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Estudio Bíblico IGLESIA en Casa

“EL SERMON DEL MONTE”


El código ético moral del verdadero discípulo de CRISTO
(Pr. Marcelo Leiva López)

Estudio N°6
EL SERMÓN DEL MONTE: PROCLAMACIÓN DE LA VIDA DEL REINO (5:1-7:29)

C. Jesús el Mesías cumple la ley: el reino mesiánico en relación con la ley (5:17-48)
2. Las antítesis: Jesús el Mesías cumple efectivamente la ley (5:21-48)
a. Asesinato: cuidado de las relaciones personales (5:21-26)
b. Adulterio: unidad matrimonial (5:27-30)
c. Divorcio: inalterada santidad del matrimonio (5:31-32)
d. Juramentos: honestidad transparente (5:33-37)
e. Ojo por ojo: disposición a servir (5:38-42)
f. Amor y odio: compromiso incondicional (5:43-47)

3. Conclusión: la búsqueda de la perfección (5:48)

b. Adulterio: unidad matrimonial (5:27-30)

27
»Han oído el mandamiento que dice: “No cometas adulterio ” . 28 Pero yo digo que el
que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el
corazón.

Los hombres de antaño, al igual que los escribas y fariseos del tiempo de Jesús,
ciertamente estaban en lo correcto al citar el séptimo mandamiento en la forma que lo hacían.
Pero aquí nuevamente, como lo hemos mostrado al tratar el sexto mandamiento, ellos no
lograban dar una exposición completa del asunto. Como en el caso previo, no era la ley, sino
la exposición de los rabinos lo que era defectuoso.

El séptimo mandamiento debiera haber sido explicado a la luz del décimo: “No
codiciarás la mujer de tu prójimo” (Ex. 20:17; Dt. 5:18). Si hubieran hecho esto, habría
quedado bastante claro que “del corazón vienen los malos pensamientos, los homicidios,
los adulterios, las inmoralidades …” (Mt. 15:19).
Los enemigos de Cristo condenaban el acto externo. Por lo menos ponían en ello el
énfasis. Cuando convenía a sus propósitos podían ser muy severos hacia quienes cometían un
adulterio literal (Jn. 8:1–11). Sin embargo, Jesús considera que los malos deseos del corazón
ya son adulterio, así como considera que el odio del corazón es homicidio.
1
Es apenas necesario agregar que lo que se dice para el hombre casado también se
aplica a la mujer casada. Siempre es mala la infidelidad en el vínculo matrimonial.

Por cierto, esto quiere decir que cualquier tendencia que suscite tal infidelidad—
por ejemplo, el intento de una persona soltera de romper un matrimonio—es
igualmente un pecado contra el séptimo mandamiento.

Después de un examen más detenido notamos que no hay nada inocente en cuanto al
hombre descrito en el v. 28. No es alguien que sin malas intenciones mira al sexo opuesto.

No. Está mirando, observando, contemplando a una mujer con el fin de codiciarla, de
poseerla y dominarla por completo, de usarla para su propio placer. Por cierto, la expresión
“cualquiera que mira”, tomada en forma aislada, es completamente neutral. Pero lo que
tenemos aquí en el v. 28 es un mirar para codiciarla. Nada hay de inocente en ello. Es
egoísmo. (Mt. 7:12).

En el marco apropiado el sexo es un maravilloso don de Dios. Sin embargo, no hay


excusas para la lujuria y la vulgaridad. Es incorrecta siempre y en todo lugar, para los solteros,
así como para los casados.

El adulterio se consideraba una de las ofensas más graves porque profanaba aquella
relación que era un reflejo de la que Dios mantenía con su pueblo. Por ejemplo:

• Los profetas utilizaron a menudo la imagen del adulterio para aludir a las relaciones
que el pueblo de Israel mantenía con otros dioses (Ez 16:32; Os 4:13b).
• José entendía que acostarse con la mujer de Potifar no habría sido solo una ofensa
para su marido, sino especialmente un “pecado contra Dios” (Gn. 39:9).
• El rey David, tras su adulterio con Betsabé, confesó su pecado a Dios diciendo:
“Contra ti he pecado, sólo contra ti” (Sal. 51:4).
• El Antiguo Testamento denuncia en términos muy enérgicos cualquier relación sexual
extramatrimonial, condenando a los hombres incluso más firmemente que a las
mujeres (Os 4:14).

La declaración de Jesús reafirma el compromiso veterotestamentario con la unidad del


vínculo matrimonial y la lleva a su sentido original más profundo: “Pero yo les digo que
cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el
corazón” (Mt 5:28).

No basta con mantener una mera pureza física. La pureza del matrimonio demanda
una mutua y exclusiva devoción de los cónyuges en cada aspecto de sus vidas, y este
compromiso excluye desear a otra persona o entregarse de cualquier forma a otra persona.
2
Mirar lascivamente a otra mujer rompe el vínculo de unidad que un hombre tiene con
su esposa.

29
Por lo tanto, si tu ojo—incluso tu ojo bueno—te hace caer en pasiones sexuales,
sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu
cuerpo sea arrojado al infierno. 30 Y si tu mano—incluso tu mano más fuerte—te hace
pecar, córtala y tírala. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu
cuerpo sea arrojado al infierno.

Leer el v. 29 en variadas versiones y explicar.

Griego, σκανδαλίζετε. El σκάνδαλον es la barra donde se fija una carnada en una trampa o
en un cepo. Es la barra curva que dispara la trampa; por eso, trampa, tentación a pecar,
seducción (Mt. 18:7; Lc. 17:1); además, objeto de repulsión, el tropezadero de la cruz (1 Co. 1:23;
Gá. 5:11). Similarmente, el verbo básicamente significa enlazar, inducir al pecado, hacer
extraviar (Mt.5:28; 18:6; etc.).

Este mandamiento no se puede tomar literalmente, porque aun cuando la persona


literalmente se arranca el ojo derecho, todavía podría pecar con el ojo izquierdo. Jesús mismo
nos ha proporcionado la clave de su interpretación en Mt. 18:7–9, donde en una forma un
poco diferente repite este mandamiento.
De ese pasaje se desprende claramente que el ojo y la mano simbolizan y representan
las “ocasiones de tropiezo”, o, si uno lo prefiere, la tentación de hacer lo malo, las
seducciones engañosas.
Entonces, el sentido general del pasaje es éste: “Hay que tomar una acción drástica
para librarse de todo aquello que en el curso natural de los acontecimientos te tentará a
pecar”. En esta conexión es especialmente el pecado contra el séptimo mandamiento lo que
se tiene en mente.

Jesús no aboga por la mutilación física, sino que, por medio de espectaculares figuras
literarias, subraya el riguroso dominio propio que mostrarán los discípulos
comprometidos. Las personas que pretenden llevar a cabo la ordenanza de Dios deben estar
dispuestos a hacer lo que sea necesario por mantener la unidad del vínculo matrimonial.

El pecado es esencialmente una cuestión interior y condena a la persona que se relaja


satisfecha en sus actos externos de justicia. Nuestras acciones indican el estado de nuestro
corazón, y quien destruye el vínculo matrimonial es digno de condenación eterna, porque
este pecado revela que tal persona no sigue a Jesús.

La vida en el reino de los cielos no produce personas de otro mundo, sino discípulos
que viven las relaciones humanas, entre ellas el matrimonio, según el diseño original de Dios.

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Al decir, “Es mejor que pierdas uno de tus miembros”, etc. Jesús enfatiza cuanto más
necesario y mucho mejor, sin punto de comparación, es prepararse para la eternidad que
gozar los deleites pecaminosos de esta vida. Sin alentar ni permitir de modo alguno que
alguien literalmente se mutile, está diciendo que por cierto es mejor andar por esta vida
mutilado en el cuerpo que, con el cuerpo entero todavía sano y sin daño alguno, ser echado
en la Gehenna (“infierno”). (Ver 10:28 y 16:26).

Continuando su enseñanza sobre el séptimo mandamiento, Jesús habla del importante


tema del divorcio. Por inferencia defiende la inviolabilidad del vínculo matrimonial.
Oponiéndose a lo que era incorrecto en la enseñanza tradicional.

c. Divorcio: inalterada santidad del matrimonio (5:31-32)

31
»Han oído la ley que dice: “Un hombre puede divorciarse de su esposa con solo darle
por escrito un aviso de divorcio”.

32
Pero yo digo que un hombre que se divorcia de su esposa, a menos que ella le haya
sido infiel, hace que ella cometa adulterio; y el que se casa con una mujer divorciada
también comete adulterio.

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