La evaluación permite mejorar el proceso de aprendizaje mediante la
identificación de las fortalezas del estudiantado, sus tipos de inteligencia y sus zonas de desarrollo próximo; por eso siempre es formativa, independientemente del momento y del contexto en el que ocurre, ya sea al inicio, durante o al final de una secuencia didáctica. Además, es muy importante que en la planificación estén definidos con claridad los criterios de evaluación, los cuales deben ser conocidos y discutidos por los estudiantes.
Desde una concepción formadora, cuando se evalúa el Nivel de
Dominio de las competencias, los errores arrojan importante información a la comunidad educativa para identificar los ajustes a realizar. De cara al estudiantado es importante descubrir la “lógica” de su error con el propósito de rectificarlo e incidir en la mejora de su aprendizaje. El error resulta así constructivo y puede ser una oportunidad para propiciar la reflexión y la metacognición tanto del estudiantado como del profesorado. También vinculada a la concepción formadora, la autoevaluación contribuye a que el estudiante regule su proceso de aprendizaje y realice los ajustes pertinentes. Participan como coevaluadores los compañeros y compañeras de curso, quienes ofrecen una visión complementaria en calidad de apoyo y testigos del proceso. La aplicación de la autoevaluación y la coevaluación contribuyen al desarrollo de la autoestima, la criticidad y la ética de la responsabilidad.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el sentido de la
autoevaluación varía en función del género, de modo que las estudiantes tienden a infravalorarse, mientras que los estudiantes tienden a sobrevalorarse, de modo que el profesorado debe tender a corregir tales divergencias restableciendo el valor de las evaluaciones en función de criterios objetivos.
El proceso de evaluación también es participativo, autoreflexivo y
crítico. Todos los que intervienen en los procesos de enseñanza y de aprendizaje tienen la oportunidad de valorar los aprendizajes: padres, madres, profesores, profesoras, compañeros, compañeras y sobre todo los propios educandos.
En el marco de este diseño curricular los criterios de evaluación se
refieren a los componentes y elementos de las Competencias Fundamentales y orientan hacia os aspectos que se deben tomar en cuenta al juzgar los aprendizajes alcanzados. Identifican qué se debe considerar al evaluar una competencia, estableciendo la cualidad o característica relevante que debe observarse en el desempeño de los y las estudiantes. Los criterios indican los elementos sobre los cuales el o la docente definirá pautas para determinar en qué medida sus estudiantes muestran haber desarrollado las competencias. Estos criterios se hacen operativos en las áreas y niveles donde se traducen en indicadores de logro.
Para evaluar el dominio de las competencias específicas se
establecen indicadores de logro o de desempeño. Éstos permiten determinar si se han logrado los aprendizajes esperados para cada nivel y/o área académica. Los indicadores de logro caracterizan la competencia y se refieren a sus aspectos clave. Son pistas, señales, rasgos que evidencian el Nivel de Dominio de las competencias y sus manifestaciones en un contexto determinado.
Dependiendo de su nivel de concreción los indicadores de logro
pueden referirse específicamente a contenidos conceptuales, procedimentales o actitudinales; se pueden referir también a una combinación de algunos de ellos, o a los tres integrados. Las actividades e instrumentos de evaluación estarán estrechamente relacionados con esos indicadores de logro.