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énfasis de Kant está en que la representación originaria del espacio y del tiempo es intuición
pura y no concepto. Así, en 3) Kant dice: “de aquí se sigue que, con respecto a él [el espacio],
una intuición a priori (que no es empírica) sirve de fundamento de todos los conceptos de él”
(A 25 / B 39, énfasis mío); y en 4) afirma: “por tanto, la representación originaria de espacio
es intuición a priori, y no concepto” (A 25 / B 40, énfasis mío).
Exposición Metafísica
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En la literatura hay múltiples maneras de entender este argumento. Una de ellas reza
así: 1) para poder percibir objetos en relaciones espaciales y temporales requerimos tener
previamente la representación del espacio y del tiempo. Sin embargo, esta interpretación es
errónea. Pues, así expuesto, el argumento pareciera, por un lado, ser tautológico y por tanto
apuntar a una trivialidad: cada vez que experimento un objeto como la instancia de un
concepto requiero tener previamente ese concepto, pues de lo contrario no podría
experimentar ese objeto como instancia del concepto. Por otro lado, el mismo argumento
puede proponerse para argumentar a favor de otras representaciones que difícilmente
podríamos catalogar de a priori (ej: la representación del rojo es necesaria para percibir
tonalidades del rojo).
Otro modo de interpretar este argumento es la que ofrece Allison (1992, 144 y ss.):
2) para poder diferenciar objetos en la experiencia que tengo de ellos –y diferenciarlos
incluso de mí mismo– requerimos tener previamente la representación del espacio y del
tiempo. Pues requiero las representaciones de la exterioridad y de la contigüidad –las cuales
se derivan de la representación del espacio– para distinguirme de los objetos de la experiencia
y para distinguir a los objetos en virtud de su ubicación espacial. Del mismo modo, requiero
las representaciones de la simultaneidad y la sucesión –ambas derivadas de la representación
del tiempo– para distinguirme de todo aquello que experimento (pues ‘yo’ es eso que
permanece constante en todas mis representaciones; es decir, es lo simultáneo a toda la
sucesión de mis contenidos mentales), y también para distinguir a los objetos en virtud de su
simultaneidad en la sucesión temporal.
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espacial) supone la representación del espacio. La interpretación de Allison zafa de esta
objeción en la medida en que considera que el punto en el argumento de Kant es que la
capacidad de distinguir objetos de mí mismo (y esto significaría ‘sentido externo’) depende
de la representación de tales objetos en ubicaciones espaciales distintas. Sin embargo, tal
interpretación no es fiel al texto de Kant (A23/B38):
“Para que ciertas sensaciones sean referidas a algo fuera de mí (es decir, a
algo [que está] en otro lugar del espacio que aquél en que yo estoy) (…) y,
por tanto, no solo como diferentes, sino como [situadas] en diferentes lugares,
para ello debe estar ya en el fundamento la representación del espacio”.
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objeto puede aparecer en cualquier lugar del orden espacial y temporal (independiente de las
cualidades de tales objetos). No hay nada en la mesa frente a la silla que le impida ser
percibida (alterando lo que hay que alterar) como estando detrás de la silla, lo cual es
imposible para una tonalidad de color: no hay modo en que el celeste sea ‘más oscuro’ que
el azul marino. Finalmente, el orden espacial no es arbitrario, pues una vez que percibo la
mesa como estando frente a la silla, no me es posible percibirla como estando detrás de la
silla, a menos que altere mi posición o la de la mesa (o la silla).
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De esto se sigue, según el mismo Torretti (2013, 205), que “La representación del espacio, como cualquier
otra representación a priori, no es una representación innata”.
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Recuérdese el modo en que Kant abre la Introducción: “no hay duda de que todo nuestro
conocimiento comienza por la experiencia” (B 1), y en el siguiente párrafo: “pero aunque
todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, no por eso surge todo él de la
experiencia” (B 1). En consecuencia, no se trata, en la argumentación de Kant, de que sea
posible o no imaginarnos un espacio sin objetos.
Además de la objeción recién planteada, hay otra dificultad que requiere ser atendida.
Hay un razonamiento que niega la dependencia de la representación de los objetos en la del
espacio. Pues, por un lado, ni podemos imaginarnos los objetos sin espacio, ni podemos
imaginarnos el espacio sin que esté referido a objetos (no podemos imaginarnos un espacio
vacío). Por otro lado, podemos pensar el espacio sin objetos, pero también podemos pensar,
en el plano puramente conceptual, a los objetos sin referencia al espacio (por ejemplo,
podemos pensar que en el concepto de “perro” está contenido el concepto de “animal”; el
análisis conceptual no requiere de la representación espacial). Sin embargo, es en este último
punto donde se halla la debilidad de este razonamiento. La pregunta que uno tendría que
hacerse es la siguiente: ¿realmente podemos entender el concepto de “perro” sin referencia a
la representación del espacio?
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de “ser vivo”. Si seguimos analizando, llegaremos al concepto de “cuerpo extenso”, concepto
que sí requiere la representación del espacio. La pregunta, entonces, es la siguiente: ¿hay
algún objeto –del cual podamos tener experiencia– cuyo concepto no contenga el concepto
de “cuerpo extenso”, ya como género al cual pertenece, ya como aquello en lo cual tiene que
darse (ej: el color)? Si esto no es posible, entonces el argumento de Kant tiene un punto.
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Nótese que en esta interpretación “representarse” y “pensar” se entienden en el mismo sentido: concebir
en el pensamiento.
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no es una representación que dependa de la representación de ningún objeto, sino que, al
contrario, el espacio es condición de posibilidad de la representación de objetos. Si esto es
así, entonces el espacio es una representación dada a priori. Lo mismo ocurre con el caso del
tiempo.
3) El tercer argumento (el cuarto en el caso del tiempo) está orientado a mostrar que
la representación originaria del espacio es intuición y no concepto. En este argumento Kant
enfatiza el carácter único del espacio y el tiempo. A partir de este rasgo, Kant concluye que
las partes del espacio no preceden al espacio para componerlo, como sí ocurriría en el caso
de los conceptos. Para entender este argumento hay que prestar atención a la relación que
guarda el concepto con las instancias de ese mismo concepto. Téngase en cuenta la siguiente
máxima lógica: a mayor intensión menor extensión, a mayor extensión menor intensión; es
decir, mientras más notas tenga un concepto, menor será la cantidad de objetos que abarque
bajo sí; en cambio, mientras menos notas tenga un concepto, la cantidad de objetos que
abarcará ese concepto bajo sí será mayor (piénsese en la diferencia en la extensión del
concepto “pelícano” y su género, el concepto “ave”). Ahora bien, la relación que tiene el
espacio con sus partes no sigue esta máxima lógica. Esto se puede ver comparando la relación
del espacio con sus partes con la relación de un concepto tanto con su extensión como con
su intensión
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ser percibidos suponiendo ya la representación del espacio total. Que las partes del espacio
sean solo límites del espacio único significa esto: al percibir cualquier parte del espacio (ej:
esta pieza), está dada con ello la representación de que detrás de estas murallas (es decir, los
límites que forman la parte del espacio que estoy percibiendo) sigue habiendo espacio. Lo
mismo ocurre con el tiempo: al percibir un instante tengo con ello la representación de que
hay un instante anterior y posterior al que percibo. En consecuencia, no es posible definir el
espacio extensionalmente (como la suma de todas sus partes).
Tampoco las partes del espacio son previas a la representación de las partes de él en
este sentido: las instancias de un concepto son previas a él en la medida en que a partir de
éstas obtengo, por abstracción, tal concepto. En cambio, las partes del espacio solo pueden
ser percibidas si tengo previamente la representación del espacio total (recuérdese el primer
argumento). No obstante, este argumento solo alcanza a distinguir la representación
originaria del espacio de los conceptos empíricos. Para distinguir la representación originaria
del espacio de los conceptos puros basta con los numerales 1) y 2).
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de la generalidad en la medida en que aplican a las distintas partes del espacio, las cuales, en
cuanto límites, remiten no obstante al espacio único. En consecuencia, la comprensión de las
notas del espacio supone también la representación del espacio único. Por tanto, tampoco es
posible definir el espacio intensionalmente (como componiéndolo a partir de sus notas).
4) El cuarto argumento (el quinto en el caso del tiempo) también muestra que el
espacio es intuición y no concepto. Lo que se destaca ahora es la infinitud del espacio y del
tiempo. Todo concepto es pensado como teniendo una extensión (en principio) infinita; es
decir, el concepto contiene (en principio) una multiplicidad infinita de representaciones (ya
sea como especies, ya sea como instancias del concepto). Nótese que esta infinitud de su
extensión es una infinitud de instancias posibles; y por tanto, el concepto tiene la infinitud
bajo sí. Por ejemplo, el concepto de “conejo” tiene, en principio, una cantidad infinita de
instancias posibles. (todos los conejos, habidos y por haber). Téngase en cuenta la manera en
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Téngase en cuenta, en este punto, el tratamiento kantiano del primer conflicto antitético de la Antinomia de la
razón pura (tanto su establecimiento como su solución en A517/B545 y ss.).
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que Kant define concepto: una representación “es concepto solamente porque bajo él están
contenidas otras representaciones, por medio de las cuales él puede referirse a otros objetos.
Por consiguiente, es el predicado de un juicio posible” (A 69 / B 94, énfasis mío). Ahora
bien, que un concepto tenga la infinitud bajo sí implica lo siguiente: cuando pienso un
concepto, no pienso en él una multitud infinita de representaciones. Pues cuando pienso en
él, concibo sus notas (su intensión), y sus notas no pueden ser infinitas. En cambio, cuando
concibo el espacio, sí concibo en él una multitud infinita de representaciones.
En este punto hay que aclarar qué significa que el espacio sea ilimitado. Que la
representación originaria del espacio sea ilimitada no significa que la extensión del espacio
sea infinita en acto; es decir, no significa que el espacio sea aquí y ahora infinitamente
extenso. Para Kant, eso es algo que nosotros no podemos saber.4 Más bien, que la
representación originaria del espacio sea ilimitada significa que el espacio es infinitamente
divisible; es decir, es potencialmente infinito.5 La representación originaria del espacio es
ilimitada porque es seccionable (divisible) de infinitas maneras y una vez seccionado, puede
seguir seccionándose (dividiéndose) al infinito. Nótese que nada de esta divisibilidad al
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Nuevamente, véase el primer conflicto de la antinomia de la razón pura y su solución en A517/B545 y ss.
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Véase aquí la resolución del segundo conflicto de la antinomia de la razón pura en A523/B551 y ss.
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infinito implica que la extensión del espacio sea infinita en acto. De este modo, la
representación originaria del espacio, en la medida en que es ilimitada en el sentido señalado,
contiene en sí; es decir, se encuentra junto con tal representación originaria, la representación
de las infinitas partes del espacio.
A partir de esto es posible ver por qué la representación originaria del espacio, si es
ilimitada, no puede ser un concepto. Si uno atiende a la diferencia entre la extensión y la
intensión de un concepto, tenemos que ningún concepto tiene su extensión contenida al nivel
de la intensión. Sin embargo, esto es lo que ocurre con la representación originaria del
espacio. Pues en ésta, al ser ilimitada en el sentido de ser infinitamente divisible, la
representación de la infinitud de las partes del espacio –las cuales serían la extensión del
espacio si tal representación originaria fuera un concepto– está dada con la representación
del espacio en cuanto ilimitado; en consecuencia, con la representación del espacio total está
dada la representación de la infinitud de partes. Pero esto no ocurre con los conceptos.
Cuando pienso en el concepto de “pato”, puedo representármelo con independencia de su
extensión; es decir, con independencia de algún pato efectivamente real (podemos incluso
pensar conceptos vacíos como “minotauro”). Pero cuando me represento el espacio, no puedo
representármelo con independencia de las partes de él, la representación del espacio siempre
va acompañada de las partes de él en la medida en que la infinitud del espacio no es más que
el ser divisible al infinito; no hay infinitud del espacio sin secciones que sean divisibles al
infinito. En otras palabras, solo puedo representarme el espacio único mediante limitaciones
de él (mediante sus partes). Esto significa que en sí; esto es, en el plano de la intensión, el
espacio contiene su extensión, es decir, en cuanto ilimitado, está ya referido a sus infinitas
partes.
Cabe hacer una aclaración. Que el espacio único y omniabarcador solo pueda ser
representado mediante limitaciones de él; esto es, mediante sus partes, no contradice el
segundo argumento de la exposición metafísica. Hay que distinguir aquí entre las partes del
espacio y los objetos que se ubican en él. Así, mientras que podemos pensar el espacio sin
objetos (2do argumento), no podemos pensar el espacio sin sus partes (ciertamente, no todas
sus partes, pues el espacio es potencialmente infinito).
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Lo que este argumento –y también el anterior– logra mostrar es que la representación
originaria del espacio no se ajusta a la diferencia entre la intensión y la extensión de un
concepto. En este caso, tal falta de ajuste se debe al carácter ilimitado de la representación
del espacio. En consecuencia, si la representación originaria del espacio es ilimitada,
entonces tal representación originaria no puede ser un concepto. En este caso, sin embargo,
es notoriamente más complejo el paso a afirmar que la representación originaria del espacio
es intuición. No obstante, considero que puede argumentarse en esa dirección atendiendo al
carácter inmediato de una representación intuitiva. Un concepto es la representación mediata
de un objeto. En cuanto tal, es una representación común a muchas otras representaciones,
por lo cual establece (en virtud de su generalidad) la diferencia entre extensión e intensión.
Ahora bien, es plausible considerar que una instancia del concepto tiene (en principio)
infinitas notas. En cuanto tal, una instancia del concepto –que, por cierto, no es más ya
concepto– tendría en sí una multitud infinita de representaciones. Ahora bien, la intuición es
la referencia inmediata a un singular (a una instancia de un concepto). Además, el espacio es
ilimitado (es decir, tiene en sí una multitud infinita de representaciones. Por consiguiente, si
la representación originaria del espacio es ilimitada, entonces tal representación originaria es
intuición. La misma argumentación vale para el caso del tiempo.
Exposición Trascendental
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meros conceptos (análisis conceptual) no puede sino ser un juicio que explique lo que ya
estaba pensado en tales conceptos. En consecuencia, un juicio tal solo puede ser analítico.
Para que un juicio sea sintético, requiere la mediación de una intuición. Por consiguiente, si
todo aquello en lo cual se basa la geometría para emitir juicios respecto al espacio fueran solo
conceptos, entonces tales juicios no podrían en modo alguno ser sintéticos. Sin embargo, éste
es el caso según Kant. Por tanto, el conocimiento de la geometría solo es posible si entre
aquello en lo que se basa para emitir juicios acerca del espacio se halla presente una intuición
del él; es decir, el conocimiento de la geometría solo es posible si la representación originaria
del espacio es intuición.
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es posible si la representación originaria del espacio es una intuición a priori, lo cual es el
resultado de la exposición metafísica.
Del mismo modo, los axiomas del tiempo, en virtud de su universalidad, solo son
posibles si la representación originaria del tiempo es dada a priori. Sin embargo, Kant en
ningún lado de la exposición metafísica o trascendental del tiempo señala que tales axiomas
del tiempo son conocimientos sintéticos a priori. Para mostrar que ello es así, remito a una
caracterización que Allison (1992, 144-5) emplea respecto a las representaciones del espacio
y del tiempo: la necesidad de que tengamos experiencia de la manera en que tenemos
experiencia (espacial y temporalmente), no corresponde a una necesidad lógica; esto es, es
concebible que la experiencia de objetos esté articulada de una manera diferente al modo en
que nosotros los experimentamos (ya sea bajo distintas concepciones del espacio y del
tiempo, ya sea bajo formas otras al espacio y al tiempo). En consecuencia, si es lógicamente
posible que espacio y tiempo tengan otras propiedades distintas del modo en que nosotros
los experimentamos (ej: espacios no euclideanos o tiempos no lineales), entonces la
representación de la linealidad del tiempo, o que el tiempo tiene una sola dimensión, no es
algo que se halle necesariamente en nuestro concepto de tiempo cada vez que pensamos en
él. Por consiguiente, los axiomas del tiempo tienen el carácter de ser sintéticos y, en cuanto
tales, solo son posibles si la representación originaria del tiempo es intuición.
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carácter inmediato de la intuición, entonces la intuición a priori del espacio y tiene que estar
situada en la sensibilidad, en la medida en que esta facultad es aquella en la cual la
representación es referida inmediatamente a los objetos (tales representaciones son el efecto
de estos objetos). Ahora bien, si la representación del espacio surgiera a partir del efecto del
objeto en nuestra sensibilidad, entonces tal representación sería empírica. En consecuencia,
la intuición a priori del espacio tiene que constituir la forma de la sensibilidad, a partir de la
cual los datos del sentido externo son ordenados en ciertas relaciones, y por tanto una forma
que nos es dada con independencia del objeto que afecte nuestra sensibilidad, pues solo así
se entiende que tal representación sea dada a priori. El mismo razonamiento aplica al caso
del tiempo. Con esto, Kant responde la pregunta con la que inició la exposición metafísica, a
saber, la pregunta de que son el espacio y el tiempo. La respuesta a esta pregunta es, entonces,
que espacio y tiempo son la mera forma de la intuición.
Preguntas
1) El cuarto argumento de la exposición metafísica del espacio comienza así: “el espacio es
representado como una cantidad infinita dada” (A 25 / B 39). ¿Cómo ha de entenderse que
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esta cantidad infinita esté “dada”? Téngase en cuenta la discusión del primer conflicto de la
antinomia de la razón pura (A 426 / B 454).
3) ¿Cuál es la relación que guardan los cuatro argumentos de la exposición metafísica? ¿son
completamente independientes? ¿O guardan alguna relación de dependencia entre sí? Y si
esto último es el caso, ¿en qué consiste tal dependencia? Y ¿anula el argumento de Kant el
que los argumentos estén en una relación de dependencia unos con otros?
Referencias
Allison, Henry. El Idealismo Trascendental de Kant. Una Interpretación y Defensa [tr. Dulce
María Granja Castro]. Barcelona: Anthropos (1992).
Kant, Immanuel. Crítica de la Razón Pura [tr. Mario Caimi]. Buenos Aires: Colihue (2014);
2da edición.
Torretti, Roberto. Manuel Kant. Estudio sobre los Fundamentos de la Filosofía Crítica.
Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales (2013); 4ta edición.
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