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“La corporalidad en mujeres que han sufrido violencia sexual”

Cuando se sufre de algún tipo de violencia sexual hay repercusiones importantes en


la salud física y psicológica de la persona, para que ella pueda sanar y superar debidamente
dicho evento traumático es necesario que haya una armonía entre la salud mental y el
cuerpo, de lo contrario, si solo se centra la atención en uno de los dos aspectos (que son
intrínsecos) paradójicamente no podrá sanar. Sin embargo, cuando se investiga acerca de
las repercusiones en las mujeres sobre la violencia sexual por lo general está enfocada
exclusivamente hacia la salud mental, sin nunca tener en cuenta lo que ellas han tenido que
atravesar con sus cuerpos.
El cuerpo de las personas que han tenidos experiencias dolorosas como lo es una
violencia sexual es capaz de reconocer las afectaciones y comienza a generar
modificaciones, entonces, se transforma el uso del cuerpo que en un principio es una
entidad estética y el disfrute propio de la sexualidad, por un cuerpo que se restringe y aísla.
Esto puede deberse al habitus, es decir, el cuerpo como una construcción simbólica, “las
personas inscriben en su cuerpo lo social y a un principio que sustenta las prácticas
culturales de un contexto específico” (Mejía y Vargas, 2018, p.28). Este espacio social
radica en la diferencia de género y posiciona al cuerpo y la mujer desde lo biológico
(fertilidad). Por tanto, hay un imperativo de pensar el problema desde un pensamiento
epistémico en el que debe haber una categoría sobre la violencia sexual desde la
corporalidad de la mujer, pues como dice Zemelman (2021) “las categorías pueden ser
posibilidades de contenido, pero no son contenidos demarcados, perfectamente
identificables con una significación clara, univoca, semánticamente hablando” (p.7). Es
decir, la violencia sexual no solo será vista desde la sanación de la salud mental y
emocional de las mujeres, sino que también desde otras posibilidades como lo es desde su
corporalidad.
Asimismo, se evidencia que la violencia sexual proviene del orden social desigual
en el género, es decir, de las relaciones de poder, por lo tanto, son las mujeres las que tienen
un índice más alto de violencia sexual (Jackes, 2002, como se citó en Contreras et al., 2010,
p.8). Adicionalmente, se ha observado que a nivel global menos del 40% de las mujeres que
han experimentan violencia buscan algún tipo de ayuda; no obstante, por el contexto en el
que se encuentra Latinoamérica, las denuncias por actos de violencia sexual hacia las
mujeres sólo son del 5%, esto por varias razones pero principalmente por vergüenza,
culpabilidad, miedo a ser discriminadas, la complejidad de hacer la denuncia y por la
expectativa baja de que los organismos no les brinden ayuda, pues como expresa Contreras
et al. (2010, p.10) las respuestas de los servicios del sector de la salud o del sector jurídico
suelen ser deficientes, en especial a las poblaciones femeninas que residen en zonas
marginadas y pobres, las mujeres indígenas y entornos de conflicto.
Es por esto que, hay una necesidad por resignificar este concepto de la violencia
sexual hacia la mujer, en el que es imprescindible no quedarse atrapado en conceptos con
contenidos definidos, sino plantearse el distanciamiento respecto de esos contenidos, para
buscar qué otras nuevas o poco exploradas significaciones pueden tener (Zemelman, 2021).
En el caso de la violencia sexual hacia la mujer es necesario abrir una categoría sobre lo
poco que se habla sobre la sanación desde la corporalidad de estas mujeres; y también,
sobre como esta realidad que ellas viven dista mucho desde el entorno geográfico, social y
cultural en el que se encuentra, pues como se mencionó anteriormente, en américa latina las
mujeres viven una realidad en la que tienen una menor ayuda por sus condiciones
económicas e interseccionales en comparación con otras partes del mundo.
Para comprender la corporalidad en la mujer y la relación que tiene con la violencia
sexual, es imprescindible tener presente que la mujer siempre ha estado sujeta a un cuerpo
femenino reproductivo, en el que le indica lo que es y su funcionalidad. Y a pesar de que el
neoliberalismo promueve la idea de que la mujer es libre y dueña de su cuerpo, la realidad
es que está más controlada que nunca; como expone Han (2013) en la sociedad de la
transparencia, bajo la ilusión de la libertad, cada individuo se somete voluntariamente a la
vigilancia, bajo la ilusión de un mayor control. En esta mirada panóptica no solo se ve
expuesta la mujer, sino que también coaccionada a mantener expectativas sobre el cuerpo
en el que tiene que cumplir con un rol impuesto por su corporalidad, es decir, hay una parte
histórica en la que se atribuye la identidad de la mujer con base a la función de su cuerpo
(fértil-reproductivo).
Ahora, teniendo en cuenta lo ya descrito sobre el rol del cuerpo de la mujer y lo
expuesto por Han (2014) sobre como la corporalidad ha sido sometida al imperativo del
rendimiento, convirtiéndose en un "capital que hay que aumentar" (p.23). Esto conduce a
una relación fragmentada con el otro, convirtiéndose en un objeto sexual para ser
consumido (profanando el Eros). En este caso, la mujer es quien se convierte en el objeto
sexual pues debido a la normalización de la violencia sexual sobre ellas, se les ven como
cuerpos que son solo un trozo de carne comercializable, sin derechos y como fuente de un
erróneo “empoderamiento masculino” (Montiel, 2022, p.52).
Finalmente, para Han (2014) la pornografía es el paradigma de esta profanación
porque carece de un "enfrente sexual" y habita en la escena del individuo (p.69). En la
pornografía, el otro no es un ser humano con una identidad y una subjetividad propias, sino
un objeto cuya única función es satisfacer al consumidor. Esta visión instrumentalizada del
cuerpo humano es preocupante, ya que reduce nuestra existencia a un estado de pura
objetividad y hace que la sexualidad se convierta en una mercancía más del mercado. Y no
solo eso, sino que además afecta bastante la percepción del deseo y el sexo consensuado,
pues dentro de ella exhiben la violencia como excitante, en donde los hombres crecen con
el imaginario que tienen el derecho a satisfacer sus deseos sexuales con una mujer incluso
si no se lo han permitido.
Referencias
Byung-Chul Han. (2013). La sociedad de la transparencia. Editorial Herder. Recuperado de:
https://www.derechopenalenlared.com/libros/la-sociedad-de-la-transparencia-
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Byung-Chul Han. (2014). La agonía del Eros. Editorial Herder. Recuperado de:
https://www.cinemateca.gob.ni/wp-content/uploads/2021/04/Byung-Chul-Han-La-
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Contreras, J. M.; Bott, S.; Guedes, A.; Dartnall, E. (2010) Violencia sexual en
Latinoamérica y el Caribe: análisis de datos secundarios. Iniciativa de Investigación
sobre la Violencia Sexual. Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Recuperado de: https://oig.cepal.org/es/documentos/violencia-sexual-latinoamerica-
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Montiel Águila, R. M. (2022). “Ésas ni siquiera son Mujeres: son como perras en celo”:
percepción de los lenones sobre el cuerpo femenino. Cotidiano - Revista de La
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