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Más sobre la soltería

Simplemente es un buen don

Casi siempre pasamos por alto un hecho radicalmente contracultural: que el Señor Jesús, siendo
un hombre de treinta años de edad en Palestina, haya sido soltero. Según las tradiciones judías, la
edad para casarse era a los dieciocho años; si un hombre tenía veinte y no se había casado
todavía, se consideraba maldito.1 Esto también se aplicaba a maestros y rabinos reconocidos por la
sociedad, como Jesús; se esperaba que los rabinos se casaran. Sólo se sabe de un rabino de
aquella época que no se casó, y recibió muchas críticas por ello.2

En el Nuevo Testamento, el Señor Jesús habló dos veces sobre el tema de la soltería; ambas fueron
como respuesta a preguntas que no se relacionaban específicamente con la soltería. En estas dos
respuestas, las profundas palabras del Señor Jesús son indispensables para comprender la soltería
bíblicamente, a la luz de la gran historia de Dios; particularmente en relación con nuestros seres
queridos que tienen atracciones por el mismo sexo.

“Aceptar” la soltería

En Mateo 19:3-9, Jesús reprende a los fariseos por su intento de discutir sobre el matrimonio,
divorcio y segundo matrimonio. En la discusión, Jesús tiene la última palabra y afirma lo siguiente:
“cualquiera que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de inmoralidad sexual, y se casa con
otra comete adulterio”. Aunque sus oyentes en general tenían opiniones más o menos
conservadoras sobre el matrimonio y el divorcio, la postura tan estricta de Jesús en cuanto al tema
de volverse a casar era una idea nueva, sin precedentes.3

No es de sorprenderse que sus discípulos reaccionaran a las enseñanzas tan radicales de su


maestro con este comentario: “Si así es el caso del hombre con su mujer, no conviene casarse” (v.
10). El cinismo implícito en esa opinión es este: ¿Realmente estás diciendo que es mejor no
casarse? Están ofreciéndole a Jesús una opción para retractarse de su postura tan rígida y para dar
un consejo más práctico y moderado, algo que haga más atractivo al matrimonio.4

Pero Jesús responde de un modo que nos parece enigmático y muy peculiar:

No todos son capaces de aceptar esta palabra, sino aquellos a quienes les está
concedido. Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de la madre, hay
eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se
hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que puede aceptar esto, que lo
acepte. (vv. 11-12)
En vez de defender al matrimonio, Jesús sorprende con una declaración inesperada que afirma la
soltería: un punto que es necesario discernir mejor con un mayor acercamiento.

En su significado literal, la palabra eunuco no tiene nada que ver con el matrimonio.
¡Especialmente el acto de hacerse eunuco a sí mismo! Pero los discípulos sabían que Jesús era un
experto en el uso de metáforas y seguramente sabían que estaba usando una figura idiomática. En
el mismo Evangelio, unas páginas antes, Jesús exhortó a que los pecadores se sacaran un ojo y se
cortaran una mano o un pie (Mateo 5:29-30; 18:8-9). Sin excepción, cada vez que los Evangelios
hablan de automutilarse se está usando lenguaje figurado, y también es así en este pasaje.

La palabra griega eunouchos ya había desarrollado connotaciones más amplias que su significado
literal, de “hombre castrado”. Llegó a referirse incluso a un animal que no tenía descendencia o a
una planta que no daba frutos ni semillas.5 En el contexto de este pasaje, sobre la alternativa de
casarse o no, el eunuco es una metáfora para referirse a un individuo no casado, incapaz de tener
descendencia. Tanto el que es eunuco “desde el nacimiento” como el que fue hecho por el
hombre, representan casos que involuntariamente son solteros, mientras que el eunuco que se ha
hecho a sí mismo representa a quienes voluntariamente eligen dejar de lado el matrimonio y la
posibilidad de tener hijos “por causa del reino de los cielos”.6

Con esta explicación, veamos de nuevo la forma en que Jesús introduce sus afirmaciones sobre
estos eunucos en Mateo 19:11: “No todos son capaces de aceptar esta palabra, sino aquellos a
quienes les está concedido”. La palabra griega que se traduce “aceptar” significa literalmente
“hacer lugar para algo”; y así se usa en 2 Corintios 7:2, “recíbannos”. Se refiere a hacer lugar en la
mente y el corazón. En otras palabras, no todos pueden entender, comprender ni aceptar este
dicho.7

Y cuando Jesús habla de aceptar o entender “esta palabra”, ¿a qué se está refiriendo? Es lo que
sus discípulos acaban de mencionar en el v. 10: “Si así es el caso del hombre con su mujer, no
conviene casarse”.8 Es útil reconocer que la palabra griega que se traduce “convenir” también
puede significar “ser ventajoso”. Por lo tanto, el dicho de Jesús en el v. 11 podría leerse así: “No
todos pueden entender este dicho –que es más ventajoso no casarse—sino sólo aquellos a quienes
se les es dada esa comprensión.”

Jesús no está afirmando que la soltería sea comparativamente mejor que el matrimonio, como tal
vez algunos creen; más bien, a la luz del reino de los cielos, la soltería es ventajosa tal como el
matrimonio también es ventajoso. Esa era la realidad: ningún judío del primer siglo tendría que
convencerse que el matrimonio era ventajoso. Sin embargo, muy pocos podían entender la
enseñanza bíblica sobre las ventajas de la soltería a la luz del reino de los cielos.

Las palabras de Jesús en el v. 11 nos ayudan a comprender la conclusión del v. 12: “El que puede
aceptar esto, que lo acepte”. En este punto muchos cometen el error de decir que Jesús está
haciendo una distinción entre los que tienen la capacidad o el don de no casarse y los que no. Pero
ese no es el punto. Lo que se acepta no es una capacidad o don de continencia, sino el “dicho”, la
afirmación de que la soltería es algo bueno. En otras palabras, el único don aquí es el don de
entender.

La conclusión del Señor Jesús en el v. 12 puede leerse así: “Que todos los que puedan entender
este dicho –que es ventajoso no casarse—lo entiendan”. Es una resonancia del desafío similar
sobre el reino de los cielos en Mateo 13:9: “El que tiene oídos, que oiga”.9

En Mateo 13:10, sus discípulos le preguntan a Jesús por qué se dirigió en parábolas a la multitud, y
su respuesta incluye una referencia a Isaías 6:9: “De oído oirán, y nunca entenderán; y mirando
mirarán, y nunca verán” (Mateo 13:14). Fundamentalmente, el no oír era un signo del juicio de
Dios.10

Los que no oyen son parte de la multitud que no sabe discernir, mientras que los que oyen son
verdaderos discípulos de Cristo.11 Nuestro Señor nos está invitando a todos los que tenemos oídos
para oír, que “aceptemos” y entendamos que la soltería es algo bueno. No todos están llamados a
renunciar voluntariamente al matrimonio, pero sí todos estamos llamados a “aceptar”, a entender
y afirmar que la soltería, voluntaria e involuntaria, es algo bueno.

Si tenemos presente todo el pasaje (Mateo 19:3-12), vemos que Jesús abiertamente está
afirmando que son buenos tanto el matrimonio bíblico como la soltería bíblica.

Solteros en la eternidad

En Lucas 20, los saduceos “que niegan que haya resurrección” (v. 27) intentan poner una trampa a
Jesús con un cuento muy extraño. En otro capítulo ya hemos visto este episodio en un texto
paralelo (Mateo 22). El mayor de siete hermanos se casa con una mujer pero muere sin tener
descendencia. La viuda pasa por todos los hermanos hasta el más joven, y todos murieron sin
tener descendencia. Finalmente, la mujer también muere.

En su intento de confundir a Jesús, los saduceos le preguntan: “En la resurrección, puesto que los
siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer?” (Lucas 20:33). Al reducir este relato a
una conclusión absurda, intentan demostrar que no hay resurrección. Siete hombres que
comparten una misma esposa es algo que ridiculiza la idea de la resurrección. Aquí tenemos la
respuesta de Jesús:

Los hijos de este mundo se casan y se dan en casamiento. Pero los que son tenidos por
dignos de alcanzar aquel mundo venidero y la resurrección de los muertos no se casan ni
se dan en casamiento. Porque ya no pueden morir pues son como los ángeles, y son
también hijos de Dios siendo hijos de la resurrección. (vv. 34-36)
Incorrectamente, los saduceos suponen que la vida resucitada será idéntica a la vida de este
tiempo. Jesús hace un contraste entre los hijos de este mundo, que “se casan y se dan en
casamiento”, con los hijos de la resurrección, que “no se casan ni se dan en casamiento”. Este
tiempo sencillamente no es igual al tiempo que viene. El especialista en Nuevo Testamento,
Darrell Bock, nos dice que “casarse y darse en casamiento no forman parte de esa existencia
futura”.12

Aunque la diferenciación sexual como hombres y mujeres es algo que va a continuar hasta la
eternidad, el matrimonio tal y como lo conocemos sí va a terminar. Si el matrimonio ya no existirá,
entonces también terminará toda relación sexual, porque el sexo bendecido por Dios ocurre sólo
dentro del matrimonio. Y si ya no habrá relación sexual, entonces también terminarán todos los
deseos sexuales, porque en la realidad de la consumación ya no habrá más deseos insatisfechos
(Apocalipsis 21:4).

Sin embargo, esto no significa un retorno a la sexualidad edénica, anterior a la Caída, sino que es el
cumplimiento del plan original de Dios. Así como la consumación del matrimonio da como
resultado un cumplimiento pleno, también la consumación de la expresión sexual y de los deseos
sexuales da como resultado un cumplimiento pleno. La sexualidad, como la conocemos hoy en día,
llegará a su fin.

Que esta verdad pueda asentarse bien en nuestra mente. El sexo y el matrimonio no son
instalaciones permanentes en la gran historia de Dios. Dios creó la institución del matrimonio para
lograr un propósito: que la humanidad “sea fecunda y se multiplique” (Génesis 1:28). En la nueva
creación no habrá más necesidad de “ser fecundos y multiplicarse”.

Cuando el misterio del matrimonio se revele y se manifieste en la cena de las bodas del Cordero
(Efesios 5:32; Apocalipsis 19:6-9), ¡la sombra del matrimonio terrenal dará paso a la realidad
última de la unión plena entre Cristo y la iglesia! Nuestros anhelos de compañía, que son
satisfechos parcialmente en el matrimonio (Génesis 2:18-25), serán plenamente satisfechos por
Dios y por la verdadera y eterna familia de creyentes.13

El que no haya matrimonio ni sexo no significa que la vida y las relaciones en la resurrección
tendrán un nivel más bajo que el de este tiempo presente. El cielo no consistirá en una existencia
ascética de negaciones y renuncias. Al contrario. En la vida consumada, los elegidos vivirán en la
plenitud de la gloria de Dios, adorando juntos con el cuerpo de Cristo y experimentando un tipo de
existencia mucho más grande que todo lo que hay aquí y ahora. La falta de matrimonio en el cielo
significa que no hay ninguna relación humana que pueda compararse ni llegar a ser siquiera un
destello momentáneo ante la brillantez deslumbrante de nuestro asombroso y todopoderoso
Dios.14

Hay que decirlo de nuevo: en vez de pensar que la soltería es un estado temporal antes del
matrimonio, hay que pensar que el matrimonio es un estado temporal antes de la eternidad. La
presencia de gente casada y soltera en la iglesia nos recuerda que estamos en medio de los
tiempos. Como lo explica Barry Danylak: “La gente casada es necesaria porque la iglesia todavía
forma parte de este tiempo presente, pero la gente soltera nos recuerda que la era venidera,
espiritual, ya ha sido inaugurada en Cristo y espera su consumación inminente”.15

¿Quién dijo: “es bueno”?

El texto más extenso en las Escrituras sobre el tema de la soltería consiste en la enseñanza de
Pablo en 1 Corintios 7. Las palabras de Pablo son cruciales a la hora de examinar la teología bíblica
de la soltería. Como casi siempre, este capítulo no carece de sus retos de interpretación,
comenzando por la segunda mitad del versillo 1: “En cuanto a las cosas de que me escribieron,
bueno es para el hombre no tocar mujer”.

Esta sentencia, ¿proviene de Pablo o de los corintios? El consenso de los expertos parece ser que
la segunda mitad no proviene de Pablo; más bien, está citando la carta que anteriormente le
escribieron los corintios. Y algunas traducciones bíblicas colocan la frase entre comillas para
aclarar mejor el punto. Sin embargo, insertar comillas es una decisión de interpretación, porque
ese signo de puntación no está presente en los manuscritos griegos.

Los que proponen que esas palabras no son de Pablo sino de los corintios creen que había un
grupo pequeño de cristianos con un celo exagerado, y que menospreciaban el matrimonio y las
relaciones sexuales; Pablo debía corregir esa postura extrema de ascetismo. Su argumento se basa
en la supuesta imposibilidad de que Pablo haya escrito esta declaración: “bueno es para el hombre
no tocar mujer”.16

¿Y por qué es importante esto? Si los corintios estaban promoviendo la continencia absoluta: nada
de matrimonio y nada de sexo, Pablo tenía que corregir ese error animándoles a casarse y a
disfrutar del sexo en el matrimonio. Esto es bueno, ¿o no? Ciertamente, el matrimonio y la
intimidad marital son algo bueno, pero esto implicaría que lo opuesto –la soltería en castidad—no
es algo bueno. Pero es algo bueno sólo para unos cuantos que “son llamados” y tienen “el don”.

Al examinar mejor el texto, vemos que la carta de Pablo contiene poca evidencia en cuanto a que
el ascetismo haya sido un problema en ese recién formado grupo de creyentes. Los creyentes
corintios se gloriaban de tener un caso de incesto y también frecuentaban prostitutas (5:1; 6:15), y
Pablo los exhortaba a “huir” y a “no practicar la inmoralidad sexual” (6:18; 10:8). También, este
grupo de creyentes estaba formado por muchos que habían sido adúlteros, sexualmente
inmorales, y que practicaban la homosexualidad (6:9, 11).

Resulta que la iglesia de Corinto estaba compuesta por una mayoría de gentiles convertidos, y es
muy probable que todavía no se deshacían de su cosmovisión secular sobre el matrimonio, la
sexualidad y la soltería.17 En el mundo grecorromano, las prostitutas otorgaban placer, y las
esposas simplemente proveían descendencia.

Las esposas y los hijos se percibían como una carga. En el primer siglo, el matrimonio y la
paternidad no estaban de moda, y los hombres seguían viviendo su vida de desenfreno. Algunos
hombres casados tenían sexo con prostitutas y no con su esposa, para no embarazarla, y así no
tener la responsabilidad de cargar con más hijos legítimos (7:2-5).18

Hay quienes han propuesto que en la iglesia de Corinto convivían lado a lado los inmorales y los
ascéticos.19 Pero es muy poco probable que dos estilos de vida tan diametralmente opuestos
pudieran coexistir en un grupo de creyentes no tan grande.20 Y no hay señales en el texto que
indiquen que Pablo haya cambiado su discurso, del grupo de los inmorales en el capítulo 6 al
grupo de los ascéticos en el capítulo 7. Además, el uso de la palabra porneia (inmoralidad sexual)
en 6:18 y 7:2 sugiere más bien la continuidad y no la discontinuidad entre los dos capítulos.

Entonces, ¿cuál era el problema en Corinto? Los corintios, sexualmente inmorales, tenían un
entendimiento secular y pagano de la sexualidad y creían la mentira de que el matrimonio y los
hijos eran una carga.21 Pablo animaba a los hombres no casados, que vivían en promiscuidad, a
considerar el matrimonio –el único contexto apropiado para la relación sexual (7:2). Y desafiaba a
los casados –particularmente a los hombres que practicaban relaciones extramaritales y evitaban
tener sexo con su esposa—a que fueran fieles y dejaran de negarle a su esposa sus derechos
conyugales (7:3-5).

Es decir, que Pablo estaba exhortando a los creyentes en Corinto a vivir la sexualidad santa –
castidad en la soltería y fidelidad en el matrimonio. Y tanto una como la otra son algo bueno. ¿Y
qué del don que Pablo menciona en este capítulo? ¿Exactamente qué es, y qué no es?
Un regalo malentendido

Los regalos forman parte inseparable de nuestra vida: cumpleaños, Navidad, aniversarios,
graduaciones, bodas, bebés, y la lista sigue y sigue. Cada año recibimos muchos presentes, y con
toda honestidad, hemos aprendido a evaluar y clasificar cada regalo que recibimos. Nos quedamos
con los buenos y retornamos o reutilizamos los demás. Desafortunadamente, esta mentalidad ha
hecho que nuestro entendimiento de los dones de Dios sea erróneo y torcido.

En su gracia, Dios ha dado a los creyentes muchos dones inmerecidos: el Espíritu Santo (Hechos
2:38; 10:45), la justificación (Romanos 3:24; 5:15-17), la vida eterna (Romanos 6:23), y la fe
(Efesios 2:8). Además, una diversidad de dones que recibimos por el Espíritu Santo: sabiduría,
conocimiento, fe, sanidad, milagros, profecía, discernimiento, lenguas e interpretación, sólo por
nombrar algunos pocos (1 Corintios 12:8-11).

En 1 Corintios 7:7, Pablo –que no estaba casado—escribe lo siguiente: “Más bien, quisiera que
todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don procedente de Dios: uno
de cierta manera y otro de otra manera”. Tal vez este sea uno de los dones de Dios más
malentendidos y menos disfrutados. ¿Exactamente qué es? Antes de contestar, primero dejemos
claro lo que no es. Pero estemos listos. Probablemente será muy impactante darse cuenta de
cómo hemos malentendido este don.

Este don no es un llamado ni una vocación

Hay muchos que piensan que la soltería es un llamado y una vocación, según 1 Corintios 7, pero –
tal vez para su sorpresa—eso es incorrecto. Permítanme clarificar. La palabra vocación tiene sus
raíces en el vocablo latino vocatio, que significa “llamado”. La palabra griega que se traduce
“llamar” (kaleo) aparece nueve veces en 1 Corintios 7. Al observar específicamente el uso que
Pablo hace del verbo llamar, nos damos cuenta que no se refiere a un llamado a la soltería, sino
que denota el llamado a la salvación.22

¿Fue llamado alguien ya circuncidado? No disimule su circuncisión. ¿Ha sido llamado


alguien incircunciso? No se circuncide. La circuncisión no es nada, y la incircuncisión no es
nada; más bien, lo que vale es guardar los mandamientos de Dios. Cada uno permanezca
en la condición en que fue llamado. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes;
pero si puedes hacerte libre, por supuesto procúralo. Porque el que en el Señor es llamado
siendo esclavo, es hombre libre del Señor. De igual manera, también el que es llamado
siendo libre, es esclavo del Señor. Por precio fueron comprados; no se hagan esclavos de
los hombres. Hermanos, que cada uno se quede para con Dios en la condición en que fue
llamado. (vv. 18-24)
Más allá de este llamado a la salvación, se entiende que un llamado generalmente es algo dado
sólo a unas cuantas personas, para realizar un oficio o una tarea específica (Hebreos 5:4). La
soltería no es un oficio ni una tarea. Pero en 1 Corintios 7:18-24, Pablo escribe sobre ser
circuncidado o incircunciso, ser esclavo o ser libre. Como podemos ver, estas condiciones de vida
en realidad son muy comunes y corrientes. Por lo tanto, en este pasaje Pablo no está diciendo que
la soltería sea un llamado o vocación única para ciertas personas elegidas. Entonces, ¿qué está
tratando de comunicar Pablo cuando habla de esta condición de soltería y del llamado de
salvación? La respuesta se relaciona con lo que sigue a continuación.
Este don no necesariamente es para toda la vida

Ciertamente hay algunos cristianos muy devotos y piadosos que reciben un llamamiento especial
para vivir toda la vida en la castidad de la soltería. Sin embargo, la soltería que aparece en 1
Corintios 7 no es necesariamente del tipo permanente. Se supone que los versillos 17 y 24 se
refieren a soltería permanente: “Solamente que viva cada uno como el Señor le asignó” y “que
cada uno se quede para con Dios en la condición en que fue llamado”.

En su contexto, este pasaje (7:17—24) viene después de la explicación de Pablo sobre si un


creyente debe divorciarse de su cónyuge no creyente o seguir en lazo matrimonial (vv. 12-16). Así
como el creyente debe permanecer en la condición en que estaba cuando fue salvo, debe también
seguir casado con el cónyuge no creyente. La única cosa que es más importante que esta difícil
condición de vida para el creyente es su llamado a la salvación.

Pablo no está ordenando a los solteros a que se queden permanentemente en su estado de


soltería, sino que su conversión a Cristo ha eclipsado totalmente esa condición. El llamado de Dios
para salvación hace que cualquier necesidad de cambiar la condición personal –casado o soltero,
circuncidado o incircunciso, esclavo o libre—se haga esencialmente irrelevante. 23

Casi todos dicen que 1 Corintios 7 contiene las enseñanzas paulinas sobre el celibato. Richard Sipe,
autor de muchos libros sobre el celibato, lo define como una vocación permanente y elegida
libremente, de abstención del matrimonio y del sexo.24 Sin embargo, en 1 Corintios 7, la soltería no
es una vocación ni un llamado especial. Y Pablo tampoco está exhortando a la gente a que se
comprometa a ser soltera toda la vida.

La mayoría de los solteros cristianos que conozco no han sido llamados al celibato permanente,
sino que se encuentran en el estado más común de no haber elegido la soltería. Espero hablar de
este fenómeno, y por eso prefiero usar el término soltería (estado voluntario o involuntario) en
vez de celibato (vocación elegida libremente). Además, el término soltería representa más
fielmente el concepto griego agamos (no casado), utilizado por Pablo en todo el texto de 1
Corintios 7.

Muchos afirman que el celibato permanente es la única opción para los creyentes que tienen
atracciones por el mismo sexo. Si bien no promovemos el matrimonio bíblico como si fuera el
premio máximo en la vida (como lo han hecho en otros tiempos muchos ministerios para personas
homosexuales), tampoco debemos descartar la posibilidad de que Dios pueda hacer lo
improbable.

Exigir el celibato permanente para quienes tienen atracciones por el mismo sexo basándose en la
falsa premisa de que el matrimonio bíblico es imposible para ellos, es algo que no permite que
Dios sea Dios: el Único que tiene en sus manos el futuro. No hay nada malo en la oración que pide
que Dios nos provea una esposa o esposo. Pero debemos aprender de Cristo, en su oración del
huerto de Getsemaní: “pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lucas 22:42).

Lo mejor para los solteros es que vivamos con una mano abierta hacia Dios, para permitirle asignar
nuestra condición de vida de acuerdo a su sabiduría infinita y su abundante amor por nosotros.
Este don no es una capacidad especial para disfrutar la soltería

Muy seguido escucho la siguiente explicación en cuanto al don de soltería: si una persona está feliz
como soltera, entonces es que tiene el don; si quiere casarse, entonces no tiene el don. 25 Esto
reduce el don de Dios a un sentimiento o deseo subjetivo.26 El deseo de un don no significa que
alguien lo tenga, ni tampoco el disgusto con un don significa que alguien no lo tenga. Las
emociones humanas no pueden ser el factor decisivo para cualquiera de los dones de Dios.

En Efesios 2:8, Pablo explica que la fe es un don de Dios. Cuando los santos son perseguidos por su
fe y sufren por la causa de Cristo, sus emociones alegres no son el indicador de su gran fe.
Tampoco debemos ver el don de Dios como una forma de evitar el sufrimiento para llegar a ser
felices. La profecía también es un don (Romanos 12:6), pero muchos profetas de la antigüedad
experimentaron mucho sufrimiento y quebranto de corazón. A Dios no le interesa tanto nuestra
felicidad, sino nuestra santidad.

Este don no es la continencia

Un comentarista declara lo siguiente: “Si su deseo sexual está activo, simplemente es una señal de
que el celibato no es para esa persona”.27 Esto implica que sólo unos pocos que tienen el don de
continencia son capaces de practicar el autocontrol, y todos los demás son incapaces de resistir las
tentaciones sexuales y por eso deben casarse.

Pero el huir de la tentación sexual no es un don único o selecto de Dios. El Espíritu Santo mora en
todos los creyentes y es la razón y el medio por el cual se logra hacer morir al pecado.28 Incluso los
casados deben hacer morir las tentaciones sexuales ilícitas. El autocontrol no es un don espiritual,
sino un signo de madurez cristiana (Gálatas 5:23).

¿Acaso el matrimonio es el remedio para un hombre o mujer con adicción severa a la pornografía?
Muchas veces se han sacado de su contexto las palabras de Pablo: “mejor es casarse que
quemarse” (1 Corintios 7:9). Los corintios despreciaban el matrimonio y practicaban sexo
extramarital, y Pablo los amonesta por su falta de autocontrol y los motiva a considerar el
matrimonio como una buena opción.

En mis charlas con jóvenes universitarios y preuniversitarios, siempre les digo a las señoritas que si
su novio quiere casarse lo más pronto posible porque no quiere seguir “ardiendo en pasión”,
deben alejarse lo más pronto posible de un hombre con tan poco autocontrol. Y lo mismo se aplica
a los novios que sienten la presión de su novia que quiere casarse pronto para poder tener sexo.
Querer tener relaciones sexuales no es la razón correcta para casarse.

Una razón correcta para casarse debe ser que un hombre está dispuesto a darse a sí mismo por su
futura esposa, como Cristo lo hizo por la iglesia (Efesios 5:25), o que una mujer se da cuenta que
estar unida con su futuro esposo dará más gloria a Dios y amplificará exponencialmente su
efectividad para reflejar y proclamar juntos el evangelio. En pocas palabras, la falta de autocontrol
antes del matrimonio es equivalente a falta de autocontrol durante el matrimonio.
Este don no es un don espiritual

Pablo escribe en 1 Corintios 7:7: “cada uno tiene su propio don procedente de Dios”. Varias
palabras en el Nuevo Testamento tienen el significado de “don”; dos de las más comunes son
doron y dorea. Sin embargo, en este texto el apóstol utiliza una palabra diferente: charisma, que
se deriva de la palabra charis, “gracia”; por lo tanto, significa “don de gracia”.29

Pablo usa esta misma palabra para hablar de los dones espirituales, como la profecía, la
enseñanza, milagros, y sanidades (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:8-11, 28-31). En tiempos
pasados, llegué a pensar que este don de 1 Corintios 7:7 era un don espiritual. Pero al investigar
más, me sorprendí de mis hallazgos.

Cuando Pablo comienza su explicación en 1 Corintios 12, sobre los dones espirituales, deja muy
claro que no está hablando de dones normales; más bien, son asuntos espirituales (pneumatikos).
Además, estos dones espirituales son distintos a otros dones porque provienen del Espíritu Santo
(vv. 6-7). Sin embargo, cuando se trata del don de 1 Corintios 7, Pablo no hace mención del
Espíritu Santo.

Además, los dones espirituales de 1 Corintios 12 son funcionales –cada uno cumple una tarea
específica, un ministerio único en la iglesia. El don de profecía cumple la tarea de predicar, el don
de enseñanza, la tarea de enseñar, y así con los demás. Sin embargo, la soltería no tiene una tarea
específica en el ministerio; en la iglesia, los solteros pueden realizar prácticamente las mismas
funciones que los casados.30

Entonces, si este don de 1 Corintios 7:7 no es una vocación, ni una condición permanente de vida,
ni es un disfrute, ni continencia, ni don espiritual, ¿qué es? Simplemente es un don de Dios; en
otras palabras, la soltería es simplemente algo bueno. No es necesario complicar más el asunto.

Un don sencillo

En Romanos 6:23, Pablo dice: “Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”. Aquí Pablo escribe que la vida eterna es un carisma, la
misma palabra utilizada en 1 Corintios 7:7. La vida eterna no es una vocación a cumplir una tarea
específica, sino un estatus objetivo de haber sido “libres del pecado” (Romanos 6:22).

Además, en Romanos 5:16, Pablo dice: “Ni tampoco es la dádiva como el pecado de aquel uno
porque el juicio, a la verdad, surgió de una sola ofensa para condenación, pero la gracia surgió de
muchas ofensas para justificación”. Aquí el carisma es la justificación. Es un estatus objetivo de
haber recibido los méritos de la propia justicia de Cristo.

Estos dos dones –vida eterna y justificación—no son sólo para algunos cristianos sino para todos
los que han recibido el llamado a ser salvos. Aunque estos dones tienen un valor inexpresable, no
son “especiales” en el sentido de que los tengan sólo unos cuantos creyentes.

Este don mencionado por Pablo en 1 Corintios 7:7 no debe ser espiritualizado de más, y no
debemos hacer que el texto diga más de lo que dice. Sencillamente, la soltería es un regalo. Es
buena –nada especial, nada complicado, nada extraordinario. Es probable que Pablo con toda
intención no elabore más sobre este don porque no hay mucho que explicar.
La soltería es simplemente un regalo que es bueno. Cuando pensamos que la soltería es algún don
espiritual especial, seguimos buscando aspectos de la soltería o habilidades especiales que de
alguna manera la exaltan. Tal vez Pablo simplemente está diciendo que la soltería, por sí misma, es
buena.

Recordemos la afirmación de Pablo: “cada uno tiene su propio don procedente de Dios: uno de
cierta manera y otro de otra manera”. Albert Hsu, autor de Singles at the Crossroads [Solteros en
la encrucijada], explica que las palabras de Pablo aparentemente se refieren a dos dones
mutuamente excluyentes. Su conclusión es que Pablo está diciendo que la soltería es un don, y
que así lo es también el matrimonio; ¡y ambos son buenos!

No es uno mejor o peor que el otro. De hecho, la idea de que la soltería es cierto don “especial”,
crea un sistema falso de dos niveles para la gente no casada: los que poseen el don especial de
soltería son más espirituales; y quienes no lo tienen deben seguir esperando hasta casarse. 31

La realidad es que la mayoría se casa. Pero en un momento dado, habrá algunos solteros –que
nunca se han casado, o que enviudaron, o que se han divorciado. La soltería es un regalo para
todos al menos una vez en la vida. Como explica Pablo, sea cual fuere nuestra condición de vida –
casados, no casados, circuncidados, incircuncisos, esclavos, o libres—lo más importante es nuestro
llamado de salvación, lo cual relativiza todas las posibles dificultades de cualquier condición de
vida.

Algunos pastores se me han acercado para expresar su preocupación por mi énfasis en la bondad
de la soltería. Creen que refleja una mentalidad mundana que denigra el matrimonio y celebra el
estilo de vida sin compromisos que casi siempre va con la soltería.

Esos líderes casi siempre lamentan la abundancia de hombres jóvenes y solteros en la iglesia, que
son irresponsables, inmaduros y con miedo al compromiso. Esos pastores defienden con fuerza el
matrimonio y la familia. Creen que la solución debe estar en hacer que esos jóvenes dejen de
evadir sus responsabilidades y se casen.

Yo también lamento que haya en nuestras iglesias tantos hombres jóvenes irresponsables,
inmaduros y con miedo al compromiso. Y estoy de acuerdo que la celebración mundana de la
soltería secular –es decir, del salir temerariamente con una y otra pareja, y el practicar el sexo
prematrimonial—no sólo es algo incorrecto sino que es pecado. Sin embargo, no creo que la
solución primordial sea que esos jóvenes se casen lo más pronto posible. Eso podría ser un
desastre.

Lo que esos jóvenes necesitan es nacer de nuevo. Y si dicen que son cristianos, necesitan recibir
mentoría y ser desafiados a vivir piadosamente como discípulos maduros. El problema en realidad
no es la soltería. El problema consiste en no ser un verdadero seguidor de Cristo Jesús, para
convertirse en un hombre o mujer de Dios en verdad.

Ser soltero es un don, y estar casado es un don. Así como la salvación se entiende como un buen
regalo de Dios, tanto la soltería como el matrimonio son regalos buenos de Dios. ¿Cómo es
posible? Ser soltero es un don simplemente por nuestro glorioso y maravilloso llamado a seguir a
Cristo: ¡nuestro llamado inmerecido a la salvación!
Si eres soltero, a la luz de estas verdades puedes saber que tu soltería es un regalo de Dios. ¿Y qué
significa que tu soltería es un regalo de Dios? Pablo explica que estar soltero nos libera de ciertas
ansiedades para que podamos “agradar al Señor” (1 Corintios 7:32).

La soltería nos permite “atender al Señor sin impedimento” (v. 35), si así lo deseamos. Así como el
buen matrimonio da gloria a Dios, la buena soltería también da gloria a Dios. El asunto aquí no es
si acaso tienes el don, sino si es que te das cuenta que la soltería es algo bueno y para tu bien. La
soltería es una oportunidad de amar a Cristo y de servir a su iglesia con total dedicación, sin
impedimento.

Comprender la soltería como un don significa que no tienes que ser especial ni recibir un llamado
único para saber que el estado de soltería es algo bueno. También, puedes tener el don de la
soltería y también tener el deseo de casarte. El don de la soltería no necesariamente significa que
es para siempre. Tampoco significa que todo será fácil, o que siempre serás feliz. Va a ser difícil,
¡así como también estar casado tiene sus tribulaciones! Sin embargo, las pruebas y dificultades no
disminuyen la bondad de uno y otro estado civil.

Vivir la soltería como un don no significa que no vas a luchar contra las tentaciones sexuales o
contra la soledad. Ambas forman parte de la realidad de la vida, no sólo para el hombre o mujer
en soltería. El mensaje principal de Pablo en 1 Corintios 7 es que sea cual sea la condición de vida
en que estemos, casados o no casados, nuestra llamada a la salvación –nuestro llamado a seguir a
Cristo—es lo que importa más. Esta realidad debe ser nuestra firme ancla cotidiana para soportar
todas las tormentas de la vida.

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