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Gnoseología (1er cuatrimestre 2022)

Profesor: Esteban García

Teórico N° 7

Tema: Kant (2)

Comentario a las “Observaciones Generales” sobre la Estética Trascendental:


fenómeno y cosa en sí

En las Observaciones Generales a la Estética Kant se detiene en esta distinción que


ha surgido de sus exposiciones anteriores, la distinción entre fenómeno y cosa en sí. Si el
espacio y el tiempo son las únicas formas a priori de acuerdo a las cuales nuestra
sensibilidad recibe representaciones, toda experiencia sensible va a ser necesariamente
espacio-temporal, toda representación para ser recibida va a tener que someterse a estos
órdenes que son los únicos según los cuales pueden ser recibidas representaciones (más
precisamente: algunas serán espaciales y todas temporales). Podríamos usar la imagen de
que todo líquido toma la forma del vaso, o “toda materia que se recibe es recibida en la
forma de su recipiente”, ya que este es un precepto escolástico de Tomás que Kant adopta.
Lo que recibo, entonces, no es la cosa tal como es en sí misma, sino tal como mi
sensibilidad la configura. Y como no puedo recibir representaciones más que de acuerdo a
esta forma, pierdo la posibilidad de conocer cómo son las cosas en sí mismas, sin esta
forma a la que se adaptan. Conozco las cosas sólo tal como se me aparecen, el fenómeno,
pero no la cosa tal como es en sí misma independientemente de mi conocimiento de ella (la
“cosa en sí”).

Permanece enteramente desconocido para nosotros qué son los objetos en sí y separados
de toda esta receptividad de nuestra sensibilidad. No conocemos nada más que nuestra
manera de percibirlos, que es propia de nosotros, y que tampoco debe corresponder
necesariamente a todo ente, aunque sí a todo ser humano.
2

Pero esto que parece una limitación, algo negativo, a la vez tiene un lado positivo:
todo objeto del que tenga experiencia va a adoptar estas formas que yo tengo en mi
conciencia “previamente”1, entonces yo puedo conocer ciertos rasgos de los objetos antes
de tener experiencia de ellos, tengo conocimientos a priori para todas las cosas que se me
presenten, y conocimientos que van a ser universales y necesarios acerca de ellas. Sin medir
la mesa, sé de antemano que la suma de sus ángulos interiores es de 360°. La forma,
entonces, no es simplemente “intramental”, no es es simplemente subjetiva en el sentido de
psicológicamente mía. Hay ciertos rasgos contingentes de mi experiencia personal de las
cosas que son sólo subjetivos: puede ser que yo vea rojo donde otro ve azul, o que algo me
resulte pesado y a otro liviano. Pero hay otros rasgos que son subjetivos y a la vez
objetivos, universales y necesarios, propios de un sujeto cualquiera y por tanto propios
también de los objetos de toda experiencia posible, en términos de M. Caimi, “de las cosas
extramentales en tanto objetos, que son híbridos de cosa en sí y sujeto”.2

Kant se ocupa en esta sección, por último, de precisar su distinción entre fenómeno
y cosa en sí, de manera de subrayar su radicalidad, y que no se la confunda, por ejemplo,
con teorías anteriores -como la cartesiana- que también distinguían rasgos de las cosas
subjetivos de otros objetivos, pero sin que esta distinción coincida con la que él hace entre
fenómenos y cosas en sí. Dice Kant que cuando se distingue en los fenómenos lo que es

1
Decir “previamente” hace más claro el punto, pero “a priori” debe ser entendido estrictamente no
como “antes” sino como “independiente” de la experiencia. Acerca de este punto, ver nota del
teórico anterior acerca del “anti-innatismo” kantiano.
2
En su Introducción, M. Caimi (p. XLVI) hace la siguiente aclaración: la distinción entre fenómeno
y noúmeno (“cosa en sí”, “algo=x”, “x vacía” (A 250) ) no es ontológica sino que es gnoseológica,
significa simplemente que nuestro conocimiento es limitado: “Si bien el carácter fenoménico de los
objetos dados en la sensibilidad remite por sí mismo a algo que no es fenómeno, de este algo no
podemos saber nada; no podemos atribuirle existencia propia, ni propiedades perceptibles por algún
intelecto intuitivo”. Esto es así porque, si bien el fenómeno, dice Kant, “presupone una cosa en sí y
la anuncia” (Proleg., §57) (la misma palabra “fenómeno”, Erscheinung, supone esta distinción entre
el aparecer y lo que aparece), no podemos saber si la cosa en sí que es fundamento del fenómeno,
“se encuentra en nosotros, o también fuera de nosotros, si se eliminaría al suprimirse la sensibilidad,
o si, eliminada ésta, subsistiría aún” (KrV A 288/B 344 ss.). Otra aclaración relevante a tener en
cuenta acerca del fenomenismo kantiano -esta vez no acerca del objeto de la experiencia sino del
sujeto de la misma- es que cuando Kant afirma por ejemplo que la naturaleza es “un conjunto de
representaciones de la mente” (Gemüt) (A114), no está afirmando la existencia de una sustancia, de
algo independiente (la mente) respecto de la que dependen los fenómenos. Kant llama mente “sólo a
la unidad del proceso de manifestación de los fenómenos” (Torretti, p. 297).
3

contingente, propio de algún sentido (la vista, el tacto, etc.), de lo que es válido para la
sensibilidad en general (propiedades espaciales, e.g.), pero como representando algo del
objeto en sí mismo, todavía se hace una distinción empírica, y no trascendental como la que
él propone: “Se pierde de vista nuestra distinción trascendental, … y creemos conocer cosas
en sí, aunque por todas partes en el mundo sensible, aun en la más profunda investigación
de él, no tengamos comercio con nada sino con fenómenos”.

Da como ilustración de estas teorías anteriores el considerar el arco iris como un


fenómeno y las gotas de lluvia como la cosa en sí, un ejemplo que podría aludir a
Descartes, ya que sugiere que los colores (del arco iris) no son propiedades de las cosas
sino de nuestra percepción, mientras que las cosas en sí (gotas) tendrían propiedades
espaciales, como la figura, el tamaño, etc. Pero, en cambio, si nos hacemos "la pregunta
trascendental", dice Kant, no sólo el arco iris y sus colores son fenómenos, sino que
también las gotas, y “no sólo esas gotas son meros fenómenos, sino también su forma
redonda, y hasta el espacio en que caen, no son nada en sí mismos, sino meras
modificaciones o fundamentos de nuestra intuición sensible; pero el objeto trascendental
permanece desconocido para nosotros”. Y agrega que “Eso no quiere decir que esos objetos
sean una mera apariencia ilusoria”.3

Precisemos estas diferencias marcadas por Kant entre su teoría trascendental y


teorías previas. Para Descartes los colores, olores, etc. son propiedades de las cosas tal
como las conocemos, pero no de las cosas en sí. Otras propiedades, como la figura, el
tamaño, etc. son propiedades de las cosas tal como las conocemos y también de las cosas tal
como son en sí mismas. Para Kant, en cambio, estas últimas propiedades, al igual que las
primeras, son sólo rasgos de nuestra experiencia de las cosas, y no de las cosas en sí. Sin
embargo, los segundos, por ser rasgos subjetivos de la experiencia, pero propios de
cualquier sujeto de experiencia (y no sólo míos), son condiciones de posibilidad de toda
experiencia de objetos, y son por lo tanto a la vez objetivos, propios de todo objeto de la

3
“Objeto trascendental” parece ser usado aquí como en varios otros lugares de la KrV como
sinónimo de la “cosa en sí”. Sin embargo, algunos intérpretes señalan diferencias más finas: por
ejemplo, según Torretti, el “objeto trascendental” aludiría más precisamente al concepto abstracto
de un objeto en general, no determinado por los datos sensibles, mientras que la “cosa en sí” sería lo
no determinable por tales datos, trascendente a nuestra experiencia (cf. Torretti, p. 502).
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experiencia. A la vez, no podemos saber qué serían los objetos por sí mismos, no sometidos
a estas condiciones que hacen posible su experiencia.

Hay un párrafo de Prolegómenos que enuncia con claridad cómo se relaciona esta
teoría de Kant con la de otros filósofos modernos que ya hemos estudiado, en qué medida
retoma algo de ellos y en qué medida da un giro a lo que dijeron. La idea de distinguir
propiedades de los fenómenos de otras propias de las cosas en sí está en Locke y aun antes
de él, dice Kant. Podemos pensar en Descartes, que ya distinguía aquellos rasgos de las
cosas que percibimos tal como efectivamente están en las cosas (porque las formas, figuras,
movimientos son efectivamente modos de una sustancia existente distinta del yo pensante),
de otros rasgos que no son propios de las cosas tal como son en sí mismas, sino sólo del
modo en que nosotros las percibimos (colores, sabores, etc.). Kant ahora dice: yo estoy
corriendo el límite de esta distinción, para mostrar que también las propiedades espaciales
son propias de las cosas sólo en la medida en que las percibimos, y no en sí mismas, lo cual
hace que las cosas tal como son en sí sean incognoscibles, no podemos decir de ellas que
tienen figura, tamaño, etc. como decían aquellos filósofos, ni podemos decir absolutamente
nada de ellas. Sólo podemos decir que, en la medida en que nuestro conocimiento está
sujeto a ciertas estructuras que son sus condiciones de posibilidad, nuestro conocimiento es
limitado, y eso es todo lo que decimos al decir que sólo conocemos fenómenos; no
conocemos las cosas en sí, tal como serían más allá de las condiciones y los límites de
nuestro conocimiento. Cito:

Es algo generalmente aceptado y admitido ya desde mucho antes de los tiempos de Locke,
pero especialmente después de éste, que, sin perjuicio de la existencia real de las cosas
externas, se puede decir de muchos de sus predicados: que no pertenecen a estas cosas en
sí mismas, sino solamente a sus fenómenos, y que no tienen ninguna existencia propia fuera
de nuestra representación. Entre estos predicados se encuentran el calor, el color, el
sabor, etc. Pero si yo, por importantes razones, además de éstos cuento también entre los
meros fenómenos a las restantes cualidades de los cuerpos llamadas primarias: la
extensión, el lugar, y en general el espacio con todo lo que le pertenece (impenetrabilidad
o materialidad, figura, etc.) no se puede alegar la menor razón para no admitir esto; y así
como no se puede llamar idealista [en sentido estricto, de que sólo existe el yo pensante
5

con sus representaciones y no otras cosas] a quien considera que los colores no son
propiedades inherentes a los objetos en sí mismos, sino modificaciones inherentes sólo al
sentido de la vista, así tampoco se puede llamar idealista [en el sentido anterior] a mi
doctrina sólo porque yo encuentro que aún más propiedades, y en verdad, que todas las
propiedades en las que consiste la intuición de un cuerpo, pertenecen meramente a su
fenómeno: pues con esto no se suprime, como en el verdadero idealismo, la existencia de la
cosa que aparece, sino que solamente se señala que no podemos, mediante los sentidos,
conocer esta cosa tal como es en sí misma. (Observación II de la Parte I de Prolegómenos)

Si bien no corresponde a las secciones de la KrV que son tema de estudio en esta
clase, agrego sólo como un complemento aclaratorio para entender la última parte de este
párrafo, que Kant diferencia más claramente su “idealismo trascendental” del “idealismo
subjetivo” de Descartes en una sección posterior, titulada “Refutación del idealismo”. Kant
llama también al idealismo cartesiano “problemático” para distinguirlo del idealismo
“dogmático” de Berkeley, siendo ambas versiones del “idealismo material” que considera
las cosas espaciales ya sea como dudosas hasta que su existencia es demostrada (Descartes)
o bien directamente como imposibles (Berkeley). La “Refutación del idealismo” aparece en
la segunda edición de la KrV (B 274-279). Contra Descartes, que pensaba que sólo tengo
tengo evidencia inmediata de mi propia existencia, y puedo dudar de que existan cosas
corpóreas mientras no lo haya demostrado, Kant propone que “La mera conciencia, pero
empíricamente determinada, de mi propia existencia, demuestra la existencia de los objetos
en el espacio fuera de mí”. Esto es así, según Kant, porque sólo tengo conciencia empírica
de mí mismo en el tiempo, y esta conciencia de un proceso temporal supone un punto de
referencia permanente, que no puede ser otra cosa que algo distinto de mí, es decir, una
cosa fuera de mí, espacial. Contra Descartes, entonces, la experiencia de mí mismo, la
experiencia interna, supone la experiencia de objetos en el espacio, y no puedo declararlos
dudosos en contraste con la certeza inmediata del cogito, ni su existencia necesita más
demostración. Sin embargo, esto no debe ser entendido de modo llanamente “realista”: no
significa que yo tenga experiencia de “cosas en sí”, independientes de las condiciones
subjetivas de la experiencia, sino sólo que tengo experiencia de cosas corpóreas, espaciales,
sin modificar en nada la tesis de que el espacio “está en mí” (KrV, A 370), en el sentido de
que es una forma propia de la sensibilidad humana. Lo que demuestra, en suma, la
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Refutación del Idealismo, es que existen objetos externos o fuera de nosotros, en el sentido
de espaciales, pero no que tengamos experiencia de las “cosas en sí”, tal como son
independientemente de mí. Dice Kant: “la expresión fuera de nosotros lleva consigo una
ambigüedad, ya que tan pronto significa algo que existe como cosa en sí misma diferente de
nosotros, tan pronto algo que pertenece meramente al fenómeno externo”. … El objeto de
la experiencia “se denomina externo cuando es representado en el espacio … pero el
espacio [y el tiempo] se encuentran ambos, sólo en nosotros” (A 373). Este es el significado
del “idealismo trascendental” de Kant, distinto del “idealismo problemático” de Descartes
sin por ello ser equivalente a un “realismo”, excepto en el sentido de un “realismo
empírico”: existen las cosas espaciales en tanto fenómenos, objetos de nuestra experiencia
y sujetas a las condiciones subjetivas de la experiencia, no como cosas en sí.

De la Estética a la Analítica Trascendental.

Al finalizar la Estética ya ha comenzado a realizarse un “giro copernicano” en la


teoría del conocimiento, como el que Kant anunciaba en el Prólogo: es posible el
conocimiento no porque nuestra mente refleje los objetos como un espejo, sino porque los
objetos se someten a ciertas estructuras de nuestra conciencia, que son condiciones de
posibilidad de su aparición. Esto implica un “fenomenismo”, es decir, que sólo conocemos
fenómenos y no cosas en sí, e implica simultáneamente una fundamentación de la validez
del conocimiento matemático -explica por qué aquello que calculamos a priori se aplica
efectivamente a objetos de nuestra experiencia-.

Kant va a pasar ahora a otra sección donde estudia ya no la sensibilidad sino el


entendimiento, por la siguiente razón: las formas de la sensibilidad que han resultado del
análisis de la sensibilidad, son formas de “dispersión”, de multiplicidad, el uno-fuera-de-
otro de los lugares (la forma espacial) y el uno-después-de-otro de los momentos (la forma
temporal). Ahora bien, esta misma forma implica o supone una síntesis, una unidad, porque
las múltiples sensaciones son “una multiplicidad” de sensaciones, todos los lugares
exteriores unos a otros son partes del espacio, todos los momentos sucesivos son del único
tiempo, puedo representarme intuitivamente el espacio y el tiempo. Esta unidad que estaba
supuesta en los análisis de la Estética no podría ser algo de la sensibilidad, que sólo recibe
pasivamente representaciones, de modo que estaba supuesta o implicada una actividad
7

(“espontaneidad”) de síntesis, de unificación, que provenía de más allá de ella, y esta


actividad sintética no sensible Kant la atribuye al entendimiento.

Tendrá que aislar, entonces, los elementos de esta facultad de síntesis. Así como las
intuiciones eran los elementos (las representaciones) de la sensibilidad, las representaciones
del entendimiento son conceptos, y Kant subraya que ambos son necesarios para la
experiencia o el conocimiento. En B 75 (Idea de una Lógica Trascendental) dice:

Pensamientos sin contenidos son vacíos, intuiciones sin conceptos son ciegas. Por eso es
tan necesario hacer sensibles sus conceptos (es decir, añadirles el objeto en la intuición)
como hacer inteligibles sus intuiciones (es decir, llevarlas bajo conceptos). Tampoco
pueden estas dos facultades o capacidades trocar sus funciones. El entendimiento no puede
intuir nada, y los sentidos no pueden pensar nada. Sólo de su unión puede surgir el
conocimiento. (p. 123)

Pasamos entonces así a la sección de la Lógica, donde analiza el entendimiento: “En


una lógica trascendental aislamos el entendimiento, tal como antes habíamos aislado la
sensibilidad en la Estética Trascendental. Y destacamos del conocimiento sólo aquella parte
del pensar que tiene su origen en el entendimiento” (B87).

Breve comentario a la Deducción Metafísica de las categorías

Si bien no vamos a detenernos en la llamada Deducción Metafísica 4 de las


categorías, debemos decir algo en general acerca de esta sección para contextualizar la
siguiente, la Deducción Trascendental, en la que sí nos detendremos. Kant ya se había
referido en la Disertación (1770) al carácter activo del entendimiento, y había distinguido
que funciona de dos maneras: tiene un uso lógico y un uso real. Según el primero (lógico)
“los conceptos, de dondequiera que procedan, son meramente comparados y ordenados
jerárquicamente por la actividad espontánea de la inteligencia”. En cambio, “en el uso real
la inteligencia se da ella misma los conceptos con que piensa las cosas y sus relaciones”

4
Si bien Kant llama a esta sección “Deducción Metafísica” en una ocasión (“En la Ded. Met. se
mostró el origen a priori de las categorías”, B159) en paralelo con los títulos de la Estética (Exp.
Met. y Trasc.), este título no expresa con precisión el contenido de la sección, ya que no se trata de
una “justificación” (“deducción”) de la aprioridad de las categorías sino de inventariar cuáles son
estos conceptos puros.
8

(Torretti, p. 155). En la KrV Kant reformula estas dos funciones del intelecto. Por un lado,
según la KrV, hay un funcionamiento intelectual mecánico, lógico-formal, que establece
relaciones de subordinación entre conceptos en un juicio, y por otro hay un funcionamiento
que puede llamarse lógico-trascendental del entendimiento, que produce sus propias
representaciones, sus propios conceptos, con los cuales unifica o sintetiza representaciones
sensibles, intuiciones.

Ahora bien, Kant agrega que, ya que se trata del mismo entendimiento que juzga en
el vacío, sin producir conocimiento, y que se aplica a la experiencia para sintetizar
sensaciones, el entendimiento funciona de iguales modos al realizar ambas actividades. Hay
un párrafo clave donde dice esto, que está en B104-105 (en la sección tercera “Del hilo
conductor para el descubrimiento de todos los conceptos puros del entendimiento”, llamada
“Deducción metafísica”):

La misma función que da unidad a las diversas representaciones en un juicio, le da


también unidad a la síntesis de diversas representaciones en una intuición, función que,
expresada de manera universal, se llama el concepto puro del entendimiento [categoría].
El mismo entendimiento pues, y mediante precisamente las mismas acciones por las cuales
él producía, en conceptos, por medio de la unidad analítica, la forma lógica de un juicio,
introduce también, por medio de la unidad sintética de lo múltiple de la intuición en
general, un contenido trascendental en sus representaciones, por lo cual ellas se llaman
conceptos puros del entendimiento que se refieren a priori a objetos, lo que la lógica
general no puede llevar a cabo.

Las mismas funciones son las que producen síntesis de conceptos en el juicio, y
síntesis de intuiciones en la experiencia. Por eso puedo descubrir cuáles son estas últimas
funciones tomando la tabla de los juicios, que es la tabla de todas las posibles uniones de
conceptos, y obtengo así la tabla de las categorías, de todos los conceptos con que se
sintetizan intuiciones en la experiencia. Por su estructura lógica, hay 4 formas diferentes de
juzgar, cada una con 3 tipos de juicio diferente. Si bien introduce algunas modificaciones
9

respecto de la clasificación de juicios tradicional, Kant considera que su nómina representa


y agota todas las posibilidades de formular juicios.5

JUICIOS CATEGORIAS

(de cantidad)

singular (este x) unidad

particular (algunos x) pluralidad

universal (todo x) totalidad

(de cualidad)

afirmativo (esto es un x) realidad

negativo (esto no es un x) negación

infinito (esto es un no x) limitación

(de relación)

categórico (S es p) inherencia y subsistencia (sustancia y accidente)

hipotético (si x entonces y) causalidad y dependencia (causa y efecto)

disyuntivo (o x o y o z) comunidad (acción recíproca entre agente y paciente)

(de modalidad)

problemáticos (posiblemente V) posibilidad-imposibilidad

asertóricos (fácticamente V) existencia-no existencia

apodícticos (necesariamente V) necesidad-contingencia

5
En su carta a Marcus Herz dice Kant que ya por entonces estaba buscando dividir todos los
conceptos de la razón pura "en un número determinado de categorías. Pero no lo hice al modo de
Aristóteles quien las yuxtapuso totalmente al azar, tal como las halló, en sus diez predicados, sino
más bien tal como ellas se reparten por sí mismas en clases según un número reducido de leyes
fundamentales del entendimiento".
10

Como es visible, entre estos conceptos a priori del entendimiento constan la


sustancia y la causalidad. Kant concede a Hume que la causalidad o la sustancia no se
derivan de la experiencia, de la observación sensible: Hume decía que lo único que
observamos es la sucesión, contigüidad y conjunción constante pero no la causalidad (con
su necesidad), o un manojo de impresiones sensibles y no sustancias. Pero para Kant la
causalidad y la sustancia son conceptos que se aplican con universalidad y necesidad a los
objetos de la experiencia, se refieren a ellos. Esto es así porque conforman a priori la
estructura de nuestro entendimiento, y a continuación (en la Deducción Trascendental) va a
mostrar que son necesarios para -condiciones de posibilidad de- la experiencia, lo que hace
válida su referencia a todo objeto de la experiencia.

Digamos lo mismo en otros términos. Relacionamos representaciones en un juicio


de acuerdo a ciertas reglas: juzgamos según las formas “S es p” o “si a entonces b”, etc. Por
otro lado, nuestra experiencia es también experiencia de representaciones enlazadas de
maneras determinadas: por ejemplo, tengo experiencia de una mesa rectangular y marrón o
de una herida que me produce dolor. Como se ve, la forma de los juicios (los modos en que
relacionamos conceptos al juzgar) espeja o refleja la forma en que enlazamos
representaciones sensibles al tener experiencia de objetos, por eso podemos deducir el
repertorio de estas segundas formas de enlace de las primeras. Estos modos fijos de
relacionar representaciones al tener experiencia son propios de la constitución misma de
nuestro entendimiento, son conceptos puros del entendimiento o categorías: “conceptos de
un objeto en general”, en la medida en que son los únicos modos en que relacionamos
representaciones al tener experiencia de objetos, por ejemplo, en términos de sustancia y
accidente, o causa y efecto6.
6
Observaciones de diversa índole acerca de esta sección:
1) Puede observarse que la DM ya supone que las categorías determinan los objetos de la
experiencia, algo que recién justificará la sección posterior (la DT). Por esa razón ciertos exégetas
prefieren invertir el orden de la exposición de Kant, justificando primero su aplicación a objetos de
la experiencia (DT) para luego inventariarlos siguiendo el hilo conductor de la tabla de los juicios
(DM).
2) Una crítica muy frecuente que dirigieron numerosos filósofos y comentadores a esta sección es
que, si Kant critica a Aristóteles por haber enumerado sus “predicados” o “categorías” reuniéndolos
meramente por inducción, a medida que se le iban presentando a la mente, Kant parece haberlos
compilado también “por inducción”, sólo que a partir de los manuales de lógica de su tiempo (a los
cuales Kant remite al lector para completar su tabla con otros derivados de los básicos).
3) Puede surgir la pregunta: ¿Son para Kant en su KrV las categorías los únicos conceptos a priori?
No, también lo son las ideas de la razón, que son conceptos a priori cuyo objeto no puede estar dado
11

El problema de la Deducción Trascendental (DT) y los varios intentos de solución

Recién dijimos que las funciones sintéticas del entendimiento como síntesis lógico-
formales que operan en el pensamiento en general son las mismas que operan como
funciones de síntesis lógico-trascendentales en el pensamiento de objetos. El entendimiento
por su misma naturaleza produce estos conceptos fundamentales, puros y a priori, que le
sirven para pensar objetos.

Pero esto significa un problema, ya que son conceptos originados a priori, sin
recurso a la experiencia, pero a la vez se aplican a objetos de la experiencia, entonces se
formula la pregunta: “¿qué garantías tenemos de que esos conceptos, originados en el
entendimiento, sin la menor participación de los objetos, correspondan verdaderamente a
los objetos? … ¿No serán acaso vanos engendros del entendimiento destinados a
permanecer vacíos, sin objeto que les corresponda?” (M. Caimi, “Introducción” a KrV, p.
XXXIV). En palabras de Torretti, se trata del problema de “cómo han de tener validez
objetiva las condiciones subjetivas del pensar” (p. 273).

Para fundamentar su legitimidad, esa referencia requiere una “deducción”.


“Deducción” aquí no significa derivar conclusiones desde premisas mediante reglas de
inferencia, sino que tiene un significado distinto, que era usual en el vocabulario jurídico de
la época de Kant: significa “justificación” o “alegato”. Dice Kant en A84: “los juristas
distinguen lo que es de derecho (quid juris) y lo que es de hecho (quid facti), y exigiendo
prueba de ambas, llaman a la primera prueba que tiene que mostrar el derecho o la
pretensión legítima, la deducción”.

en ninguna experiencia, “conceptos de lo incondicionado” cuyo objeto sólo puede ser pensado pero
no conocido, tales como la idea del Creador omnisciente y omnipotente de todas las cosas finitas, el
mundo como totalidad, o el alma como sustancia inmaterial e indestructible. El que sean
considerados ideas, por un lado, significa la imposibilidad de un conocimiento metafísico (en el
sentido de la “metafísica especial” ya definido en la clase anterior), pero a la vez estas ideas son
útiles para el conocimiento oficiando como telos necesario de su progreso, y para la regulación de la
vida práctica. Hay entonces dos ramas de la actividad intelectual, de las que en estas clases sólo
abordamos la primera, el entendimiento (Verstand) y no la segunda, la razón (Vernunft), que
“propiamente no engendra ningún concepto, sino que libera al concepto del entendimiento de las
inevitables limitaciones de una experiencia posible y busca ampliarlo más allá de los límites de lo
empírico” (A409/B436). “Las ideas trascendentales no son en rigor más que categorías ampliadas
hasta lo incondicionado” (idem).
12

Nos servimos de muchos conceptos empíricos sin necesidad de fundamentar su


validez, porque para eso podemos consultar la experiencia: sé que mi concepto de árbol se
refiere a objetos porque surgió de la observación de árboles. En cambio,

para la legitimidad de tal uso [de la referencia de conceptos puros a objetos] no son
suficientes pruebas tomadas de la experiencia, pero sin embargo uno debe saber cómo es
que esos conceptos pueden referise a objetos no tomados de experiencia alguna. Por eso,
llamo a la explicación de la manera como conceptos pueden referirse a priori a objetos, la
deducción trascendental de ellos, y la distingo de la deducción empírica, que muestra la
manera como un concepto ha sido adquirido por experiencia y por reflexión sobre ésta, y
que por tanto no concierne a la legitimidad, sino al hecho por el cual se ha originado la
posesión. (A 85, B117)7

Ya sabemos por la Deducción Metafísica que estos conceptos puros son aquellas
doce categorías, pero ahora se pregunta si está justificada su aplicación a objetos de la
experiencia. Este problema, como mencionamos antes, ocupaba a Kant al menos desde
1772, en su carta a Markus Herz, y él va elaborando de a poco su solución. En 1775
(“Legado Duisburg”) da un paso en esta dirección cuando elabora una nueva concepción de
la objetividad como coherencia de las representaciones según una regla que no depende de
la subjetividad. Otros desarrollos lo van acercando a la primera propuesta de solución que
presenta en la 1ª edición de la KrV en 1781, que se refiere a una “triple síntesis”, y que es la
que veremos a continuación.

Es útil recordar, para resaltar la dificultad que el problema tenía para Kant, que él no
queda conforme con esta primera versión de la DT, y formula una nueva versión dos años

7
Podría decirse, en este sentido, que Hume intentó una “deducción empírica” de algunas categorías
como las de sustancia y causalidad, y su intento mostró justamente que no extraemos desde la
experiencia la necesidad que es el elemento esencial de la causalidad, ni el sustrato único e
invariante que define a la sustancia. Ahora bien, Kant quiere mostrar que aun si no derivan de la
experiencia, como Hume mostró, toda experiencia de objetos se rige por esos principios, por lo que
se corresponden con la experiencia objetiva, se aplican a todo objeto de la experiencia. Kant
rechaza la explicación humeana en A91/B123-124 diciendo que de la “regularidad de los
fenómenos” sólo podríamos extraer “una regla según la cual algo acontece habitualmente, pero [los
fenómenos nunca] dicen que el resultado sea necesario” y universal, siendo éstos rasgos capitales en
el concepto de causalidad.
13

después en los Prolegómenos (apelando a la distinción entre juicios subjetivos y objetivos,


de percepción y de experiencia, en los que intervienen las categorías; esta distinción es
dejada de lado en escritos posteriores). Luego formula una tercera versión en 1786, en los
Primeros principios metafísicos de la ciencia de la naturaleza, y finalmente arriba a la
formulación de la 2ª edición de la KrV de 1787. M. Caimi (Prólogo, p. XXXVII) resume la
idea central de la DT B del siguiente modo:

Se basa en el principio de que la conciencia de sí mismo (el yo pienso) debe poder


acompañar siempre a todas las representaciones; de modo que las condiciones para que se
produzca ese acompañamiento (las síntesis categoriales) se aplican necesariamente a
todas las representaciones. Estas quedan unidas así en una experiencia única (objetiva).
Los objetos que puedan ser dados en la sensibilidad se integran en esta experiencia única,
y por tanto a ellos se les aplican necesariamente las categorías.

Si bien la segunda versión de la DT -que suprime y reemplaza por completo las


secciones segunda y tercera de la DT A- se considera como la versión más madura del
argumento kantiano, sus líneas principales y el concepto nuclear de la apercepción
trascendental ya están adelantados en la DT A, además de que la segunda versión
presupone para su comprensión algunos elementos de la primera, la DT A, que es la que
veremos este año8.
8
Algunos autores han subrayado una heterogeneidad radical entre ambas versiones, especialmente
teniendo en cuenta el rol diferente que en ambas juega la imaginación. Mientras que la DT A
atribuía mayor importancia en la función sintética a la imaginación, la DT B atribuye la síntesis al
entendimiento, al que considera como una facultad diferente de la primera (mientras que en A lo
consideraba como el resultado de la relación entre la unidad de la apercepción y la síntesis de la
imaginación; A 119). En 1787 la imaginación parece tener un estatuto más secundario y derivado,
por cuanto “pertenece a la sensibilidad” pero también se la asimila al entendimiento en tanto “su
síntesis es un ejercicio de la espontaneidad” (B 162 n.). Otros autores más conciliadores, como
Torretti, opinan que la diferencia es sólo aparente y terminológica: se puede considerar el
entendimiento estáticamente como el sistema de las categorías (como hace en A), pero si se lo
considera dinámicamente como la espontaneidad que opera la síntesis conforme a las categorías
equivale a la imaginación. En 1787 “entendimiento es el nombre de la espontaneidad sintética
considerada en abstracto como facultad de enlazar una multiplicidad dada cualquiera; imaginación
es el nombre de la misma espontaneidad considerada en concreto, en cuanto opera una síntesis de la
multiplicidad sensible espacio-temporal dada efectivamente al hombre” (Torretti, p. 340). Esto es
confirmado en las palabras de Kant: “Es una y la misma espontaneidad la que allí [en la síntesis
empírica] bajo el nombre de imaginación, aquí [en la síntesis intelectual] bajo el nombre de
entendimiento, introduce el enlace en lo múltiple de la intuición” (B 162 n.). Acerca de la función
de la imaginación, y la distinción entre imaginación productiva y reproductiva que aparece en la DT
A: toda intuición sensible, determinada por datos sensoriales, envuelve una intuición pura, que no
14

La Deducción Trascendental de 1781

La Deducción Trascendental se inicia en la Sección I, §13, donde Kant explica cuál


es el problema al que intenta dar respuesta la DT, lo que vimos en la sección anterior.
Luego continúa en el §14 con algunos párrafos referidos a la “objetividad”, cuyo contenido
referiremos ahora brevemente y luego volveremos a él en el punto 7, más abajo. Estos dos
parágrafos (13 y 14) son comunes a la versión A y B, excepto que Kant reemplaza el
párrafo final del §14 en la versión B, y a partir de allí la DT se bifurca en cada una de las
dos versiones (la DT A, que es la que veremos, abarca entonces desde A84 a A130, pp.
157-198 de la trad. de Caimi.)

El § 14 se titula “Tránsito a la DT de las categorías”. Recordemos el problema que


pretende resolver la “deducción trascendental”: ¿Qué me garantiza que las funciones de las
acciones sintéticas del entendimiento -aquellas que deduje de las funciones del juicio,
puramente formales- concuerden con objetos? Si, como proponía Hume, y Kant acepta,
estos conceptos no provienen de la experiencia, ¿cómo sabemos que se refieren a objetos de
la experiencia? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que la idea de causa o de sustancia se aplican
depende de una afección, no es un estado de conciencia pasivo. Esto parece problemático, ya que la
sensibilidad es pasiva, frente a la actividad del entendimiento. Kant, entonces, atribuye la
representación de espacio y tiempo puros a la imaginación, facultad que participa de la pasividad de
los sentidos y la actividad del entendimiento. Las intuiciones de espacio y tiempo son
“imaginarias”, más precisamente, propias de una imaginación pura o productiva distinta de la
empírica, reproductiva y recombinadora. La Antropología (§28) afirma: “La imaginación (facultas
imaginandi) como facultad de tener intuiciones también sin la presencia del objeto, es o bien
productiva, esto es, una facultad de exhibición originaria de éste … que entonces precede a la
experiencia; o bien reproductiva, facultad de exhibición derivativa … que evoca en el ánimo una
intuición empírica tenida antes. Las intuiciones puras del espacio y el tiempo pertenecen al primer
tipo de exhibición; todas las demás presuponen una intuición empírica”. Torretti interpreta esta
doctrina de la imaginación productiva en estos términos concretos: “Toda imagen corporal supone
la representación pura del espacio, que también podemos y debemos llamar ‘imaginaria’, en cuanto
aquella imagen se presenta como parte de ella. Y toda percepción de un cuerpo descansa en la
misma condición, que permite y exige completar el dato bruto y nada corpóreo de los sentidos, con
el aporte de la imaginación: cuando veo un armario lo veo en el espacio, y por eso puedo ver
también lo que los ojos no me dan, que tiene un interior, que tiene un respaldo. [Similarmente] todo
lo temporal es imaginario, en cuanto su representación requiere una actividad que reproduzca y
retenga lo dado cuando ya no lo está, lo prefigure y lo anticipe cuando no lo está aún. Sin esta
actividad imaginativa que los mantiene y prolonga más allá del límite estrechísimo de su ser, los
datos de la afección sensible no darían jamás base a percepciones de cosas y procesos, su centelleo
momentáneo y discontinuo no se integraría en una duración real. Lo propiamente perceptual de la
percepción, el dato actual que revela lo existente, resulta ser un momento abstracto, un límite de la
representación perceptual completa, cuya riqueza y articulación descansan en la actividad
imaginativa” (pp. 176,7).
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a la realidad, que esos conceptos a priori se aplican, concuerdan o se refieren a objetos? Si


se tratara de conceptos empíricos como el concepto de caballo, sé que ese concepto se
refiere a la realidad porque lo extraje de la experiencia. Pero cuando los conceptos son
puros o a priori, originarios u oriundos del entendimiento, surgidos de la actividad del
entendimiento mismo, no tengo garantía de que les correspondan cosas. La DT significa
entonces un segundo momento de la revolución copernicana, más allá de la forma espacio-
temporal a la que se conforma la experiencia sensible (Estética), que va a mostrar que los
objetos se rigen por la síntesis del pensamiento.

En B124 (p. 164, donde comienza el “Tránsito a la deducción trascendental de las


categorías”) dice Kant:

Sólo son posibles dos casos en los cuales una representación sintética y sus objetos pueden
coincidir, pueden referirse necesariamente unos a otros, y pueden, por decirlo así,
encontrarse entre sí: o bien cuando sólo el objeto hace posible la representación, o bien
cuando sólo la representación hace posible el objeto. Si es lo primero, entonces esta
referencia es sólo empírica y la representación nunca es posible a priori. Y este es el caso
con el fenómeno con respecto a lo que, en ellos, corresponde a la sensación. Pero si es lo
segundo, como la representación en sí misma (pues no se trata de la causalidad de ella por
medio de la voluntad) no produce su objeto en lo que respecta a su existencia, la
representación es determinante a priori con respecto al objeto cuando sólo por medio de
ella es posible conocer algo como un objeto.

Dicho en otras palabras, hay dos maneras en que podemos saber que un concepto se
refiere a un objeto, que es lo que pretendemos saber: o bien si el objeto hace posible el
concepto o bien si el concepto hace posible al objeto. En la primera opción, sé que el
concepto de árbol se refiere a un objeto porque tengo el concepto (empírico) de árbol por
haber visto objetos así; no podría tener ese concepto de no haber visto el objeto; el objeto
hizo posible el concepto por lo cual sé que mi concepto se refiere a algo. En la segunda
opción, tengo el concepto, por ejemplo, de una cierta máquina antes de haber visto ninguna
así, construyo un objeto de acuerdo a ese concepto, y el concepto se refiere a algo porque el
concepto hizo posible el objeto, permitió que lo construya, lo produzca. En el caso de las
categorías, como se trata de conceptos puros, no derivados de la experiencia, no podemos
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seguir el primer camino, sino que de algún modo tendremos que mostrar que estos
conceptos hacen posible o “producen” el objeto. Pero, dice Kant en el párrafo citado, no los
producen respecto de su existencia, es decir que no se trata de que por medio de la voluntad
construyo algún objeto correspondiente al concepto; no producen un objeto realmente, sino
que Kant va a mostrar que producen la objetividad misma, o dicho de otro modo: sólo
puede haber tal cosa como objetos de conocimiento gracias a estos conceptos.

Tras los §§13 y 14 (el primero donde formula el problema, y el segundo que vimos
recién y que adelanta la solución, o al menos indica por qué camino deberá transitar)
comienza entonces propiamente el desarrollo de la DT A en la Sección II (A95), hablando
“De los fundamentos a priori de la posibilidad de la experiencia”. Allí dice:

Si cada representación singular fuera enteramente ajena a las otras y estuviera, por así
decir, aislada y separada de ellas, jamás se originaría algo como el conocimiento, el cual
es un todo de representaciones comparadas y conectadas. Por consiguiente, si al sentido,
porque él contiene en su intuición, una multiplicidad, le atribuyo una sinopsis
[literalmente: visión conjunta], a ésta le corresponde siempre una síntesis 9, y la
receptividad sólo puede hacer posibles los conocimientos enlazada con la espontaneidad.
Ahora bien, ésta es el fundamento de una triple síntesis que se presenta necesariamente en
todo conocimiento, a saber: de la aprehensión de las representaciones … en la intuición;
de la reproducción de ellas en la imaginación, y de su reconocimiento en el concepto.

Como se ve, en la DT A Kant parte del dato de la multiplicidad sensible, la


multiplicidad de intuiciones “dispersas” en la exterioridad del espacio y en la sucesión del
tiempo, unas fuera de otras y unas después de otras (resultado de la Estética) y mostrará que
esta misma dispersión o esta misma multiplicidad ya supone o reclama una síntesis y una
unidad que es dada, en última instancia, por la actividad del entendimiento.

Si bien Kant se referirá en sus ejemplos a multiplicidades espaciales y temporales, y


a procesos empíricos (como el trazar una línea en el pensamiento), hay que tener en cuenta
que toda multiplicidad espacial es intuida temporalmente, y en segundo lugar, que toda

9
“Síntesis” significa literalmente “poner con”, es decir, reunir, enlazar, conectar o unificar. Kant
define “síntesis” de este modo: “Entiendo por síntesis la acción de añadir unas a otras diversas
representaciones y comprender su multiplicidad en un solo conocimiento” (A77/B103).
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intuición temporal empírica tiene a su base la intuición pura del tiempo, por lo cual la triple
síntesis pretende dar cuenta, en última instancia, de la intuición pura del tiempo. La
intuición pura (que es la conciencia de una multiplicidad infinitamente divisible) es un
supuesto implícito en toda conciencia empírica, y la triple síntesis es condición de
posibilidad de la intuición pura, y por ende también de toda conciencia empírica 10. En
suma, si bien la DT A puede parecer por momentos referirse a hechos “psicológicos”, en
realidad intenta “evidenciar la estructura de las condiciones que posibilitan la vida mental.
Y el proceso que la hace evidente no consiste en una meditación sobre fenómenos
psicológicos particulares sino en un análisis de los supuestos de la conciencia del tiempo”
(Torretti, p. 285). Se hará claro en la exposición que Kant no está desarrollando meramente
una descripción introspectiva, sino argumentando para mostrar supuestos y condiciones de
posibilidad.

La justificación de los conceptos a priori como condición de posibilidad de la experiencia


se hace … apelando a una conciencia no empírica que toda conciencia empírica supone y
envuelve: la conciencia del tiempo. Kant ha mostrado al tiempo como forma universal de
la sensibilidad. … La doctrina de la triple síntesis se encaminará a mostrar, destacando
caracteres obvios de la conciencia autoconsciente del tiempo, que ésta implica actos que
tienen que estar regulados por conceptos a priori. (Torretti, p. 286)

La DT A parte entonces de la observación general y básica de que todas nuestras


representaciones sensibles están sujetas a la forma del tiempo.

La intuición de lo múltiple no es posible como acto instantáneo, sino únicamente como


proceso, y no puede faltar a este proceso la conciencia de su carácter de ser tal. … Toda
10
Espacio y tiempo no son sólo formas de la intuición sino intuiciones puras, como Kant mostró en
la Estética “apoyándose en la conciencia de su unidad, su infinitud, su independencia respecto de
sus contenidos empíricos. La conciencia intuitiva o intuición formal del espacio y el tiempo mismos
nos los representa como multiplicidades únicas y por tanto unitarias. Como tal, supone, pues, un
enlace o unidad sintética que condiciona también todas las intuiciones empíricas que deban
ajustarse a esas intuiciones puras. … Las formas de la sensibilidad … por sí mismas ofrecen
meramente una multiplicidad, en tanto que la unidad de la representación está dada sólo con la
intuición formal. Esta unidad … presupone una síntesis, que hace posible nuestras representaciones
del espacio y el tiempo y que, conforme al pensamiento maduro de Kant, no puede ser obra sino de
la espontaneidad de la mente. El espacio y el tiempo, pues, en lugar de ser, como en 1770
[Disertación] principios de una sensibilidad que se concibe como ajena y hasta opuesta al
entendimiento, deben a la espontaneidad intelectual la unidad que viene a constituirlos como tales”
(Torretti, pp. 376,377).
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representación intuitiva es un proceso, consciente de su condición de tal. … No podemos


indicar una sola representación intuitiva a la que falte la conciencia de su duración; las
intuiciones simples y las instantáneas no son sino ficciones filosóficas. (Torretti, pp. 288,
289).

Kant afirma explícitamente: “Lo simple no puede presentarse en absolutamente


ninguna experiencia … La posibilidad de una apariencia sensible simple es
incomprensible” (A772/B800); “Lo simple es absolutamente imposible, lo mismo en el
espacio que en la serie del tiempo” (Contra Eberhard, Ak. VIII 203, cit. por Torretti 287).
Kant parte entonces del dato de esta multiplicidad sensible, que aun si es espacial, se da
siempre como un proceso temporal, y va a dar cuenta de este último mediante su doctrina
de la triple síntesis.

Las “tres síntesis” que describe no son tres fases o momentos sucesivos, sino una
misma operación de síntesis que Kant desglosa en tres factores que son correlativos, uno
supone el otro. En función de la claridad expositiva, resumiré el desarrollo de la DT A a
partir de este punto en 7 pasos (que referiré a las secciones correspondientes de la KrV, si
bien este esquema de 7 pasos es una reconstrucción que no se corresponde sección por
sección, sino que más bien intenta reflejar la estructura general del recorrido
argumentativo.)

1. En primer lugar, las intuiciones se dan (algunas) en el espacio y (todas, aun las
espaciales) en el tiempo, y para que se den temporalmente se necesita que no estén
contenidas en el instante sino que sean recorridas, que estén unas con otras en determinadas
relaciones, es decir, que se den unas después de otras. La experiencia es experiencia de una
multiplicidad de representaciones enlazadas, es decir que consta de multiplicidad y también
de enlace (Kant define “experiencia” (Erfahrung) como “conocimiento por percepciones
enlazadas” o “conectadas” en A161). Las múltiples intuiciones se nos dan como una
multiplicidad de intuiciones. Esta es una primera síntesis, la “síntesis de aprehensión” de
una multiplicidad en la intuición (A98-A100), la mera recolección de los elementos de la
multiplicidad sensible.
19

… pues en cuanto contenida en un instante, ninguna representación puede ser jamás otra
cosa que absoluta unidad. Ahora bien, para que de este múltiple resulte unidad de la
intuición (como por ejemplo en la representación del espacio) es necesario en primer lugar
el recorrer la multiplicidad y luego el reunirlo a él 11, acción que llamo síntesis de la
aprehensión porque está directamente dirigida a la intuición, la cual ofrece por cierto un
múltiple, pero no puede nunca producirlo como tal (A99).

La actividad sintética de aprehensión, entonces, se produce con los datos de la


sensibilidad, “en” la intuición, pero no es función de la sensibilidad, que es pasiva.

Kant agrega que esta síntesis no sólo debe darse con los datos empíricos (donde es
más fácil reconocerla), sino con la aprehensión de la multiplicidad infinita que está en
juego en las intuiciones puras (lo que ya establece que una actividad (intelectual) es
condición de las intuiciones puras del espacio y el tiempo).

2. Ahora bien, para que esta aprehensión de una multiplicidad sea posible es necesario
que las intuiciones que van pasando en el tiempo sean agregadas, retenidas o reproducidas
(Kant dirá también “evocadas”, recordadas) junto con las nuevas, es decir que es necesario
que no queden circunscritas al instante anterior, y a esto Kant lo denomina la “síntesis de
reproducción” en la imaginación (A100-A102).

Ahora bien, es manifiesto que si trazo, en el pensamiento, una línea, o si me propongo


pensar el tiempo que va de un mediodía a otro, o también, si sólo quiero representarme un
cierto número, debo primero, necesariamente, asir en el pensamiento, una tras otra, estas
múltiples representaciones. Pero si yo dejara que se me fuera del pensamiento la
representación precedente (las primeras partes de la línea, o las unidades representadas
unas tras otras) y no la reprodujera al pasar a las siguientes, entonces nunca podría surgir
una representación completa … y ni siquiera podrían surgir las más puras y primeras
representaciones de espacio y de tiempo (A 102) [Se refiere a las intuiciones puras]. La
síntesis de la aprehensión está, pues, inseparablemente enlazada con la síntesis de la
reproducción.

11
Según las traducciones: “reunirlo” (al múltiple o al recorrido) o “reunirla” (a la multiplicidad).
20

3. Ahora bien, si al reproducirlas yo no las reconociera, es decir, no las identificara


como las mismas que tuve antes, entonces serían otras representaciones, no habría recorrido
una multiplicidad (primera síntesis) ni reproducido unas (las anteriores) con otras (segunda
síntesis). Las dos síntesis anteriores suponen entonces una tercera “síntesis de
reconocimiento” en el concepto (A103-A110). (Para entender por qué este reconocimiento
se da “en el concepto” son necesarios algunos pasos previos que explicamos en los puntos
siguientes.)

Sin conciencia de que lo que pensamos es precisamente lo mismo que pensábamos un


momento antes, sería inútil toda reproducción en la serie de las representaciones. Pues
sería una representación nueva …. Si al contar olvidase que las unidades que tengo ahora
a la vista han sido añadidas poco a poco unas a otras por mí, entonces no conocería la
generación de un conjunto mediante esta adición sucesiva de uno a uno, y por tanto,
tampoco conocería el número; pues este concepto consiste solamente en la conciencia de
esa unidad de la síntesis …

4. Como ya adelanta Kant en el párrafo recién citado, reconocer que la representación


reproducida es la misma que fue aprehendida, significa reconocerla como la misma
representación que la misma conciencia tuvo antes. Es decir que para que haya
reconocimiento tiene que haber una conciencia que reconozca que una representación
reproducida es la misma que esa misma conciencia tuvo antes. La síntesis de las
representaciones supone entonces la representación de una conciencia única. Y la
representación de una conciencia única supone que la misma conciencia tenga conciencia
de sí misma como siendo la misma. Es decir que la representación de una conciencia única
supone una conciencia de la conciencia, una autoconciencia, una apercepción; es necesario,
en suma, un yo: una conciencia autoconsciente.12 (Esto es lo que en el §21 de la segunda
versión de la DT Kant enunciará diciendo que “El yo pienso debe poder acompañar a todas
mis representaciones”.)

Dicho de otro modo: Podría haber conciencia 1 de la representación 1, conciencia 2 de la


representación 2, pero no sabríamos que es la misma conciencia la que tiene la R1 y la R2 y
12
Torretti observa que frecuentemente Kant atribuye equívocamente la síntesis de reconocimiento a
la apercepción, si bien sería más exacto decir que la síntesis de reconocimiento “nos pone sobre la
pista” de la apercepción (p. 284).
21

habría una fragmentación infinita y ninguna unidad, si yo no reconozco que soy yo, la
misma conciencia, la que tiene ambas representaciones.

Pues esta conciencia una es la que unifica en una representación lo múltiple intuido poco a
poco y luego también reproducido … (A 103).

En la explicación de Torretti:

Si yo no sé que soy yo el mismo que escuchó doce campanadas una tras otra y ahora las
recuerda a todas, malamente puedo identificar las campanadas reproducidas con las antes
escuchadas y averiguar así qué hora es…. A esta conciencia de la mismidad -que esto
significa precisamente autoconciencia- del proceso sintético de la vida mental Kant la
llama apercepción, valiéndose de un término empleado ya por Leibniz para designar la
conciencia de sí, que alude a su carácter de acompañante de la percepción (ad-perceptio),
conciencia de la conciencia perceptiva. (Torretti, p. 294,295)

5. Ahora bien, al tener conciencia de sí misma la conciencia se vive en el tiempo,


nuevamente, como una serie de representaciones que necesitan ser sintetizadas para ser
concebidas como una conciencia. De modo que es necesario suponer una conciencia única
autoconsciente no empírica sino a priori, trascendental, una condición de toda experiencia,
que Kant llama “apercepción trascendental”, porque es una conciencia que acompaña de
derecho a toda conciencia empírica de algo, e incluso de sí misma, como el fundamento
último de toda síntesis de representaciones. Dice Kant:

En el fundamento de toda necesidad está siempre una condición trascendental. … Esta


condición originaria no es otra que la apercepción trascendental. La conciencia de sí
mismo según las determinaciones de nuestro estado en la percepción interior, es
meramente empírica, siempre mudable; no puede haber ningún yo estable o permanente en
este flujo de fenómenos interno [apercepción empírica, sentido interno]. Aquello que tiene
que ser representado necesariamente como numéricamente idéntico no puede ser pensado
como tal mediante datos empíricos. Debe ser una condición que preceda a toda
experiencia, y que la hace posible a esta misma, la que pone en vigencia tal presuposición
trascendental. … A esta conciencia pura, originaria, invariable, la llamaré la apercepción
trascendental.(A 106-107)
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(Por esto es que en la DT B Kant afirmará que “el yo pienso debe poder acompañar a todas
mis representaciones”: no importa que yo de hecho me percate de mí mismo al tener
conciencia de algo o no me percate, sino que es necesario contar con esta apercepción, con
este yo, para poder dar cuenta de la unidad de la conciencia. No se trata de una
autoconciencia empírica o un yo empírico, sino de una autoconciencia (o un yo)
independiente de la experiencia, a priori, y condición de posibilidad de toda experiencia,
trascendental.)

6. Ahora bien, esta apercepción trascendental, la conciencia de la identidad de la


conciencia, es una conciencia de que la conciencia es la misma al actuar, al ser consciente
de representaciones. Y el modo en que actúa es sintetizando representaciones según reglas
propias de su constitución (categorías). Las categorías son las condiciones según las cuales
el yo puede “acompañar a las representaciones” (en términos de la DT B), conectarlas,
enlazarlas, sintetizarlas. De modo que:

La unidad numérica de esta apercepción sirve pues a priori de fundamento de todos los
conceptos (A107). … La conciencia originaria y necesaria de la identidad de sí mismo es a
la vez una conciencia de una unidad igualmente necesaria de las síntesis de todos los
fenómenos según conceptos, es decir, según reglas ….. pues sería imposible que la mente
pudiera pensar, a priori, la identidad de sí misma en la multiplicidad de sus
representaciones, si no tuviera ante la vista la identidad de la acción suya, que somete toda
síntesis de la aprehensión (que es empírica) a una unidad trascendental, y hace posible,
ante todo, su concatenación según reglas a priori. (A 108)

Decir que la conciencia es una y la misma es decir que es una y la misma respecto
de la multiplicidad de las representaciones que unifica, que sintetiza (de acuerdo con sus
reglas a priori), de modo que la unidad de la apercepción trascendental se coimplica con la
actividad de síntesis categorial de esa multiplicidad. 13 Lo que se ha demostrado necesario a
la vez que la apercepción trascendental, es entonces la actividad del entendimiento, el

13
Aquí culminaría, según una distinción discutida, lo que Kant llama en la DT A la “deducción
subjetiva”, que relaciona la más rudimentaria experiencia de un contenido sensible con la unidad
del yo, correlativa de la unidad de un objeto. La restante “deducción objetiva” apuntaría a mostrar
que las categorías son necesarias para la experiencia de objetos.
23

sistema de las categorías, que permite al yo sintetizar la multiplicidad de representaciones,


o viceversa, a la multiplicidad de representaciones converger en una conciencia única.

Este mismo punto es desarrollado más ampliamente más adelante, en la Sección 4


(A110 ss.), titulada “Explicación provisoria de la posibilidad de las categorías como
conocimientos a priori”. Kant resume allí de este modo la razón por la que las categorías
son igual de necesarias que la apercepción para las síntesis:

Pero la posibilidad, e incluso, la necesidad, de estas categorías, se basa en la referencia de


toda la sensibilidad, y con ella, también, de todos los fenómenos posibles, a la apercepción
originaria, en la cual todo, necesariamente, debe ser conforme a las condiciones de la
integral unidad de la conciencia de sí mismo, es decir [A112], todo debe estar bajo
funciones universales de síntesis, a saber, de la síntesis según conceptos, sólo en la cual la
apercepción puede demostrar a priori su integral y necesaria identidad.

[A113] Todos los fenómenos posibles pertenecen, como representaciones, a la completa


conciencia posible de sí mismo. Pero de ésta, como representación trascendental, es
inseparable la identidad numérica … Ahora bien, como esa identidad necesariamente debe
intervenir en la síntesis de todo múltiple de los fenómenos … entonces los fenómenos están
sometidos a condiciones a priori a las cuales debe ser adecuada totalmente la síntesis de
ellos …

En el comentario de Torretti:

La conciencia de sí sólo puede establecerse como conciencia de la identidad del acto de


operar la síntesis de una multiplicidad diversa. Yo sólo puedo saber de mí -y esto equivale
a decir: sólo puedo ser el que soy, existencia autoconsciente- enfrentado a un objeto, que
no es sino la unidad introducida por mi propio acto en la multiplicidad sensorial (p. 349).14

7. Hasta aquí, quedaría demostrada la necesidad de las categorías para las síntesis.
Ahora bien, ¿cómo sabemos que estas categorías que estructuran las acciones sintéticas de
la conciencia se refieren a objetos? Para esto Kant desarrolla un concepto particular de
14
Este paso junto con el siguiente posiblemente son los más problemáticos del argumento, como
señala Torretti: “A la luz de lo dicho … no es tan obvio que las condiciones de la unidad de la
autoconciencia, cuya necesidad ha evidenciado la DT, sean esas mismas categorías que inventarió
la “deducción metafísica” basándose en su identidad con las funciones del juicio” (p. 310-311).
24

objetividad y subjetividad (que ya había adelantado en el §14 que figura en ambas


deducciones), según el cual “objetividad” significa “necesidad”. Un concepto es una
representación que reúne o unifica representaciones. Pero puede hacerlo azarosa o
caprichosamente -subjetivamente- o necesariamente -objetivamente- (cuando digo
“subjetivamente” aquí me refiero, por ejemplo, al curso personal de vivencias de un sujeto;
es decir, no a algo propio de todos los sujetos, sino de un sujeto). Es objetivo -se refiere a
objetos- cuando es necesario, es decir, cuando la síntesis tiene un fundamento en una
unidad independiente de mí -cuando los elementos se reúnen según una regla que no
depende de mí-, cuando la reunión no está librada al azar del curso de vivencias de un
sujeto o a su capricho. Mi concepto de este escritorio (que es un concepto empírico) es
objetivo -se refiere a este escritorio- si el concepto reúne -sintetiza- las representaciones de
marrón, la figura rectangular, cierto tamaño, patas, etc. que están unidas en el objeto, pero
es subjetivo si reúne arbitrariamente cualquier otra representación según mi capricho o
según la mera sucesión de mis vivencias subjetivas, el color naranja, la lapicera que está
encima, etc. sin ninguna unidad necesaria, es decir, sin una regla que no depende de mí.
Ahora bien, tratándose de conceptos producidos por el entendimiento, originarios suyos, la
necesidad de la síntesis no puede serle dada desde el objeto, sino desde la conciencia
misma. Y vimos que la apercepción trascendental era una unidad necesaria para toda
síntesis, de modo que las categorías se aplican legítimamente a objetos porque se fundan en
la necesaria unidad de la apercepción trascendental; ellas son los modos necesarios en que
la conciencia acompaña a todas las representaciones, sintetizándolas.

Encontramos que nuestro pensamiento de la referencia de todo conocimiento a su objeto


lleva en sí algo de necesidad, pues éste es considerado como aquello que se opone a que
nuestros conocimientos sean determinados al azar, o de manera caprichosa … porque al
tener que referirse a un objeto, necesariamente concuerdan entre sí con respecto a éste, es
decir, deben tener aquella unidad en la que consiste el concepto de un objeto. Es claro, sin
embargo, que, como sólo tratamos con el múltiple de nuestras representaciones, y aquel X
que les corresponde (el objeto) puesto que tiene que ser algo distinto de nuestras
representaciones, no es nada para nosotros, entonces la unidad que el objeto hace
necesaria no puede ser otra cosa que la unidad formal de la conciencia en la síntesis del
múltiple de las representaciones. (A 104)
25

Resumamos los pasos que ha seguido la DT A en la reconstrucción


esquemática aquí propuesta:

1. Comenzamos con el dato arrojado por la Estética: no nos son dados datos sensibles
dispersos e inconexos, sino que nos es dada una multiplicidad sensible necesariamente en la
sucesión. Hay que dar cuenta, entonces, de esta “sinopsis” o enlace observado en la
sensibilidad, que implica una “síntesis” (una actividad de unificación) que no puede ser
propia del sentir (que es pasivo). Hay entonces una “síntesis de aprehensión” que se da en
la intuición (aunque no está a cargo suyo), que es el simple aprehender o recorrer esta
multiplicidad según cierto orden (por ejemplo al contar, o al recorrer una línea, o al
considerar un lapso de tiempo).

2. Esta síntesis de aprehensión supone una “síntesis de reproducción”: cada nuevo instante
o punto debe ser acompañado por la evocación de los anteriores para que sea posible
aprehender o recorrer una multiplicidad.

3. Esta síntesis de reproducción supone que lo reproducido sea reconocido como lo


anteriormente dado, aprehendido (“síntesis de reconocimiento”).

4. La síntesis de reconocimiento de lo reproducido como anteriormente aprehendido


significa reconocer que lo reproducido se trata de la misma representación que tuvo la
misma conciencia que antes, es decir, una conciencia única. Esto supone que esta
conciencia debe saber de sí misma como la misma, es decir que debe apercibirse, debe ser
un “yo” (una conciencia autoconsciente).

5. La conciencia tiene conciencia empírica de sí misma en el tiempo, de modo que sería


necesario nuevamente sintetizar esa multiplicidad de representaciones de sí misma para
arribar a la apuntada unidad de la conciencia que fue declarada necesaria para el
reconocimiento. Es necesario entonces reconocer que la apercepción que está a la base la
triple síntesis no es empírica, sino que es a priori, y es trascendental, porque es una
condición necesaria para que la síntesis sea posible: es una “apercepción trascendental”.

6. Si la multiplicidad sensible supone esta unidad de la conciencia intelectual a su base, esta


conciencia a su vez es autoconsciente de sí misma como una sólo al acompañar la
26

multiplicidad sensible, sintetizándola. Y ya conocemos por la DM los únicos modos en que


(o reglas según las cuales) reúne multiplicidades: mediante conceptos propios, a priori,
categorías. Las categorías (o el entendimiento como sistema de categorías) son entonces tan
necesarios para las síntesis como la apercepción trascendental (son los únicos modos en que
el yo puede sintetizar representaciones, llevarlas a la unidad, y saber de sí mismo como uno
al hacerlo). Por lo cual toda experiencia sólo es posible por la actividad sintética categorial,
todo objeto de la experiencia necesariamente supone esta síntesis, ésta es necesaria para que
haya experiencia.

7. Si las categorías son necesarias para la experiencia de cualquier objeto (que debe darse
como una unidad de representaciones enlazadas), entonces son objetivas, es decir, se
aplican o refieren a objetos de la experiencia (porque ninguno podría darse en la
experiencia sin ellas, que son su condición de posibilidad). Y esto es lo que se proponía
demostrar la DT.

M. Caimi resume la conclusión de esta DT A en estos términos: “En consecuencia,


como los objetos no son objetos si no es gracias a esa síntesis a la que obligatoriamente
deben someterse las múltiples representaciones, las categorías se aplican necesariamente a
los objetos. Que era lo que había que demostrar” (Introducción, p. XXXVII).

Recapitulemos todo el recorrido con otras palabras para ver cómo algunas ideas
anteriores confluyen en este último paso. La Estética mostró que las sensaciones se nos dan
enlazadas, en relación, unas con otras (esto es lo mismo que decir que la materia de la
sensibilidad sólo es recibida según cierta forma, la forma es el modo en que se relacionan al
ser recibidas, unas fuera de otras (algunas de ellas) y unas después de otras (todas ellas)).
Ese darse de modo enlazado supone una actividad de síntesis, de unificación, que no puede
ser propia de la sensibilidad que es pasiva, de modo que Kant pasa a analizar el
entendimiento en la Analítica. Allí empieza diciendo, en la DM, que la función del
entendimiento, pensar, es poner en relación representaciones, ya sean éstas sensibles
(intuiciones) o intelectuales (conceptos). Y sólo ponemos en relación representaciones de
acuerdo a ciertas reglas que son a priori, propias de la constitución del entendimiento
mismo, que se ponen en evidencia cuando relacionamos conceptos en un juicio. Tratándose
del mismo entendimiento (de la misma operación intelectual de enlazar representaciones,
27

ya sea conceptos en un juicio o intuiciones en la experiencia), son las mismas reglas en


ambos casos. Conocemos entonces, a partir de los tipos de juicios (juicios como “el gato es
blanco” o “si el agua se calienta a 100° entonces hierve”, que tienen la forma de “S es P” o
“si a entonces b”), cuáles son estos conceptos puros (categorías) del entendimiento (como
la sustancia o la causalidad), estas únicas reglas de acuerdo a las cuales relacionamos
representaciones, incluso representaciones sensibles. Entonces la pregunta que se hace a
continuación -y que intentará responder en la DT- es cómo estos conceptos que no se
originan en la experiencia sino que son originarios del entendimiento mismo se refieren
legítimamente a objetos de la experiencia. Para eso pone el foco en el modo enlazado en
que se nos dan las representaciones en el tiempo, y muestra que el aprehenderlas de ese
modo supone la reproducción de las anteriores y su reconocimiento como las mismas que
antes se tuvo. Este reconocimiento supone que sea la misma conciencia única la que
aprehende, reproduce y reconoce, y esta unidad supone que la conciencia sepa de sí misma
como la misma, que se aperciba, es decir, que sea un yo (y, como vimos, no sólo empírico
sino trascendental). Al pensar relaciono representaciones, de modo que al ser consciente de
pensar soy consciente de los modos en que relaciono representaciones, por lo que las
categorías (esas reglas de acuerdo con las cuales enlazo representaciones) son tan
necesarias como el yo para dar cuenta de la triple síntesis. En suma, no podría haber
ninguna experiencia (que supone percepciones enlazadas) si no estuviera a la base, como
condición de posibilidad, esta síntesis categorial, por lo cual efectivamente las categorías se
refieren a todo objeto posible de la experiencia. Retomando los términos del párrafo
introductorio de la DT: los conceptos se refieren a objetos si los objetos producen los
conceptos o si los conceptos producen los objetos. Tratándose de conceptos a priori, la
justificación sólo puede apuntar en la segunda dirección (el concepto produce el objeto). Y
ahora se mostró que es así, no porque los conceptos “creen” o “hagan existir” objetos, sino
porque sin las categorías no habría ningún enlace en la experiencia y no habría entonces
objetividad alguna.

Hasta aquí está expuesto lo que corresponde como tema de estudio de la DT A. Lo


que agrego a continuación es de lectura no obligatoria, sólo para mencionar algo de lo que
sigue en el texto de Kant y que puede resultar aclaratorio.
28

Con lo antes expuesto, en A 114, termina la sección II de la DT A, y puede decirse


que aquello que se necesitaba justificar ya está justificado en el último paso. Pero Kant
agrega una 3ª sección que se titula “De la relación del entendimiento con objetos en
general, y de la posibilidad de conocerlos a priori a éstos”. Si bien dice que va a “presentar
reunido y en concatenación” lo anteriormente expuesto, presenta un recorrido un tanto
distinto, y precisa en gran medida el rol de la imaginación, que hasta este punto no había
sido tan extensamente tratado. Resumo muy abreviadamente algunos elementos de esta
nueva presentación.

- Kant afirma que primero tenemos un múltiple sensible, fenómeno o percepción, cuyo
enlace no puede venir de la sensibilidad misma, sino de una facultad activa, la imaginación,
que “lo lleva a una imagen” al aprehenderlas (acá la aprehensión que se decía antes que se
daba “en la intuición”, se aclara más expresamente que se da “en la intuición” pero la
realiza activamente la imaginación). La imaginación “evoca [las representaciones pasadas]
reuniéndolas con las que siguen”, mediante una función reproductiva, y empírica.

(Se agrega ahora a la “síntesis de la reproducción” expuesta en la sección 2 el que la


“síntesis reproductiva” supone una “síntesis productiva” (trascendental) de la imaginación,
en la medida en que la aprehensión y reproducción empírica de representaciones en el
tiempo supone una representación a priori del tiempo (como multiplicidad infinita, continua
y unidimensional), que es producto de la imaginación. Como comenta Torretti: la
representación empírica de un suceso pasado es reproductiva, pero la representación del
pasado como tal es productiva (p. 319) ).

-Esta reproducción imaginativa no produce un “mero amontonamiento” (A121) sino que se


reproduce una representación “en conexión más bien con ésta que con otra en la
imaginación”, lo que se llama “asociación” de las representaciones.

-Para que se asocien efectivamente, es necesario que las representaciones sean a priori
asociables [A122]. A esta “asociabilidad” Kant la llama “afinidad”, y la atribuye a la
apercepción: el que yo tenga conciencia de mí mismo como uno al tener experiencia de esta
29

multiplicidad es la condición a priori de que sean afines, asociables, y esto hace posible que
se asocien efectivamente de una u otra manera.

- (A122) “Según el principio de la unidad de la apercepción, todos los fenómenos deben


ingresar a la mente, o deben ser aprehendidos, de tal manera que concuerden con la unidad
de la apercepción; lo que sería imposible sin unidad sintética en la conexión de ellos, la
que, por tanto, es también objetivamente necesaria”. La unidad sintética es categorial, por
lo tanto son las categorías las que se revelan necesarias para la experiencia.

El siguiente párrafo final resume el recorrido y explicita las conclusiones de la Sección III:

Estos fundamentos del reconocimiento de lo múltiple, en la medida en que conciernen


meramente a la forma de una experiencia en general, son aquellas categorías. En ellas se
basa, entonces, toda unidad formal en la síntesis de la imaginación, y por medio de ésta,
también de todo uso empírico de ella (en el reconocimiento, la reproducción, la asociación,
la aprehensión) y así para abajo hasta llegar a los fenómenos, porque éstos sólo por medio
de aquellos elementos pueden pertenecer al conocimiento y, en general, a nuestra
conciencia, y por tanto, a nosotros mismos. Por consiguiente, somos nosotros mismos
quienes introducimos en los fenómenos el orden y la regularidad de ellos, que llamamos
naturaleza, y no podríamos encontrarlos en ellos si nosotros, o la naturaleza de nuestra
mente, no los hubiéramos introducido allí originariamente (A125).

R. Torretti resume los últimos pasos de la DT A, en los que se relacionan la apercepción, la


imaginación, las categorías y la objetividad, en los siguientes términos:

Kant hará ver que la apercepción sólo puede acompañar a todas mis representaciones si
éstas satisfacen ciertas condiciones, requeridas para que puedan combinarse en una sola
conciencia autoconsciente, e interpretará a las categorías o conceptos puros primordiales
como la representación general de estas condiciones. … Lo que Kant llama
‘reconocimiento en el concepto’ consiste propiamente en la conciencia de la identidad de
la regla que preside la aprehensión y reproducción de lo múltiple representado. Ello es
notorio en el caso de la síntesis empírica: reconocer que esto es un gato, aquello un
teléfono, es tomar conciencia de que las presentaciones sensibles que refiero a cada uno de
estos objetos se suceden y combinan conforme a cierto patrón o esquema, diferente en uno
30

y otro caso, y los conceptos de gato y de teléfono no son sino las representaciones de la
regla o ley propia de cada uno de estos esquemas (la cual preside y organiza la percepción
de cada gato, de cada teléfono). Kant admite que los conceptos empíricos se forman por la
asociación habitual de las representaciones en combinaciones que se repiten; pero hace
ver que esta asociación supone que las representaciones sean por lo menos asociables, lo
cual demanda, por cierto, que ellas satisfagan las condiciones más generales para que se
las pueda combinar en una autoconciencia. Sabemos que las categorías son los conceptos
de estas condiciones generales y entendemos ahora por qué pudimos decir que tales
conceptos corresponden a las reglas universales de la síntesis. Las asociaciones que
generan estos patrones habituales de síntesis cuya regla representan los conceptos
empíricos presuponen patrones o esquemas universales cuyos conceptos son las
categorías.15 Cada esquema de síntesis empírica es una particularización, condicionada
por los datos sensoriales, de uno de estos esquemas universales. Se ve así que las leyes o
reglas de estos esquemas organizan todo el contenido de la conciencia empírica, y que las
categorías, que representan dichas leyes, son aplicables a todos los objetos de la
experiencia. (Torretti, pp. 295, 296)16

15
“La síntesis de las representaciones tiene que seguir ciertas pautas generales, a que se ajustan
necesariamente esas pautas más particulares de síntesis que dijimos que se constituían con el hábito
de asociación. Mientras estas pautas o esquemas particulares corresponden a los conceptos de las
diversas clases de objetos, aquellas pautas generales que definen los límites de la asociabilidad de
las representaciones determinan el concepto de objeto en general” (ibid., pp. 302,3)
16
Como señala Torretti, al finalizar esta DT A la relación entre imaginación, entendimiento y
apercepción se formula en términos bastante complejos (las síntesis son atribuidas a uno o a otro de
estos tres términos en distintos pasajes). Kant define el entendimiento como una relación entre
imaginación y apercepción en el siguiente texto: “la unidad de la apercepción en relación con la
síntesis de la imaginación es el entendimiento, y la misma unidad referida a la síntesis trascendental
de la imaginación es el entendimiento puro” (A119). Sin embargo, Torretti afirma que la aparente
complejidad no es tal, ya que “da lo mismo decir que el entendimiento es la unidad de la
apercepción en cuanto regula y unifica la síntesis que la imaginación ejerce sobre lo múltiple dado
en la intuición, o decir que la apercepción es la autoconciencia del entendimiento o espontaneidad
unificadora de lo múltiple que pudiera darse en una intuición cualquiera en general, espontaneidad
que toma el nombre de imaginación en cuanto ejerce su función efectivamente en la síntesis de la
multiplicidad dada en nuestra intuición espacio-temporal humana” (p. 322).
31

En A 130, con la “Representación sumaria de la exactitud y de la única posibilidad


de esta DT de los conceptos puros del entendimiento” culmina la DT A, estableciendo que
tenemos conceptos a priori de objetos de nuestra experiencia porque sólo conocemos o
tenemos experiencia de fenómenos y no de cosas en sí. Estos conceptos a priori (categorías)
no los obtenemos de los objetos (si no serían empíricos), ni de cada uno de nosotros
(porque no serían objetivos sino sólo una fabricación vacía de nuestro pensamiento) sino
que son las condiciones necesarias de toda experiencia de objetos:

si sólo nos ocupamos de fenómenos, no sólo es posible sino también necesario que ciertos
conceptos a priori precedan al conocimiento empírico de los objetos. … La manera como
lo múltiple de la representación sensible (intuición) pertenece a una conciencia, precede a
todo conocimiento del objeto, como forma intelectual de él; y ella misma constituye, a
priori, un conocimiento formal de todos los objetos [A130] en general. … Por tanto, los
conceptos puros del entendimiento son posibles a priori, y aun, con respecto a la
experiencia, necesarios [a priori], sólo porque nuestro conocimiento no se ocupa más que
de fenómenos, cuya posibilidad reside en nosotros mismos, cuya conexión y unidad (en la
representación de un objeto) se encuentran meramente en nosotros, y por tanto, deben
preceder a toda experiencia y deben hacerla también, ante todo, posible a ésta, por lo que
respecta a la forma.

Esto permite que tengamos conocimientos a priori acerca de la estructura de la


naturaleza, permite una “metafísica general” (ontología) entendida como una “metafísica de
la experiencia” (como la llama Paton), una ontología de los fenómenos. Esto significa que
podemos tener conocimiento a priori de leyes generales de la naturaleza, si bien las leyes
particulares subordinadas a ellas son materia de investigación empírica: “Aunque todos los
objetos y situaciones de la experiencia se ajustan a las leyes universales a priori de la
naturaleza, por ejemplo, al principio de causalidad, no se puede deducir de éste cada ley
causal efectivamente comprobable” (Torretti, p. 332).

Si bien no vamos a verlo aquí, menciono que más adelante, desde B176 (“Del
esquematismo de los conceptos puros del entendimiento”, parte de la Analítica de los
Principios), Kant dirá que si bien ha mostrado que las categorías se refieren a objetos, hay
una heterogeneidad entre categorías y objetos, ya que los objetos se nos presentan en la
32

sensibilidad, son temporales, de manera que hay que mostrar cómo pueden subsumirse en
conceptos a priori. Para aplicarse a objetos, las categorías tienen que “temporalizarse”, y el
entendimiento convertirse en imaginación. De esa manera la estructura atemporal S es P se
transforma en sustancia y accidente, que supone el tiempo: la sustancia como sustrato
permanente e inmutable con propiedades mudables en el tiempo. Del mismo modo, si-
entonces, fundamento-consecuencia, se transforma en el esquema de causa y efecto
sucesivos en el tiempo. El “esquema de un concepto” es “la representación de un
procedimiento general para procurarle a un concepto su imagen” (A 140).

Consigno a continuación la lista de temas de esta clase que deben tener en cuenta
para estudiar.

Temas de estudio (Kant)

1. Significado de la “revolución copernicana” del modo de pensar (Prólogo B)

2. Posibilidad de los juicios sintéticos a priori (Introducción B)

3. Exposición metafísica del espacio: 4 argumentos (B33-B40)

4. Fenómeno y cosa en sí (“Observaciones …”, B59-B73).

5. Deducción trascendental de las categorías A (abarca de A84 hasta A130, pero sólo es
tema de estudio lo expuesto, es decir, hasta A114)

Nota: Los párrafos correspondientes al tema “fenómeno y noúmeno” no constan en la bibliografía


de lectura obligatoria, ya que los textos de Kant de esa sección transcriptos en estos teóricos son
suficientes.

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