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3. CAPÍTULO II.

MECANISMOS JURÍDICOS DE PROTECCIÓN AMBIENTAL EN COLOMBIA

Como se vio, el Estado Colombiano, como organización política y social que se autodenomina Estado Social
de Derecho, debe cumplir con unos fines señalados constitucionalmente, para cuyo cumplimiento se les han
asignado legalmente a los diferentes órganos estatales unas funciones específicas. Antes se ha hablado del
Artículo 2 de la Constitución, viene a lugar ahora rememorarlo para reiterar la razón de la existencia del
Estado: la protección de los derechos de los ciudadanos y en el compromiso de velar por el cumplimiento de
los deberes de cada quién. Merced a ello, la protección ambiental –que es la que aquí nos ocupa - puede
darse por gestión y voluntad política pública o por iniciativa ciudadana.

Para ello se debe contar con instrumentos y mecanismos que permitan cumplir adecuadamente con las
funciones asignadas en pro de satisfacer las diferentes necesidades de todos sus asociados. Aquellos
instrumentos o mecanismos se convierten en prerrogativas o potestades Estatales, que se encuentran en
cabeza de las diferentes ramas del poder público, las cuales desarrolla de acuerdo con sus competencias
precisas78.

En materia ambiental, y para efectos del presente documento, se pueden señalar prerrogativas o
competencias de las entidades Estatales – de acuerdo con la naturaleza de éstas- sobre regulación,
promoción y planeación, control y ejecución. En relación a la regulación se tiene que es en principio el
Congreso de la República quien debe desarrollar normas que tiendan a la protección del medio ambiente.
Ante la tenencia de facultades extraordinarias, se verá que el Presidente de la república puede dictar normas
regulatorias.

78Así por ejemplo, en el Artículo 189 de la Constitución Política, se señalan claramente las funciones del
Presidente de la República como cabeza de la Rama Ejecutiva. En el Artículo 150 se señalan las atribuciones
del Congreso de la República como Rama Legislativa y en el título VI capítulos I y ss. se asignan las funciones
de las diferentes jurisdicciones.

Es así como el Artículo 150 de la Constitución Política atribuye una cláusula general de competencia al
Congreso de la República para “hacer las Leyes”. En tal virtud, el Congreso dicta la norma por medio de la
cual se adopta el Plan Nacional de Desarrollo, que debe contener un componente ambiental según lo
preceptuado por el Artículo 33979 superior; componente que debe reflejar las metas y prioridades de la acción
Estatal en esta materia.

Por su parte, el numeral 7º del mismo Artículo 150 superior le atribuye al Congreso de la República la facultad
de determinar la estructura de la administración nacional; estructura dentro de la cual se encuentran las
Corporaciones Autónomas Regionales, como prototípicas autoridades ambientales en nuestro país, cuyas
competencias desarrollan de acuerdo con su jurisdicción, la cual valga decir, es otorgada legalmente80.

Para 1993 el referente legislativo más importante en materia ambiental en Colombia fue la Ley 99 de 1993
que expidió el Congreso de la República81, ya que reorganizó la institucionalidad del sector ambiente, creó el
Sistema Nacional Ambiental y adoptó todo el régimen sancionatorio en la materia.

iembre de 1993. Esta Ley fue modificada posteriormente mediante la Ley 1333 de 2009.

En consonancia con lo anterior, el Estado colombiano – a través del ejecutivo y del legislativo – ha suscrito
numerosos tratados internacionales, los cuales, para que hagan parte de nuestra legislación interna, han de
ser aprobados por el Congreso de la República mediante una Ley. Por ello el numeral 16 del Artículo 150 de
la Constitución Política señala que al Congreso de la República le corresponde

Aprobar o improbar los tratados que el Gobierno celebre con otros Estados o con entidades de derecho
internacional. Por medio de dichos tratados podrá el Estado, sobre bases de equidad, reciprocidad y
conveniencia nacional, transferir parcialmente determinadas atribuciones a organismos internacionales, que
tengan por objeto promover o consolidar la integración económica con otros Estados.

Por otra parte, el Artículo 79 de la Constitución Política enseña que todas las personas habitantes del territorio
nacional tienen derecho a gozar de un medio ambiente sano, para lo cual la participación de la comunidad es
prioritaria, dejando a la Ley82 la regulación de esta garantía constitucional. De igual forma la Constitución de
1991 le impuso al Estado el deber de protección “de la diversidad e integridad del ambiente, conservar sus
áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de tales fines” (Artículo 79,
Inciso 2).

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Como complemento de la facultad regulatoria, el Congreso de la República tiene la potestad de otorgarle al
Gobierno Nacional -entendido para este caso como el ejecutivo- la posibilidad de desarrollar
reglamentariamente los mandatos legales83.

82 A manera de ejemplo se puede indicar que el Congreso de la República ha expedido una serie de normas
orientadas a garantizar dicha participación. La Ley estatutaria 134 de 1994 “Por la cual se dictan normas
sobre mecanismos de participación ciudadana” desarrolla in extenso este mandato constitucional.
83 Aunque sea del caso indicar que tal facultad no es propiamente de la Constitución de 1991, pues ya la de
1886 contemplaba dichas facultades. Por lo anterior, la principal norma

La potestad estatal en materia de promoción y planeación, hace referencia a que el Estado tiene el deber de
desarrollar actividades orientadas al logro de los fines para los cuales está instituido; y, más aún, para el
cumplimiento de los postulados que implican el concepto de Estado Social de Derecho. En el mismo Artículo
79 superior, al que se ha venido haciendo referencia, se señala que la promoción de la protección ambiental
se logra a través de la educación ambiental y la participación de la comunidad en la toma de las decisiones
que en esta materia lo pueden afectar.

Específicamente en materia ambiental, la promoción hace referencia al conocimiento y divulgación de los


diferentes elementos ambientales, para lograr que las personas –naturales o jurídicas- se interesen por su
protección. Por su parte, el Artículo 80 de la Constitución Política le impone al Estado la obligación de
planificar el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales para la efectivización del desarrollo
sostenible 84 , así como la conservación, restauración o sustitución de dichos recursos.

En el mismo sentido, los Artículos 339 y siguientes de la Constitución Política relacionados con los principales
aspectos de los planes de desarrollo, señalan que las diferentes formas de planeación deben contener la
visión de mediano y largo plazo respecto de los recursos que se encuentran en nuestro territorio, a efectos de
lograr una planificación para el uso racional y sostenido de los mismos; de tal suerte que su explotación
garantice la satisfacción de las necesidades tanto de sus habitantes como de las generaciones futuras.
en materia ambiental anterior a la Constitución de 1991 fue el Código de Recursos Naturales Renovables de
1974, aún vigente.
84La Constitución Política de 1991 consagra un modelo de desarrollo económico en el que se respeta el
trabajo, el acceso a la propiedad privada y la libre competencia económica (Artículos 25, 58 y 333). Sin
embargo, este modelo debe tener en cuenta el criterio de sostenibilidad de los recursos naturales tal como lo
define el Artículo 80 constitucional y el Artículo 3º de la Ley 99 de 1993; este último indica que dicho modelo
conducirá “al crecimiento económico, a la elevación de la calidad de la vida y al bienestar social, sin agotar la
base de recursos naturales renovables en que se sustenta, ni deteriorar el medio ambiente o el derecho de las
generaciones futuras a utilizarlo para la satisfacción de sus propias necesidades”.

Es así como las actividades de planificación se deben orientar también a la prevención de los factores de
deterioro ambiental85. Igualmente este Artículo 80 constitucional confiere al Estado el deber de velar por la
protección de los ecosistemas fronterizos con otros países86

Sobre las potestades estatales respecto del control y verificación del cumplimiento de las funciones y
mandatos, de que han sido investidos los operadores estatales en materia ambiental, desde la misma
Constitución Política de 1991 se indicó el deber del Estado de vigilar y controlar los factores de deterioro
ambiental.

Es el inciso 2º del citado Artículo 80 el que señala que el Estado “deberá prevenir y controlar los factores de
deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados”. Para dar
cumplimiento a tan imperativo mandato, el Estado cuenta con diversos mecanismos; por ejemplo, la adopción
de normas legales o reglamentarias cuyos destinatarios son los particulares o las entidades estatales, que con
sus actividades puedan generar algún tipo de deterioro ambiental87.

El estado también puede desarrollar mecanismos de protección jurídica a los cuales puedan acudir quienes
vean o consideren que se han vulnerado o amenazado los derechos que en materia ambiental han sido
consagrados constitucional o legalmente 88 . Así mismo, vigila e impone sanciones a los servidores públicos
que por su acción u omisión permiten

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85 El Artículo 8º del Decreto-Ley 2811 de 1974, enlista cuales son los factores que pueden ayudar a generar
deterioro ambiental. Estos ya fueron citados acá en las págs. 16 y ss.
86 Siendo la suscripción de acuerdos o tratados internacionales bilaterales o multilaterales, con los países
vecinos, el principal mecanismo para la protección de tales ecosistemas. Lo anterior en consonancia con lo
dispuesto en el Artículo 226 de la Constitución Nacional sobre la internacionalización de las relaciones
políticas, económicas, sociales y ecológicas sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional.
87 Son de este tipo de normas, por ejemplo, aquellas que señalan cuales actividades económicas requieren
contar con la expedición de una licencia ambiental.
88 Son de este tipo de normas aquellas que crean mecanismos jurídicos para la protección ambiental: acción
de tutela, acciones populares, acciones de cumplimiento, etc.

que se deteriore el ambiente y se vulneren o amenacen los derechos al medioambiente sano, que tienen
todos los ciudadanos89.

Desde el punto de vista fiscal, el Artículo 267 constitucional le encomienda el control y la verificación a la
Contraloría General de la República; según el inciso 3º de dicho Artículo

la vigilancia de la gestión fiscal del Estado incluye el ejercicio de un control financiero, de gestión y de
resultados, fundado en la eficiencia, la economía, la equidad y la valoración de los costos ambientales90. En
los casos excepcionales, previstos por la Ley, la Contraloría podrá ejercer control posterior sobre cuentas de
cualquier entidad territorial91.

En el mismo sentido, el numeral 7º del Artículo 268 superior, señala que el Contralor General de la República,
como cabeza o director del control fiscal en el país, tiene como atribución general “presentar al Congreso de la
República un informe anual sobre el estado de los recursos naturales y del ambiente”.

En materia de ejecución se debe empezar por señalar que el Presidente de la República es el supremo
director de la Rama Ejecutiva, de la cual hacen parte entre otros, los Ministerios, Departamentos
Administrativos, Establecimientos Públicos y Empresas Industriales y Comerciales del Estado, siendo que “el
presidente y el ministro o director de Departamento correspondiente constituyen gobierno” (Constitución
Política, Artículo 115).

89 Son de este tipo de normas las consagradas en los estatutos disciplinarios que tienen como sujeto pasivo a
los servidores públicos. Por ejemplo: El Estatuto Disciplinario de los servidores públicos contenido en la Ley
734 de 2002 “por la cual se expide el Código Disciplinario Único”.
90Negrilla y subrayado fuera del texto original
91El Artículo 267 superior señala: “El control fiscal es una función pública que ejercerá la Contraloría General
de la República, la cual vigila la gestión fiscal de la administración y de los particulares o entidades que
manejen fondos o bienes de la Nación”.

Es al Presidente de la República a quien le corresponde ejecutar las Leyes, para lo cual cuenta con la
estructura de la administración pública. Adicionalmente cuenta con amplias facultades reglamentarias. Así por
ejemplo el Artículo 188 de la Constitución Política señala que el Presidente de la República debe garantizar la
efectividad de los derechos y garantías de todas las personas en el territorio nacional. El Artículo 189
constitucional contempla sus atribuciones, como Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Primera Autoridad
Administrativa, y debe hacer cumplir las leyes, así como velar por el respeto de los derechos y garantías de
los habitantes del territorio nacional.

En el ejercicio de autoridad administrativa el Presidente es investido de atribuciones de policía administrativa


para investigar y sancionar a los infractores de las normas ambientales, quienes con sus actuaciones ponen
en peligro la estabilidad ambiental o generan algún tipo de deterioro ambiental92.

Otro aspecto importante que atañe directamente a la facultad de ejecución por parte del Presidente de la
República, es el consagrado en el Artículo 215 superior, ubicado dentro del capítulo “de los estados de
excepción” 93 . Específicamente, este Artículo le otorga al Presidente facultades extraordinarias en caso de
presentarse situaciones diferentes a la guerra exterior o a la conmoción interior; situaciones en las cuales
podrá además dictar normas relativas a tributos, transgrediendo así –aunque con

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respaldo del Artículo en mención- el principio según el cual no habrá tributo sin representación, es decir sin la
intervención del órgano legislativo como representante popular de la sociedad.

Como se ha señalado en párrafos anteriores, la defensa del medio ambiente es un objetivo de principio de la
estructura organizativa del Estado Colombiano. Su defensa y protección se ha constitucionalizado y a partir de
ello se ha desarrollado toda una institucionalidad ambiental orientada a la materialización del derecho a un
medio ambiente sano.

Para que se pueda hacer efectivo tal derecho, se debe tener en cuenta que el mismo envuelve aspectos
relacionados con la protección de las especies biológicas, mantenimiento de las riquezas culturales,
empoderamiento del concepto de desarrollo sostenible por parte de las entidades públicas y los ciudadanos,
equilibrio de los ecosistemas naturales, adopción de normas por parte de los organismos competentes, etc.; lo
que conduce necesariamente a velar por una adecuada calidad de vida con dignidad para la persona humana
y la garantía de acceso a servicios públicos de calidad, que beneficien su desarrollo personal y social.

Teniendo en cuenta que el goce de un medio ambiente sano es fundamental para la preservación de la vida
en la tierra y sabiendo que existen en la actualidad muchos factores de riesgo que podrían poner en peligro el
equilibrio ambiental, se ha dicho por parte de la Corte Constitucional que el derecho al medio ambiente sano
es un derecho fundamental por conexidad ya que se liga directamente con los derechos a la salud y a la vida
de las personas94.

En tanto derecho y deber, se les impone tanto a los particulares como al Estado: la protección y procura de un
ambiente sano, la protección de la integridad y diversidad cultural, planificar el uso adecuado de los recursos

94 Así se indica, por ejemplo en la Sentencia de Tutela No. T-851 de 2010. M.P. Dr. Humberto Antonio Sierra
Porto. Igual puede reseñarse las sentencia T-406 y T-411 de 1992.

naturales con base en los principios de sostenibilidad y conservación, evitar o controlar los factores de
deterioro ambiental, adelantar las acciones legales –judiciales o administrativas– cuando su equilibrio se vea
alterado y exigir la reparación de los daños causados y, finalmente, desarrollar actividades de cooperación
con otros Estados fronterizos para la protección de los ecosistemas compartidos.

Adicionalmente, se debe indicar que cuando la Constitución Política de Colombia garantiza el derecho a gozar
de un medio ambiente sano, automáticamente está facultando a todos los habitantes del territorio nacional a
acudir a las instancias administrativas o jurisdiccionales para la materialización de tal derecho.

Se concluye entonces que el medio ambiente se encuentra protegido constitucionalmente y por ende se han
diseñado instrumentos judiciales y administrativos a los que se puede acudir en eventos de puesta en peligro
u ocurrencia de daños al medio ambiente, siendo legitimados para concurrir a las instancias pertinentes las
personas individualmente consideradas, la sociedad, el sector productivo y obviamente las mismas entidades
del Estado.

Es en el contexto de la referida estructura del Estado, y en el marco de las funciones y atribuciones


presidenciales que aparecen mecanismos jurídicos de protección ambiental, cuya activación conlleva la
puesta en funcionamiento del aparato jurisdiccional del Estado para el cumplimiento de las facultades
investigativas y sancionatorias, que competen a la rama judicial del poder público y que convocan la
intervención de los jueces unipersonales o colegiados95.

95 Es importante tener en cuenta que frente al deterioro ambiental o al incumplimiento de la normatividad


ambiental, por parte de los particulares o los entes públicos, se puede presentar la intervención de las
autoridades administrativas que cumplen funciones de autoridad ambiental; cuyo accionar se orienta a las
actividades investigativas de tipo administrativo con la eventual imposición de las medida preventivas y
sanciones en caso de encontrarse responsables a los investigados. En tales eventos los actos proferidos por
dichas autoridades son actos administrativos pasibles del control de legalidad a través de la jurisdicción
contencioso administrativa.

A continuación se estudiarán algunas de las instituciones jurídicas más importantes, por medio de las cuales
se puede velar por la protección ambiental y, con la intervención de algunas de ellas, procurar el resarcimiento

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o indemnización por los daños causados con ocasión de la contaminación ambiental. Lo anterior partiendo de
la premisa de que pueden ser infractores de las normas ambientales tanto los particulares como el Estado, de
tal forma que se puede acudir a estos mecanismos de protección jurídica para evitar las amenazas o reparar
los daños causados por la vulneración al derecho colectivo a disfrutar de un medio ambiente sano.

El Artículo 86 de la Constitución Política de 1991 consagró la acción de tutela como mecanismo para la
protección de los derechos fundamentales. A su turno, el Capítulo 1 del Título II del mencionado texto

constitucional enumeró los derechos fundamentales 96. Señala el Artículo que:

Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo momento y lugar, mediante un
procedimiento preferente y sumario, por sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de
sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados
por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública.

La protección consistirá en una orden para que aquel respecto de quien se solicita la tutela, actúe o se
abstenga de hacerlo. El fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez competente
y, en todo caso, éste lo remitirá a la Corte Constitucional para su eventual revisión.

Esta acción solo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que
aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.

En ningún caso podrán transcurrir más de diez días entre la solicitud de tutela y su resolución.

La Ley establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra particulares encargados de la
prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto
de quienes el solicitante se halle en estado de subordinación

96 Derechos fundamentales que, de acuerdo a la enumeración señalada, están comprendidos entre los
enunciados los Artículos 11 a 41 del texto constitucional colombiano.

o indefensión (Constitución Política de Colombia, Artículo 86).

De lo señalado se concluye que claramente el constituyente del año 91, a través del texto constitucional,
estableció que el mecanismo de protección de derechos fundamentales sería la acción de tutela.

De otra parte, la jurisprudencia de la Corte Constitucional en reiteradas oportunidades ha señalado que la


acción de tutela es un mecanismo idóneo para la protección del medio ambiente, en tanto este derecho
colectivo97 guarda relación con derechos fundamentales, como el derecho a la vida, por ejemplo. En tal virtud
la acción de tutela sí es el mecanismo para la protección del derecho colectivo a un medio ambiente sano,
cuando de por medio se encuentra vulnerado o amenazado el derecho fundamental a la vida. En fallo
reciente, así se pronunció la máxima guardiana de la integridad y supremacía constitucional:

El derecho al medio ambiente no se puede desligar del derecho a la vida y a la salud de las personas. De
hecho, los factores perturbadores del medio ambiente causan daños irreparables en los seres humanos y si
ello es así habrá que decirse que el medio ambiente es un derecho fundamental para la existencia de la
humanidad. A esta conclusión se ha llegado cuando esta Corte ha evaluado la incidencia del medio ambiente
en la vida de los hombres y por ello en sentencias anteriores de tutelas, se ha afirmado que el derecho al
medio ambiente es un derecho fundamental (Corte Constitucional, 2011, Sentencia C-632/11)98.

97 Tal y como está señalado en el Artículo 88 de la Constitución Política de 1991.


98 En esta sentencia se retomó la jurisprudencia vertida por la corte en Sentencia T-092 de 1993.

Ya antes, mediante sentencia de unificación de jurisprudencia SU-442 de 1997, la Corte Constitucional se


había pronunciado al respecto. En aquella oportunidad indicó que sin perjuicio de que la acción de tutela
hubiese sido consagrada para la protección de derechos fundamentales individuales, procede la acción de
amparo constitucional en virtud de la vulneración o amenaza del derecho colectivo al ambiente sano, “pues en
estos casos, en presencia de la conexidad de los derechos colectivos y fundamentales vulnerados, prevalece

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la acción de tutela sobre las acciones populares, convirtiéndose así en el instrumento judicial adecuado para
el amparo oportuno de los derechos amenazados” (Corte Constitucional, 1997).

De igual manera, indicó la Corte Constitucional que si bien es cierto que el constituyente instauró las acciones
populares como mecanismo idóneo para la protección de los derechos colectivos, no es menos cierto que
cuando se presenta la conexidad por razón de “la identidad del ataque a los derechos colectivo y fundamental
genera, pues, una unidad en su defensa, que obedece tanto a un principio de economía procesal como de
prevalencia de la tutela sobre las acciones populares, que de otra manera deberían aplicarse
independientemente como figuras autónomas que son” (Ibíd.)

Ahora bien, correspondería indicar a qué nos referimos cuando hablamos del derecho a un medio ambiente
sano: este derecho es concebido como las múltiples y variadas condiciones que circundan la existencia de la
persona permitiéndole vivir en condiciones adecuadas para su desarrollo y proyección en la sociedad. Es
decir, disfrutar de un medio ambiente sano es necesario para el goce de los derechos fundamentales a la
salud y a la vida de las personas.
Es deber del Estado dar cumplimiento a lo señalado en el Artículo 79 superior y velar por la protección del
medio ambiente como mecanismo que impida la vulneración de derechos fundamentales de las personas. El
incumplimiento de este deber conlleva a la posibilidad de acudir a la acción de tutela como mecanismo de
protección y salvaguarda de tales derechos.

3.2 Acción de cumplimiento

El Artículo 87 de la Constitución Política de Colombia, desarrollado por la Ley 393 de 1997, señala que “toda
persona podrá acudir ante la autoridad judicial para hacer efectivo el cumplimiento de una Ley o un acto
administrativo. En caso de prosperar la acción, la sentencia ordenará a la autoridad renuente el cumplimiento
del deber omitido”. De modo que –en virtud a que el derecho al medio ambiente sano es un derecho colectivo
o difuso-, cualquier persona puede interponer las acciones pertinentes en aras de la protección ambiental; con
lo que las acciones de cumplimiento se constituyen en otro mecanismo idóneo para tal fin.

El objeto de dicha norma, según lo señalado en el Artículo 1º, es que “toda persona podrá acudir ante la
autoridad judicial definida en esta Ley para hacer efectivo el cumplimiento de normas aplicables con fuerza
material de Ley o actos administrativos”.

Tal como lo dispone el Artículo 3º de la mentada Ley, la competencia para conocer de estas acciones
corresponderá en primer lugar a los jueces administrativos que tengan competencia en el domicilio del
accionante y la segunda instancia al Tribunal Contencioso Administrativo del Departamento al que
corresponda el juzgado administrativo que conoció en primera instancia.

En el mismo sentido dicha norma faculta a ciertas autoridades para impetrar tal acción: todos los servidores
públicos y en especial el Procurador General de la Nación, los procuradores delegados, regionales y
provinciales, el defensor del pueblo y sus delegados, los personeros municipales, el contralor general de la
República, así como los contralores departamentales y municipales. También las organizaciones sociales y
las organizaciones no gubernamentales. En cuanto al sujeto pasivo de la acción, lo será la autoridad a la que
corresponda el cumplimiento de la norma incumplida, o el

particular que desempeñe funciones públicas, o la autoridad pública que deba velar por que el particular
cumpla con su obligación legal.

Una característica importante de las acciones de cumplimiento es la caducidad. Al respecto señala la Ley 393
de 1997, que por regla general la acción de cumplimiento podrá ejercitarse en cualquier tiempo y la sentencia
del juez administrativo (bien en primera o en segunda instancia) hará tránsito a cosa juzgada cuando se
cumpla el deber omitido por la autoridad competente.

Ha de tenerse en cuenta que también puede suceder que existen normas o actos administrativos cuyo
cumplimiento se impone por periodos de tiempo; así las cosas, si dicha norma fue objeto de una acción de
cumplimiento cuya sentencia le impuso la obligación a la autoridad incumplida o al particular de cumplir lo
ordenado en ella y este la cumple, pero con el paso del tiempo vuelve a incumplir lo ordenado en el acto
administrativo o en la Ley, habrá lugar a interponer una nueva acción de cumplimiento.

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Otra característica importante es el cumplimiento del requisito de procedibilidad, que consiste en que -antes
de acudir a las instancias judiciales- se debe requerir a la autoridad o al particular incumplido para que cumpla
lo ordenado en la Ley o acto administrativo que les impone la obligación de hacer o no hacer.

Tal como lo indica la mencionada Ley, se entiende legalmente que el servidor público o el particular desean
mantenerse en su incumplimiento si no ha contestado dentro del término de diez (10) días siguientes a la
presentación de la solicitud (Ley 393, 1997). La misma norma señala que se podrá prescindir de este requisito
de procedibilidad cuando de su agotamiento devenga inminente peligro de sufrir un perjuicio irremediable, lo
cual deberá ser sustentado en la demanda.

De igual forma se puede tomar como característica importante de la acción de cumplimiento su trámite
preferente o preferencial, el cual consiste en que se sustanciará preferentemente a los demás asuntos de los
que deba conocer el juez competente, salvo la acción de tutela. Aunado a lo anterior, se debe indicar que el
trámite o impulso de la acción de cumplimiento es oficioso99 por parte del juez de conocimiento.

Como quiera que lo que se busca con la interposición de la acción de cumplimiento es justamente que se
cumpla con lo decidido por autoridad legalmente constituida y dando cumplimiento al principio de la
prevalencia del derecho sustancial 100 , el juez de conocimiento de la acción puede ordenar el cumplimiento
del deber omitido sin consideración a formalismo alguno, en tanto las pruebas aportadas con la demanda
sean lo suficientemente contundentes para inferir que se puede violar un derecho con el incumplimiento del
deber omitido, por parte de la autoridad pública o del particular que desempeñe funciones públicas101.

Es pertinente señalar que las acciones de cumplimiento no persiguen fines indemnizatorios ya que su objetivo
principal es la efectivización de los contenidos normativos señalados en Ley o acto administrativo, respecto de
los cuales no existe incertidumbre acerca de su cumplimiento. Específicamente, para perseguir el pago o
reclamo de indemnizaciones, se debe acudir a los mecanismos creados legalmente para el efecto, tales como
las acciones de reparación directa cuando se presente una operación material desarrollada por parte de una
autoridad administrativa -o de un particular que desempeñe funciones públicas- y producto de lo anterior se
haya causado un daño antijurídico.
99 Así lo dispone el Artículo 2º de la Ley 393 de 1997, sobre principios que se deben tener en cuenta por
parte del juez de conocimiento de la acción de cumplimiento.
100 El Artículo 228 de la Constitución Nacional dispone: “La Administración de Justicia es función pública. Sus
decisiones son independientes. Las actuaciones serán públicas y permanentes con las excepciones que
establezca la Ley y en ellas prevalecerá el derecho sustancial. Los términos procesales se observarán con
diligencia y su incumplimiento será sancionado. Su funcionamiento será desconcentrado y autónomo”
101 Con la salvedad contenida en el Artículo 16 de la Ley 393 de 1997 que señala: “salvo que en el término
de traslado el demandado haya hecho uso de su derecho a pedir pruebas”.

Para el efecto indemnizatorio, también cabe la acción de nulidad y restablecimiento del derecho en el evento
en que un acto administrativo genere o produzca un daño antijurídico; o la acción contractual, en el evento en
que se demande el incumplimiento de un contrato estatal y su correspondiente consecuencia.

En síntesis, al no estar de por medio en la acción de cumplimiento la declaratoria de responsabilidad por la


causación de un daño antijurídico con ocasión de una Ley o un acto administrativo, y con el ánimo de
protección de los derechos de quienes acuden a la acción, el legislador señaló un procedimiento expedito que
excluye la posibilidad de que -dentro del trámite de una acción de cumplimiento- se pudiera presentar un
debate orientado a la declaratoria de responsabilidad extracontractual o contractual.

De darse tal posibilidad, el procedimiento sería más dilatado impidiéndose así el cumplimiento del espíritu de
la acción de cumplimiento, el cual es la protección de los derechos vulnerados por la Ley o el acto
administrativo presuntamente incumplido por parte de la autoridad pública o el particular que cumple funciones
públicas.

Como de lo que se trata con las acciones de cumplimiento es que se cumpla lo señalado en la norma legal o
acto administrativo que se ha venido incumpliendo, una vez se ha acudido al juez competente para que por su
intermedio se ordene el cumplimiento respectivo, y cuando el fallo emitido por autoridad competente esté en
firme102, la autoridad que ha incumplido tendrá que cumplirlo sin dilación y de acuerdo al tiempo señalado en
el fallo definitivo. De no procederse de dicha manera, el juez competente requerirá al superior de la autoridad
que incumple para que se dé cumplimiento al fallo y ordenará a éste abrir proceso disciplinario contra el
funcionario inferior que incumplió con su deber legal.

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102 Bien sea porque no fue objeto de los recursos de Ley o porque habiéndose interpuesto fueron
debidamente resueltos.

Puede darse a su vez el caso que ni el superior ni el inferior se allanen al cumplimiento de lo señalado en el
fallo definitivo, razón por la cual es la Ley 393 la que autoriza al juez competente a adoptar las medidas
necesarias para que lo decidido por él se cumpla a cabalidad y finalmente sancionar por desacato a las
autoridades incumplidas103.

En materia ambiental es pertinente pensar en la interposición de las acciones de cumplimiento para velar por
la protección del medio ambiente, cuando las autoridades concernida sin cumplan con sus obligaciones
legales o cuando se otorgan permisos ambientales 104 a particulares para la explotación de recursos
naturales, siendo que en dichos permisos se imponen deberes a sus titulares, quienes incumplen con su
ejecución.

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