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DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA NACION,

SEÑOR FERNANDO DE LA RUA

(Versión taquigráfica no corregida por el expositor)

Señor presidente de la Asociación de Bancos de la Argentina, don Eduardo Escasany; señor


vicepresidente de la Nación, licenciado Carlos Alvarez; señor gobernador de la provincia del
Chaco; señor vicepresidente de la Legislatura a cargo de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires; autoridades nacionales y provinciales; señores embajadores; señores
legisladores; señores jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y jefes de las fuerzas de
Seguridad; señores directores y miembros de la Asociación de Bancos de la Argentina; señor
presidente del Deutsche Bank S.A.; señor gobernador de la Banque de France -bienvenidos al
país y gracias por estar con nosotros-, señoras y señores: decíamos hace casi un año, en ocasión
de disertar en la anterior reunión anual de la Asociación de Bancos de la Argentina, que uno de
los principales problemas de nuestro país era el grave nivel de déficit presupuestario que
aumentaba el riesgo país y, con eso, la tasa de interés.

Señalé también el grave problema que creaban los impuestos ocultos que pagábamos los
argentinos, los que derivaban de los monopolios no combatidos, para restablecer la competencia
en el mercado; el grave problema de evasión; las consecuencias de la corrupción; todo lo que
significaba aumentar costos ocultos en el conjunto de la economía.

También señalé entonces que en mi concepto el objetivo del país debía ser alcanzar esa
calificación codiciada del investment grade. Sé que requiere pasos sucesivos y tiempo, pero el
sentido significaba el compromiso de avanzar por las reglas de una economía sana que permitiera
acceder a esa calificación. Sé también que tenerla no significa por sí sola el paraíso; significa
mejores condiciones; significa menor tasas de interés. Y esto es un factor importante para el
desenvolvimiento de la economía. Si lo lográramos obtendríamos rebajas en lo que tenemos que
pagar, entre 4 y 5 mil millones de pesos, lo que en las cuentas actuales sería bastante importante.

Hoy vengo a ratificarlo; vengo a decir que el objetivo del investment grade es un objetivo de la
Nación, que debemos avanzar tras los principios de una economía sana; que debemos defender
la competencia en el mercado, que tenemos que combatir o seguir combatiendo la corrupción,
y que tenemos que combatir la evasión como uno de los peores males que afecta la economía y
crea graves dificultades.

Hace seis meses tuve el honor de asumir como presidente de la Nación, y nos pusimos todos
a trabajar en este sentido. Debo decir que es mucho lo que hicimos en tan poco tiempo. Son
solamente seis meses frente a un cuadro extremadamente difícil, como aquí lo ha señalado el
presidente de la Asociación de Bancos, señor Escasany. Efectivamente, al asumir el 10 de
diciembre, nos encontramos con un cuadro de un déficit de 10 mil millones de pesos, una tasa
de desempleo del l4%, una profunda crisis en el conjunto de las pequeñas y medianas empresas
-principales generadoras de empleo-, y un nivel de pobreza extrema que afecta aproximadamente
a diez millones de argentinos. No era sencilla la tarea.

Incluso se daba una confusión absurda: la discusión sobre la magnitud del déficit. La verdad es

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que discutir entre quienes manejan los números si el déficit es de 10 mil o de 5 mil millones,
parece no tener sentido. Ojalá hubieran tenido razón los otros: tenemos que pelear contra un
déficit extremadamente alto que es necesario reducir, y lo estamos reduciendo.

Por eso los pasos dados fueron difíciles y decisivos. Primero, contando con la colaboración de
las provincias, que naturalmente se resistían a toda reducción, se firmó el Compromiso Federal,
por el cual aceptaban recibir dentro de cierto piso y cierto techo los aportes de la coparticipación
para hacer posible que el presupuesto nacional se recuperase en base a la reducción del gasto, y
se dictó una nueva ley de impuestos, que afectaba fundamentalmente los ingresos personales.

Se aprobó el presupuesto de la Nación, con dificultades, porque el proyecto enviado adolecía de


tremendos defectos e inexactitudes, y fue corregido en lo posible con la rapidez que imponían
los días. Me tocó asumir el 10 de diciembre sin que estuviese aprobada la ley de presupuesto
nacional, una herramienta fundamental para todo gobierno. Y aun cuando se aprobó, nos
encontramos con muchas partidas fundamentales que estaban con asignación presupuestaria cero,
lo que significaba un error grave de arranque.

Esto hizo necesario que el gobierno tuviese que reorganizar partidas y transferir recursos para
atender áreas fundamentales que no podían quedar desprotegidas.

Se aprobó una reforma al sistema impositivo. Y aquí, luego de mucho análisis, cuidamos de no
afectar los factores productivos. Por eso el aumento fue en el impuesto a las ganancias y sólo
unos pocos afectaron a los impuestos internos que, por los datos relevados, no han tenido efecto
sobre el consumo. Desde luego que todo aumento impositivo genera reacciones, pero era una
necesidad asumir los costos de lo que significó aquel déficit y el sobregasto que se había
producido en los últimos años; un sobregasto excesivo, irresponsable -que se financiaba con
créditos externos que aumentaban la deuda-, o con la venta de activos del Estado: la venta de
empresas públicas. Pero acá se han acabado las empresas para vender; ahora nos encontramos
con la realidad de que el país no puede seguir viviendo con un déficit que provoca el inmediato
aumento de las tasas de interés y la inseguridad en los mercados.

Nos encontramos hoy frente a la realidad de nuestras propias cuentas y nuestros propios recursos,
frente a lo cual tenemos que actuar con sentido de responsabilidad para aplicar los principios de
una economía sana. Lo cierto es que sobre este plan definido por el gobierno que, en definitiva,
era la expresión en los hechos de lo que había anunciado en mi campaña y que lo había explicado
aquí, en la reunión del año pasado de la Asociación de Bancos, nos pusimos en marcha.

Y logramos un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que nos otorgó un crédito
contingente de 7.000 millones de pesos, que significaba un fuerte respaldo y garantía para el
funcionamiento de la economía argentina, que debía garantizar la confianza en los mercados.

Esto tenía que ser acompañado por reformas estructurales o de fondo, largo tiempo demoradas
en el país. Nadie podía quedarse cruzado de brazos ante un desempleo del 14 por ciento. Por eso
impulsé la reforma de la ley laboral: para promover el empleo estable y no para desestabilizarlo.
El empleo estable se promueve a través de la extensión del período de prueba, que es
perfectamente razonable y necesario, más cuando la demanda en todo el país era de más cantidad
de planes “Trabajar” que, como ustedes saben, significa un aporte precario para quien está en

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situación de desempleo.

Finalmente, después de mucho esfuerzo la ley laboral se aprobó. Quiero señalar que esta ley
contiene un incentivo fiscal para quien convierte el empleo a prueba en empleo permanente o
definitivo. Y es muy importante que las pequeñas y medianas empresas, haciendo uso de la nueva
ley, tomen personal, generen empleo y ayuden a resolver el grave problema de desempleo en el
país, que es la principal preocupación del gobierno, dentro de otras muchas que desde luego
existen.

Se dictó el decreto de necesidad y urgencia desregulando el sistema de atención de la salud,


principalmente en lo que atañe a las obras sociales, para aumentar la competencia y para
racionalizar y hacer más eficiente el gasto en salud en nuestro país, que es alto y no se aprovecha
en la plenitud de lo que supone y se necesita. Y se enviaron al Congreso proyectos de ley que
están esperando su sanción y que son muy importantes.

Destaco el proyecto de ley contra la evasión impositiva, para tener más herramientas a fin de
combatirla; el proyecto de ley de emergencia contra el déficit, que si ustedes recuerdan fue
motivo de un mensaje del presidente de la Nación al país para la Navidad del año pasado. Pero
aún no se ha aprobado, y es necesario frente a los niveles de endeudamiento, que exigen un
refinanciamiento de esas deudas y un tratamiento específico para que el Estado pueda afrontar
la situación heredada. Finalmente, el proyecto de ley para la promoción de las pequeñas y
medianas empresas, tan sencilla, tan práctica y que tan pocos intereses afecta, que no se explica
que aún no haya sido aprobada.

Al mismo tiempo, planteé la necesidad de impulsar las exportaciones y constituí una comisión
al efecto reuniendo a todos los sectores del Estado involucrados en el tema para coordinar las
acciones. Porque, la verdad, allí comprobé la ineficiencia del Estado que tenemos. Convocados
sectores de distintas áreas, hallé tal grado de incomunicación entre ellos que me explico por qué
las cosas no funcionaban bien. A través de esta coordinación iniciamos una serie de acciones,
corrección de problemas, eliminación de defectos, atención de necesidades y propuestas de los
sectores productivos, para ir trabajando en algo que queremos todavía profundizar y seguir
intensamente.

Realizamos a la vez una intensa acción en el exterior para abrir nuevos mercados, donde
precisamos necesariamente la participación y la colaboración del sector empresario para
aprovechar lo que se hace desde el ámbito gubernamental y encauzar a través de esas nuevas
posibilidades las exportaciones argentinas. Sea como fuere, éstas han crecido, y uno de los
índices más positivos de este semestre es el aumento de nuestras exportaciones.
Al mismo tiempo emprendimos una lucha muy firme contra la corrupción, porque la
transparencia es un factor fundamental para la competitividad de la economía, para la confianza
de los inversores, para la acción productiva del sector privado. Y en ese sentido estamos actuando
con claridad y con firmeza, reclamando siempre la colaboración del sector privado en su
capacidad de denunciar cualquier irregularidad que pueda suscitarse.

He creado la Oficina Anticorrupción para el seguimiento y el planteo de los casos de


irregularidad que se detecten, de cualquier tiempo que sean, porque en esto la corrupción no tiene
color político sino que nos perjudica cualquiera sea el tiempo en que se produzca.

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He planteado también la necesidad de la reforma de la Justicia, a que se refirió muy bien el señor
Escasany. Es cierto: la Justicia, el buen funcionamiento de la administración de justicia, es
esencial para la competitividad del país. Y estamos trabajando con el ministro de Justicia en
reformas que permitan agilizar su funcionamiento.

Debo decir, como un mensaje hacia las provincias, que el buen funcionamiento de las justicias
provinciales es también esencial para que se desenvuelva la economía y vuelva el crédito, porque
en muchas provincias el crédito desaparece porque no se encuentra en la Justicia el respaldo
necesario para los casos de incumplimiento.

Estos son factores que tienen que verse, porque todos los elementos institucionales del país deben
funcionar eficaz y armónicamente para que el conjunto de la economía se desenvuelva con éxito.

Iniciamos acciones muy fuertes de lucha contra el contrabando, imprescindible para defender la
producción nacional; acciones contra los monopolios y el dumping; y también, desde luego,
contra la droga y el narcotráfico, donde la firmeza en la acción es un factor de la confianza en
nuestro país. Todo esto ha ido creando una mayor confianza en el funcionamiento del país.

Vengo de un largo viaje donde he recogido el respeto, la confianza y el respaldo hacia el país y
hacia nuestra economía. Y ese respaldo se agrega a los pasos ya dados en el sentido de una
economía sana, de la reducción del déficit, del saneamiento de las cuentas, de la lucha contra la
corrupción y de cuanto venimos haciendo. Por lo tanto, debe significar un marco suficiente para
la confianza del funcionamiento, del desenvolvimiento y el crecimiento de nuestra economía.

Pero se dijo bien aquí que en este mundo intercomunicado e hipersensible, cada uno debe actuar
con responsabilidad a la hora de hacer declaraciones o de expresar puntos de vista según la
posición que ocupe. Porque todos debemos contribuir a que se disminuya el riesgo país y a que
se fortalezca la confianza en la Argentina y en nuestra economía.

En este sentido, cuando estábamos en un momento culminante, importante de la visita en los


Estados Unidos, reforzando la confianza en los mercados, la sanción imprevista del Senado
derogando los decretos del Poder Ejecutivo para la reducción del gasto fue un daño al país que
nos ha costado revertir pero que hemos logrado superar, porque se ha visto cuál es la firme
decisión del gobierno en este sentido.

Todo esto debe significar una firme acción de la iniciativa privada, que en este marco puede
llevar adelante sus proyectos y sus negocios. Pero sé que también nos toca, de parte del Estado,
impulsar políticas activas, que no significan en modo alguno promover el estatismo sino poner
la banca oficial, el Banco Nación, que está en manos del Estado, al servicio del desarrollo de
programas de vivienda y de obras públicas que generen más actividad en el campo de la
construcción y contribuyan a crear más empleo.

Al mismo tiempo, desde el Estado debemos impulsar y acelerar la negociación con


concesionarios de servicios privados para que aceleren obras e inversiones en los servicios a su
cargo, las que a la vez que son necesarias generarán fuentes de trabajo.

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De igual modo, para poner un ejemplo, señalo lo que le planteo al Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires en el sentido de acelerar la zonificación o las normativas para el proyecto de
reforma de las zonas de Retiro, que significará mucha obra y mucho empleo y que es muy
importante para el crecimiento de estos factores, al igual que lo será la sanción del Código de
Planeamiento Urbano, que permitirá especialmente en el sur de la ciudad de Buenos Aires, la
inversión y la construcción.

El sistema bancario ha vivido en los últimos años un proceso de transformación. Como


hablábamos el año pasado, hoy es ABA -Asociación de Bancos Argentinos- donde confluyen
todos los bancos de origen nacional y los bancos cuyo capital principal es extranjero. Lo
importante es que todos actúen con igual sentido nacional y de compromiso con la realidad de
nuestra economía.

Pienso que ha sido muy positiva, en los últimos meses, la noticia del restablecimiento del crédito
hipotecario para la vivienda, que se ha dado en un nivel como no tenía el país desde hace más
de cincuenta años y que significa un crecimiento exponencial importantísimo en esto, que se
traducirá también en un mayor desarrollo de la construcción.

Tenemos pendiente el adecuado financiamiento a las pequeñas y medianas empresas, para las
cuales el acceso al crédito y las tasas a las que son financiados no son adecuados. A esto se ha
referido bien el señor presidente del Banco Central. Para el gobierno es necesario impulsar
procesos de garantía para que el crédito a las pequeñas y medianas empresas vuelva. El proyecto
de ley de pymes que se encuentra en el Congreso establece una herramienta actualizada de
garantía recíproca, mejorada y actualizada respecto de la ley actual, para que pueda permitir el
acceso al crédito que se necesita.

El gobierno nacional impulsa un empresariado nacional eficiente y competitivo. En el sector


bancario, la presencia de bancos privados y públicos nacionales es y debe ser importante. Ellos
deben desarrollarse a la par de sus competidores y estar siempre atentos a las profundas
necesidades de los sectores productivos de la Nación.

Nos preocupa la situación que se ha dado en el Banco de la Nación, donde hay grandes préstamos
en mora. Es una prioridad para mi gobierno la averiguación y la investigación de por qué se llegó
a una mora de alrededor de 800 millones de pesos y saber dónde fueron a parar esos ingentes
recursos que hoy precisaría el Banco, el campo y la industria.

La economía argentina ha afrontado algunos problemas propios del ámbito internacional en el


que se desenvuelve. En primer lugar, la situación de los mercados para nuestros productos
primarios; la baja relativa de precios, y el mantenimiento de subsidios y de barreras arancelarias
y paraarencalerias de los países desarrollados, contra lo que venimos actuando en todos los foros
posibles, consiguiendo algunos avances parciales, como el último, es decir,la liberación de los
cítricos en los Estados Unidos.

Pero también han ocurrido circunstancias imprevistas, como la suba de intereses en los Estados
Unidos o la caída transitoria del euro, que ahora como buena noticia sabemos que no subirán de
nuevo los intereses en los Estados Unidos y que hay una recuperación del euro.

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Debemos señalar todo esto no porque nos preocupe y haya una situación de debilidad en nuestra
economía, ya que tenemos reservas, fortaleza y una gran capacidad nacional, sino porque estos
factores tienen influencia en un mundo globalizado como al que asistimos.

Por otra parte, quiero señalar que he visto que todos los países del mundo, todos los países
desarrollados, ponen su esfuerzo principal en la reducción del déficit público. De modo que no
estamos solos en este esfuerzo por sanear las bases de la economía. Lo he visto desde los grandes
países desarrollados -algunos ya lo han conseguido y tienen superávit- hasta en los países en
desarrollo. Todos están haciendo el esfuerzo.

Lo arduo del esfuerzo es hacerlo como lo hacemos nosotros, reduciendo el gasto sin afectar la
inversión en el campo social, ya que tenemos una situación tan crítica que precisamos todos los
recursos y mayor eficiencia para que con los mismos fondos logremos mayores resultados. Esto
es lo que estamos haciendo, es decir, trabajando para reconducir y unificar una enorme dispersión
de los planes sociales, que en el Estado nacional llegan a la increíble suma de 94, cifra que hay
que reducir a pocos planes para bajar el gasto y aumentar su eficacia, orientándolos
fundamentalmente a la creación de trabajo. Tenemos que lograr que cada uno, al mismo tiempo
que atienda necesidades sociales, permita generar el trabajo que hace falta..

El tercer punto al que me quiero referir es que si había déficit en el Estado, también había déficit
en el sector privado. El grave endeudamiento de los sectores privados, por circunstancias
conocidas de la economía, es un asunto que nos preocupó de manera principal. Por eso el Banco
de la Nación instrumentó planes de refinanciación, principalmente para el campo y para las
pymes. Lo hizo en la medida de sus posibilidades, sabiendo que puede ser necesario más pero
dentro de las restricciones en las que se encuentra el Estado y de lo que resulta de aquel cuadro
básico que he descripto, en el que me tocó asumir el gobierno de la Nación.

Ahora bien, hay algunos ejemplos muy claros para que ustedes tengan una noción de lo que
significa la reducción del gasto. En el PAMI, la obra social de los jubilados, se han suprimido
o reducido gastos innecesarios y eliminado intermediaciones parasitarias para generar un ahorro
de casi 400 millones de pesos. Esto da una idea de la magnitud que significa una administración
rigurosa.

En la ANSES, que administra los servicios para los jubilados, estamos en una investigación
profunda para evitar el pago de jubilaciones duplicadas o el pago después de la muerte del
beneficiario, que sigue produciéndose por la demora en los trámites. Esto nos ha permitido
detectar hasta ahora excesos de gastos del orden de los 50 millones de pesos.

En el ámbito de la Presidencia de la Nación, que me toca directamente, tuve una reducción de


gastos del orden del 60 por ciento. Hemos suprimido los gastos reservados y reducido al mínimo
los aportes o adelantos del Tesoro Nacional, lo que a veces significa un problema porque hay
urgencias que atender en las provincias. De todos modos, esto se ha bajado de manera sustancial.

En cuanto a los planes Trabajar, que venían siendo suprimidos totalmente en los presupuestos
enviados al Congreso de la Nación por el anterior gobierno, los hemos podido restablecer, pero
no en la dimensión que antes tenían. Esto se nota seguramente en los índices laborales. Es un
problema ante situaciones críticas que se plantean.

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Estamos ante estos dos desafíos: atender las demandas sociales y reducir el nivel del déficit
público. Vamos a actuar con sentido de equidad porque no podemos ni admitir el dolor de la
pobreza ni hacer populismo ni demagogia. Al mismo tiempo, comprendemos que la mejor
manera de hacer justicia social es con el crecimiento, pero crecimiento con equidad. Por eso
quiero ser claro sobre este punto. Mi gobierno no viene sólo a combatir el déficit; este es el
prerrequisito, una condición, una necesidad. Estamos pidiendo enormes esfuerzos a todos. Los
hacemos primero desde la clase política y se los pedimos también a los empleados del sector
público de mayores ingresos. Sé lo que significa para cada uno este sacrificio, este esfuerzo
transitorio que les pedimos para superar esta situación y mantener plenamente la confianza en
nuestra economía. Repito: no es el objetivo central del gobierno lograr sólo la reducción del
déficit sino la responsabilidad histórica que debemos asumir.

Es verdad que con todas las empresas vendidas y con todas las inversiones recibidas el país debió
haber estado en una posición de equilibrio y aún de superávit. Pero no fue así. El déficit era de
10 mil millones, y para este año, si no hubiésemos tomado ninguna medida, proyectaba superar
los 11 mil millones. Pero la capacidad del país permite superar esta situación y recuperarnos.

La capacidad de nuestros empresarios, la capacidad de nuestra gente. Yo me siento orgulloso


como argentino, más que como cordobés, que hayan señalado a Córdoba como un lugar
importante para las inversiones, porque ese es el reflejo de la capacidad de nuestros trabajadores,
de nuestra gente del lugar, como ocurre en todo el país. La capacidad del pueblo argentino es
enorme para desarrollarse y crecer. Está en ustedes, dirigentes empresarios, está en nosotros
gobernantes, está en el conjunto de los dirigentes y políticos, incitar y poner en actos esa
capacidad de los argentinos; salir a pelear y competir por espacios en el mundo; abrir nuevos
mercados; aumentar nuestras exportaciones; movilizar el mercado interno; producir con
eficiencia y trabajar con amor por el país.

Para mí el punto central es crear más trabajo, para que todos los argentinos puedan tener la
dignidad social del empleo y combatir la pobreza para que no haya injusticias o exclusiones en
nuestro país.

Como decía en Estados Unidos ante importantes foros en que me tocó hablar, sí es cierto que
tenemos una situación de déficit, un problema fiscal, pero es transitorio. Con la capacidad de
nuestro país, esto lo vamos a superar rápidamente. No es un problema central. Están la capacidad
y los respaldos. El objetivo que nos planteamos es la modernización. Lo que queremos es estar
a la altura de las grandes transformaciones de los tiempos. Por eso el eje central de mi gobierno
es la reforma del sistema educativo a partir del portal educativo, que permitirá que haya una
computadora en cada aula argentina y que los chicos puedan conectarse con el mundo. O líneas
de acción como las que pusimos en marcha a través del Banco de la Nación Argentina: una línea
de crédito para la compra de computadoras familiares para que de dos millones y medio a tres
millones de familias puedan tener también acceso a Internet y, de ese modo, generar un
crecimiento explosivo de la intercomunicación entre nosotros.

El país que puede vender reactores nucleares a Australia, ganando una licitación con los países
más desarrollados del mundo, o que mantiene con éxito sus reactores en Perú, Egipto o Argelia,
que nos invitan a trabajar juntos para colocar más reactores como ésos en las regiones en que

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ellos actúan; el país que está desarrollando la energía eólica en la Patagonia, que es la reserva de
viento más grande del mundo; el país que va a desregular las comunicaciones para traer inversión
y bajar los costos, de manera que podamos estar todos comunicados; esta es la idea central de mi
gobierno: la modernización. Porque no nos vamos a quedar en el andén de donde sale el tren de
la historia. Si nosotros nos presentamos ante el mundo sólo para plantear nuestras cuitas de la
deuda y del déficit, nos vamos a quedar fuera de la gran transformación que se opera en el
mundo. Yo quiero que estemos dentro, con toda la fuerza y capacidad de las nuevas
generaciones, y que la modernización sea el centro de nuestra acción mientras ponemos
confianza en que la situación financiera vamos a superarla con el esfuerzo de todos.

Y en esto un aspecto central es el que plantea esta convocatoria de ABA de este año, que es el
tema de la coparticipación federal. Hay una gran base con el compromiso federal que se suscribió
en diciembre del año pasado, pero hay que avanzar más. Es muy importante poner orden en las
cuentas de la Nación, de las provincias y de los municipios. El eje es cómo se reparten los
recursos, en primer lugar; pero en segundo lugar, y esto es fundamental, cómo se controla y que
principios de responsabilidad fiscal se aplican, tanto por la Nación como por las provincias y los
municipios. Tanto daño hace el déficit del presupuesto nacional como el de los presupuestos
provinciales, porque el déficit, donde esté luego, es una carga que se tira encima de la cabeza de
los ciudadanos. La responsabilidad de los gobernantes es gastar los recursos que se tienen y
gastarlos bien, con eficiencia y transparencia.
Por eso, una ley de coparticipación que al mismo tiempo establezca las reglas de control, las
reglas de responsabilidad fiscal, es fundamental. Sé que en la propuesta que se va a hacer aquí
se habla de la institucionalización de un organismo fiscal federal que controle el cumplimiento
de los límites numéricos, que coordine las decisiones de endeudamiento de las provincias, lo que
debe hacerse sin afectar su autonomía, pero sí en un marco de responsabilidad.

Las provincias, debo decirlo aquí, han dado un gran ejemplo. Por primera vez se plantean reglas
claras de austeridad, de equilibrio fiscal, de reducción del gasto, de saneamiento financiero, y la
Nación las viene acompañando. Hemos celebrado ya convenios con muchas provincias para
refinanciar sus deudas, reprogramar sus acciones, mientras ellas también reducen el gasto. Todos
estos son signos alentadores y positivos de una transformación extraordinaria que se ha
producido en la Argentina en estos tiempos. Ya no se gasta sin límite, se gasta con sentido de
eficacia, poniendo el acento en lo que es la responsabilidad del Estado, en lo que significa la
atención de las necesidades sociales más urgentes.

Sí quiero decir que esto no lo pueden hacer sólo el gobierno nacional ni los gobiernos de
provincia. No es sólo el Estado, un Estado que tenemos que reformar para que sea eficiente, un
Estado que tenemos que transformar para que esté a la altura de los tiempos, que nos permita
combatir la evasión y recaudar mejor, porque la verdad es que el sistema que hemos recibido, y
tal como está, no es bueno para nada, y debe ser profundamente transformado; un Estado que sea
eficiente en la ejecución de los programas sociales; un Estado que sea eficiente en el control de
las empresas públicas para proteger al usuario.

Pero además, debe ser obra de todos, del conjunto de la sociedad. La solidaridad, en primer lugar,
tiene un sentido social general, universal, que nos afecta a todos los habitantes del país. Además,
la acción, el trabajo, la iniciativa, las ganas de crecer, el coraje para ir adelante como un país con
fe en sí mismo, que está de pie y que no se deja abrumar por el pesimismo, que sabe las

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potencialidades que tiene y que debe poner confianza en sus propias fuerzas, y de esa manera
todos vamos a ir para adelante. El tren de la historia no va a esperar que los argentinos nos
demoremos en decidir nuestra posición. Nuestra decisión es aceptar el desafío, no dilapidar las
oportunidades.

Por eso aprovecho esta importante reunión, en la que van a plantearse y estudiarse temas vitales
para nuestro desarrollo, ante nosotros y ante el mundo, para unirnos cada vez más y alcanzar una
Argentina en crecimiento, con justicia y equidad. Muchas gracias. (Aplausos.)

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