Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¡ !
Mrs. Strauss Mrs. Wrangler
2
Mrs. Emerson Mrs. Wrangler
Staff
Índice Capítulo 15
NO TE ESCAPARAS
Dedicatoria Capítulo 16 DE MI
Advertencia Capítulo 17 Prologo 1
Sinopsis Capítulo 18 Capítulo 2
Capítulo 1 Capítulo 19 Capítulo 3
Capítulo 2 Capítulo 20 Capítulo 4
Capítulo 3 Capítulo 21 Capítulo 5
Capítulo 4 Capítulo 22 Capítulo 6
3
Capítulo 5 Capítulo 23 Capítulo 7
Capítulo 6 Capítulo 24 Capítulo 8
Capítulo 7 Capítulo 25 Capítulo 9
Capítulo 8 Capítulo 26 Capítulo 10
Capítulo 9 Capítulo 27 Capítulo 11
Capítulo 10 Capítulo 28 Capítulo 12
Capítulo 11 Capítulo 29 Capítulo 13
Capítulo 12 Capítulo 30 Capítulo 14
Capítulo 13 Capítulo 31 Capítulo 15
Capítulo 14 Capítulo 32 Epilogo
Capítulo 33 Agradecimientos
Para los que han superado los límites…
Para los que saben lo que es estar tan desesperado que no tienes ni
idea de qué hacer después…
4
Esto es para ti.
Estimados lectores,
Esta historia es diferente a lo escrito hasta ahora por Don
Both y María O'Hara.
Esta vez, nos hemos atrevido con un enfoque más audaz,
incluso más que en la primera parte, que nos cautivó tanto que
apenas podíamos dejar de escribir. Terminamos este libro en cuatro
días.
Escribir en tiempo informal nos hizo sentir como si Keaton se
dirigiera directamente a nosotras, lo que aporta un toque intenso. 5
Queremos que TÚ te sientas atendida personalmente.
Para que te sumerjas en este mundo.
Y que sientas realmente lo que significa temerle a Keaton J.
Rush mientras estás igualmente obsesionada con él.
¿Dónde acaba el amor y empieza la locura?
Descúbrelo.
Hay un número inusualmente alto de capítulos narrados por
Keaton en este libro, lo cual es para que lo conozcas mejor, al igual
que nosotras hemos llegado a conocerlo en este libro.
Pero ten cuidado.
Si tienes un problema con el lenguaje crudo y grosero, si
prefieres las historias de amor convencionales y sólo toleras el sexo
en la posición de misionero, entonces es posible que quieras dejar
este libro y buscar otra cosa.
Sin embargo, si estás dispuesta a asomarte a las oscuras
profundidades de una relación, a involucrarte en una historia de
amor poco convencional y a mirar detrás de la fachada de los
personajes, entonces esta historia es la elección correcta y te
deseamos mucha diversión.
No digas que no te lo advertimos...
6
No me ves, pero sospechas que estoy ahí.
Siempre estoy ahí sin importar lo que hagas.
Como siempre.
Y no importa si eres la madre cariñosa o mi pequeña puta.
Te protejo cuando crees que no hay nadie para ti; te escucho
cuando crees que nadie te escucha, y te veo cuando nada te gustaría
más que ser invisible. Te siento cuando frotas tu pequeño y caliente
cuerpo contra mí y cuando juegas a ser mi asistente con ese ajustado
disfraz.
Sé lo que pasa por tu cabeza, quién eres y quién te gustaría ser. 7
Sé lo que necesitas y te lo he dado.
Ahora eres mía.
Y eso nunca cambiará.
Porque el juego acaba de empezar.
No soy un caballero de brillante armadura,
nena. Soy el monstruo que te arrastrará
con él.
¿Realmente no lo has entendido todavía?
8
Keaton
22
Olivia
Los primeros días de trabajo son una mierda. No conoces a
nadie, pero todo el mundo te mira raro, probablemente porque el
ochenta por ciento sabe que eres la rubia guapa que se acuesta con el
jefe y que ha conseguido el trabajo por eso. Las mujeres me odian de 23
todos modos, mientras que los hombres no tienen nada mejor que
hacer que mirar mis tetas y mi culo y no tomarme en serio.
Trabajar en ese club de estriptis había sido bueno para mí. Me
hizo darme cuenta de que soy una joven hermosa y que los hombres
son unos cerdos. La mayoría de ellos.
A pesar de todos los pensamientos de mierda sobre mi primer
día de trabajo, me siento con toda la energía cuando me preparo a las
siete de la mañana y me pongo una bonita blusa blanca y falda lápiz.
Como todas las mañanas, hablo con Riley por teléfono mientras
desayuno y disfruto escuchando la exuberancia de su voz cuando me
cuenta sus últimos progresos. Dios, lo echo de menos... y estoy
deseando verlo pronto.
Después de subir a Rosie con Penny e intercambiar unas
palabras con ella –últimamente no hablamos mucho porque sigue
recelosa de Keaton–, bajo las escaleras y me meto en el auto.
Keaton, tal y como había acordado, ya me ha enviado la información
sobre dónde tengo que ir. Confundida, frunzo el ceño ya que el
sistema de navegación muestra un destino fuera de la ciudad. Una
calle sin nombre.
Sí, eso parece de fiar.
De acuerdo, tal vez vayamos a reunirnos en un escondite
secreto de la mafia o algo así. Estoy segura de que no vamos a
echar un polvo rápido con mi ropa recién planchada ni a cazar
criminales entre la maleza, pienso mientras conduzco fuera de la
ciudad, en dirección a ninguna parte...
En algún momento, atravieso un bosque y mi sistema de
navegación pierde incluso la señal del GPS. ¿Me está tomando el
pelo? Intento llamarlo, pero tampoco hay señal. De todos modos,
¿cómo he llegado a la calle sin nombre y ahora estoy aquí, con mi
traje bonito y mis tacones, en medio del bosque? Lo más probable es
que mi Mini rojo brillante atraiga a todos los osos de los
alrededores. 24
Maldigo a Keaton Rush y finalmente decido seguir el carril. Sé
que cualquier persona normal volvería a conducir por la calle sin
nombre, pero como conozco a Keaton, no creo que esté perdida.
Después de unos buenos cinco minutos de conducción por el monte,
durante los cuales mi trasero recibe un masaje de todos los baches
prehistóricos, llego a un claro en el que veo el Maserati negro de
Keaton y aparcado frente a una absoluta pocilga. En la mayoría de
los lugares, su fachada se ha descascarillado, el jardín y los
alrededores están llenos de maleza, algunas ventanas están rotas,
otras no, y falta la mitad del techo.
Maldita sea, después de todo es un asesino, ¡lo sabía! pienso,
pero aun así salgo y me dirijo hacia la casa en lugar de huir gritando.
—¿Keaton? —llamo suavemente, entonces mis tacones se
hunden en el barro y maldigo al tener que sacarlos, una y otra vez.
Debo de parecer miserable. Entonces me encuentro en un camino de
adoquines rotos que se dirige a la casa antes de abrir por fin una
puerta de madera podrida—. ¿Keaton? —llamo en voz baja,
temiendo que demasiado ruido pueda derrumbar la casa sobre mi
cabeza.
—¡Estoy aquí, cariño! —grita. Me siento aliviada y sigo su
voz. Está de pie en lo que debía ser el salón, con un traje oscuro
inmaculado, examinando su entorno con las manos en los
bolsillos—. ¿No es precioso? —pregunta soñadoramente, mientras
que yo miro a mi alrededor con disgusto.
Veo un antiguo sofá infestado de ratas y unos pequeños ojos
negros me miran desde las vigas. Grito.
—¡EEE, hay una zarigüeya ahí arriba, Keaton!
Ni siquiera me mira cuando responde:
—Es Daisy, déjala en paz, te tiene más miedo a ti que tú a ella.
—De acuerdo, quizás tú y Daisy quieran más intimidad, no me 25
importaría salir.
—¿Así que ahora estás celosa de una zarigüeya, Olivia?
—pregunta cuando por fin se enfrenta a mí. Tiene una ceja levantada
y parece divertido, como suele hacer cuando me comporto como una
loca.
Estúpido.
—¿Qué estamos haciendo aquí, Keaton?
—¡Tienes que darle rienda suelta a tu imaginación, cariño!
—¡Oh, por favor, no vamos a tener sexo aquí!
—Sólo imagina... —Se acerca por detrás de mí, me rodea el
estómago con sus brazos, me apoya la barbilla en el hombro y
continúa—: En donde está Daisy sentada cuelga una lámpara de
araña, debajo unas tumbonas. Y allí hay un bar y una acogedora
chimenea. Aquí podríamos poner una cruz de San Andrés y ahí un
hidromasaje...
—¿Qué demonios, Keaton, estás drogado?
—Bueno, ¿cómo lo arreglarías tú?
—¿Arreglar qué?
—El club nocturno, nena.
—¿Un club nocturno?
—Bueno, a partir de hoy, estás trabajando para mí, ¿no?
—Sí —respondo tímidamente.
—Eso significa que me asistirás en todo lo que haga.
—¿No es eso lo que se supone tengo que hacer en el FBI?
—pregunto confundida.
26
Se ríe divertido.
—Oh, cariño, no dejaré que envejezcas y te marchites en esa
seca y aburrida oficina como todos los demás snobs. Tienes mucho
más potencial, del que incluso no tienes ni idea.
Me giro para mirarlo.
—Un momento, ¿este será uno de tus burdeles? ¿Se supone
que debo hacer algo aquí? ¿Prostituirme o algo así?
Ahora no le hace ninguna gracia. Sus ojos brillan.
—Si te prostituyeras para alguien, seria para mí. Creía que lo
habíamos dejado claro.
—¿Y qué fue ese número en tu club, entonces?
—Simplemente una pequeña prueba de si estarías dispuesta a
lo que pretendo hacer contigo.
—Hiciste que quién sabe cuántos hombres me follaran
mientras tú te sentabas a mirar. ¿Qué clase de extraña prueba fue
esa?
—Fueron cuatro, Olivia, mis mejores cuatro, por si quieres
saberlo. Por si te interesan sus nombres son: Bryan, James, Louis y
Costa. Se ve que el incidente aún te molesta, aunque dijiste que no
querías volver a hablar de eso.
Resoplo.
—¿Sabes qué, Keaton? ¡Eres un imbécil!
—Y tú eres demasiado linda cuando te quedas sin palabras.
—Me levanta suavemente la barbilla y me besa. Sé que sólo actúa
así conmigo.
Cuando se retira, me siento más tranquila. Hago que el duro
Keaton Rush se convierta en un príncipe de cuento de hadas.
27
—Entonces, ¿de qué se trata todo esto?
—Como sabes, soy dueño de algunos establecimientos…
—Sí, eres un chulo, Keaton —interrumpo secamente.
—En la jerga callejera, tal vez.
Pongo los ojos en blanco.
—Vamos, ¿de qué va todo esto, señor chulo? ¿Debo
convertirme en su señora o qué? Si es así, quiero un abrigo de
leopardo y anillos de oro.
Se ríe. Me encanta cuando hace eso.
—De todos modos, tengo algunos establecimientos y planeo
abrir uno nuevo. Quiero que lo organices todo. Confío en ti porque
ya tienes un conocimiento interno de los deseos más oscuros de los
hombres, así como un gusto exquisito.
Con cada palabra, mis ojos se agrandan un poco más.
—No hay límite de presupuesto. He concertado una reunión
con el director de la obra, en cuanto al arquitecto, estoy seguro de
que se llevaran bien. Tienes vía libre, aunque yo te ayudaré en las
decisiones importantes. Esta es mi forma de demostrar que confío en
ti al cien por ciento, Olivia, y que veo mucho más en ti.
Me quedo mirándolo fijamente.
Y sigo mirando.
—Vale, así que sé lo de la mierda de las prostitutas porque fui
stripper, ¿no? —siseo, sabiendo que estoy exagerando.
Keaton saca su teléfono del bolsillo y dice:
—Vale, no hay problema, llamaré a Amber y lo haré con ella.
Como siempre.
Al instante le arrebato el móvil de la mano y siseo: 28
—¡No harás nada con Amber!
—Oh, ¿entonces te apuntas después de todo?
—¡Claro que me apunto! ¿Qué te parece?
—Bien. Pero recuerda, Olivia, que si juegas conmigo, saldrás
perdiendo.
—¿Quién es esta estúpida Amber de todos modos, cómo fue
que te llamó?
No lo recuerdo, pero ciertamente no le llamó Keaton.
—Amber es mi compañera en estos proyectos. Parece que nos
conocemos de toda la vida.
—Ajá. ¿Y qué más?
—Me la he follado unas cuantas veces. —Me mira
directamente y una vez más me recuerda su otra faceta, la no tan
dulce y cariñosa, la que ya no es mi príncipe de cuento de hadas,
sino más bien un monstruo que va por mí.
—¿Y por qué la besaste así delante de mí?
—Quería que te enfadaras cariño —afirma como si esa
explicación fuera suficiente. Hay veces que el hombre no es
realmente normal.
—¿Te la has follado desde que empezamos con lo nuestro?
—¡Claro que no, puedo ser un cabrón, pero no un mentiroso!
—dice lo correcto, y así se salva—. Tú me perteneces, lo que
significa que yo también te pertenezco, sólo a ti. Por lo tanto,
básicamente tú decides a quién me voy a follar. Si quieres que sólo
te folle a ti, que así sea. Y si quieres que me folle a otra, pues me
follaré a otra. 29
Sacudo la cabeza.
—Sólo son las 8:45 y ya estoy mareada de tanto hablar de
follar.
—Oh, nena, sabes que te encanta. —Me sonríe de nuevo y me
acaricia la mejilla con una mano: vuelve a ser suave, mi Keaton de
nuevo—. Entonces, ¿te apuntas, Olivia? ¿Sí o no?
—Como si alguna vez me dieras a elegir, Keaton.
Olivia
Una hora después, nos sentamos en el sofá del apartamento
de Keaton mientras el aire acondicionado refresca nuestros cuerpos.
Afuera hay 36 grados, puede que en Chicago haga viento, pero sigue
haciendo calor. Es tan agradable estar aquí tumbada con mi cabeza
en su regazo, como si nunca hubiera sido diferente. The Royals está
en el enorme LCD porque he obligado a Keaton a verlo conmigo.
30
Ahora mismo, el rey Cyrus está rodando por el palacio en su enorme
esfera de hámster y yo me río.
Los dedos dominantes de Keaton, a veces ásperos, juegan
tiernamente con mi cabello. Aquí y allá, los rayos de sol brillan a
través de la fachada de cristal sobre nosotros, resaltando las finas
partículas de polvo que flotan en el aire.
Es algo perfecto, casi como si lleváramos una eternidad juntos
y fuéramos una pareja normal.
Me encantan esos momentos en los que me siento feliz y
contenta. En este momento, no necesito la confirmación ni el
reconocimiento de otras personas. Siento que he llegado a casa
después de un largo y agotador viaje, puedo relajarme y ser yo
misma, ser mi verdadero yo.
Su olor asalta constantemente mis fosas nasales como una
droga embriagadora, aunque más bien me arrastra en lugar de darme
un subidón.
Keaton no tenía ninguna posibilidad, Rosie simplemente se
apropió de su sillón. Roncando, está tumbada en el mullido cojín
tomando los rayos del sol mientras babea sobre su almohada. No le
resultó fácil hacerse amigo de Rosie porque —según él— no le
gustan mucho los monstruos peludos, aunque a la larga nadie puede
resistirse a ella. Incluso con él, Rosie era persistente y lo perseguía a
cada paso, tanto si iba al baño como si está en la cocina. Era su
sombra. Y un día, cuando Keaton tenía un pequeño resfriado y
estaba tumbado en la cama, con aspecto de estar muerto, Rosie
simplemente se unió a él apoyando la cabeza en su pecho,
manteniéndolo caliente. Desde entonces, la quiere, aunque sólo en
secreto, nunca de forma evidente. Hasta el día de hoy, no le he dicho
que espío sus sesiones de mimos con Rosie y que realmente lo vi
acariciándola. Y no sólo una vez. 31
Por lo general, Penny se lleva a Rosie cuando estoy con
Keaton, pero ahora mismo estoy intentando que se acostumbre a
todo lo que soy, y eso incluye a mi perro. Aunque sólo estamos de
visita, Rosie se siente como en casa.
Miro a Keaton y me tomo un momento para observar su
barbilla rechoncha y su mandíbula prominente. Su cuello parece tan
irresistiblemente suave que me encantaría darle un beso mientras
paso las yemas de los dedos por la fina barba. Se sacude
brevemente, sé que no está acostumbrado a estas caricias y que en
realidad las permite a regañadientes, pero debe acostumbrarse
porque soy una persona que demuestra su amor de esta manera. No
me detiene ya que en realidad le gusta así, en un nivel subconsciente
necesita esto porque necesita mi suavidad y ternura tanto como yo
necesito su rudeza y dureza.
Sólo falta una cosa.
—Echo de menos a Riley —digo suavemente y sus ojos se
mueven lentamente del televisor a mí. Son claros y tranquilos.
—Yo también, cariño, pero lo verás pronto, sólo una semana
más.
—Aun así, estoy preocupada por él. Hablar con él por teléfono
en lugar de estar realmente ahí cuando dé este gran paso, en el
sentido más estricto de la palabra, es muy diferente. Verlo dos fines
de semana al mes no es suficiente para estar realmente a su lado. Me
encantaría estar con él permanentemente.
—Sólo di la palabra, Olivia, y te llevaré con él inmediatamente
y luego podrás quedarte hasta que le den el alta para ir a casa.
—No, como ya se ha ido, quiero aprovechar el tiempo para
familiarizarme con mi nuevo trabajo. Además, sé que volverá pronto
y mi hermana lo está cuidando bien...
Su teléfono, que está sobre la mesa de café frente a nosotros, 32
empieza a sonar, interrumpiéndome. Él contesta inmediatamente —
como siempre— con un cortante “Sí”, mientras sus ojos
permanecen fijos en mí y sigue acariciando mi cabello.
—¿Señor Rush? —Oigo la voz apagada de la dulce Pam y
pongo los ojos en blanco mientras resoplo con disgusto. Él me
sonríe y utiliza su voz más sexy.
—¿Sí, Pamela? ¿Qué puedo hacer por ti?
Pamela, quién llamaría a su hija Pamela, a menos que le guste
Guardianes de la bahía.
—Simplemente quería informarle una vez más de que tiene
que recoger a Alec mañana a las 2 de la tarde.
—Sí, ya lo sé, Pamela. —Sus dedos se acarician, sus ojos
brillan... me está provocando.
—Su vuelo a Toronto sale a las 4 de la tarde.
—De nuevo, una vieja noticia, Pamela.
—Lo recogerán en su destino...
—Sí, lo sé, Pamela.
—Nos alojamos en una suite en el Ritz Carlton.
—Quieres decir, dos suites, Pamela.
—Sí, por supuesto, señor Rush.
Ella suena enojada, como me siento ahora.
¿Qué significa eso? ¿Toronto? ¿Mañana a las 2 de la tarde?
¿Con Pam? ¿Y quién demonios es Alec?
—¿Algo más, Pamela?
—¿Le reservo un masaje como siempre, señor?
—¿Como siempre, señor? —suelto, sin poder contenerme, y él 33
sonríe.
—¿Es inapropiada mi llamada? —pregunta Pamela
inmediatamente, seguramente con una desagradable sonrisa de asco
en sus labios de prostituta.
Por lo que sé, ella no sospecha que haya nada entre Keaton y
yo, ¡aunque estoy a punto de arrancarle el móvil de la mano y
cambiar la situación! ¡Estúpida cara de culo! ¿Qué es lo que quiere
de todos modos? ¿Y qué juego enfermizo está jugando Keaton
ahora? ¿Por qué no me dijo que se iba de viaje? ¿Somos o no somos
una pareja ahora?
Me pongo de pie y voy a la cocina a por un vaso de agua.
Puede que no tenga sed, pero debo alejarme de Pamela.
Naturalmente, escucho el resto de su llamada telefónica. Y no, no
viene a unirse a mí en la cocina, donde estoy haciendo pucheros. Se
queda despreocupado en el sofá con esa tímida sonrisita en los
labios, actuando como si no pasara nada. Como si esto fuera una
comedia y no una película de terror en la que le voy a cortar las
pelotas en cualquier momento con un cuchillo de mantequilla.
Me bebo el vaso de agua de un solo trago y lo dejo de golpe en
la encimera de la cocina. Regreso a paso ligero y me pongo de pie
frente a Keaton y el televisor. Rosie levanta la vista con ojos
soñolientos, sabiendo instintivamente que no va a pasar nada bueno.
Luego trota detrás del sofá, donde se siente más segura.
—¿Toronto? ¿Mañana? ¿A las 2 de la tarde? ¿Un masaje?
¿Pamela? ¿Qué demonios, Keaton?
—Estás muy sexy cuando te enfadas, Olivia —afirma,
relajándose en el sofá con una mano detrás de la cabeza.
—Está bien que me encuentres sexy, pero no estoy enfadada,
estoy cabreada.
—Y estás igualmente sexy.
34
Dios, ¡voy a estrangularlo!
—A ver si lo entiendo, siempre sabes mi paradero y tengo que
informarte de todo, ¿pero no encuentras necesario informarme de
que te vas de viaje? ¡A Toronto! Eso está en Canadá, Keaton,
¡Canadá! —digo aturdida, esperando tener razón. A veces, soy una
rubia.
—Mañana a las dos me voy a Toronto, Canadá. Tengo una
reunión ahí y Pamela tiene que acompañarme, por supuesto —me
informa, totalmente aburrido. Me enfado, ya que me toca alternar
entre su asistente y su diseñador de interiores. Aburrido trabajo de
oficina y mierda.
—Keaton Rush, ahora tienes una relación conmigo, así que no
soy la única que tiene que rendir cuentas. Soy consciente de que no
has tenido muchas relaciones serias antes, pero por lo que sé, ¡las
parejas deben informarse mutuamente si uno se va de viaje!
—¿Ser responsable, cariño? ¿Qué es eso? —Me sonríe y
lentamente considero que le encanta tomarme el pelo. ¡Cabrón!
—Nosotros, la gente común, que no vivimos como tú, tenemos
que cumplir unas reglas.
—Mis reglas son las únicas que cuentan, Olivia. Eso se aplica
a los dos.
—Sin embargo, ¿puedes hacer lo que quieras?
—Puedo y lo haré. ¿Todavía no lo has entendido?
—Quizá en tu mundo, pero no en el mío, amiguito. —Me doy
la vuelta y cojo mi bolso y la correa de Rosie, lo que la hace saltar
de inmediato. Buena chica—. Creo que es mejor que me vaya a casa
ahora.
Se levanta lentamente y me doy cuenta de lo condenadamente
alto que es el hombre. Y de lo condenadamente atractivo que es. Da 35
un paso hacia mí y yo retrocedo uno, pero luego me recompongo
porque tengo que mantenerme firme como mujer. Me agarra sin
miramientos del cuello y me empuja contra el armario que tengo
detrás, y luego me susurra directamente a los labios:
—Y creo que no deberías pensar tanto.
Lo empujo para que se aleje de mí.
—¡Cómo no!
—No tolero la desobediencia, Olivia.
—¡Bueno, deja que eso se derrita en tu lengua ahora! ¡Señor
DEMONIO! ¡No puedes joderte a ti mismo! Está bien que hayas
vivido tu vida según tus reglas hasta ahora, pero si quieres que
cumpla tus reglas, tienes que cumplir las mías también. Yo te
pertenezco, pero tú también me perteneces. Tú y tu pequeño culo de
manzana, señor Rush.
—Puedes estar divirtiéndome, Olivia Pierson.
—¡Oye, deja de actuar como The Royals!
—Oh, cariño, soy un Royal, se me permite hacerlo.
—¡Y mientras pienses así nunca podrás tener una relación
seria! —Y lo alejo de mí para siempre, me doy la vuelta y digo—:
¡Ven, Rosie! —Me voy con la cabeza bien alta y me aseguro de
menear bien el culo.
Igual que Rosie.
36
Keaton
Ninguna mujer ha tenido nunca un deseo de muerte como el
tuyo, ¿verdad, cariño?
Ninguna mujer me ha hablado así nunca.
Ninguna mujer me ha dejado así plantado.
Ninguna mujer se ha interpuesto entre mi televisión y yo,
37
Olivia.
Estoy dividido entre dos posibilidades.
Posibilidad número uno: Conduzco hasta tu casa y te espero
para darte unos buenos azotes.
O posibilidad número dos: te dejo ganar esta pequeña pelea.
Esta vez.
Para aumentar tu ego, cariño.
Sé que lo necesitas.
Y no me importa darte esta pequeña victoria.
Especialmente porque eres tan increíblemente caliente cuando
estás de pie frente a mí y siseas, lista para abalanzarte como un tigre
bebé.
Oh, nena, no sólo te haré sisear, sino que te haré gritar y
enloquecer. Te llevaré a tus límites y te dejaré experimentar todas
las emociones. Ya sea la frustración o el mayor éxtasis. Te sentirás
viva mientras esté a tu lado. ¡Es una promesa!
39
Olivia
Molesta, tiro detrás de mí mi maleta de una sola rueda
llamada Benedikt, que se mantiene unida sólo por un cinturón y que
incluso ahora chirría tan fuerte que maldigo en voz baja para mí
misma.
Me dirijo hacia el avión, entrando en lo que se llama un jetway,
que no parece muy atractivo. Me resulta extraño que sea la única
que sube al avión, pero creo que es porque llego tarde, de todas
formas, fue raro comprar un billete en el último momento. Y aún
más extraño es el hecho de que no veo a ningún auxiliar de vuelo
apretujándose en el estrecho pasillo mientras subo al avión. Está
completamente vacío.
Maldición.
Me he perdido el apocalipsis zombi.
Todas las filas están desocupadas. Me siento insegura mientras
me dirijo al asiento con mi número.
¿Quizá he llegado demasiado pronto después de todo?
¿O me he equivocado de avión? Pero entonces no me habrían
dejado embarcar. ¿Qué demonios está pasando aquí?
La azafata se acerca y le pregunto si estoy en el avión correcto,
lo que me confirma amablemente.
¿Qué carajo?
¿Me he perdido la noticia de una amenaza terrorista?
¿Voy a explotar ahora y, en esencia, he desperdiciado mis
últimas horas discutiendo con Keaton? 40
Dios mío, si pudiera volver a decirle lo mucho que lo quiero o
volver a ver a Riley, Penny y Rosie.
Me sudan las palmas de las manos y me deslizo inquieta en mi
asiento.
—Disculpe —pido, como si estuviera de nuevo en el colegio.
La molesta azafata no hace ningún esfuerzo por ocultar que está
enfadada y vuelve a dirigirse a mí. Creo que nunca he visto un rostro
tan puro y perfecto como el suyo.
—¿Sí, señora?
—Realmente no entiendo por qué soy la única pasajera a
bordo. ¿Qué está pasando?
—Nos dieron instrucciones estrictas de no dejar subir a ningún
pasajero excepto a una tal Olivia Pierson.
Tengo que decir que me siento un poco mareada.
—Pero, ¿qué pasa con la gente que compró un boleto?
—Bueno, el vuelo fue cancelado. Usted es nuestro único
pasajero de hoy —me informa con frialdad y de forma aún más
fría—. ¿Quiere algo de beber, señorita Pierson?
—No, gracias, no me gusta el escupitajo en mi bebida.
—respondo con la misma dulzura.
—Como quiera, señora —responde con bastante
profesionalidad y se aleja.
¡Maldita sea Keaton!
Saco mi teléfono y empieza a sonar.
—Bueno, Olivia, ¿va todo bien? —pregunta en cuanto contesto
cabreada.
—Keaton J. Rush, sea lo que sea que signifique la J. ¡No, nada
está bien! 41
—Olivia, ¿qué está pasando?
Estoy tan enfadada que no puedo pensar con claridad y
balbuceo:
—¿Qué está pasando? ¡Me siento como si estuviera en un
apocalipsis zombie de mierda! ¿Cómo sabes que iba a ir en este
vuelo?
—Ya te lo he dicho, lo sé todo, cariño.
—¿Me estás acosando, Keaton? Sé serio ahora.
Con los ojos entrecerrados, miro alrededor del avión en busca
de cualquier espía, pero por supuesto, no hay nadie excepto yo.
—Conozco a todos los funcionarios de todas partes. También
en el aeropuerto, Olivia, y cuando te registras, sé que lo haces. Mis
contactos son ilimitados.
—No eres normal, Keaton. ¿Qué pasa con toda la gente que
compró un boleto para volar a casa o lo que sea? ¡Quizá iban a
visitar a la familia que no han visto en años! ¡Quizá hemos separado
a las madres de sus hijos! ¡Y a las abuelas de sus abuelos! ¡Ahora
todos tienen que esperar al siguiente vuelo! Eres un monstruo.
Estoy roja de rabia y apenas puedo mantener las manos quietas
porque me tiemblan mucho. Me encantaría rodear su bonito cuello
con ellas.
Entonces oigo a Pam preguntar de fondo:
—Keaton, ¿también quieres una copa de champán?
¿Desde cuándo se tutean?
Al instante, vuelvo a ponerme furiosa.
—¡No, Keaton, no quieres una copa de champán ahora!
Quieres explicarme qué demonios está pasando y decirle a esa chica 42
de Guardianes de la bahía con las tetas de globo que se aleje de ti.
Se ríe y yo me pongo aún más furiosa.
—¡Oh, no te reirás por mucho tiempo, amigo mío!
—Oh, Olivia, te quiero. Apaga tu teléfono; pronto te irás. Te
veré en Toronto, nena. —Y ese miserable bastardo simplemente
cuelga, sin embargo, me acaba de decir que me quiere, así que estoy
en las nubes mientras el avión despega.
Keaton
Me encanta la forma en que las gruesas gotas de lluvia se
posan en tu cabello y se disuelven, Olivia. Tu mano sin guantes
sostiene el asa de la maleta o lo que sea esa cosa. En casa, quizá
estemos en nuestra estación de verano, Olivia, pero aquí hace frío.
Supongo que no te lo esperabas. Un taxi atraviesa un charco justo
delante de ti, salpicándote, cosa que, al parecer, ni siquiera has 43
notado. Estás mirando hacia el hotel mientras yo estoy de pie junto a
la ventana observándote.
Ahí estás, Olivia, sola y abandonada.
Eso es lo que pasa cuando me acechas, cariño.
Realmente espero que no cojas un resfriado. Aunque si lo
haces, te haría sopa y te cuidaría. Porque eso es lo que un hombre
hace por su mujer cuando está enferma.
Quiero enfadarme contigo por volar detrás de mí, pero no
puedo porque me encanta lo posesiva que eres. Por otra parte,
tampoco me gusta separarme de ti. Si fuera por mí, me pasaría todo
el día contigo, cariño, pero no lo haré porque no sucumbo a tus
deseos, sólo a los míos. Yo tengo el sartén por el mango, siempre y
en todo momento.
Olivia
Claro que tenía que llover y claro que hace un frío de los mil
demonios y claro que fui demasiado estúpida para pensar que
Canadá está en una zona climática diferente a la nuestra.
Naturalmente, uno de esos estúpidos taxis me salpicó de agua, así
que los vaqueros viejos que me puse en señal de desafío en lugar de
un par nuevo que me compró Keaton se me están pegando a las
piernas.
Lo. Odio.
44
A él.
Y a Pam.
Ahora que estoy aquí, me siento un poco tonta por haberlo
seguido sin pensar en el futuro. Como si no tuviera nada mejor que
hacer.
¡Soy tan estúpida!
En realidad, no persigo a los hombres. Y no corro detrás de él,
¡oh... a quién le importa!
Temblando, me meto en el cálido hotel. Una y otra vez,
estornudo y me pica la nariz.
Llamo a Penny, ya que estoy esperando a que la persona que
está delante de mí termine de facturar.
—¡Estoy en Alaska, uh, Toronto, um, Canadá! Creo que voy a
estar aquí unos días, Penny. Espero que a Rosie le parezca bien.
—¡Qué demonios, Olivia! ¡Cuando la dejaste dijiste que tenías
que hacer unos recados! ¿Qué estás haciendo en Canadá? ¿Cazando
osos o qué? ¿Y por qué no me invitaste? Maldita sea, ¡hay jugadores
de hockey tan buenos ahí!
—¡Estoy en una misión secreta! —murmuro al teléfono con
una mirada socarrona—. ¡Así que no me juzgues! Y ya nos
divertiremos con los jugadores de hockey sobre hielo en otra
ocasión.
Penny suspira con pereza.
—¿Qué misión secreta de mierda?
—Está aquí. ¡Con Pam! Quiero decir, ¡quién tiene un nombre
como Pam!
45
—Probablemente sea el diminutivo de Pamela —apunta Penny
secamente.
—Eso no lo hace mejor, Penny.
—Entonces, ¿quién demonios es esa Pam de todos modos?
—Su asistente, a quien odio y odio a Keaton.
—Sin embargo, lo estás siguiendo porque se fue a Toronto con
su secretaria, ¿por qué?
—Porque tiene una reunión de negocios.
—¿Hablas en serio, Liv? ¿No crees que te has vuelto un poco...
psicópata? —pregunta con cautela.
Entrecierro los ojos.
—¡Oye, ni siquiera te gusta Keaton! ¡Tienes que ponerte de mi
lado! ¿Por qué de repente simpatizas con él?
—¡Quizá porque no me gusta, me parece innecesario volar tras
él! ¿Qué demonios, Liv? Nunca has estado tan obsesionada con un
hombre.
—¡Lo sé, pero está aquí en Toronto con ella! Están alojados en
el Ritz Carlton, tiene su propio spa donde puedes recibir un masaje y
¡Pam tiene los pechos grandes! Odio los pechos grandes. —Estoy
desesperada; no sé ni por qué he venido ni qué estoy diciendo.
—Liv, eres tan... —Casi puedo ver a Penny sacudiendo la
cabeza—. De todos modos, lo que sea. No te preocupes, cuidaré de
Rosie hasta que vuelvas.
—¡Gracias! ¡Tengo que eliminar a Pam! Ella y sus mega tetas
me están estorbando. —Me doy la vuelta y tropiezo directamente
con las mencionadas mega tetas.
Joder.
Bueno, era de esperar, teniendo en cuenta mi suerte, ¿no? 46
—Eh, Penny, tengo que colgar. —Lo hago y de cara a las
mega tetas sólo puedo decir una cosa, pero a mí no me parece que
esté nada contenta.
—Eh, señorita Pierson, ¿qué hace usted aquí? —pregunta
mientras me mira de arriba abajo—. ¿Hay una convención para las
señoras de la limpieza? —sigue chillando. Todavía estoy furiosa con
Keaton, así que enfrentarme a este rostro con bótox es justo lo que
necesito.
—¡No, pero seguro que hay una para la prometida del jefe!
—Empiezo con una mentira, sólo para ver cómo su fea cara
descarrila.
Como era de esperar, la cara de Pam baja y me mira de arriba a
abajo de nuevo. Mientras sus gélidos ojos azules se clavan en los
míos, sonríe condescendientemente.
—No creo que vaya a ponerle un anillo a alguien con las
manos sucias.
—¿Por qué no? Después de todo… contrató a alguien sin
cerebro —exclamo.
Sus cejas, perfectamente simétricas, se levantan.
—¿Te refieres a mí?
—No, me refiero a la rubia que está detrás de ti.
Resulta que Pam es realmente tan estúpida como parece, pero
entonces sus ojos brillan con rabia y desprecio. Piensa demasiado en
sí misma con su traje de diseñador. No es suficiente para desviar la
atención de su pequeño cerebro. Entonces da un paso hacia mí y
sisea:
—Cuidado, señorita, si quiero...
—Obteniendo una mejora de habitación, Srta. Pierson, me 47
alegro de que esté aquí —oigo detrás de mí, pero antes de que pueda
darme la vuelta, cada fibra de mi cuerpo se solidifica. Estoy en pleno
modo de combate y me gustaría abalanzarme sobre él y arrancarle
esa sonrisa petulante de sus labios carnosos. La forma en que está
ahí, con su traje perfectamente confeccionado, exudando su
seductora fragancia.
Maldita sea, ¿por qué es tan atractivo y me mira de esa
manera?
Sus ojos chispean de diversión, me dan ganas de arrancárselos.
Lleva la mano despreocupadamente en el bolsillo.
—¡Qué bien que no haya venido nadie a recogerme al
aeropuerto, señor Rush, aunque se sabía que estaba de camino! —le
respondo inmediatamente.
—Eso de llamar a tu prometido por su apellido me resulta muy
familiar —dice Pam dando una respuesta estúpida ante Keaton.
Cruza sus flacos brazos delante del pecho. Me sorprende que sea
capaz de conseguirlo teniendo en cuenta que sus tetas son enormes y
sus brazos parecen los de un T-Rex.
Keaton suspira y dice:
—Te dije que no se lo dijeras a nadie todavía. Después de
todo, aún no he encontrado un anillo apropiado para tus hermosos y
suaves dedos.
Afortunadamente, Keaton me sigue el juego y me calmo un
poco. Estoy menos enfadada y más triunfante.
¡Bueno, Pam! Ya ves, dice que tengo unas manos suaves y
bonitas, ¡oh, sí!
Pam palidece.
Me pasa el brazo por los hombros antes de dirigirse a ella.
—En el futuro, muestra el debido respeto por la mujer de tu 48
superior o tendrás que follarte a otro superior para conseguir un
trabajo mejor —dice todo eso de forma drástica y sobria, aunque con
tal dureza en su voz que incluso yo siento un escalofrío helado que
me recorre la espalda y no quisiera estar en el lugar de Pam. Sé que
ya no tiene nada con Pamela, que probablemente sólo consiguió el
trabajo por sus pechos.
Con eso, empieza a alejarnos de ella y me susurra:
—Ahora déjame preguntar de nuevo, Olivia. ¿Qué estás
haciendo aquí?
Oh. Dios, ¡huele tan bien! ¡Lo odio!
—¡Guau! ¡Vaya actuación! Parece que escuchaste cada palabra
que intercambiamos.
—Olivia, de nuevo, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Me estás
acosando, cariño? No sé qué hacer con esto. —Vuelve a sonreír,
como si me hubiera perdido otra broma—. Es muy posible que me
divierta, señorita Pierson, futura señora Rush.
La idea de asumir un día realmente su apellido hace que mi
corazón se agite.
—¿Eso fue una propuesta? —pregunto sin aliento.
Me besa la cabeza.
—Oh, cariño, no tendrías que adivinar mi propuesta. —Y ya
he olvidado por qué estoy enfadada con él.
Es tan bueno.
49
Sin preguntar, el señor Friki del Control cancela mi habitación
y me arrastra a la suya, junto con mi decrépita maleta.
Resulta que su habitación es una suite condenadamente lujosa,
pero ahora mismo, no podría importarme menos. En cuanto
entramos y se cierra la puerta, me doy la vuelta y le pregunto:
—¿Te molesta que haya volado detrás de ti?
En lugar de responder, se quita la chaqueta. Me sonríe mientras
se remanga la camisa. Las gotas de lluvia repiquetean contra la
pared de cristal del salón, detrás de él, y la cálida luz del techo hace
que su cabello brille en color marrón.
—¿Por qué debería enfadarme contigo? Ahora eres parte de
mí, me encanta que quieras estar conmigo.
Sucumbo brevemente a sus palabras cuando vuelvo a
endurecerme porque esto no funciona así. Necesito hacer valer mi
punto de vista porque me doy cuenta de que no me toma en serio.
—Bien, pero sigo enfadada contigo, Keaton.
Entra en el dormitorio, se sienta en la cama, se apoya en los
codos —oh, Dios mío, esa postura lo hace parecer prohibitivamente
sexy— y ladea ligeramente la cabeza.
—Vale, veo que necesitas desahogarte, Olivia. Así que, déjame
escucharlo.
A mí también me gusta que me follen, aunque ahora mismo,
hablar es más importante. Su buena mirada me distrae brevemente
mientras miro el televisor apagado y ordeno mis pensamientos.
Es como mirar fijamente a un abismo negro. Simplemente me
atrae.
50
—Quizá no tengas ni idea porque nunca has tenido una
relación de verdad, ya que eres una persona totalmente egoísta, pero
nunca más quiero que vueles a algún sitio sin contármelo antes. No
te pido que me pidas permiso, sólo que como tu novia, estaría bien
que al menos me mantuvieras al tanto de tu paradero.
Me mira durante un rato sin decir nada. Me pongo un poco
nerviosa y tengo que evitar moverme con las manos.
—Olivia, mis pensamientos están contigo las veinticuatro
horas del día. ¿De dónde has sacado la idea de que soy una persona
egoísta? Siempre pienso en Riley y en ti primero. Nadie nunca ha
conseguido envolverme en su dedo meñique como tú. Así que, por
favor, no vuelvas a acusarme de eso. —El tono áspero de su voz
hace que mis ojos se abran de par en par.
No voy a ceder, esta discusión está lejos de terminar.
—Quizá no me he expresado bien, pero sigue sin estar bien
que planifiques tu vida y tus viajes sin discutir nada conmigo y que
luego te lleves a esa estúpida zorra. Sé que te has follado a Pam y sé
que ella quiere hacerlo de nuevo. Imagínate, Keaton, si yo me fuera
de viaje de negocios con mi ex.
Sus ojos se oscurecen al instante y, por desgracia, me doy
cuenta demasiado tarde de lo que he dicho.
¡Maldición!
Al instante, mi corazón empieza a latir como un loco.
Se levanta.
Su expresión es completamente ilegible excepto por esos ojos.
Oh-oh.
Se acerca a mí.
51
Luego, de un tirón, me empuja contra la pared de cristal que
hay detrás de mí, de modo que todo el aire sale de mí. Oigo su tensa
respiración y el fuerte golpeteo de las gotas de lluvia contra el
cristal. Dios mío, está tan enfadado que sus ojos me lanzan flechas
de fuego.
Trago saliva.
Uy.
—No volverás a decirme eso, Olivia. Ni se te ocurrirá ir a
ningún sitio con tu ex. Me perteneces. Y yo te pertenezco a ti. Y
ninguna Pam o como se llame puede cambiar eso. ¡O confías
ciegamente en mí o no confías en absoluto! No hay ida y vuelta,
¿entiendes?
Me agarra la barbilla y me levanta la cabeza para que tenga
que mirarlo.
—¿Me entiendes, Olivia? —pregunta con énfasis. Me besa
antes de que pueda responder.
Con fuerza.
Sí, creo que lo he entendido.
Al igual que él.
Y entonces sólo quedan sus labios furiosos, su cuerpo duro y
furioso y todas las emociones que aún me recorren.
Me baja los vaqueros mientras yo le abro la camisa. Nos
besamos, nos mordemos, gemimos y jadeamos. Sus dedos son
cálidos en mi acalorada piel, su olor me embota los sentidos, al igual
que sus manos cuando me bajan las bragas por las piernas. Me
levanta y lo envuelvo con las piernas. De un solo empujón, se
introduce en mi interior, justo contra el cristal de la ventana; soy
consciente de que mi trasero está ahí para que todos lo vean si
alguien lo observa desde alguno de los rascacielos de los 52
alrededores.
También me verían clavando mis dedos en el cabello de
Keaton mientras me aferro a él y me ahogo mientras nos miramos
fijamente a los ojos. Estoy literalmente empapada, mientras que él
está tan seco y en control como siempre. Si alguien nos observara,
vería también la forma habitual de Keaton de endurecer su
mandíbula justo antes de correrse y quizás que me está castigando
negándome —como tantas veces— el orgasmo. Me nota gemir
mientras se endurece aún más dentro de mí mientras yo aprieto la
cabeza contra el cristal mientras empujo mi pelvis hacia él y me
contraigo a su alrededor. Me encanta cómo Keaton siempre da con
ese punto especial dentro de mí que me hace dejarme llevar por sus
brazos hasta el punto de alcanzar el clímax en cuestión de minutos.
Sí, me doy cuenta de que alguien que nos observe puede ver
cómo Keaton se retira de mí en cuanto acaba. Que me obliga a
arrodillarme y empuja su dureza entre mis labios. Que se corre en lo
más profundo de mi garganta mientras echa la cabeza hacia atrás y
pronuncia repetidamente mi nombre como si fuera una oración.
Porque eso es lo que soy para él: una diosa.
53
Olivia
No me gustan las rodajas de pepino en los ojos.
62
Keaton
Tu cabello es como la seda, Olivia. Paso mis dedos
75
Olivia
Ese maldito bastardo.
Este arrogante, seguro de sí mismo y apuesto imbécil.
Este cretino exagerado, con traje y que huele bien.
Este culo negro, cara de pene dominante. 76
¿Cómo se atreve?
Yo.
Aquí.
Por.
Siete.
Horas.
Mis brazos están ahora entumecidos, mis piernas básicamente
ya no existen. Mi espalda me está matando. Haría cualquier cosa por
poder ponerme de lado, estirarme o rascarme el culo.
Me pica mucho, la ropa de cama sedosa se me pega a la piel.
Tengo miedo de que me arranque algo de piel cada vez que se me
permita levantarme. Creo que me duele la espalda como a las
abuelas de los asilos. Tal vez no vuelva a caminar, después de todo,
ya no siento las piernas. Además, creo que los cables de los
cargadores las han vuelto azules.
Esto podría doler un poco, lo imito.
Podría, mi trasero, imbécil, ¡duele mucho! Y me pica.
¡Me pica el culo! ¡Todavía!
También me pica la cabeza y no puedo rascarme.
Tengo la garganta seca y rasposa, y estoy reseca como un
desierto.
No me ha dejado correrme, otra vez.
No estoy satisfecha, no he descansado, me duele todo y no
puedo moverme.
¿Qué pasa con él?
Dios sabe su paradero. Me dejó guisar aquí simplemente
77
porque... ¿por qué?
De acuerdo, tal vez me excedo un poco cuando se trata de
Amber y, sí, tal vez a veces soy un poco celosa y curiosa. Sin
embargo, el hombre simplemente es un enigma y no sería Olivia
Pierson si no intentara resolverlo.
Me dejó aquí tirada todo este tiempo, ¡mierda!
Me siento como una víctima de secuestro.
Humillada.
Asustada.
Sin saber qué me deparará el día siguiente.
Y me pica el culo, ¿ya lo he dicho?
Oigo un clic y me estremezco. Es la puerta que se abre.
El señor yo castigo entra en la habitación.
Se ha remangado el jersey gris, tiene el cabello revuelto y los
ojos inyectados en sangre.
Oh, ¿el pobre hombre no ha dormido?
Yo tampoco he dormido nada y me duelen los pezones.
—¡Buenos días, Olivia! —dice tranquilamente y coloca una
taza de café para llevar en la mesilla de noche.
Tan cerca y a la vez tan lejos. Huele delicioso, pero ni de coña 78
voy a tocarlo, aunque me quite las esposas. Sólo para tirarle el café a
la cara. Espero que esté caliente para que el color de su piel haga
juego con sus ojos rojos. Estoy tan enfadada que podría matarlo. Y
es porque estoy tan enfadada que mantengo la boca cerrada.
—¿Has dormido bien? —pregunta y se quita el jersey con una
mano.
No respondo.
Ni siquiera puedo comentar lo aterciopelada que parece su piel,
lo cual dice mucho, porque podría hablar durante horas de su piel o
escribir un libro sobre ella.
Sonríe cuando no respondo: el muy imbécil.
Sí, te quedas ahí sonriendo, gilipollas, no estarás mucho
tiempo, pienso.
—No pareces estar habladora esta mañana, Olivia —continúa
su pequeño juego desagradable—. Tengo que estar en una
conferencia en una hora. ¿Quieres quedarte ahí tirada otras ocho
horas o te quito las esposas? —Se sienta a mi lado y me pasa un
mechón por detrás de la oreja. Por fin. ¡Qué liberación! ¡Ese
estúpido mechón ha estado atascado en mis pestañas durante horas!
—Quítame las esposas —grazno con brusquedad entre los
dientes apretados. Él inclina la cabeza y me mira con desaprobación.
—¿Cuál es la palabra mágica?
—¡Idiota!
—Oh, creo que aún no has aprendido la lección. —Se levanta
para irse.
¡Oh, Dios mío! Quiere irse.
Decido jugar con sus reglas, al menos hasta que sea libre de 79
nuevo.
—¡Keaton! —grito casi con pánico y él se detiene de espaldas
a mí. Sé que ahora mismo está sonriendo como el mismísimo diablo.
Simplemente lo sé.
—¿Sí, cariño? —Gira la cabeza y me sonríe por encima del
hombro.
—¡Quítamelas, por favor, no puedo soportarlo más!
¿Veo compasión en sus ojos? Bueno, señor, es un poco tarde.
Pero se acerca a mí, saca del bolsillo la pequeña llave que
guardo con cariño y se inclina sobre mí. Me llega el olor a alcohol y
a Keaton cuando oigo un débil clic y me libero. Espero más o menos
pacientemente hasta que él también deshace los cables que rodean
mis tobillos. En cuanto termina, me levanto de un salto e
inmediatamente me desplomo de nuevo sobre el colchón cuando mis
piernas ceden.
Se arrodilla entre ellas, coloca las manos sobre mis muslos y
me mira como hace con Riley cuando le dice algo.
—Si llevas tanto tiempo tumbada sin moverte, Olivia, deberías
tomártelo con calma. Primero, siéntate, recupera la circulación y
sólo entonces levántate. Te has esforzado demasiado en las últimas
horas y tienes que recuperarte primero. No querrás volver a pasar
por lo mismo, ¿verdad?
Permanezco en silencio, de lo contrario, podría escupirle a la
cara.
Nunca he estado tan furiosa en mi vida que ni siquiera puedo
encontrar las palabras adecuadas para expresar mi ira. Puede que sea
la primera vez para mí. Lo empujo con fuerza, me levanto y
comienzo a caminar como un ganso —sin importar cómo se me 80
sientan las piernas— hacia el baño y la puerta se cierra de golpe.
También la cierro con llave —cosa que nunca había hecho con él—
para hacerle saber que quiero estar sola y que no estoy de humor
para que me mire con esa maldita calma que tiene o para escuchar
sus sermones. A Keaton no le gustan las puertas cerradas. Siempre
quiere poder llegar a mí. A toda mi persona.
Engullo con avidez el agua del grifo helada, ya que me siento a
punto de morir de sed, antes de meterme en la ducha.
Me pongo bajo el chorro caliente, disfrutando de la sensación
de hormigueo en mis extremidades que vuelven a la vida. Muevo los
dedos de los pies y de las manos con placer mientras encuentro
lentamente mi compostura.
Aunque eso no significa que se salga con la suya. Y no lo
perdonaré tan pronto. Soy consciente de lo que pretendía conseguir
con ello, quizá me haya pasado un poco, pero no soy su pequeña
esclava. Los juegos sexuales y la privación de libertad son dos cosas
diferentes. Siempre me aseguró que no haría nada para lo que yo no
estuviera preparada, bueno, para eso, definitivamente no estaba
preparada.
¿Quién está preparado para sentarse o acostarse encadenado
en una habitación durante siete horas? ¿Hay alguna mujer que esté
dispuesta a hacer eso? ¿En serio?
Me presto a todas las cosas oscuras y prohibidas que son tabú,
ya que mi propio ser es oscuro. Lo sé desde que conocí a Keaton. Lo
quiero y confío en él y, de hecho, pensaba que podía contar con él
para salir de situaciones que no puedo manejar a tiempo. Sin
embargo, anoche no hizo nada de eso. Habría estado bien dejarme
atada durante dos horas, volver y terminar nuestro juego sexual, pero
no toda la noche hasta la madrugada. Fue lo suficientemente largo
como para que cada abolladura del techo quedara en mi memoria.
No tuvo piedad. Lo llevó demasiado lejos y se lo haré pagar.
81
99
101
Olivia
Vuelo en primera clase en el viaje de vuelta con un Keaton
extremadamente caliente y una Pamela totalmente celosa, casi
echando humo. Por supuesto, no dejo que eso me impida alimentar a
Keaton con uvas como si fuera una linda mascota y lamerle el
champán de los labios, todo eso mientras ella está sentada frente a
nosotros, resoplando y resoplando. Normalmente, no soy una 102
gilipollas. No le restriego a nadie en las narices cuando sé que siente
algo por una persona, pero en este caso, tengo que marcar mi
territorio porque Pam es como una hiena hambrienta a punto de
abalanzarse sobre Keaton y comérselo vivo en cuanto muestre
debilidad, aunque sea un segundo. Eso me dejaría con sus
miserables restos. Sinceramente, ¿quién quiere sobras?
Keaton es consciente de lo que estoy haciendo y me sigue el
juego porque sabe lo importante que es para mí.
Hay un nuevo tipo de armonía entre nosotros. Este fin de
semana ha sido como una tormenta limpiadora que ha ahuyentado
las nubes grises para que ahora podamos mirar al futuro más lejos
que nunca.
—Pam, danos un momento de privacidad —dice Keaton y
hace un gesto con la barbilla mientras la mira.
Ella se levanta sin decir nada y se aleja con la barbilla
levantada. Keaton me toma la mano y me roza los nudillos con sus
suaves y sedosos labios.
—Tengo que hablar contigo —dice suavemente, mis latidos se
aceleran.
Oh no, ¿ahora qué voy a escuchar?
Creía que lo habíamos resuelto todo. Armonía como el
infierno, el siguiente montón de mierda ya está humeando,
cociéndose a fuego lento, hirviendo... Huh, ¿en qué estoy pensando
de nuevo?
—De acuerdo.
Retiro la mano y alzo la barbilla desafiante en un intento de
prepararme para lo que está por venir, después de todo, un simple
tenemos que hablar nunca es bueno.
103
Me toma la mano de nuevo y la vuelvo a apartar, él sonríe.
—No es nada malo, Olivia, al contrario. —Sus ojos son muy
insistentes—. Múdate conmigo.
¿Qué?
—¿Qué?
Parpadeo ante él, totalmente confundida mientras intento dar
sentido a sus palabras. Las he oído, pero no puedo entenderlas.
Sonríe con indulgencia.
—Múdate conmigo, Olivia Pierson —repite con calma.
Y aquí vuelvo a sonreír como una tonta.
—¿Qué?
—Múdate conmigo, Olivia.
—Perdona, Keaton, ¿no puedes ser más específico?
Estoy tan sorprendida que mi mente sigue en blanco.
—Quiero pasar cada minuto libre de mi vida contigo. Mi casa
tiene suficiente espacio para acomodarte a ti, a Riley y a tu monstruo
baboso. Vivo cerca de la nueva escuela a la que asistirá Riley
cuando salga de la clínica. Nos llevamos bien, él y yo. Tú y yo nos
llevamos bien, al menos, la mayor parte del tiempo. No puedo
imaginar nada mejor que tenerte conmigo todo el tiempo.
Lo miro fijamente como si fuera un pez con tanga y solo
acierto a decir con los labios fruncidos:
—¡No sin Penny!
Oye, ¿de dónde viene eso?
Frunce el ceño y me mira como si estuviera trastornada, que es
más bien lo que siento ahora mismo. 104
—Teniendo en cuenta lo que te acabo de decir, ¿lo primero que
se te viene a la cabeza es Penny?
Suspiro y me froto la frente.
—Vale, escucha. En primer lugar, en lo que respecta a Penny,
es mi mejor amiga. Ha estada conmigo mucho antes de que llegaras
tú y, si llegara el caso, estoy segura de que estará ahí después de ti.
Nunca me ha fallado, Riley la considera su tía, es la mejor persona
que conozco. Siempre está ahí para mí, me apoya y protege, siempre
me ayuda. No voy a ninguna parte sin ella.
Keaton se encoge de hombros.
—¡Está bien!
Agarra su teléfono móvil. Ahora soy yo quien frunce el ceño
mientras marca y se lo lleva al oído. Después del tercer timbre,
contesta el teléfono un hombre que puedo distinguir vagamente.
—Johnson, quiero que desalojes el apartamento de abajo antes
del mes que viene.
Se me cae la mandíbula. No parece que esté bromeando.
—No me importa. Dentro de cuatro semanas. —Cuelga, me
toma la mano y me sonríe como el mismísimo sol—. ¿Algo más?
—Uh, ¿qué fue eso de hace un momento?
—Tengo un apartamento para Penny. Obviamente, sólo pagará
el alquiler, eso es evidente, y si le falta, podemos hablar.
—¿Con quién?
—Con el dueño del edificio. Conmigo.
Parpadeo durante varias respiraciones sin moverme.
—¿El edificio es tuyo? ¿Quién es Keaton Rush? ¿Por qué no
me lo has mencionado en los últimos meses, no lo has considerado 105
necesario?
—Soy dueño de tres edificios de apartamentos, cuatro clubes
de sexo, cinco autos y soy el padrino de un niño en África —suelta
mientras me mira con tranquilidad. Se sirve un vaso de agua, se echa
hacia atrás y bebe un sorbo—. ¿Algo más, Olivia?
Estoy demasiado sorprendida para decir otra cosa que no sea
¡Bien!, lo que puede sonar ligeramente histérico, ya que lo hace
sonreír.
—No me gusta presumir, por eso no lo he mencionado.
Entonces, ¿ya está todo aclarado? Entonces, ¿te mudarás conmigo
ahora?
Saca de su bolsillo una única llave con un lazo rosa alrededor y
mis ojos se agrandan. Intento mantener la cabeza despejada, pero de
alguna manera no funciona y simplemente suelto:
—Me juré lo siguiente: Si un hombre vuelve a entrar en
nuestras vidas, debe quedarse para siempre.
¿De verdad he dicho eso?
Vale, ha llegado el momento de nuevo en que mi boca corre
sola sin que yo pueda detenerla.
Keaton simplemente responde con total tranquilidad:
—Múdate conmigo, Olivia.
—Pero yo soy una pesada y gruñona por las mañanas, por no
mencionar que mi vida es un desastre. Sin embargo, la tuya está
totalmente regulada. Conmigo cerca, te saldrán canas mucho más
rápido que si fueras el padre de un adolescente.
—Múdate conmigo, Olivia.
—¡Pero Riley te pondrá contra las cuerdas, dentro de unos
años será un adolescente! 106
—¡Múdate conmigo, Olivia!
—...y quién sabe cuántas chicas lo perseguirán. ¡Tendrá su
primer amor y le romperán el corazón! ¡Habrá una etapa de rebeldía!
¡Se quedará fuera después del toque de queda! Será molesto, hablará
demasiado, ¡o no hablará! ¡Quizá incluso pruebe las drogas y el
alcohol y haga fiestas en casa y quién sabe qué más!
—Múdate conmigo.
Veo en sus ojos que quiere todo eso, tal vez sea incluso mejor
que yo. También veo que quiere compartir esta carga conmigo y que
siempre estará ahí para mí y para Riley pase lo que pase. Por mi
vida, ya no puedo resistirme.
Tomo la llave, me la meto en el bolsillo, me inclino hacia él y
lo beso.
Al aterrizar, Pam se alegra de informarle a Keaton que alguien
quiere hablar urgentemente con él, por lo que me manda a casa sola
y me hace prometer que lo llamaré más tarde. Como siempre, su
beso es posesivo y ardiente, hace que me flaqueen las rodillas.
Estoy deseando tener unas horas para mí en las que pueda
contemplar en paz todo lo que se ha dicho.
Al principio, creo que me llamará un taxi, pero cuando salgo
por la puerta, me encuentro con un brillante Mercedes negro, cuya
brillante pintura casi me ciega al reflejarse el sol en él. Un apuesto
chófer, joven —más o menos de mi edad—, alto, de hombros anchos
y que fuma un cigarrillo, se apoya en la puerta trasera del pasajero. 107
Lleva un traje azul oscuro, gafas de sol y su cabello rubio brilla a la
luz del sol. Por supuesto, su cabello está impecable; la ropa, limpia
en seco y con las arrugas marcadas, y su cara, bien afeitada. Cuando
me ve, aparta frenéticamente la colilla y se levanta bien.
—¿Señorita Pierson? —pregunta con voz cultivada y acento
británico.
Keaton, que es originario de Inglaterra, sólo tiene un ligero
acento desde que vive en Estados Unidos, lo que me entristece
bastante. Los acentos británicos me parecen muy sexys.
—Sí, soy yo y tú eres... —Le sonrío y le tiendo la mano.
Parece un poco confundido, pero la estrecha con firmeza.
—Me llamo Alec Watson, encantado de conocerla, señorita
Pierson.
Me gusta y me encanta cómo pronuncia mi apellido, por lo que
le sonrío aún más. Me abre la puerta, entro y la cierra. Durante el
trayecto, intento hablar con él, lo que resulta bastante unilateral.
—¿Has estado trabajando un tiempo para el señor Rush?
—Sí.
—Es curioso, nunca he oído hablar de ti ni te he visto antes.
—Yo tampoco.
—¿Le agrada el señor Rush?
—Sí.
—¿Es un buen empleador?
—Sí.
—¿También recibe un bono de Navidad?
108
—Sí.
—¿Tiene hermanos?
—No.
—¿Tienes novia?
—No.
—¿Qué opinas de las rubias? Quiero decir, más rubias que yo.
Alrededor de 1,70 con un gusto extravagantemente inusual y
grandes ojos azules. Es directa, lo cual es bueno porque con ella no
tienes que preocuparte de que te mientan.
En realidad, le hace sonreír un poco.
Oh, Dios mío.
—¿Tiene a alguien específico en mente, señorita Pierson?
—No, sólo estoy preguntando.
—Quiero decir que es usted muy específica.
Sigue un breve silencio, ya que me ha hecho callar con éxito.
Entonces su voz vuelve a sonar.
—Me gustan las rubias.
109
Olivia
Primero, paso por Penny para recoger a Rosie. Por razones
que se me escapan, el elegante chófer me acompaña arriba y lleva
mi maleta. Me siento como una princesa. Sinceramente, no me
importa que me mimen así. No es que mi maleta pese una tonelada o
que sea una abuela de ochenta años, esté embarazada o tenga una
enfermedad terminal. Pero lo dejo, no quiero meterlo en problemas 110
con Keaton. Seguro que le dio instrucciones estrictas. Así que me
sigue, donde llamo a nuestra puerta secreta. Lo hago mientras miro
crípticamente por encima del hombro, sin querer que el señor de las
gafas de sol, que aún no se ha quitado, se dé cuenta. Vale, nuestra
señal de llamada es bastante simple, pero a quién le importa; es
nuestra.
Como siempre, Penny está mascando chicle cuando abre la
puerta. Para mi asombro, su pelo rubio está atado. ¿Qué demonios?
Y no lleva maquillaje, salvo su típico pintalabios rosa. Tamborilea
sus largas uñas rojas contra la puerta, de pie, con una camiseta casi
transparente y unos leggings tan ajustados que no solo insinúan algo,
sino que lo muestran todo. Los leggings están llenos de pelo de
perro y baba. Y, efectivamente, Rosie se acerca a mí, gruñendo y
moviendo su bonito trasero en cuanto me ve. Resopla mientras
presiona su nariz contra mi pierna, luego me olfatea y yo me río
mientras le acaricio la cabeza.
Estoy tan ocupada con Rosie que no me he dado cuenta de lo
silencioso que se ha vuelto todo. El monótono repiqueteo de las uñas
de Penny contra la puerta también ha cesado. Levanto la cabeza,
miro a Penny, que mira con los ojos muy abiertos por encima de mi
hombro al señor de las gafas de sol, que a estas alturas ya se las ha
quitado, y me pregunto qué demonios está pasando mientras agarro
a Rosie y me hago a un lado.
—¡Penny! —grito y la saco de su trance—. Él es... —Me
vuelvo hacia él—. Señor... lo siento, pero he olvidado su nombre.
—Watson. Alec Watson —dice secamente con voz monótona,
como si estuviera en shock. Algunas personas reaccionan así al
conocer a Penny. Ella simplemente es interesante.
—Así es, señor Watson, y ella es Penny Leonardson. Gracias
por cuidar de Rosie. Los dejo solos.
Le arranco la maleta de la mano. Con las prisas, incluso me 111
olvido de la comida y los cuencos de Rosie, tomo a mi perra y me
voy. Creo que hubo una chispa entre esos dos y no quiero estar en
medio.
Dios mío, yo hice que eso sucediera.
Keaton
Olivia, parece que te gusta darme un ataque al corazón.
Nunca me había sentido tan emocionado antes de conocerte.
No me gusta sentirme así, me gusta que las cosas procedan de forma
ordenada. Pero eso es imposible contigo, ¿verdad?
Sobre todo...
¿Por qué estás en mi casa cuando no estoy, Olivia?
¿Y por qué tienes flores, Olivia?
¿Planeas disculparte por haberme calentado y molestado sólo
para dejarme con las bolas azules? ¿O quieres contarme la feliz
noticia de que Penny ha cambiado de opinión?
Estoy feliz, cariño, de verdad. Pero es la segunda vez en un día
que ocurren cosas sobre las que no tengo control, Olivia. Y eso es
algo con lo que no puedo lidiar.
¡Estás de pie frente a mi edificio de apartamentos, indecisa
sobre entrar en el vestíbulo, Olivia!
Sé que sólo tienes buenas intenciones, tal vez incluso te
desnudes y me esperes. En circunstancias normales, sería feliz.
Pero ahora no.
Me devano rápidamente los sesos por si hay algo que puedas
descubrir que no debas ver y se me hace un nudo en el estómago. 145
Me viene a la mente mi cuaderno, que está sobre mi mesilla de
noche y tiene anotado el evento de ayer. Al igual que los cientos de
fotos tuyas y las notas escritas a mano, anotaciones sobre lo que te
gusta y lo que no, lo que te excita y todo lo que necesitaba saber
para hacerte mía... y mis más oscuros secretos.
Me siento mal.
Vomito. Toco el claxon para que el cabrón de delante acelere.
Estoy atascado en el tráfico a la vuelta de la esquina de casa. Soy
perfectamente consciente de que estoy jodido si descubre el
cuaderno.
Tengo una buena idea de cómo reaccionarás una vez que lo
hayas leído.
No puedo dejar que llegues a eso.
Nunca.
Fue una tontería darte ya la llave de mi casa sin meter antes el
cuaderno en la caja fuerte, cuya combinación por cierto es la de tu
cumpleaños. Es obvio que no estaba usando la cabeza. Eso es otra
cosa que no pasaba antes de conocerte.
¿Qué me estás haciendo, Olivia?
Estás poniendo mi mundo patas arriba.
Y eso no es bueno.
Estoy tenso mientras te veo charlar con el portero en la
pantalla de mi auto, en mi opinión demasiado amistoso y demasiado
largo. Definitivamente voy a tener unas palabras con él.
Normalmente, no se permite la entrada de nadie a mis instalaciones
a menos que yo avise previamente. Pero, ¿quién puede resistirse a
un ser tan cautivo como tú?
Parece que estoy jodido para que realmente te metas en el
ascensor. Para mi disgusto, soy consciente de que también sabes que 146
tienes que usar la llave y, de repente, subes. Enciendo las cámaras de
mi apartamento para vigilarte. La luz se enciende automáticamente
cuando entras. Te sobresaltas y me haces reír un poco a pesar de mi
ansiedad. Sólo tú lo consigues, cariño. Dejas el enorme ramo de
flores y los bombones hechos a mano, luego te quitas los zapatos y
sigues descalza. Sonríes como una niña que está a punto de explorar
la cueva mágica de Aladino o de meter un dedo en el dulce del
pastel. Puede que te sorprendas de todo lo que tengo en mi cueva y
salgas corriendo y gritando, cariño.
Te veo caminar de puntillas sobre mi suelo de mármol, tus
huellas desaparecen inmediatamente. Tus largas piernas enfundadas
en ajustados vaqueros oscuros, se deslizan por mi ático, Olivia.
Tus brazos desnudos se estiran, las yemas de tus dedos rozan
mis muebles, mi colección de discos, mi pared de libros, mi mesa de
comedor.
—Bueno, veamos lo que tiene escondido, señor Keaton J.
Rush.
—¡Joder! —estalla de mí sin que pueda detenerme. Agarro mi
luz azul de burbuja del piso del copiloto, abro rápidamente la
ventanilla y la sujeto al techo antes de encenderla.
¡Tengo que llegar a casa! Inmediatamente.
El tráfico tarda en responder y mi corazón late cada vez más
rápido mientras veo cómo te acercas a mi habitación, Olivia.
Sé lo que vas a hacer: buscarás en mi clóset. Puede que
encuentres la docena de bragas que tengo tuyas.
El ruido de la sirena y cada paso que das hacen que mi corazón
lata con más fuerza. Si encuentras mi cuaderno, sólo te llevaría unos
diez minutos de lectura descubrir toda la verdad. Te diriges por el
pasillo hacia el dormitorio y sé que no llegaré a tiempo.
147
Tengo que distraerte mientras me escabullo usando mi ruta de
escape. Pulsando un botón me comunico contigo.
Contesta al tercer timbre; me cuesta mantener la tensión fuera
de mi voz.
—¿Dónde estás, Olivia? —pregunto y veo que te detienes
frente a la puerta de mi habitación.
—Oh, todavía estás vivo. Qué bien que te pongas en contacto
conmigo —susurras al teléfono, pero no tengo paciencia para
juegos, Olivia.
—¿Dónde estás ahora, Olivia? —repito con más fuerza y veo
cómo pones los ojos en blanco.
—¿Yo? Estoy en tu casa ahora mismo, si quieres saber la
verdad. Estoy frente a la puerta de tu habitación y estoy entrando en
ella ahora, señor Friki del Control.
Finalmente, llego a mi edificio y aparco en la acera, aunque
apago la sirena. Ahora tengo que vigilarte a través del móvil y veo
que giras el pomo de la puerta, empujas la puerta para abrirla y
entras en mi dormitorio.
—¿Qué haces en mi dormitorio? —gruño y te veo sonreír
mientras miras mi cama.
—En realidad, quería sorprenderte desnudándome y atándome
a tu cama.
Entras en la habitación y veo que tu mirada se posa justo donde
no debe estar. Se me disparan los latidos del corazón.
¿Qué me estás haciendo, Olivia? ¿Quieres matarme, Olivia?
Me apresuro a pasar por delante del portero y elijo la escalera,
ya que no tengo tiempo ni paciencia para esperar al ascensor.
—¿Por qué? ¿No me digas que llevas un diario, Keaton Rush? 148
—Sonríes ampliamente, te acercas y lo alcanzas.
—¡Olivia!
Te encoges, gracias a Dios.
—Ve al salón, siéntate en el sofá y espérame. ¡Desnuda!
—gruño para distraerte.
—Hmmmm, ¡no! Prefiero leer tu diario.
Llego a la puerta y veo cómo agarras el cuaderno negro,
acariciando ligeramente su tapa, así que cuelgo rápidamente y me
meto en mi apartamento. Me imagino cómo te encontraré cuando
entre en el dormitorio; con el cuaderno abierto sobre tu regazo, los
ojos muy abiertos y vidriosos, llenos de satisfacción. Me imagino
perdiéndote y me dan ganas de gritar.
Pero cuando entro en el dormitorio, estás a punto de abrirlo.
Llego a tu lado con tres grandes pasos y te lo quito de la mano de un
manotazo.
Nunca antes había perdido el control como ahora.
Me miras con los ojos muy abiertos y pareces sorprendida. Mi
respiración se acelera y el sudor perla mi frente, el cuaderno está
tirado en el suelo. Está abierto; enseguida recuerdo lo que está
escrito en la página. Aquella noche me enfadé contigo y taché
muchas frases, incluso pegué una foto de tu ex jefe, Pablo. Su cara
está tachada porque ya no existe.
Intentas tomar el cuaderno y rápidamente lo meto debajo de la
cama, te agarro de la mandíbula y te obligo a mirarme.
—¡Aleja tus manos de cualquier documento o libro que
encuentres en mi apartamento, Olivia!
Sé que soy demasiado duro contigo. Pareces una niña atrapada 149
en la luz, totalmente asombrada. Pero finalmente asientes.
—¿Qué tiene que ser tan secreto? —preguntas, con voz
insegura.
Es la primera vez que descubro en tus ojos un destello de
miedo real. Miedo real y crudo. Odio ver esa expresión en ti. Nunca
me has mirado así, no importa lo que haya hecho hasta ahora. Sin
embargo, ya no soy capaz de reprimir el monstruo que hay en mí.
—Todo en este apartamento puede estar relacionado con mi
trabajo. Si descubres hasta el más mínimo detalle, te pones en
peligro.
—De acuerdo, Keaton. ¿Hay alguna posibilidad de que me
sueltes ahora? —preguntas inquietas y me doy cuenta de que aún te
estoy sujetando la mandíbula.
Lentamente, te suelto y trato de calmarme.
Todo está bien.
No has visto nada.
Bien, ¿todavía hay un poco de miedo en tus ojos?
Cariño, me aseguraré de que superemos esto.
150
Olivia
La semana siguiente pasa volando. Keaton y yo acordamos
que esperaría otras dos semanas antes de hacer las maletas, ya que el
nuevo apartamento de Penny no se desocupará hasta finales de mes.
Además, ahora hace demasiado calor y no me apetece hacer nada.
Todavía no le he dicho a Riley que nos mudemos con Keaton, creo
que ya tiene bastante con lo suyo y es mejor esperar. Creo que todo 151
se solucionará cuando comparta la cama de Keaton y vea mi ropa
colgada en su armario. La próxima vez que visite a Riley se lo diré.
El nuevo trabajo es un reto y me hace sentir bien conmigo
misma cada tarde que vuelvo a casa. Tengo que admitir que, hasta
ahora, Amber es bastante agradable y me ayuda mucho en todas las
situaciones. Además, no se le insinúa a Keaton, sólo se burlan el uno
del otro. A veces tengo que morderme la lengua para no reírme
cuando esos dos se pelean. Incluso me dio buenos consejos y me
ayudó a mantener la compostura cuando mis celos querían
desbocarse. Las mujeres más guapas entran y salen de su despacho,
de las cuales al menos el 99,9% quieren acostarse con él. Por cierto;
más tarde yo, también contraté a la mujer con celulitis y estrías. No
todo el mundo tiene que tener 35-24 años para desnudarse en un
club. Tampoco tengo un cuerpo perfecto, pero aun así tuve una gran
clientela y gané buen dinero. Lo importante es el carisma, no el
número de abolladuras en el culo. Me gusta mucho montar el club.
Se ha convertido en mi pequeño bebé y me sirve de distracción, ya
que Riley aún no está en casa, pero Keaton y yo le llamamos todos
los días. No falta mucho y nos reuniremos. En realidad, paso casi
todas las noches en casa de Keaton, pero como él está trabajando en
un caso especial que lo mantendrá ocupado toda la noche, decido
quedarme en mi casa de nuevo y pasar un rato con Penny. Rosie se
queda con nosotras y se siente como en casa, babeando por todo el
apartamento de Keaton. A estas alturas, creo que se ha
acostumbrado a ella, así como su personal de limpieza.
Por fin estoy en casa, llevando sólo una camiseta larga y
bragas porque hace un calor insoportable. Rosie está tumbada en las
frías baldosas del baño jadeando. Por desgracia, mi casa no tiene
aire acondicionado, a diferencia de la de Keaton, donde era mucho
más cómoda. Acabo de terminar mi llamada telefónica diaria con
Riley y he puesto música cuando suena el timbre de la puerta. Rosie
está tan acalorada y perezosa que no muestra ninguna reacción. Así
que tropiezo con sus asquerosos juguetes babosos y maldigo para
mis adentros cuando me golpeo el dedo gordo del pie con la puerta. 152
—¡Maldita sea! —siseo mientras abro la puerta en el mismo
instante.
Todo lo que veo son los pies de Penny, puedo decirlo por el
esmalte de uñas rosa brillante, y la parte inferior de las piernas, el
resto de ella está escondido detrás de una pila de grandes cajas
marrones.
—Hola —le digo y me hago a un lado para que entre.
Le cuesta mucho pasar las cajas por el umbral y se tambalean
de forma precaria. Rápidamente le quito algunas cajas antes de que
caigan por todas partes, incluida ella, y las arrojo a mi desordenado
apartamento. El fuerte ruido sobresalta a Rosie, que levanta la vista
con sueño y vuelve a apoyar la cabeza en las frías baldosas y gruñe.
—He traído todas estas cajas desde Wal-Mart. Eran gratis.
Ahora podemos empezar a empaquetar. Abramos una botella de
champán y hagamos una fiesta.
—¡Uh, por qué no te quitas un peso de encima primero, toma
un poco de limonada fría! —Le empujo la bebida en la mano y voy a
la cocina a buscarme una—. ¿Por qué tanta prisa? Al principio,
estabas en contra de la mudanza; ahora quieres empezar a hacer las
maletas. Bueno, ¡Keaton y yo hemos acordado esperar otras dos
semanas!
—Las cajas eran gratis. Ahora sí que quiero.
—¿Qué persona normal disfruta mudándose, Penny?
—¿Sabías que Alec tiene un apartamento en el mismo edificio,
al parecer la mayoría del personal de Keaton reside ahí?
—¡Ajá! —Vuelvo sin la limonada y me siento con las piernas
cruzadas frente a ella en el suelo—. ¿Así que ahora es Alec? ¿Qué
más no me has contado todavía?
Sé que ya han tenido tres citas, lo cual es mucho para una
semana. Keaton, el pequeño chismoso, me dijo que Alec llegó tarde 153
anteayer, aparentemente habiendo pasado la noche con la señorita
Leonardson —como sea que se haya enterado. Por supuesto, no la
confronté al respecto. Ella duda mientras se sonroja al rojo vivo.
—Estamos bien...
—¡Vamos! Te he contado lo del pene mágico de Keaton.
—¡Como si quisiera saber eso, Liv!
—Oh, sí, lo hiciste. ¡Hay veces que desearía tener un sistema
de vigilancia en casa para poder reproducir y mostrar lo que dijiste,
Penny!
—Muy bien. Tuvimos sexo. Varias veces. Y fue caliente, ¡oh
Dios mío, fue caliente! —Se ríe despreocupadamente y es otro ser
humano cuando está feliz, tanto que es contagioso y yo también me
río.
—¡Gracias a Dios! La temporada de sequía ha terminado.
—Me persigno y Penny pone los ojos en blanco.
—Oh, te digo, tiene tanto talento con la lengua y hace cosas...
—¡No, no-no-no-no, la-la-la-la! ¡No quiero oírlo!
—Oye, ya has hablado de su pene mágico. Ahora déjame...
—Y me habla de ella y de Alec.
Una hora más tarde, conozco todos los detalles jugosos,
incluso el aspecto de su paquete de seis cuando se flexiona mientras
se seca con la toalla después de la ducha. Conozco los sonidos que
hace cuando llega al clímax, sus posturas favoritas, las guarrerías
que hace e incluso dónde creció. En resumen, sé más sobre él que su
madre. Ciertamente, cosas que ninguna madre quiere saber sobre su
hijo. Penny parece ser realmente feliz, lo que a su vez, me hace feliz
por ella.
—Soy consciente de que has estado trabajando todo el día, al 154
igual que yo he estado ocupada con mis clientes, aun así, me apetece
hacer las maletas y digo que empecemos ya. —Deja la limonada a
un lado—. Abre el champán y pon algo de música, ¡es hora de
revisar tus cosas! —Aplaude con entusiasmo.
161
Olivia
Permanezco inmóvil, congelada en la cama individual de
Riley. Mi búsqueda discreta en toda la habitación no me llevó a
otras cámaras. Pero sí encontré una en el baño y en la cocina,
además de dos en el salón. Supongo que hace las cosas bien, juega a
lo seguro.
Miro fijamente al techo, sintiéndome controlada y manipulada.
162
Mentiroso.
Y sé que ya he terminado con él.
No puedo seguir engañándome, no después del descubrimiento
que he hecho.
Suena mi teléfono y me sobresalto, luego giro la cabeza para
mirarlo. Está a mi lado. Ver su nombre en pantalla me produce por
primera vez escalofríos de los desagradables. Estoy entumecida,
como un zombi, como si unas manos desnudas me arrancaran el
corazón del pecho. La antigua sensación de mariposas en mi
estómago deja de existir.
Aún temerosa, contesto.
—¿Sí? —respondo, sonando de todo menos firme y mis ojos
empiezan a arder en cuanto oigo su voz.
—Olivia, ¿qué estás haciendo? —pregunta inmediatamente.
Me pregunto si me llama porque estoy en la habitación de
Riley y no me ve. O tal vez se ha dado cuenta de que estoy tras él.
No es que haya ocultado bien mi sorpresa inicial cuando descubrí la
cámara en la pantalla de la lámpara. Mierda, tengo que parecer
convincente aunque me mate. Me encantaría gritarle y preguntarle
por qué.
Trago saliva y respondo temblorosamente:
—Todo está bien, excepto que me siento un poco mal, echo
mucho de menos a Riley, ahora mismo estoy tumbada en su cama.
—Agarro el teléfono con más fuerza y me trago un nudo.
Estoy convencida de que ahora, pase lo que pase, no volveré a
sanar ni a confiar, estoy rota para siempre.
—¿Necesitas algo? ¿Debo ir a verte? —La preocupación en su
voz suena tan genuina. Si ese fuera el caso, me encantaría decir que 163
te necesito, como era hace unas horas, pero eso es una ilusión
porque requeriría engañarme a mí misma.
—No, tengo todo lo que necesito. Me pondré en contacto más
tarde.
Me encantaría colgar sin más, pero dejo que se despida porque
sé que será el último adiós civil.
—Vale, cariño, hablamos luego.
—Vale, hasta luego. —Mi voz flaquea al final y cuelgo
rápidamente, ya que no hay que aguantar más.
Sé que no habrá un después. Me acurruco en posición fetal y
dejo que mis lágrimas corran libremente. Siento que mi mundo se ha
derrumbado y lloro con fuerza sobre la almohada de Riley. Nunca he
sentido tanta traición y dolor. El dolor es tan grande que mi cuerpo
apenas puede soportarlo.
Keaton... incluso pensar en su nombre me causa dolor. De
repente, todos mis sueños se esfuman, caigo libremente de la nube y
aterrizo de golpe en mi trasero. Ahora todos esos hermosos
momentos que tuvimos parecen una mentira. Todo lo que tuvimos
que una vez fue hermoso y puro y me hizo feliz, ahora está
manchado, roto y pisoteado.
¿Por qué?
Rosie se sube a la cama y se acurruca contra la parte posterior
de mis rodillas, lo que poco después provoca otro torrente de
lágrimas.
Al final, estoy llorando y agotada y finalmente sucumbo al
sueño.
164
Keaton
Estoy aquí arriba, Olivia, usando toda mi fuerza de voluntad
para no hacer algo de lo que ambos nos arrepentiremos.
Lo que más temía ha sucedido y es únicamente culpa mía. 175
Últimamente, me he vuelto perezoso, Olivia. Estaba demasiado
seguro de mí mismo y no te vigilaba en todo momento, así que se
me escapó que estabas sobre mí y que cruzaste la calle a propósito
para ver este lugar.
Pero ahora estás corriendo en la dirección opuesta.
Tu comportamiento es revelador, me demuestra que todo este
tiempo he interpretado mal una de tus emociones.
Verás, Olivia, la gente normal de este mundo se daría a la fuga
en tales situaciones, sin embargo, pensé que pertenecías a los que
tienen las agallas de enfrentarse a la verdad y se sienten atraídos por
la oscuridad.
Me imagino siguiéndote, agarrándote y arrastrando tu culo
hasta aquí para convencerte de que perteneces a la primera categoría
de personas. Trataría tus doloridos piececitos e intentaría persuadirte
de que, a pesar de todo, somos más perfectos a nuestra manera de lo
que podrían ser los demás.
Recojo tu teléfono del suelo, la pantalla está rota.
Te has ido.
Maldita sea.
Lanzo con fuerza el móvil contra la pared para que se rompa
en un millón de pedazos, parecido a mi interior.
Te amo.
Barro los tres monitores de la mesa de un solo movimiento,
haciendo un ruido infernal al estallar.
No puedo vivir sin ti, Olivia.
Arranco las fotos de las paredes y las hago pedazos para que
partes de ti revoloteen a mi alrededor. 176
No es suficiente, Olivia.
Ansío la destrucción total.
De mis recuerdos de ti.
De tu risa.
De tus venenosos ojos verdes, que te quedan de maravilla.
Puro veneno.
Sobre la marcha, voy a mi auto, tomo el galón de combustible
de emergencia del maletero, vuelvo a entrar y rocío parte de la
planta baja.
Destrucción total, como tú me hiciste a mí.
Me provocaste para que te hiciera daño, Olivia, y ahora me
obligas a hacerlo de nuevo. Deberías pensar antes de actuar.
Vuelvo a salir; miro hacia tu ventana, enciendo mi encendedor
y lo tiro por encima del hombro justo en el charco de gasolina.
Tal como he hecho antes.
177
Olivia
Dolor, mucho dolor, nunca he sentido tanto dolor físico y
emocional. De camino a casa, dejo huellas ensangrentadas en la
escalera. Cuando entro en mi apartamento y cierro la puerta, siento
que las plantas de mis pies arden. Sin embargo, me aguanto, ya que
necesito urgentemente reventar todas las cámaras de mi casa.
Derribo la lámpara del techo y la tiro en la cocina, luego tomo la 178
cámara de la vitrina y la del baño. Prácticamente arrojo todo lo que
ha traído a mis cuatro paredes. Me encantaría apilarlo todo en el
salón e incinerarlo, exactamente como me siento por dentro. Todo lo
bueno de mi vida se ha convertido en un montón de cenizas. Me
siento vacía, sin propósito, llegué a elevarme en las nubes sólo para
caer libremente.
La zona donde me agarró las muñecas está magullada y arde
como el infierno, al igual que mi espalda y mis pies. Sé que debería
lavarlos y desinfectarlos, pero me da pereza hacerlo ahora mismo.
Las cámaras están amontonadas en el salón. Me arrodillo al lado y
las miro fijamente. Son todo lo que queda de él: ellas y la pérdida
punzante en mi corazón. Sé que nunca volveré a ser la de antes. Me
enseñó cosas que me cambiaron, me hicieron adicta... y anhelar más.
Ya no me veo viviendo mi vida sin ellas. No podría haber sido un
hombre jodidamente normal. Por otra parte, probablemente no me
hubiera interesado. Por supuesto, todo lo que le dije con respecto a
mis sentimientos era una mentira. Lo amo, sin importar sus
tendencias psicóticas, aun así, no lo soportaré. Hay una persona en
este mundo a la que quiero más que a él. Y en cuanto hizo que esa
persona formara parte de nuestro juego, cruzó una línea, aunque me
prometió que nunca lo haría.
Hoy fue la primera vez que vi un lado diferente de él, uno que
nunca podré dejar de ver.
¿Cómo pude dejarme engañar así? ¿Cómo pude permitirme
que formara parte de mi mundo, es decir, de mi mundo personal?
¿Cómo pude ser tan sumisa y cederle tanto control a un hombre?
Solía mantener mi lema: A la mierda el príncipe azul, no
existe. Era demasiado perfecto para ser verdad.
Agarro la manta del sofá y la uso para cubrir las cámaras,
todavía un poco paranoica de que pueda estar observándome,
aunque las haya destruido. Me levanto y finalmente me acerco
lentamente al baño para atender mis pies. Me siento en la tapa del 179
váter con un bote de agua oxigenada y unas pinzas. El dolor que
experimento al limpiar los cortes de los pies me sienta bien, a
diferencia del sordo latido de mi pecho y de mi estómago anudado,
alrededor del cual ahora parece haber un cinturón invisible que se
aprieta constantemente. Sé que desde que puse un pie en mi
apartamento, el increíble dolor que estoy experimentando inició un
infierno en mi interior. Sin embargo, la conmoción que siento ahora
actúa como un agradable amortiguador. Estoy entumecida por todas
partes, hasta el punto de que eclipsa emociones que normalmente me
obligarían a arrodillarme.
Me arranco con cuidado pequeños fragmentos de cristal de los
pies. El suave tintineo que hacen al dejarlos caer en el fregadero es
el único sonido que percibo. Pero entonces otro ruido penetra en mis
oídos. Un silencioso repiqueteo cuando Rosie se atreve por fin a
acercarse a mí. El jaleo que he montado antes al romper las cámaras
la ha asustado y la ha hecho esconderse. Entra cautelosamente en el
baño y se sienta junto a mis pies, olfateándolos con su fría nariz.
Como si quisiera aliviarme, empieza a lamerme los tobillos y a
acercar su cabeza a mi pierna, una y otra vez. Mis ojos se llenan de
lágrimas inmediatamente.
Le agarro la cabeza con las dos manos y la aprieto contra mi
frente, cierro los ojos y respiro profundamente varias veces.
¿Por qué no puede todo el mundo ser como Rosie?
Ella arrastra su larga y cálida lengua por toda mi cara y me
hace reír y llorar al mismo tiempo.
Como me siento un poco mejor, solo un poco, me levanto, me
quito la ropa sucia, la dejo caer en el suelo y me meto en la ducha.
Cuando llegué a casa del trabajo y me puse apresuradamente la
camiseta, ¿quién iba a prever que la velada se desarrollaría como lo
hizo? ¿Quién iba a pensar que una bonita ilusión iba a implosionar
de una forma tan fea?
El agua caliente que cae en cascada sobre mi cuerpo me pone 180
la piel de gallina. Mientras la última sangre se enjuaga de mis pies,
intento relajar la espalda y examinar mi muñeca. El moratón es
ahora de color azul oscuro, los hematomas parecen condenadamente
brutales. Sus grandes huellas dactilares están grabadas a fuego en mi
piel, como lo están en mi corazón. Doloroso, brutal, violento.
Dejo que mis lágrimas corran libremente junto con el agua
mientras intento restregarlo de mi cuerpo con toda la fuerza que
puedo. Froto con la esponja hasta que mi piel arde y se desgarra en
algunas partes. Es catártico y me permite liberarme de todo lo que
me aplasta por dentro.
Sin embargo, no es suficiente.
No hay nada que pueda borrarlo por completo.
Pasa el tiempo —del que pierdo toda noción— y finalmente
cierro el agua y salgo de la ducha. Me pongo un pijama, me vendo
los pies y me tomo dos analgésicos. No estoy de humor para
complicarme con el cabello, lo dejo como está y me meto con Rosie
en la cama hecha entre un montón de cajas de mudanza, lo que
desencadena otra oleada de lágrimas. Mañana me dedicaré a poner
todo en su sitio ya que no quiero que me recuerden lo que ha pasado
hoy y los últimos meses. Quiero olvidarlo hasta que no sea más que
un recuerdo fugaz. Y lo conseguiré, no hace falta decirlo, pero nadie
volverá a hacerme tanto daño.
Tiro de la manta para cubrirnos a Rosie y a mí. Mantengo 181
todas las ventanas y puertas cerradas porque ahora, a diferencia de
algunas excepciones, ya no me fío de nadie. Por supuesto, conciliar
el sueño es imposible, mi cerebro no se apaga. Una y otra vez, lo
veo de pie frente a mí en esa habitación espeluznante, iluminado por
la fría luz de los monitores con una expresión en los ojos: un hombre
aparentemente capaz de todo. Miro fijamente a la pared cuando de
repente se vuelve de un rojo anaranjado y parpadeo confundida. A
continuación, una luz parpadeante se cuela por las ventanas y
proyecta sombras espeluznantes en la habitación. Me levanto
rápidamente y, demasiado tarde, me acuerdo de mis pies doloridos,
auch. Con mucho cuidado, cojeo hasta la ventana, pero me aseguro
de permanecer oculta en las sombras antes de asomarme al exterior.
La casa de enfrente está en llamas.
Cuando abro los ojos a la mañana siguiente, soy incapaz de
decirme a mí misma que todo lo que ocurrió ayer por la noche no
fue más que un mal sueño.
La amarga realidad se precipita dolorosamente hacia mí en
cuanto me doy la vuelta. No puedo evitar un gemido, pues me duele
desde que Keaton me golpeó contra la puerta. Mi muñeca está
hinchada y magullada, casi negra, y las huellas de sus dedos son
claramente visibles. Además, me late la cabeza y me duelen los
pies... así como alguien está golpeando la puerta, de lo que ahora me
doy cuenta. Vuelvo a gemir mientras echo las mantas hacia atrás y
me levanto lentamente. Rosie ya está esperando ansiosa, jadeando 182
de alegría. Me gustaría ser ella. Cojeo hasta la puerta cuando alguien
vuelve a llamar y lo único que puedo pensar es en el miedo que me
da abrirla.
—¿Liv? —Oigo a Penny gritar.
El alivio me invade como nunca antes. Siento que se me hace
un nudo en la garganta.
Oh, Dios, Penny... ¿qué se supone que debo decirle? ¿Cómo
voy a explicarle que se olvide de la mudanza o que todo el tiempo
tuvo razón sobre Keaton?
—¡Ya voy! —respondo con voz ronca.
Me pongo rápidamente los calcetines y el albornoz para
disimular los puntos de dolor. No estoy de humor para explicar
nada. Es decir, aunque quisiera, no tengo ni idea de cómo explicarlo.
Ni siquiera podría encontrar las palabras adecuadas.
Abro la puerta y la encuentro de pie, con un aspecto fresco y
un olor agradable. Rosie la saluda.
—Hola —le digo—. Pasa.
Por supuesto, la detective Penny se da cuenta inmediatamente
de que pasa algo, pero incluso el traficante raro de la esquina se
daría cuenta si me viera ahora mismo. Sé que tengo un aspecto
lamentable.
Me mira brevemente con desaprobación y, al parecer, decide
—el instinto se lo debe haber dicho— no comentar mi lamentable
estado.
—¿Estás sola? —pregunta escéptica.
Trago saliva.
—Sí, por supuesto.
Para siempre, pienso irónicamente, convencida de que no 183
volveré a dejar que nadie se acerque tanto a mí.
Ella entra, yo cierro la puerta y la cierro con doble llave. La
sigo cojeando hasta la cocina y me tomo otro analgésico. En este
momento, no puedo pasar sin uno, a pesar de que no suelo ser fan de
los fármacos.
Por suerte, Penny está totalmente distraída, de pie junto a mi
ventana, mirando al exterior.
—¿Oíste lo de anoche? —pregunta emocionada.
¿Qué? ¿Qué me arrancó el corazón del pecho y lo tiró al
suelo, y luego lo pisoteó hasta que se convirtió en papilla?
—¿De qué estás hablando? —pregunto mientras preparo una
cafetera con café recién hecho, pero entonces veo que estoy echando
cacao en la bolsa de filtro... joder, qué desastre.
Penny se vuelve hacia mí mientras gesticula salvajemente y
dice:
—Ese vertedero de enfrente se quemó hasta los cimientos. Así
de simple. Había bomberos por toda la calle, ¿qué, me estás diciendo
que te has dormido durante todo ese desastre?
—Sabes que duermo como un muerto, Penny —digo
inexpresiva y tiro el filtro inservible a la basura. No creo que vuelva
a sentir más que un gran entumecimiento.
Siento que Penny me mira con escepticismo, pero la ignoro y
vuelvo a probar el café. Estoy cansada hasta los huesos por haber
dormido sólo tres horas, si es que he tenido esa suerte, y todavía me
duele todo.
Debe de sentirse misericordiosa, porque no me presta atención.
Eso es lo que me gusta de Penny, puede ser tan molesta como un
mosquito por la noche, pero también sabe instintivamente cuándo 184
contenerse.
—¿No te parece un poco extraño que ayer estuviéramos
hablando de ello y ahora, de la noche a la mañana, la casa se haya
quemado de verdad?
Cuando por fin consigo encender la cafetera, me reúno con
Penny y me asomo al exterior. Un escalofrío me recorre la espalda.
Todo lo que veo es el esqueleto de una casa.
El tejado ha desaparecido por completo, la fachada ahora está
casi negra, las puertas y los marcos de las ventanas, todo lo que era
de madera ha desaparecido, y entre los escombros aún puedo
distinguir los restos fundidos de monitores y aparatos electrónicos.
Me llegan recuerdos que no quiero recordar.
—He intentado llamarte para saber cómo estabas —dice
Penny—. Tu teléfono parece estar apagado.
—Ya no tengo ese teléfono.
—¿Qué?
—Se rompió y lo tiré.
Ahora me mira fijamente como si hubiera perdido la cabeza, lo
cual podría decirse que sí, dado que me involucré con alguien como
él.
—De acuerdo —dice lentamente—. Oye, qué tal si te vuelves a
acostar y yo saco a Rosie a hacer sus necesidades, ¿qué dices?
Me mira con compasión y rápidamente me doy la vuelta. Que
Rosie o Penny me muestren compasión, siempre me hace llorar.
—Gracias —digo, y luego vuelvo a la cocina, me apoyo en el
aparador y escucho los sonidos de retirada de la correa de Rosie y
los pasos de Penny. Espero a que la puerta se cierre para dejar caer
los hombros y empezar a llorar de nuevo.
185
Keaton
Te has ido, Olivia. Tu ausencia se nota en todas partes.
Tanto en mi colección de libros como en mi cama, que de
repente parece demasiado grande para mí solo. En mi cocina, donde
no preparas tu café demasiado fuerte y me sonríes en cuanto entro en
la habitación. En mi sofá, en el que Riley se queda jugando al Mario
Kart aunque no deba hacerlo. Incluso en la silla que aún está pegada
186
con las babas de Rosie. Me siento como una cáscara hueca, como si
me hubieran raspado, como si te hubieran arrancado de mí.
No puedo quitarme tu cara de la cabeza. Tus ojos estaban
llenos de decepción y en ellos había un odio ardiente, dispuesto a
devorar todo y a cualquiera que se atreviera a acercarse a tu hijo. O
el miedo en tus ojos cuando te agarré. Pensé que te había prometido
que nunca tendrías que tener miedo a mi lado.
¿Pensé que le había prometido a Riley que te protegería?
¿Quién iba a saber que llegaría un momento en el que necesitarías
mi protección?
Estoy desolado, Olivia, lo que hace aflorar el lado de mí que
destruye, hiere y arruina todo sin dudarlo. Nunca logré superar ese
lado furioso de mí. Es mi lado incontrolado, el pequeño niño
desesperado que ha experimentado tantas cosas terribles para que
esté roto para siempre. Ya te lo dije una vez, el alma de un niño sólo
puede soportar cierta crueldad antes de romperse para siempre. Y
hablo por experiencia, pero eso es otro capítulo, ahora no se trata de
eso.
Quiero verte, quiero olerte, quiero sentirte.
Me vuelves loco, Olivia.
Me vuelve loco cuando no sé lo que estás haciendo.
Te quiero. Quiero tu corazón y tu alma. Simplemente no puedo
aceptar que te hayas ido. Antes de que entraras en mi vida, ésta
carecía de emociones, estaba vacía y bajo control, luego me hiciste
experimentar las sensaciones más extrañas, pero sabes que disfruté
cada segundo de ellas y amé la forma en que te amé.
Por lo tanto, simplemente no puedo permitir que otro hijo de
puta te toque, te mire o incluso te hable.
Pierdo la pequeña parte humana que aún tengo sólo de 187
pensarlo. No puedes ni podrás pertenecer a nadie más que a mí. Tu
cuerpo, tu alma, tu corazón y tu bonita y complicada cabeza.
Te necesito, Olivia. Siento que me asfixio sin ti, soy incapaz de
respirar y estoy dispuesto a matar a quien se atreva a interponerse en
nuestro camino. Tú y yo es un hecho, un deber, y te perdonaré por
cuestionar mi amor. Te perdonaré por decirme todas esas cosas
desagradables. No querías decir eso. Sé cómo te pones cuando te
enfadas. Quieres herir a alguien a cambio. Quieres humillar e
insultar. Quieres hacer que esa persona se sienta como tú te sientes.
Te siento, Olivia, aunque no estés aquí. Siento tu dolor
punzante hasta aquí y, créeme, siempre sufro cuando tú sufres. No
necesito cámaras para saber el dolor que estás experimentando en
este momento. Pero tienes que entender que todo lo que hice, lo hice
por amor.
Una mariposa rara debe ser protegida de la extinción. Y yo te
protegeré una y otra vez, aunque estés harta de ello.
Me levanto y miro por la ventana, cómo el sol naciente baña
Chicago con rayos dorados. Empieza un nuevo día y yo estoy en
casa desde hace tiempo y ya me he tomado ocho whiskys.
Simplemente no tengo ganas de salir de casa. No hay razón para
hacerlo ya que hoy no puedo ver tu cara.
Me vuelve loco. Me pican los dedos y me tiemblan los
músculos. No puedo esperar aquí. La idea de que ya no seas mía me
sube por las paredes. No poder verte o tocarte cuando me apetece
me jode. Es la primera vez en muchos años que no tengo ni idea de
cómo proceder. No tengo ningún plan B, C, D o E.
Lo único que sé es que te echo de menos. Y otra cosa que sé es
que no puedo dejarte ir así, Olivia.
Se siente como el amargo final de nuestra relación, cariño.
Desde la primera vez que te seguí hasta tu casa, allá por el 18 de
septiembre de 2018, cuando me abrazaba a tu broche y me prometía
hacerte mía, no he podido pensar en nada más que en ti. Pero nunca 188
esperé que fueras la última a la que quisiera.
Me enojas, Olivia, tú y tu terquedad y tu falta de voluntad para
entender lo que hiciste anoche. Sí, metí la pata, lo admito, pero así
actúo y volvería a hacerlo. Después de todo, por muy infernal que
haya sido el viaje, cariño, ha merecido la pena. Tú y yo sabemos que
nunca encontrarás a nadie que te haga sentir como yo.
Este no es nuestro amargo final, es simplemente un duro bache
en el camino. Puede que nos haya causado dolor, pero no nos ha
matado. No te dejaré ir mientras sigas respirando.
Tú. Me. Perteneces. A. Mí.
Hasta tu último aliento.
Olivia
Se dice que el tiempo cura todas las heridas. Pero en realidad,
simplemente las cicatriza y el dolor persiste. Como cada vez que
tocas la cicatriz, rascándola o arrancándola. El dolor nunca
desaparecerá del todo, simplemente hay que acostumbrarse a vivir
con él.
Hace una semana que me rompieron el corazón. Durante toda
189
la semana he estado esperando que mejorara, pero no ha habido
suerte. Durante toda la semana, me he sentado junto a la ventana y
he mirado la casa quemada al otro lado de la calle. Penny está
cuidando de Rosie, ya que no puedo salir y enfrentarme a la
realidad.
Me rompió y quemó todo junto con esa maldita casa. Se las
arregló para matar una parte de mí, irremediablemente.
Obviamente, Penny ahora sabe que rompí con él, aunque no le
he contado ninguno de los detalles. Por lealtad a mí quería dejar de
ver a Alec, pero la convencí de que no lo hiciera. Le deseo lo mejor,
además, Alec no es un cerdo y la tratará bien. Puede que no piense
mucho en los hombres ahora mismo, pero puedo admitir que Alec es
un tipo decente.
Desempaquetó todas mis cajas y me ayudó a colocar todo en
su sitio para quitarme una carga innecesaria. Incluso volvió a
colocar las lámparas del techo. Pero todavía me cuesta caminar sin
problemas por mi apartamento. Sigo sintiendo que alguien vigila
todos mis movimientos. Me falta una parte del corazón y en su lugar
queda un agujero, por el que me odio. Me odio por seguir
queriéndolo tanto y suspirando por él.
Naturalmente, sigo llamando a Riley todos los días para que no
se preocupe y hablamos durante 30 minutos en los que intento
parecer animada y no el zombi que me siento. Por suerte, él no nota
nada. Cuando pregunta por Keaton, por supuesto, respondo
satisfactoriamente. También cancelo mi próxima visita con él, ya
que sería demasiado para él verme en este lamentable estado.
En realidad, lo único que hago es lo esencial, comer, respirar,
usar las instalaciones e intentar dormir. Pero la comida es insípida y
creo que ya he perdido tres o cuatro libras, aunque no me importa.
Penny sigue dándome cosas dulces porque cree que necesito
calorías, aunque la mayoría de las veces las vuelvo a vomitar 190
inmediatamente. Puede que se me haga un nudo en el estómago para
siempre, simplemente porque no puedo dejar de pensar en él o en el
momento de la verdad en que lo vi por primera vez. Pero también
recuerdo todos los demás momentos en los que creí verlo de verdad,
como en su despacho, o en el sofá de terciopelo rojo cuando sus
labios estaban sobre los míos y su aliento justo en mi boca. O
cuando comimos pizza, sentados en el suelo de la habitación del
hotel en Toronto, y más tarde en la cama, en sus brazos, donde me
sentí completa y segura. O cuando me defendió frente a Pam y se
puso de mi lado... Soy tan estúpida. Pensé que simplemente me
seguía el juego, mientras que probablemente estaba observando
nuestra pequeña pelea de zorras todo el tiempo, riéndose a nuestra
costa. ¡Soy tan estúpida! O cómo se las arregló y echó a todos los
pasajeros de un vuelo para que yo tuviera todo el avión para mí. Y
todo el tiempo me estuvo espiando a través de mi teléfono móvil.
Recuerdo la primera vez que me secuestró y me llevó a
L'Obsession, donde me introdujo en su oscuro y perverso mundo. La
forma en que me fascinaba y a la vez me confundía.
Hoy, de nuevo, me siento en mi silla junto a la ventana y
contemplo el montón de cenizas que el viento arrastra por la calle.
Es un día de verano húmedo y gris. No creo que este verano termine
nunca. Las ramas de los altos árboles están muy cargadas de
humedad y se inclinan amenazadoramente hacia el suelo, casi
incapaces de soportar su propio peso, como yo. Los yonkis se
trasladan a nuevos escondites porque ya no se sienten seguros con
toda la acción de la policía y los bomberos. Tenían miedo de que la
policía sospechara que habían incendiado la casa, sin saber que
Keaton John Rush tenía sus dedos en el juego y se aseguraba de que
no se realizara ninguna investigación.
Parece todo poderoso.
Sin embargo, es de poca ayuda en nuestra situación. 191
¿Está pensando en mí como yo en él? ¿Lo está consumiendo
tanto como a mí? ¿Anhela mi fragancia? ¿Me echa de menos en su
cama tanto como yo en mi corazón?
Todavía puedo saborearlo y sentirlo. Todavía puedo oír su
estridente risa cerca de mi oído y sentir la consiguiente piel de
gallina en mi cuello. Estoy deseando que llegue el día en que no
tenga ni un solo pensamiento sobre él, algo que el tiempo conseguirá
inevitablemente.
Es la forma de vivir y sobrevivir.
Suena el timbre de la puerta y me acobardo. Le he dado a
Penny sus propias llaves, ya que estoy harta de los timbres. Insegura,
me pongo de pie. Me tiemblan las piernas y siento que el corazón
me late en la nuca. Aunque hace bastante calor, llevo pantalones de
deporte y un jersey fino y ancho porque me estoy congelando.
Tengo el cabello graso; hace una semana que no me ducho, desde...
aquel horrible día. Me arrastro lentamente hasta la puerta. Por
suerte, mis pies están completamente sanos, sólo sus huellas
dactilares en mi muñeca siguen mostrándose en forma de ligeras
decoloraciones amarillentas.
¿Estoy totalmente loca por estar triste por su desaparición, ya
que son lo único que me queda de él?
—¿Hola? —pregunto, sin abrir todavía.
—¡Sí, hola, señorita Pierson, soy Amber Hartwell!
¡Joder! La secuaz de Keaton, ¿qué podía querer de mí o,
mejor dicho, de ella?
—¿Estás sola? —pregunto, ahora molesta por no tener una
mirilla. Por otra parte, me desconectan las cosas que tienen algo
remotamente relacionado con la vigilancia.
—Eh... ¿sí? 192
Respirando profundamente, finalmente desbloqueo y abro la
puerta, enfrentándome a la perfecta Amber. Lleva zapatos de tacón y
un traje negro que contrasta bien con su maravillosa piel de
porcelana pálida. Su cabello rojo cereza está recogido en un nudo, y
unas perlas blancas adornan sus orejas. Su maquillaje es perfecto,
una fragancia como si estuviera hecha a su medida. Oh, cómo me
gustaría cerrarle la puerta en la cara.
No necesito la perfección en mi vida.
Necesito desolación y caos.
Me mira un poco perpleja, como he dicho, una semana sin
ducharse, vestida con harapos y con aspecto escuálido, ya que he
perdido definitivamente dos kilos. Y no olvidemos mi piel pastosa y
las bolsas oscuras bajo los ojos. Debo de parecer una adicta de crack
sin el traje correspondiente.
—¿Puedo entrar un momento, señorita Pierson?
Ahora me arrepiento de que Penny a Rosie no estén, porque la
señorita perfecta saldría corriendo y gritando si viera a mi bebé
babeante. Es decir, podría arruinar su disfraz.
—¿Qué quieres de mí? —pregunto mientras me apoyo en el
marco de la puerta, impidiéndole el paso, no estoy dispuesta a
dejarla entrar, ya sea en mi apartamento o en cualquier otra parte de
mi vida privada. Quizá esté aquí para espiarme por Keaton desde
que eliminaron sus cámaras.
Parece tan fuera de lugar como Keaton. Esos dos realmente
hacen la pareja perfecta.
—Me pregunto si todo está bien, después de todo, no te he
visto a ti ni al señor Rush. Quiero decir que no es que él no tenga
dos empresas que dirigir o que tú no tengas nada que hacer.
Mis oídos se agudizan y finalmente le permito la entrada.
—¿Keaton no está en el trabajo? 193
—No, no ha estado desde hace una semana. —Me empuja y
entra en mi pequeña pocilga de salón.
Al contrario de lo que esperaba, no mira a su alrededor con la
nariz en el aire y una expresión despectiva en la cara, es decir, sé
cómo se ve aquí y lo diminuto que debe parecerle. Su vestidor es
probablemente más grande que mi sala de estar.
—¿No se ha puesto en contacto contigo? —pregunto,
odiándome inmediatamente más ya que ahora estoy realmente
preocupada por él. Amber me escudriña más de cerca con la cabeza
inclinada. Me recuerda a Keaton.
—¿Va todo bien, señorita Pierson? —pregunta de una forma
que me recuerda dolorosamente a él, tanto que casi se me doblan las
piernas. Tengo que sentarme, y lo hago mientras me froto la frente
palpitante.
—No, nada está bien —digo con sinceridad, pues estoy
demasiado cansada para inventar mentiras.
—¿Puedo ofrecerte algo, una taza de té o café?
De alguna manera no me sorprende que lo pregunte, aparte del
hecho de que estamos en mi apartamento y es mi trabajo como
anfitriona.
—¡Sí, un té estaría bien! —digo distraídamente y cepillo el
pelo de Rosie del sofá.
Amber se afana en la cocina, buscando té en los armarios
mientras yo me masajeo el cuero cabelludo.
¿Qué está haciendo aquí? ¿Qué está tramando? ¿Y por qué
me gusta de repente?
—Es increíble cómo puede cambiar una persona —le oigo
decir de repente y el tintineo de la tetera puesta en el fuego. 194
Continúa hablando cuando, finalmente, la vieja olla suena y silba—.
Cuando lo conocí, acababa de mudarse con su tía. Era tímido,
aunque educado, pero introvertido. Un chico oscuro al que había que
dar esquinazo. Siempre llevaba auriculares y el mismo par de
zapatos. Sus padres le habían dejado una buena fortuna, pero nunca
se molestó en comprar zapatos nuevos. Nunca olvidaré esos
estúpidos zapatos.
Me acuerdo de las veces que se ha molestado por mis viejas
zapatillas y de la cantidad de zapatos que me ha comprado
—algunas cajas aún no se han abierto—, y poco a poco lo voy
asimilando. Pero entonces recuerdo otra cosa y me giro hacia la
cocina cuando Amber se acerca con una taza de té en cada mano.
—¿Lo conoces desde hace tiempo? No tenía ni idea.
—Eso no me sorprende. Keaton nunca revela nada de su vida.
A nadie. Lo conocí durante 20 años antes de que por fin se abriera y
pudiera conocer a su verdadero yo.
No puedo evitar escudriñar la perfección sentada frente a mí.
Está tan buena que hasta yo me plantearía hacerme lesbiana.
—Sé lo que estás pensando, Olivia. ¿Puedo llamarte por tu
nombre de pila?
—Liv. ¡Sólo Liv! —digo y me quemo la lengua con el té
mientras tomo un sorbo para humedecer mi garganta seca.
—Liv, por favor no le des importancia al hecho de que me he
acostado con él un par de veces. Estoy segura de que ya lo sabes o lo
has adivinado, siempre me miras con tanta hostilidad.
Joder, ahora sí que tengo mala conciencia también.
—Fue simplemente sexo, los sentimientos nunca tuvieron nada
que ver. Perdí mi virginidad con él porque quería saber cómo se
sentía. Luego, después de establecer los clubes, lo hicimos algunas
veces, pero de nuevo sólo físicamente. Es porque lo conozco tan
bien que nunca lo amaría de esa manera. Además, desde que te 195
conoce, nunca me ha mirado de otra manera. Sólo quería que
supieras, para que no te estreses, que no soy tu enemiga ni pienso
robarte a tu hombre.
La miro fijamente y me pregunto cómo es posible que no haya
ni un solo cabello fuera de su sitio. Automáticamente, me revuelvo
con mis asquerosos mechones grasientos. Aunque sus palabras no
deberían aliviarme, lo hacen.
No tengo ni idea de qué responder a eso.
—¿Está bien?
—No es que te haya espiado, pero me he dado cuenta de que
tienen algo que puede acercarse a una relación.
Resoplo.
—No teníamos una relación, era una locura.
Amber deja su té y sonríe.
—Bueno, la locura es lo suyo.
—Pues yo no puedo soportarlo. ¿Qué mujer podría?
—¿Qué pasó exactamente entre ustedes? Tenía la impresión de
que Keaton estaba realmente obsesionado contigo.
Me estremezco. Obsesionado, da en el clavo.
—No hablemos de eso. De todas formas, no he pensado en otra
cosa en los últimos siete días.
—Vale —dice con paciencia—. ¿Puedes al menos decirme su
paradero?
—No tengo la menor idea.
Ella exhala con frustración.
—Vale, pero uno de los dos tiene que volver al trabajo.
196
—¡No voy a volver nunca más! ¡No quiero volver a verlo
nunca más!
—Entonces, ¿huyes como todos los demás en su vida que
llegaron a conocerlo mejor? Soy la única constante que tiene.
Incluso su tía está contenta de tenerlo fuera de casa.
—Seguro que tiene sus razones —respondo con brusquedad.
—Bueno —suspira—. No he venido a hablar de Keaton, sino
de ti. Entonces, ¿realmente quieres tirar la toalla y dejar que algo en
lo que eres buena se te escape por culpa de un hombre? No te veía
como una de esas mujeres.
Bajo la mirada.
—Eso es porque no tienes ni idea de lo que pasó, Amber.
—Sea lo que sea, sé que puedo estar enamorada del psicópata
más raro del mundo y no dejar que domine mi vida ni arruine mi
futuro. Puedo decirte eso, después de todo, yo también he pasado
por algunas cosas, Liv.
Tiene razón. Lo sé. No es que quisiera ser una de esas mujeres,
las circunstancias simplemente me empujaron en esa dirección.
Aunque dominaba todos los aspectos de mi vida, no puedo negar
que me gusta trabajar en el club.
—Sólo volveré si no tengo que verlo.
Amber sonríe satisfecha, como si se hubiera adelantado a mí
todo el tiempo.
—¡Seguro que eso se puede arreglar!
197
Olivia
No lo veo y, por lo que veo, él tampoco puede verme. Al
menos según Amber.
Ella debe haber hablado con él o si no, él habría hecho una
aparición en el trabajo. Ella es prácticamente la única persona que
puede hablar con él, a todos los demás los ignora. Aunque tengo la
costumbre de no preguntar por él, no puedo evitar que mis oídos se
198
agudicen cada vez que se menciona su nombre. De vez en cuando, le
oigo haciendo conferencias telefónicas y su voz apagada penetra en
la puerta de cristal. A veces oigo a mis colegas hablar del señor
Rush y de su forma de dar órdenes. Al parecer, trabaja sobre todo
desde su casa y su despacho en el FBI. Respeta mi deseo de no
verlo. Eso es bueno, lo aprecio.
Los días pasan, convirtiéndose en semanas. Ataco el proyecto
del club con mucho entusiasmo, feliz por el desafío. Agradezco
mucho la distracción. Ahora mismo, las únicas regularidades en mi
vida son mis llamadas telefónicas con Riley y mis paseos con Rosie.
Ayer, Riley volvió a preguntar por qué Keaton no le llamaba ni
venía a visitarlo, así que me inventé la excusa de que estaba
demasiado ocupado en el trabajo. Simplemente no tengo el corazón
para decirle que nunca volverá a ver a Keaton. Independientemente
de todo lo que hizo, no puedo negar que fue la primera figura
paterna real para Riley. Tengo que arreglármelas sin mi hijo durante
otros dos meses. Ahora estoy en el punto en el que no puedo
soportar más estar separada de él. No creo que lo deje pasar ni una
sola noche fuera de casa en un futuro próximo. Ya me habría ido a
Nueva York si no fuera porque Riley es bastante intuitivo, sabría
que algo va mal y sufriría. Así que el tiempo que me queda sin él, lo
estoy dedicando a ganar todo el dinero posible y, al mismo tiempo, a
intentar sacar a Keaton de mi mente. Cuando vuelva, muchas cosas
cambiarán. Otra vez.
De vez en cuando sigo sintiendo que me vigilan y, de hecho,
me decepciono cuando me doy cuenta de que no es así. Sí, lo sé, soy
una loca.
A estas alturas, Penny y Alec tienen una relación real. A veces,
salgo con ellos, aunque me siento incómoda, sobre todo porque sé
que Alec es una de las pocas personas que ve a Keaton a diario. No
quiero que se entere de nada sobre mí, pero otra parte de mí quiere
exactamente eso: que Alec le cuente lo bien que me va, que 199
sobresalgo en mi nueva tarea, que trabajo duro y que me va bien sin
él.
Que mi mundo no se derrumbó cuándo él se fue.
A veces, me despierto por la noche, con la paranoia de haber
pasado algo por alto, y doy vueltas por el apartamento en busca de
luces parpadeantes. A menudo paso horas reinspeccionando todo mi
apartamento. Hace tres semanas, me volví loca y puse toda la casa
patas arriba. Incluso quité azulejos aquí y allá, Rosie fue de gran
ayuda. Pero no me encontré con más luces parpadeantes de cámaras
y acabé sentada en el suelo a oscuras llorando. Ahora parece que
todo fue imaginado.
El vacío me corroe poco a poco; lo único que me queda es la
ropa cara. No me atrevo a tirarla, por mucho que lo intente. Pero las
empaqué y las puse en el pasillo. Es cierto que sigo utilizando el
auto, pero sólo porque es la única forma de llegar a la casa de esa
bruja situada a distancia, que poco a poco se transforma en un
auténtico castillo.
He empleado todos los personajes de Keaton John Rush en ese
lugar.
He capturado cada una de las facetas.
Cada habitación tiene su propia personalidad.
El tiempo pasa volando y llega el otoño, las exuberantes hojas
verdes de los árboles son ahora de un amarillo dorado rojizo. Estoy
de pie en medio del bosque, frente al club brillantemente iluminado.
Hoy es la noche de la inauguración. Alrededor, inocentes árboles
han sido talados para hacer sitio al estacionamiento. Un camino de
guijarros blancos flanqueado por gigantescos rosales iluminados por
focos que brillan desde el suelo conduce a la casa. Los focos bañan
la fachada de la casa con luz blanca, el blanco representa la mentira
que vivimos Keaton y yo y que tanto me ciega. Por lo demás, es 200
negra, oscura y misteriosa, sólo el interior de la casa se ilumina con
colores vibrantes. Como él en su esencia.
Aunque he puesto en práctica sus visiones, he incluido las
mías. Él me inspiró, ponerlo en práctica fue terapéutico. Es como si
hubiera hecho un diario sobre él; sé que él recibirá el mensaje y
nadie más lo hará.
El nombre del club aparece en letras blancas brillantes justo
encima de la entrada.
RUSH.
¿Qué más?
Hasta ahora no ha aparecido nadie. No se espera que los
invitados lleguen hasta las diez de la noche. Todo está preparado.
Soy la primera en llegar. He quedado con Amber en media hora en
la entrada para repasar todo una vez más, pero ahora necesito tiempo
para mí primero. Por muchas razones.
Me tambaleo sobre mis tacones sobre la fría entrada del club
de mármol negro, que se parece al color de su corazón. Todavía
huele a muebles nuevos y al abrillantador que se ha aplicado esta
mañana. Sigo el pasillo en línea recta hasta la sala principal, donde
Keaton había estado la primera vez. Daisey, la zarigüeya,
desgraciadamente tuvo que mudarse, aunque lo hizo ella sola en
cuanto llegaron los trabajadores. Justo encima de mí cuelga una
enorme lámpara de araña hecha de miles de diamantes brillantes que
reflejan la luz justo en el momento adecuado, proyectando prismas
resplandecientes sobre el papel pintado ornamental. Frente a mí hay
un escenario de cuatro metros que también está hecho del mármol
negro que hay en toda la casa. Sobre él hay dos sofás aterciopelados
de color azul real y una cruz de San Andrés, porque sé que a Keaton
le gusta.
A mi derecha hay pequeñas zonas de asientos con sillas, en las
mesas todo está decorado en azul, pequeños candelabros y enormes
velas individuales se encuentran por todo el local. Detrás de la barra 201
—que está a mi izquierda y corre paralela al escenario— hay una
enorme chimenea falsa como en el apartamento de Keaton. Así
nadie puede quemarse los dedos como yo.
La pared trasera es ahora una fachada de cristal que da paso al
exterior, a una terraza cubierta con piscina, alrededor de la cual se
han dispuesto acogedoras zonas para sentarse. Los árboles cercanos
se cortaron para crear una vista espectacular de Chicago. No tenía ni
idea de que estuviéramos a tanta altura hasta que se taló la zona. Por
cierto, el bosque es propiedad de Keaton, lo descubrí por casualidad.
La primera habitación representa mi época después de Keaton.
No tiene iluminación. Las paredes están pintadas de negro. Todo es
negro. La habitación debe proporcionar un entorno completamente
vacío de estímulos visuales. No se puede ver a la otra persona ni los
juguetes.
La siguiente sala se refiere a una de sus caras y está justo al
lado de la sala principal para que puedas disfrutar del espectáculo
con una bebida desde ahí. Tiene paredes de cristal, aunque es
unilateral y está instalada para que la gente sólo pueda ver hacia
dentro, no para mirar hacia fuera. Como si nunca pudiera saber lo
que ocurre en su interior, sin embargo era un libro abierto para él. La
habitación tiene una cama con dosel y una selección de juguetes
sexuales.
A continuación, tengo que decidir si bajo al sótano —a mis
miedos más profundos— o subo a mi amargo pasado. De momento,
no soy tan valiente y me decido por el piso de arriba primero. El
ático ha sido completamente remodelado, sus paredes angulosas
están cubiertas de lonas sobre las que se proyecta en todo momento
lo que ocurre en el resto de la casa. También hay dos sillones azules
desde los que se puede disfrutar del espectáculo, un bar y un enorme
y robusto escritorio con tres grandes monitores donde se puede jugar
libremente con las cámaras de la casa. Se asemeja a la forma en que
vigilaba mi vida, a la forma en que observaba cada aspecto de ella.
Aunque es un poco pervertido y abismal, decidí seguirlo. Quizá 202
resulte ser el club más exitoso de Keaton; después de todo, a la gente
le encanta ser voyeurista y exhibicionista. A mí también me atrae,
por supuesto, pero nunca en contra de mi voluntad. Nunca sin mi
conocimiento y consentimiento y, sobre todo, ¡nunca involucrando
a mi hijo!
También aquí, en el RUSH, los miembros del club firman un
acuerdo en el que aceptan ser observados, así como un descargo de
responsabilidad, como en cualquiera de los clubes de Keaton.
Termino mi recorrido bajando a las profundidades de la casa,
que representa la psique de Keaton. El sótano está muy iluminado,
por lo que no hay lugar para esconderse. Pero, a petición, la luz
también puede atenuarse. Esta habitación simboliza el dolor, la fea
verdad y el amor de Keaton por la brutalidad. Varios instrumentos
de tortura y juguetes sexuales están disponibles en la habitación con
una pared espejada. Pero esa no es la atracción, al mirar hacia arriba,
veo directamente la sala de estar. Pero de pie en la sala de estar
mirando hacia abajo, no se ve nada más que el suelo negro. De
nuevo, todo gracias al cristal unilateral.
Me siento unos minutos en la enorme cama negra y me miro en
el espejo de enfrente.
Este club era mi terapia, que ya ha terminado. Me siento como
en un funeral. Ha llegado el momento de decir adiós, aunque creía
que estaría bien con ello, no lo estoy. Sé lo estúpido que es, pero lo
echo de menos. Todavía me aferro a alguna esperanza, sin importar
que no pueda volver a estar con él, para verlo al menos una última
vez esta noche. Aunque sea por un momento. Para ser sincera,
pensaba que a estas alturas ya me habría encontrado con él en la
oficina; sinceramente, lo creía incapaz de mantenerse alejado. Que
no se rendiría tan fácilmente sin importar que yo nunca cedería
porque mis cicatrices son demasiado profundas.
—¡Liv! —dice Amber desde arriba. Me limpio rápidamente las
lágrimas que se colaron inadvertidamente en mis ojos y subo las 203
escaleras.
¡Empieza el espectáculo, nena!
208
Olivia
He tomado una copa de más y, sí, sigo poniéndome al
volante. No es que pueda hacerle daño a nadie aquí en el bosque ni
tengo a mi hijo a bordo, así que sólo soy responsable de mí misma.
Durante todo el trayecto, pienso en por qué no ha aparecido.
«Sólo te dejaré ir cuando yo esté bien y listo», sus palabras
siguen resonando en mi cabeza. Me hace preguntarme si tal vez ya
209
me ha dejado ir. Sin embargo, por alguna razón, no esperaba eso de
él.
El cielo está sin estrellas y las copas de los árboles ocultan
parcialmente la inquietante luz de la luna creciente, por lo que tengo
que concentrarme para distinguir mi entorno. Sí, estoy conduciendo
demasiado rápido, pero ahora mismo no me importa nada, salvo
Riley, Penny y Rosie.
Me estremezco cuando el teléfono móvil suena con fuerza en
mi bolso.
Rebuscando en mi bolso, lo saco sin apartar la vista de la
carretera. Como mi teléfono quedó destrozado en el fiasco con
Keaton, Penny me ha dado su viejo teléfono para que esté
localizable, aunque no tiene función de altavoz y tengo que sujetarlo
entre el hombro y la oreja. En este momento, podría tener mucho
dinero para comprar uno nuevo, pero también soy una persona con
poco dinero.
—¿Sí? —respondo, molesta, sospechando que es Amber
preguntando por qué me he levantado y me he ido de la fiesta,
probablemente por haber cometido otra infracción.
—¡Olivia! —oigo a alguien ladrar por el teléfono y me
sobresalto tanto que freno de golpe y me detengo en medio del
camino del bosque con los neumáticos chirriando.
La brusca parada impulsa mi cuerpo hacia delante y mi frente
golpea con fuerza el volante. Todo queda en silencio durante tres
largas respiraciones y siento un fino hilillo de sangre que corre por
mi sien. Mi pulso se acelera y siento que me asfixio al tomar
conciencia de mi entorno, de estar sola en medio del oscuro bosque,
y de repente me siento totalmente perdida. La banda invisible que
rodea mi estómago se tensa aún más. Creo que tengo que vomitar y
yo que pensaba que esa fase había pasado. 210
—¡Recházalo!
Miro fijamente al parabrisas, ya que durante mi parada de
emergencia he golpeado el interruptor del limpiaparabrisas, que se
mueve monótonamente de un lado a otro del cristal, chirriando.
Ahora tengo la respiración agitada y un millón de pensamientos
zumban en mi cerebro, demasiados para comprenderlos y darles
sentido.
—No aceptarás la oferta de Snow. ¿Lo entiendes?
Sigo sin poder emitir un sonido. Siento que el teléfono se me
escapa de las manos y, en un nivel subconsciente, sin quererlo,
aprieto el botón rojo para terminar la llamada y, con suerte, la
confusión que hay en mi interior.
Finalmente, los millones de pensamientos que tengo en la
cabeza se centran en un aspecto y lo muestran en letras de neón:
¡LO ODIO!
—¡Te odio, te odio, te odio, te odio! —grito en el interior del
auto mientras golpeo el volante—. ¿QUIÉN TE CREES QUE ERES
PARA PENSAR QUE PUEDES SEGUIR DÁNDOME ÓRDENES?
¡Y NO HAS HECHO ACTO DE PRESENCIA A PESAR DE QUE
ESTABAS OBLIGADO A ELLO! ¡NI SIQUIERA TE HAS
DISCULPADO TODAVÍA! OH, ESPERA...
Furiosa, salgo del auto, todavía sangrando, dejo la puerta
abierta y marcho hacia el maletero. Desde que ocurrió aquello,
siempre llevo algo para defenderme: mi bate de béisbol que le
compré a un extraño en la calle. No es de madera, sino de aluminio.
—Tú. Maldito. Bastardo. —grito y empiezo a golpear el auto.
El sonido del metal abollándose resuena en la noche oscura mientras
sigo golpeando y gritando todo lo que me sale.
—Tú. —Golpe—. Eres. —Golpe—. Un. —Golpe—. Maldito. 211
—Golpe—. Psicópata.
Lo recuerdo todo. Ya no me impresiona su sonrisa ni su charla
suave, pero aparentemente, todavía tiene la impresión de que puede
darme órdenes y decir a quién y a quién no puedo ver... Bueno,
adivina qué, no es de su maldita incumbencia.
—¡Acabas de mentir en mi vida! —grito y rompo un espejo
lateral, luego doy la vuelta y rompo el otro—. Sí, claro, somos el
uno para el otro, ¡HAAAAAAAAAAA! No eres más que un
fanático del control. Lo has planeado todo hasta el más mínimo
detalle, maldito enfermo. ¡Eres un idiota! Te odio. No quiero volver
a verte nunca más.
Mientras tanto, continúo golpeando la capucha con el bate
hasta que está irreconocible y mi vestido azul está húmedo de sudor,
arrugado, sucio y pegado a mi cuerpo.
En algún momento de mi furia de golpes, resbalo y caigo en la
cuneta. Incluso pierdo un zapato, y probablemente parezco una
fugitiva que ha escapado del manicomio.
Así que aquí estoy, en ese lamentable estado, cuando los faros
de un auto que se acerca me iluminan. Me protejo los ojos del
resplandor y me salgo de la carretera. El bate de béisbol sigue
colgando entre mis dedos, me duele la garganta de tanto gritar y la
sangre que se seca en la sien me tira de la piel.
Que le den por culo a todos.
Levanto el bate de béisbol, dispuesto a darle una paliza a
cualquiera que se atreva a molestarme durante mi crisis nerviosa. El
auto se detiene a escasos tres metros delante de mí, los faros se
oscurecen y el motor se apaga. Ahora puedo distinguir la matrícula y
reconocer la brillante pintura negra del Mercedes.
Alec. 212
¡Pero claro! ¿Y cómo iba a saber él dónde encontrarme?
Me río socarronamente para mis adentros, ya que es una
pregunta estúpida.
Sale del auto —como esperaba, sin Penny a la vista— y frunce
el ceño al ver mi auto y luego el bate de béisbol que aún sostengo y
de arriba abajo mira mi ropa.
—¿Una noche dura? —pregunta con una ceja alzada.
—¿Por qué? —siseo, molesta.
—Oh, sólo estoy adivinando. ¿Necesitas que te lleven o estás
pensando en seguir conduciendo esa cosa?
—¿Te ha mandado ese engendro? —pregunto a la defensiva y
bajo el bate. Eso sí, sigo sujetándolo con fuerza, dispuesta a pelear
con quien haga falta.
—Quiere hablar contigo.
Me río burlonamente y agarro el bate de béisbol con más
fuerza aún.
—¡Bien, hablemos! —le escupo. Tengo ganas de un
enfrentamiento.
Keaton
Es un subidón, como esa patada que los adictos anhelan y por 213
la que mueren voluntariamente, saber que te veré pronto, Olivia.
Han pasado dos meses, dos días y una hora. Me está matando no
saber cada uno de tus movimientos diarios. Los pequeños informes
que recibo de Amber y Alec no son suficientes. Se negaron a mi
deseo de tomar fotos tuyas a diario, de hecho me hicieron cuestionar
si quería seguir con ellos, pero no podría prescindir de esos dos, son
los mejores. Amber lo mantiene todo unido, incluso a mí, aunque
nunca se lo admitiría. Si no te quisiera, Olivia, Amber Hartwell sería
la mujer que viviría conmigo.
Es la 1:30 de la noche, así que desde hace una hora y media es
tu cumpleaños. Por lo que sé, te lo has guardado para ti, ya que no te
interesa la atención. Modesta como siempre, nena... excepto en la
cama, claro, ahí es donde quieres y das todo.
Te echo de menos.
Estoy sentado en el cómodo sillón de cuero que Rosie babeó
con un coñac con hielo y de espaldas a la pared de cristal. El interior
de mi casa está completamente oscuro, sólo la ciudad a mi espalda
brilla con fuerza y proyecta sombras sobre el suelo de mármol.
Últimamente, anhelo la oscuridad a mi alrededor, más de lo que es
bueno para nadie, Olivia. Soy una bomba de relojería sin ti, Olivia.
Sólo tú puedes desactivarla. En otras palabras, necesito sexo contigo.
Necesito el sexo áspero, prohibido y revelador, tu cercanía, tu olor y
tus gemidos cuando te corres, la forma en que tus ojos se ponen
vidriosos cuando te das cuenta de que no te estoy dejando correrte.
Nunca he estado tan irritado como en las últimas semanas, que
les ha costado el puesto a varias personas del FBI. Incluso me he
pasado de la raya en algunos interrogatorios, por suerte, mi superior
me da mucha libertad de acción y mira para otro lado. Me encantaría
poder mirar el móvil y saber tu paradero, pero no puedo, eso se
acabó y estoy aquí sentado como un drogadicto al que le han quitado
la heroína, o a un jugador sus cartas o un velocista, sus piernas. 214
¿Por qué tuviste que deshacerte de todas las cámaras? ¿No
podías haber dejado al menos una?
Eres tan despiadada, Olivia.
Mi teléfono móvil emite un pitido y la pantalla se enciende
cuando el sensor de movimiento de la planta baja me avisa de su
llegada. Alec parece el mismo de siempre, tú tienes un aspecto
catastrófico, cariño. ¿Por qué llevas un bate de béisbol? ¿Debería
asustarme? Estoy desolado por no poder anticiparme a tus
movimientos, ya que no puedo vigilarte. Ya no tengo ni idea de
dónde estás o qué estás haciendo.
Tienes el valor de levantar la cabeza y mirar desafiante a la
cámara mientras Alec abre la puerta. Tienes sangre seca pegada a la
sien, tu maquillaje está manchado y tu cabello es un completo
desastre. Uno de los tirantes de tu vestido se ha deslizado sobre tu
hombro; tu aspecto general es bastante sucio.
¿Qué has hecho, Olivia? Verte me hace sentir un agradable
calor en partes de mi cuerpo que estaban frías como el hielo.
Ahora incluso me haces un gesto, como si supieras que te estoy
mirando.
Dios, te quiero, nena.
Con cada piso que subes, acercándote, mi respiración se
acelera y tengo que calmar mis latidos. Sin embargo, lo único que no
puedo controlar ahora, Olivia, es mi polla. Está haciendo fuerza
contra mis pantalones hasta el punto de que es casi doloroso.
El ascensor llega al último piso y las puertas se abren. Sales
sola porque Alec sabe que debe esperar abajo ya que quiero estar a
solas contigo.
Marchas con pasos firmes directamente al salón, pero eso es
exagerar tus verdaderos sentimientos, pues en verdad, estás ansiosa
e inquieta. Fingirás ser la mujer súper dura, Olivia, pero ambos 215
sabemos cómo es tu verdadero yo.
¿Alguna vez dejaras de intentar engañarme? ¿Todavía no lo
entiendes, cariño? No tienes que fingir conmigo, sé lo que pasa de
una forma u otra.
—¿Qué? —gritas antes de entrar en la habitación. Sonrío. Me
encanta tu voz, incluso cuando me gritas.
Nunca has sido más tú misma que ahora, de pie ante mí,
Olivia. Tu vestido está sucio y desgarrado, me pregunto cómo lo
consigues. Tu cabello parece paja y sobresale por todos lados. Por
no hablar del bate de béisbol que llevas en la mano. Pareces una
versión más vieja y caliente de Carry en esa historia de Stephen
King, después del baile de graduación. No sólo tus sienes, sino que
tu labio también tiene sangre seca pegada.
¿Te has golpeado con ese bate de béisbol o qué? ¿Ya ves lo
que pasa cuando no estamos juntos?
Eres un desastre sin mí.
—¿Te has peleado, Olivia? —pregunto—. Parece que te
vendría bien un trago fuerte.
Se acerca a mí y me doy cuenta de que no lleva zapatos. ¿Es tu
nueva forma de molestarme? Antes te ponías tus viejos y gastados
zapatos, ¿ahora no llevas ninguno?
Quiero levantarme, pero empujas el extremo del bate de
béisbol contra mi pecho y con él mi camisa limpia, lo que me hace
volver a sentarme en la silla. Tus ojos parpadean salvajemente,
alarmándome un poco, pero luego sé cómo manejarte, cariño, no te
preocupes.
—No. Tú. Muévete.
Me encantaría empujarte contra la pared de cristal y follarte,
Olivia, pero simplemente sonrío y digo:
216
—¿Por qué estás tan enfadada, Olivia?
Te miro fijamente, tus ojos verde bosque están rojos.
¿Estabas llorando? ¿Por mí?
No quiero que llores por mí. Parece que has perdido peso,
Olivia. Siempre me han gustado tus caderas curvilíneas y tu culo
redondo, pero ahora apenas pesas 50 kilos.
Tus labios, que me encanta besar, están secos y agrietados,
respiras frenéticamente por tu pequeña nariz puntiaguda. Eres como
un toro embistiendo a un paño rojo, nena, pero entonces eres
bienvenida a desquitar tu agresividad conmigo.
—¿Tienes el valor de preguntarme eso, sociópata?
Te ofrezco una cálida sonrisa y observo el pequeño temblor de
tu mejilla. ¿Te duele cuando te sonrío, Olivia? Seguro que me duele
cuando te miro.
—No quiero que trabajes para Snow —digo, sin tener en
cuenta que sigues empujando el bate contra mi pecho. Eres la única
que puede hacerme eso, a cualquier otro ya le habría roto el brazo.
Te ríes con incredulidad y lanzas las manos al aire al mismo
tiempo. Tengo que agacharme cuando el bate de béisbol se acerca a
mi cabeza. Te das media vuelta y pisas furiosamente mi
apartamento, dejando pequeñas y sucias huellas por donde pasas,
Olivia, y ni siquiera te importa.
—¡Por supuesto! —gritas—. El gran Keaton John... —Y me
diriges una mirada cínica cuando dices mi segundo nombre—, Rush
no quiere que haga nada que no pueda controlar.
Apoyo la barbilla en el puño y me entretengo mientras te dejo
despotricar. Todo el tiempo, estoy considerando llevarte al piso de
arriba donde te ataría y te haría entrar en razón.
—Dios me libre de tomar mis propias decisiones y ser mi 217
propia persona, ¿verdad? —gritas, y no puedo evitar que me encante
tu voz. Es obvio que estabas hablando retóricamente porque
inmediatamente continúas—. Hace dos meses que no nos vemos y lo
primero que haces es darme órdenes. No estás bien de la cabeza.
Inclino la susodicha.
—¿Qué quieres que haga en su lugar?
Ahora puedo oler que has bebido demasiado, Olivia. Caminas
con dificultad. Vuelvo a considerar brevemente la posibilidad de
utilizar la situación en mi beneficio y salirme con la mía, haciéndote
recordar cómo somos en la cama; es decir, mágicos.
Mi comentario te despista, te detienes bruscamente y pones
cara de niña perdida, asustada y sucia.
—Nunca deberías haberte acercado tanto a Riley, John,
superhéroe. ¿Nunca te han dicho que los hombres extraños no deben
hablar con los niños pequeños?
Mantengo la calma e ignoro tus provocaciones, Olivia. No
volveré a tener un incidente como en esa vieja casa en ruinas.
—No me importa lo que diga la gente o lo que sea
generalmente aceptado o no. Me necesitaba, lo cual sabes.
—¿Me has citado aquí para hablar de Riley y de nosotros?
¿Qué quieres, Keaton?
—Como dije, no trabajarás para Jordan Snow.
Te apoyas en el bate de béisbol, resbala, y me estremezco al
ver que pierdes el equilibrio y pienso que tengo que salvarte
rápidamente de romperte la nariz, pero entonces te recuperas. Justo a
tiempo. Pero es mejor así, porque no sé si volvería a dejarte ir si te
pusiera una mano encima ahora.
—¿Quién lo dice?
Te ríes entre dientes. 218
Yo mantengo la calma.
—No me importa cuánto te haya ofrecido; lo doblaré. —Tomo
un sorbo de coñac y los cubitos de hielo tintinean contra la copa.
—¡Eres gracioso! —gritas tan fuerte que realmente salto—.
Eso fue lo que me ofreció el señor Jordan Snow. ¿Así que ahora está
dispuesto a pagarme cuatro veces mi salario actual? ¿Estás diciendo
que me vas a pagar 20,000 dólares al mes, Keaton? ¿Lo harás, eh?
Sonrío.
—Cariño, si es necesario, estoy dispuesto a pagarte 50,000
dólares al mes. Lo principal es que te quedes.
Suspiras con fuerza y dejas caer un poco los hombros.
—¿Por qué, Keaton?
—Ya sabes por qué, Olivia.
Te acercas a mí y me pongo rígido cuando sueltas el bate de
forma brusca y colocas las manos en cada reposabrazos de mi silla.
Te inclinas tanto hacia delante que puedo ver bien tus pechos
redondos y firmes, tu largo y sedoso cuello y tu barbilla puntiaguda.
Tus ojos ardientes se clavan en los míos y percibo tu aroma
mezclado con la suciedad húmeda.
Joder.
Me estás matando.
—Puedo trabajar y trabajaré para el señor Jordan Snow, cariño
—susurras—. No hay nada que puedas hacer al respecto.
Mi primer impulso es mostrarte exactamente lo que puedo
hacer, pero sé que debo andarme con pies de plomo ahora mismo si
quiero tener otra oportunidad contigo. Sería para siempre un
monstruo a tus ojos si piso este tierno territorio.
Por supuesto que podría encadenarte en mi sótano y obligarte a 219
amarme, torturándote. Pero eso requeriría que te rompiera y eso
nunca lo haré porque te quiero tal y como eres, no en lo que podría
convertirte. Y créeme, Olivia, tengo el poder de convertirte en quien
quiera.
Pero te quiero demasiado tal y como eres. Es la única emoción
en mi vida que nunca podré controlar.
Lees mis pensamientos en mis ojos y te retiras rápidamente. Sé
que eres consciente de que si no huyes ahora podría significar tu fin.
Noto el leve temblor de tus manos cuando tomas el bate de béisbol a
punto de salir.
—Hemos terminado aquí —dices, aunque no suenas tan segura
como te gustaría, ¿verdad, cariño?
Tus pupilas se ensanchan mientras me levanto lentamente. Al
fin y al cabo, has conseguido provocarme como si le pisaras la polla
a un león dormido, lo cual no es bueno, Olivia. Caminas hacia atrás
en dirección al ascensor mientras me acerco a ti, nena, pero no hay
escapatoria. ¿Aún no lo sabes?
—Keaton —dices con un tono de advertencia tembloroso.
Aguardo mi momento, esperando que digas que no porque eres
a la única que realmente escucharía. Sin embargo, sigues mirándome
fijamente, aparentemente sin saber qué decir. Pero entonces eres
adicta a mí tanto como yo a ti. Porque estamos obsesionados el uno
con el otro.
Esa es la verdad.
No nos sirve la palabra no, aunque intentes convencerte de lo
contrario.
Doy los dos últimos pasos y acorto la distancia contigo. Te
empujo con mi cuerpo contra las puertas del ascensor mientras
apoyo mis manos a ambos lados de tu cabeza y te miro fijamente a
los ojos. Tu respiración es agitada y juro que puedo oír los latidos de 220
tu corazón. Tu cuerpo está caliente y es urgente; tienes las palmas de
las manos apretadas contra la pared. Hay estática entre nosotros.
Veo que tragas saliva. Sin embargo, no dices nada.
Pero yo también he pasado el punto de no retorno y, sin decir
una palabra, me inclino hacia tu carita y presiono mis labios contra
los tuyos. Tu reacción inicial es inhalar bruscamente y siento el
deseo en ti.
Es como volver a casa después de unas largas vacaciones.
Como si hubiera estado bajo el agua y ahora, por fin, hubiera salido
a la superficie para tomar la primera respiración. Como el primer día
cálido después de un largo invierno helado.
Incluso correspondes a mi beso.
No puedes evitarlo, Olivia. Y nunca podrás cambiar eso. Has
pasado por un infierno durante las últimas semanas, igual que yo.
Dios, te deseo.
Tus dedos agarran el cuello de mi camisa y me acercan. Fuerzo
mi pelvis contra la tuya, aunque no quiero follar contigo ahora
mismo.
Maldita sea, Olivia, ¿qué me estás haciendo?
Siempre te desatas cada vez que te libero cuando estamos así
de cerca. Gritas en mi boca mientras tu lengua caliente lucha con la
mía. Oh, sí, me deseas... pero de repente me apartas con todas tus
fuerzas. Antes de que esté fuera de tu alcance, te arranco el pequeño
pendiente de clip y me lo guardo. Necesito algo que te pertenezca.
Nos enfrentamos completamente sin aliento, como si
hubiéramos corrido una maratón, y nos miramos fijamente, ambos
plenamente conscientes de que esto está lejos de terminar.
Mientras respiremos, siempre habrá algo entre nosotros.
221
Aprietas el botón del ascensor y lo esperas sin quitarme los
ojos de encima como si fuera un depredador salvaje.
—Feliz cumpleaños, cariño —digo.
Las puertas se abren, entras y, justo cuando se cierran, dices:
—Vete al infierno, Keaton John Rush.
Olivia
Alec dirige infaliblemente el reluciente auto negro por las
calles, mientras yo me siento en la parte de atrás, todavía con el
sabor de una mezcla de Keaton Rush y alcohol en la lengua. La
cabeza me da vueltas. Estoy mareada. Puedo sentir su pecho
tonificado bajo mis manos y oler su aroma. También puedo oír los
gemidos que emitió cuando nuestras lenguas se encontraron. 222
No lo has superado, dice una de mis voces interiores con
determinación. Ni lo harás nunca.
No puedo seguir así, pienso con rabia y araño con los dedos el
suave cuero del asiento trasero. Debería odiarlo, detestarlo, sentir
asco por él y sus caricias, pero la verdad es que anhelo más. Su beso
era como el agua fresca que uno anhela cuando está reseco y no
había podido saciarme de él.
Me besó tan apasionadamente que, si le creyera, podría llegar a
decir que estaba lleno de desesperación y amor. Pero entonces ya no
le creo que me quiera ni que tenga buenas intenciones. La fea verdad
es que no es más que un engendro manipulador que ha planeado y
calculado cada encuentro, cada momento entre nosotros. Nada fue
casualidad, nada fue el destino. Todo lo que le conté sobre mí ya lo
sabía porque había estado husmeando en mi pasado. No tengo nada
que decir. Puede que sea otro apasionado perseguidor de bragas que
me mantuvo un poco más de tiempo porque le gustaba el sexo
conmigo.
Quién sabe, ¿ya tiene en la mira a su próxima víctima?
No lo dejaría pasar.
Mi confianza en él está irremediablemente rota.
Alec, evidentemente, conoce mi sombrío estado de ánimo y,
por suerte, permanece en silencio durante todo el trayecto. Llegamos
a mi edificio de apartamentos y me sigue dentro porque quiere subir
a ver a Penny, que probablemente ya esta dormida. Al menos eso
espero, porque no estoy de humor para una fiesta sorpresa ni nada
parecido.
Menudo puto cumpleaños estoy teniendo.
—Buenas noches, Alec —le digo cuando llego a mi piso. Él
me desea buenas noches a su vez y continúa subiendo las escaleras. 223
Keaton: ¿?
Yo: Olvídalo.
337
Keaton
...y seguro que no me decepcionaras, pues ruedas los
hombros como un boxeador antes de una pelea y te desahogas
conmigo.
—Bueno, Keaton, como sugeriste, he estado pensando, así que
ahora sé por qué hice lo que hice. Estoy dispuesta a hacértelo saber,
al igual que tú has sido abierto y sincero conmigo. Por cierto, gracias
338
por hacerlo.
Inclino la cabeza, anticipando que no me va a gustar lo que
viene a continuación.
—Así que —empiezas—, en realidad vine a este club para
verte. Sólo me dije que no quería nada de ti y que sólo estaba ahí
para distraerme. Pero resultó que estaba demasiado enfadada
contigo. Cada vez que pensaba en ti, empezaba a dudar de todo lo
que me decías. Ahora, ya no creo nada de lo que dices. Ya no confío
en ti ni puedo perdonar lo que hiciste. Sí, quería que tuviéramos otra
oportunidad, pero sabes que no me la estás poniendo fácil, Keaton.
»Así que fui a ese bar, sabiendo muy bien quién era Jeff
cuando se acercó y me invitó a una copa. Sabes lo gracioso, Keaton,
nadie recuerda la cara de una señora de la limpieza. Quiero decir,
ella es sólo la humilde señora de la limpieza, demasiado poco
importante para una segunda mirada. Vestida como una vampiresa
sexy, todo el mundo te quiere, pero nadie considera que eres la
misma humilde señora de la limpieza. La gente es tan superficial. Ni
siquiera esperé por la bebida, simplemente lo llevé de inmediato a la
parte de atrás. Si, así de fácil. ¿No te ha dicho tu querido colega que
pregunte si tú también estabas ahí?
Aprieto los dientes y aprieto las manos mientras cuento
lentamente hasta diez, luego viceversa, y de nuevo hasta diez. Creo
que hoy es el día en que vas a morir, Olivia.
—Me gustó la colonia de Jeff. Deberías probarla. Tal vez le
podrías preguntar el nombre. Tu chico Jeff sí que besa bien
—reflexionas—, usó la presión justa cuando burló mi lengua. Dios,
estaba tan cachondo, Keaton. Se moría de ganas de entrar en la parte
de atrás, levantarme el vestido y agarrarme el culo desnudo con las
manos. No llevaba bragas, Keaton, como a ti te gusta.
Tengo la impresión de que no valoras tu vida, Olivia.
339
Suspiras soñadoramente.
—A continuación, estuvo dentro de mí, Keaton, y me folló con
fuerza, como yo lo necesitaba.
Me levanto demasiado bruscamente y la silla se cae. Rosie se
apresura a ponerse a salvo mientras yo me precipito. Has despertado
algo en lo más profundo de mi ser que debería haber permanecido
dormido. Pase lo que pase ahora, tú tienes la culpa. Has despertado
al león dormido por jugar demasiado tiempo con el fuego, así que
ahora te haré sufrir como no creerías. Ahora mismo te odio, Olivia.
Me apresuro a bajar las escaleras, desbloqueo la puerta del
sótano y la abro de golpe. En cuanto aparezco en la puerta, tu
pequeño puño me golpea con fuerza en la mandíbula.
Vaya. Desde luego, no me lo esperaba.
Tampoco tus puñetazos, que aterrizan en mí con una fuerza
que nunca creí que tuvieras. Me quedo sin palabras por un momento.
Pero entonces mis años de entrenamiento se activan
automáticamente y, de repente, estás tumbada en la cama boca abajo
conmigo encima. Sujeto uno de tus brazos por la espalda con una
rodilla presionando la parte posterior de tu rodilla.
Estás jadeando porque mi agarre es muy fuerte.
No me importa si te hago daño, Olivia. Pronto experimentarás
un dolor mucho mayor.
De hecho, puedo saborear la sangre en mi boca de uno de tus
puñetazos. La escupo junto a la cama antes de inclinarme sobre ti y
gruñirte al oído:
—¿Te ha follado fuerte, como tú necesitabas, Olivia? Vamos a
ver lo fuerte que puedes aguantar.
Me encantaría follarte por el culo ahora mismo sin ninguna
preparación para que sientas el mismo dolor que se desató en mí con
cada palabra que dices. Me conoces, Olivia, igual que yo te conozco 340
a ti. Sé cuánto puedo herirte antes de que te quiebres, al igual que tú
sabes que no me ando con rodeos cuando se trata de estos temas.
Con cualquier otra mujer, haría lo que me diera la gana, pero
como eres tú, Olivia, me limito a meterte dos dedos en el coño
mientras sigo sujetándote en el colchón con el antebrazo en la
espalda. Estás mojada. Tu cuerpo te traiciona, igual que el mío.
Hace dos meses que no te siento y me cuesta controlarme,
Olivia, pero el sexo que quieres te lo tienes que ganar.
A pesar de todos nuestros agravios, empujas con urgencia tu
culo hacia mí. Te doy una palmada en la nalga mientras retiro mis
dedos y te los meto sin miramientos en el culo.
Gritas e intentas empujar tus caderas hacia delante para
escapar de mí, pero ya es demasiado tarde para eso, cariño.
Como no soy un monstruo ni he hecho nunca esto contigo,
inicialmente no muevo los dedos. En su lugar, beso tu cuello con
ternura, muy al contrario de lo que tengo pensado para ti y de cómo
te abrazo.
—Te quiero toda indefensa —te susurro al oído y beso el
hueco que hay bajo él. Te relajas—. Ahora vas a experimentar lo
que realmente se siente y lo que realmente necesitas. ¿O quieres que
pare, Olivia?
—No, no pares —susurras.
Sonrío diabólicamente. Tu respiración se vuelve errática y
empiezas a sudar mientras muevo lentamente los dedos. Cada fibra
de tu cuerpo parece tensa y sé que, a pesar de estar enfadada y
descontrolada, no puedo follarte así. Por eso te suelto la muñeca; no
es que te muevas o intentes escapar.
Buena chica. 341
Cambio mi peso y empujo una rodilla entre tus piernas. Sigues
tumbada boca abajo. Deslizo una mano entre ti y el colchón hasta
que mis dedos tocan tu clítoris. Necesito que estés más relajada,
Olivia. Así que empiezo a masajear tu clítoris como te gusta
mientras mantengo mis dedos en tu entrada trasera todavía.
—Mírame —te exijo con dureza mientras tu cara se aprieta en
la almohada. Sé lo que estás haciendo. Estás intentando castigarme,
Olivia. Sabes lo mucho que me gusta ver cómo te doy placer y llegas
al clímax.
Naturalmente, eres una terca desafiante y no obedeces. Por eso
decido animarte moviendo bruscamente los dedos en tu trasero, lo
que te hace gritar y azotar la cabeza hacia mí.
Ooh, Olivia, eres tan hermosa cuando me miras así, un poco
asustada, pero también curiosa, quizás incluso un poco enfadada,
pero también llena de devoción.
Eres una putita sumisa.
Tú y tu culo son míos. Puedo hacer con el lo que quiera. No
me mires con reproche.
Me tomo mi tiempo con tu clítoris hasta que el colchón debajo
de ti está empapado y no puedes dejar de gemir, aunque intentas
ocultar lo mucho que te gusta.
Te acaricio al borde del clímax unas cuantas veces, sin dejar
que te corras, simplemente porque quiero ver tu expresión. Mientras
tanto, me dedico a preparar tu entrada trasera para mi polla. Me
tomo mi tiempo para estirarla. Pensar en lo apretada que debes estar
casi me hace correrme en mis pantalones.
Tengo que hacerlo ahora, Olivia.
Te pellizco brevemente el clítoris, te retuerces, muerdes la
almohada y gimes lujuriosamente mientras tienes tu orgasmo. Retiro
los dedos, escupo en mi mano y froto la saliva en mi polla, y luego 342
te lo meto por el culo. Podría haberlo metido fácilmente en tu coño
para lubricarlo, pero primero tendrás que ganarte ese privilegio.
Incluso aquí dentro, puedo sentir cómo te corres, nena, es así de
intenso y tengo que apretar los dientes para no explotar.
Eres. Eres. Tan. Tan buena.
Aunque estás gritando, también estás llegando al clímax, lo
que te distrae del dolor de mi entrada inicial. Me dejo llevar, no te
mereces otra cosa, y me follo tu pequeño y apretado culo. Agarro
con fuerza la parte superior de tu cuerpo y te levanto bruscamente
para que estés a cuatro patas frente a mí. Te gruño al oído:
—Esto es duro, Olivia.
Gritas, es lo único que eres capaz de hacer. Tienes los ojos
cerrados y la cabeza apoyada con confianza en mi hombro. Una de
mis manos se desliza hasta tu abdomen y empiezo a masajear de
nuevo tu hipersensible clítoris. Echo un vistazo por encima de tu
hombro al espejo que tenemos enfrente y veo que tu cuerpo está rojo
y brillante de sudor. Maldita sea, estás caliente, Olivia, me estás
matando. Te muerdes el labio, levantas los brazos y tus uñas me
arañan el cuello. El movimiento levanta tus pechos para que tus
duros pezones apunten rectos mientras te pierdes por completo en el
embriagador placer. Quiero que te corras de nuevo, esta vez,
mientras estoy en tu culo, aunque no lo merezcas.
—La próxima vez que te portes mal, no habrá preparación.
Simplemente te follaré directamente en el culo. Ya sabes lo doloroso
que puede ser eso.
Pequeña perra, todavía estás en modo de combate. Parece que
romperte no es tan fácil después de todo porque gimes con ganas:
—¡Te odio!
Eso es, Olivia. Te sobresaltas cuando me alejo de tu coñito
húmedo y te vuelvo a tumbar boca abajo para que tu cara sea tragada 343
por la almohada. Te agarro del cabello con el puño y te la meto con
toda la fuerza del mundo haciéndote gritar. Tienes suerte porque me
corro inmediatamente. Consigo retirarme a tiempo para descargar la
carga en tu culo.
No me miras mientras te dejo ahí tirada como una putita usada.
—No deberías haber dicho eso, Olivia.
Me subo la cremallera y empiezo a salir del sótano cuando
giras la cabeza agotada y dices:
—¡Ya está!
No puedo creer lo que oigo, me congelo a mitad de camino y te
miro incrédulo.
—Sólo estoy empezando, Olivia. ¿Ya quieres rendirte?
—pregunto condescendiente.
Tu cara es inamovible mientras te levantas lentamente.
—Dame mi ropa, Keaton.
Tu articulación es clara y nítida. Atrás queda la antigua perra
sumisa. Hago una mueca burlona como si pudieras mandarme, pero
al ver la determinación en tus ojos se me hace un nudo en el
estómago y me siento mal.
—¡Dame mi ropa, Keaton! Ahora.
Te vuelves más insistente y el nudo en mi estómago se vuelve
más duro.
No me muevo, parece que no puedo. La idea de soltarte ahora,
es decir, de perderte para siempre, es insoportable.
—Keaton...
Como tantas veces, sabes lo que pasa dentro de mí porque tu
voz tiembla ligeramente.
—Keaton, me dijiste que podía irme cuando quisiera. 344
Oigo el pánico en tu voz, como el que yo siento ahora mismo.
Tengo las palmas de las manos húmedas y mi cuerpo está tenso
como si estuviera a punto de empezar una pelea.
Me miras fijamente mientras yo te miro fijamente, y entonces,
de la nada, saltas hacia delante en un intento de subir las escaleras a
toda prisa. Sin pensarlo, mi brazo se levanta de golpe. Te agarro por
el estómago y te atraigo con fuerza contra mi cuerpo y te rodeo con
ambos brazos. Simplemente ignoro tus forcejeos, tus gemidos y tu
llanto. Aunque me estás rompiendo el corazón, no puedo dejarte ir.
De ninguna manera.
Acaricio mi nariz en tu cabello sudado.
Estás totalmente desolada cuando te das cuenta de que no hay
forma de escapar de mí, incluso me arañas los brazos, aun así, no te
dejo marchar y me limito a apretarte más.
—Keaton, por favor, por favor —aúllas—. ¡Déjame ir, no
puedes retenerme aquí!
Me quedo helado, incapaz de decir nada, únicamente
concentrado en sujetarte para no perderte.
¿Cómo puedes querer huir de mí? ¿Cómo puedes tener miedo
de mí? ¿Cómo puedes dejarme solo? Te necesito. Me necesitas.
Olivia.
—¡Confié en ti!
De repente, dejas de resistirte y te conviertes en un peso
muerto en mis brazos. Lloras en silencio y yo te abrazo y te acaricio
el cabello mientras te conduzco suavemente a la cama sin decir una
palabra.
Nunca esperé que este momento se produjera realmente.
Lo cambia todo. 345
Algo dentro de mí se rompió en el momento en que decidiste
dejarme.
Olivia, ¿por qué?
Sé que tú también lo has disfrutado.
Te acuesto en unas suaves almohadas y hago caso omiso de tus
lágrimas, tus sollozos y tu dolor, sin tener en cuenta que me está
destrozando. Con cuidado, te subo el brazo y lo deslizo en el
brazalete de cuero que ya está sujeto al marco de la cama. Fue idea
tuya. Nunca pensé que lo usaría realmente contigo, Olivia, y menos
cuando no se trata de juegos sexuales.
Normalmente, nunca te mantendría encerrada contra tu
voluntad.
Eso pensé.
Pero entonces soy un mentiroso. Que podías irte en cualquier
momento era una mentira, no es que pensara que realmente quisieras
hacerlo. Por supuesto, hasta hace poco, no tenía ni idea de que
estaba mintiendo.
Ya te perdí una vez, Olivia.
No dejaré que eso ocurra de nuevo.
Mientras te ato la otra mano, veo que tus ojos brillan con una
amarga sorpresa mezclada con pánico. Empiezas a luchar para
levantarte de nuevo. Te paso una pierna por encima de tu estómago
para ponerme a horcajadas, lo que hace imposible que te escapes.
—Todo irá bien, cariño —susurro mientras aprieto el
manguito. Me rindo brevemente a la desesperación, me inclino hacia
delante y entierro mi cara en tu cuello. Inhalo profundamente, al
igual que tú. Entiendes que no puedo dejarte ir. Debes entenderlo,
Olivia. 346
Esta es la mejor excusa que puedo darte mientras beso
suavemente tu pulso agitado y te cubro con mi cuerpo hasta que te
calmas, pues mi cercanía siempre te relaja, sin importar lo demás.
Sólo tengo que rodearte con mis brazos y tus latidos se ralentizan.
Tu cuerpo, bebé, siempre me responde porque somos dos partes de
un todo.
Así de locos estamos.
Cuando te calmas por completo, me quito de encima, te cubro
con una manta y me voy.
No te mueves en absoluto, te limitas a mirarme —tus antiguas
lágrimas se han secado— sabiendo que cualquier otra resistencia es
inútil. Tal vez, por ahora, te hayas rendido y yo haya ganado esta
batalla, aunque no la guerra.
Pero no puedo decir que me sienta tan victorioso ahora mismo.
¿Ya te he roto, Olivia?
347
Keaton
Estoy en mi auto, Olivia, mirando por el parabrisas. Tu
monstruo de las babas está sentado a mi lado en el asiento del
copiloto, bien acurrucado en mi abrigo, que nunca más podré
ponerme.
Me he duchado durante las últimas horas y me he puesto ropa
recién lavada. Normalmente, me encanta tener tu olor en mi cuerpo,
348
pero ahora me está matando.
Mi teléfono móvil suena pero no contesto. Sigo viendo tu cara
tal y como estaba brevemente antes de que decidieras escapar. Ese
fue el momento en el que por fin te tuve de la forma que he anhelado
durante tanto tiempo, pero me sentí mal.
Y tú lo querías, Olivia.
Estabas tan preparada, tan llena de placer, y la forma en que
gemías. Nunca me dijiste que parara, en cambio, empujaste tu
trasero hacia mí.
Nunca intentaste detenerme. Nunca dijiste que no. Ni siquiera
intentaste apartarme de ti; no opusiste resistencia alguna.
Te encantó.
¿O hay algo más que te preocupa? ¿Es por Leila? Sólo me la
follé porque tú te follaste a Jeff mientras me sonreías y le clavabas
los tacones en las nalgas. El dolor tiene que ser recompensado con
dolor, mis padres me enseñaron eso, tenían razón. Hasta ahora me
han guiado bien.
Entonces, ¿por qué es tan horrible ahora?
Estoy entrando en los límites de la ciudad y los colores
otoñales anaranjados de los árboles se convierten en el hormigón
gris de los rascacielos. En este momento, siento que me arrancan de
mi mundo de Olivia para estrellarme en la realidad. Tú no eres más
que un sueño lejano, igual que lo que ocurrió en el club.
Aunque todavía oigo tus súplicas, sólo que las palabras que
salen de tu boca son las equivocadas. Tan equivocadas.
«Keaton, por favor, por favor déjame ir.»
Nunca te dejaré ir.
Puede que lo haya hecho alguna vez cuando era sensato, 349
Olivia. Soporté tu ira y respeté tu deseo de distancia, pero volviste a
mí.
No podrás obligarme a hacerlo de nuevo.
Nunca pensé que me alejarías, Olivia. Así que, si es necesario,
te ataré a mí a la fuerza. Nunca estarás con otro hombre. Creía que a
estas alturas ya lo habías entendido.
Esta mañana, antes de visitarte en el sótano, he tenido la
previsión de comprar un amplificador de señal para poder escucharte
y verte por el móvil vaya a donde vaya. Te compruebo mientras voy
en mi auto a L'Obsession.
Estás mirando al techo con los ojos muy abiertos. Parece que te
has resignado por completo, Olivia. Me gustaría que al menos
intentaras liberarte de tus ataduras o hacer algo que me diga que aún
hay vida en ti. Por un momento, pareces una muñeca.
Un escalofrío me recorre la espalda y guardo el teléfono en el
bolsillo. Dejo a Rosie en el auto junto con un hueso masticable para
que pueda babear más en mi abrigo. Amber y su leal cachorro
interno me esperan frente a la puerta. Oh, Dios, tengo que ser
sincero ahora, Olivia, pero teniendo en cuenta cómo me acabas de
rechazar, la forma en que Leila me está mirando me sienta realmente
bien, como si fuera un dios. Tú solías mirarme así. Oh, cómo me
gustaría poder retroceder el tiempo hasta ese momento. Sin
embargo, Amber levanta una ceja y da unos golpecitos con un pie
mientras está de pie con sus delgados brazos cruzados sobre el
pecho. Lleva un traje de negocios blanco, Leila un vestido negro de
lana ajustado y una gabardina abierta, medias negras y botas. Leila
está muy guapa.
—Ya era hora, Keaton, ¿por qué has tardado tanto? —Me
saluda Amber.
La verdad es que es bastante simpática, deberías oír lo que 350
suelo escuchar, Olivia.
Paso junto a las dos sin decir nada. La voz burlona de Amber
me sigue.
—Ooh, veo que alguien está de buen humor hoy.
Dios, Amber tiene que morir pronto, cosa que no lamentaré ni
un poco. Voy directamente a mi estudio y le cierro la puerta en las
narices. Amber no sería Amber si no la abriera directamente.
—¡Suéltalo listilla! —digo mientras me siento detrás de mi
escritorio—. Hazlo rápido, tengo un perro en el auto.
—¿Por qué tienes un perro en el auto? Oh, no importa, no
quiero saberlo.
Se sienta en mi escritorio, frente a mí, y saca su portátil. Leila
está detrás de ella, mirándome fijamente.
—Café negro —le ladro. Ella obedece.
Así es como se hace, Olivia.
Amber se pone nerviosa cuando le digo que el RUSH está
fuera de los límites por el momento, en parte porque tiene que
reprogramar todos los eventos y encontrar otros lugares para ellos,
lo que no es nada fácil. Soy paciente y escucho sus lamentos,
sabiendo que podrá manejarlo. Amber siempre encuentra una
solución. Sólo quiere asegurarse de que entiendo que soy
responsable y que debo llevar la carga, bla, bla, bla.
Leila vuelve con mi café.
¿Sabes lo que encuentro especial en ella, Olivia? No es una
mujer barata. Sus vestidos no resaltan ni revelan demasiado sus tetas
o sus piernas. Es una belleza clásica con gusto. Su brazo me roza
despreocupadamente mientras coloca el café frente a mí y se inclina
lo suficiente para que pueda oler su aroma.
Le doy las gracias porque me apetece ser amable. 351
Amber le lanza una mirada de advertencia y sisea:
—Vale, Leila, eso es todo, ¡gracias! —Sin embargo, suena más
bien como: Bien Leila, ¡ahora vete a saltar de un puente! ¡Ya
puedes irte!
—¡Habla, Amber! —exijo y veo a Leila dándome otra sonrisita
antes de cerrar la puerta.
353
Keaton
Todavía no puedo creer que hayas intentado huir, Olivia, así
que ahora siento la necesidad de asegurarme de que sigues aquí.
Puedo ocuparme de tu estado mental más tarde, ahora mismo, es
importante para mí ver tu presencia física. Así que echo un vistazo a
través de mi teléfono y me alegro de ver que sigues ahí, pero no
siento alivio. Te has dormido con las manos en una posición extraña, 354
lo que es bastante incómodo para ti. Como la última vez.
Ahora me voy a mi trabajo principal, después de todo, tengo
un caso que investigar. Es irónico, pero tiene que ver con un
laboratorio de metanfetamina que está en el barrio en el que solías
vivir pero que nunca más lo harás.
Eres como Roma, todos los caminos llevan a ti. Intento
concentrarme en mi trabajo, pero hoy nada fluye como suele
hacerlo. Una y otra vez, miro el móvil, mientras tanto, Rosie ronca
cómodamente en el sofá de mi despacho —en el que ya te tenía a ti,
Olivia. Estoy tan condenadamente cansado que voy a la pequeña
cocina a rellenar mi taza de café. Como de costumbre, todo el
mundo está holgazaneando aquí en lugar de hacer algo productivo.
—¿No tienes ningún trabajo que hacer? —pregunto con
dureza—. ¿O estamos aquí para beber café?
—Uy, lo siento hermano, beber café es mucho mejor
—responde Kyle.
—No soy tu hermano, soy tu supervisor —digo mientras sirvo
el café.
—¡El sábado pasado, eras mi hermano, hermano!
Kyle me da un puñetazo en el hombro. Tengo ganas de darle
un puñetazo en la cara.
Ahora Jeff entra en la cocina.
Joder, Olivia.
Lo único que puedo hacer es mirar su puta boca que estaba en
tu piel, esos labios finos y grasientos.
—No me recuerdes el sábado... —gime—. Tuve la mayor
pelea de la historia con Samantha, todavía se niega a qué volvamos.
355
—Simplemente tienes que poner un poco de esfuerzo para
recuperarla, hermano. Te has tirado a otra mujer, ¡eso no se perdona!
—Kyle, Señor Suicida, se entromete de nuevo.
—Bueno, ha valido la pena, el coño de esa zorrita era increíble
—presume Jeff cuando voy a salir y me quedo helado en el sitio—.
Me susurró las cosas más sucias al oído. Quiero decir, hermano, hoy
en día, trata de encontrar una zorra que se dedique a hablar sucio, en
lo que ella era una absoluta maestra.
—¿Qué dijo? —pregunta Kyle, sonando intrigado y asqueado
al mismo tiempo.
Agarro mi taza de café con tanta fuerza que temo que el asa se
rompa en cualquier momento.
—Dijo algo así como, oye, nene, tu polla se siente tan bien
dentro de mí. Luego me dijo que la follara más fuerte. Incluso quería
que la cogiera por detrás, pero era tan sexy que no pude
contenerme...
Le corto cerrándole la boca.
Demasiado tarde, me doy cuenta de que lo hago con el puño y,
en el proceso, le rompo la nariz, que empieza a brotar sangre,
arruinando su camisa blanca. Mi taza de café queda esparcida en
pedazos por el suelo.
—¿Por qué has hecho eso? —grita Kyle.
—¡No te metas! —gimo con una voz que me resulta
desconocida incluso a mí.
Le doy a Jeff otros dos golpes que casi lo mandan al suelo,
cuando varios brazos se cierran en torno a mí y a mis brazos, tirando
de mí hacia atrás. Me libero y estoy a punto de golpearle de nuevo
cuando Kyle se pone delante de mí y me empuja con tanta fuerza
que tropiezo hacia atrás con la mesa que tengo detrás. Todo el 356
mundo grita confundido, sin que yo registre nada, ni sienta dolor.
Cómo se atreve ese hijo de puta a insultarte, Olivia, no me
importa que sea el hijo de un senador. ¡El único que puede
insultarte soy yo!
Estoy a punto de volver a abalanzarme sobre él cuando dos
compañeros sacan de la cocina al tambaleante Jeff, que jura y escupe
sangre, y me encuentro con el puño de Kyle abruptamente en la cara.
—¡Ahora cálmate de una puta vez! —me grita mientras veo
brevemente negro y sacudo la cabeza.
Sólo hay dos personas que se atreven a hablarme como Kyle
actualmente. Eso cambiará a sólo una a partir de ahora. No puedo
permitir que nadie se salga con la suya al golpearme. Normalmente,
todos me abren paso.
—Vale, lo siento, sabes que no soy el enemigo, ¡sólo tenía que
detenerte o lo habrías matado! —balbucea Kyle mientras voy por él.
Retrocede con las manos levantadas hasta llegar a la puerta donde
los demás se quedan boquiabiertos. Me toco el labio.
—¿No tienen nada mejor que hacer? Vuelvan al trabajo, no les
voy a pagar por quedarse embobados.
Todos se dispersan inmediatamente, incluso Kyle intenta
volver al trabajo, pero lo agarro del brazo.
—¡Tú no!
362
No tengo ni idea de cómo lo estoy consiguiendo, Olivia,
normalmente, no puedo pasar ni un minuto sin mirarte. Me estás
volviendo loco y —en circunstancias normales— me tienes al cien
por ciento envuelto en tu pequeño dedo.
Es el sexto día y todavía no he puesto un pie en el sótano. Te
veo leyendo mi diario, por segunda vez. Sostienes el lápiz que le he
pegado y añades comentarios. Está bien, Olivia, quería que lo
hicieras. Tengo curiosidad por ver tus comentarios sobre lo que he
escrito sobre ti o lo que te parece lo suficientemente importante
como para subrayarlo.
Hoy he llevado a Rosie a mi ático. Adivina quién me esperaba
ahí como un acosador, Olivia, tu amiga Penny. Y estaba
confrontada, realmente necesita terapia. Pero eso es culpa tuya,
Olivia, haces que la gente se obsesione contigo. Es tu encanto.
Ha llamado a Riley, Olivia, y ha preguntado por tu paradero.
Por no mencionar que Alec no podía mentir sobre lo que pasó con
Rosie.
Entonces, Riley le dijo que le habías dicho que estabas
conmigo, Olivia.
¿No podrías haber mentido? Normalmente, no tienes problema
en mentir hasta el cansancio.
Me ha costado mucho conseguir que esa furiosa mujer se
bajara de mi auto y dejara de molestarme. Le he dicho que te vas a
quedar conmigo durante unas semanas para que los dos podamos
resolver las cosas en privado, simplemente se nos olvidó
informarle...
¡Oh, Dios! Esas cosas pasan entre amantes, ¿no?
De todos modos, cariño, Penny está enfadada contigo por no
informarle y preocuparla durante tantos días. Deberías llamarla. Esta 363
tarde. No queremos que ningún invitado se presenté en nuestro nido
de amor. Deberías pensar en algo bueno para decirle, cariño. Quiero
decir, en serio, no queremos que el FBI meta las narices, ¿verdad?
Ya estoy suspendido y Jeff me denunció por agresión. No querrías
aumentar mi carga, ¿verdad? Además, Amber está enfadada
conmigo por tirarme a Leila y mantenerte encerrada en el sótano.
Me dio un ultimátum, Olivia, odio los ultimátums. Me dio dos
semanas, luego tengo que liberarte o hará algo. Le dije que estabas
aquí por voluntad propia, pero no me creyó, por alguna razón.
Considerando ciertas cosas, Amber puede ser persuasiva. Luego está
Leila, que se pega como un pegamento a mi culo y, sí, está buena,
Olivia, pero no es tú. En general, esto es un barco que se hunde.
Nada va según el plan. Quiero decir que no hay un plan real, es
como si estuviera improvisando y eso realmente no lo soporto.
Por suerte, nena, te tengo a ti, parece que has decidido volver a
unirte a los vivos. Inclino la cabeza con expectación cuando te veo
acercarte a una silla frente a la cámara. A diferencia de los días
anteriores, hoy tienes un aspecto sorprendentemente bueno, Olivia.
Te has lavado el cabello, te has vestido con unos bonitos pantalones
negros y un grueso jersey rojo de cuello alto. Me encanta ver cómo
te crece el cabello de nuevo, aunque es lento y no lo suficientemente
largo. Lo llevas atado en una pequeña trenza y algunos mechones se
han soltado y caen sobre tus pálidas mejillas. Te echo de menos.
Te limitas a estar ahí, mirando fijamente a la cámara,
directamente a mis ojos.
¿Intentas decirme algo? Bueno, soy todo oídos.
—Keaton —dices suavemente, sin malicia ni odio en tu voz.
Casi pronuncias mi nombre como solías hacerlo, y mi corazón se
salta unos cuantos latidos.
¿Me estás jodiendo, Olivia? ¿Para qué te deje salir? ¿Cómo
harían las valientes heroínas de tus novelas?
Inclino la cabeza y entrecierro los ojos. No eres estúpida, nena, 364
sabes cómo agarrarme las pelotas.
—Sí.
Tienes las manos entrelazadas en tu regazo. La luz del techo
hace brillar tu cabello dorado. Todavía estás demasiado delgada,
pero estoy seguro de que la comida hipercalórica que te he
comprado acabará con eso. Tengo curiosidad por saber qué tienes
que decir y si serás sincera. Después de todo, puedo saber cuándo
mientes, no lo olvides. Si mientes, no me das otra opción que
castigarte de nuevo.
—Todo es bastante enfermizo, Keaton —empiezas con
calma—. Ni siquiera yo puedo entenderlo, en realidad, ya no le
encuentro sentido a nada. La relación que tenemos dejaría
boquiabierto a cualquier persona normal.
Suenas sincera, me alegro, Olivia. Te escucho atentamente,
como siempre.
—Pero ya no me importa lo que los demás puedan pensar de
nosotros.
Respiras profundamente y yo hago lo mismo. Me alegra
escuchar estas palabras, aunque el instinto me previene y me
abruma. Demasiadas dudas por lo que ha pasado.
¿Puedo confiar en ti, Olivia? Quiero creerte. Desde luego,
hago un esfuerzo.
—Desde el principio, nuestra relación fue más intensa que
cualquier otra, así que me sentí un poco abrumada. Eres una fuerza
de la naturaleza y yo no soy fácil. Me imaginé que acabaríamos
chocando.
Tienes razón, Olivia, soy una fuerza de la naturaleza, pero
ahora mismo también soy imprevisible. Y eso no es bueno para
nadie, especialmente para ti.
—En mi primera entrevista de trabajo, mi cuerpo reaccionó 365
como un loco ante ti y no podía entenderlo. Ahora he leído que a ti
te pasó algo parecido cuando me viste por primera vez en el
supermercado. No tenías lugar en mi vida, así que simplemente
irrumpiste y te apoderaste de tantas cosas de mi vida que no me
quedó mucho. Me espiabas, Keaton, sin respetar mi privacidad.
»Me siento tan vulnerable cuando estoy contigo porque lo has
visto y oído todo. Aquí estoy, tratando de recordar todo lo que dije e
hice durante el tiempo que no sabía que estabas mirando. Por otra
parte, contigo a mi lado, me siento segura y como una mujer de
verdad. No me he sentido así en mucho tiempo, como sabes. Para
mí, era como si fuéramos una verdadera familia; es decir, te presenté
a mis padres, pero entonces probablemente ya lo sabías todo de
ellos.
Tu monólogo parece no tener final, Olivia, pero eso es bueno,
deja que todo salga.
—Había estado anhelando todo lo que me diste. Conocías mis
necesidades porque me acosabas, Keaton. Te diré algo: quería
perdonarte, pero no me lo pones fácil. Cuando rompimos, me di
cuenta de lo mucho que te necesitaba y necesitarte me asustaba. Sin
ti a mi lado, era como vivir en una oscuridad constante. Me
tropezaba constantemente con cosas y me ponía en todo tipo de
situaciones de mierda. No estar contigo me volvía loca. Así que
seguía haciéndome daño y castigándome. Ahora lo entiendo desde
que estoy aquí abajo. Antes de ti, siempre me valía por mí misma.
Creía que me iba bien. Pero no fue hasta que llegaste tú que estuve
bien.
»En realidad, la oscuridad siempre estuvo ahí, con o sin ti. A
veces sólo necesitas a otra persona. Está bien, Keaton, puedo
perdonar tu acoso. Estás tan loco como yo. Pero, la semana pasada,
cuando quise irme y me lo impediste, fue la primera vez que te tuve
verdadero miedo. Y cuando te follaste a esa zorra para que la viera
sólo para devolvérmela, bueno, te perdí todo el respeto. Así no es 366
como funciona, Keaton. No puedes pagar con la misma moneda. Ese
comportamiento sólo añade más caos.
»¿Quién sabe? Todo lo que sé es que no puedo sentarme aquí y
seguir pensando en ti. Tampoco puedo irme y olvidarme de ti.
Entonces, dime qué debo hacer. Dime qué debemos hacer. ¿Sigue
habiendo un nosotros? Considerando la forma en que me has tratado
estas últimas semanas, no estoy muy segura. Puede que me quieras
mucho, como sé ahora, es sólo que me has mostrado muy poco.
Teniendo en cuenta que estás herido, al igual que tu orgullo,
¿podrías incluso perdonarme, siempre que yo te perdone? Y si
vuelvo a actuar en contra de tu voluntad o a herirte de alguna
manera, ¿me harás el mismo daño?
Te detienes bruscamente aunque parece que había más cosas
que querías decir. Pero no te molestaré. Me resulta difícil manejar
todo esto, Olivia. Tú y tus preguntas me están jodiendo. Sobre todo
escuchar que ahora me tienes miedo. Al igual que tú, tampoco estoy
seguro de cómo manejarlo. Esa es la verdad. El gran Keaton J. Rush
no está por encima de todo. En el fondo, sólo soy un niño pequeño
parado frente a un edificio en llamas, incapaz de moverse. Es
demasiado tarde para cambiar algo, al menos, así lo siento, así que
como en los últimos 20 años, actuaré impulsivamente.
Salgo corriendo.
367
Keaton
Me dirijo directamente a mi apartamento. Un hombre normal
probablemente ya estaría borracho en algún bar o donde sea, aunque
un hombre normal no encerraría a su novia en el sótano para
asustarla.
Maldición.
368
Han pasado tantas cosas, Olivia, que no tengo ni idea de si
saldremos de esta. La he cagado y he perdido el control de todo. Me
estoy volviendo loco. No recuerdo cuándo te volviste tan importante
para mí ni cuándo empezó esta locura. Entonces, ¿por qué no lo
terminamos?
No puedo pensar con claridad, Olivia. Es como si tuviera un
gran tablero delante de mi cabeza que no puedo ver. No tengo
ningún plan B, ni organización, ni idea. Me has destrozado con tus
palabras como nunca nadie. Me has perdido el respeto, bueno, la
verdad es que yo también me he perdido un poco el respeto a mí
mismo. He ido en contra de cualquier principio que tuviera y he
descuidado todo lo que aprecio hasta que finalmente llegamos a este
punto exacto, cariño.
Todo está roto.
Como si no estuviera ya bastante jodido por hoy, tengo otra
sorpresa femenina esperándome delante de mi edificio. ¿Qué
demonios está haciendo ella aquí? Sinceramente, no estoy de humor
para esta mierda.
Leila está apoyada en la puerta de la entrada con un abrigo y
tacones altos. Tiene los labios pintados de un rojo intenso, como los
que tú solías llevar en el escenario, Olivia. Su cabello negro y liso
cae en cascada sobre sus hombros.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto mientras saco la llave del
bolsillo de mi pantalón.
Se apoya de lado en la pared de la casa, sonríe y se encoge de
hombros.
—Quería dejarte algo, me envió Amber.
Saca un montón de documentos de su gran bolso negro y me
los entrega. Los tomo con demasiada brusquedad. Ahora mismo no
soporto la mierda de los buenos modales.
369
Maldita sea, Amber, ¿cómo sabía que vendría a casa esta
noche?
Prácticamente estoy viviendo en RUSH.
Bueno, da igual.
—Gracias —digo y abro la puerta.
El portero me saluda. Murmuro algo en respuesta que ni
siquiera yo entiendo. No soy yo mismo, tengo demasiadas cosas en
la cabeza.
Oigo el ruido de los tacones detrás de mí. Cuando llego al
ascensor, me doy la vuelta.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le pregunto a Leila, mi
paciencia se está agotando.
Ella no se limita a seguirme y entra en el ascensor, sonriendo
seductoramente. La gente normal puede parecer una mierda con la
luz del ascensor, Olivia, pero ella no. Su piel es aterradoramente
perfecta. Me gusta que a veces tengas un grano o unas ojeras de no
haber dormido lo suficiente porque no te he dejado. Me gusta que
odies los ascensores, así como los vestuarios, únicamente porque
sabes que la iluminación lo revela todo.
De todos modos, es obvio que Leila no tiene esos recelos,
porque está inmaculada.
—¿Vienes? —pregunta, ladeando la cabeza.
—¿Adónde? —respondo negando con la cabeza.
Me arranca la llave de la mano y la mete en el ascensor para
acceder a mi planta.
—A tu casa —exhala con su voz sexual. Luego abre el abrigo.
Como habrás adivinado, Olivia, está desnuda. Es demasiado
predecible, ¿no? 370
Podría darme la vuelta e irme, Olivia. Volver a ti y a todos los
problemas que existen entre nosotros; afrontar tu decepción
conmigo, y ser testigo de todo el dolor que te infligí. Volver a ese
montón de ruinas.
Sin embargo, soy débil, especialmente en este momento.
Así que me uno a ella en el ascensor.
Recuerdo cuando tuvimos sexo en un ascensor, Olivia, en
Toronto. Nada se comparará a hacer contigo algo que no debería
hacer. Simplemente porque no eres tú. Pero eso no es malo,
simplemente tengo que soportarlo.
Las puertas se cierran detrás de mí, Olivia, no la he echado a la
calle. Me quedo mirándola mientras el ascensor empieza a moverse,
con la típica música clásica de fondo, que se supone que es relajante
pero que está completamente fuera de lugar.
A Leila no le importa que la dura luz ilumine su cuerpo
desnudo. Sostiene su abrigo negro abierto para que la vea bien. Sus
largas y bronceadas piernas son suaves y sedosas. Su triángulo es
perfecto, aunque su vientre plano y sin rollos no ofrece curvas ni
caderas a las que agarrarse. No tiene estrías ni celulitis. Sus pechos
son perfectamente redondos, los pezones duros. Su cabeza está
ligeramente inclinada y sus suaves y bien formados labios
parcialmente abiertos. Me mira, Olivia, con esa mirada de fóllame,
que se le da muy bien. Tiene las pestañas largas y los párpados un
poco bajos. Está ahí de pie para que yo la mire embobado.
Dejo caer los documentos, me acerco con las manos apoyadas
a ambos lados en el espejo que hay detrás de ella y la miro fijamente
a los ojos. Ella responde a mi mirada con valentía, no parece
insegura ni avergonzada. Nada de eso. Simplemente parece
triunfante. Sé lo jodido que debo parecer. También sé que mis ojos
no transmiten más que el desprecio por ella y sus maneras fáciles. Sé
que todo mi comportamiento refleja el día que he tenido y también 371
sé que a las mujeres les encanta. Quién sabe por qué.
Bajo la cabeza hacia ella, directamente hacia los labios, y
siento su aliento en mi mejilla. Su respiración es tranquila,
obviamente, no está nerviosa. Debe estar acostumbrada a conseguir
lo que quiere.
Rozo su boca brevemente mientras el ascensor se detiene con
una suave sacudida en mi piso. Es como un pistoletazo de salida,
porque de repente me agarra del cuello del abrigo y utiliza su cuerpo
para empujarme hasta mi piso. La hago girar tan rápido que no sabe
qué la golpeó, Olivia, después de todo, no me gusta no tener el
control. Tú eres la única que puede hacerme eso.
Me quita el abrigo de los hombros y, al mismo tiempo, se
desprende del suyo. Rodeo su pequeño y frágil cuerpo con mis
brazos. No pesa nada, apenas la siento. Como si fuéramos un equipo
bien ensayado, rodea mis caderas con sus piernas y siento su centro
caliente en mis vaqueros. Maldita sea, estoy enfadado. Conmigo
mismo. Contigo. Con nosotros. Por toda la mierda que nos hemos
hecho.
Maldición, estoy tan duro que es doloroso.
Ella es una gran besadora, impecable como su piel. La forma
en que entra en mi boca con su lengua me dice que sabe
exactamente lo que está haciendo. La empujo contra el cristal de mi
ventana —que ofrece una vista de Chicago iluminada— imaginando
que tú estás aquí, no ella.
Sigo presionándola contra el cristal con la parte superior del
cuerpo y un brazo mientras mi mano libre abre y baja la cremallera
de mis pantalones.
Ahora su respiración se vuelve errática. Puede que le haya
costado un poco, pero ahora está muy excitada. Bastante. Pero
entonces sabe cómo se siente mi polla.
Sus pequeñas manos llegan a mi cabello y lo agarran con 372
fuerza. Está en el mismo lugar que tú, Olivia. Fue increíble contigo.
Oh, cómo me gustaría volver a ese momento, pero obviamente, eso
es imposible. Así que, por eso estamos aquí. Por eso es que todo
pasó. Simplemente porque no se puede deshacer lo que ya pasó.
—¡Fóllame ya! —gime. La siento directamente sobre mi polla.
En realidad, un movimiento sería suficiente, pero no puedo, Olivia.
Joder.
Me has bloqueado la polla. Y mi corazón. Toda mi vida.
—Keaton —me insta.
De repente, no siento más que asco por ella. Es demasiado
perfecta, aunque principalmente, porque no eres tú, maldita sea,
Olivia, todo lo que quiero es a ti. Ya no me importa que me hayas
perdido el respeto y me tengas miedo, seré tuyo mientras me
quieras.
—¿Keaton?
Doy un paso atrás tan bruscamente, que ella apenas se da
cuenta.
Intento recomponerme, al igual que ella.
—¿Qué demonios? —pregunta, molesta, mientras yo vuelvo a
subirme la cremallera rápidamente. Odio a las mujeres molestas,
Olivia.
—Vete de aquí —gruño, esperando que eso la asuste. Pero no
se mueve ni se cubre. Me aburre la forma en que me mira fijamente
con sus ojos de Bambi.
—¿Perdón? —pregunta confundida. Los rechazos parecen ser
una experiencia nueva para ella, Olivia. Tú conoces la sensación,
has tenido algunos contratiempos, ella, aparentemente, no. Vive en
su pequeño mundo perfecto y le encanta meterse en la cabeza de los
hombres sólo por aburrimiento. Es como yo, aunque en mujer y 373
mucho más joven.
—Si quieres jugar con chicos grandes, todavía tienes mucho
que aprender, nena. Ahora sal de mi apartamento.
Sigue mirándome fijamente durante mucho tiempo. Un hombre
normal podría haberse sentido inseguro, pero yo no, Olivia. Yo he
inventado esa mirada.
Finalmente, se da cuenta de que está fuera de sí y resopla antes
de ponerse el abrigo y retirarse al ascensor. No dice nada. Por mí,
quizá ya lo sepas, Olivia, pero las personas que permanecen en
silencio son las más peligrosas.
Keaton
Debo estar cerca de ti, Olivia. Fue estúpido de mi parte irme
para empezar. Ahora que por fin te has abierto a mí, me he
adelantado y he salido corriendo. Eso demuestra que estás jugando
con mi mente. Pero tuve mi llamada de atención cuando casi me
cogí a Leila en el mismo lugar que te tuve a ti tantas veces. Fue
como un puñetazo en la cara que me sacudió hasta la médula. Debo 374
estar cerca de ti, ¿ya lo mencioné?
No tengo ni idea de lo que va a pasar. Tal vez me derrumbe
frente a otro humano. Sería la primera vez para mí. Ahora mismo, te
anhelo como nunca antes.
He huido de ti, no quería oírte hablar de tus sentimientos y de
todas esas cosas que son realmente ciertas. Y mientras huía, corrí
directamente a los brazos de otra y casi sucumbí a ella. Mi cuerpo y
mis labios aún pueden sentirla. Se siente tan mal porque todo lo que
quiero es a ti, sin importar lo enfermos que estemos y que podamos
causar la perdición del otro. Valdrá la pena, cada maldito segundo.
Voy a toda velocidad por el bosque, perfectamente consciente
de que estoy exigiéndole mucho a mis neumáticos. Pero así son las
cosas últimamente. Los faros iluminan el camino e intento
mantenerme concentrado porque en este momento no soy yo mismo
y podría fácilmente poner el auto en la cuneta. Normalmente, mis
sentidos están siempre en alerta. Siempre estoy atento a lo que
ocurre a mi alrededor, ya sea conduciendo, trabajando o incluso
recibiendo una mamada tuya, Olivia, y tus mamadas son realmente
legendarias. Nunca me distraigo, sin embargo, en este momento, me
siento como si estuviera drogado y tropezando mal.
Entro en el aparcamiento y mi corazón casi se detiene cuando
veo un auto de policía delante de RUSH. El FBI me ha suspendido y,
dependiendo de lo que ocurra después, puede que esté acabado.
Maldición.
Maldición.
Maldición.
Me pregunto qué más me espera mientras reduzco la
velocidad. Mi cerebro es un desastre, apenas puedo pensar con
claridad. Si te me han quitado, entonces ya me importa un carajo. Lo
más probable es que acabe en la cárcel, cosa que no me importa.
Esta ciudad arderá. Nadie te quita de mi, Olivia. Aquí me abriste tu 375
corazón sólo para que huyera sin darte una respuesta. Así es como
me recordarás. Seguramente te alegras de que la policía haya
aparecido y te haya liberado. Tal vez ya estés en la comisaría,
envuelta en una manta mientras te interrogan, pensando con horror
en mí y en tu pesadilla.
Mierda.
Esos dos policías de más debieron llegar para detenerme y
leerme mis derechos. Estoy deseando clavarles los puentes de sus
narices en el cerebro por haberte alejado de mí. Claro que también
podría darme la vuelta y salir corriendo, pero ese no es mi estilo.
Suelo enfrentarme a lo que haya que enfrentar, así que esta vez no
será diferente, sobre todo porque prefiero quedarme cerca de ti, en
lugar de huir sin saber qué te ha pasado.
Me detengo junto al auto de policía y me bajo. A cada paso
que doy, mi respiración se acelera y mis piernas se vuelven
plomizas, reacias a moverse. No tengo ni idea de lo que me espera
dentro del club. Como ya he dicho, odio las sorpresas.
Me tiembla la mano cuando introduzco la llave y abro la
puerta. Rosie me carga alegremente mientras entro y lanza una
mirada estresada a la puerta del sótano, que ahora está abierta.
Maldita sea.
Oigo tu risa procedente del salón. Suena forzada y nerviosa,
me pregunto a qué viene esto. Es evidente que sigues aquí y me
invade tal alivio que podría caer de rodillas, Olivia.
—¡Ahí está, por fin! —exclamas mientras te acercas a mí,
radiante.
Estoy completamente desconcertado, Olivia, actúas como si yo
hubiera salido a hacer un mandado y fuera el centro de tu vida.
—Ven, les dije que volvería en cualquier momento —les dices 376
a los dos policías con sobrepeso que están sentados en los sofás
frente al escenario tomando té.
Olivia, ¿qué has hecho?
Te acurrucas junto a mí y, como en un trance, te paso un brazo
por la cintura y aprieto firmemente mis dedos en tu carne. Joder,
Olivia, te estoy abrazando de nuevo y huelo a otra mujer. Esperaba
poder explicarlo mientras estuviéramos a solas.
Naturalmente, no se te escapa y me dedicas una breve
expresión cómplice y bastante asesina. Oye, esto casi se parece a los
antiguos nosotros, cariño. Tu mirada incluso hizo que mis pelotas se
retrajeran por un momento. Sólo tú consigues hacer eso.
—Muy bien, nos vamos entonces ahora que tu prometido ha
vuelto —dice incómodo uno de los policías mientras mira la cruz de
San Andrés que tiene a su lado—. Tienes un bonito lugar aquí
—murmura y se da un golpecito en la gorra. El policía da un codazo
a su compañero y le susurra algo. Entonces nos miran con los ojos
muy abiertos. Olivia, esta gente es tan primitiva.
—Ya sabe cómo es, señor Rush. Tuvimos que investigar
considerando que la señorita Leonardson denunció la desaparición
de la señorita Pierson.
Realmente necesitas hablar con Penny, Olivia.
Me hago el comprensivo.
—Por supuesto y ahora pueden irse, caballeros.
Oh, Olivia, sé lo mucho que me deseas en este momento. Te
encanta verme ejercer mi posición de poder. Los policías están
saliendo a toda prisa de aquí. Mientras nos miran brevemente, les
regalamos sonrisas que podrían servir para algún anuncio de
odontología, lo que hace que los policías muevan la cabeza.
En cuanto se cierra la puerta, te alejas de mí. Te retengo 377
agarrándote del brazo.
—¿Qué estaban haciendo aquí? —pregunto bruscamente.
Olivia, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado, no puedo
evitar pensar que has tenido algo que ver.
De nuevo, luchas por liberarte, esta vez te dejo... por ahora.
—Ni idea, recibieron una denuncia anónima diciendo que
tenías a una mujer encerrada en el sótano. Naturalmente, les dije que
nos dedicábamos a los juegos sexuales y que estaba encerrada con
mi consentimiento. Sus expresiones fueron impagables una vez que
me sacaron de ahí.
Olivia, te quiero. Nunca me traicionarías, sin importar lo que
hiciera.
No puedo decirte lo aliviado que me hace eso.
—¿Y tú, Keaton? ¿Qué has estado haciendo? —preguntas
sarcásticamente mientras me miras con una ceja levantada y los
brazos cruzados delante del pecho.
Bueno, me emboscó en el ascensor una mujer desnuda, así que
casi me la follo contra el cristal donde te he tenido al menos diez
veces, no lo voy a decir, no es que sea un suicida.
No se me escapa que estamos en el piso de arriba, Olivia, con
las puertas sin cerrar y tú de pie a una buena distancia de mí en el
pasillo. Pero en serio, tuviste la oportunidad de irte y no la
aprovechaste.
Esa es toda la confirmación que necesito. Te tomo la cara con
las dos manos y te atraigo hacia mí.
Por fin.
378
390
Keaton
Se siente como una pesadilla aquí abajo en el sótano. Te
llevaré arriba ahora, Olivia. No podemos seguir así. Además, ya has
aprendido la lección. Me levanto y te contemplo durante unos
segundos, o son minutos. Me encanta verte dormir, siempre pareces
tan inocente. Te cepillo suavemente un mechón detrás de la oreja
antes de subir para dejar salir a Rosie. La observo saltar por el 391
bosque como un cerdito persiguiendo insectos mientras hago café y
preparo la masa para las tortitas. Te lo mereces, Olivia. Estuve a
punto de engañarte, pensando que te perdía, y luego la visita de ayer
de la policía, reconozco que me despertó. Ahora mis ojos están bien
abiertos, Olivia, y todos mis sentidos están en alerta máxima.
En este momento, estoy tratando de ser un maldito hombre de
casa, Olivia. Estoy aquí, en la pequeña cocina, con el pecho
desnudo, llevando sólo unos vaqueros, removiendo la masa de las
tortitas, cuando siento tus cálidos pechos presionando contra mi
espalda. Nena, ya andas desnuda de nuevo, y eso que ayer mismo
llevabas ropa en la cama, putita.
Mojas el dedo en la masa y me doy la vuelta para mirarte. Mi
polla ya se está poniendo dura, sobre todo al ver tu sonrisita
provocativa mientras coloco tu trasero en la encimera junto a la
masa. Dios mío, Olivia, estás desnuda. Y pareces preparada. Te
deseo. A la mierda con las tortitas. Sin embargo, cuando me muevo
hacia ti como en trance con la espátula en la mano, cruzas las
piernas, zorrita. Te lames la masa del dedo, te apoyas en los codos y
acaricias tus dedos desnudos y pintados de rojo sobre mi polla. Te
doy una palmada en el muslo con la espátula para que bajes el pie,
cautivado por tu pequeño jadeo indignado.
—¡Keaton, no deberías hacerme daño!
Me río burlona y oscuramente.
—¡Eso ya no es una opción, Olivia! —digo, usando la espátula
para abrir tus piernas y empujarme entre ellas.
—¡Aún no he tomado mi café!
Suspiras, te estiras deliciosamente con la cabeza hacia atrás y
sacas tus turgentes pezones hacia mí. Siento que estoy a punto de
reventar, Olivia, y aún no me has tocado. Al menos, no con una
mano.
392
—Puedes tomar tu café después —murmuro directamente en tu
boca y me apartas con una mano contra mi pecho.
—Primero, tomaré mi café. Una chica tiene que tener sus
prioridades, Keaton.
Me apartas con un pie —odio que me apartes—, agarras mi
taza de café y sales de la cocina. Desnuda. Instintivamente, te doy
una bofetada en el culo de manzana con la espátula y te dejo una
marca. Gritas, se derrama algo de café y sales corriendo como si te
persiguiera el diablo. Sonrío, Olivia, y sigo haciendo tortitas.
Entonces algo me llama la atención.
Estás afuera, desnuda, y no huyes.
Estás ahí de pie, completamente desnuda.
¿Te he hablado alguna vez de todos los seres locos de este
mundo, Olivia?
Enfadado, salgo al pasillo, tomo mi chaqueta de cuero y te
sigo. Sin querer, te paso la chaqueta por los hombros con demasiada
brusquedad.
—¡Sube la cremallera! —rujo. Pones los ojos en blanco y
subes la cremallera parcialmente—. ¡Hasta el final!
Te estremeces ligeramente, pero sonríes antes de subir la
cremallera hasta el cuello. Eres una perrita traviesa, Olivia, pero tu
perra interior es mía. Y me alegro. Ahora, más que antes, porque
sabes que me tienes por las pelotas desde que has leído mi diario.
403
Olivia
Cuatro meses después…
Es tan caliente.
Ahora, miro fijamente el único diamante que brilla a la luz del
sol de la mañana, es multifacético, frío y hermoso como Keaton
Rush, mientras balanceo las piernas sobre el borde de la cama y
finalmente me levanto. Todavía somnolienta, voy dando tumbos con
mi pijama de seda blanca hasta el baño y luego a la cocina. Me he
lavado la cara, pero no me ha reanimado. Tuve demasiado sexo y
falta de sueño. En realidad rechacé el sexo, sin importar que cada
vez sea épico. Mi vagina está adolorida y al resto de mi cuerpo
también le vendría bien un tierno cuidado. Keaton, en cambio, está
tan fresco y en forma como siempre cuando entro en la cocina.
Lleva un pantalón de pijama gris oscuro a cuadros que le llega
hasta las caderas. Tiene el torso desnudo. Mi boca ya está salivando
y mi vagina ha puesto una señal de prohibido el paso. Riley está de
pie en una silla junto a Keaton para poder llegar a la encimera,
donde está ocupado echando masa en la gofrera. Lleva pantalones
cortos de pijama y su prótesis es visible. Ahora puede caminar con
ella como un profesional. Me alegro mucho por él de que ahora
pueda llevar una vida casi normal. Keaton John Rush es realmente
lo mejor que nos ha pasado.
Así que, no importa si es un poco psicópata. 406
Tampoco importa de lo que es capaz. También le dio una
lección a la asistente de Amber, Leila, por enfrentarse a él. Al final,
fue ella quien se encargó de que la policía viniera por él
simplemente porque la rechazó.
Al final, todo parece estar predestinado. Incluso Penny forma
parte del destino. Ella, Alec y su bulldog de seis meses, Hércules,
viven en el apartamento justo debajo del nuestro. Es cierto que
Keaton y ella aún no se llevan bien, pero al menos no se han matado
el uno al otro.
Debe sentir mis ojos sobre él porque gira la cabeza para
mirarme. Cuando establecemos contacto visual, siento un escalofrío
que me recorre la espalda y esa familiar sensación de hormigueo.
—¡Mamá, estamos haciendo gofres! —grita Riley con gran
alegría y cualquier deseo sexual que acabe de experimentar se borra
al instante de mi sistema.
—¡Qué rico, no puedo esperar! —digo con poco entusiasmo y
me acerco a la cafetera. Mi mente sigue ocupada con otros manjares,
concretamente los que proporciona Keaton. La mirada de Keaton me
sigue. Pero es que siempre me mira a mí. Ahora no sólo estoy
acostumbrada, sino que lo disfruto.
En cuanto Riley vuelve a dedicar su atención a los gofres,
ajeno a todo lo demás, Keaton me pellizca el culo con tanta fuerza
que apenas puedo evitar gritar. Ya me dolía el culo, y Keaton lo
sabía, a juzgar por su sonrisa traviesa. Así que, para reconfortarme
un poco, se acerca por detrás y me pone la mano en el estómago, que
ahora sobresale ligeramente, mientras me sirve una taza de café
descafeinado, ya que es el único que compra. Además, ya no me
permite comer salami, atún y miel porque es un poco
sobreprotector...
No puedo evitar apoyarme en él e imaginar cómo será cuando
nuestra pequeña familia se convierta en cuatro. 407
Ah, sí.
Somos una familia “algodón de azúcar” durante el día. Por la
noche, soy su puta.
Puede que no sepa lo que nos depara el futuro, pero teniendo
en cuenta nuestros genes altamente explosivos, estoy deseando
averiguarlo y lucharé por mi perfecta familia algodón de azúcar con
todo lo que tengo.
Pase lo que pase.
Keaton
Si me ves como soy, Olivia, sabes que estoy aquí.
Siempre estoy aquí, sin importar lo que hagas. Siempre será
así.
Independientemente de que Amber y tú se encarguen de
asuntos de negocios durante el día, juegues con Riley por las tardes,
o estés encerrada en mi habitación por la noche. Ya sea que estés 408
acunando a Mason para que se duerma o haciéndome un estriptis
sexy.
Te devuelvo al camino correcto cada vez que pierdes el control
de ti misma y viceversa. Te enseño lo que significa la moderación.
La lujuria y el auto-abandono.
Y tú me enseñas lo que es el amor. El calor, la seguridad y la
familia.
Tú sabes lo que me hace funcionar, cómo me siento, quién soy
realmente. Al igual que ocurre en el caso contrario. Todas las cartas
están sobre la mesa, todos los secretos están fuera del armario.
Tú eres mía y yo soy tuyo.
Y así será siempre.
Hasta nuestro último aliento.
No lo vas a creer, pero hemos escrito este libro en seis días.
Estuvimos encerradas en nuestra cueva escribiendo desde el
mediodía hasta las cinco de la mañana del día siguiente durante seis
días hasta que nos dolieron los dedos.
Y no porque tuviera que ir rápido, ¡sino porque no podíamos
parar! Estábamos completamente inmersas en el mundo de Keaton y
Liv, absorbidas como en ningún otro libro. Tuvimos miles de
tramas, pero al final, hicimos lo que Keaton quería hacer.
Nuestro principal pensamiento mientras escribíamos era: 409
¡DIOS MÍO, ESTÁ TAN BUENO!
Esperamos que tú sientas lo mismo. Que tú también hayas sido
absorbida, pero que, a diferencia de Olivia, encuentres el camino de
vuelta.
Sinceramente, no queríamos que fuera tan oscuro, pero Keaton
John Rush es simplemente oscuro. Sólo nos dimos cuenta de ello
cuando estábamos escribiendo y llegamos a conocerlo. Poco a poco
se nos fue revelando, como si fuera un ser humano de carne y hueso,
al que vamos conociendo y temiendo.
Sin remordimientos. Ese es el lema de Keaton y nos lo
transmitió automáticamente.
Y no podemos parar, por mucho que lo intentemos, y ya
tenemos planeada la siguiente historia oscura para ti.
¿Están listos para Mason? ¿El hijo de Keaton? ¿Quién es un
gran desastre de proporciones épicas y que te dejará sin aliento
como a nosotras?
Naturalmente, nos gustaría dar las gracias a A.P.P. Verlag, a
nuestro traductor/editor/revisor en buchuebesetzer.webs.com, y a
Marie Grasshoff por la increíblemente bella portada.
Agradecemos a todos los blogueros que nos apoyan.
A nuestros hombres, nuestras familias y nuestros perros, que
nos distraen de vez en cuando para que podamos respirar
profundamente. Y, sobre todo, les damos las gracias por haber
amado tanto la primera parte y haberla catapultado directamente al
número uno de las listas de Amazon. Estábamos tan abrumadas, que
quizá por eso nos motivó tanto escribir rápido. Y les damos las
gracias por sus MUCHAS reseñas. Son los mejores <3, así que
ahora sólo es cuestión de esperar sus comentarios <3.
410
Sus pequeñas mierdecillas
Don y María <3
411
Don Both tiene 29 años, nació en Checoslovaquia y
actualmente vive en Alemania. Empezó a escribir cuentos a los 12
años, cuando era una asignatura en el colegio, y se esforzó por
entregar el mejor cuento de la historia.
Lo consiguió y descubrió que tenía talento para escribir
cuentos. Durante el colegio y su formación profesional como niñera,
dejó volar su imaginación como autora aficionada. Al principio se
centró en escribir novelas románticas y de comedias. Sin embargo,
también se adentró en el drama, la fantasía y el terror. Más adelante,
añadió más y más erotismo, que rápidamente se convirtió en su
género favorito. En 2010, dio el gran paso, atreviéndose a publicar
algunas de sus historias en el sitio web Fanfiction para un público
más amplio. Su temor a que se burlaran de ella era totalmente
infundado. Rápidamente, sus relatos provocadores y honestos le
hicieron ganar un gran número de seguidores, y fue premiada en
varios concursos. Animada por estos éxitos, en 2013 publicó su
primera novela de éxito The unholy Books of Tristan Wrangler y
desde entonces se ha convertido en una de las autoras más leídas en
el mercado del libro electrónico. En privado, está comprometida con
el bienestar de los animales, intenta hacer una buena acción cada día
mientras disfruta de su vida en la tranquila Alemania junto a sus
gatos y su súper dulce pastor.
412
413