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¿Cuál es el punto de vista bíblico?

¿Por qué se permitió la poligamia?


CUANDO Jesucristo estuvo en la Tierra declaró la norma de Dios con respecto al
matrimonio. Al preguntársele acerca de que un hombre se divorcie de su esposa
“por toda suerte de motivo,” Jesús replicó: “¿No leyeron que el que los creó desde
el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre
y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’? De modo
que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un
yugo, no lo separe ningún hombre.”—Mat. 19:3-6.
Por lo tanto, un cristiano verdadero no puede ser un polígamo. El apóstol Pablo,
en armonía con lo que dijo Jesús, escribió: “Que cada hombre tenga su propia
esposa y que cada mujer tenga su propio esposo.” (1 Cor. 7:2) Él también
aconsejó que “la esposa no debe irse de su esposo; pero si de hecho se fuera,
que permanezca sin casarse o si no que se reconcilie con su esposo; y el esposo
no debe dejar a su esposa.” (1 Cor. 7:10, 11) Pablo también escribió acerca de sí
mismo y de sus compañeros cristianos que llevaban la delantera como ejemplos:
“Tenemos autoridad para llevar en derredor a una hermana como esposa [no,
‘hermanas como esposas’], tal como los demás apóstoles y los hermanos del
Señor y Cefas, ¿verdad?”—1 Cor. 9:5.
Por eso, puesto que la norma de Dios para los cristianos es una esposa
o un esposo, ¿por qué permitió Dios que Israel, su antiguo pueblo del pacto,
tuviera más de una esposa?
Una breve historia de la poligamia
La poligamia no comenzó entre los que eran verdaderos adoradores de Jehová
Dios. El primer registro de poligamia tiene que ver con Lamec, un descendiente
del infiel Caín. (Gén. 4:19) Pero el siervo de Dios, Noé, solo tuvo una esposa, y lo
mismo fue el caso con sus tres hijos. (Gén. 7:13; 1 Ped. 3:20) El amigo de Dios,
Abrahán, solo tuvo una esposa, Sara. Pero Sara, por mucho tiempo estéril,
sabiendo que se le había prometido una “descendencia” a Abrahán, lo indujo a
tener relaciones con su esclava egipcia Agar, que así llegó a ser una concubina de
Abrahán. (Gén. 16:1-4) El hijo de Abrahán, Isaac, que más tarde le nació a Sara
por medio de un milagro, y que fue la “descendencia” prometida, solo tuvo una
esposa. (Gén. 21:2, 12; 24:67) Sin embargo, Jacob el hijo de Isaac tuvo dos
esposas, debido a una treta de parte de su suegro Labán. Jacob también tuvo
concubinas.—Gén. 29:21-29; 30:1-13.
Así es que cuando vino la Ley, no introdujo la poligamia ni el concubinato,
ni tampoco estimuló a estas prácticas. De hecho, la poligamia evidentemente
no era practicada por la mayoría en el Israel antiguo; estaba limitada
principalmente a los hombres más prominentes y acaudalados, aunque
no exclusivamente a éstos. (Jue. 8:30; 2 Cró. 11:21) El que los reyes tuvieran
muchas esposas era una especie de ‘símbolo de rango’ entre las naciones.—
2 Sam. 16:20-22.
Las referencias en los Salmos, Proverbios y Eclesiastés a matrimonios felices
parecen dar por sentado la condición de monógamo. “Regocíjate con la esposa de
tu juventud,” dice Proverbios 5:18. Y Eclesiastés 9:9 aconseja: “Ve la vida con la
esposa que amas todos los días de tu vida vana que Él te ha dado bajo el sol.”
(Compare con el Salmo 128; Proverbios 18:22; 31:10-31.) Además, se subrayó el
peligro de la poligamia en el siguiente consejo que Dios dio a los reyes: “Tampoco
debe él [el rey] multiplicarse esposas, para que no se desvíe su corazón.” (Deu.
17:17) El rey Salomón no hizo caso de esta advertencia, para pesar suyo.—1 Rey.
11:4-6.
La Ley mosaica desanimaba a la poligamia,
protegía a las mujeres
Las disposiciones de la Ley eran de tal índole que realmente desanimaban la
práctica de la poligamia. Cada vez que un hombre tenía relaciones sexuales con
su esposa quedaba inmundo, en un sentido religioso, por un día. (Lev. 15:16, 17)
Por eso, el tener relaciones con varias esposas resultaría en inconveniencias más
frecuentes para el hebreo, porque la inmundicia impedía que el hombre participara
en varias actividades. (Lev. 7:20, 21; 1 Sam. 21:3-5; 2 Sam. 11:11) Además, las
leyes de la herencia requerían que el hombre diera una herencia doble a su
primogénito, aunque éste fuera el hijo de la esposa menos amada. (Deu. 21:15-
17) En estos aspectos, la poligamia era indeseable.
Aunque se toleraba la poligamia, la Ley protegía a las mujeres, dándoles a las
mujeres hebreas una condición mucho más elevada y respetada de la que las
mujeres tenían en otras naciones. Si un hombre seducía a una joven virgen que
no estaba comprometida, tenía que casarse con ella, y nunca podría divorciarse
de ella. (Deu. 22:28, 29; Éxo. 22:16, 17) Si un hombre acusaba falsamente a su
esposa de no ser una virgen al tiempo de su boda, jamás podría divorciarse de
ella. (Deu. 22:13-21) Además, se requería que el polígamo proveyera el sustento y
diera el débito conyugal a la esposa menos amada. (Éxo. 21:10, 11) Una joven
virgen extranjera capturada en la guerra como esclava podía ser tomada por
esposa por el soldado que la capturó. Pero si después la despedía porque no se
deleitaba en ella, no la podía vender a otra persona. Tenía que dejarla ir libre
según ella quisiera. (Deu. 21:10-14) El permitir que los soldados se casaran con
las vírgenes capturadas era una bendición para estas jóvenes, debido a que de
otro modo no tendrían hogar ni amigos.
Además, un hombre no podía divorciarse de su esposa sin causa debida. Él tenía
que escribirle un certificado de divorcio formal. Esto requería una autoridad pública
como testigo y probablemente tendría que efectuarse ante los ancianos de la
ciudad, para darle autorización oficial. Esta disposición, junto con la ley de que el
hombre no podía volver a casarse con esta esposa si ella se casaba con otro
hombre que más tarde muriera o se divorciara de ella, servía para disuadir de los
divorcios apresurados o frívolos. (Deu. 24:1-4) Lo que es más, el certificado de
divorcio proveía evidencia legal de que la mujer se podía volver a casar. La
protegía del cargo de prostitución o adulterio.—Compare con Deuteronomio 22:13-
21.
“El tiempo señalado para rectificar las
cosas”
Así es que Dios, aunque reguló la poligamia, no consideró conveniente abolir la
costumbre entre su pueblo en aquel tiempo, tal como no abolió la esclavitud
aunque sí la reguló. Todavía no era tiempo para que él restaurara todas las cosas
a su norma perfecta. Según lo cita el escritor del libro bíblico de Hebreos, Jesús
dijo, en substancia, acerca de los muchos sacrificios animales ofrecidos por los
judíos: “Sacrificio y ofrenda no quisiste [Dios], pero me preparaste un cuerpo.”
(Heb. 10:5) El arreglo de la Ley para sacrificios animales era meramente una
sombra, no la realidad. Jesucristo dio el sacrificio verdaderamente satisfactorio
para quitar los pecados. El escritor habla acerca de los sacrificios y otros rasgos
de la Ley y dice: “Eran requisitos legales tocantes a la carne y fueron impuestos
hasta el tiempo señalado para rectificar las cosas.”—Heb. 9:10.
Por lo tanto, con la aparición de Jesucristo en la Tierra llegó el tiempo para
comenzar a rectificar las cosas. Él puso en claro la norma de Dios de la
monogamia, y la del divorcio bíblico solo a causa del adulterio. (Mat. 19:9) Cuando
los fariseos le preguntaron por qué Dios no exigió que Israel observara esta
norma, Jesús replicó: “Moisés, en vista de la dureza del corazón de ustedes, les
hizo la concesión de que se divorciaran de sus esposas, pero tal no ha sido el
caso desde el principio.”—Mat. 19:7, 8.
En armonía con lo que dijo Jesús, el profeta Jeremías, mucho antes, había
predicho un cambio en los tratos de Dios, cuando entrara en vigor el nuevo pacto
basado en el sacrificio de Cristo. Jeremías dijo: “‘¡Mira! Vienen días,’ es la
expresión de Jehová, ‘y yo ciertamente celebraré con la casa de Israel y con la
casa de Judá un nuevo pacto; . . . pondré mi ley dentro de ellos, y en su corazón la
escribiré.’”—Jer. 31:31-33; Heb. 10:16-18.
El nuevo pacto ablandaría la dureza de corazón de los que fueran introducidos en
él. La fe en el sacrificio de Cristo quitaría el estar consciente de los pecados, cosa
que los sacrificios animales nunca podrían hacer. La ley de este pacto no sería
algo meramente escrito en tablas de piedra. Estaría escrito en corazones. Les
daría conciencias limpias, lo que la Ley no hizo.—Heb. 9:13, 14.
Además, vemos que ni siquiera con la venida de Cristo fueron
rectificadas todas las cosas de inmediato. Después de enseñar a sus discípulos
por tres años y medio, Jesús les dijo la noche antes de su muerte: “Tengo muchas
cosas que decirles todavía, pero ustedes no las pueden soportar ahora.” (Juan
16:12) Las criaturas humanas, al tratar de ajustarse a la norma perfecta de Dios,
no pueden hacer todos los cambios necesarios en su vida de inmediato, todos en
un corto período de tiempo. Por ejemplo, los primeros hebreos cristianos tuvieron
que aprender mucho acerca de liberarse de muchas de las tradiciones judías.
Tuvieron que ser corregidos por el apóstol Pablo sobre el asunto de observar
ciertos días como más sagrados que otros, sobre el comer, la circuncisión, y así
por el estilo. Dios, amorosa y consideradamente, no juzgó conveniente cargarlos
con todos estos cambios de golpe.—Rom. cap. 14; Hech. 15:1-29.
Tal fue el caso con la poligamia. Debido a “la dureza del corazón” de los judíos
Dios no forzó un cambio. En ese momento no era la cosa importante. Como lo
explica el apóstol Pablo: “¿Por qué, pues, la Ley? Fue añadida para poner de
manifiesto las transgresiones, hasta que llegara la descendencia a quien se había
hecho la promesa.” “Sin embargo, antes que llegase la fe, estábamos guardados
bajo ley, entregados juntos en custodia, esperando la fe que estaba destinada a
ser revelada. Por consiguiente la Ley ha venido a ser nuestro tutor que nos
conduce a Cristo, . . . Mas ahora que ha llegado la fe, ya no estamos bajo tutor.”
(Gál. 3:19, 23-25) Dios hizo de los judíos una nación separada por medio de
darles la Ley. Pero hasta en Su reglamentación de la poligamia había una
distinción, porque ninguna de las naciones tenía leyes semejantes sobre el asunto.
El trato considerado de Jehová y el modo progresivo que tiene de guiar a su
pueblo son evidentes en este asunto de la poligamia. (Sal. 103:10, 14) Al elevar a
la humanidad del bajo sumidero del pecado, Dios tiene su tiempo para realizar
ciertos rasgos de su propósito. De hecho, se requerirá el reinado de mil años de
su Hijo Jesucristo para eliminar todos los efectos del pecado y para traer a la
humanidad a la condición perfecta, en que ya no sea estorbada por ningún
vestigio de “la dureza del corazón” y así pueda estar a la altura de la perfecta
norma de Dios en todo aspecto. ¡Cuán agradecidos debemos estar por su
paciencia y bondad inmerecida!—Rom. 8:21; 11:33-36.

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