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REPÚBLICA ARGENTINA

GENDARMERÍA NACIONAL

“CURSO DE
FORMACIÓN BÁSICA DE LOS ESCALAFONES
PROFESIONALES PARA PERSONAL DE
SUBOFICIAL EN COMISIÓN”

MÓDULO: CÓDIGO DE CONDUCTA PARA


FUNCIONARIOS ENCARGADOS DE HACER
CUMPLIR LA LEY, LEY MICAELA, PAUTAS DE
ACTUACIÓN PARA LAS FUERZAS POLICIALES Y
DE SEGURIDAD FEDERALES EN
INTERVENCIONES CON NIÑOS, NIÑAS Y
ADOLESCENTES.

-PERÍODO 2023-
UNIDAD I
Código de Conducta para Funcionarios encargados de
hacer cumplir la Ley.

Código de Conducta para Funcionarios Públicos para hacer cumplir la ley. Delitos
por incumplimiento a los deberes de funcionario público. Uso racional de la Fuerza.

“LINEAMIENTOS BÁSICOS SOBRE LA CONDUCTA DE LOS


FUNCIONARIOS PÙBLICOS ENCARGADOS DE CUMPLIR LA
LEY”. -

Estándares y principios internacionales sobre el uso policial de la fuerza.

El respeto de las obligaciones internacionales del Estado en materia de


Derechos Humanos es una herramienta esencial para atender adecuadamente
las demandas de Seguridad Ciudadana, frecuentemente planteadas por la
sociedad de la región.

La construcción de una política sobre seguridad ciudadana debe incorporar los


estándares de derechos humanos como: Guía, Límite infranqueable para las
intervenciones del Estado.
Éstos se encuentran constituidos por el marco jurídico emanado de los instrumentos
que conforman el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Los estándares
establecen orientaciones generales mínimas, que necesariamente deben ser
respetadas por el Estado.

Las obligaciones asumidas en el plano internacional por los Estados, en relación


con la protección del derecho a la vida en la implementación de la política pública
sobre seguridad ciudadana, se incumplen cuando sus fuerzas de seguridad utilizan
la fuerza letal fuera de los parámetros internacionalmente reconocidos y cuando, en
nombre de la prevención y el control del crimen y la violencia, se apela al uso de la
fuerza en forma ilegal y arbitraria.

Este tema ha sido abordado, tanto en el ámbito de las Naciones Unidas como a
nivel regional y, si bien se ha elaborado una serie de documentos específicamente
dedicados a la regulación del uso de la fuerza, los instrumentos internacionales de
derechos humanos siguen siendo su sustento medular.

En tal sentido, debemos destacar que, en su mayoría, los instrumentos específicos


no son “tratados” y, por ende, carecen de fuerza vinculante; sino que se trata de
declaraciones, principios, códigos de conducta, etc. cuyo contenido y observancia
es recomendable como guías o directrices esenciales en las legislaciones internas.

Lineamientos básicos sobre la conducta de los funcionarios


encargados de hacer cumplir la ley.

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Ejercer el monopolio de la fuerza legítima es uno de los rasgos definitorios del
Estado moderno, en tanto, la provisión de la seguridad como bien público ha sido
históricamente una de sus funciones esenciales.

En las sociedades modernas, la función policial es atribuida a determinados


miembros del conjunto con el fin de prevenir y reprimir, en su nombre, la violación
de ciertas reglas que rigen la vida social. A tal fin, ese grupo específico podría
hacer uso de la fuerza cuando fuera necesario. Esto no significa, por cierto, que
la función policial se reduzca solamente al empleo de la fuerza y que no suponga el
uso de otros medios de acción. Sin embargo, la posibilidad última de recurrir a la
coacción física es lo que le otorga cierta especificidad a la función policial y lo
que debería llevar a la definición de una política integral al respecto, que establezca
lineamientos o protocolos de uso de la fuerza, mecanismos de reporte cuando ello
ocurre y de controles sumamente estrictos sobre su ejercicio.

Contrariamente a lo que se entendió durante mucho tiempo, la Seguridad


Ciudadana no solo depende de la policía, sino que es producto de la
interrelación de múltiples actores, condiciones y factores. Sin embargo, la
Policía es un engranaje insustituible para las garantías de los derechos
humanos comprometidos ante la violencia y el delito. En los regímenes
democráticos, las fuerzas policiales tienen un papel central en esas garantías,
contrariamente a lo que ocurre en los regímenes autoritarios.

En la mayoría de los Estados democráticos, a las fuerzas Policiales se les ha


asignado las siguientes funciones:

a. El mantenimiento del orden público;


b. La protección de los derechos y garantías fundamentales del
individuo;
c. Los socorros y la asistencia en todo tipo de situaciones de
emergencia;
d. La prevención y conjuración del delito.

Para el efectivo cumplimiento de estas funciones (que deben estar claramente


definidas por la ley), se han conferido a las policías determinadas facultades,
entre las cuales se encuentran las de arresto y detención; entrada, registro y
aprehensión, y usar la coerción y la fuerza potencialmente letal bajo ciertas
condiciones.

Las prácticas ilícitas, discriminatorias y/o arbitrarias que pueden producirse


cuando se emplean esas facultades, pueden tener graves consecuencias sobre
la vida de las personas y, en general, sobre la convivencia social. Es por ello
que a nivel internacional se han fijado ciertas pautas, principios y directrices básicas
a los fines de regular la conducta de los funcionarios policiales para el correcto
desempeño de su profesión en el marco del respeto a los derechos humanos.

Como norma rectora en el ámbito universal se destaca especialmente el


Código de Conducta para Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley,
aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1979.

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El Código en sí consta de sólo ocho artículos, cada uno de los cuales es seguido
por una serie de comentarios destinados a precisar su significado y alcance.

Podría decirse que los lineamientos básicos respecto de la conducta policial,


en general, se encuentran establecidos en los artículos 1,2 y 8 del código, en
los cuales se fijan como principios de la tarea policial el servicio a la comunidad, la
protección de las personas y su dignidad; la defensa de los derechos humanos
establecidos en el derecho nacional e internacional y se exhorta a los funcionarios
policiales no solo a respetar, sino también a hacer respetar el código.

Código de Conducta para Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la


Ley

Artículo 1:

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley cumplirán en todo


momento los deberes que les impone la ley, sirviendo a su comunidad y
protegiendo a todas las personas contra actos ilegales, en consonancia
con el alto grado de responsabilidad exigido por su profesión.

Artículo 2:

En el desempeño de sus tareas, los funcionarios encargados de hacer


cumplir la ley respetarán y protegerán la dignidad humana y mantendrán
y defenderán los derechos humanos de todas las personas.

Artículo 3:

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley podrán usar la


fuerza sólo cuando sea estrictamente necesario y en la medida que lo
requiera el desempeño de sus tareas.

Artículo 4:

Las cuestiones de carácter confidencial de que tengan conocimiento los


funcionarios encargados de hacer cumplir la ley se mantendrán en
secreto, a menos que el cumplimiento del deber o las necesidades de la
justicia exijan estrictamente lo contrario.

Artículo 5:

Ningún funcionario encargado de hacer cumplir la ley podrá infligir,


instigar o tolerar ningún acto de tortura u otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, ni invocar la orden de un superior o
circunstancias especiales, como estado de guerra o amenaza de guerra,
amenaza a la seguridad nacional, inestabilidad política interna, o
cualquier otra emergencia pública, como justificación de la tortura u otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

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Artículo 6:

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley asegurarán la plena


protección de la salud de las personas bajo su custodia y, en particular,
tomarán medidas inmediatas para proporcionar atención médica cuando
se precise.

Artículo 7:

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley no cometerán


ningún acto de corrupción. También se opondrán rigurosamente a todos
los actos de esa índole y los combatirán.

Artículo 8:

Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley respetarán la ley y


el presente Código. También harán cuanto esté a su alcance por impedir
toda violación de ellos y por oponerse rigurosamente a tal violación.
Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley que tengan motivos
para creer que se ha producido o va a producirse una violación del
presente Código informarán de la cuestión a sus superiores y, si fuere
necesario, a cualquier otra autoridad u organismo apropiado que tenga
atribuciones de control o correctivas.

En la resolución 34/169, mediante la cual se aprueba el Código, se reconoce


que la naturaleza de las funciones de aplicación de la ley en defensa del
orden público y la forma en que dichas funciones se ejercen tienen una
repercusión directa en la calidad de la vida de los individuos y de la
sociedad en su conjunto, y admite la posibilidad de abusos que entraña el
ejercicio de las tareas encomendadas a estos funcionarios.
También se da cuenta de que se requiere del cumplimiento de ciertas
condiciones para el desempeño humanitario de las funciones de
aplicación de la ley, entre los cuales se cuentan que:

“(…) todos los actos de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley
(estén) sujetos al escrutinio público, ya sea ejercido por una junta
examinadora, un
ministerio, una fiscalía, el poder judicial, un ombudsman, un comité de
ciudadanos, o cualquier combinación de estos, o por cualquier otro órgano
examinador.”

“(…) que las normas en sí carecen de valor práctico a menos que su contenido
y significado, mediante la educación y capacitación y mediante vigilancia, pasen
a ser parte del credo de todo funcionario encargado de hacer cumplir la ley”.

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La resolución que aprueba el Código de Conducta para Funcionarios
Encargados de Hacer Cumplir la Ley incluye la recomendación de que los
gobiernos consideren favorablemente la posibilidad de utilizarlo en el
marco de la legislación o la práctica nacionales como conjunto de principios
que han de observar los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley.

En el marco de sus funciones, la CIDH (Corte Interamericana de Derechos


Humanos) adoptó recientemente la decisión de preparar un informe sobre
Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos.
En este contexto, la CIDH sostiene que “[…] la actividad de la fuerza pública
legítimamente orientada a la protección de la seguridad ciudadana es esencial
en la consecución del bien común en una sociedad democrática “[…]

Afirma también que “para que una fuerza policial aspire a ser respetuosa de los
derechos humanos no solo requiere de formación teórica, sino que debe
organizarse, seleccionar su personal, capacitarse permanentemente y realizar
sus operaciones profesionales de forma tal de hacer efectivos los derechos
humanos de la población a la que sirve”.

Uso de la fuerza

Para el cumplimiento de las funciones que les fueron legalmente asignadas


los funcionarios públicos cuentan con una serie de poderes y facultades
que entrañan la posibilidad de usar la coerción y la fuerza. El recurso a
cualquiera de estas facultades, sin embargo, solo será válido en la medida en
que tenga por fin el cumplimiento de una obligación legal y se ejerza
respetando ciertos principios rectores destinados a resguardar los derechos
de las personas y, en particular, el derecho a la vida, como valor supremo a
proteger en un Estado democrático.
En relación con el uso de la fuerza por parte de los agentes del Estado, la
CIDH ha señalado que “(…) el Estado tiene el derecho y la obligación de
brindar protección cuando la seguridad de las personas que habitan en su
territorio se encuentra amenazada por situaciones de violencia, lo que puede
incluir, en situaciones concretas, el uso de medios letales”. Sin embargo,
advierte que los medios de represión de hechos violentos o criminales que
amenacen los derechos de la población referidos a la seguridad ciudadana no
son ilimitados y que, independientemente de la gravedad de ciertas acciones y
de la culpabilidad de quienes perpetran ciertos delitos, el Estado no puede
recurrir a cualquier medio para lograr sus fines. En este contexto, los usos
indiscriminados de la fuerza pueden constituir violaciones al derecho de la vida.

Del análisis conjunto de los instrumentos internacionales de derechos


humanos surge que el uso policial de la fuerza sólo será legítimo cuando se
cumplen, simultáneamente, las siguientes condiciones:

1) LEGALIDAD: El objetivo que se pretenda alcanzar y el modo en que se use la


fuerza se encuentren respaldados por normas jurídicas que lo autorizan. Por

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su parte, el ya mencionado Código de Conducta para Funcionarios Encargados
de
Hacer Cumplir la Ley establece en su artículo 3º que “los funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley podrán usar la fuerza sólo cuando sea
estrictamente necesario y en la medida que lo requiera el desempeño de
sus tareas”.

2) OPORTUNIDAD: Todos los demás medios legítimos para alcanzar ese objetivo
resulten ineficaces y el uso de la fuerza no acarree consecuencias más lesivas
que aquellas que se producirían en caso de no recurrir a ella. Los principios
básicos establecen que: “los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley,
en el desempeño de sus funciones, utilizarán en la medida de lo posible
medios no violentos antes de recurrir al empleo de la fuerza y de armas de
fuego. Podrán utilizar la fuerza y armas de fuego solamente cuando otros
medios resulten ineficaces o no garanticen de ninguna manera el logro del
resultado previsto”

3) PROPORCIONALIDAD: El uso de la fuerza pueda justificarse en relación con


la importancia del objetivo legítimo que se desea alcanzar. La CIDH ha
manifestado que “conforme a las pautas internacionales que se han
elaborado referentes al uso de la fuerza por parte de los agentes de seguridad
pública para cumplir su función, esa actividad debe ser necesaria y
proporcional a las necesidades de la situación y al objetivo que se trata de
alcanzar”. Por su parte, el comentario
b) al artículo 3° del Código de Conducta advierte que: “b) El derecho nacional
restringe ordinariamente el uso de la fuerza por los funcionarios encargados de
hacer cumplir la ley, de conformidad con un principio de proporcionalidad. Debe
entenderse que esos principios nacionales de proporcionalidad han de ser
respetados en la interpretación de esta disposición. En ningún caso debe
interpretarse que esta disposición autoriza el uso de un grado de fuerza
desproporcionado al objeto legítimo que se ha de lograr”

En este contexto, cabe destacar que, por legítimo que sea, ningún objetivo
justifica la aplicación de la tortura, que se encuentra absolutamente
prohibida, cualquiera sea la circunstancia.

4) MODERACIÓN: Se emplee el nivel de fuerza cuyas consecuencias sean


las menos lesivas para la vida y la integridad física propia y de terceros . El
funcionario policial empleará toda la determinación requerida para cumplir un
mandato legal, pero nunca usará más fuerza de lo que sea razonablemente
necesario. El uso de la fuerza es una medida excepcional y, en este
contexto, sólo debe usarse aquella que sea necesaria para alcanzar un
objetivo legítimo. La CIDH sostiene que “[…] los Estados tienen la obligación
de proporcionar a sus efectivos policiales los medios, armamento y equipo
que permitan la aplicación de medidas de fuerza no letal en sus
procedimientos de disuasión y represión legítima de la violencia y el delito.”

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5) RESPONSABILIDAD: Se rindan cuentas y se asuman las diversas
responsabilidades que su empleo genera. El personal policial debe ser
individualmente responsable de sus actos, de sus omisiones o de las
órdenes dadas a sus subordinados, y que debe ser posible en todos los
casos determinar el responsable superior en última instancia de los actos u
omisiones de un funcionario policial.

Por su parte, los Principios Básicos prescriben que los gobiernos y las
instituciones policiales adoptarán las medidas necesarias para que los
funcionarios superiores asuman la debida responsabilidad cuando tengan
conocimiento, o debieran haberlo tenido, de que los funcionarios a sus
órdenes recurren, o han recurrido, al uso ilícito de la fuerza y de armas de
fuego, y no adopten todas las medidas a su disposición para impedir, eliminar o
denunciar ese uso. Asimismo, establecen que los funcionarios encargados de
hacer cumplir la ley no podrán alegar obediencia de órdenes superiores si
tenían conocimiento de que la orden de emplear la fuerza o armas de fuego,
a raíz de la cual se ha ocasionado la muerte o heridas graves a una persona,
era manifiestamente ilícita y tuvieron oportunidad razonable de negarse a
cumplirla, aclarando que, de cualquier modo, también serán responsables los
superiores que dieron las órdenes ilícitas.

En última instancia, según la Corte Interamericana de Derechos Humanos,


todo menoscabo a los Derechos Humanos que pueda ser atribuido, según
las reglas del derecho internacional, a la acción u omisión constituye un
hecho imputable al Estado que compromete su responsabilidad en los
términos previstos por la misma convención, independientemente de que el
órgano o funcionario haya actuado en contravención de disposiciones del
derecho interno o desbordado los límites de su propia competencia.

USO DE LAS ARMAS DE FUEGO

En virtud de sus consecuencias potencialmente letales, el empleo de armas de


fuego por parte de funcionarios policiales es considerado una medida extrema.

Los Principios Básicos establecen que los funcionarios sólo podrán hacer
uso intencional de armas letales, cuando sea estrictamente indispensable
para proteger una vida y previa advertencia de su intención de hacerlo. En
tales casos los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley:
a. Ejercerán moderación;
b. Actuarán en proporción a la gravedad del delito y al objetivo legítimo
que se persiga;
c. Reducirán al mínimo los daños y lesiones;  Respetarán y protegerán
la vida humana;
d. Procederán de modo que se presten lo antes posible asistencia y
servicios médicos a las personas heridas o afectadas;
e. Procurarán notificar lo sucedido, a la menor brevedad posible, a los
parientes o amigos íntimos de las personas heridas o afectadas.

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También en relación con el momento posterior a los hechos, los Principios
Básicos establecen que:

Cuándo al emplear la fuerza o armas de fuego los funcionarios


ocasionaren lesiones o muertes comunicarán el hecho inmediatamente a
sus superiores.

Además, los Principios Básicos establecen que los gobiernos y las


instituciones policiales son responsables de:
a. Establecer procedimientos eficaces para la presentación de informes
b. Establecer procedimientos para la revisión rápida y eficaz de este tipo
de incidentes tanto en el ámbito administrativo como en el judicial.
c. Proporcionar orientación a los funcionarios que intervengan en
situaciones en las que se emplean la fuerza o armas de fuego para
sobrellevar las tensiones propias de estas situaciones
d. Señalar a quienes son responsables de regular localmente el uso
policial de la fuerza.

En la misma línea, el comentario c) al artículo 3 del Código de Conducta para


Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley establece que:

“El uso de armas de fuego se considera una medida extrema. Deberá


hacerse todo lo posible por excluir el uso de armas de fuego, especialmente
contra niños. En general, no deberán emplearse armas de fuego excepto
cuando un presunto delincuente ofrezca resistencia armada o ponga en
peligro, de algún otro modo, la vida de otras personas y no pueda reducirse
o detenerse al presunto delincuente aplicando medidas menos extremas.
En todo caso en que se dispare un arma de fuego, deberá informar
inmediatamente a las autoridades competentes.”

Por su parte, la CIDH dice que en estos casos, deben tener en cuenta la
aplicación de los principios de proporcionalidad y moderación, los
funcionarios policiales deberán reducir al mínimo los daños y lesiones que
pudieran causar al agresor.
Agrega también que las normas de actuación deben establecer la obligación
de los agentes del Estado de identificarse previamente como tales, a la vez
que, de advertir con claridad a las personas involucradas sobre su intención
de emplear la fuerza, otorgando el tiempo suficiente para que estas depongan
su actitud, excepto en aquellos casos en que exista un riesgo inminente para la
vida o la integridad personal de terceras personas o de los mismos agentes
estatales.
Asimismo, las fuerzas policiales deberán garantizar que se preste asistencia
médica inmediata a las personas heridas o afectadas y procurar que los

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familiares y allegados de estas tomen conocimiento de lo sucedido en el plazo
más breve posible.

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