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Tema 11.

La dictadura franquista: (1939-1975)

11.1 EL FRANQUISMO: FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS DEL RÉGIMEN


FRANQUISTA EN EL CONTEXTO HISTÓRICO EUROPEO.

Introducción
La España de 1939 era una nación arrasada material, demográfica y emocionalmente Sobre
las ruinas de un país agotado por el conflicto, se construirá un nuevo Estado caracterizado por
la centralización absoluta del poder en la figura del general Franco, por la persecución
sistemática de cualquier oposición, y por el establecimiento de una economía de autarquía, de
aislamiento, que prolongó las consecuencias de la guerra durante dos décadas. La dictadura
se extenderá durante casi cuarenta años, marcará profundamente a dos generaciones de
españoles, y también la vida política de la posterior transición democrática de la década de
1970.

Fundamentos ideológicos

El nuevo régimen instaurado en 1939 tuvo desde un principio unos fundamentos ideológicos
muy claros:

a) Concentración del poder político en Franco. La "adhesión inquebrantable" al Caudillo


fue el elemento clave de todo el edificio político del franquismo. Todas las instituciones
que arropaban al dictador le estaban completamente subordinadas, y la totalidad de sus
miembros lo eran a través de mecanismos que, directa o indirectamente, dependían de
la voluntad del caudillo. La fidelidad personal hacia él era determinante para hacer
carrera política. Su figura se fue rodeando de una serie de símbolos y lemas
encaminados a resaltar el liderazgo y el papel providencialista de su persona: desde el
Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios que aparecía en todas las
monedas, hasta la rotunda afirmación de los Estatutos de Falange de 1939 de que el
Jefe «sólo responde ante Dios y ante la Historia». Su retrato, vestido de militar, o con el
uniforme de Falange y rodeado de la bandera, presidía todas las dependencias de
edificios públicos, cuarteles y escuelas, al lado de crucifijos y banderas. El grito de
«Franco, Franco, Franco!» era consigna omnipresente en cualquier acto público, de la
naturaleza que fuera.

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b) Anticomunismo y antiliberalismo. Para la dictadura, eran comunistas desde la


extrema izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática más moderada,
todos ellos tildados de “rojos”. La guerra fría entre EEUU y la URSS desde 1945
hizo que el régimen franquista reforzara aún más este aspecto para ser aceptado
en el mundo occidental.
Por otra parte, el franquismo siempre se mostró contrario a la verdadera
democracia defendida por los sistemas parlamentarios liberales.
c) Nacionalcatolicismo. Es el nombre que se le otorga a la identificación de la
dictadura con el catolicismo. Desde el inicio de la guerra la jerarquía católica se
identificó con la sublevación, bautizando la causa nacionalista como cruzada. La
Iglesia fue la gran legitimadora de la dictadura franquista. A cambio, dominó la
vida social y la educación, y tenía plena competencia en materia de censura y
constante presencia en los medios. Una estricta moral católica en lo público y en
lo privado se impuso en el país.
d) Ultranacionalismo: La idea de España que defendió la dictadura se basó en
raíces históricas a menudo adulteradas. Este pensamiento está arraigado en
valores militares que ponían la unidad de la Patria como valor sacrosanto, y que
buscaban en el pasado las justificaciones de esa unidad. Las referencias al
Imperio eran constantes; se exaltaban los valores de la Reconquista, las figuras
de los Reyes Católicos (de cuyo escudo se tomaron las flechas y el yugo para
incorporarlas al nuevo escudo), de Carlos V (ante cuya tumba reza el Caudillo
días después de celebrar la victoria en la guerra) o de los conquistadores. Se
identificaron como antiespañoles la democracia, el liberalismo y la autonomía de
las regiones. Especial cuidado se tuvo en aplastar los elementos de identidad de
las diferentes nacionalidades: se prohibió el uso de cualquier lengua que no fuera
el castellano, se abolieron totalmente los órganos de autogobierno, y se utilizó
una propaganda contundente para descalificar los sentimientos nacionalistas.
El nacionalismo llegó a impregnar hasta los detalles más nimios. Por ejemplo el
equipo nacional de fútbol sustituyó su camiseta roja –símbolo del comunismo–
por la azul de los falangistas. A la ensaladilla rusa se la llama «ensaladilla
nacional»
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1. Militarismo. Preponderancia social del estamento militar; los símbolos militares y


la organización castrense impregnaron también muchas manifestaciones de la
vida cotidiana. La vestimenta militar o de Falange, los emblemas, los desfiles, la
educación física convertida en instrucción militar, los actos continuos relacionados
con la exaltación de la bandera o del himno nacional, crearon una escenografía
especial durante varias décadas. La radio y la prensa recordaban
permanentemente la guerra, la victoria y el papel del Ejército en la unidad de la
Patria.

Las familias políticas del régimen

La dictadura basó su sistema político en la estricta prohibición de los partidos políticos, unida a
una brutal represión contra los que habían apoyado a la República. En 1937 se había
establecido el partido único, la FET de las JONS, que posteriormente vino a denominarse
Movimiento Nacional para evitar identificarlo con un partido. Sin embargo, dentro del régimen,
bajo una completa subordinación al Caudillo, hubo diferentes familias políticas, es decir,
grupos con diversa sensibilidad política que trataron de influir y sacar partido de las decisiones
tomadas por Franco

Falangistas

La Falange de 1939 no tenía nada que ver con el pequeño grupo fascista creado por José
Antonio. Ahora los falangistas se hallaban integrados en el partido único bajo el liderazgo
absoluto de Franco. Tras el proceso de unificación de 1937, en el nuevo partido habían entrado
muchísimas personas -se calcula 600.000 afiliados en los meses siguientes a la guerra- que
nada tenían que ver con las ideas joseantonianas. Las veleidades revolucionarias, la
pretensión de construir un nuevo Estado corporativo, habían cedido paso a una organización
que era simple cantera de dirigentes y cuadros para la dictadura, completamente sometida
además a la jefatura del Caudillo. Por encima de cualquier valor; la disciplina y la lealtad a
Franco eran los elementos esenciales para ascender

Su principal función fue el control de la vida social y económica del país a través de diversas
instituciones del régimen: el Frente de Juventudes, la Sección Femenina, y la Organización
Sindical.

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Durante los años cuarenta, y sobre todo en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial,
cuando el principal lugarteniente de Franco era Serrano Súñer; la Falange ocupaba cerca de
un tercio de los altos cargos, direcciones generales y ministerios. Luego, la derrota de las
potencias fascistas hizo declinar su influencia, y desde entonces disminuyó el número de
falangistas en los sucesivos gobiernos de Franco.

Militares

Los militares tuvieron prestigio y poder político pero estuvieron completamente subordinados a
Franco. La posibilidad de ocupar cargos estaba condicionada por la carrera militar y por el
grado alcanzado, y una buena parte de los militares que detentaron puestos de responsabilidad
en el régimen habían sido colaboradores directos de Franco durante la guerra: Varela,
Moscardó, Muñoz Grandes o el hombre que más tiempo y con mayor fidelidad al dictador
permaneció como hombre de confianza, Carrero Blanco. Otros, sin embargo, se distanciaron y
acabaron siendo apartados por el propio Franco, como Queipo de Llano o Yagüe, demasiado
críticos o independientes, o con demasiado prestigio como para resultar peligrosos. La
presencia de militares en los altos cargos fue paulatinamente disminuyendo, aunque siempre
ocuparon las carteras militares y los puestos relacionados con la defensa

Católicos

Muchos de los colaboradores de Franco procedían de las asociaciones religiosas, únicas


permitidas al margen de la Falange. Instituciones como el Opus Dei suministraron dirigentes,
en su mayoría jóvenes, y caracterizados por tener un nivel de formación técnica superior al de
otras elites del régimen. Estuvieron siempre representados en el Gobierno, y algunas carteras,
como Educación, eran tradicionalmente suyas.
La Iglesia aportó, además de su apoyo
ideológico, la participación directa de
obispos y prelados en las Cortes
franquistas y en el Consejo del Reino.
Sólo a raíz del Concilio Vaticano II, en
1962, se produjo un distanciamiento
progresivo entre la jerarquía eclesiástica
y la dictadura, que terminó incluso en
serios conflictos en los años setenta. Ello
no impidió que miembros del Opus Dei
se mantuvieran en el poder hasta la
muerte del dictador.

Monárquicos

Constituyeron un conjunto variado de tendencias, a veces enfrentadas entre sí. Tras el final de
la guerra, los carlistas jugaron un papel secundario, desapareciendo como fuerza política
relevante. Los carlistas, extremadamente conservadores, ocuparon un papel minoritario,
aunque Franco les reservó durante muchos años la cartera de Justicia. El resto apoyaba
mayoritariamente la tesis de que la dictadura debía dejar paso, terminada la guerra, a la
restauración monárquica, encarnada a partir de 1941 en don Juan de Borbón, hijo de Alfonso

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XIII, quien se instaló en Estoril y organizó una pequeña corte con sus partidarios. Pero la
actitud de Franco resultó decepcionante para ellos, por cuanto éste se negó a dejar el poder y
fue marcando las distancias con don Juan. A pesar de todo, muchos monárquicos continuaron
colaborando con el régimen y ocupando parcelas de poder. Siempre tuvieron carteras en los
gobiernos franquistas, y en algunos sectores, como la diplomacia, tenían un peso importante.

En realidad, todas estas familias no dejaban de ser ficticias. Franco, que carecía de una
ideología política clara elegía a sus colaboradores al margen de etiquetas; la lealtad personal,
la eficacia, la prudencia y la carencia de mayores ambiciones eran los criterios. También
procuraba evitar que nadie acaparara demasiado poder. Su relación con los ministros era
siempre de distanciamiento y de una enorme frialdad. No toleraba confianzas ni en privado, y
se deshizo siempre de quienes mostraban demasiados criterios propios. Buscó continuamente
equilibrar la participación de los diferentes grupos en el Gobierno y en los altos cargos del
sistema, siguiendo la vieja consigna de dividir y enfrentar tendencias para contrarrestarlas.

Apoyos sociales

Los principales respaldos sociales al régimen provinieron de los siguientes grupos:

 La tradicional oligarquía terrateniente, industrial y financiera que recuperó su


hegemonía social y fue la gran beneficiaria de la política económica
intervencionista del régimen durante las primeras décadas. No sólo recuperaron
sus negocios y propiedades, sino sobre todo su dominio de la vida social, con la
incorporación ahora de elementos procedentes del Ejército, la Falange o los
grupos enriquecidos durante la guerra y la posguerra gracias a su cercanía a los
centros de poder del régimen.
 Clases medias rurales del Norte y Castilla, que estaban bajo una fuerte
influencia de la religión católica.
o Grupos urbanos beneficiados directamente por las depuraciones masivas
realizadas al término de la contienda entre funcionarios de la Administración,
maestros, universitarios y militares republicanos.

Su respaldo entre los jornaleros y entre el proletariado industrial era obviamente escaso y en
algunas regiones prácticamente nulo. Lo mismo ocurría entre las clases medias urbanas, una
buena parte de las cuales habían apoyado la República y rechazaban la dictadura franquista.
Pero una cosa era la disconformidad y otra muy distinta la oposición o la protesta. En los
primeros años de la dictadura, la represión sistemática, el miedo a la delación, la miseria
generalizada, el hambre y el hundimiento moral de la derrota desarmaron cualquier posibilidad
de reacción y oposición.
Después, la propaganda, el aumento del bienestar a partir de los años cincuenta y el relevo
generacional, hicieron que parte de esos sectores obreros y campesinos adoptaran una actitud
de acomodamiento, de aceptación del régimen y de apoliticismo, cuando no de respaldo directo
a la dictadura. El desarrollo económico hizo que el régimen contara con mayor consenso social
entre las clases medias y trabajadoras, aunque al mismo tiempo la tímida liberalización del país
propició el desarrollo de la oposición.

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El Franquismo en el contexto europeo

El Franquismo, el régimen dictatorial establecido por Francisco Franco en España tras la


Guerra Civil Española (1936-1939), debe entenderse dentro del contexto histórico europeo de
la primera mitad del siglo XX. En este periodo Europa fue testigo del ascenso de regímenes
totalitarios como el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y regímenes autoritarios en otros
países como Portugal y Hungría.

La dictadura posee rasgos propios y compartidos, tanto que para algunos historiadores se trata
de una “dictadura autoritaria, no totalitaria”, similar al caso portugués o húngaro y lejana en
muchos aspectos a las dictaduras fascistas de Alemania o Italia. Otros historiadores, sin
embargo, consideran que las diferencias no son lo suficientemente grandes como para no
incluir a la dictadura franquista dentro de los fascismos propios de la Europa de la primera
mitad del siglo XX. Sin duda, es un debate abierto en el que las perspectivas divergentes no
han llegado lograr un consenso.

Cierto es que en el caso español, fue una dictadura personal del propio Franco no de un
partido o del estado. Sin duda Mussolini y Hitler fueron líderes carismáticos todopoderosos
pero la noción de Estado y de Partido siempre estuvieron por encima de las individualidades.
El totalitarismo del estado fascista (todo en el estado, nada fuera del estado) o del
nacionalsocialista (un pueblo, un Imperio, un fuhrer) poseen en ambos casos una clara
vocación de proyecto político futuro, clara vocación que trasciende a los meros líderes y tiene
más que ver con la nación, la historia y su proyección futura.

En el caso del Franquismo nada de eso existe, no hay un proyecto ni siquiera una ideología
clara (“haga como yo, no se meta en política”); se trata de un régimen personal, devenido del
triunfo en un guerra y sustentado en la persecución del rival político y el mantenimiento de unas
oligarquías preexistentes como élites dominadoras del estado, de sus mecanismos y sus
recursos.
En España el partido único (FET de las JONS o Movimiento Nacional) siempre tuvo un papel
residual, secundario, nunca comparable al protagonismo incuestionable del Partido Fascista en
Italia o del Partido Nacionalsocialista en Alemania.

Por otra parte, la preponderancia de la Iglesia y los enormes privilegios con los que ésta contó
en la zona nacional durante la guerra y a posteriori durante los largos años de dictadura sería
otro rasgo diferencial con los regímenes totalitarios fascistas. En este sentido, el régimen
franquista se acercaría mucho más al Portugal de Salazar donde el Estado Novo se caracterizó
siempre por un fuerte nacionalismo conservador y por la promoción de los valores tradicionales
de la Iglesia Católica.
Otros rasgos como la represión sistemática, la militarización de la sociedad o las políticas
autárquicas aparecen en los fascismos pero también en las dictaduras autoritarias como la de
Franco o Salazar.

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