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EL SILBÓN

"Si escuchas cerca los silbidos, el Silbón está lejos y no hay peligro; si
los escuchas lejos, no tienes escapatoria, el Silbón está cerca y corres
peligro"

En los Llanos Orientales, hace muchos años, vivía un joven al que


apodaban El Silbón porque silbaba y silbaba todo el día mientras
caminaba e iba de cantina en cantina desperdiciando su tiempo. Este
joven era malcriado, mimado y consentido por su familia, hasta el punto
que todo capricho que quería, se lo cumplían. Un día, enfadado porque
no le gustó la comida que sirvieron en la mesa, obligó a su padre a
buscar un venado y cazarlo para sacarle las vísceras y cocinarlas. Su
padre se fue en busca de este, pero tras un largo día de caza no
encontró nada y llegó a la casa con las manos vacías. El joven Silbón
al ver que su padre no le cumplió su capricho, en un momento de ira y
bajo los efectos del alcohol, golpeó brutalmente a su progenitor, luego
tomó su escopeta y sin medir las consecuencias de sus actos, lo mató
de un tiro en la cabeza, con un cuchillo le saco las vísceras y entrañas,
y las empacó en un pedazo de camisa y las llevó a su casa.
Al llegar a su casa, entregó las asaduras a su abuela para que las
preparara; ella le preguntó que de dónde las había sacado, y este sin
remordimiento alguno respondió: "El inepto de mi padre no logró, ¡hic!,
cazar al venado, así que yo le arranqué sus vísceras para saciar mi
hambre, ¡hic!.
Su familia, abrumada ante tan aterradora noticia, lo ató a un árbol y lo
torturó con latigazos en reprimenda por sus malévolos actos,
aplicándole sal y ají picante en sus heridas para que su dolor fuera aún
más desesperante. Posteriormente, fue exiliado y su abuela lo maldijo
condenándolo a vivir vagando por la llanura: "Maldito serás para toda la
eternidad, tendrás que vagar por la llanura cargando los huesos de tu
padre en tu espalda y el perro tureco te irá mordiendo los talones a
donde quiera que vayas"
Desde ese momento, el Silbón se convirtió en un alma errante que
murió en soledad. Muchos de los llaneros que lo han visto dicen que es
un temible espanto de seis metros que camina mientras emite su
escalofriante silbido, y lleva en su espalda, dentro de un saco viejo y
harapiento, los huesos de su desafortunado padre, mientras busca en
las noches a borrachos y mujeriegos para succionarles el ombligo e
ingerir el licor que estos hayan bebido. Cuenta la leyenda también que
suele escoger una casa y sentarse en la esquina de la misma a contar
los huesos de su saco mientras entona su silbido, si varios miembros
de la casa logran escucharlo no pasa nada, pero si no lo oyen, una de
las personas de ese hogar amanece muerta.
LA LLORONA
No hay historia que se cuente con más frecuencia que "la llorona".

Dicen algunos que esta historia tiene una base histórica. Se trataría de
una cierta Luisa, amante de don Muno Móntez Claro. Ella le había dado
tres hijos ya. Cuando don Muno la dejó para casarse con una mujer de
más categoría, Luisa mató a sus tres hijos.
Otros opinan, que esta historia remonta al tiempo de los aztecas. Había
una diosa llamada Civocatl, que había tenido que sacrificar a sus hijos
a los dioses. Se veía ella en la noche cargando una cuna vacía.

La historia de la llorona se cuenta de mil maneras. Así la oí yo en


Laredo.
En el barrio llamado "El rincón del diablo" vivía una mujer muy pobre.
Ella, y sus tres hijitos, vivían en un jacal miserable a la mera orilla del
río. Su esposo pasaba su tiempo en parrandas al otro lado del río, en
Nuevo Laredo.
Ella, pues, lavaba y planchaba ropa ajena, y a veces pedía limosna
para que sus pequeños alcanzaran una comida por día. Era una vida
tristísima y cada día traía miserias nuevas. Lo que le dolía más era ver
a sus hijitos tan flacos y hambrientos.
Siempre quedaba un rayo de esperanza: un día su esposo volvería y
todo se arreglaría. Pues, sí, volvió el esposo para avisarle que se iba
con otra mujer, para nunca volver...
Ya la mujer no se pudo aguantar. Ya nunca saldría de su agonía. Miró
el agua que pasaba abajo. Sus criaturas tendrían que afrontar una vida
entera de lágrimas. ¡Pobrecitos angelitos, estarían mucho mejor en el
cielo! Dios les daría ropa fina, comerían cosas ricas... ¡Qué contentos
estarían allá arriba para siempre!
Sin pensarlo más, empujó a los chiquillos y los arrojó al agua. Flotaron
por algunos momentos, y finalmente desaparecieron.
Ella se sonrió por primera vez desde mucho tiempo, convencida que
acababa de cumplir con su deber de madre. Ya los podía ver arriba con
sus coronitas, comiendo un buen plato de nieve de fresas.
Se acostó y se durmió felizmente.
Cuando despertó la mañana siguiente buscaba a sus niños. ¿Dónde
estaban sus acaricias, sus sonrisas, sus lágrimas? Repentinamente
realizó lo que había hecho y, queriendo estar con sus chiquillos, se
echó al río.
Es cierto - y no falta quien lo quiera jurar - que cuando la luna está
llena, se oyen los sollozos de una mujer, al lado del río.
¿Será la llorona que todavía está en busca de sus niños?
EL CADEJO
“De origen vulgar pero con la tiempo ha tomado prestigio y decoro”.
Cuenta la leyenda que fue el tercer hijo varón, parrandero y vago de un
gamonal de Escazú. Siempre echado de día, en las noches envolvía un
yugo en cobijas, lo ponía en la cama y se escabullía a parrandear.
El padre y sus hermanos furiosos le llevaron casi a la fuerza al monte, a
“tapar” frijoles. Apenas llegó a la finca se echó a sestear. Entonces
ocurrió que el padre al verlo nuevamente perdiendo su tiempo mientras
sus hermanos trabajaban decidió maldecirlo diciéndole: “Echado y a
cuatro patas seguirás por los siglos de los siglos, amén”. Así
súbitamente el joven se transformó en un perro grande, adusto, flaco,
erizo que hoy día trota al lado de los parranderos y les acompaña con
su trotecillo ligero, triste y advertidor.
¿No has oído tarde en la noche en tus noches de fiesta su aullido
venteando la muerte entre los alarmantes cipreses de los cementerios?
El oye el pasar de las almas que se van, el vuelo de las prófugas del
purgatorio y el aletear del Ángel del Misterio.

LA SAYONA
En lo más profundo de los llanos de Venezuela nace una de las más
épicas leyendas latinoamericanas de terror, que ha servido para
atemorizar y escarmentar a los hombres mujeriegos e infieles. Se trata
de La Sayona, una mujer alta, de larga cabellera negra y muy hermosa,
que seduce a los viajeros que se desplazan por las carreteras oscuras
y solitarias, a la espera de hombres infieles a quienes dar el susto de
sus vidas, y así escarmentar sus malos comportamientos.

Esta mujer se llamaba Casilda, y era tan enfermizamente celosa que


asesinó a su esposo y a su madre porque pensaba que tenían una
aventura. Su madre, en los últimos minutos de agonía la maldijo:
“Sayona serás para siempre, y en nombre de Dios, que así sea” Así,
desde el día en que falleció Casilda, su alma vaga en pena buscando a
hombres infieles. Primero los conquista con su gran belleza y luego los
asesina. Quienes logran sobrevivirle, jamás vuelven a ser infieles en
sus vidas.
EL YACURUNA
También conocido como el Poseidón colombiano, el Yacuruna es un
dios que habita en los ríos y lagos de la región amazónica, con
apariencia de reptil color verde grisáceo, y la habilidad para
transmutarse a la figura de un hombre y animales de río, como el delfín
rosado. Otras versiones de la leyenda, aseguran que este ser
mitológico puede girar la cabeza hasta 180° y por eso se le puede
descubrir con ella completamente hacia
atrás.
Cuentan los ancianos indígenas, que no sólo es el dios más poderoso
de la selva amazónica – con control incluso sobre las sirenas, con
quienes puede comunicarse-; sino, que, cuando adquiere la forma
humana, se convierte en el hombre más guapo de toda la región,
seduciendo así a hermosas mujeres y niños que aceptan su invitación
para jugar en el río, y terminan sumergidos en las profundidades como
parte de su colección en la ciudad subacuática de donde proviene.
De estos hombres y mujeres que descienden hasta su reino, se dice
que acaban mimetizándose hasta convertirse en un Yacuruna más,
física y mentalmente, pasando así a formar parte de esta poderosa
raza.

EL RIVIEL

Narran los marinos, que, en la época colonial, un barco español, repleto


de oro, se enfrentó a una embarcación de piratas en medio del litoral
Pacífico, culminando con la muerte de un pirata árabe que, antes de
fenecer, maldijo abiertamente al dios de los católicos. Desde entonces,
se cuenta que, en las noches sin estrellas, su alma va errática por las
islas del Pacífico donde surca las olas con una suerte de tabla,
parecida al caparazón de una tortuga gigante.

Se le reconoce por un cuerpo de piel oscura, como de un enano, a


quien no logra reconocérsele el rostro; un cuerpo que emana olor a
carne podrida, pues le gusta succionar los sesos de los marinos
extraviados que mueren a causa del terror de la oscuridad, y de su
propia presencia en los bohíos de los pescadores.

La leyenda cuenta que El Riviel es un habitante del mar, cuya


presencia sólo es percibida gracias a la luz de un farol que va a un
costado de su tabla de surf. Sobre su personalidad, se dice que disfruta
hundiendo embarcaciones, y, al ser un hablador empedernido, con una
voz animalesca, debes saber que vuelca su furia sobre aquel marino
que ose ignorarlo.
EL TUE TUE
Cuenta la leyenda que existe una rara especie de pájaro que no puede
ser visto por el limitado ojo humano. Siempre sale por la noche y es
muy rápido, igual lo escuchas en un sitio y al instante está en otro. Es
imposible de localizar.
Su nombre es Tue Tue o Chochon: el resultado de la transformación de
un brujo maldito que por las noches sale a volar. Según los mapuches,
a quien le canta el Tue Tue está irremediablemente condenado a morir.

Una noche en que los campesinos cercanos a Melipilla trabajaban


atando las hojas de las cebollas, trabajo que se hace de noche, ya que
el rocío permite que estas hojas sean más dóciles. Ellos prendieron una
fogata para calentar un poco de té. De repente, un ruido escalofriante
salió del cielo, algo que jamás habían escuchado, una especie de
graznido de pájaro desconocido que los acechaba y les hacía perder
los sentidos... El graznido erizó de terror hasta el último cabello de
aquellos pobres trabajadores que ahora estaban a merced de la
oscuridad.
Alguien gritó: "¡Es el Tue Tue!" Y mencionó que al tirar sal al fuego,
cualquier maleficio terminaría y los libraría de su maldad. Espantados
buscaron entre sus ropajes un pequeño puñado de sal, que arrojaron
llenos de pánico al fuego. En ese mismo instante caía al suelo algo
enorme desde el cielo, y se retorcía en medio de gritos de dolor y rabia.
Emitía ruidos como voces humanas, de ultratumba y quejidos de
pájaros.

Luego silencio. Un silencio aterrador que fue eterno y que fue


interrumpido por uno de los trabajadores que había caído inconsciente
al suelo. En medio de la nada y sin poder seguir trabajando, esperaron
juntos el amanecer... Lo que olvidó mencionar aquel hombre de la idea
de la sal en el fuego es que el brujo aparecería en tu casa. Pero nadie
quiso escuchar más y preferían olvidar lo sucedido...
Carlos, el más valiente y quien tiró la sal al fuego, despertaba de un
largo sueño que tuvo para recuperar fuerzas y volver a trabajar en la
noche, sin olvidar lo que había pasado. Era ya el atardecer y la noche
caía en el pueblo. Carlos estaba preparándose para partir cuando sintió
la puerta. Pensó que sería Juan, quien lo pasaba a buscar siempre
para irse juntos al trabajo. No había nadie.
Extrañado miró hacia afuera, estaba seguro que escuchó la puerta y,
antes de darse vuelta ,un frío helado recorrió su espalda y un olor
nauseabundo inundó la habitación de su casa. Al voltearse se encontró
con una cara deforme, un ser espectral, terrorífico, que le dijo con voz
de ultratumba: "¡TÚ ME HICISTE CAER, AHORA ARDERÁS EN EL
INFIERNO!"
Se cuenta que el brujo incrustó una a una plumas en el cuerpo de
Carlos y lo hizo volar para vengarse de cada uno de los trabajadores.
BOLEFUEGO
Cuenta esta leyenda colombiana que, siglos atrás, existió en las
profundidades del llano una hermosa mujer de ojos azules, piel morena
y una cabellera negra azabache, que se alargaba hasta fundirse con el
vaivén de sus caderas. Su nombre, Candelaria. Cuando estuvo en
edad de merecer, nuestra protagonista se casó con un hombre llamado
Esteban, que, consumado el oficio, mostró su verdadero rostro de
alcohólico, fiestero y mujeriego.

Un día de tantos, y con dos hijos en casa, Esteban se disponía a irse


para la tradicional fiesta sabanera: el San Pascual Bailón, pero sin
avisar o invitar a Candelaria. Ésta, al sentirse traicionada, agarró el
hacha para cortar leña de su marido y, delante de sus hijos –Sigilfredo
y Esteban-, sin dudarlo un segundo, se la clavó en la cabeza al
hombre, obligando a sus pequeños a enterrar a su propio padre.
Años después…
Después de rechazar a cientos de pretendientes, y, llena de los celos
enfermos de una madre para quien ninguna mujer es suficiente para
sus hijos, Candelaria obligó a Sigilfredo y a Esteban a dormir en su
misma cama, hasta convertir al primogénito en su amante. En cambio,
el segundo –Esteban-, se opuso tajantemente a un acto que
consideraba inmoral, negándose a ello hasta que su madre murió de
desilusión.

Dicen los pobladores, que, el día del juicio final, Candelaria fue
condenada a deambular por los caminos en forma de bola de fuego o
candileja con brazos chorreantes de fuego, asustando a los viajeros
borrachos, irresponsables e infieles. Se recomienda a los aventureros
que la vean no rezar ni por error, pues se siente especialmente atraída
por ellos.

LA CALLE DE LA QUEMADA

Durante la época de la Nueva España, llegó a vivir a la Ciudad de


México una hermosa joven española llamada Beatriz, en compañía de
su padre Gonzalo de Espinosa. Se dice que Beatriz era reconocida por
su bondad y buenas costumbres. Sus encantos físicos llamaron
automáticamente la atención de muchísimos hombres. Entre tantos
pretendientes resaltaba un italiano llamado Martín de Scopoli a quien
Beatriz rechazaba y evitaba a toda costa. Martín loco de amor, empezó
a matar a cada hombre que se acercara a pretender el amor de la
joven. Beatriz al enterarse de lo ocurrido no pudo evitar sentirse
culpable, entonces una mañana les pido a todos los empleados de su
lujosa casa dejarla sola. Fue cuando llena de valor sumergió su bello
rostro en un recipiente con carbón ardiente. Ella pensó que de esta
manera desparecería la belleza que atraía a tantos hombres. Sus gritos
se escucharon por toda la calle y muchos acudieron a su auxilio.
Cuando Martín se entero de la noticia acudió lo más pronto posible al
domicilio de Beatriz y a diferencia de los demás, él fue el único que no
le hizo ningún desagrado. Por lo que Beatriz al percatase de esta
acción decidió aceptar casarse con Martín, portando en su boda un
velo blanco. Desde ahí hasta sus últimos días porto siempre un velo
negro que cubría sus cicatrices.

LA PLANCHADA
Dicen que en el Hospital de Juárez, hace muchos años, trabajó una
enfermera llamada Eulalia. Era una mujer joven y rubia, de ojos claros y
facciones delicadas. Todos la querían por su infinita amabilidad. Pero,
lo que más llamaba la atención es lo impecable que estaba siempre: no
había un uniforme mejor planchado que el suyo. Un día ingresó en el
equipo un médico muy apuesto, de nombre Joaquín. Dicen que todas
las enfermeras se sintieron atraídas por él, a pesar de que era un poco
arrogante. Eulalia no fue la excepción, pero ella hizo que al doctor le
costara trabajo conquistarla. Una vez que se hicieron novios, Eulalia se
mostraba muy enamorada, probablemente más que él. Incluso había
rumores de que el joven médico seguía coqueteando con otras
mujeres. Aún así al año de ser novios, Joaquín le pidió que se casaran,
lo que sorprendió a la joven, quien accedió feliz. Sin embargo, el
médico tuvo que salir de viaje a un seminario durante quince días en
otra ciudad, quedaron de planificar la boda a su regreso. Durante los
días de espera, uno de los enfermeros declaró su amor a Eulalia, a lo
que ella contestó que no estaba disponible, pues estaba comprometida
con el Dr. Joaquín. Extrañado, el joven enfermero le dijo que eso no era
posible, pues el Dr. Joaquín había renunciado una semana atrás y se
había ido de luna de miel con su nueva esposa. Destrozada, Eulalia
corroboró la información en los registros del Hospital y con otros
compañeros. A partir de ese entonces, dejó de ser la enfermera
dedicada que solía ser y debido al desamor, muchos pacientes
sufrieron a causa de su negligencia. A largo plazo, la joven cayó
enferma y murió, no sin antes haberse arrepentido de no dar lo mejor
de sí en su profesión. Lo más curioso es que, después de su muerte,
empezaron a surgir testimonios similares de muchos pacientes, en los
que indicaban que una enfermera con las características de Eulalia los
atendía amablemente, y aunque nadie podía distinguir su rostro, todos
coincidían en que su cabello era rubio y no había un uniforme mejor
planchado que el que llevaba puesto. Por eso la apodaron, La
Planchada.
EL ARBOL DEL VAMPIRO
Hace muchos años atrás la ciudad de Guadalajara era un pueblo
pequeño y muy tranquilo. Era común que los extranjeros se mudaran a
este lugar para pasar sus días de descanso. Pero de repente, la paz de
este poblado se terminó. Un día apareció un perro muerto, algo que al
principio parecía común, pero al mirar de cerca era algo
verdaderamenteextraño, pues el perro no tenía sangre. Parecía que le
habían succionado todo el líquido. La policía pensaba que se trataba de
un animal mucho más grande, lo que generó algo de tranquilidad. Al
otro día apreció un gato a quien le sucedió lo mismo, y al otro día lo
mismo pero a todo un grupo de gatos, y así por varios días. La
población se sentía algo asustada. El miedo llegó a la cúspide cuando
una mañana encontraron una persona sin una gota de sangre. Muy
pronto todo el pueblo empezó a comentar que se trataba de un
vampiro. Los rumores crecieron cuando al día siguiente apareció otro
hombre en las mismas condiciones. Guadalajara ya no era un pueblo
tranquilo y la gente ya no se atrevía a salir de noche por miedo a
encontrarse con el "vampiro". Tanto el pueblo como la policia se
reunieron para tratar el problema y llegaron a la conclusión de que
había que buscar al vampiro por la noche y matarlo con un palo de
madera. El carpintero del pueblo propuso que la estaca tenía que ser
de madera de camachín, porque esa era la que era buena para matar a
los vampiros. Todas y todos buscaron la madera de camachín y se
fabricaron estacas. Los hombres del pueblo y los policías se fueron a
cazar al vampiro y después de buscar y buscar por fin lo encontraron y
le clavaron la estaca en el corazón, e inmediatamente murió. Se dieron
cuenta que el vampiro era un extranjero que provenía de Inglaterra y al
jubilarse se mudó a Guadalajara. Las autoridades ordenaron enterrar al
vampiro en el Panteón de Belén y pidieron poner una piedra gigante
encima para que jamás pudiera escapar. Pasado un tiempo, un
trabajador del panteón, se dio cuenta de que de la tumba estaba
brotando una rama de un árbol de camachín, la misma madera de la
cual estaba fabricada la estaca con la que atacaron al vampiro. La
rama comenzó a crecer y nadie la pudo detener. Esta se convirtió en el
árbol de camachín que hoy la gente visita en el Panteón de Belén,
como recordatorio de que allí descansan los restos del vampiro. Desde
entonces ese árbol es conocido como el árbol del vampiro.

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