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TEXTOS BÁSICOS

TEXTO 1
Los signos de apertura son como el catarro: hay que quitárselos de encima lo
antes posible. En la segunda edición de la Ortografía de la Real Academia
Española de 1754 se justifica la existencia del signo de apertura: «Hay
periodos o cláusulas largas en que no basta la nota que se pone al final y es
necesario desde el principio indicar el sentido y tono interrogante con que debe
leerse». La razón, entonces, es la entonación. Pero una oración no altera su
sentido si desde el principio no anunciamos su intención. La ausencia de los
signos de apertura en todas las otras lenguas es prueba inapelable de su
irrelevancia. ¿Acaso los lectores del inglés o del francés son más hábiles para
entender el contexto que los del español? Una guía para la entonación no
debería ser el pretexto para entorpecer el lenguaje escrito con más signos de
puntuación. A esta condición didáctica del signo de apertura se agrega una
cuestión de orgullo diferenciador. Para muchos hispanohablantes el signo de
apertura es una peculiaridad simpática de nuestra lengua, una característica
que la distingue de las demás. Pero las lenguas no crean reglas para
distinguirse. Su objetivo es ser eficientes.

TEXTO 2
¿De verdad cree que los símbolos de apertura son un estorbo para la
inmediatez de la vida moderna y su informatización? Si el inglés no los
necesita, ¿por qué así el español? Para empezar, incluso en el inglés, a veces,
pueden surgir problemas por la falta de signos de exclamación de apertura,
debido a que la estructura de algunas oraciones exclamativas puede ser, como
en castellano, idéntica a las enunciativas, que no tienen ningún tipo de signo.
Por otro lado, de forma general, en inglés se entiende que la interrogación y la
exclamación empiezan tras la última pausa ortográfica. ¿Quiere esto decir que
no podemos introducir una coma en una interrogación o en una exclamación?
Seguramente no. No obstante, en situaciones en que aparezca esa pausa
dentro de la estructura interrogativa o exclamativa, deberemos atender al
contexto, ralentizar la lectura y bregar por la comprensión, y ahí radica el
problema. Es decir, deberemos invertir más tiempo para comprender un
enunciado que fácilmente podríamos descifrar si se hubieran empleado los
signos de apertura. Por ello, creo que la ausencia de signos de exclamación e
interrogación de apertura del inglés no es sino una desventaja que, no
obstante, estamos copiando.
TEXTO 3
Para Oscar Conde, doctor en Letras, escritor, profesor e investigador del
lunfardo, el lenguaje inclusivo «es un fenómeno al que merece prestársele
atención», pero que «recién está comenzando». El lenguaje inclusivo busca
reflejar, de alguna manera, la inclusión de todos los géneros, hablando no solo
de masculino o de femenino, sino de todas las sexualidades que actualmente
existen, a través de la flexión de los sustantivos, los artículos y de algunos
adjetivos. Es decir, el lenguaje inclusivo trata de abarcar a todas las personas,
lo cual, según el especialista, «es un paso positivo, un avance más hacia la
igualdad de todos los géneros».
«Las academias siempre van detrás de los cambios que se producen en el
lenguaje. Más que aceptar, lo que deberíamos hacer los lingüistas es explicar
los fenómenos. A los hablantes no les importa si aceptamos un lenguaje o no»,
remarcó.
Sin embargo, Conde cree que es un poco prematuro que los principales medios
de comunicación incorporen el lenguaje inclusivo en sus Manuales de Estilo,
porque tiene un uso bastante minoritario y restringido. Al respecto reconoce
que «los cambios siempre se producen primero en la oralidad, en el habla, y
luego pasan a la letra escrita».

TEXTO 4
El escritor canadiense Steven Pinker, sobre la aparición del lenguaje inclusivo,
manifestó: «Decir él o ella en lugar de decir solo él es razonablemente natural.
Pero el intento de reemplazar el pronombre él o ella por un tercer pronombre es
más difícil, a las demás personas les va a parecer introducción burocrática en
su vida cotidiana. Seguramente va a ser resentido».
No obstante, se mostró permeable a los cambios que se dan en el habla, pero
diferenció entre una parte que está "abierta", y es la de verbos y sustantivos,
que «cambian constantemente, se inventan nuevas jergas, nuevas maneras de
expresarnos», y una parte "cerrada", que es la de la sintaxis, los pronombres y
los artículos. «Sí cambia con el paso de la historia, pero no con el transcurso
de una vida», añadió Pinker respecto de la parte cerrada.
En lo referente a las discusiones de género, el escritor consideró: «El lenguaje
se debería acomodar a la idea de igualdad de género, pero, como todo, en el
lenguaje hay concesiones y si se siente como algo muy intrusivo, puede
generar rechazo».

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