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Grado en Psicología

Psicoterapia

Unidad didáctica 2. El terapeuta en la práctica clínica


UD 2. El terapeuta en la práctica clínica ............................................................................. 3

2.1. El abandono en la terapia ........................................................................................ 4

2.1.1. Motivos de abandono......................................................................................... 4

2.1.2. Identificación de dificultades .............................................................................. 5

Reevaluación del diagnóstico ..................................................................................... 5

Reevaluación de la formulación del caso. .................................................................... 6

Reevaluación del plan de intervención propuesto ......................................................... 7

Evaluar el estado de la relación terapéutica. ................................................................ 8

2.1.3. Estrategias para detectar y reparar errores .......................................................... 8

2.2. Establecimiento de una buena relación terapéutica ..................................................... 9

2.2.1. Elementos en el establecimiento de una buena relación terapéutica ...................... 10

2.3. El terapeuta ........................................................................................................ 12

2.3.1. Motivaciones funcionales y disfuncionales .......................................................... 13

2.3.2. Habilidades terapéuticas .................................................................................. 14

Habilidades de escucha .......................................................................................... 15

Habilidades de escucha (II) ..................................................................................... 16

Habilidades de acción ............................................................................................. 18

Habilidades para responder a las emociones del paciente (gestión emocional) ............... 20

Habilidades terapéuticas para trabajar dificultades en terapia ...................................... 21

Habilidades terapéuticas para trabajar dificultades en terapia (II) ................................ 22

2.3.3. La primera entrevista ...................................................................................... 23

2.3.4. La supervisión ................................................................................................ 24

Resumen ...................................................................................................................... 25

Mapa de contenidos ....................................................................................................... 26

Recursos bibliográficos ................................................................................................... 27

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UD 2. El terapeuta en la práctica clínica

En la Unidad didáctica 1 se incluía al psicoterapeuta como uno de los componentes de la


psicoterapia. Asimismo, se mencionaban investigaciones recientes que depositaban en su
actuación y en el establecimiento de una adecuada relación terapéutica parte del éxito de la
terapia.

En esta unidad se ampliarán los contenidos mencionados en la Unidad didáctica 1 que están
relacionados con el terapeuta.

Se comenzará abordando los motivos de abandono en terapia y las estrategias que se han de
poner en marcha cuando se perciben dificultades. Los motivos de abandono ofrecen pistas sobre
qué estrategias o actitudes se deben evitar.

Se aborda posteriormente el establecimiento de una buena relación terapéutica.

El terapeuta es una pieza fundamental. A veces se habla de equipo psicoterapéutico, pues incluye
la figura del coterapeuta o del supervisor. Ambas figuras ofrecen importantes oportunidades para
la mejora en la práctica clínica.

Se mencionan aquellas motivaciones funcionales que favorecen la terapia y otras disfuncionales,


que minan el éxito terapéutico. Seguidamente se expone una serie de habilidades terapéuticas
que es preciso entrenar: de escucha, de acción, de gestión emocional y habilidades para
solucionar posibles problemas surgidos en la terapia y de falta de adherencia al tratamiento.

Por otro lado, se analizan también aspectos importantes que el terapeuta tiene que tener
presentes en la primera entrevista. Una tarea fundamental es ofrecer seguridad para ir generando
alianza terapéutica. Deben mostrarse colaboradores a nivel verbal y no verbal.

Además, se incluyen algunas áreas que es preciso explorar.

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2.1. El abandono en la terapia

2.1.1. Motivos de abandono

Aunque parezca contraintuitivo, como empezar a construir la casa por el tejado, comenzar
analizando los motivos de abandono en la terapia ofrece pistas sobre qué elementos son
importantes para cuidar a los clientes y que no abandonen la terapia.

Existen diferentes razones por las que una persona decide no acudir más a terapia. Los autores
coinciden en señalar que las explicaciones de por qué ocurre esto parecen ser diferentes según
dos grupos diferenciados: los que abandonan tras acudir a la primera sesión o los que abandonan
en un momento más avanzado del proceso terapéutico (Alcázar, 2007).

El 50 % de los clientes abandonan la terapia tras acudir a una primera sesión. Esto resalta la
importancia de explorar qué factores pueden contribuir a evitarlo. Parece fundamental
especialmente en la primera sesión, pero también en las siguientes, estructurarlas de tal forma
que a la vez que se realiza la evaluación, se vaya estableciendo la alianza terapéutica.

La alianza terapéutica suele afianzarse en torno a la tercera y quinta sesión, pero ya desde la
primera sesión se pueden trabajar aspectos de la relación terapéutica que fomenten la continuidad
de la terapia.

Algunas de las razones por las que los pacientes no continúan en terapia son:

• Un posible elevado precio de la sesión (en las consultas privadas).


• La falta de empatía percibida.
• La falta de sensación de comodidad con el tratamiento propuesto.
• La sensación de que el terapeuta no está ayudándole.
• Percibir al terapeuta como alguien frío, que le critica, poco accesible.
• Características del propio terapeuta, como la impuntualidad.
• Sensación por parte del paciente de que el terapeuta no le escucha o minimiza sus
problemas.

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• Sensación de que ha experimentado una mejoría y considera que ya no es necesario
continuar la terapia.
• Pérdida de interés a la hora de realizar el proceso terapéutico.
• Problemas surgidos en torno a la relación terapéutica que han dañado dicha relación (falta
de confianza, confrontación agresiva, etc.).
• Percepción de que el terapeuta no tiene la suficiente formación o no es lo suficientemente
competente para trabajar su problema.
• Sensación de que el terapeuta no muestra un real interés en la mejoría del paciente.
• Falta de adherencia del paciente al tratamiento.
• El transcurso de varias sesiones consecutivas que no son percibidas como productivas.
• La desmoralización o frustración del propio terapeuta.

2.1.2. Identificación de dificultades

Como vemos, son diversas las razones que llevan a una persona a abandonar la terapia. Dado
que en todas las intervenciones aparecen fallos, es responsabilidad del terapeuta ser consciente
de ellos e intentar identificar cuáles son los errores o variables que están dificultando la evolución
del tratamiento.

A continuación, se plantea un sistema de revisión propuesto por Jacqueline Persons (2012) para
identificar posibles dificultades, fallos o falta de adherencia al tratamiento y poder formular una
solución que permita continuar con la terapia.

Este plan de comprobación se basa en la reevaluación de cuatro pilares: 1) reevaluación del


diagnóstico; 2) reevaluación de la formulación del caso; 3) reevaluación del plan de intervención
propuesto, y 4) evaluar el estado de la relación terapéutica. A continuación, veremos cada uno
de estos pilares.

Reevaluación del diagnóstico


Revisión del diagnóstico emitido. Un posible error en el diagnóstico sobre lo que está pasando
puede llevar a un plan de intervención fallido con pobres resultados.

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Reevaluación de la formulación del caso.
Realizar modificaciones en la formulación del caso en ocasiones puede suponer una nueva vía
para aproximarse a este de una forma más efectiva. A continuación, se exponen algunos puntos
que deben ser considerados:

• ¿El terapeuta ha identificado de forma precisa el principal miedo del paciente?


En ocasiones, es posible que los pacientes refieran sentir miedo a un estímulo específico
pero que detrás de ese miedo haya un miedo subyacente que impida la mejoría de los
síntomas; por ejemplo, una persona que aparentemente muestra miedo a engordar, pero
cuyo miedo real, durante el proceso terapéutico, parece que tiene que ver con sufrir
bullying y piensa que manteniéndose delgada no lo sufrirá.
• ¿Se ha seleccionado adecuadamente el comportamiento objetivo? Por ejemplo,
una paciente acude a consulta porque no consigue mantener la conducta de estudio para
unas oposiciones y esto le genera mucho malestar emocional. Tras una segunda valoración
del caso, al no obtener buenos resultados, la paciente admite que quiere dejar de
estudiarlas, pero no se atreve a decirlo a sus familiares y decepcionarlos, por lo que intenta
seguir el tratamiento para estudiar. En este caso habría que reformular el objetivo y
ayudar a la paciente en el proceso de toma de decisiones e individuación.
• ¿Se han identificado de forma correcta todas las variables que causan y
mantienen el problema? Se deben revisar las posibles variables que estén explicando
el comportamiento que tratamos de cambiar y la posibilidad de contemplar otras no
incluidas en el análisis. Por ejemplo, si estamos ayudando a la diada madre-hija a mejorar
su interacción y convivencia, quizá no tener en cuenta el papel de los abuelos cuidadores
tenga como consecuencia dificultades en el proceso.
• Si se realizara una formulación del caso diferente, ¿podría plantearse una
aproximación de intervención más útil? La flexibilidad del terapeuta debe estar activa
y revisar los diferentes modelos teóricos que explican el problema con el que se está
trabajando para reflexionar si una aproximación diferente para el caso podría beneficiar al
paciente o si, por el contrario, lo más recomendable es continuar con esa conceptualización
y aproximación escogida. Por ejemplo, ante síntomas depresivos, el trabajo puede ir
principalmente enfocado a la idea de desesperanza, el uso de estrategias de rumiación, la
reducción de estrategias de evitación, la implementación de actividades reforzantes, la
modificación de esquemas cognitivos disfuncionales, la reformulación de las metas vitales
de la persona, etc.

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Reevaluación del plan de intervención propuesto
Para revalorar el plan de tratamiento se deben considerar los siguientes puntos:

• ¿Existe acuerdo en el plan propuesto? En ocasiones los pacientes han accedido a


iniciar ese plan de intervención, pero sienten ambivalencia ante el cambio. Esto es así
porque en su estado actual, aunque existen problemas que les generan malestar, también
reciben ganancias. Algunas de las ganancias de evitar de forma excesiva algunos
escenarios pueden ser sensación de alivio, de control, disminución de la incertidumbre,
etc. Entre paciente y terapeuta deben abordar esta ambivalencia de querer cambiar y
plantear los posibles beneficios y desventajas del estado actual y del nuevo estado tras el
trabajo terapéutico.
• ¿Los objetivos terapéuticos son realistas? Establecer objetivos difíciles de alcanzar
puede ser una de las posibles razones que expliquen un tratamiento fallido. Por ejemplo,
ante una persona con un trastorno de la personalidad, establecer objetivos que vayan
dirigidos a hacer desparecer comportamientos problemáticos de forma completa y
absoluta es un objetivo poco realista. Otro objetivo poco realista es pretender trabajar y
reducir al completo la sintomatología de un trastorno bipolar en unas cinco sesiones. En
este caso, unas metas terapéuticas más realistas irían dirigidas a proporcionar
psicoeducación sobre el trastorno, ayudar a aceptar su tratamiento farmacológico y
encontrar algún grupo de autoayuda compuesto por otras personas con trastorno bipolar.
También es posible que el paciente muestre una mejoría parcial pero no completa en sus
síntomas. En algunos casos, esto debe conceptualizarse como un éxito terapéutico y no
como un tratamiento fallido.
• ¿El plan de tratamiento propuesto es adecuado para las necesidades del
paciente? Una pregunta que el propio terapeuta puede hacerse es si, en caso de que ese
paciente fuese un familiar querido, el plan terapéutico es el que le recomendaría. En
ocasiones, el plan de tratamiento ofrecido por el terapeuta no puede satisfacer las
necesidades y circunstancias del paciente. Por ejemplo, en la clínica privada, es posible
que un paciente, por motivos económicos o de distancia geográfica, no pueda asistir
semanalmente a terapia. Ajustar el tratamiento a esas necesidades o derivar en caso de
que se pueda beneficiar de otros tratamientos es esencial para un buen ejercicio clínico.

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Evaluar el estado de la relación terapéutica.
Problemas en la relación entre terapeuta y paciente.

• El terapeuta tiene que ser consciente de sus propias emociones en el transcurso de la


sesión y de la terapia. Por ejemplo, si está sintiendo miedo, enfado, compasión… y de qué
forma lo está transmitiendo. La información emocional puede ser o no transmitida en
función de si es útil para la terapia. Lo principal es mantener la aceptación incondicional y
el apoyo hacia el paciente.
• En ocasiones, los pacientes repiten en sesión patrones de comportamiento de su propio
problema o de su vida diaria que les han generado dificultades con otras personas. El
terapeuta debe identificar estos comportamientos y trabajarlos con el fin de que no
perjudiquen el curso de la relación entre ambos y de la intervención.

2.1.3. Estrategias para detectar y reparar errores

Hay escalas que permiten evaluar la alianza terapéutica en las diferentes sesiones, como el
SOATIF, sistema para la observación de las alianzas en la terapia familiar y de pareja, o la
traducción del inventario de la alianza de trabajo realizada por Andrade-González y Fernández-
Liria (2015). También, se han desarrollado procedimientos informatizados como el PCOMS (siglas
en inglés de sistema de gestión de resultados de socios para el cambio), que está formado por la
escala de evaluación de resultados (EER) y la escala de evaluación de sesión (EES).

El terapeuta debe partir de la perspectiva de que siempre se cometen errores durante la terapia.
Es su obligación identificar cuáles está cometiendo para intentar repararlos. Adoptar una postura
rígida, defensiva y de atribución externa cuando algo va mal en la relación terapéutica no beneficia
su ejercicio profesional, impide mejorar la relación terapéutica y no permite mejorar la
competencia del terapeuta. En la tabla 1 se incluyen estrategias para detectar y reparar errores.

Estrategias para detectar y reparar los errores que está cometiendo el terapeuta

Revisar que las sesiones, aunque con cierta flexibilidad, están guiadas por la
estructura de la formulación del caso y el plan de intervención propuesto.
Un paciente puede acudir a cada sesión con un problema cotidiano distinto. El proceso debe
seguir una estructura y un guion y no dedicar cada sesión, de forma desorganizada, a un
objetivo distinto en función de los acontecimientos vitales del paciente. Si esto ocurre es
necesario encontrar el hilo conductor de toda la problemática.

Valorar si las cualidades del terapeuta se están adaptando al paciente: ritmo de la


terapia, forma de expresarse ante él, adaptación de contenidos por la edad, cultura,
personalidad, creencias, etc.

Realizar sesiones clínicas de supervisión, colaboración y consulta con otros


compañeros.

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Dar prioridad a los problemas en la relación terapéutica que estén interfiriendo en la
terapia.
Linehan (1993) manifiesta la importancia de dar prioridad a los problemas que estén surgiendo
en la relación terapéutica por encima del uso de cualquier técnica de intervención u objetivo
terapéutico. Un ejemplo puede ser cuando un paciente comienza a cancelar de forma repetida
las sesiones o a llegar de forma sistemática tarde a todas. Estos comportamientos interfieren
de forma directa con la consecución de objetivos y deben ser abordados en terapia. Es posible
que el terapeuta se muestre decepcionado o cansado ante esta actitud y prefiera dejar pasar
estas anulaciones para continuar centrándose en otros pacientes que sí acuden a terapia. Sin
embargo, puede que la persona esté faltando como muestra de un problema en la relación
terapéutica o como una forma de evitación para no centrarse en los objetivos terapéuticos que
trabajar. En este punto, el terapeuta no puede dejar que esto continúe así, ya que no es
beneficioso para la evolución del paciente. El terapeuta puede usar el mismo modelo de
procedimiento que ha utilizado para trabajar los problemas clínicos del paciente: identificar,
conceptualizar y usar una formulación que guíe lo que está ocurriendo y que pueda ser
integrada dentro del modelo explicativo del paciente.

Tabla 1. Estrategias para revisar errores en la terapia.

2.2. Establecimiento de una buena relación terapéutica

En la Unidad didáctica 1, y en el apartado previo, se enfatizaba la importancia de la relación


terapéutica en el éxito o fracaso de la terapia. Obviamente, las actitudes y competencias del
terapeuta facilitarán o dificultarán su establecimiento.

La relación terapéutica se puede definir como los sentimientos y actitudes que tanto terapeuta
como paciente muestran el uno hacia el otro, y la manera en la que estos sentimientos y actitudes
son expresados (Gelso y Carters, 1994). Las variables asociadas a la relación terapéutica son
efectivas independientemente de la escuela.

Frank (1961) postula la existencia de seis factores no específicos comunes a todas las
psicoterapias:

• Relación de confianza.
• Explicación racional de los problemas y métodos de solución.
• Proporcionar nueva información.
• La esperanza del cliente de encontrar ayuda.
• Oportunidad para tener experiencias de éxito.
• La facilitación de la activación emocional.

Si tenemos en cuenta el estudio de Norcross (2011), los denominados factores comunes, o


factores asociados a la relación terapéutica, pueden explicar hasta un 30 % de la mejoría del
paciente que acude a terapia.

La efectividad de los factores comunes ha llevado a algunos profesionales a afirmar que lo único
importante en la terapia es la relación terapéutica y que todas las escuelas y tratamientos son
igual de válidos si estos factores comunes se dan. Es lo que se ha conocido en psicología como el
veredicto del pájaro dodo.

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Sabías que:

Se denomina veredicto del pájaro dodo al debate sobre si todas las terapias son igualmente
efectivas en honor a la novela Alicia en el País de las Maravillas, en la que el pájaro dodo está
dirigiendo una carrera donde no hay principio ni final y emite el veredicto de que todos han
ganado la carrera.

El veredicto del pájaro dodo afirma que cuando las psicoterapias son comparadas entre sí ofrecen
resultados similares, lo que sería consistente con la visión de que los factores comunes son los
ingredientes más potentes para conseguir los beneficios de las psicoterapias. Sin embargo, este
argumento ha sido ampliamente debatido en la comunidad científica resaltando que, si bien los
factores comunes muestran una gran relevancia en el cambio terapéutico, existen datos que
muestran mejores resultados en el caso de escoger un tratamiento u otro.

Llega más lejos

En el siguiente artículo puedes leer más sobre la controversia de la importancia atribuida a


los factores comunes y el veredicto del pájaro dodo en psicoterapia.

Aunque el veredicto dodo ha generado gran controversia y sí se han mostrado resultados de


mayor eficacia en función del tipo de intervención realizada, la relación terapéutica se enmarca
como un agente central del cambio, y el terapeuta debe trabajar sobre ella utilizando las
habilidades terapéuticas a lo largo de todo el proceso.

2.2.1. Elementos en el establecimiento de una buena relación terapéutica

Los estudios sobre la efectividad de una buena relación terapéutica destacan los siguientes
elementos:

• Alianza terapéutica. Se trata de la existencia de una alianza entre paciente y terapeuta,


una relación cálida, de apoyo, confiable, respetuosa, colaborativa y de aceptación en la
que ambos colaboran, participan y comparten información y objetivos.

La alianza terapéutica cuenta con tres elementos: vínculo, acuerdo en las tareas y acuerdo
en las metas de la terapia. En el caso de intervenciones grupales, destaca la importancia
de la cohesión de grupo. Metaanálisis recientes (Flückiger et al., 2018) señalan que la
alianza explica el 8 % de la varianza de los resultados en terapia individual con adultos.

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• Relación de confianza y colaboración. Ambos deben confiar el uno en el otro. El
paciente confía en que tiene un buen terapeuta, cualificado y preparado para atender su
caso.
• Vínculo positivo. El paciente debe sentir que le cae bien al terapeuta.
Independientemente de los gustos personales del terapeuta fuera de la consulta, debe
adoptar una actitud de aceptación y acercamiento positivo.
• Acuerdo en las tareas y objetivos. Ambos están de acuerdo en ciertos aspectos como
lo que tiene que hacer el paciente para mejorar su situación, y la utilidad de los objetivos
y técnicas. En el caso de que el paciente no vea utilidad a una técnica, el terapeuta debe
hacerle ver su utilidad. Sin embargo, si el paciente sigue sin estar de acuerdo con el posible
uso de esa técnica, entre los dos elegirán otra que permita avanzar en terapia. No se
recomienda comenzar a trabajar hasta conseguir consenso entre ambos en las metas y
objetivos de la terapia.
• Compromiso en la superación de los problemas. Los pacientes quieren sentir
implicación por parte del terapeuta y percibir que está realmente interesado en que se
consiga solucionar su problema. El terapeuta debe hacer un esfuerzo por mostrar en su
comportamiento señales que faciliten que el paciente perciba esta actitud. Sin embargo,
es preciso recordar la tipología de clientes vista en la Unidad didáctica 1, pues sería
contraproducente mostrar demasiado interés y soluciones ante un cliente no comprador.
El terapeuta tiene que adaptarse a las capacidades y nivel motivacional del consultante en
las sesiones.
• Aceptación. Se debe dar feedback positivo al paciente, que sienta que le importa al
terapeuta, que se sienta una persona valiosa y aceptada. La actitud del terapeuta debe
ser de consideración positiva hacia el paciente. En este sentido debemos evitar cualquier
tipo de juicio.
• Reparar posibles rupturas o dificultades en la relación. Durante la terapia pueden
surgir dificultades o conflictos en la relación terapéutica; el terapeuta debe ser capaz de
identificar y solucionar estas dificultades que surjan y fortalecer la alianza terapéutica.
Para ello a veces es preciso metacomunicar (comunicar acerca de la comunicación misma).
• Empatía. Uno de los aspectos más fundamentales en la relación terapéutica es la
manifestación de empatía hacia el paciente. Dentro de la empatía encontramos dos
elementos:
o Toma de perspectiva: indica la capacidad para comprender la perspectiva de la
otra persona, es decir, adoptar su punto de vista. La persona entiende desde una
perspectiva cognitiva lo que piensa y siente la otra persona.
o Implicación empática: es la reacción emocional de una persona ante las
emociones y experiencias de otro. Implica sentimientos de interés, compasión,
preocupación ante el estado emocional de otra persona.

El terapeuta debe entender e implicarse emocionalmente en las emociones del


paciente.

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• Validación de las emociones del paciente.

Nota

La División 29 de la APA, Task Force on Empirically Supported Therapy, ha resaltado la


importancia de la alianza y la relación terapéutica.

Por su lado, Norcross y Wampold (2011,2018) señalan en su investigación una serie de actitudes
o elementos que pueden volverse en nuestra contra dentro de la relación terapéutica, entre otros:
el uso de confrontaciones, conductas y comentarios negativos como críticos o culpabilizadores,
realizar suposiciones, ser rígidos o dogmáticos en las teorías y estar demasiado centrados en la
perspectiva del terapeuta, tratar de que el consultante se adapte a nuestro método, basarnos en
una única característica (por ej., la cultura), imponer creencias culturales del terapeuta, etc.

Además de todos estos elementos mencionados, sobra decir que como terapeutas tenemos que
estar continuamente reflexionando sobre nuestras prácticas. Como vimos en la Unidad didáctica
1, las prácticas asistenciales consideradas como terapéuticas van cambiando. Es posible que
algunas prácticas que ahora veamos en los equipos supongan formas de control y maltrato que
debemos eliminar de nuestro quehacer.

2.3. El terapeuta

El terapeuta tiene entre sus principales tareas: formular hipótesis sobre las dificultades que
presenta el cliente, tomar decisiones sobre qué es necesario hacer y cómo, y basarse en algún
modelo psicoterapéutico. Las características del terapeuta predicen un porcentaje del éxito
cuando comienza un proceso de psicoterapia. Su personalidad, sus habilidades personales y
profesionales, la experiencia clínica y el manejo del uso de las habilidades terapéuticas
contribuyen a garantizar mejores resultados en el ámbito clínico.

A veces es más preciso hablar de equipo terapéutico, pues en algunos modelos se trabaja con
coterapia o con equipo de supervisión. El equipo ofrece una oportunidad para comentar los casos,
sobre todo cuando existen dificultades, y para evaluar aspectos personales y profesionales del
terapeuta.

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2.3.1. Motivaciones funcionales y disfuncionales

El terapeuta es un profesional que tiene que cumplir con una serie de requisitos formales (tales
como conocimientos sobre personalidad, patología, desarrollo…). A la vez, es necesario que
desarrolle una serie de características personales, que conduzcan a aumentar la eficacia
terapéutica, y que elimine o reduzca aquellas motivaciones disfuncionales.

Guy (1987) sistematizó la investigación sobre las motivaciones funcionales y disfuncionales de


los terapeutas; las primeras son beneficiosas para la profesión, al contrario que las segundas.

Las motivaciones disfuncionales son:

Aflicción emocional

Deseo de alcanzar (por parte de los terapeutas) mayor comprensión de sí mismos, un mayor
dominio sobre sus problemas personales y una autocuración de sus propios trastornos
emocionales.

Manejo vicario

Ayudar a otros a superar cuestiones no superadas en su propia vida.

Soledad y aislamiento

La profesión ayudaría a satisfacer la necesidad de contacto y de intimidad.

Deseo de poder

Necesidad de influir, controlar o convertir a los demás.

Necesidad de amor

El terapeuta entiende que su amor es un agente curativo.

Rebelión vicaria

Oportunidad segura para expresar sus necesidades de rebelarse y atacar a la autoridad a través
del otro.

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Las motivaciones funcionales para Guy son:

• Interés natural por la gente, curiosidad sobre sí mismo y los demás.


• Capacidad de escuchar.
• Capacidad de conversar.
• Empatía y comprensión.
• Capacidad de discernimiento emocional: conocer y aceptar las propias emociones.
• Capacidad introspectiva.
• Capacidad de autonegación: dejar a un lado las propias necesidades y gratificaciones.
• Tolerancia a la ambigüedad: capacidad para tolerar lo desconocido, explicaciones
incompletas.
• Capacidad de cariño.
• Tolerancia a la intimidad.
• Confortable con el poder: influencia sobre la vida de los clientes, saber evitar la trampa
de sentirse omnipotente.
• Capacidad de reír: el humor, expresado en el momento oportuno, tiene ciertas
propiedades curativas.

2.3.2. Habilidades terapéuticas

Las habilidades terapéuticas son todos aquellos elementos que el terapeuta puede utilizar con
todos los pacientes. Sin embargo, la individualización en la terapia es importante y el terapeuta
debe valorar en qué sesiones y en qué casos es preferible mostrar unas u otras habilidades. Por
ejemplo, el uso del humor puede no utilizarse preferentemente con personas serias o tendentes
a la literalidad.

El terapeuta deberá monitorear a lo largo del proceso el estado de la relación terapéutica y


comprobar cómo se están desarrollando los elementos comunes comentados anteriormente. Para
ello tiene en cuenta múltiples factores y cómo se combinan. El terapeuta tendrá como recursos
algunos elementos y mostrará menor pericia en otros, por lo que intentará fomentar aquello en
lo que es bueno, pero cuidará los elementos en los que puede mostrar dificultad.

Wampold (2011) establece un listado de características de los clínicos más eficaces, entre las que
incluye:

• Tienen habilidades interpersonales facilitadoras del cambio.


• Favorecen que los consultantes se sientan comprendidos.
• Crean alianza con una amplia variedad de pacientes.
• Son persuasivos y convincentes.
• Son flexibles y ajustan la intervención.
• Son conscientes de las características de su cliente y su contexto.
• No evitan temas difíciles.
• Transmiten esperanza y un optimismo realista.
• Son conscientes de sus procesos psicológicos internos y no los incluyen en la terapia, a
excepción de que sea con fines terapéuticos.

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En la tabla siguiente se recogen algunos de los componentes que deben ser considerados y
trabajados.

Conducta verbal Conducta no verbal Conducta paraverbal

Contenido Expresión facial Volumen de la voz


Humor Mirada Tono de voz
Atención personal Sonrisa Timbre
Forma de preguntar Postura Fluidez verbal
Forma de responder Orientación Velocidad
Distancia/espacio personal Claridad
Gestos Tiempo de hablar
Manos/brazos Pausas/silencios
Automanipulaciones
Movimientos nerviosos
Apariencia personal

Tabla 2. Componentes que un terapeuta debe cuidar para generar una buena relación terapéutica.

A continuación, se exponen con detalle las habilidades de escucha y de acción.

Habilidades de escucha
Las habilidades o recursos de escucha tienen como función principal atender y procesar la
información comunicada por el paciente. Es fundamental que la persona realice una escucha
activa a lo largo de la terapia. Para desarrollar esta escucha activa se pueden tener en cuenta
tres puntos:

1. Mostrar atención al mensaje que está transmitiendo el paciente. Se presta atención y se


intenta recoger la información que el paciente emite a través de varios canales:
• Comunicación verbal. El contenido que comparte el paciente, el contenido que
intenta omitir, la frecuencia con la que habla de algún tema, las emociones que
manifiesta, si evita hablar de sentimientos…
• Comunicación no verbal. Las expresiones faciales y corporales que acompañan su
discurso, el tono de voz, su mirada, su postura, las expresiones emocionales.
• La actitud que muestra en la sesión, tanto ante el terapeuta como ante el
tratamiento.
2. Procesamiento de la información recibida. Valorar el contenido aportado por el paciente y
estructurarlo según las hipótesis que se comienzan a elaborar. Separar interpretaciones
subjetivas que puedan contener un sesgo personal del terapeuta. Discriminar la
información importante de la accesoria.

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3. Mostrar acciones de escucha. El paciente debe sentir que el terapeuta está mostrando
atención a su discurso y está escuchándole atentamente. Para ello se emitirán mensajes
como «aham», «sí, entiendo», «continúa, por favor», acompañados de expresiones
faciales que transmitan atención y coherencia con el contenido que está emitiendo el
paciente, asentimientos, inclinación corporal hacia el paciente, etc.

Habilidades de escucha (II)


Para llevar a cabo esta escucha activa se pueden utilizar algunos de los siguientes recursos de
escucha:

Clarificación

Solicitar la aclaración de algún contenido emitido por la persona que resulta ambiguo, confuso o
vago. Se formulan cuestiones o se piden ejemplos concretos que permitan comprender mejor el
discurso del paciente.

• Paciente: «Tengo miedo de que pase lo peor».


• Terapeuta: «¿Qué quieres decir con lo peor? ¿Qué sería lo peor?».
• Paciente: «Me he dado cuenta de que siempre acabo sintiéndome mal por todo».
• Terapeuta: «¿Puedes ponerme un ejemplo de alguna situación en la que te sientas mal?».

Paráfrasis

Reformular con otras palabras el contenido expresado por la persona. En esta reformulación se
sintetizan las ideas principales transmitidas dejando a un lado los detalles superfluos. Se utiliza
para transmitir a la persona que se ha comprendido el mensaje, reforzar sus ideas, enfatizar
ciertos aspectos del discurso y animar a profundizar en él.

• Paciente: «Yo ya sé que no debería actuar así, pero me siento incapaz. Cuando veo que
todo el mundo avanza menos yo me pongo muy nervioso, siento que soy torpe, inferior y
que jamás llegaré a donde los demás. Entonces me pongo muy nervioso y comienzo a
darle vueltas y dejo de trabajar en lo que estaba haciendo. Puedo pasar horas pensando
en mi situación de inferioridad. Sé que sería más productivo ponerme a trabajar y no
bloquearme, pero es algo que no puedo controlar. El otro día cuando me enteré de que a
mi compañera la habían premiado por cumplir objetivos comencé a pensar lo mal que iba
yo en los míos, casi ni pude felicitarla de lo mal que me sentía por mí mismo».
• Terapeuta: «Parece que cuando ves algún éxito cercano a ti te recuerda tus propios
objetivos y lo que te falta aún para alcanzarlos, y eso te hace sentir tan mal durante mucho
tiempo, impidiéndote continuar con esos objetivos que te preocupan».

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Reflejo

Devolver a la persona información sobre los sentimientos que ha mostrado, tanto de forma
explícita como implícita, durante su discurso. Se recoge y señala el contenido afectivo. Sirve para
facilitar y animar a la persona a expresar sus emociones, reforzando la expresión emocional;
favorece que la persona sea consciente de las emociones vinculadas a la historia que está
compartiendo y enfatiza el valor de los sentimientos asociados.

• Paciente: «Cuando me llamaron para comunicarme el ascenso, no supe qué decir. La


noticia era muy buena y me hace mucha ilusión que me hayan tenido en cuenta para ese
puesto de tanta responsabilidad. Por otro lado, supone dejar de trabajar con mis
compañeros, con los que he encajado tan bien, y eso no me gusta. Sé que los voy a echar
mucho de menos. También me asusta que no pueda encontrar compañeros así en el nuevo
puesto, y el hecho de ser una situación nueva en una ciudad diferente me hace
replantearme si de verdad quiero aceptar ese puesto».
• Terapeuta: «Sí, es una situación complicada, pareces confusa al respecto. Por un lado, te
sientes ilusionada y orgullosa de tener esta oportunidad, pero te entristece el hecho de
dejar de trabajar con personas que se han portado tan bien contigo y te da miedo que no
sea así con tus nuevos compañeros».

Síntesis

Se recapitulan los principales contenidos abordados y se hace un resumen de estos. Puede incluir
el uso de reflejos y paráfrasis en relación con el contenido que se ha trabajado. Se resaltan los
puntos principales, los logros que se han conseguido, las principales dificultades que se presentan,
etc.

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Mostrar una actitud empática

Para mostrar una actitud empática se utilizan una serie de estrategias como la escucha activa, el
uso de reflejo, paráfrasis, clarificación, detenerse en los temas importantes para el paciente, etc.
Se proporcionan respuestas empáticas para favorecer el entendimiento desde la perspectiva del
paciente. En ocasiones, los pacientes presentan respuestas desadaptativas o creencias no
compartidas con el terapeuta. El terapeuta debe dejar a un lado sus propias creencias e historia
personal e intentar entender al paciente desde las creencias, historia pasada y perspectiva del
paciente. Algunos de los tipos de comentarios empáticos para validar la historia y emociones de
la persona son los siguientes:

• Comprensión empática: «Entiendo cómo te debiste sentir».


• Afirmación empática: «Es muy duro todo por lo que estás pasando».
• Evocación empática: «Es como si…».
• Exploración empática; realizar aclaraciones, indagar emociones: «¿Te sientes entonces
como si…?».

Habilidades de acción
Las habilidades de acción van dirigidas a generar cambios. Se caracterizan por ser recursos con
un estilo más directivo y activo que las habilidades de escucha.

Preguntas

Se realizan preguntas que pueden perseguir diferentes objetivos, como obtener información o
facilitar la reflexión por parte del paciente. Las preguntas pueden ser de dos tipos:

• Preguntas abiertas; son de carácter exploratorio, buscan obtener información amplia


sobre algún tema: «¿Qué cosas te preocupan?», «¿qué situaciones te generan
bienestar?», «¿qué objetivos laborales tienes en mente?», «¿qué te ocurre?».

• Preguntas cerradas: invitan a una respuesta breve y concisa con respuestas de tipo
«sí», «no» o respuestas concretas. Se utilizan para todos los pacientes, pero están
especialmente recomendadas para pacientes que hablan demasiado o a los que les cuesta
focalizarse en un tema y concretar sobre él: «¿Dónde estabas cuando pasó todo esto que
me cuentas?», «¿quién te comunicó que te iban a ascender?», «¿crees que puedes estar
enfermo del corazón?».

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En ocasiones, las preguntas realizadas bajo la fórmula «¿por qué…?» generan malestar a la
persona, que puede llegar a sentirse acusada. Una recomendación en estos casos es sustituirla
por «¿para qué…?»: «¿A qué crees que se debe?», «¿qué motivos podrían explicar que os peleéis
tanto?».

Dar información

Sabías que:

Milton Erickson es uno de los terapeutas más influyentes. Sus cuentos didácticos ocupaban
un lugar importante en su terapia y a través de ellos sembraba sugestiones.

Transmitir datos, hechos, contenido que el paciente no conoce y que puede resultarle de utilidad.
Se puede dar información de la ley vigente sobre algún tema, el uso de anticonceptivos, los
efectos de un fármaco, etc. Dar información no implica aconsejar. Las metáforas son una forma
de dar información al paciente. A través de historias con las que se puede plantear una cierta
analogía, el terapeuta explica una historia para que el paciente reflexione sobre ella.

Confrontación

Mostrar al paciente la discrepancia entre dos ideas, mensajes o actitudes que esté planteando.
Esta discrepancia puede darse entre dos mensajes verbales, incongruencia entre mensaje verbal
y no verbal, o entre mensaje verbal y acción. Para el uso de la confrontación es recomendable no
usar con demasiada frecuencia expresiones como «sin embargo» o «pero» y utilizar otras como
«por un lado…, por otro lado». La confrontación debe realizarse con especial cuidado para que el
paciente no lo entienda como una acusación o que el uso de la confrontación se realice como
expresión de la propia frustración del terapeuta y no como un objetivo terapéutico.

«Antes comentabas que sientes que no has conseguido nada en la vida, al mismo tiempo,
has rechazado algunas ofertas de trabajo y de inscripción en cursos, ¿qué te parece esto?
Podemos profundizar en esta idea».

Interpretación

Se infieren relaciones entre variables, entre diferentes conductas y valores, actitudes,


pensamientos y emociones con el objetivo de dar coherencia y una posible explicación a lo que
está ocurriendo. Es recomendable no hacer interpretaciones con premura.

Identificar y anclar logros, feedback positivo

Se trata de resaltar el contenido positivo del discurso del paciente, identificar aquello que ha
logrado, aunque no haya logrado el objetivo de forma completa.

• Paciente: «No pude salir de casa, me cambié e incluso maquillé, pero cuando estaba en la
puerta sentí mucha ansiedad y no fui capaz de salir».

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• Terapeuta: «Creo que es positivo que lo hayas intentado, has sentido mucha ansiedad y
no has sabido manejarla finalmente, pero has intentado arreglarte y prepararte para ir a
clase y eso es algo más que lo que ocurría la semana pasada, cuando no lograbas salir de
la cama».

Autorrevelación

Viaja

En este enlace puedes encontrar algunas recomendaciones para hacer uso de forma correcta
del recurso de autorrevelación.

Permite aportar información del propio terapeuta, sirve como modelo para el paciente y fomenta
la idea de autenticidad del terapeuta. A través de esa compartición de contenido personal se
ofrecen alternativas para que la persona vea las cosas desde otra perspectiva, normalice o vea
una alternativa de comportamiento.

Habilidades para responder a las emociones del paciente (gestión emocional)


Durante la terapia el paciente tendrá reacciones emocionales que el terapeuta debe saber
gestionar utilizando diferentes estrategias de regulación afectiva interpersonal (Niven, Totterdell
y Holman, 2009). Es probable que, tras relatar una situación emotiva, el paciente llore, muestre
enfado, sienta ansiedad, desesperación, etc. El terapeuta debe tener la capacidad de manejar la
situación y ha de saber responder de forma adecuada a esas emociones.

También en la primera sesión podemos estar ante las emociones de la persona que aún no nos
conoce. El terapeuta debe tener en cuenta estas emociones y ha de saber manejarlas de forma
que sirvan al beneficio terapéutico del paciente. Por ejemplo, si estamos ante una persona que
acude a la primera sesión con cierto recelo o desconfianza a abrirse ante un desconocido, se
deben emplear técnicas dirigidas a disminuir esa desconfianza y aumentar la sensación de
seguridad, tranquilidad y confianza.

Asimismo, el terapeuta debe utilizar sus habilidades de regulación emocional para gestionar sus
propias emociones. A lo largo del proceso terapéutico los pacientes pueden generar enfado,
frustración, impotencia, etc. El terapeuta debe identificar estas emociones, tomarlas en
consideración y analizar por qué están apareciendo. Puede que surjan como respuesta a un patrón
de comportamiento del paciente que suele generar esas emociones en otros. En ese caso,
debemos tomarlo como una fuente de información y valorar si es adecuado o no comunicárselo
al paciente. Es posible que sintamos impotencia y cansancio ante un avance lento del paciente.
Podemos valorar esta información como una señal de que el paciente suele generar esa respuesta
en los demás y necesitamos gestionar esa reacción para seguir confiando en él con paciencia y
tesón. De cualquier modo, estas emociones siempre deben ser gestionadas de forma que sigan
los objetivos terapéuticos y no interfieran en el curso de la terapia.

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En la tabla siguiente aparecen algunas estrategias de regulación interpersonal dirigidas a mejorar
o empeorar el afecto negativo del paciente.

Para mejorar el estado afectivo de la persona

• Escuchar a la persona, escuchar con atención su problema.


• Facilitar que el paciente cambie la forma en la que está valorando la situación.
• Hacer sentir a la persona escuchada e importante.
• Enseñar al paciente a utilizar estrategias de distracción.
• Hacer uso del humor para disminuir el impacto emocional de algunos estímulos.
• Dar la oportunidad de realizar pausas.

Estrategias que pueden empeorar el estado afectivo de la persona

• Resaltar los aspectos negativos del relato del paciente.


• Realizar críticas o quejas sobre el comportamiento del paciente.
• Rechazar e invalidar los sentimientos del paciente: «¿Cómo vas a sentirte así? No tiene
sentido».
• Poner nuestros sentimientos por encima de los del otro.

Estrategias para regular las propias emociones del terapeuta

El terapeuta debe tener el conocimiento y la habilidad para regular sus propias emociones en
terapia, reconocerlas y no dejar que se antepongan a los objetivos terapéuticos y al beneficio
del paciente.

Tabla 3. Estrategias de regulación afectiva interpersonal.

Habilidades terapéuticas para trabajar dificultades en terapia


Las características del paciente determinan el tipo de estrategias y recursos que se deben utilizar.
Podemos suponer no colaboración por parte de los consultantes cuando hay incumplimientos (es
decir, no nos contestan a las preguntas o responden con otras cuestiones ajenas a la pregunta)
o cuando muestran rechazo (no realizan lo que les pedimos, nos dicen «no estoy de acuerdo, no
es así…»). El terapeuta debe evitar también los incumplimientos y rechazos en las sesiones.
Existen algunas estrategias que pueden facilitar el desarrollo de la terapia cuando surgen algunas
dificultades como la falta de discurso fluido o la falta de adherencia a la intervención o a las tareas
de casa.

Cuando un paciente no muestra iniciativa para hablar y es escueto en sus respuestas

Proporcionar explicaciones claras.

Adaptar el lenguaje al nivel cultural del paciente.

Utilizar en su discurso ejemplos de la vida del paciente y de entornos adaptados a su generación


y momento vital.

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Proponer al paciente que hable de un tema que él elija, durante unos minutos, para explorar
si la escasez de respuestas se debe a la incomodidad de hablar de su problema o es atribuible
a otros temas.

Mostrar flexibilidad y facilidad para generar diferentes formas de obtener información si el


paciente no proporciona respuestas satisfactorias.

Ante una persona con respuestas escuetas, usar preguntas abiertas que no puedan
responderse con un «sí» o una respuesta corta. Una pregunta podría ser: «¿En qué consiste tu
día a día?».

Es recomendable no presionar y lograr la confianza poco a poco, ofreciendo seguridad en todo


momento.

Tabla 4. Estrategias para pacientes que proporcionan respuestas escuetas.

Habilidades terapéuticas para trabajar dificultades en terapia (II)

Cuando un paciente no realiza las tareas para casa que se han pedido en la
sesión anterior

Redactar las tareas para casa en un papel antes de finalizar la sesión para asegurarse de
que el paciente no olvida la información.

Obtener feedback del paciente de que ha comprendido la tarea. «¿Podrías explicarme tú


mismo en qué consiste lo que tienes que realizar esta semana?».

Ofrecer la posibilidad al paciente de preguntar a través de un correo o llamada alguna duda


que pueda surgir a lo largo de la semana sin tener que esperar a la siguiente sesión.

Explorar cuál es la razón por la que no se ha realizado la tarea: poca motivación, falta de
tiempo, falta de comprensión, complejidad de la tarea, conducta evitativa para no
enfrentarse al problema, sentimiento de que la tarea no le encaja…

Adaptar la tarea de forma que facilite su consecución. Por ejemplo, utilizando el teléfono
en vez de lápiz y papel, pensar en vez de escribir…

Revisar que las tareas que se solicitan son adecuadas, por el nivel de complejidad, para el
problema para el que se mandan y las características de la persona.

Revisar la demanda y el tipo de demandante (ver si estamos ante un comprador o solo un


visitante).

Tabla 5. Estrategias para trabajar la adherencia del tratamiento y la realización de tareas para casa.

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2.3.3. La primera entrevista

En una primera entrevista es útil reflexionar sobre todas aquellas estrategias que pueden ofrecer
seguridad y reducir la incertidumbre de los consultantes.

Es necesario tener en cuenta el contexto en el que estamos trabajando. Actuaríamos de diferente


forma en salud mental pública que en una clínica privada, por ejemplo.

Si tenemos la oportunidad (en una clínica privada) de recoger datos a través de una llamada
telefónica previa a la consulta, podríamos aprovechar también para ofrecer información sobre
nuestro marco: cuántas sesiones realizamos, de qué duración, cada cuánto tiempo, si vamos a
necesitar hablar con otras personas significativas del entorno, cuánto son los honorarios… Todo
ello ayudará a ofrecer más seguridad a los clientes. En la primera consulta es necesario ofrecer
de nuevo algunas características del marco. Es importante también dejar clara la confidencialidad
a la que nos debemos y las excepciones a esta.

Debemos estar atentos a la comunicación (ser colaboradores a nivel verbal y no verbal, mantener
congruencia postural con los consultantes en la medida de lo posible) para empezar a generar
alianza terapéutica.

Además, debemos intentar explorar lo siguiente:

• Datos sociodemográficos. Es útil conocer datos sobre la persona y su familia, si es posible


hasta tres generaciones previas (cliente, padres y abuelos), a través de un genograma.
Sería útil conocer tanto datos como edades, profesiones, horario laboral, eventos vitales
familiares… como aquellos relativos a la interacción y el apoyo (cuánto y cómo se ven, a
quién llamarían en caso de necesidad…).
• Historia previa. Es útil realizar un «cronograma» sobre la historia de vida del consultante
y los eventos importantes que le han ido ocurriendo, tanto positivos como negativos. Esto
nos ayudará, al igual que los datos sociodemográficos, a establecer hipótesis de inicio y
mantenimiento del problema.
• Queja o motivo de la consulta. Recogeríamos aquellas dificultades por las que la persona
viene a consulta. Es necesario concretar lo máximo posible (en qué lo nota, cuándo lo
nota).
• Excepciones al motivo de queja (si existe algún momento en el que no le suceda, o bien
le suceda en menor grado del que se hubiera esperado).
• Exploración psicopatológica.

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• Enfermedades médicas, toma de algún tipo de medicación.
• Puntos fuertes de la persona. Sería útil explorar sus gustos, sus habilidades…
• Tratamientos anteriores e intentos de solución del problema. Tenemos que conocer si ya
ha hecho algo para solucionar el problema o si ha buscado ayuda profesional. Es adecuado
dedicar tiempo a ello, pues evitaremos proponer actuaciones en la misma línea. Asimismo,
ofrecerá información sobre el mantenimiento del problema y sobre qué cosas de
terapeutas previos pueden no haberle gustado.
• Demanda. Es necesario preguntar qué es lo que la persona quiere de nosotros cuando
acude a pedir ayuda. Como vimos en la unidad previa, para que la terapia sea eficaz uno
de los requisitos es que exista un acuerdo en los objetivos. Es preciso trabajar en la
demanda del consultante (no en lo que el terapeuta considera que debe ser) y, si no
podemos aceptarla, es necesario negociar una demanda que podamos asumir. Este
aspecto es fundamental, por lo que debemos dedicarle tiempo.

2.3.4. La supervisión

La psicoterapia es una habilidad que se puede aprender y entrenar con práctica y supervisión
clínica. Como se comentaba en apartados previos, la supervisión es una estrategia que permite
detectar errores en terapia. La supervisión es un elemento fundamental en el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Asimismo, es un requisito para la capacitación como psicoterapeuta.

La finalidad de la supervisión es que los terapeutas en formación adquieran conocimientos,


habilidades y actitudes para el trabajo terapéutico. Además de aprender una técnica o modelo
para intervenir, el futuro psicoterapeuta tiene que aprender a autosupervisar su propio quehacer.

Las supervisiones pueden realizarse a través de un sistema de vídeo, o bien a través de las notas
o la información que el terapeuta puede ofrecer del caso. El supervisor realiza preguntas que le
ayudan a comprender el caso, así como la perspectiva del terapeuta principal. Puede ayudarle
proponiéndole preguntas, otras áreas que se han de indagar, sugiriendo relaciones entre las
dificultades y eventos vitales, explicaciones a estas, proponiendo tareas o un cambio en el estilo
(por ejemplo, actitud más o menos colaboradora, etc.).

Todo terapeuta siempre está en formación, es un viaje que nunca acaba.

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Resumen

Algunos de los motivos que llevan a las personas a abandonar la terapia están relacionados con
el terapeuta (por ejemplo, percepción de falta de empatía o de minimización de sus problemas)
y con cómo se ha establecido la relación terapéutica.

Hay métodos que ayudan a evaluar cómo está siendo el proceso para poder incluir modificaciones
y evitar fracasos en la terapia. Por ejemplo, puede ser necesario reevaluar la formulación del
caso, o bien el enfoque de tratamiento propuesto.

La relación terapéutica es un factor fundamental para predecir el éxito en terapia y debe cuidarse
a lo largo de todo el proceso. Se han revisado algunas de las estrategias que la favorecen (mostrar
aceptación, evitar los juicios, validar las emociones del paciente…).

El terapeuta también es una pieza fundamental. A veces se habla de equipo psicoterapéutico,


pues incluye la figura del coterapeuta o del supervisor. Ambas figuras ofrecen importantes
oportunidades para la mejora en la práctica clínica.

Es necesario que las motivaciones del terapeuta sean funcionales, por lo que debe revisar las
motivaciones disfuncionales que pueda tener (manejo vicario, necesidad de amor, aflicción
emocional…).

Además, es preciso que desarrolle una serie de recursos o habilidades. Entre ellos se encuentran:

• Habilidades de escucha: clarificación, paráfrasis, escucha activa, reflejo, síntesis, empatía.


• Habilidades de acción: preguntas, dar información, uso de metáforas, interpretación,
confrontación, feedback positivo, autorrevelación.
• Habilidades de gestión emocional.
• Habilidades para solucionar posibles problemas surgidos en la terapia y de falta de
adherencia al tratamiento.

En la primera entrevista los terapeutas tienen que intentar ofrecer seguridad y reducir la
incertidumbre para comenzar a generar alianza terapéutica. Deben mostrarse colaboradores a
nivel verbal y no verbal. Entre las áreas que se han de explorar, algunas de las más importantes
son los motivos de queja (y las excepciones al motivo de queja o síntomas), la demanda, los
datos sociodemográficos del cliente y su familia, sus puntos fuertes, tratamientos anteriores o
intentos de solución al problema…

En el subapartado final se incluyen algunas ideas sobre la supervisión. Es una estrategia


fundamental que nos permite detectar errores y mejorar como terapeutas.

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Mapa de contenidos

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Recursos bibliográficos

Bibliografía básica

Fernández Liria, A. y Rodríguez Vega, B. (2002). Habilidades de entrevista para


psicoterapeutas. Desclée de Brouwer S. A.

Norcross, J. C. (2011). Psychotherapy Relationships that Works. Oxford University Press.

Bibliografía complementaria

Alcázar, R. (2007). Expectativas, percepción del paciente hacia su terapeuta y razones para
asistir a dos o más sesiones. Salud Mental, 30(5), 55-62.

Andrade-González, N. y Fernández-Liria, A. (2015). Spanish adaptation of the Working Alliance


Inventory (WAI). Psychometric properties of the patient and therapist forms (WAI-P and WAI-
T). Anales de Psicología, 32(2), 524-533.

Bowlby, J. (1989). Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría del apego. Paidós.

De Shazer, S. (2009). Claves de solución en terapia breve. Gedisa.

Feixas, G. y Miró, M. T. (1993). Aproximaciones a la psicoterapia. Una introducción a los


tratamientos psicológicos (14.ª ed.). Paidós.

Frank, J. D. (1961). Persuasion and Healing: A Comparative Study of Psychotherapy. Johns


Hopkins University Press.

Gelso, C. J. y Carter, J. A. (1994). Components of the psychotherapy relationship: their


interaction and unfolding during treatment. Journal of Counseling Psychology, 41, 296-306.

Labrador, F. J. (ed.). (2008). Técnicas de modificación de conducta. Pirámide.

Linehan, M. (1993). Skills Training Manual for Treating Borderline Personality Disorder. Guilford
Press.

Minuchin, S. (1974). Familias y terapia familiar. Gedisa.

Niven, K., Totterdell, P. y Holman, D. (2009). A classification of controlled interpersonal affect


regulation strategies. Emotion, 9(4), 498-509.

Norcross, J. C. y Wampold, B. E. (2011). Evidence-based therapy relationships: research


conclusions and clinical practices. Psychotherapy, 48(1), 98-102.

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contemporáneos. Amazon.

Vallejo, M. A. (ed.). (2012). Manual de terapia de conducta (tomo 1). Dykinson.

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Vetere, A. y Dallos, R. (2012). Apego y terapia narrativa. Morata.

Wampold, B. E. (2010). The Basics of Psychotherapy: An Introduction to Theory and Practice.


American Psychological Association.

Wampold, B. E. (2011). Qualities and Actions of Effective Therapists. American Psychological


Association.

Otros recursos

Guerri, M. (26 de marzo de 2020). Las autorrevelaciones ¿qué son y para qué nos sirven?
PsicoActiva. https://www.psicoactiva.com/blog/las-auto-revelaciones-que-son-y-para-que-
nos-sirven/

PCOMS measures and licensing. (s. f.). https://betteroutcomesnow.com/about-pcoms/pcoms-


measures

System for Observing Family Therapy Alliances. (s. f.). [Web]. http://softa-soatif.com/es/

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