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I. INTRODUCCIÓN
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2 Gordillo, Agustín, Tratado de derecho administrativo, 6a. ed., Buenos Aires, Funda-
ción de Derecho Administrativo, 2003, t. 2, cap. VI, p. 1.
3 Citado por Fraga, Gabino, Derecho administrativo, 40a. ed., México, Porrúa, 2000, p. 21.
4 Ibidem, p. 22.
Por último, Bonnard afirma que “los servicios públicos son organizacio-
nes que forman la estructura misma del Estado”; es decir, “el Estado se pre-
senta como constituido por el conjunto de los servicios públicos”.5
Pero generalmente se afirma que la fecha de nacimiento de dicha institu-
ción jurídica es el arrêt “Blanco”, en 1873, pero adquiere su verdadero re-
conocimiento en 1903 en el arrêt “Terrier”, por influencia de las ideas de
Georges Teissier.6
5 Idem.
6 Véase Fernández Ruiz, Jorge, Derecho administrativo, México, McGraw-Hill, 1997,
pp. 89-94.
7 Fernández Ruiz, Jorge, Derecho administrativo (servicios públicos), México, Porrúa,
1995, pp. 162 y 163.
8 Pineda, Fanny, “Servicio público”, en Fernández Ruiz, Jorge (coord.), Diccionario de
derecho administrativo, México, Porrúa-UNAM, 2003, p. 251.
9 “VÍAS GENERALES DE COMUNICACIÓN, LEY DE. SERVICIO PÚBLICO. El artículo 124
de la Ley de Vías Generales de Comunicación previene que las maniobras de carga, alijo,
estiba, etc., que se presten en relación con las vías generales de comunicación y medios de
transporte, se consideran como servicios públicos y se necesitará permiso para realizarlas;
pero de aquí no se desprende forzosamente que tales maniobras sean por sí mismas un servi-
cio público en todo caso, independientemente de que sean prestadas o no al público o de que
se efectúen exclusivamente para satisfacer una necesidad individual de movilización de los
bienes propios, de manera que sólo como servicio puedan realizarse y que el particular ne-
cesariamente tenga que acudir a las organizaciones o empresas de ese género de maniobras
por estar prohibido que lo haga por sí mismo. La primera parte del mencionado precepto
pone de manifiesto que los servicios a que se refiere son las prestaciones al público y no las
actividades privadas, en personal y exclusivo beneficio y con relación a los bienes propios,
como se confirma en otros artículos que la misma Ley regula, pues, fundamentalmente, los
servicios públicos lo son, sin perjuicio de que se puedan establecer normas de policía, orden
o vigilancia para las actividades privadas que usen las vías de comunicación o tengan rela-
ción con ellas. Y estas operaciones están confirmadas por la noción del servicio público,
que consistiendo éste en la actividad que se desarrolla para satisfacer una necesidad
colectiva de carácter económico o cultural, mediante prestaciones que por virtud de norma
especial del poder público, deben ser regulares, continuas y uniformes, no hay satisfacción
de necesidad individual de una persona física o jurídica, ni en este caso precisa que la activi-
dad sea regular, continua y uniforme, estando sujeta a las necesidades del individuo que
pueden ser irregulares, discontinuas y diversas”, Apéndice de 1995, México, SCJN, sexta
época, tesis 1093, t. III, parte HO, p. 857.
10 Véase Gordillo, Agustín, op. cit., nota 2, cap. VI; Mairal, Héctor, “La ideología del
servicio público”, Revista de Derecho Administrativo, Buenos Aires, Depalma, año 5,
1993, pp. 359 y ss.; D’Argenio, Inés, “Permanencia ‘anacrónica’ del servicio público: su
imprecisión como determinante de la aplicación de un régimen tutelar”, en Carlos A. Botas-
si (dir.), Temas de derecho administrativo. En honor al profesor doctor Agustín A. Gordi-
llo, La Plata, Argentina, Librería Editora Plantense, 2003, pp. 229 y ss.
11 Boquera Oliver, José María, Derecho administrativo I, Madrid, Instituto de Estudios
de Administración Local, 1985, p. 240.
Todo esto quiere decir que la doctrina del servicio público como noción
única para fundar la existencia del derecho administrativo es inadmisible.12
Además, fue claro desde un principio que el concepto de servicio públi-
co no abarca toda la actividad del Estado, como sus mismos sostenedores
lo llegaron a reconocer.13
16 Idem.
la protección de los derechos humanos requiere que los actos estatales que los
afecten de manera fundamental no queden al arbitrio del poder público, sino
que estén rodeados de un conjunto de garantías enderezadas a asegurar que no
se vulneren los atributos inviolables de las personas, dentro de las cuales, acaso
la más relevante tenga que ser que las limitaciones se establezcan por una ley
aprobada por el Poder Legislativo, de acuerdo con lo establecido por la Consti-
tución...25
24 Gómez Gordillo, Ismael, “El régimen de precios y tarifas en el sector público de ener-
gía”, Regulación del sector energético, México, UNAM-Secretaría de Energía, 1997, p.
265.
25 Opinión Consultiva 6/86. Cit. por Gordillo, Agustín, op. cit., nota 2, cap. VI, p. 15.
28 Ver Gordillo, Agustín, op. cit., nota 2, cap. VIII. “ENERGÍA ELÉCTRICA. LA FACUL-
TAD DEL SECRETARIO DE HACIENDA Y CRÉDITO PÚBLICO PARA FIJAR LAS TARIFAS DE
SUMINISTRO Y VENTA DE ESTE SERVICIO NO VIOLA EL ARTÍCULO 73, FRACCIÓN X,
CONSTITUCIONAL. El artículo 73, fracción X, constitucional, otorga al Congreso de la
Unión la facultad exclusiva para legislar en materia de energía eléctrica. Asimismo, los ar-
tículos 31, fracción XV, de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y 30 y 31
de la Ley Orgánica del Servicio Público de Energía Eléctrica, facultan al secretario de Ha-
cienda y Crédito Público para fijar tarifas conforme a las cuales se determinarán los precios
por el suministro y venta de energía eléctrica, así como para establecer su ajuste, modifica-
ción o reestructuración conforme con el procedimiento establecido en el último de los pre-
ceptos citados. Ahora bien, esta facultad no viola el artículo 73, fracción X, constitucional,
toda vez que la fijación de dichas tarifas no implica, en modo alguno, que esté legislando
sobre la materia, sino aplicando la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica expedida,
precisamente, por el Congreso de la Unión en uso de la facultad legislativa señalada”, Ga-
ceta del Semanario Judicial de la Federación, México, SCJN, octava época, tesis P./J.
33/92, t. 57, septiembre de 1992, p. 20.
29 Op. cit., nota 24, p. 265.
sólo son parte de la relación contractual pública que subyace a los servicios
y obras de tal naturaleza, sino que su existencia constituye una condición
esencial para la existencia misma de un determinado servicio.
33 “La tarifa en los servicios públicos (del rate of return al price-cap)”, en Botassi, Car-
los A. (dir.), op. cit., nota 10, p. 202.
34 Idem.
36 Idem.
37 La organización del desgobierno, Barcelona, Ariel, 1984, p. 79.
Entre aquellos pilares básicos sobre los cuales sólo la participación pue-
de llegar a ser, se encuentra el derecho al libre acceso a toda la información
pública.
39 Gordillo, Agustín, Tratado de derecho administrativo., 8a. ed., Buenos Aires, Funda-
ción de Derecho Administrativo, 2003, t. 1, cap. II, p. 15.
1. La garantía de audiencia
A los actos por los cuales el Secretario de Hacienda y Crédito Público fija las ta-
rifas para el suministro y venta de energía eléctrica de conformidad con los ar-
tículos 31, fracción XV de la Ley Orgánica de la Administración Pública Fede-
ral y 30 y 31 de la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, no les es
aplicable la garantía de audiencia, porque el acuerdo por el cual éstas se fijan no
es un acto de autoridad que ocasione molestias a los particulares en su vida, li-
bertad, propiedades, posesiones o derechos, sino un acto interno de un organis-
mo por el que se establecen las bases conforme a las cuales se determinará uno
de los elementos del contrato de suministro de energía eléctrica. La fijación de
dichas tarifas no depende de la voluntad o de la capacidad económica de los
consumidores, sino de los costos de generación, distribución, suministro y ven-
ta de servicio, así como el estado financiero del organismo prestador del servi-
cio.42
tucional de los últimos años. En ellas se habilita un espacio para que expre-
sen su opinión todos aquellos que pueden tener algún interés en el tema que
las convoca.43
El objetivo de esta instancia consiste en que la autoridad responsable de
tomar una decisión acceda a las distintas opiniones en forma simultánea y
en pie de igualdad a través del contacto directo con los interesados y que,
luego de finalizada la audiencia, dicha autoridad indique si efectivamente
ha tomado en cuenta los puntos de vista de la ciudadanía o, en el caso de
que los haya desestimado, fundamente sus razones.
Todo acto de gobierno debe ser público. Esto significa que sus diferen-
tes pasos deben estar abiertos al conocimiento directo e inmediato de la po-
blación en general, permitiendo que sus miembros ejerzan el control debi-
do. Estos puntos mencionados —participación ciudadana en las decisiones
cuyas consecuencias afectan directamente a toda la ciudadanía y control
sobre las políticas gubernamentales que materializan esas decisiones— de-
finen a la democracia. Y son instituciones como las audiencias públicas las
que hacen que la democracia sea no sólo un discurso, sino también el fun-
damento permanente que dirija la elaboración de políticas públicas.
La audiencia pública viene así a adquirir un doble significado político y
jurídico. El primero respecto a la calidad de abierto al conocimiento públi-
co de los actos estatales; el segundo, a la participación del público como
parte en el procedimiento, no como espectador, sino como actor princi-
pal.44
Por otra parte, y tal como se ha afirmado, el carácter público de las au-
diencias se presenta en un doble sentido. En primer lugar, por la publicidad
y transparencia que conlleva todo el procedimiento, y en segundo término,
por la posibilidad de acceso y participación a través de la oralidad que ca-
racteriza al mismo, del público en general y de todos los sectores interesa-
dos que sean reconocidos como parte.
Ello nos lleva a pensar que el objetivo de la audiencia se cumple en la
medida en que el usuario tiene oportunidad de escuchar las distintas postu-
ras y de exponer las suyas antes de que se tome una decisión sobre materias
de su interés.
VI. CONCLUSIÓN
45 El Estado regulador y el nuevo mercado del servicio público. Análisis jurídico so-
bre la privatización, la regulación y los entes regulatorios, Buenos Aires, Depalma,
1999, p. 174.
Por otra parte, la tarifa, entendida como el mero listado de precios y ta-
sas de servicios, y cuya naturaleza ha sido calificada por la doctrina como
acto administrativo de alcance general, está sujeta a lo dispuesto por la Ley
Federal de Procedimiento Administrativo; es decir, debe ser sometida al
dictamen de la Comisión Federal de Mejora Regulatoria, que ya genera
costos para los particulares.
Consideramos que atendiendo lo dispuesto por el artículo 14 de la Cons-
titución federal, que contiene implícita la garantía de audiencia a favor de
los administrados, las audiencias públicas resultan como el medio mejor y
más idóneo para cumplir con la obligación que establece el artículo 69-J de
la Ley Federal de Procedimiento Administrativo, de escuchar “las opinio-
nes que en su caso reciba la Comisión [Federal de Mejora Regulatoria] de
los sectores interesados”, para que se cumpla con el principio de que las ta-
rifas deben ser justas y razonables.46
Por ello, la realización de audiencias públicas para debatir y escuchar a
todas las partes interesadas en la elaboración de las tarifas del servicio pú-
blico de energía eléctrica sería la forma más transparente de la elaboración
no sólo de las tarifas, sino de cualquier norma de carácter general dictada
por la administración pública, y la forma de dar cumplimiento a los princi-
pios constitucionales de audiencia y de defensa.
Por último, pensamos con Pablo M. Fernández Lamela, que
Añadiríamos, por nuestra parte, que también sería una garantía de au-
diencia en los términos previstos en los invocados artículos 14 constitucio-
nal y 69-H de la Ley Federal de Procedimiento Administrativo.