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LA SAYONA
Es una de las
creencias más populares del
llano y podría decirse que no
existe un llanero que no haya
escuchado hablar de ella.
Algunos habitantes y
caminantes que se han
tropezado con la bola de
fuego tantas veces que ya no le tienen miedo. La bola de fuego es una
luz que se desplaza a lo largo de la sabana, dando vueltas como si fuera
una rueda. Cuando se ve cerca, fácilmente pueden distinguirse los ojos,
la boca y otras partes del cuerpo como si fuera un esqueleto humano.
Mausoleo familiar -
Finalmente, el Dr Knoche acabó sus experimentos el 02 de enero de 1901
a los 87 años, pero dejó una dosis preparada del suero momificador a la
enfermera Amalie Weismann- quien fuera su compañera de
experimentos-, para que se la aplicara al momento de su muerte.
Sin embargo, la leyenda del Dr Knoche y sus momias sigue viva a casi 100
años de su creación y en la actualidad son muchas las personas que se
aventuran a realizar el recorrido de aproximadamente 2 horas de
duración para conocer el mausoleo, aunque las momias están ausente y
en su lugar reposan muñecos de plástico.
EL CARRETÓN
Una vez Caribay vio volar por el cielo cinco águilas blancas y se enamoró
de sus hermosas plumas. Fue entonces tras ellas, atravesando valles y
montañas, siguiendo siempre las sombras que las aves dibujaban en el
suelo. Llegó al fin a la cima de un risco desde el cual vio como las águilas
se perdían en las alturas. Caribay se entristeció e invocó a Chía y al poco
tiempo pudo ver otra vez a las cinco hermosas águilas. Mientras las
águilas descendían a las sierras, Caribay cantaba dulcemente.
Las tres aves celebraron el robo del fuego, pero ningún animal supo
aprovecharlo. Los hombres que vivían junto al Orinoco se apoderaron de
las brasas que ardieron durante muchos días en la sequedad del bosque,
aprendieron a cocinar los alimentos y a conversar durante las noches
alrededor de las fogatas. Tucusito, el pájaro Bobo y la perdiz colorada se
convirtieron en sus animales protectores por haberles regalado el don del
fuego.
Dueño de la Luz
Todos los días el dueño de la luz la sacaba de su caja para jugar con la
muchacha. Pero ella recordó que debía llevarle la luz a su padre y
entonces su amigo se la regaló. Le llevó el torotoro al padre, quien lo
guindó en uno de los troncos del palafito. Los brillantes rayos iluminaron
las aguas, las plantas y el paisaje.
Cuando se supo entre los pueblos del delta del Orinoco que una familia
tenía la luz, los warao comenzaron a venir en sus curiaras a conocerla.
Tantas y tantas curiaras con más y más gente llegaron, que el palafito ya
no podía soportar el peso de tanta gente maravillada con la luz; nadie se
marchaba porque la vida era más agradable en la claridad. Y fue que el
padre no pudo soportar tanta gente dentro y fuera de su casa que de un
fuerte manotazo rompió la caja y la lanzó al cielo. El cuerpo de la luz voló
hacia el Este y el torotoro hacia el Oeste. De la luz se hizo el sol y de la
caja que la guardaba surgió la luna. De un lado quedó el sol y del otro la
luna, pero marchaban muy rápido porque todavía llevaban el impulso
que los había lanzado al cielo, los días y las noches eran muy cortos.
Entonces el padre le pidió a su hija menor un morrocoy pequeño y
cuando el sol estuvo sobre su cabeza se lo lanzó diciéndole que era un
regalo y que lo esperara. Desde ese momento, el sol se puso a esperar al
morrocoy. Así, al amanecer, el sol iba poco a poco, al mismo paso del
morrocoy.
Estado Táchira
Se trata de una historia que alude a una familia muy humilde que vivía en
Mesa de Aura, Páramo del Zumbador. La familia la integraban los
esposos Gómez Mora y sus seis hijos. Entre ellos una joven que se
destacaba por su belleza, encanto y sus facetas artísticas. Quienes la
oían cantar quedaban impresionados de su voz angelical. Su nombre era
Lombarda y por cariño la llamaban Lombardita. Sus padres la cuidaban
mucho y al ver que alguien la veía le llamaban la atención. El padre y el
hijo menor acostumbraban a cargar en la cintura un cuchillo para cuidar
a Lombardita.
Sus principales víctimas han sido los arrieros quienes tenían que atravesar
estos caminos a altas horas de la madrugada para llevar sus cargas a los
mercados de Delicias, Rubio y San Cristóbal. Los hombres que han tenido
la desafortunada experiencia de verla la describen como una mujer alta
de larga cabellera negra, su rostro es una calavera que emite fuego por
los ojos, sus ropas son negras y desgarradas, a sus pies una jauría de
perros negros de ojos rojos la muerden. El propósito de este espanto es
matar a las personas que alcanza; quienes se han logrado salvar es
gracias a escapularios que ahuyentan a la gritona. Los pobladores saben
que si la mujer grita no se le debe contestar, pues de inmediato aparece
a buscar a quien lo hace.
En el poblado Las Lajas existe otra versión de esta leyenda que refiere la
experiencia de un hombre que se levantaba muy temprano a realizar de
madrugada queso para vender en el mercado municipal. Una
madrugada, por tiempo de cuaresma, cuando iba por el camino real en
el sector llamado Pabellón, escuchó unos gritos aterradores, que lo
llenaron de espanto. Allí estaba una mujer, con vestidos rasgados, pelo
negro y muy largo, y ojos que arrojaban fuego.
El hombre huyó despavorido, ante la terrible aparición. Se dice desde
entonces que la gritona se aparece por tiempos de cuaresma y Semana
santa a viajeros intrépidos que van en búsqueda de dinero, o a vender
algo en el mercado, y pasan por esos senderos de Pabellón.
Leyenda del espanto del diablo
Hacia las dos de la tarde, cuando estaban picando una laja grande se
percataron de que la roca no se abrió, y luego se sorprendieron al ver en
ella la imagen de la Virgen. Aunque muchos la veían con claridad otros
decían que no la distinguían. Llamaron a más personas de la comunidad
para que observaran lo que habían encontrado. Al ser consultado el
párroco de la comunidad afirmó que la imagen de la piedra se parecía
a la Virgen del Carmen. Más tarde fue llevada a la capilla y poco a poco
fue tomando un color brillante. Actualmente se guarda allí con mucha
devoción y es considerada la protectora de la de la aldea.
Leyenda de la luz:
Los nonos o abuelos siempre cuentan a los niños que en Villa Páez suelen
salir duendes. Estos son unos personajes de baja estatura y muy pícaros.
Hay quienes afirman que eran ángeles, pero por ser desobedientes los
echaron del cielo. Dicen que no hay que tenerles miedo porque no son
seres malos, sino que sólo se entretienen haciendo picardías como
esconder las cosas. Aunque también afirman que esconden a los niños
sin bautizar y se los pasan por el cuerpo para recordar cuando estaban
con Dios. Este tipo de historias son contadas más para entretener que
para intimidar a los más pequeños.
Leyenda del cojito
Se dice que una vez dos niños estaban jugando y entreteniéndose con lo
que encontraban. Uno de ellos, Julián, vio un árbol muy alto y retó a su
primo Pedro y su hermano Pablo a que se encaramaran. En eso se les
hizo tarde y cuando se dieron cuenta ya la noche estaba cayendo.
Asustados por la oscuridad aceleraron paso.
Según habitantes de Betania y Villa Páez hay dos luces que se ven a los
lejos, en el páramo del Tamá, y llaman la atención porque se cruzan en el
aire. Cuentan los pobladores que las han visto desde hace más de
ochenta años y cuando pasan cerca de ellas, éstas sacan chispas y
toman forma de dos piernas.
Cuenta José Avilio Sierra que esas luces son las extremidades de un
arriero que fue mutilado para robarle su carga de cacería. Quienes dicen
haberlas visto cuentan que no se les quitaban de encima, provocándoles
un gran susto.
Leyenda del hachonero
Chinamitos, Leyenda
Los habitantes de esta zona tienen la creencia de que los niños al morir si
no han sido bautizados o son niños malignos, quedan vagando en el
mundo de los vivos y se dedican a llamar la atención de otros niños, pues
no tienen muchos compañeros con quien jugar. Por esta razón tratan de
enamorar y encantar a otros de su misma edad, para de esta forma
llevarlos a formar parte de su mundo y así tener con quien jugar.
Por haber servido algún tiempo como lugar de reclusión, este castillo es
escenario de algunas leyendas en la población de Pampatar. Una de
ellas cuenta que los detenidos en el castillo eran perseguidos por
fantasmas, y que sus gritos eran tan fuertes que asustaban a la
población, por lo que debían de ser trasladados a otro penal. Asimismo,
los guardias aseguran escuchar lamentos. Cuentan que una noche uno
de los guardias observó a un hombre vestido de blanco y, al hacerle la
voz de alto, aquel continuó su camino, por lo que el guardia procedió a
dispararle con su carabina. En una de las garitas del castillo puede verse
la huella dejada por uno de los tiros.
La Piedra del Ángel, Leyenda
Cuenta la leyenda que un hombre divisó la cueva más allá del Cerro de
La Castilla, una cueva donde el sol se zambulle en agua y donde las
picúas alzan su pico. Las olas llegan hasta la parte más alta de las rocas,
y una luna brillante las ilumina. Nadie le creía a este hombre llamado
Bufón, solitario habitante de esa cueva, hasta que un día apareció
sorpresivamente interrumpiendo la calma de la salina. Desde ese día el
lugar es denominado por los pobladores Cueva del Bufón, y es visitado
por los enamorados que creen en el embrujo sentimental de sus lunas
llenas y sus noches. De día es apreciada por los pescadores que viajan a
Guacuco o Bergantín y desde ahí divisan a lo lejos, en el horizonte, a los
peces, que comen carnadas en la profundidad. Se dice que el espíritu
del bufón vaga por ese paisaje.
Camino al Cementerio Viejo, Leyenda
El cerro El Vigía fue utilizado durante muchos años por el Moncho Fuentes
para la cría de pollos, patos y gallos. Cuentan los habitantes del lugar
que hay una gallina que aparece de repente con sus pollitos en forma
de fantasma.
El manantial secreto, Creencia
Dicen que en una noche oscura y lluviosa del sitio de Santa Inés, según la
tradición, el catire Florentino se encontró con un hombre a caballo que le
invitó a puntear con él.
Los vecinos del sector han asegurado desde hace años que en casa de
un hombre del sector llamado Avelino, quien además era cronista del
pueblo, llegaban los duendes y le saboteaban todo lo que hacía. Tanto
él como su esposa habían mantenido este secreto por algún tiempo para
no alarmar a los vecinos o por temor a que no les creyeran. Pero con el
tiempo no les quedó otra alternativa más que contar lo sucedido a los
vecinos con el fin de buscar ayuda. Al anochecer comenzaban a caer
piedras sobre el techo y algunos entraban a la casa y volteaban los
recipientes donde se acababa de hacer la comida, por ejemplo, o los
platos cuando ya iban a comer. En tal sentido, cuando los vecinos
comprobaron la veracidad de los hechos y al notar que sus rezos no eran
efectivos, buscaron a un iniciado del sector, una especie de mago
bueno quien, luego de una serie de rituales, oraciones y conjuros, logró
exorcizar a los tediosos duendes.
Ánimas de Pablo Pérez y la Taconera, leyenda
Este cuento conocido por los habitantes encierra una historia de amor de
dos jóvenes que se conocieron en la mina de agua. Todos los días una
viejita iba con su nieta, llamada Lucecita a sacar agua de la mina para
llevar a casa y cuando se acercaban al lugar escuchaban un silbido que
venía desde lo más profundo del pozo. Un día salieron de nuevo a traer
más agua y Lucecita al acercarse pidió a la fuente que le concediera el
siguiente milagro "Fuentecita por favor, preséntame un joven para
casarme", ella se sentía muy sola porque la única persona que la
acompañaba era su abuela y era un poco estricta, no la dejaba salir ni
hablar con sus amigos. En ese momento escuchó el silbido de la mina y
de nuevo pidió el deseo "minita tú que eres misteriosa, has que ese silbido
lo oiga un joven y que al beber de su fuente se case conmigo!".
Esta historia en contada por los pobladores a los visitantes, como una
forma de dar vida a la historia de este lugar. Se dice que en estas cuevas
tenían su adoratorio los aborígenes pertenecientes a las etnias de los
iricuyes, tiracoques, olleros, galgas y capaces que ofrendaban a un ser
sobrenatural llamado el Chés, candiles y grasa de cacao. En estas
cuevas se albergaron las tropas de Ambrioso Alfinger, para no compartir
el botín con el resto. Perdidos en aquellas selvas erraron por mucho
tiempo con un pesado tesoro a cuestas que enterraron al pie de un árbol
junto al arroyo. Este pesado cofre contenía setenta mil pesos en monedas
de oro y piedras preciosas. De los 24 soldados solamente uno sobrevivió
sin nunca precisar el lugar del tesoro que aún permanece oculto.
Brujas y Zánganos, Leyenda
Una valerosa mujer llamada Mistajá, muy querida por la reina, recibió un
día el encargo de ésta para subir hasta la cima del páramo a
contactarse con el Ches, así le llamaban los indígenas al ser supremo
creador de todo lo existente. En el punto más alto del páramo, existía una
plaza circular de piedras. Antes que amaneciera, Mistajá debería
ubicarse en el centro de esa circunferencia, abrir un hoyo en el suelo y
enterrar ahí la figura del ave de oro que daba su prestigio a la reina,
rociar con un puñado de cabellos de ésta el sitio, gritar de forma aguda
tres veces seguidas y lo más fuerte posible. Luego de hacer todo esto el
Ches debería dar una señal en el aire, la tierra o el cielo para encontrar
la cura al mal de la reina.
Existen varias versiones para referirse a esta leyenda. Una de ellas indica
que un hombre retó al diablo a construir un puente en un lugar imposible
para llevar a efecto tal proeza y unir los dos linderos de una zona
escarpada sobre el cruce de un violento río. Pactó con el diablo para
que éste construyera ese puente antes del amanecer, si lo lograba el
diablo podría llevarse su alma. El hombre llevó dos gallos finos y cuando
el diablo estaba a punto de terminar el puente, el hombre jaló las colas
de los gallos y estos cantaron. Al oírlos el diablo pensó que había perdido
la apuesta y se marchó. Otra versión indica que el hombre mandó a
bendecir la última piedra que debía ser colocada y cuando el diablo
estaba por culminar su obra no pudo ni siquiera tocar aquella piedra que
le hacía falta para terminar el puente y se retiró vencido. La misma
leyenda es relatada otras circunstancias: dice que fue el diablo quien
retó a un hábil pero muy presumido constructor a que no podría construir
el puente antes del amanecer. El orgullo y la vanidad hicieron caer en la
trampa al constructor. Antes de anochecer el hombre llevó consigo un
gallo hasta un lugar estrecho donde erigiría el puente y comenzó a
trabajar. Hacia el amanecer, cuando apenas le faltaba colocar solo una
piedra del puente, cantó el gallo y nunca más nadie volvió a ver a aquél
hombre. En todos los casos la leyenda refiere a un puente inconcluso que
existe en el sitio de La Cabrera, vía Capaz. En el referido lugar se
encuentra un cruce sobre una garganta que se despeña hacia un río
caudaloso y hay quien dice que el puente pudo ser un relleno de piedra
o una formación rocosa que queda del lado de la carretera apreciable
sólo desde el río y que recuerda la forma de un puente caído o
incompleto. Sobre dicha formación pero del lado de la carretera, hay
una cruz sobre una roca y una capilla dedicada a San Benito. Hay
quienes aseguran que la cruz sobre la roca puede ser una contra para
espantar al diablo de ese sitio. Una de las versiones más difundidas es
que el puente es en realidad una piedra enorme, rectangular y casi
horizontal que sobresale en lo alto de una estructura rocosa vertical.
Entierro de Morocotas
Muchos son los que han visto a este caballero y mucho más dicen haber
escuchado al caballo pasar en algunos sectores de la ciudad. La gente
sigue contando esta historia como un hecho íntimo que los conecta
porque en todas partes alguien dice haber vivido la experiencia. Dicen
que suele oírse un caballo a galope, le suenan las riendas y el bozal al
pasar por las casas y en el camino brotaban chispas de candela.
Siempre para antes de la media noche, quedando luego todo en
silencio.
Leyenda de la Mujer de Blanco
Nadie sabe por qué el espanto aparece en este lugar pero algunas
personas dicen que en ese lugar asesinaron a una mujer y otros señalan
que podría tratarse de un entierro o botija y que la aparición forma parte
del conjuro. Esta leyenda es valorada en la comunidad por formar parte
de las historias constituyentes de su cotidianidad e identidad cultural, en
donde en cada calle y casa antigua de San Jacinto del Morro posee su
leyenda.
Creencias en Brujas
También se dice que pueden transformase y volar, sobre todo, por las
noches. En algunos casos, se le aparecen a personas causándoles
pánico. En otros, crean matorrales para atrapar a personas que transiten
por el campo; también son capaces de producir lagunas mentales para
que la persona se confunda y se extravíe en su camino. Asimismo, las
brujas pueden adoptar formas de animales.
Leyenda del Caballo Blanco
Se trata de una creencia que tiene muchos años en la zona y que forma
parte del mundo mágico-religioso del campesino de la región. El Arco y
el Arca son dos espíritus malignos que habitan en las lagunas, pantanos,
charcos o cualquier sitio donde haya agua. La comunidad manifiesta
que se aparecen en forma humana, de cualquier edad y cautivan a las
personas por su aparente belleza. Cuando pasan el río, estos espíritus se
acercan a la víctima, la cual puede sufrir un vaciado de sangre, pérdida
de embarazo e, incluso, la muerte en caso de que sea niño. Se dice
también, que los hombres que se han topado con estos espíritus
comienzan a sufrir distintas enfermedades y erupciones en la piel similares
a la sarna. Muchos pobladores también creen en la práctica de ciertos
rituales que contrarrestan este tipo de maleficios. Es común que se
ahuyenten en una puesta de San Benito o cualquier fiesta donde haya
tambores, cohetes o mucho ruido, pues se cree que al Arco no le gusta el
ruido. Luego se canta el rosario, en el sitio donde se dice haber visto a
este espíritu.
Leyendas de las cinco Águilas Blancas
Se cuenta que en la época en que las monedas eran de oro, hubo una
banda de forajidos que asaltaban diversos poblados de la región andina.
La banda estaba conformada por 80 ladrones que tenían su guarida en
la zona conocida como Pico El Águila; ocultaban su dinero en un
deslizamiento de lajas situado al oeste de este lugar. Un buen día fueron
sorprendidos y abatidos en el lugar, sin embargo, uno de los malhechores
sobrevivió y esperó 35 años en Barinas para regresar a buscar el botín de
morocotas con sus hijos, con la mala suerte de que antes de llegar al
lugar indicado murió. Nadie sabe exactamente donde quedaron esas
morocotas.
Leyenda de la Piedra Encantada
Según cuenta José Orama Angulo que le contó su tío de 105 años
cuando el tenía 12 años, que vio a dos animales vigilando la piedra, un
toro de cachos amarillos y un perro con chispas en los ojos. Todo
aparentemente se trata de un conjuro para proteger la roca y quien
logre matar al toro rompe la maldición, así se hará dueño de un gran
tesoro enterrado en el siglo XIX.
Espanto del Páramo de Estanquez, Leyenda
Se cree que en este lugar van las personas muy codiciosas que desean
tener mucho dinero y conjuran al demonio o espíritus del más allá para
obtenerlo. Hay testimonios que dan cuenta de personas que luego de
haber ido al Sanjón, de la noche a la mañana tienen ganado y cultivos
en sus fincas. Las personas que van a visitar el lugar dicen que ya en la
segunda paila se comienza a sentir escalofríos en todo el cuerpo, miedo
y terror por el eco de los pasos.
Leyenda del Puente de la Urbina
Esta casa esta desolada porque -según cuenta la gente- existe en ella un
misterio o espanto. En la noche llega un jinete en su caballo, le da varias
vueltas a la casa y se detiene en la puerta principal haciendo sonar muy
fuerte las riendas. Después de eso, el jinete se baja del caballo y camina
por los pasillos y alrededores de la casa; al caminar, sus pasos
chasquean, suenan como si tuviera las botas llenas de agua. Finalmente,
se monta en su caballo y le da una última vuelta a la casa mientras que
su caballo relincha para luego perderse en la oscuridad. Antiguamente,
la finca sirvió de posada para arrieros que iban de paso por el lugar, ese
puede ser el origen del espanto en la casa. Allí existe un entierro de uno
de esos caballos que nunca volvió.
Mito de la Laguna, La Pantanosa
Esta leyenda es una de tantas que se tejen en torno a la laguna del Cerro
de Pico de Horma. Cuenta la tradición de Tovar, que en lo más alto de la
serranía, en la entrada de la laguna, se encuentra una palmera de
moriche sobre la cual se posa un loro que parece ser el guardián del
lugar. Cada vez que los pobladores subían allí, todo se tornaba oscuro y
se desataba una tormenta con truenos, rayos y centellas. Cuando los
visitantes salían corriendo, cesaba completamente la tempestad. Por
esta razón, la comunidad no deja de recordar esta historia y evita
acercarse a esta laguna, fundamentalmente en la tarde o de noche.
Leyenda del Cristo de La Galera
Se cuenta que este Cristo fue visto por una niña cuya identidad se
mantiene en secreto, mientras estaba en el patio del colegio La
Presentación. Ella notó que la imagen descendía entre las nubes con la
representación del Sagrado Corazón de Jesús, derramando sangre por
las manos y el pecho. Desde aquel momento se le rinde tributo en toda
la localidad y se construyó una gran imagen con la que se hacen
procesiones en su honor.