la objeción de tautología,
nótese que este es justamente el caso contrario al de los colores. En el caso de las
percepciones de tonalidades del rojo, primero requiero percibir tales tonalidades y, mediante
un proceso de comparación y contraste (esto es, relaciones), podré determinar el orden de la
degradación de tonalidades del rojo. Ahora bien, el orden espaciotemporal no puede ser
abstraído de la experiencia, pues no hay nada en los objetos percibidos que nos otorgue la
idea del orden espaciotemporal. En consecuencia, espacio y tiempo son representaciones a
priori.

Esto es así, dado que el espacio y el tiempo corresponden a lo que Falkenstein


denomina “orden presentacional” (2004, 184). En un orden comparativo (como la
degradación de tonalidades de color) el lugar de sus elementos está determinado en virtud de
una cualidad del objeto mismo. En contraste, en un orden presentacional el lugar de sus
elementos no guarda ninguna relación con las cualidades de los objetos. No obstante, ello
no quiere decir que tal orden sea arbitrario; pues la posición de los elementos en el orden no
es modificable a voluntad, aunque sí depende de la perspectiva del percipiente. Que el orden
espacial y temporal sean ordenes presentacionales queda claro por lo siguiente: cualquier

4
objeto puede aparecer en cualquier lugar del orden espacial y temporal (independiente de las
cualidades de tales objetos). No hay nada en la mesa frente a la silla que le impida ser
percibida (alterando lo que hay que alterar) como estando detrás de la silla, lo cual es
imposible para una tonalidad de color: no hay modo en que el celeste sea ‘más oscuro’ que
el azul marino. Finalmente, el orden espacial no es arbitrario, pues una vez que percibo la
mesa como estando frente a la silla, no me es posible percibirla como estando detrás de la
silla, a menos que altere mi posición o la de la mesa (o la silla).

2) El segundo argumento también va dirigido a mostrar que el espacio es una


representación a priori. La razón de esto es que mientras que no es posible representarnos
objetos sin que haya espacio, sí es posible pensar el espacio sin objetos en él. Este argumento,
simple en apariencia, también posee múltiples interpretaciones. Una de ellas es la que ofrece
Roberto Torretti (2013). El intérprete hace notar la diferencia en los verbos que Kant
emplea en este argumento: “representarse” [sich eine Vorstellung machen] y “pensar” [sich
denken]. Torretti interpreta esta diferencia como la referencia a distintos actos cognitivos: en
este contexto, Kant entendería por “representarse” un acto cognitivo que tiene lugar en el
plano de la imaginación, mientras que por “pensar” un acto cognitivo que tiene lugar en el
plano de los conceptos (Torretti 2013, 204). (No se confunda “representarse” con “tener una
representación”, pues esta última, la “representación”, refiere tanto a intuiciones, como
conceptos, como a situaciones imaginarias). Esta observación permite aclarar un aspecto
importante de la doctrina kantiana de las formas puras de la intuición: no podemos
imaginarnos un espacio sin objetos. Tal como lo afirma Torretti (2013, 205):

“La receptividad sensible no puede saber de sí, de su principio formal, el


espacio, si no es puesta en ejercicio por las afecciones que recibe. Por lo
mismo, no es posible percibir el espacio ni el tiempo vacíos, no se puede tener
de ellos como tales una representación directa y aislada. No puedo imaginar
que no haya espacio, por cuanto todo ejercicio de la imaginación lo supone
(…) Pero esto no significa que pueda imaginar el espacio absolutamente
vacío, actualizar su representación pura sin ningún concomitante empírico”.1

1
De esto se sigue, según el mismo Torretti (2013, 205), que “La representación del espacio, como cualquier
otra representación a priori, no es una representación innata”.

5
Recuérdese el modo en que Kant abre la Introducción: “no hay duda de que todo nuestro
conocimiento comienza por la experiencia” (B 1), y en el siguiente párrafo: “pero aunque
todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, no por eso surge todo él de la
experiencia” (B 1). En consecuencia, no se trata, en la argumentación de Kant, de que sea
posible o no imaginarnos un espacio sin objetos.

Según Torretti, entonces, el argumento reza así: 1) mientras que no es posible


imaginar un objeto sin espacio, sí es posible separar en el pensamiento los objetos de las
relaciones espaciales en las que éstos se ubican. Sin embargo, considero que esta
interpretación es errónea. Ante esta interpretación surge la siguiente objeción: la presunta
prioridad de la representación del espacio frente a la de los objetos está señalada en distintos
planos, lo cual deja sin aclarar la dependencia de la representación de los objetos en la del
espacio, en la medida en que no está aclarada la dependencia entre el imaginar y el pensar
en este caso.

Además de la objeción recién planteada, hay otra dificultad que requiere ser atendida.
Hay un razonamiento que niega la dependencia de la representación de los objetos en la del
espacio. Pues, por un lado, ni podemos imaginarnos los objetos sin espacio, ni podemos
imaginarnos el espacio sin que esté referido a objetos (no podemos imaginarnos un espacio
vacío). Por otro lado, podemos pensar el espacio sin objetos, pero también podemos pensar,
en el plano puramente conceptual, a los objetos sin referencia al espacio (por ejemplo,
podemos pensar que en el concepto de “perro” está contenido el concepto de “animal”; el
análisis conceptual no requiere de la representación espacial). Sin embargo, es en este último
punto donde se halla la debilidad de este razonamiento. La pregunta que uno tendría que
hacerse es la siguiente: ¿realmente podemos entender el concepto de “perro” sin referencia a
la representación del espacio?

Si uno se toma en serio la tarea del análisis conceptual, entonces la respuesta es


negativa. Pues, en el análisis conceptual, aquello que siempre encontraremos contenido en
un concepto como nota sin la cual tal concepto no podría ser pensado es su género; pues
siempre que pensamos un concepto pensamos con él, además –aunque no de manera explícita
para nosotros–, su género. Así, si analizo el concepto de “gato”, encontraré el concepto de
“animal”. Pero si insisto en esta búsqueda y analizo el concepto de “animal”, encontraré el

6
de “ser vivo”. Si seguimos analizando, llegaremos al concepto de “cuerpo extenso”, concepto
que sí requiere la representación del espacio. La pregunta, entonces, es la siguiente: ¿hay
algún objeto –del cual podamos tener experiencia– cuyo concepto no contenga el concepto
de “cuerpo extenso”, ya como género al cual pertenece, ya como aquello en lo cual tiene que
darse (ej: el color)? Si esto no es posible, entonces el argumento de Kant tiene un punto.

Esto mismo puede verse también atendiendo a lo siguiente. Si uno separa en el


pensamiento todas las cualidades secundarias del objeto, aún tendríamos una representación
del objeto en cuanto sus propiedades y relaciones espaciales. Pero si uno separa en el
pensamiento tan solo sus propiedades y relaciones espaciales, entonces ya no tendremos
representación de objeto alguno. Recuérdese el razonamiento que Descartes emprende en la
segunda meditación para mostrar que la esencia de los objetos externos es la extensión.
Descartes se pregunta: ¿Qué es lo que permanece frente a todas las variaciones de mi
representación del trozo de cera? La respuesta a esto es, claro, la extensión. Con ello muestra
que la extensión es el atributo de las substancias corpóreas, y todas las restantes cualidades
del objeto son modificaciones de ese atributo, y por tanto, sin él no pueden ser concebidos.

El argumento de Kant, entonces, reza así: 2) si separo en el pensamiento la


representación del espacio de mi representación de cualquier objeto –del cual pueda tener
experiencia–, entonces pierdo con ello también la representación de ese objeto. Ahora bien,
si separo en el pensamiento la representación de los objetos de mi representación del espacio,
aún persiste la representación de ese espacio, pues aun persisten sus propiedades (en el
siguiente argumento se mostrará que todas las partes del espacio son homogéneas, esto es,
todas las partes del espacio comparten las mismas notas; por tanto, si abstraigo la
representación de los objetos de mi representación del espacio, lo que persiste son estas
propiedades que son compartidas por todas las partes del espacio y que, en cuanto tales, no
son características de ningún objeto en particular); y por tanto, la representación del espacio
persiste en cuanto representación de la posibilidad de la ubicación espacial.2 Esta última
representación es aquella de la cual se sirve la geometría. Ahora bien, si la representación del
espacio es prioritaria respecto de la representación de cualquier objeto, entonces el espacio

2
Nótese que en esta interpretación “representarse” y “pensar” se entienden en el mismo sentido: concebir
en el pensamiento.

7
no es una representación que dependa de la representación de ningún objeto, sino que, al
contrario, el espacio es condición de posibilidad de la representación de objetos. Si esto es
así, entonces el espacio es una representación dada a priori. Lo mismo ocurre con el caso del
tiempo.

3) El tercer argumento (el cuarto en el caso del tiempo) está orientado a mostrar que
la representación originaria del espacio es intuición y no concepto. En este argumento Kant
enfatiza el carácter único del espacio y el tiempo. A partir de este rasgo, Kant concluye que
las partes del espacio no preceden al espacio para componerlo, como sí ocurriría en el caso
de los conceptos. Para entender este argumento hay que prestar atención a la relación que
guarda el concepto con las instancias de ese mismo concepto. Téngase en cuenta la siguiente
máxima lógica: a mayor intensión menor extensión, a mayor extensión menor intensión; es
decir, mientras más notas tenga un concepto, menor será la cantidad de objetos que abarque
bajo sí; en cambio, mientras menos notas tenga un concepto, la cantidad de objetos que
abarcará ese concepto bajo sí será mayor (piénsese en la diferencia en la extensión del
concepto “pelícano” y su género, el concepto “ave”). Ahora bien, la relación que tiene el
espacio con sus partes no sigue esta máxima lógica. Esto se puede ver comparando la relación
del espacio con sus partes con la relación de un concepto tanto con su extensión como con
su intensión

1) Si consideramos que las ‘partes’ del concepto corresponde a su extensión, tenemos


lo siguiente. Cualquier parte del espacio, por diminuta que sea, no contiene más propiedades
que el resto de las partes del espacio, e incluso que el espacio omniabarcador. Esto significa
que el espacio es único, pues en rigor no hay diferentes espacios (en virtud de sus notas),
como sí ocurre con los conceptos; esto es, el espacio es homogéneo (la especie “cocodrilo”
tiene distintas notas que la especie “ganso”, ambos estando bajo el mismo género “animal”;
incluso una instancia de “gato” es diferente a otra instancia de “gato”, y ello no solo en virtud
de su posición espacial y temporal). Ahora bien, si el espacio es único, entonces tampoco
puedo componer el concepto de espacio a partir de las partes de él (entiéndase aquí por
‘componer’ el definir un concepto en virtud de su extensión: ej: “país de Sudamérica”: Chile,
Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia, etc.). Pues, si el espacio es único, entonces las partes
del espacio (su ‘extensión’) son solo limitaciones de este espacio, y por tanto, solo pueden

8
ser percibidos suponiendo ya la representación del espacio total. Que las partes del espacio
sean solo límites del espacio único significa esto: al percibir cualquier parte del espacio (ej:
esta pieza), está dada con ello la representación de que detrás de estas murallas (es decir, los
límites que forman la parte del espacio que estoy percibiendo) sigue habiendo espacio. Lo
mismo ocurre con el tiempo: al percibir un instante tengo con ello la representación de que
hay un instante anterior y posterior al que percibo. En consecuencia, no es posible definir el
espacio extensionalmente (como la suma de todas sus partes).

Tampoco las partes del espacio son previas a la representación de las partes de él en
este sentido: las instancias de un concepto son previas a él en la medida en que a partir de
éstas obtengo, por abstracción, tal concepto. En cambio, las partes del espacio solo pueden
ser percibidas si tengo previamente la representación del espacio total (recuérdese el primer
argumento). No obstante, este argumento solo alcanza a distinguir la representación
originaria del espacio de los conceptos empíricos. Para distinguir la representación originaria
del espacio de los conceptos puros basta con los numerales 1) y 2).

2) Si consideramos que las ‘partes’ del concepto corresponde a su intensión, tenemos


el mismo resultado. Los conceptos se componen a partir de la reunión de ciertas notas, las
cuales son anteriores a tal concepto; esto es, pueden ser comprendidas con independencia de
él. Por ejemplo, si defino intensionalmente el concepto de “guitarra” tengo –entre varias
otras– las notas de “instrumento musical” y “cuerda”; sin embargo, tanto el concepto de
“instrumento musical” como el concepto de “cuerda” son comprensibles con independencia
del concepto de “guitarra”, y en este sentido las partes del concepto preceden al concepto
mismo. En cambio, las partes del espacio, en la medida en que son límites de éste no son
comprensibles con independencia de la representación del espacio total. Ahora bien, ni
siquiera las notas del espacio son comprensibles con independencia de la representación del
espacio. Pues, volviendo al ejemplo de “guitarra”, los conceptos de “instrumento musical” y
“cuerda” son independientes del concepto de “guitarra” porque pueden ser notas de otros
conceptos (ej: “violín”); esto es, son notas generales. La generalidad de un concepto es una
característica de ellos: el concepto se refiere al objeto “mediatamente, por medio de una
característica que puede ser común a muchas cosas” (A 320 / B 376). En cambio, las notas
del espacio solo aplican, en rigor, a una única representación: el espacio, pero tienen la forma

9
de la generalidad en la medida en que aplican a las distintas partes del espacio, las cuales, en
cuanto límites, remiten no obstante al espacio único. En consecuencia, la comprensión de las
notas del espacio supone también la representación del espacio único. Por tanto, tampoco es
posible definir el espacio intensionalmente (como componiéndolo a partir de sus notas).

Los argumentos 1) y 2) señalan la diferencia de nuestra representación originaria del


espacio con las características de todo concepto. Por tanto, la representación originaria del
espacio no es concepto. Para dar el paso a afirmar de ella que es una intuición hay que tener
en cuenta las dos notas con las que Kant define la intuición: 1) se refiere al objeto de un modo
inmediato y 2) es singular (A 320 / B 376). Si uno se basa en la segunda nota, entonces la
representación originaria del espacio es intuición, pues lo que es representado en ella es algo
único. Sin embargo, téngase en cuenta también lo siguiente: que el espacio sea una intuición
no significa que podamos tener experiencia el espacio total (no podemos tener experiencia
de la extensión total del espacio, ni tampoco del tiempo entero, por así decirlo, “de un puro
vistazo”, y tampoco de a muchos, pues –como ya se vio– la representación del espacio y
tiempo totales no se pueden componer a partir de sus partes). Nunca podemos tener
experiencia del espacio total, 3 sino que siempre tenemos experiencia solo de partes del
espacio; sin embargo, en la medida en que las partes del espacio, en cuanto límites, remiten
siempre al espacio total, la representación de este espacio total se halla en cada caso presente
en mi experiencia de partes del espacio. La misma argumentación vale para el caso del
tiempo.

4) El cuarto argumento (el quinto en el caso del tiempo) también muestra que el
espacio es intuición y no concepto. Lo que se destaca ahora es la infinitud del espacio y del
tiempo. Todo concepto es pensado como teniendo una extensión (en principio) infinita; es
decir, el concepto contiene (en principio) una multiplicidad infinita de representaciones (ya
sea como especies, ya sea como instancias del concepto). Nótese que esta infinitud de su
extensión es una infinitud de instancias posibles; y por tanto, el concepto tiene la infinitud
bajo sí. Por ejemplo, el concepto de “conejo” tiene, en principio, una cantidad infinita de
instancias posibles. (todos los conejos, habidos y por haber). Téngase en cuenta la manera en

3
Téngase en cuenta, en este punto, el tratamiento kantiano del primer conflicto antitético de la Antinomia de la
razón pura (tanto su establecimiento como su solución en A517/B545 y ss.).

10
que Kant define concepto: una representación “es concepto solamente porque bajo él están
contenidas otras representaciones, por medio de las cuales él puede referirse a otros objetos.
Por consiguiente, es el predicado de un juicio posible” (A 69 / B 94, énfasis mío). Ahora
bien, que un concepto tenga la infinitud bajo sí implica lo siguiente: cuando pienso un
concepto, no pienso en él una multitud infinita de representaciones. Pues cuando pienso en
él, concibo sus notas (su intensión), y sus notas no pueden ser infinitas. En cambio, cuando
concibo el espacio, sí concibo en él una multitud infinita de representaciones.

El corazón de este argumento es lo siguiente: la representación originaria del espacio


es ilimitada. Que la representación originaria del espacio sea ilimitada se entiende por lo
siguiente: dado que las partes del espacio solo pueden pensarse como limitaciones de él, la
representación originaria del espacio no solo es dada como única, sino también como
ilimitada; si todas las partes del espacio son límites de él, la representación del espacio total,
en la medida en que no es una parte de sí mismo, es ilimitada. De este modo, si la
representación originaria del espacio es ilimitada, entonces cuando pienso en el espacio único
y omniabarcante, pienso en él la multitud infinita de las partes del espacio. Si bien en el caso
de la representación del espacio y el tiempo la representación del todo es anterior a la
representación de las partes (en el sentido de que no puede ser compuesta por sus partes), la
idea de un todo es inseparable de la idea de que hay partes de ese todo, lo cual, en el caso del
espacio y el tiempo, son ilimitadas partes; por tanto, al pensar el espacio como todo, pienso
en él la multiplicidad infinita de las representaciones de las partes.

En este punto hay que aclarar qué significa que el espacio sea ilimitado. Que la
representación originaria del espacio sea ilimitada no significa que la extensión del espacio
sea infinita en acto; es decir, no significa que el espacio sea aquí y ahora infinitamente
extenso. Para Kant, eso es algo que nosotros no podemos saber.4 Más bien, que la
representación originaria del espacio sea ilimitada significa que el espacio es infinitamente
divisible; es decir, es potencialmente infinito.5 La representación originaria del espacio es
ilimitada porque es seccionable (divisible) de infinitas maneras y una vez seccionado, puede
seguir seccionándose (dividiéndose) al infinito. Nótese que nada de esta divisibilidad al

4
Nuevamente, véase el primer conflicto de la antinomia de la razón pura y su solución en A517/B545 y ss.
5
Véase aquí la resolución del segundo conflicto de la antinomia de la razón pura en A523/B551 y ss.

11
infinito implica que la extensión del espacio sea infinita en acto. De este modo, la
representación originaria del espacio, en la medida en que es ilimitada en el sentido señalado,
contiene en sí; es decir, se encuentra junto con tal representación originaria, la representación
de las infinitas partes del espacio.

A partir de esto es posible ver por qué la representación originaria del espacio, si es
ilimitada, no puede ser un concepto. Si uno atiende a la diferencia entre la extensión y la
intensión de un concepto, tenemos que ningún concepto tiene su extensión contenida al nivel
de la intensión. Sin embargo, esto es lo que ocurre con la representación originaria del
espacio. Pues en ésta, al ser ilimitada en el sentido de ser infinitamente divisible, la
representación de la infinitud de las partes del espacio –las cuales serían la extensión del
espacio si tal representación originaria fuera un concepto– está dada con la representación
del espacio en cuanto ilimitado; en consecuencia, con la representación del espacio total está
dada la representación de la infinitud de partes. Pero esto no ocurre con los conceptos.
Cuando pienso en el concepto de “pato”, puedo representármelo con independencia de su
extensión; es decir, con independencia de algún pato efectivamente real (podemos incluso
pensar conceptos vacíos como “minotauro”). Pero cuando me represento el espacio, no puedo
representármelo con independencia de las partes de él, la representación del espacio siempre
va acompañada de las partes de él en la medida en que la infinitud del espacio no es más que
el ser divisible al infinito; no hay infinitud del espacio sin secciones que sean divisibles al
infinito. En otras palabras, solo puedo representarme el espacio único mediante limitaciones
de él (mediante sus partes). Esto significa que en sí; esto es, en el plano de la intensión, el
espacio contiene su extensión, es decir, en cuanto ilimitado, está ya referido a sus infinitas
partes.

Cabe hacer una aclaración. Que el espacio único y omniabarcador solo pueda ser
representado mediante limitaciones de él; esto es, mediante sus partes, no contradice el
segundo argumento de la exposición metafísica. Hay que distinguir aquí entre las partes del
espacio y los objetos que se ubican en él. Así, mientras que podemos pensar el espacio sin
objetos (2do argumento), no podemos pensar el espacio sin sus partes (ciertamente, no todas
sus partes, pues el espacio es potencialmente infinito).

12
Lo que este argumento –y también el anterior– logra mostrar es que la representación
originaria del espacio no se ajusta a la diferencia entre la intensión y la extensión de un
concepto. En este caso, tal falta de ajuste se debe al carácter ilimitado de la representación
del espacio. En consecuencia, si la representación originaria del espacio es ilimitada,
entonces tal representación originaria no puede ser un concepto. En este caso, sin embargo,
es notoriamente más complejo el paso a afirmar que la representación originaria del espacio
es intuición. No obstante, considero que puede argumentarse en esa dirección atendiendo al
carácter inmediato de una representación intuitiva. Un concepto es la representación mediata
de un objeto. En cuanto tal, es una representación común a muchas otras representaciones,
por lo cual establece (en virtud de su generalidad) la diferencia entre extensión e intensión.
Ahora bien, es plausible considerar que una instancia del concepto tiene (en principio)
infinitas notas. En cuanto tal, una instancia del concepto –que, por cierto, no es más ya
concepto– tendría en sí una multitud infinita de representaciones. Ahora bien, la intuición es
la referencia inmediata a un singular (a una instancia de un concepto). Además, el espacio es
ilimitado (es decir, tiene en sí una multitud infinita de representaciones. Por consiguiente, si
la representación originaria del espacio es ilimitada, entonces tal representación originaria es
intuición. La misma argumentación vale para el caso del tiempo.

Exposición Trascendental

La exposición trascendental tiene dos exigencias: 1) mostrar que hay conocimientos


que surgen a partir de la representación del espacio y del tiempo como intuiciones a priori;
2) mostrar que tales conocimientos solo son posibles bajo la explicación anterior. Para el caso
del espacio, la geometría es aquel conocimiento que solo sería posible bajo la representación
del espacio como intuición a priori. Kant caracteriza la geometría como “una ciencia que
determina sintéticamente, y sin embargo a priori, las propiedades del espacio” (A 25 / B 40).
Hay que tener en cuenta dos tesis centrales de la doctrina kantiana sobre la posibilidad de los
juicios sintéticos a priori: 1) No hay juicio sintético que surja a partir de meros conceptos.
Recuérdese el tercer criterio que diferencia un juicio analítico de un juicio sintético, a saber,
si meramente explica el contenido del concepto del sujeto o bien ensancha ese concepto
añadiéndole algo que no estaba pensado en él. Por tanto, el juicio que uno obtiene a partir de

13
meros conceptos (análisis conceptual) no puede sino ser un juicio que explique lo que ya
estaba pensado en tales conceptos. En consecuencia, un juicio tal solo puede ser analítico.
Para que un juicio sea sintético, requiere la mediación de una intuición. Por consiguiente, si
todo aquello en lo cual se basa la geometría para emitir juicios respecto al espacio fueran solo
conceptos, entonces tales juicios no podrían en modo alguno ser sintéticos. Sin embargo, éste
es el caso según Kant. Por tanto, el conocimiento de la geometría solo es posible si entre
aquello en lo que se basa para emitir juicios acerca del espacio se halla presente una intuición
del él; es decir, el conocimiento de la geometría solo es posible si la representación originaria
del espacio es intuición.

La segunda tesis es la siguiente: 2) si un conocimiento depende de otro conocimiento


cuya validez es empírica, entonces el primer conocimiento también tiene validez empírica.
En efecto, Kant define conocimiento a priori de la siguiente manera: “no entenderemos por
conocimientos a priori aquellos que tienen lugar independientemente de esta o aquella
experiencia, sino los que tienen lugar independientemente de toda experiencia en absoluto”
(B 2-3). En consecuencia, si en algún respecto (depender de un conocimiento que sí sea
dependiente de la experiencia) tal conocimiento es dependiente de alguna experiencia,
entonces será empírico y no a priori. Kant ilustra este punto con un ejemplo:

“De algunos conocimientos derivados de fuentes de la experiencia se suele


decir que somos a priori capaces de ellos (…) porque no los deducimos
inmediatamente de la experiencia (…) Así, de alguien que socavase los
cimientos de su casa, se dice que pudo haber sabido a priori que ella se vendría
abajo; es decir, no precisaba esperar la experiencia de que efectivamente
cayera. Pero tampoco podía saber esto, sin embargo, enteramente a priori.
Pues que los cuerpos son pesados, y que caen cuando se les sustrae el apoyo,
esto tendría que haberlo sabido antes, por experiencia” (B 2).

En consecuencia, si el espacio fuera una representación empírica, no hay modo alguno en


que el conocimiento de la geometría pueda ser catalogado de a priori. Sin embargo, éste es
el caso. Por tanto, el conocimiento de la geometría solo es posible si la representación
originaria del espacio es dada a priori. De este modo, el conocimiento de la geometría solo

14
es posible si la representación originaria del espacio es una intuición a priori, lo cual es el
resultado de la exposición metafísica.

En el caso del tiempo el procedimiento es similar. Aquellos conocimientos que son


posibles a partir del tiempo son, por un lado, los conocimientos de la teoría general del
movimiento (física), y por otro, los axiomas del tiempo en general. Todos los conocimientos
que se deriven del concepto de mudanza solo son posibles si la representación originaria del
tiempo –a partir del cual se piensa el concepto de mudanza– es intuición a priori. Pues, por
un lado, no es comprensible a partir de puros conceptos que un mismo objeto esté y no esté
en el mismo lugar, sino que solo en el tiempo es comprensible, en la medida en que uno va
después del otro. Por otro lado, si los conocimientos de la teoría del movimiento en general
son universales, entonces la representación originaria del tiempo en la cual se basan ha de ser
a priori.

Del mismo modo, los axiomas del tiempo, en virtud de su universalidad, solo son
posibles si la representación originaria del tiempo es dada a priori. Sin embargo, Kant en
ningún lado de la exposición metafísica o trascendental del tiempo señala que tales axiomas
del tiempo son conocimientos sintéticos a priori. Para mostrar que ello es así, remito a una
caracterización que Allison (1992, 144-5) emplea respecto a las representaciones del espacio
y del tiempo: la necesidad de que tengamos experiencia de la manera en que tenemos
experiencia (espacial y temporalmente), no corresponde a una necesidad lógica; esto es, es
concebible que la experiencia de objetos esté articulada de una manera diferente al modo en
que nosotros los experimentamos (ya sea bajo distintas concepciones del espacio y del
tiempo, ya sea bajo formas otras al espacio y al tiempo). En consecuencia, si es lógicamente
posible que espacio y tiempo tengan otras propiedades distintas del modo en que nosotros
los experimentamos (ej: espacios no euclideanos o tiempos no lineales), entonces la
representación de la linealidad del tiempo, o que el tiempo tiene una sola dimensión, no es
algo que se halle necesariamente en nuestro concepto de tiempo cada vez que pensamos en
él. Por consiguiente, los axiomas del tiempo tienen el carácter de ser sintéticos y, en cuanto
tales, solo son posibles si la representación originaria del tiempo es intuición.

El siguiente paso que da Kant es responder la pregunta de cómo es posible que la


representación originaria del espacio y del tiempo sea intuición a priori. Si uno atiende al

15
carácter inmediato de la intuición, entonces la intuición a priori del espacio y tiene que estar
situada en la sensibilidad, en la medida en que esta facultad es aquella en la cual la
representación es referida inmediatamente a los objetos (tales representaciones son el efecto
de estos objetos). Ahora bien, si la representación del espacio surgiera a partir del efecto del
objeto en nuestra sensibilidad, entonces tal representación sería empírica. En consecuencia,
la intuición a priori del espacio tiene que constituir la forma de la sensibilidad, a partir de la
cual los datos del sentido externo son ordenados en ciertas relaciones, y por tanto una forma
que nos es dada con independencia del objeto que afecte nuestra sensibilidad, pues solo así
se entiende que tal representación sea dada a priori. El mismo razonamiento aplica al caso
del tiempo. Con esto, Kant responde la pregunta con la que inició la exposición metafísica, a
saber, la pregunta de que son el espacio y el tiempo. La respuesta a esta pregunta es, entonces,
que espacio y tiempo son la mera forma de la intuición.

Antes de cerrar, permítaseme una observación final. Téngase en cuenta que el


argumento de Kant a favor de que la representación originaria del espacio y del tiempo es
intuición a priori no necesita que la exposición trascendental sea exitosa, pues su fundamento
se halla en la exposición metafísica. Por tanto, no se derriba la argumentación de Kant
apelando a que la concepción kantiana del espacio explica tan solo la posibilidad del
conocimiento geométrico de espacios euclideanos, dejando fuera los espacios no
euclideanos. Ahora bien, téngase en cuenta también los siguiente: la teoría de Kant es una
teoría acerca de la experiencia posible, de modo que las preguntas que un kantiano haría ante
semejante objeción serían la siguientes: 1) ¿acaso es experimentable un espacio no
euclideano?; 2) ¿son comprensibles los espacios no euclideanos con independencia de –esto
es, ni siquiera apelando a un contraste con– el espacio euclideano?

Preguntas

1) El cuarto argumento de la exposición metafísica del espacio comienza así: “el espacio es
representado como una cantidad infinita dada” (A 25 / B 39). ¿Cómo ha de entenderse que

16
esta cantidad infinita esté “dada”? Téngase en cuenta la discusión del primer conflicto de la
antinomia de la razón pura (A 426 / B 454).

2) Se suele caracterizar la diferencia entre la sensibilidad y el entendimiento apelando a que


la primera es una capacidad pasiva, mientras que la segunda es una capacidad activa. Ahora
bien, las formas puras de la intuición, en la medida en que son dadas a priori, parecen ser
una capacidad pasiva, ¿Qué razón hay en ubicarlas en la sensibilidad? ¿Y qué implica esto,
entonces, respecto de la diferencia entre sensibilidad y entendimiento?, o bien ¿cómo hay
que entender tal diferencia, viendo que la sensibilidad no es una capacidad meramente
pasiva? ¿Cómo habría que entender la “pasividad” de la sensibilidad?

3) ¿Cuál es la relación que guardan los cuatro argumentos de la exposición metafísica? ¿son
completamente independientes? ¿O guardan alguna relación de dependencia entre sí? Y si
esto último es el caso, ¿en qué consiste tal dependencia? Y ¿anula el argumento de Kant el
que los argumentos estén en una relación de dependencia unos con otros?

Referencias

Allison, Henry. El Idealismo Trascendental de Kant. Una Interpretación y Defensa [tr. Dulce
María Granja Castro]. Barcelona: Anthropos (1992).

Falkenstein, Lorne. 1995. Kant’s Intuitionism. A Commentary on the Transcendental


Aesthetic. Toronto: Universitiy of Toronto Press (2004); 2da impresión.

Kant, Immanuel. Crítica de la Razón Pura [tr. Mario Caimi]. Buenos Aires: Colihue (2014);
2da edición.

Torretti, Roberto. Manuel Kant. Estudio sobre los Fundamentos de la Filosofía Crítica.
Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales (2013); 4ta edición.

17

También podría gustarte