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METABOLISMO DEL GLUCÓGENO (tema 14)

Los organismos superiores se protegen de una posible escasez de energía mediante el


almacenamiento del exceso de glucosa, procedente principalmente de la ingesta de alimentos,
y su almacenamiento como polímeros de alto peso molecular para que se pueda utilizar
fácilmente en momentos de necesidad (fig 2). Asi pues, tras una ingesta rica en hidratos de
carbono, llega suficiente glucosa al torrente sanguíneo como para que las células de los
diferentes tejidos se surtan de la misma transportándola y fosforilándola (como glucosa-6P) para
cubrir sus necesidades metabólicas. En un estado metabólico de este tipo, en el cual hay exceso
de glucosa para que ésta no se desperdicie y pueda ser utilizada en periodos de escasez (ayuno),
se almacena en forma de polímeros. En los animales el polímero que se genera es el glucógeno
(fig 2 y 3), un polisacárido formado exclusivamente por unidades de glucosa (unidas mediante
enlaces glucosídicos α 1-4 y ramificaciones α1-6,) idéntico al almidón de las plantas (fuente
energética que se almacena para la germinación de la semilla) y que solo se diferencia de éste
en un número mayor de ramificaciones (cada 8-14 residuos mientras que en el almidón la
ramificación es entre 24 y 28 residuos) (fig 3).

Aunque la mayoría de los tejidos tienen algo de glucógeno, su cantidad es testimonial;


solamente se almacena en cantidades apreciables en el hígado y en el músculo esquelético (fig
4). En el hígado se puede acumular hasta el 10% del peso del órgano (aproximadamente unos
400 g), mientras que en el músculo solo se acumula entre el 1 y 2% de su peso; pero como la
cantidad de músculo esquelético total es mayor que la de hígado, podemos decir que se
almacena más glucógeno en el músculo que en el hígado (fig 4). La función del glucógeno
hepático y muscular también es diferente: el músculo acumula glucógeno para sus propias
necesidades como es la contracción muscular mientras que el glucógeno almacenado en el
hígado sirve para mantener los niveles de glucosa de los diferentes tejidos y órganos del
organismo (fig 4 y 5). Asi pues, el músculo acumula glucógeno como almacén energético
exclusivamente para su propio uso (la contracción muscular) mientras que el hígado lo almacena
también para liberarlo al torrente circulatorio cuando el nivel baja (controla y mantiene el nivel
glucídico sanguíneo) y que otros tejidos puedan utilizarlo como fuente energética (fig 4 y 5).
Recordad que, como ya comentamos en la gluconeogénesis, los hepatocitos son el único tipo
celular que expresa la glucosa 6-fosfatasa: la enzima que desfosforila la glucosa-6P y que permite
su liberación al torrente circulatorio (fig 5). Estas diferencias funcionales hacen que la
concentración del glucógeno en el tejido hepático varíe a lo largo del día, dependiendo de los
periodos de ingesta y ayuno, mientras que la cantidad de glucógeno almacenado en el músculo
dependerá solamente del ejercicio físico que se realice (fig 6).

Veamos a continuación como, metabólicamente, se almacena la glucosa en forma de glucógeno


(glucogenogénesis) y, después, como ésta se libera cuando es necesaria (glucogenolisis).

La síntesis de glucógeno, conocida como glucogenogénesis (génesis de glucógeno).

Como ya hemos visto en la glucolísis, la glucosa, cuando entra en la célula, se fosforila, por la
acción de la glucoquinasa o la hexoquinasa para dar lugar a la glucosa-6P. En este punto, además
de ir hacia la glucolisis, si se encuentra en exceso, las células hepáticas y musculares lo pueden
almacenar en forma de glucógeno (fig 7). Cuando decide generar glucógeno (glucogenogénesis),
lo primero que va a ocurrir es el cambio de la posición del fosfato de la glucosa: de posición 6 a
posición 1 del fosfato. El cambio es llevado a cabo por una mutasa, la fosfoglucomutasa, una
enzima que cataliza la interconversión de forma reversible y que al generar glucosa-1P permite
la polimerización necesaria para generar glucógeno. Sin embargo, desde el punto de vista
energético la polimerización de esta glucosa-1P para generar glucógeno y Pi es totalmente
desfavorable por lo que la síntesis de glucógeno precisa de un paso adicional para que la glucosa
sea energéticamente más rica y permita la polimerización de la misma. Las células consiguen
este aumento energético mediante la combinación de la glucosa-1P con UTP en una reacción
catalizada por la UDP-glucosa pirofosforilasa que genera UDP-glucosa (fig 7). Con este paso,
energéticamente favorable (AG’º= -33,5 kJ/mol), la célula dispone de una molécula en un estado
de alta energía que le permite donar la glucosa a la cadena de glucógeno en formación. A partir
de este momento, la unidad de glucosa se transfiere desde la UDP-glucosa al extremo no
reductor de la cadena naciente de glucógeno para unirse covalentemente a través de un enlace
glucosídico α1-4. La reacción es exergónica (AG’º= -13,4 kJ/mol) y está catalizada por la
glucógeno sintasa (fig 8). Pero la enzima no puede unir simplemente un residuo de glucosa a
otro, para que el proceso tenga lugar necesita que ya esté formada previamente una pequeña
cadena de glucosas unidas mediante un enlace glucosidico α 1-4 (fig 9). Así pues, para que la
polimerización llevada a cabo por la glucógeno sintasa tenga lugar, necesita lo que se conoce
como cebador: una pequeña cadena (4 residuos) de glucosas unidas a una proteína que se llama
glucogenina (fig 9 y 10). El cebador se genera por acción de la protein tirosyl glucosiltransferasa,
una enzima que, inicialmente transfiere un primer resto de glucosa desde la UDP-glucosa al
residuo de tirosina que se encuentra en la posición 194 de la cadena polipeptídica de la
glucogenina y otros tres residuos de glucosa que une entre sí por enlace glucosidico α 1-4 (fig
10). Realizado este proceso, la glucógeno sintasa prosigue la polimerización elongando la cadena
pero como hemos comentado al principio de la exposición, el glucógeno es un polímero
ramificado en el que la glucosa se une además de por enlaces glucosidicos α 1-4, por enlaces α
1-6 (fig 3). La ramificación del glucógeno se lleva a cabo por enzima ramificante, la amilo->1,4-
1,6 transglucosidasa, que transfiere segmentos terminales de la cadena (aproximadamente 7
residuos) a la posición 6 de una glucosa de la misma o de otra cadena de glucógeno (fig 11). La
ruptura del enlace α1-4 proporciona a la enzima energía suficiente para conseguir la formación
del enlace α 1-6. La figura 12 resume el proceso completo de la formación de glucógeno: la
glucogenogénesis.

Veamos ahora como es la glucogenolisis (la degradación del glucógeno), un proceso que tiene
lugar principalmente cuando las células musculares, ante un ejercicio intenso no disponen de
suficiente glucosa (periodos de ayuno o ante una mayor necesidad por un ejercicio intenso) para
obtener la energía para la contracción o cuando el hígado, en condiciones de ayuno, tiene que
aportar glucosa para cubrir las necesidades glucídicas de otros tejidos. La liberación de la glucosa
desde el glucógeno requiere inicialmente la participación de una proteína denominada
glucógeno fosforilasa. Se trata de una enzima dimérica (formada por dos subunidades idénticas)
que utiliza piridoxal fosfato (un derivado de la vitamina B6) como grupo prostético y es clave en
la regulación de la degradación del glucógeno. A modo de “comecocos”, esta proteína libera la
glucosa, unidad a unidad, de cada uno de los extremos no reductores de la molécula de
glucógeno y añade Pi para generar glucosa-1P (fig 14) hasta que en la cadena quedan 3-4 restos
de glucosa donde ya no puede actuar y a lo que denominaremos “ramificación límite” (fig 15).
La ruptura de un enlace mediante la adición de ortofosfato se denomina fosforolisis. Podemos
decir que por fosforolisis se moviliza el glucógeno intracelular mientras que la digestión normal
de los polisacáridos de la dieta tiene lugar por hidrólisis (fig 14). La fosforolisis hace que la
reacción sea energéticamente favorable en condiciones fisiológicas (AG= -8 kJ/mol) e impide
que la glucosa liberada pueda salir de la célula al estar fosforilada (glucosa-1P). La reacción esta
inhibida alostéricamente por ATP (indicador de que hay energía y por lo tanto no es necesario
degradar el glucógeno que nos aportaría más energía al entrar la Glc 1-P en la vía glucolítica),
también por glucosa-6P (si la célula tiene glucosa-6P, indica que la glucolisis funciona a buen
ritmo y no necesita generar glucosa-1P para convertirla en glucosa-1P) (fig 14). Como es de
esperar, también la glucosa es un inhibidor (si hay glucosa en la célula no es necesario obtener
más del glucógeno) y el AMP es un activador alostérico (si hay poca energía es necesario que
entre más glucosa en la vía glucolítica). La enzima, también está sometida a un proceso de
modificación covalente por fosforilación (fig 14). Como veremos cuando tratemos la regulación
del metabolismo del glucógeno, hay dos estados en la enzima: la fosforilasa a que contiene un
grupo P unido a la Ser 14 de cada una de sus subunidades y que corresponde a la forma más
activa y la fosforilasa b que tiene desfosforiladas sus Ser 14 y que es menos activa.

De forma similar a la glucogenogénesis pero en sentido contrario, la degradación del glucógeno


necesita de una enzima desramificante que, en este caso, tiene función transferásica y
glucosidásica (fig 15). La actividad transferásica, más concretamete, la actividad
glicosiltransferásica realiza la transferencia de tres o cuatro glucosas desde la “ramificación
límite” al extremo no reductor de otra ramificación (fig 15). De este modo, se alarga la
ramificación para que la fosforilasa pueda seguir actuando y la primera glucosa que queda de la
ramificación (unida por enlace α 1-6) ahora es liberada por la actividad glucosidásica de la
enzima desramificante en forma de glucosa libre (fig 15). Como consecuencia, la hidrólisis de la
molécula de glucógeno genera un 90% de glucosas en forma de glucosa-1P (actividad
fosforilásica) y un 10% de glucosa libres (actividad glucosidásica). Finalmente, y como ya hemos
visto en la glucogenogénesis, la fosfoglucomutasa utiliza la glucosa-1P generada para cambiar
el fósforo a la posición 6 (glucosa-6P) siguiendo un mecanismo similar al de la fosfoglicerato
mutasa en la glucolisis (fig 16). Ahora la glucosa-6P puede ser utilizada como fuente energética
en la glucolisis (fig 17). No obstante, para completar todo el proceso hay que recordar que
exclusivamente en el hígado se expresa otra enzima, la glucosa 6 fosfatasa que, localizada en el
retículo endoplasmático, es capaz de liberar el fosfato para generar glucosa y verterla al torrente
sanguíneo (fig 17) para, de esta manera, aportarla a otros tejidos y órganos donde sea requerida.

Como ya hemos comentado en varias ocasiones, los seres vivos almacenan los nutrientes
provenientes de la alimentación para utilizarlos en periodos de ayuno, principalmente, en dos
formas: glucógeno y grasas. Los animales no pueden convertir las grasas en glucosa y, sin
embargo, la glucosa es necesaria para mantener el funcionamiento de algunos órganos (el
cerebro utiliza glucosa como único combustible excepto en situaciones extremas como ayunos
muy prolongados). Además, como ya hemos visto a lo largo de estos temas, el glucógeno puede
metabolizarse en anaerobiosis mientras que, como veremos cuando hablemos de la beta
oxidación, la grasa no. Incluso, la estructura ramificada del glucógeno, permite la degradación
rápida de éste y la liberación de unidades de glucosa de los extremos de cada ramificación. Como
consecuencia, la función del glucógeno, como elemento nutritivo de reserva, es totalmente
diferente al ejercido por las reservas grasas del tejido adiposo. La despensa de glucógeno se
llena y vacia en combinación con los periodos de ingesta-ayuno y ejercicio-reposo y, aunque el
esfuerzo metabólico (glucogenogénesis-glucogenolisis) realizado por las células es enorme, es
un claro ejemplo de colaboración y economía energética: cuando los alimentos abundan se
cargan las despensas y las de glucógeno permiten, por un lado, el hígado cubrir las necesidades
de otros tejidos y po otro, al el musculo, reaccionar ante situaciones de peligro que precisan una
energía extra para actuar (huida, ataque, …). Pero para que esto funcione coordinadamente, la
síntesis y degradación del glucógeno ha de estar bien regulada. Pues bien, son la glucógeno
sintasa (glucogenogénesis) y la glucógeno fosforilasa (glucogenolisis) las que determinan y
regulan ambos procesos. Ya hemos visto que los altos niveles de ATP y de glucosa-6P afectan
negativamente ,a la glucógeno fosforilasa y como consecuencia, inhiben las glucogenolisis
mientras que altos niveles de AMP o la fosforilación de la enzima la promueven (fig 14). Que la
enzima esté o no fosforilada también afecta a la glucógeno sintetasa aunque de forma inversa:
la fosforilación inhibe la actividad de la glucógeno sintasa y como consecuencia la
gluconeogénesis (fig 18). Como consecuencia, por fosforilación enzimática se inactiva la
gluconeogénesis y se activa la glucogenolisis y al revés (fig 18). En este proceso de fosforilación-
desfosforilación tienen mucho que decir la insulina, la adrenalina y el glucagón. La insulina
promueve la desfosforilación y, como consecuencia, la síntesis de glucógeno y; el glucagón y la
adrenalina o la epinefrina promueven la fosforilación y por lo tanto, la degradación de glucógeno
(fig 19 y 20). Visto desde el punto de vista fisiológico: ante la abundancia de glucosa, la insulina
promueve su almacenamiento en forma de glucógeno y, cuando el nivel de glucosa es bajo o
ante un peligro que necesite un aporte energético extra, el glucagón y la aderenalina o la
epinefrina en el músculo, respectivamente, promueven la glucogenolisis (fig 19 y 20). En el caso
concreto del metabolismo del glucógeno en hígado, la figura 21 muestra cómo, cuándo se
suministra glucosa, la actividad de la glucógeno fosforilasa hepática disminuye rápidamente y,
después de un tiempo (o tiempo de latencia) aumenta rápidamente la actividad glucógeno
sintasa.

Este tema termina con las figuras 22 y 23 donde se recogen algunas patologías que surgen como
consecuencia de la alteración del metabolismo del glucógeno y que afectan principalmente al
hígado, músculo y riñón.

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