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LA GRANDEZA DE LA MISIÓN DEL LAICO

Dios por medio de su evangelio nos invita a seguirlo no solo como sacerdote, religioso sino
también desde la parte laical, teniendo en cuenta que el laico en la iglesia no es solo una
persona que ayuda en la iglesia o que participa en la misa, es aquel que por medio de su
testimonio demuestra a los demás que Dios está presente en todos lo ámbitos de la vida.

Así nos lo hace saber el Señor desde el Evangelio que nos invita a seguirle y confiar en él.

Es por eso, que el laico más que un servidor es la persona que acompaña la comunidad
desde su ejemplo de vida a los demás y es de esa manera que da vivo testimonio de la
Resurrección de Jesús y de un Dios que es amor y misericordia hacia la humanidad.

El laico es la persona que acompaña al sacerdote a formar comunidades y pastorales para


el bien y servicio del barrio, de la zona, de los habitantes y es de eso que doy mi testimonio
siendo yo catequista, formadora de monaguillos y líder del grupo vocacional tengo la misión
y la tarea de orientar con entusiasmo, fe, espiritualidad y amor, a los que Dios pone en mi
camino laical dando mi ejemplo como mujer y ser humano para que los demás tomen un
modelo para sus vidas.

Además, es una responsabilidad, porque el guiar al otro significa que cumplo con lo que dijo
y soy fiel a lo que anunció sin tener incoherencias en la vida, es ir junto al otro donde muy
seguramente el sacerdote o la religiosa no puede llegar como al ámbito escolar, laboral, de
vecindario, áreas sociales y demás. Y es un compromiso a evangelizar exactamente en
esas áreas donde día a día se encuentra caminando el laico y haciendo su diario vivir.

El laico está llamado a sembrar vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras ya que


cada vez que orientan a un niño o a un joven por los senderos de la paz del Señor, le están
impregnando de ese amor de Dios, pero además, cada vez que en la iglesia doméstica que
es el hogar de habla del Señor y se vive en nombre de él se le está dejando una inquietud a
los más pequeños de la familia para ir al encuentro de Jesús.

Por último, el laico siempre debe ser feliz aunque en su vida llegue la oscuridad, es el
recordar que Cristo está con sus elegidos y nadie nos arrebatará del amor de Dios y el más
claro y vivo ejemplo es dar felicidad a los demás y contagiarla al mundo, además de tener
siempre el servicio y la disposición de ir al encuentro y caminar con el otro en este tiempo
de sinodalidad.

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