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Ámbito penitenciario y ejecución de la pena:

actualizaciones de la práctica profesional del psicólogo

de la Iglesia, Matilde - Rojas Breu, Gabriela - Llul Casado, Verónica

El presente artículo tiene por objeto exponer algunos ejes que atraviesan la
práctica profesional del psicólogo en el ámbito penitenciario, el rol del psicólogo
tanto en el área correspondiente a la criminología como en la de salud con función
asistencial; los tipos de tratamientos en instituciones penales; y el abordaje
psicológico en el régimen a prueba, por ejemplo.
Es dable anticipar que, a modo de ejemplificación sobre la temática, se tomará
como referencia el trabajo en el Servicio Penitenciario Federal. Pero antes de
adentrarnos en su desarrollo caracterizaremos a la cárcel como institución total,
como institución de control social que en su dimensión política refiere al conjunto
de discursos y prácticas que podrían producir un empobrecimiento de la
constitución subjetiva, la de aquellos condenados a pagar con el cuerpo la
necesidad social de un disciplinamiento que reduce y sanciona el desarrollo de la
singularidad a favor de criterios morales y productivos dedicados a la reproducción
de la alienación del sujeto.
Hablaremos de espacios cerrados que se constituyen en lugar de residencia para
algunos, de trabajo para otros, donde un gran número de personas en igual
situación, aislados de la sociedad por un periodo considerable de tiempo,
comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente. Esta
perspectiva deviene del estudio de las investigaciones de Erving Goffman y Michel
Foucault sobre las dos grandes instituciones cerradas, el manicomio y la cárcel, e
incluyen puntuaciones de Franco Basaglia en la misma línea.
Cabe señalar que la conceptualización de institución total y sus implicancias ha
tenido una significativa influencia en las reformas institucionales de los años
setenta, en Europa fundamentalmente, que afectaron a cárceles, orfanatos,

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hospitales y manicomios asociadas al surgimiento de la antipsiquiatría.

Las instituciones totales

Recordemos que las instituciones funcionan bajo la égida de una cierta cantidad
de normas consensuadas que plantean una modalidad particular de relación y
regulación social. Las podemos definir como el conjunto de las formas y las
estructuras sociales instituidas por la ley y la costumbre, las cuales regulan
nuestras relaciones, nos preexisten y se nos imponen. Esto bajo un patrón
determinado que tiende a la permanencia y prolongación de un orden imperante,
instituido. En su haber, las instituciones, cuentan con la formación y socialización
de los individuos. Las mismas sellan el ingreso del hombre a un universo de
valores, crean normas particulares y sistemas de referencia que sirven como ley
organizadora de la vida física y de la vida mental y social de los individuos que son
sus miembros. Es decir, que las instituciones no son solamente formaciones
sociales y culturales complejas; si no que, al cumplir sus funciones
correspondientes, realizan funciones psíquicas múltiples para los sujetos
singulares, en su estructura, su dinámica y su economía personal. Entendemos
que la vida psíquica supone la institución y esta es una parte de nuestra psique.

Las instituciones de control social responden a un ordenamiento político que


muchas veces podría caracterizarse como perverso, hablamos de instituciones
totales cuando nos referimos a aquellas que ejercen el máximo poder y control
sobre la existencia de una persona, abarcando una temporalidad que define su
pasado, presente y futuro. Descriptivamente, la cárcel, otrora la prisión, funciona
históricamente bajo la égida de una cierta cantidad de normas consensuadas que
plantean una modalidad particular de relación y regulación social que trasuntan en
funciones psíquicas múltiples para los sujetos “singulares”, en lo que refiere a su
estructura, su dinámica y su economía personal. Hemos observamos, de infinitas
formas (literatura, films, crónicas periodísticas, programas televisivos, etc.), como

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este tipo de instituciones tornan imposibles las relaciones de seguridad y
confianza entre las personas, comprime las interacciones sociales ajustándolas a
un molde necesario de formas de comportamiento que despiertan la sospecha, la
envidia, la rivalidad hostil y frena las relaciones sociales, actuando de manera
indiferente a lo que sería el bien común. El bien común es una construcción que
remite a la lógica de la llamada “Razón de Estado”, pero la historia nos ha
enseñado, en múltiples ocasiones, que la razón de estado se caracteriza
paradójicamente por su irracionalidad.

Goffman crea el concepto de "institución total", encontramos su conceptualización


en Internados (1970), en el capítulo "Sobre las características de las instituciones
totales", allí describe la violencia que hay implícita en este tipo de espacio y
clasifica las instituciones totales de nuestra sociedad en cinco grupos:

1. Las de cuidado de las personas incapacitadas e inofensivas: hogares de


ancianos, ciegos, huérfanos, etc.
2. Las de cuidado de personas que no pueden cuidarse a sí mismas y además son
una amenaza para la comunidad: hospitales de enfermos infecciosos, los
manicomios y los leprosarios.
3. Las que protegen a la comunidad de personas que atentan deliberadamente
contra ella: cárceles, presidios, campos de trabajo, etc.
4. Las de carácter laboral: cuarteles, barcos, campos de trabajo, colonias, servicio
en mansiones señoriales.
5. Los refugios del mundo, para formación de religiosos: abadías, monasterios,
conventos, etc.

Sostiene que en este tipo de instituciones todos los aspectos de la vida se


desarrollan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad. Cada etapa de la vida
diaria de sus miembros se lleva a cabo en compañía de un gran número de otros,
con el mismo trato y que todos ellos hacen juntos las mismas cosas. Todas las

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actividades de la vida diaria están estrictamente programadas, en una secuencia
que se impone desde arriba por normas explícitas y por un cuerpo de funcionarios.
Las diversas actividades obligatorias se integran en un solo plan racional, para los
objetivos de la institución. Es decir, que en estas instituciones se manejan las
necesidades humanas mediante la organización burocrática de conglomerados
humanos indivisibles. Se da una escisión básica entre internados y
supervisores/cuidadores. Los primeros tienen limitado el contacto con el exterior, y
quedan a la merced de los supervisores/cuidadores/superiores. La dinámica
vincular que se establece y los procedimientos institucionales menoscaban
identidad de los internos. Su subjetividad se ve deteriorada por la anulación del rol
social que la internación provoca, la necesidad de una obediencia ciega, la
privación de posesiones u objetos personales, la uniformización, la alimentación
reglada, el control de movimientos (inmovilización, celdas especiales), violaciones
de la intimidad, castigos y amenazas, malos tratos, etc.

Otro aspecto a considerar respecto de las instituciones totales es el del desfase


entre sus fines, enunciados en el texto de una ley, por ejemplo, y la realidad. Entre
los fines se puede señalar un logro de algún objetivo económico, un tratamiento
médico o psiquiátrico, la purificación religiosa, la protección de la comunidad
contra la contaminación moral, inhabilitación, retribución, intimidación y reforma.
En este marco podemos incluir la presunta "curación" del loco y la "rehabilitación
social" del preso, pero resultaría sorprendente que algún individuo inserto en un
régimen tal, el de las instituciones totales, pudiera apropiarse de unos ciertos
hábitos de sociabilidad teniendo en cuenta, además, que es la misma sociedad la
que produce individuos que necesariamente serán excluidos a fin de servir de
ejemplo a aquellos que no son segregados en tanto y en cuento trabajen en la
reproducción del orden imperante. El estigma social que estos hombres portan, al
igual que los “locos”, los deja por fuera del orden social y sin posibilidad de
reinserción ya que “los locos, las prostitutas y los delincuentes... son los síntomas
de una sociedad perturbada, y las instituciones son los instrumentos utilizados

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para reprimirlos y segregarlos” (Bleger, 1994: 21) Las sociedades son poseedoras
de ciertos aspectos, de ciertas cualidades, que en mayor o en menor medida
resultan dañosas para los individuos que las habitan y que, paradójicamente, al
mismo tiempo son sus arquitectos.

Ejercicio profesional de la psicología jurídica en el ámbito penitenciario

Antes de comenzar con el desarrollo del ejercicio profesional de la psicología


jurídica en el ámbito penitenciario vale recordar que la psicología jurídica es un
campo que surge de la intersección teórico-práctica entre el discurso de la
psicología y el del derecho, mediatizada por la acción del estado, a través del todo
legal. Respecto al marco normativo, inscripto en el discurso jurídico, se destacan
las referencias legales sustanciadas en la ley 24.660 (ley de ejecución de la pena
privativa de la libertad, 1996) y la ley 24.316 (ley de suspensión del juicio a
prueba, 1994). El discurso de la Psicología se va a centrar en el desarrollo de la
práctica específica del psicólogo, de su modalidad de trabajo en la institución
penitenciaria y las postpenitenciarias, como, por ejemplo, el patronato de
liberados. Desde ya el trabajo del psicólogo en este campo específico, como en
cualquier otro ámbito –hospitalario, tribunalicio, policial, etc.- se encuentra
regulado por la Ley del Ejercicio Profesional de la Psicología, Ley 23.277. A los
fines de profundizar el desarrollo de este discurso se recuperan de manera
privilegiada los aportes de Marchiori (1985) y Varela (2010)

De modo general, se puede afirmar que las tareas que efectúan los psicólogos en
el trabajo en unidades penitenciarias y en los patronatos de liberados
comprenden:

 La evaluación, el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de la personalidad, y la


recuperación, conservación y prevención de la salud mental de las personas.
 La emisión, evaluación, expedición, presentación de certificaciones, consultas,

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asesoramiento, estudios, consejos, informes y dictámenes.

Trabajan interdisciplinariamente integrando equipos en instituciones públicas y/o


en instituciones de bien público. En todos los casos, el psicólogo debe, de ser
necesario:

 Aconsejar la internación hospitalaria de aquellas personas que por los


trastornos de su conducta debido a patología signifiquen un riesgo para sí o
para terceros.
 Proteger a los examinados asegurándoles que las pruebas y resultados que
obtengan se utilizarán de acuerdo a normas éticas y profesionales.
 Guardar el secreto profesional sobre cualquier prescripción o acto que realizare
en cumplimiento de sus tareas específicas, así como de los datos o hechos
que se le comunicaren en razón de la actividad profesional sobre aspectos
físicos, psicológicos o ideológicos de las personas.

Respecto de la práctica, en el campo penal, la ley señala muy especialmente la


necesidad de que los profesionales que trabajen en los programas psico-
educativos y/o psico-sociales y/o sanitarios, tanto en relación a las penas como a
las medidas, deben ser profesionales versados en la temática con capacitación y
entrenamiento específico, a fin de poder dar una respuesta acabada frente a las
tareas que se le encomienden. Estas, sintéticamente, están orientadas al
conocimiento en profundidad desde una perspectiva biopsicosocial de las
personas que han cometido delitos con el objeto específico de facilitar el desarrollo
de las capacidades reflexivas respecto de las conductas delictivas que han tenido
y el daño que han causado –a sí mismos, a las víctimas, familias y sociedad- y a
partir de allí posibilitar un proceso de cambio y modificación de sus tendencias y
conductas antisociales a fin de que no se produzca reincidencia.

Si se pensara, en otros términos, se podría señalar que el objetivo de trabajo del

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psicólogo se sostendría en la posibilidad de que las personas que han delinquido
asuman su responsabilidad subjetiva respecto a su proceder delictivo y desde allí
puedan efectuar una proyección y desarrollo de sus vidas dentro de los cánones
de nuestra sociedad.

A los efectos de profundizar los ejes supra mencionados, es necesario inscribir el


trabajo del psicólogo en el proyecto institucional del que es parte a través de su
intervención. Por lo mismo, se advierten, inexorables, las consideraciones acerca
del fin de la pena privativa de la libertad, del medio para arribar a tal fin y
determinados principios rectores de la ejecución de dicha pena.

El fin de la pena privativa de la libertad

El artículo inaugural de la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la libertad


establecía que el fin de la pena era lograr que el interno adquiera la capacidad de
respetar y comprender la ley, procurando la reinserción social, promoviendo el
apoyo y la comprensión de la sociedad. Este objeto se ve modificado por la ley
23.735/2017. En efecto, esta modificatoria reza: “La ejecución de la pena privativa
de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el condenado
adquiera la capacidad de respetar y comprender la ley, así como también la
gravedad de sus actos y de la sanción impuesta, procurando su adecuada
reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad, que
será parte de la rehabilitación mediante el control directo e indirecto. El régimen
penitenciario a través del sistema penitenciario, deberá utilizar, de acuerdo con las
circunstancias de cada caso, todos los medios de tratamiento interdisciplinario que
resulten apropiados para la finalidad enunciada” (las bastardillas son nuestras). De
esta manera, se asiste a un cambio sustancial signado por principios tales como el
aumento del control y la participación de la víctima durante la ejecución de la
pena. Asimismo, se incluye el atributo de gravedad especificando el espectro de
conciencia y comprensión mencionado. Finalmente, se refuerza la impronta

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interdisciplinaria que debe tener el tratamiento penitenciario.

En otro orden, de ambos textos legales surgen dos ejes o niveles de análisis: un
eje individual y uno social. Respecto al primero, es dable considerar el supuesto
que asume el nuevo texto de la ley, la ausencia de comprensión de la ley. ¿Acaso
esto no interpelaría la letra del artículo 34 inciso 1° del Código Penal? Por otra
parte, se muestra tibio al postular “procurar” algo. Mas, es factible precisar que lo
que se procura es la reinserción social. Esto difiere del objetivo de readaptar al
interno que amparaba la Ley Penitenciara Nacional (Decreto 412/1958), derogada
tras la égida de la ley 24.660. Sin embargo, esta palabra vuelve a aparecer en el
año 2017. De esta manera, si en el texto de 1996 se puede advertir un claro
deslizamiento hacia lo social (en tanto la inserción no solo depende del actor sino
del tejido social que aloje a aquel), en el año 2017 se asiste a una cierta
“reconciliación” con el paradigma etiológico y la solidaria patologización de la
pena/delito.

Aquel deslizamiento de sentido hacia lo social introducida en 1996 quedaba


confirmado con el último punto, la promoción de la comprensión de la sociedad,
objeto que no se agota ni se acota en la ejecución de la pena privativa de la
libertad pero que en su enunciado marca una distancia de las intenciones
legislativas previas. No obstante, se impone una observación: en el texto de 1996
el apoyo y comprensión de la libertad no se veían acompañados de ninguna
aposición. Esto permitía pensar un abanico de posibilidades vinculadas a los
conceptos de apoyo y comprensión: “sensibilización”, “concientización”, etc. Sin
embargo, al agregarse en 2017 la aposición “que será parte de la rehabilitación
mediante el control directo e indirecto”, se opera un deslizamiento desde el apoyo
al control. Conceptos que no encuentran solidaridad intrínseca y que inauguran un
espacio crítico grávido de interrogantes.

A modo de síntesis entonces, el objetivo de la pena interpela a un actor en su

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posición respecto a la ley, y conmina a la sociedad a ser parte mediante el apoyo y
comprensión que se traducen en control. Aquel objetivo se completa con el
imperativo de la reinserción social del interno tras la adquisición de este de la
capacidad de respetar y comprender la ley. El psicólogo intervendrá tanto en la
asistencia para el logro de la mentada capacidad, como en la coordinación de
recursos que habiliten al interno a lograr la reinserción social. ¿Cómo? A partir del
diseño y aplicación del programa de tratamiento individual que no es sino el medio
para lograr el fin ya enunciado.

El programa de tratamiento individual

El psicólogo es un profesional que, de manera mancomunada con otras


disciplinas, interviene en el marco del llamado tratamiento penitenciario. Este,
conforme lo establece el artículo 1° de la Ley 24.660, es el medio para lograr el fin
de la pena privativa de la libertad ya mencionado. Y este tratamiento responde a
determinadas características: es programado, individualizado y progresivo. Será
obligatorio respecto a las normas que regulan la disciplina, la convivencia y el
trabajo, y voluntario respecto a todo lo demás (artículo 5°/24.660). Esto significa,
por un lado, que el tratamiento se diseñará solo después de una evaluación
interdisciplinaria personalizada que derive en un programa de
tratamiento individual. El sesgo interaccionista de la ley que la aleja de su
antecesora, la Ley Penitenciario Nacional (Decreto 412/1958), impone el consenso
o acuerdo del interno respecto a los objetivos que emanan del mentado programa
de tratamiento. Por otro lado, que debido a que el objeto es la reinserción social, el
tratamiento deberá incluir ejes que contemplen la promoción, gestión y
fortalecimiento de recursos pertinentes para esto. De esta manera, serán pilares
destacados del tratamiento el trabajo, la educación, la relación con el medio social
y vincular, la salud.

Por lo antedicho, y a riesgo de reiterar, se insiste en que el tratamiento

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comprenderá al conjunto de actividades terapéutico-asistenciales dirigidas
directamente a colaborar en el proceso de reinserción social de los
internos, contemplando aspectos voluntarios y obligatorios. Es
individualizado y programado de acuerdo a las características personales de cada
interno, e integrado por un conjunto de acciones que le brinden oportunidades de
cambios observables en la evaluación de su evolución. La evolución del
tratamiento dependerá de la modificación de aquellos aspectos o rasgos de la
personalidad directamente relacionados con la actividad delictiva y la violación de
la ley penal; se manifestará en la conducta global del interno y entrañará un
acrecentamiento de la confianza y de los niveles de responsabilidad individual
para acceder a ámbitos de mayor libertad. Dichas acciones individualmente
programadas, deberán ser llevadas a cabo utilizando todos los medios y técnicas
científicas, sistemáticas, individuales o grupales, que coadyuven a la finalidad de
la ejecución de la pena privativa de la libertad.

En el diseño, desarrollo y concreción, así como en el seguimiento, control y


evaluación del Programa de Tratamiento Individual intervienen distintas áreas que
trabajan en forma directa con el interno. Así, en el SPFA, encontramos las
siguientes áreas: Sanidad, Criminología, Asistencia Social, Educación, Trabajo y
Seguridad Interna. En lo que respecta a:

 Sanidad o salud psicofísica: No sólo se considera lo atinente a cumplir con las


medidas higiénico-dietéticas, sino también lo que respecta a la atención
médica específica, de acuerdo a enfermedades, medidas de tratamiento y
control que deberán llevarse a cabo. Se recomienda el tipo de psicoterapia
aconsejable –individual, grupal, familiar- de acuerdo a las características y al
diagnóstico de cada uno en particular. En este eje del tratamiento, interviene el
psicólogo del área asistencial.
 Educación: De acuerdo al nivel de instrucción alcanzado, a los conocimientos
que pueda haber adquirido durante su detención, y al tipo de actividad

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educativa que cada quién desea recibir. Se evalúa y aconseja el nivel de
instrucción al que esa persona debe incorporarse. (Ley 26.695/2011, modifica
articulado cap. III de la ley 24.660) En el SPFA los niveles educativos que se
desarrollan en las secciones educación son: Estudios Nivel Primario o EGB
Escuela Especial para Adultos-Grado de Observación Pedagógica, Nivel
Superior (Terciarios – Universitarios), Estudios Formativos (Formación
Profesional – Capacitación Laboral), Biblioteca y Cultura.
 Trabajo: Teniendo en cuenta la capacitación laboral que posee el interno, y la
que él desea recibir, se aconsejará la actividad laboral más conveniente,
considerando si existieran restricciones específicas por sus características
psicofísicas. En el caso del SPFA, el trabajo es remunerado, se respeta la
legislación laboral y de seguridad social vigente y los trabajadores cuentan con
ART. La producción principal según las diferentes UP se concentra en:
Comestibles, Tambo, Huertas, Higiene y Limpieza, Herrería, Indumentaria.
Muebles, Carpintería, Imprenta.
 Asistencia religiosa: Responderá a las necesidades y al credo de ese individuo
en particular.
 Relaciones familiares y/o sociales: Se aconsejará de acuerdo a la evaluación
de los vínculos intra y extrafamiliares si es necesario realizar algún tipo de
intervención, promoviendo el acercamiento de ciertos vínculos, así como el
trabajo de otros que presenten alguna conflictiva particular. Se intenta mejorar
los sistemas comunicativos familiares. Asimismo, se asiste a medidas de
inclusión social fundamentales y atravesadas de manera inexorable por el
Estado, tales como generación del documento nacional de identidad para
quienes no lo posean, el reconocimiento filial para quien lo desee, etc.

La aplicación de distintos programas asistenciales son herramientas y recursos


indispensables para la ejecución del Programa de Tratamiento Individual que
surge de la evaluación del Equipo Interdisciplinario conformado por médicos,
psicólogos, abogados, psiquiatras, trabajadores sociales, maestros y profesores

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entre otros.

Los diferentes Programas Asistenciales que se encuentran vigentes en el Servicio


Penitenciario Federal –SPF- buscan responder a las necesidades generales, a las
individuales, a la idiosincrasia de la población alojada y a las características de la
unidad que va a alojarlos. Tengamos presente que SPF posee Unidades a lo largo
de casi todo el país, y las distintas problemáticas que se van observando
responden no solo al tipo de delitos cometidos sino, además, a otras variables,
como, por ejemplo, las zonas donde ocurren. En otros casos, los Programas
Asistenciales responden a factores ligados a problemáticas específicas que
pueden poner el acento en distintas motivaciones que llevan a una persona al
delito, apareciendo, por ejemplo, el tema del alcoholismo, el consumo de drogas,
la violencia intra y extrafamiliar, etc. A estas situaciones se intenta dar respuesta y,
en muchos casos, surgen Programas, Proyectos y/o Experiencias Piloto
propuestos por el equipo de trabajo de una determinada Unidad que atiende a las
necesidades que emergen con mayor fuerza en esa zona, y que, por ende,
comienza a implementarse en ese ámbito específico, sin incluirlos necesariamente
en otras unidades. Distinto es el caso de aquellos Programas Asistenciales que se
elaboran atendiendo a las necesidades generales de la población y, por otro lado,
se llevan a cabo programas que responden, por ejemplo, a las necesidades
específicas de una franja etárea de la población.

En la actualidad y desde el 2010 por ejemplo se están desarrollando los siguientes


programas:

 Programa para Internos Primarios


 Programa de Asistencia Grupal para Adictos.
 Programa de Prevención de Suicidios (tanto para internos como para el
personal)
 Programa para internos condenados por agresión sexual -CAS. Actualmente,

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se ha reemplazado el CAS por el programa para ofensores sexuales –POS- el
cual se ejecuta en una unidad específica sita en Senillosa.
 Programa para internos/as homicidas
 Programa para población Trans
 Programa para erradicar violencia de género (destinado tanto a víctimas como
a agresores)

También se aplican programas transversales, tales como el IRIC que está


destinado a evitar la corrupción y se aboca a delitos vinculados con la misma y se
ha creado un Servicio de Reducción de Violencia cuyo fin es disminuir los índices
de violencia (sobre todo, física) y evitar muertes consecuentes de la misma. En el
marco de este servicio se aplican distintas intervenciones que, si bien impactan en
la capacidad de reinserción social, su objeto primero tiene sede intramuros.
Algunas de estas intervenciones consideran los aportes de la mediación, de la
justicia restaurativa, de las técnicas cognitivas, conductuales, sistémicas y del
whatswork. Este último se eleva a una categoría transversal de múltiples políticas
institucionales.

Retomando el marco dentro del cual se pueden aplicar estos programas según
corresponda, es dable precisar que el diseño y la coordinación del tratamiento
penitenciario es competencia del psicólogo inscripto en el área de Criminología. El
psicólogo del área de sanidad será quien brinde la asistencia psicológica en el
marco de uno de los pilares de dicho tratamiento.

En lo que hace al diseño de tratamiento vale destacar lo siguiente:

 Un punto significativo es el relevamiento del pasado criminológico y en relación


a aquellos que son reincidentes poder pensar, analizar y reflexionar acerca de
las fallas de los tratamientos anteriores.
 Otro punto significativo es considerar la influencia del Sistema Penitenciario y

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sus efectos en el aquí y ahora de la persona con la que estamos trabajando.
Es decir, los efectos de la institución total sobre la personalidad de la persona
en cuestión.

El consejo correccional

El consejo correccional es un organismo colegiado que integra las distintas áreas


que intervienen en el tratamiento penitenciario. Entre ellas, las dos en las que
trabajan los psicólogos: las áreas asistencial y criminológica.
Este organismo irá evaluando de manera trimestral la adherencia al tratamiento.
Esta adherencia se encuentra objetivada en dos aspectos: la calificación de
conducta y la de concepto. La primera refleja la observancia al marco normativo
que permite la adecuada convivencia (artículo 100/1996). La segunda, el grado de
cumplimiento de los distintos objetivos conforme el cumplimiento de objetivos
derivados del programa de tratamiento individual. De esta se deriva la
consideración de la evolución personal de la cual deducir un menor o mayor riesgo
para sí o para terceros (artículo 101/1996). Por lo tanto, el concepto y la conducta
tendrán impacto en la evaluación favorable o no de institutos tales como los
egresos anticipados (libertad condicional, libertad asistida) o el régimen de salidas
transitorias y semilibertad, por ejemplo.

El psicólogo y la tarea criminológica en el marco de la ejecución de la pena

Profundizando lo enunciado en el apartado anterior, se destaca que la tarea de los


psicólogos del área criminológica se encuentra centralizada a nivel nacional por la
Dirección de Criminología que es el Organismo Técnico-Criminológico del Servicio
Penitenciario Federal dependiente de la Dirección General del Régimen
Correccional. Su misión consiste en fijar políticas de tratamiento, realizar estudios
científicos, técnicos y criminológicos, diagramando e implementando su aplicación,
direccionada al logro de los fines del Reglamento General de Procesados y de la

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Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad. Para ello desarrollará
actividades de gerenciamiento y de organización, planificación, ejecución,
verificación y actualización del tratamiento individualizado aplicable a los internos
alojados en sus establecimientos, llevando a cabo los estudios científicos de
investigación y capacitación.

El Organismo Técnico-Criminológico está integrado, conforme lo establece el


marco normativo correspondiente, por médicos, psicólogos, psiquiatras,
trabajadores sociales, odontólogos, abogados, maestros y profesores encargados
de efectuar, en principio, un estudio exhaustivo de cada interno que llega al penal,
realizar un diagnóstico integral que brinde la base para diseñar el Programa de
Tratamiento Individual. Este tratamiento se ajusta a la necesidad de cada interno y
responderá a sus capacidades y necesidades particulares. Esta individualización
es en pos de posibilitar un proceso progresivo de reinserción social. Si bien el
tratamiento se llevará a cabo en general en un marco institucional con
características cerradas, los objetivos de este tienden a brindarles a los internos
las herramientas necesarias para su futuro regreso al medio.

La Progresividad del Régimen Penitenciario

El régimen carcelario se asienta en un régimen signado por la progresividad, lo


cual implica atravesar diferentes períodos o fases sucesivos, cada uno de las
cuales tienen sus propios objetivos. En efecto, el artículo primero del Decreto
Nacional 396/99, Reglamento de las Modalidades Básicas de la Ejecución, reza lo
siguiente: “la progresividad del régimen consiste en un proceso gradual y flexible
que posibilite al interno, por su propio esfuerzo, avanzar paulatinamente hacia la
recuperación de su libertad (…). Su base imprescindible es un programa de
tratamiento interdisciplinario individualizado”. De la cita se desprende el carácter
paulatino del régimen, la flexibilidad ajustada al trayecto individual y el soporte
respectivo en el programa de tratamiento individual. El diseño de este programa

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quedará a cargo del organismo técnico-criminológico, al tiempo que su adherencia
será evaluada por el consejo correccional.

Los períodos de progresividad van a estar en íntima relación con la participación


activa y la implicación de cada interno en relación a su propio tratamiento. Dichos
períodos son cuatro:

1. De observación. Este período va a implicar la evaluación psicológica,


psiquiátrica, médica, social y legal en profundidad a fin de llegar al diagnóstico
criminológico, el cual es un diagnóstico dinámico y evolutivo. Este diagnóstico
comporta una hipótesis etiológica de la conducta delictiva, va a marcar el
destino y las estrategias del tratamiento, y va a permitir inferir un pronóstico de
reinserción social. El soporte de este diagnóstico, pronóstico y diseño de
tratamiento se sustancia en la Historia Criminológica, cuya confección justifica
este período de observación y no debe superar los 30 días. Una vez delimitado
el tratamiento entramos en la segunda etapa, que es el período de tratamiento
propiamente dicho.

2. El período de tratamiento, implica una verificación y actualización semestral


por parte del organismo técnico criminológico, y está fraccionado en
fases (artículo N.° 14/24.660) que importen al condenado una paulatina
atenuación de las restricciones inherentes a la pena: Socialización,
Consolidación, Confianza. De manera solidaria con el avance por estas fases
se promueve el abandono de sectores cerrados y la inclusión del causante en
secciones semiabiertas, abiertas o secciones separadas.

3. El período de prueba implica la posibilidad de que los internos sean


trasladados a establecimientos con bases autodisciplinarias (Artículo
N.°15/24.660). Durante el período de prueba comienzan las salidas transitorias
de los internos y la incorporación al régimen de semilibertad. Los traslados e

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incorporaciones al régimen de semilibertad necesitan del aval del Organismo
Técnico-Criminológico y del Consejo Correccional, aunque la determinación
siempre la toma el Juez ya que lo que informen sendos organismos no porta
carácter vinculante. Es necesario aclarar que este período, a diferencia de los
anteriores, comporta un requisito temporal determinante.

4. Período de la libertad condicional. Éste se inicia también por orden del Juez,
pero debe contar con informes fundados del Organismo Técnico-Criminológico,
los que deben incluir los dictámenes criminológicos desde el inicio de la pena
(Art. 28). Se destaca al respecto, que en la actualidad se discute acerca del
estatuto de la libertad condicional en tanto período. En efecto, aquella puede
montarse a lo largo de todas las etapas de la progresividad del régimen
penitenciario, por lo que no es sucesivo de la serie expuesta. Por lo mismo, se
tiende a considerar que la palabra período, en este caso, tiene un contenido
semántico vacío y que su estatuto real es el de instituto.

Los programas de libertad condicional estarán a cargo de un patronato de


liberados o de un servicio social calificado para tal fin (Art. 29). Se ampliará
información referente a este instituto más adelante.

Los programas de prelibertad son programas intensivos para el retorno a la vida


en libertad que tienen como requisito, por ejemplo, tratamiento médico, psicológico
y social de ser necesario.

Los psicólogos trabajan también en este devenir con aquellas personas que han
delinquido y se encuentran privadas de la libertad, en los casos de solicitud
de prisión domiciliaria, semidetenciones, prisión diurna, prisión nocturna y también
en los casos de libertad condicional y libertad asistida, se requiere la evaluación
del psicólogo.

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La libertad condicional permite el egreso un tercio antes del agotamiento de la
pena a internos no reincidentes y que no hayan cometido determinados delitos
(especificados en la Ley 27.375) y que cumplan con lo normado en el artículo N°
13 del Código Penal de la Nación. La libertad asistida, en cambio, habilita el
egreso tres meses antes de dicho agotamiento. Aquí también se restringe su
acceso para determinados delitos desde el 2017. La evaluación del psicólogo para
la consideración de la Libertad Asistida requiere una vital importancia dado que el
instituto en cuestión requiere la ponderación del riesgo para sí o para terceros,
información que el derecho exige a nuestra disciplina.

En todos los casos señalados la evaluación e informe del Organismo Técnico-


Criminológico es fundamental mas no vinculante. En efecto, los egresos
temporarios o anticipados se desprenden del poder decisor del juez en el marco
de la sana crítica e íntima convicción.

En otra cuestión en la que el trabajo del psicólogo va a ser pertinente es en la


determinación de los casos de eximición de la escolarización obligatoria para
aquellos que carezcan de las suficientes aptitudes intelectuales, en cuyos casos
se les brindará la posibilidad de una instrucción adecuada a sus posibilidades.
(Art. 135)

En 2017, la ley 27.735 restringe el acceso a institutos tales como la libertad


condicional, asistida y salidas transitorias, según delitos. El impacto de esta
restricción se atestiguará en tiempos venideros, generando, probablemente,
necesidades particulares de intervención del psicólogo al tiempo que texturará el
quehacer de este en distintos planos.

Debido a que estos aspectos señalados texturan de particular manera a la labor


del/a psicólogo/a en el ámbito penitenciario, abundaremos a continuación
información referente a los regímenes especiales, alternativas para determinadas

18
situaciones particulares y la segmentación de la población penal según estándares
normativos nacionales e internacionales.

Regímenes especiales

A riesgo de redundar, es importante ubicar los regímenes especiales que se


inscriben en la progresividad del régimen penitenciario, los cuales serán detallados
a continuación:

1. Semilibertad y Salidas transitorias

Conviene hacer una distinción entre la semilibertad y las salidas transitorias. La


primera, conforme lo establecido por el artículo 23 de la ley 24660, permitirá al
condenado trabajar fuera del establecimiento sin supervisión continua, en iguales
condiciones a las de la vida libre, incluso salario y seguridad social, regresando al
alojamiento asignado al final de cada jornada laboral. Las salidas transitorias, en
tanto, tendrán por fin afianzar y mejorar los lazos familiares y sociales; cursar
estudios de educación general básica, media, polimodal, superior, profesional y
académica de grado o de los regímenes especiales previstos en la legislación
vigente; participar en programas específicos de prelibertad ante la inminencia del
egreso por libertad condicional, asistida o por agotamiento de condena. Su
duración y tipo de tuición pueden variar en cada caso según criterio judicial, previa
evaluación del organismo colegiado correspondiente.
Para acceder a los mismos, ambos requieren cumplimentar requisitos temporales
específicos, no tener causa abierta que interese su detención u otra condena
pendiente, poseer conducta ejemplar o el grado máximo susceptible de ser
alcanzado según tiempo de detención. Asimismo, la calificación de conducta y
concepto del interno deberá ser durante al menos dos terceras partes de la
condena cumplida al momento de evaluar la petición, como mínimo buena.
Finalmente, debe contar con un informe favorable del director del establecimiento,

19
del organismo técnico-criminológico y del consejo correccional, respecto de su
evolución y sobre el efecto beneficioso que las salidas o el régimen de
semilibertad puedan tener para el futuro personal, familiar y social del condenado.
Este régimen, a partir de las modificaciones introducidas en el 2017 excluye a
población condenada por determinados delitos previstos en el artículo 56 bis de la
Ley 24.660 y que se caractericen por su particular gravedad.
Nótese que el psicólogo debe expedirse toda vez que integra el organismo
técnico-criminológico y el consejo correccional (en este caso, en cualquiera de las
áreas en las que se desempeñe).

2. Libertad Condicional

La libertad condicional consiste en el egreso anticipado del/a interno/a no


reincidente y no comprendido en determinados delitos graves en caso de
cumplimiento de requisitos temporales y tratamentales. Este instituto vuelve a
convocar al psicólogo toda vez que, según reza el artículo 28/24.660, “El juez de
ejecución o juez competente podrá conceder la libertad condicional al condenado
que reúna los requisitos fijados por el Código Penal, previo los informes fundados
del organismo técnico-criminológico, del Consejo Correccional del establecimiento
y de la dirección del establecimiento penitenciario que pronostiquen en forma
individualizada su reinserción social”. En este caso, la normativa no establece
expresamente valoración de riesgo (a diferencia de la libertad asistida).
Cabe consignar que, tras las reformas incorporadas en el año 2017, el acceso a
este instituto excluye la comisión de determinados delitos por la gravedad y el
compromiso de un bien jurídico preciado: la vida.
Asimismo, desde dicho año también se requiere un informe del equipo
interdisciplinario del juzgado de ejecución (donde intervienen psicólogos que no
integran el ámbito penitenciario). Este es un rol novedoso del psicólogo en el área
jurídica y convoca a ejercer el rol pericial en relación ya no con el momento del
juicio sino con el de la ejecución de la pena.

20
Es interesante señalar que la víctima o su representante legal será notificada y
podrá ser escuchada si desea hacer alguna manifestación. Esto podría responder
a reclamos reiterados que versan sobre la “confiscación de la víctima” que
caracteriza al campo penal a diferencia de conflictos que se dirimen en el campo
civil o laboral, por ejemplo. De esta manera, la víctima puede ser partícipe activa
del proceso de la ejecución penal e incluso, según el texto de la ley, “el interno y la
víctima podrán proponer peritos especialistas a su cargo, que estarán facultados
para presentar su propio informe”. De esta manera, como ya se anticipara
previamente, se introduce la figura del perito psicólogo en el momento de la
ejecución de la pena.
Por otra parte, la ley es clara respecto a que debe constar una propuesta fundada
del organismo técnico-criminológico, sobre la evolución del tratamiento basada en
la historia criminológica actualizada y un Dictamen del Consejo Correccional
respecto de la conveniencia de su otorgamiento, sobre la base de las entrevistas
previas de sus miembros con el interno de las que se dejará constancia en el libro
de actas. En ambos casos, debe consignarse el pronóstico de reinserción social
establecido en el Código Penal que responderá a una lógica binaria en tanto podrá
ser favorable o desfavorable conforme a la evaluación que se realice. Deberá ser
desfavorable:

1) En el caso de encontrarse sujeto a proceso penal por la comisión de nuevos


delitos cometidos durante el cumplimiento de la condena;
2) En el caso de no haber alcanzado la conducta y concepto del interno la
calificación como mínimo de Buena durante al menos las dos terceras partes
de la condena cumplida al momento de peticionar la obtención de la libertad
condicional;
3) Otros aspectos valorativos que se desprendan de la evaluación profesional.

De esta manera, se intenta ceñir la predicción inherente a un pronóstico en


criterios que no abandonen el derecho penal de acto toda vez que se pretende

21
descansar la evaluación en criterios objetivados en actos. Sin embargo, este
admite un debate profundo con su correlativo campo de interrogantes.

3. Libertad Asistida

Como ya se dijera ut supra, la libertad asistida permitirá al condenado por algún


delito no incluido en el artículo 56 bis y sin la accesoria del artículo 52 del Código
Penal (verbigracia, homicidio agravado, privación ilegal de la libertad coactiva, si
se causare intencionalmente la muerte de la persona ofendida, tortura seguida de
muerte, entre otros) el egreso anticipado y su reintegro al medio libre tres (3)
meses antes del agotamiento de la pena temporal.
El juez de ejecución, a pedido del condenado y previo los informes del organismo
técnico-criminológico y del Consejo Correccional del establecimiento, podrá
disponer la incorporación del condenado al régimen de libertad asistida siempre
que el condenado posea el grado máximo de conducta susceptible de ser
alcanzado según el tiempo de internación. Ahora bien, en dichos informes, el
psicólogo deberá hacer una valoración de riesgo toda vez que, según la ley
referida, el juez “deberá denegar la incorporación del condenado a este régimen
cuando considere que el egreso puede constituir un grave riesgo para el
condenado, la víctima o la sociedad”. De esta manera, se advierte un sesgo más
restrictivo si se compara a este instituto con la libertad condicional.
Nótese en la letra citada la persistencia de la defensa social que desde la escuela
de derecho penal clásica se atribuye a la pena, sin que este fin vacile tras el
advenimiento de la escuela positiva. Serán las corrientes críticas las que
cuestionen fuertemente este propósito. Sin embargo, las mismas no cuentan con
asiento en la gestión institucional.
Tal como se ha mencionado para otros institutos, en este caso también se
requerirán informes del equipo interdisciplinario del juzgado de ejecución y se
notificará a la víctima que será escuchada si desea hacer alguna manifestación; al
tiempo que tanto el interno como la víctima podrán proponer peritos especialistas.

22
Alternativas para situaciones especiales

1. Prisión domiciliaria

Según el artículo 32/24.660, el Juez de ejecución podrá disponer el cumplimiento


de la pena impuesta en detención domiciliaria al interno enfermo cuando la
privación de la libertad en el establecimiento carcelario le impida recuperarse o
tratar adecuadamente su dolencia y no correspondiere su alojamiento en un
establecimiento hospitalario; al que padezca una enfermedad incurable en período
terminal; al interno discapacitado cuando la privación de la libertad en el
establecimiento carcelario es inadecuada por su condición implicándole un trato
indigno, inhumano o cruel; al interno mayor de setenta (70) años; a la mujer
embarazada; a la madre de un niño menor de cinco (5) años o de una persona con
discapacidad,a su cargo.
Para este fin, atendiendo a determinados supuestos supra expuestos, la decisión
del juez deberá fundarse informes médico, psicológico y social.
Nuevamente, la ley establece que tanto el interno como la víctima podrán
proponer peritos especialistas a su cargo, que estarán facultados para presentar
su propio informe.

2. Prisión discontinua y semidetención

La prisión discontinua se cumplirá mediante la permanencia del condenado en una


institución basada en el principio de autodisciplina, por fracciones no menores de
treinta y seis horas, procurando que ese período coincida con los días no
laborables de aquél.
Por su parte, la semidetención consistirá en la permanencia ininterrumpida del
condenado en una institución basada en el principio de autodisciplina, durante la
fracción del día no destinada al cumplimiento, en la medida de lo posible, de sus

23
obligaciones familiares, laborales o educativas. Sus modalidades podrán ser la
prisión diurna y la prisión nocturna.

3. Trabajos para la comunidad

Cumplidos determinados requisitos, el juez de ejecución podrá sustituir, total o


parcialmente, la prisión discontinua o la semidetención por la realización de trabajo
para la comunidad no remunerado fuera de los horarios habituales de su actividad
laboral comprobada. El plazo máximo para el cumplimiento de la pena con esta
modalidad de ejecución será de dieciocho meses.

Población penal, colectivos penales

Referentes de la Escuela Clásica de Derecho Penal, como Howard (1777), han


introducido el ideal de hacer más benignas y humanas las penas. En este espíritu
se inscribe la necesidad de sectorizar la población según colectivos con el fin de
disminuir el conflicto, propiciar una adecuada convivencia y establecer criterios de
responsividad a los tratamientos impartidos. Por tal motivo, y en consonancia con
lo establecido por el marco normativo internacional, las cárceles y penales prevén
establecimientos diferenciados según la población que aloja y su situación legal.
De esta manera, se alojarán separadamente a condenados y procesados;
hombres y mujeres; jóvenes adultos y mayores; población que requiera asistencia
médica y psiquiátrica; condenados que se encuentren en tratamiento en el medio
libre y otros afines; internos drogadependientes.
Aquellos establecimientos que alojen mujeres deben disponer de dependencias
especiales para la atención de las internas embarazadas y de las que han dado a
luz. Asimismo, es norma que el parto se lleve a cabo en un servicio de maternidad.
Por otra parte, la ley establece que las madres detenidas podrán retener consigo a
sus hijos menores de cuatro años. Cumplida esta edad, si el progenitor no
estuviere en condiciones de hacerse cargo del/a hijo/a, la administración

24
penitenciaria dará intervención a la autoridad judicial o administrativa que
corresponda.
Con respecto a los jóvenes adultos (segmento comprendido entre los 18 y los 21
años), estos deberán ser alojados en instituciones especiales o en secciones
separadas o independientes de los establecimientos para adultos. La condición
etaria conmina a subrayar aspectos del tratamiento tales como la educación
obligatoria, la capacitación profesional y el mantenimiento de los vínculos
familiares.
Hay otras sectorizaciones que están establecidas a nivel institucional, tales como
población mayor o según tipo de delitos. Es dable destacar que el alojamiento se
desprende de una evaluación interdisciplinaria en la que se combinan criterios
clínicos y actuariales. Dentro de estos, se identifican tres tipos de riesgo que
signarán el alojamiento: fuga, suicidio y conflictividad. De estas evaluaciones
participan los psicólogos que pertenezcan tanto al área de sanidad como a
criminología.
Finalmente, resta aclarar que, en consonancia con la identidad de género, la
población penal integrada por colectivo trans ha sido trasladada a
establecimientos de mujeres (toda vez que en su amplia mayoría se trata de
mujeres trans).

Historia criminológica

Es el documento donde van a constar todas y cada una de las evaluaciones,


diagnóstico, estudios e informes realizados por el Organismo Técnico-
Criminológico o Gabinete Criminológico. En esta Historia Criminológica
encontraremos:

 Las observaciones, evaluación, diagnóstico y terapéutica en lo que respecta a


la personalidad de cada interno y antecedentes. Se incluirán las indicaciones
para tratamientos individuales y/o familiares, así como lo referente a su

25
evolución. En el trabajo del psicólogo se deberá considerar muy especialmente
no solo la estructuración de base del interno sino en qué medida y de qué
manera la dinámica institucional –institución total- va afectando al interno en lo
que hace a su subjetividad, vínculos, modalidad de comunicación, afectividad.
 Las observaciones, evaluación, diagnóstico y terapéuticas en lo que respecta a
la salud de cada interno y antecedentes. Por ejemplo, al ingresar a un
establecimiento penitenciario, los internos reciben oportuna asistencia médica
integral, para ello se les realizan estudios y, en caso de ser necesario,
accederían a tratamientos y medicamentos sin cargo.
 Las observaciones, evaluación, diagnóstico y terapéutica en lo que respecta a
la familia de cada interno y los antecedentes familiares.
 El recorrido vital del interno, considerando sus relaciones con el mundo
circundante, continente de diversas unidades de análisis (trama familiar,
entorno social, escolaridad, etc.).
 Antecedentes educacionales, su nivel de estudio, si presenta o no dificultad
para el aprendizaje, así como las referencias a la capacitación educativa que
reciba estando privada de la libertad la persona.
 Referencias culturales y deportivas. Así como toda actividad que el interno
realice en tal sentido como la constitución de grupo, equipos y participaciones,
por ejemplo, interinstitucionales.
 Un estudio del o de los delitos que haya cometido, y en este sentido es
importante la versión del protagonista.
 Historia laboral y actividad laborativa en la unidad penitenciaria. El trabajo es
parte fundamental del tratamiento, constituyendo un derecho y un deber del
interno con positiva incidencia en su formación.
 Estudio victimológico.
 Una síntesis e integración que permita arribar a una hipótesis de la conducta
delictiva al mismo tiempo que ofrezca un pronóstico de reinserción social. Este
documento lleva el nombre de génesis de la conducta delictiva.
 También la historia incluye lo que se conoce como Programa de Tratamiento

26
Individual en función de las indicaciones del equipo, con sus sucesivas
evaluaciones y actualizaciones.
 Otro ítem refiere a la documentología. A través de la sección documentación
de internos, en el SPF se apunta al recupero y tramitación de los D.N.I. de
aquellos internos indocumentados, ya sea por extravío o carencia del mismo;
como asimismo respecto de la documentación de internos extranjeros con
radicación definitiva en el país.

Como podemos observar todas y cada una de las medidas tomadas respecto de
un interno en lo que respecta a su pasado, presente y futuro quedan registradas
en la Historia Criminológica o Legajo Criminológico Personal.

El Régimen de Ejecución Anticipada Voluntaria de la Pena

Dado que la criminología es una transdisciplina que soporta el interrogante acerca


de por qué alguien delinquió y qué tratamiento aplicar al respecto, la población
pertinente de intervención comprende a internos condenados. Esto es, internos
que hayan sido declarados culpables y cuenten con un cómputo de pena. Ahora
bien, en las unidades carcelarias también se encuentran alojados internos
procesados. Estos requieren la evaluación del psicólogo a los efectos de asistir en
la decisión que se adopte respecto al alojamiento de cada interno.

Por otra parte, es derecho de todo interno procesado adherir al régimen de


internos condenados a los efectos de inscribirse en el Régimen de Ejecución
Anticipada Voluntaria de la Pena. Una vez que establece esta incorporación, el
psicólogo del área criminológica procederá de manera interdisciplinaria a elaborar
la historia criminológica, diseñar el tratamiento y evaluar la adherencia a este, tal
como lo hace con la población de internos condenados. Quedan excluidos, en este
caso, informes tales como la “génesis de la conducta delictiva” y el informe legal
dado que se sostiene la inocencia del imputado.

27
Especificaciones del quehacer del psicólogo del área asistencial

La función del psicólogo en el campo asistencial debe ser pensada dentro del
marco que otorga la ley 24.660 y esto, con relación a dos cuestiones. Por un lado,
la tarea del psicólogo en el área asistencial está enmarcada normativamente,
contextuada, situada dentro de la lógica del ámbito penitenciario, es decir, del
ámbito encargado de hacer cumplir la pena. Por otro lado, la tarea en el área
asistencial del ámbito penitenciario no debiera diferir de otras intervenciones en
otros ámbitos en lo que hace a la posición del psicólogo en su estatuto ético. Al
respecto convendrá decir: ¿qué es lo que orienta la intervención de un psicólogo
en el ámbito hospitalario? Se responderá prontamente que la brújula de cualquier
intervención es el padecimiento subjetivo –con el tinte afectivo con que este se
presente (angustia, tristeza, culpa, ira…). Pues bien, en este punto, cabría
preguntar: ¿por qué la intervención en el área asistencial del ámbito penitenciario
tendría otro norte? Y, efectivamente, la intervención de cualquier profesional en
ese campo está motivada y justificada éticamente por el padecimiento del cual el
sujeto da cuenta. Con relación a esto habrá que puntualizar: el padecimiento sobre
el que el sujeto testimonia en este campo no tiene siempre el modo de
presentación habitual que es frecuente encontrar en otros ámbitos tales como el
hospitalario ni mucho menos el de la consulta privada, lo que suele ocurrir en este
campo es que el padecimiento subjetivo se presenta de un modo mudo,
desarticulado del campo de la palabra, por fuera incluso del registro del yo, sin que
éste tenga respecto del dolor y sus variaciones ninguna noticia que le permita
interrogarse por su padecer o bien, por las consecuencias de viejos dolores que
conducen a lugares inhóspitos, a veces, demasiado crueles. En tal sentido, la
consulta inicial en el área asistencial del ámbito penitenciario suele no estar
motivada por el propio interno. La lógica no es la de la demanda espontánea, sino
que, muy por el contrario, el espacio de entrevistas es un espacio que debe ser
ofertado desde el profesional, y sostenido con su apuesta y su deseo a fin de que,

28
en los primeros encuentros (y subsiguientes) algo del padecimiento ignorado por
el interno empiece a encontrar la posibilidad de desplegarse y alojarse en el lazo
con el profesional tratante. Será necesario un arduo trabajo y un tiempo
prolongado de entrevistas para que algo de la modalidad de vida y la relación al
dolor en la vida del sujeto empiecen a despertar en él alguna inquietud.

Es la ética del profesional la que orienta en todo momento el eje de las


intervenciones –en el sentido de operar para hacer del padecimiento el motor de la
cura y no su obstáculo. Respecto de la cuestión ética, convendrá destacar un
punto. Tal como su nombre lo indica, el ámbito carcelario es el espacio de la
penitencia, es decir, del castigo. La transferencia como motor del tratamiento y
marco del dispositivo estará signada por este elemento. Convendrá al profesional
estar muy advertido de esto a fin de no incurrir en posiciones que dupliquen la
escena de la aflicción o bien que pongan en juego su propio goce. En este punto,
lo que se espera de la intervención del profesional en este campo no difiere de lo
esperable en otros. No obstante, el sesgo penitenciario y la lógica del goce
inherente al castigar como al ser castigado, obligan al psicólogo a estar advertido
de cuál es allí su lugar y cuáles pueden ser los riesgos de imprevistos
deslizamientos ahí donde la institución lo convoque a intervenir en una u otra
dirección, la más de las veces contrarias a las de la profesión. En los términos en
los que lo plantea Basaglia, el psicólogo es un agente de cambio y su función no
puede operar al servicio del control social. En tal sentido es que, la tan mentada
responsabilidad del sujeto será un efecto que advenga por añadidura al interior de
una cura y del lazo establecido entre psicólogo e interno. La responsabilidad no
puede ser un Ideal con el que se oriente el tratamiento o al menos, la lógica de la
intervención no debiera estar regida desde allí. La responsabilidad emerge como
saldo, no interviene en calidad de brújula. La brújula siempre está del lado del
sujeto. Y el sujeto no es el profesional.

29
Abordaje del Régimen a Prueba

Este régimen es una medida alternativa a la privación de la libertad. En nuestro


país la Ley que fundamenta el Régimen a Prueba es la 24.316, de 1994. Esta
medida se puede implementar en dos casos: presentencia y postsentencia.
Siempre seguida la solicitud de la misma un informe médico-psicológico que
acredite y funde la medida.

En el caso de presentencia, van a poder solicitar la medida aquellos que han sido
imputados de un delito de acción pública por primera vez, y cuya pena no supere
los tres años de privación de la libertad. Los que no pueden solicitar esta medida,
bajo ningún punto de vista son, los funcionarios públicos en ejercicio de su función
y aquellos sobre los que se estén considerando penas de inhabilitación. En el
caso postsentencia, pueden solicitar la medida aquellos que se encuentren
cumpliendo una pena por primera vez, siempre y cuando la mismo no supere los
tres años, o cuando mediaran ocho años entre una primera medida y la solicitud
de una segunda medida sin que en medio se registrara la comisión de delito
alguno. Estas medidas intentan brindar una opción diversa a la de la pena
privativa de la libertad a fin de educir la aplicación de las penas y racionalizar las
políticas de justicia penal a la luz del respeto de los Derechos Humanos, las
exigencias de la Justicia Social y las necesidades de rehabilitación de los que
delinquen.

El régimen de suspensión de Juicio a Prueba, una vez que el Juez lo otorga,


queda bajo la órbita del Patronato de Liberados. El mismo diseña un modelo
de tratamiento social para cada probado teniendo en cuenta su historia,
personalidad, estructurara familiar, educación, intereses y capacidades. Dicho
tratamiento deberá contar con dos ítems significativos, la participación activa del
probado y la guía del oficial de prueba.

30
El rol del oficial de prueba se ha ido profesionalizando y actualmente es
desempeñado por profesionales universitarios con conocimientos de técnicas
específicas para su labor. Este oficial de prueba puede ser un psicólogo, un
trabajador social, un abogado, pero debe contar con una acabada formación en
temáticas sociales y debe acompañar al probando en el devenir del tratamiento.
Una de sus principales tareas del oficial de prueba va a ser una evaluación
integral que incluya aspectos personales, familiares, educacionales, laborales y
otros, a fin de poder delinear los posibles ámbitos de inserción comunitaria por los
que va transitar el probando y la necesidad e índole de los tratamientos a realizar.
El trabajo con el oficial incluye encuentros sistematizados y programados, pero no
solo trabaja con el probando sino también con el grupo familiar y el medio próximo
que lo rodea, intentado crear un entramado de apoyo y protección. A su vez invita
a probando a reflexionar sobre el ilícito en el que se involucró y en las
consecuencias del mismo para sí, para su entorno, para la víctima y el conjunto
social. La propuesta de trabajo se apoya en el rescate de los aspectos sanos de la
persona, en su capacidad resiliente y en el aprovechamiento de esta
oportunidad. Tengamos en consideración que la resiliencia es la capacidad de una
persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de
acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas
a veces graves.

Si bien las dos acciones primordiales que competen a la función de los patronatos
son el control y asistencia, en el caso del trabajo con los probados se focaliza en
la asistencia. La tarea que le ha sido delegada a los patronatos persigue disminuir
la criminalidad y la reincidencia, pues al encauzar al probado mediante un
tratamiento social integral, serio y responsable, de contenido humano y de apoyo
material, se aspira a reducir la incursión en el delito. La función de los
patronatos constituye de tal modo una medida activa que no deja al infractor penal
abandonado a sí mismo, sino confiado al tratamiento de una institución de
prevención especial mediante el accionar de un profesional adecuado.

31
El desarrollo del mencionado tratamiento debe ser esencialmente individualizado.
Es contrario a los protocolos en serie, a las prácticas burocráticas y al ritualismo.
Para su aplicación debe tenerse en consideración más que la esencia del delito
imputado y/o cometido las condiciones personales de cada persona. Se basa en el
conocimiento adecuado de la personalidad y de su situación, el que se logra
mediante el desarrollo de una especial acción profesional y con el empleo de
técnicas específicas que permitan obtener los elementos constitutivos de la
problemática de base. Dado este carácter esencialmente individual, debemos
detenernos en las diferencias observadas entre los que han estado encarcelados y
los que nunca lo estuvieron, por lo cual unos y otros requieren diferenciados tipos
de prestaciones.

Sin embargo, si bien no se trata de idénticas tareas para llevar a cabo, tienen algo
en común y es que se desarrollan extramuros, es decir, son tratamientos que se
dan estando la persona en libertad. A partir de esto debemos subrayar una
importante diferencia. Como su misma denominación lo señala, los tratamientos
postpenitenciarios tienen lugar luego de la detención. En cambio, las medidas
judiciales aplicadas a quienes nunca han estado detenidos, llevan una finalidad
eminentemente preventiva para evitar el encarcelamiento.

Generalmente, aquéllos que recién han egresado de la cárcel deben ir armando


lentamente su nueva identidad de hombres libres, mientras tanto podemos
encontrarnos con individuos desorientados, que hasta pueden manejarse con
hostilidad en las primeras entrevistas y con resentimiento por su situación ya que
en muchos casos el futuro se les aparece incierto y oscuro. Requieren
imperiosamente demandas concretas, ya que muchos carecen de lo elemental
(alojamiento, alimento, vestimenta, elementos de higiene, medicamentos) los que
antes en mayor o menor medida le eran provistos por el Servicio Penitenciario,
pero al recuperar su libertad quedan librados a sus propias posibilidades para

32
generar recursos, que por lo general son escasas. Es estas condiciones
encontramos al liberado con bajo nivel de instrucción y económico surgido de los
sectores más vulnerables y postergados de la sociedad. El panorama se complica
si la familia se ha alejado, o no resulta continente, o directamente lo ha rechazado;
por lo tanto, se encuentra solo, sin más vinculaciones que antiguos compañeros
de “celda” que se encuentran en libertad. Como se puede comprender, sin sólidos
vínculos afectivos que lo contengan como persona, sin trabajo ni hábitos laborales,
y en muchos casos bajo el padecimiento de enfermedades de gravedad que
requieren urgente y específico tratamiento médico y psicológico (HIV,
drogadicción), tienen serias dificultades para interactuar en el medio libre por sus
limitaciones personales. Tal situación se agrava por el rechazo social que suele
generar quien tiene antecedentes penales. La estigmatización no es una mera
abstracción, es una marca concreta que surge desde lo social y que se prolonga
más allá del encierro. Sintetizando, están a un paso de ingresar en un proceso de
circularidad constituido por diversos momentos: abandono, marginalidad, droga,
violencia, delito, cárcel. De aquí la importancia de que la persona no quede sola, y
no porque se la controle físicamente, sino para que encuentre un semejante que
confía en él y que está dispuesto a ayudarlo, el oficial de prueba que lo
acompañará en este verdadero proceso reeducativo.

Los que se encuentran bajo un régimen de prueba sin haber pasado por el
encarcelamiento poseen una distinta caracterización. Con variaciones individuales,
se trata de personas más organizadas, dispuestas al diálogo y al intercambio
relacional ya desde las primeras entrevistas. Puede explicarse, sin dejar de lado
otras consideraciones, que son personas que permanecen, generalmente,
integradas a su medio y a los distintos grupos con los que interactúan, ya sean
laborales, familiares o recreativos entre otros. Si bien pueden presentar en
algunos casos necesidades o disfunciones, ello no es obstáculo para que la
persona continúe unida a sus relaciones más próximas y cotidianas. Por otra
parte, los probados expresan mucho más claramente su necesidad o conflicto, o

33
es más fácil de detectar, ya que no está encubierto por el otro conflicto
sobreagregado: los efectos de la institución total como consecuencia de la
adaptación forzada al sistema privativo de la libertad.

El objetivo principal que encarna el oficial de prueba es trabajar por medio de


un tratamiento social y educativo, mediante una intervención no
invasora y respetuosa de la intimidad, pero a la vez oportuna, a fin de que la
persona advierta las consecuencias de la conducta delictiva y que,
consecuentemente, bajo la guía y orientación de los equipos profesionales pueda
revertirla merced a la internalización de las pautas que rigen la convivencia social
y la remoción de aquellos factores personales, familiares, culturales y sociales que
pudieran haber coadyuvado en su desajuste. Se trata, en definitiva, que, mediante
acciones de guía y orientación llevadas a cabo con el instrumento de la entrevista
personal, familiar o institucional, alcance el cumplimiento de las reglas de
conducta que le han sido impuestas y a su vez tome conciencia de la situación
penal en que se encuentra, evitando circunstancias negativas –determinadas
compañías, alcohol, drogas- y personalizando procesos superadores –
aprendizaje, capacitación, tratamiento médico y psicológico, etc. En dicho marco el
trabajo o las tareas comunitarias revisten un significativo valor. Cuando hablamos
de tareas comunitarias se trata de trabajos no remunerados a favor del Estado o
de instituciones de bien público.

Existe una red institucional llamada Red Solidaria, que esta conformada por más
de cien instituciones dispuestas a recibir a personas bajo el régimen a prueba. El
trabajo comunitario es pensado como un recurso fundamental ya que se
constituye en una herramienta valiosa para el probado a fin de que pueda reparar
el daño social provocado por el delito. La reparación se dirige en dos direcciones,
el lo social y en la interioridad del sujeto. El trabajo en la comunidad apunta a
reforzar la confianza de la persona en sí misma y por carácter transitivo se verá
reforzada su autoestima lo cual mejorará la modalidad vincular y la comunicación

34
con los otros significativos y con el medio en general. El trabajo comunitario no
solo se asienta en la participación de la persona a prueba, sino que le asigna a la
comunidad la posibilidad de una participación activa en la recuperación de los
actores sociales participantes del régimen a prueba.

Cabe destacar la existencia de distintos tipos de intervenciones desde los


patronatos, las mismas estarían determinadas por los siguientes aspectos:

 Las propiamente asistenciales que requieren inmediata solución, como


ser alojamiento, alimentos, vestido, medicamentos.
 Las psico-sociales, desde las que se promueve el cambio y la convivencia
social y que están relacionadas con la familia, su medio social, el trabajo, la
capacitación y la realización de tratamientos terapéuticos específicos.
 Las formales, que consisten en la observación y participación activa en el
cumplimiento de las reglas de conducta fijadas y derivadas de su situación
penal.
 Las de contención, brindando acompañamiento, guía y orientación individual.
 Las comunitarias, manteniendo un conocimiento actualizado de los recursos de
la comunidad, de modo de asesorar al supervisado en la correcta utilización y
provecho de los mismos a fin de que pueda por sí mismo lograr un equilibrio
entre necesidades personales y recursos sociales.

Consideraciones finales

Desplegado el ámbito en el cual el psicólogo se inserta, dable es destacar su


posición privilegiada para alumbrar la subjetividad que toda institución total tiende
a deslucir. Pues si la ley que interpela a quien la vulnera lo conmina a incluirse en
el eje universal, el operador que permita dicha inclusión no puede ser ajeno al
reconocimiento de lo particular. En tal sentido, el psicólogo debe acompañar la
iniciativa social e institucional de detener y alojar, más detener el acto, y no al

35
sujeto; alojar al sujeto, y no a la cristalización de su acto. Debe soportar la tensión
inherente a participar del proyecto institucional que lo convoca y la exigencia de
despreciar la posición de funcionario del consenso identificado por Basaglia. Debe,
en suma, sostener el rol del psicólogo en el ámbito penitenciario en tanto agente
de cambio en un proceso de socialización positiva.

Bibliografía

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XXI.
 Basaglia, F.; Basaglia, F. (1972) (compiladores) La institución negada.
Barcelona, España: Barral Editores.
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Leyes

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 Ley 23.277. Ley del Ejercicio Profesional de la Psicología.

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