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La importancia de la onomatopeya

Las diferencias entre las onomatopeyas de cada idioma son un tema que no interesa a muchas
personas, dado que lo notan principalmente quienes estudian una lengua extranjera, pero
esconden un fenómeno digno de ser discutido en profundidad.

En primer lugar, es importante resaltar que no todos los idiomas disponen de los mismos
sonidos.

Por ejemplo, nuestra pronunciación de la letra “r” es muy diferente de la que recibe en inglés
o en japonés; en este último caso, la distancia es aún mayor, dado que en Japón se utilizan
otros alfabeto y no poseen un carácter específico para la “r”, sino que la combinan con una
serie de vocales, también diferentes de las nuestras.

Habiendo aceptado y entendido la diversidad sonora que existe en el mundo, es entendible


que no todos hayamos podido representar los sonidos de la naturaleza de la misma forma.

Pero esto nos lleva a preguntarnos algo que, quizás, también pasa desapercibido: ¿está
nuestra capacidad auditiva limitada por las características de nuestro idioma? Es decir, ¿oye
igual un irlandés que un español? La respuesta, nuevamente, requiere de un cierto trasfondo
teórico.

Nuestro cerebro tiene la habilidad (y quizás, la necesidad) de completar los espacios en


blanco con información generada por él mismo; en otras palabras, podría entenderse como
una función que intenta hacernos sentir a gusto, aun cuando no sepamos qué está sucediendo
a nuestro alrededor.

Si escuchamos durante unos minutos una conversación en un idioma que no entendemos, es


probable que comencemos a percibir ciertas palabras en nuestra lengua, o incluso algunas
onomatopeyas; el cerebro quiere entender.

Por esta razón, si una persona que no puede pronunciar la sílaba “cro” oye el croar de una
rana, se espera que tampoco lo perciba como alguien de habla hispana. Su cerebro buscará la
opción más cercana, haciendo uso de los sonidos disponibles en el o los idiomas que conozca,
y ésta resultará convincente para el individuo.

En resumen, nuestra primera estructura lingüística nos arma de herramientas para entender y
comunicar lo que vemos, oímos y sentimos, pero aquello que tiene sentido en nuestra mente,
puede ser absurdo o inexistente en la ajena.

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