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MARCO TEÓRICO PARA EL APORTE A LA REFLEXIÓN

Estereotipos de género - Socialización genérica (Género como construcción social)

Al hablar de género, nos remitimos a un concepto relacional, es decir, un


concepto basado en las relaciones sociales existentes entre los sexos y, por lo tanto, una
construcción social. Es la cultura quien nos enseña lo masculino y lo femenino, quien
atribuye características, comportamientos y roles a cada sexo.

Cuando hablamos de sexo, nos referimos a las características físicas, biológicas


y genéticas que diferencian a hombres y mujeres. En cambio el género, remite a
creencias, actitudes, valores y espacios que socialmente se atribuyen a lo femenino y
masculino. El Género cambia a través del tiempo y según la cultura y las sociedades.

Existen influencias de diverso niveles que nos conducen, culturalmente, a


aprender a “ser mujer” y “ser hombre”, es decir, a asumir un género. Entendemos por
género al “conjunto de características diferenciadas que cada sociedad asigna a
hombres y mujeres”1. Y aquí es importante que nos detengamos en lo que el propio
autor destaca, esto es, el verbo “asignar”, que da cuenta que esas diferencias, no son
cuestiones dadas, biológicas, innatas de cada sujeto, sino que son características
atribuidas por cada sociedad, extremo este que nos remite a lo que denominamos
proceso de socialización genérica.

Entendemos por tal, al proceso por el cual aprendemos, a través de diversas


instituciones (desde el nivel macro social hasta lo micro social), el rol que la sociedad
espera que asuman hombres y mujeres. Esta forma de aprender el rol de género es
completamente invisibilizada por la cultura, al punto tal que es percibida como un hecho
biológico en lugar de social.

La sociedad patriarcal en la que estamos inmersos, es quien determina que las


mujeres asumen un rol en lo privado (doméstico, maternidad), en tanto los hombres se
desempeñan en la vida pública. Que las primeras son sumisas, temerosas, obedientes,

1
PALOMA, D.A. (2002) “Violencia contra las mujeres, violencia de género”, en La prevención y
detección de la violencia contra las mujeres desde la atención primaria de salud, ed. Asociación para la
Defensa de la Sanidad Pública de Madrid, Madrid, pág 22
dependientes, generosas, expresivas, y que este rol es complementario a de los
segundos, que son violentos, agresivos, competitivos, líderes, exitosos, pensantes y
controlan sus emociones. La subjetividad del hombre, se construye en clara oposición al
género femenino.

Ésta socialización genérica se transmite inter y transgeneracionalmente, en


diversas instituciones en que los sujetos se encuentran insertos, desde la sociedad toda,
pasando por las instituciones concretas en que los sujetos estamos insertos (escuela,
trabajo,etc), hasta la familia. Se trasmiten simbólicamente, a través del discurso, los
mitos, por observación, imitación, a través de la publicidad o las expresiones artísticas,
entre otras formas.

A modo de ejemplo, podemos pensar en los cuentos infantiles, las películas, la


televisión. El rol que toman el hombre y la mujer en esas historias se condice con esta
construcción social de dominio y sumisión. La bella durmiente, cenicienta, la bella y la
bestia, etc. También en la televisión vemos parejas de conducción “hombre inteligente-
mujer linda”, “hombre inteligente-mujeres bailando”. Incluso al interior de la familia,
aun habiendo avanzado en la igualdad, con mujeres trabajando y desarrollándose en el
ámbito público, nos referimos a hombres que “ayudan” en las tareas de la casa, lo que
perpetúa la idea que lo doméstico sigue siendo de dominio y responsabilidad de la
mujer. Vemos notas periodísticas en las que a una famosa le preguntan cómo es el
marido como padre y responde “Ayuda un montón, le cambia los pañales”.

¿Por qué importa que tengamos en cuenta lo antes mencionado para analizar la
violencia de género? Es importante que entendamos que muchas de las conductas
violentas de los hombres tienen génesis en el rol de género aprendido socialmente. Esta
situación se vislumbra al verificar que muchos hombres violentos brindan descripciones
que responden a la socialización genérica masculina, tienen posiciones subjetivas
machistas, patriarcales. Esta idea también es reforzada al verificar las conductas
violentas de los hombres, por cuanto son de carácter selectivo y con capacidad de
autocontrol, es decir, se encuentran dirigidas a las mujeres, y no se desencadenan en
cualquier ámbito o por cualquier motivo.
Definición de violencia

Una de las definiciones que podemos tomar para conceptualizar el concepto de


violencia, es la propuesta por Saúl Franco, que establece que se trata de “Toda forma de
interacción humana en la cual, mediante la fuerza, se produce daño a otro para la
consecución de un fin”.

De una definición tan simple podemos analizar varios puntos. Primeramente,


que la violencia remite a la condición humana. Otras especies podrán ser agresivas, pero
no violentas. La violencia es una condición del hombre en tanto especie.

Por su parte, se determina que mediante la fuerza se produce algún daño en


otro. Esa fuerza no necesariamente remite a un concepto físico y el daño ocasionado,
tampoco debe reducirse a una cuestión visible, sino que puede ser considerado en tanto
físico, psicológico, simbólico, etc. Sin fuerza no hay violencia. Esta fuerza se pone en
práctica desde un posicionamiento asimétrico; quien tiene mayor fuerza (Física o
moral), ejerce violencia sobre quien tiene menos.

Por último, es importante tener en cuenta que la violencia se ejerce para


conseguir un fin. ¿Es ese fin el daño ocasionado en el otro? Cuando hablamos de un
acto violento, debemos pensar que quien lo ejecuta, tiene como objetivo –invisibilizado-
el sostenimiento de la desigualdad de poder. Lo que se busca, no es el daño que se
ocasiona, sino dar cuenta de la supremacía de un sujeto sobre otro. Se consolida así la
asimetría de poder existente.

Así, podemos decir que la violencia es una conducta, que se desarrolla, aprende
y ejerce en las relaciones humanas y que para trabajar sobre ella, es necesario tener en
consideración el contexto en el que un acto violento tiene lugar, para poder nominarlo
como tal. No se puede analizar la violencia como si fuera una foto. Es necesario ver la
película, conocer los protagonistas, sus historias y la trama vincular en que la violencia
se despliega.

Violencia de Género

El debate que se abre cuando hablamos de violencia de género es a qué género


refiere la misma. ¿Podemos hablar de violencia de género contra los hombres? Si
tenemos en cuenta todo lo desarrollado anteriormente, debemos comprender que la
violencia de género, hace alusión principalmente a aquella que se despliega contra las
mujeres. Esto es así, porque la violencia que se ejerce en esos casos tiene lugar por la
sola condición de ser mujer, y por la diferencia de poder que antes desarrollamos que
existe entre hombres y mujeres. La mujer, en nuestra sociedad actual, es una población
vulnerable (como los adultos mayores, los niños, los discapacitados, etc).
La violencia contra la mujer fue legislada en nuestro país hace pocos años,
incluso, en el proceso de derribar las posiciones sexistas, se ha legislado el femicidio
como delito (con anterioridad se condenaban delitos de homicidio “pasional”, por
ejemplo).

La Ley Nacional 26485 fue sancionada en el año 2009 y es conocida como la


ley de protección contra la mujer, o ley de violencia contra la mujer, aunque su nombre
es “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra
las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”.

Allí, se define la violencia contra las mujeres como “toda conducta, acción y
omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el
privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad,
integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su
seguridad personal”2.

Si desglosamos cada uno de los supuestos que prevee la ley, vamos a advertir
que toda mujer, a lo largo de su historia vital, ha sufrido en algún ámbito de desarrollo
situaciones de violencia.
La definición plantea formas de violencia que abarcan desde aquellas que se
producen en el macro de la sociedad, aquellas que se pueden producirse en el ámbito
laboral, la violencia obstétrica, y la violencia en la pareja, entre otras.

Mitos del amor romántico


Los mitos del amor son aquellos sobre los que se sostiene la violencia de
género.

Ley 26485, “Ley de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las
2

mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”, Art. 4, Año 2009
Como desarrollamos al momento de explicar la socialización genérica, las
formas en que la sociedad nos dice cómo ser hombres y mujeres, se sostiene en esto
supuesto. Así también, a través de dispositivos similares (literatura, películas, novelas,
publicidad), nos hacemos eco de los mitos que nos explican cómo debe ser una relación
de noviazgo/pareja.
Si queremos parar la violencia de género, es necesario que podamos poner en
juicio estos mitos.
Algunos de ellos son:
 Mito de la media naranja: se basa en la idea de que uno tiene otra mitad. Esto
fortalece la idea de que somos incompletos, que el otro nos completa. También, subyace
en el mito, la idea de que hay otro específico (no cualquiera) que nos completa, que
encaja perfecto con nosotros. Concebir al otro como “alma gemela”, encarna el peligro
de pensar que el verdadero amor está predeterminado. Es ese el que nos completa. Y
uno no tiene posibilidad de elección ni de huida frente a eso. También esconde la
creencia de que sólo se quiere de verdad una sola vez, y de que el amor verdadero es
eterno.
 Mito de la unidad: viene aparejado al anterior y consiste en la creencia de que los
miembros de una pareja son “uno”: Esto también conduce a que los integrantes de una
pareja piensen que el otro debe saber todo de uno. Esto implica una renuncia a la
intimidad e individualidad que resulta poco sana. También podemos relacionar este
mito con el sentimiento de posesión, por cuanto, si el otro es mi mitad, el otro es mío.
 Creer que amor y enamoramiento son equivalentes: Consiste en creer que si una
persona deja de estar enamorada significa que ya no ama, y que lo mejor es cortar la
relación.
 Mito de la omnipotencia: Consiste en creer que el amor “todo lo puede”, o que
cualquier sacrificio es válido. Que el otro o uno, puede cambiar por amor; que el amor
verdadero lo perdona y lo aguanta todo;
 Los polos opuestos se atraen: No es lo mismo hablar de polaridad que
complementariedad. No nos referimos con “polos opuestos” a describir alguien
Tranquilo y otro inquieto u otro tipo de dualidades. Se trata de comprender que las
personas pueden ser distintas, tener personalidades diferentes, pero una pareja, o mejor
dicho, aquellas que pueden conformar un vínculo sano, suelen compartir objetivos,
intereses y perspectivas.
 Mito de la exclusividad: Se basa en la creencia de que es imposible que nos
atraiga más de una persona a la vez. “Si me quiere, no puede sentir atracción por otro”.
 “No se puede ser feliz sin pareja”: guarda relación también con la idea de media
naranja, de ser completo con otro, del “sin vos no soy nada”. Con los estereotipos de
familia. Lógicamente uno no puede ser feliz siendo una mitad. Lo importante es
entender que uno es Uno, completo y que puede elegir transcurrir la vida con otro o no,
sin que de ello dependa la felicidad.
 “Si no siente celos, no me quiere”: Es uno de los mitos más presentes en nuestra
sociedad. Emparejar los celos con un signo de amor.
 “Las buenas parejas no discuten”: Consiste en creer que las parejas que están bien
conformadas son aquellas en la que los integrantes no discuten. Los conflictos existen, y
deben ser discutidos. Lo importante es la forma en que se resuelven. Cada uno debe
estar abierto al diálogo y al intercambio de opiniones con respeto.

Ejemplo. Dichos de una chica de 25 años en el marco de una entrevista, que dan cuenta
de la presencia de todos estos mitos: “Cómo me iba a separar? Cómo dejar pasar al
amor de mi vida”; “Mis papás vivieron 50 años de amor profundo. Mi mamá dedicada
a pleno a nosotros, a criarnos, educarnos y mi papá, un hombre ejemplar, siempre
trabajando por nosotros. Entre ellos no había ni un sí ni un no, mi mamá lo respectó
siempre. Tanto, que jamás lo contradijo”.

Violencia en la Pareja
De todo lo que venimos compartiendo, se desprende que la violencia en la
pareja, es aquella que principalmente perpetran hombres contra mujeres, y que se
despliega por la existencia de una adhesión muy estereotipada a los roles de género,
generalmente, en ambos integrantes de la relación.
Existen ciertos indicadores que permiten prever posibles situaciones de
violencia de gravedad en una pareja. Esto no significa que siempre que estén presentes
los factores de riesgo habrá violencia en la pareja, ni que deba contarse con todos para
que esto suceda. Pero sí se advierte, que en toda situación de violencia grave, se
encuentran por debajo de la superficie éstos factores.
Algunos de ellos son: falta de arraigo de alguno o ambos, las modalidades en
que la violencia se despliega, la forma en que se despliega (en presencia de terceros, en
espacios públicos, con utilización de objetos e incluso armas). En lo que al agresor
respecta: celos o conductas controladoras y posesivas, baja autoestima, antecedentes de
violencia en la familia de origen, con otras parejas o con terceras personas, consumo
abusivo de drogas y alcohol, antecedentes psiquiátricos, conductas de crueldad,
desprecio y falta de arrepentimiento frente a la víctima o justificación de sus conductas
por su estado o por la provocación de la mujer. Por su parte, en lo que a la víctima
respecta, también pueden existir antecedentes de violencia en su familia de origen o con
parejas anteriores, escaso registro de los episodios de violencia, minimización,
naturalización; ausencia de redes de contención social (este aislamiento social pudo
haber sido generado por el propio hombre y se constituye como factor de riesgo porque
esa soledad, coloca a la víctima en una posición de dependencia en relación al agresor, y
con ello en una posición de vulnerabilidad); sensación de abatimiento, baja autoestima
(síndrome de indefensión aprendida).

Tipos de Violencia
No existe consenso sobre las modalidades en que la violencia de género
puede presentarse, por cuanto hay autores que engloban en un concepto formas de
violencia que otros detallan de manera separada.
No importa qué marco teórico se tenga en cuenta, sino que más allá de las
distinciones que se puedan realizar, todas las formas de maltrato estén comprendidas en
los tipos de violencia que se tienen en cuenta frente a un caso.
Con el fin de no entrar en debates teóricos de profundidad, tomaremos los
tipos de violencia que tiene en cuenta la Ley Nacional 26485. Estos son:

 Física: es la que se ejerce contra el cuerpo y produce dolor, daño o el riesgo de


producirlo. Muchas veces escuchamos que las mujeres dicen “nunca me pegó”,
haciendo alusión a un golpe directo. Pero debe ser tenido en cuenta que un zamarreo, un
empujón, tomar a alguien fuertemente de un brazo, pellizcar, entre otras, es una forma
de ejercicio de la violencia física.
 Psicológica: Es el tipo de violencia que provoca un daño emocional, socava la
autoestima, busca degradar y controlar (conductas y creencias), mediante el uso de
amenazas, acoso, insultos, dichos denigratorios, hostigamiento, restricciones,
prohibiciones, manipulación, aislamiento, vigilancia, celos excesivos, extorción,
ridiculización. Como ejemplo podemos citar el control sobre la ropa y salidas, control
de acciones, comportamientos. Esto produce un daño emocional y disminuye la
autoestima.
Dentro de ésta modalidad de ejercicio de la violencia, podemos incorporar una
forma que algunos autores mencionan de manera separada. Esta es la violencia
ambiental que refiere a cuando el maltrato no se despliega de manera directa contra la
mujer sino contra objetos (rotura de objetos del hogar, golpes en paredes, muebles,
rotura de celulares, computadoras, etc).
 Sexual: Es cualquier forma de violencia que implique vulnerar el derecho de
las mujeres a decidir libremente sobre su vida sexual y reproductiva. Esto se ejecuta
bajo amenaza, coerción, uso de fuerza o intimidación. Aquí se incluyen la violación, el
abuso sexual, la prostitución forzada, explotación, esclavitud, trata de mujeres, e,
incluso, la violación dentro del matrimonio. Más allá de esas formas extremas que la ley
menciona, comprende cualquier acción que vulnere el derecho a decidir. Si alguien te
obliga a realizar prácticas que no queres, está ejerciendo esta forma de violencia. Si te
obliga a filmarte o sacarte fotos si no queres, es violencia. Si accedes a tener relaciones
después de 20 veces de decirle que no tenes ganas, es violencia.
 Económica y patrimonial: Es la forma de violencia que busca menoscabar los
recursos económicos y patrimoniales de la mujer. Se ejerce perturbando la posesión de
sus bienes, sustrayendo o reteniendo objetos, documentos personales, limitando los
recursos económicos, controlando sus ingresos, limitando el uso de los bienes de ambos.
 Simbólica (bourdieu): No es otra que la violencia invisibilizada, aquella que no
se despliega de manera explícita y que busca mantener la desigualdad de poder entre
las partes. Se despliega a través de los patrones estereotipados socialmente y sirve
para reproducir y perpetrar la desigualdad, naturalizando la subordinación de la
mujer (ejemplos relacionados con el ser mujer y el rol materno).

Ciclo de la violencia

El ciclo de la violencia conyugal o violencia en la pareja fue formulado por


Eleonor Walker y resulta de vital importancia al momento de abordar la temática de la
violencia, por cuanto nos permite ver el modo en que la violencia se produce al interior
de la pareja.
Esto es importante, porque si conocemos el modo de funcionamiento del ciclo,
podremos realizar acciones preventivas, y advertir como violentas, acciones que en
apariencia no lo son.

Además, tener en cuenta el ciclo de la violencia nos permite discriminar lo que


resulta una mera discusión aislada, a una situación de violencia.

Esta autora postula que la violencia en la pareja se produce de manera cíclica,


atravesando tres períodos diferentes. Estos son: acumulación tensión, estallido de la
violencia y, reconciliación o luna de miel.

El período de acumulación de tensión aparenta un período tranquilo, aunque se


trata de una escalada constante de la tensión. Se manifiesta en actos que van
aumentando la fricción. El agresor expresa hostilidad, y la víctima trata de complacer
para evitar el estallido, aunque la atención siga en aumento.

El estallido refiere al momento específico en que se produce la agresión. El


pseudo control que operó durante la tensión deja de funcionar, y el incidente agudo se
hace inevitable.

Finalmente, pasado el estallido, sigue un período de calma, a partir del cual el


agresor se muestra arrepentido, pide disculpas, promete cambios. A éste llamamos luna
de miel. Él se muestra cariñoso, amable y arrepentido, trata de compensar e inicia
acciones para dar cuenta del cambio (dejar de tomar, dejar de salir con los amigos). Esto
fomenta la esperanza en ella, que piensa que efectivamente él puede cambiar.

La violencia comienza de una forma muy sutil. En principio la agresión


psicológica aparenta ser una forma de interés y preocupación por el otro. No parece ser
violencia, pero aun así genera un efecto en la víctima, socavando su autoestima y
debilitando progresivamente sus defensas psicológicas.

Este ciclo se produce una y otra vez y, con el tiempo, se agrava gradualmente
en frecuencia (cada período dura menos tiempo) e intensidad. Como dijimos antes, el
ciclo de la violencia nos permite ver que no es lo mismo que una discusión aislada en
una pareja. Cuando hablamos de violencia nos referimos a situaciones crónicas,
reiterativas y cíclicas.
Cómo generar vínculos sanos

Después de todo lo que hemos visto, es importante que tengamos presenta


cuáles son las cosas a tener en cuenta para generar un vínculo sano. Y esto sirve no solo
en relación a las relaciones de pareja, sino a cualquier vínculo interpersonal que
podamos generar.

Una relación sana es aquella en la que uno se siente cómodo, en la que no


siente que debe cambiar para el otro. Está basada en el respeto, en compartir cosas, y en
sentirse libre de hacer o decir lo que uno quiera sin temor a una reprimenda. Se sostiene
en la confianza, en la capacidad de escucha y el diálogo. Este último punto es
fundamental, por cuanto la violencia es ejercida por los hombres como la única forma
de resolución de conflictos. Los hombres violentos carecen de capacidad asertiva, por
eso, el diálogo resulta de vital importancia. Debemos decir lo que pensamos y creemos,
en el momento en que las cosas suceden y con respeto al otro.

Para determinar si un vínculo no es sano, es importante que tengamos en


cuenta las señales de alerta. Estas señales son conductas que dan cuenta que la relación
es desigual, que no se basa en el respecto. Es importante que estemos atentos, porque
muchas de estas señales pueden pasar desapercibidas. Son sutiles. Y, conforme lo que
vimos de los mitos, pueden ser interpretadas como “actos de amor”, en lugar de
posicionamientos violentos.

Algunas señales comunes para tener en cuenta:

- Critica tu forma de vestir, o pretende que cambies


- Te pide la contraseña del celular y redes sociales como “muestra de amor”
- Te presiona para tener relaciones
- Intenta que pases poco tiempo con tus amigos
- Te hace sentir menos, hace chiste delante de otros que te hacen sentir incómoda
- Es simpático con los demás, y con vos es diferente
- Te prohíbe hacer actividades porque a él no le gustan
- Le dan celos las personas que te rodean
- Si salís con otras personas, te llama todo el tiempo
- Cuando se enoja, te da miedo
- Amenaza con dejarte si no cambias.
- Cuando se enoja, te dice que vos sacas lo peor de él.

Una pareja no violenta está basada en una relación igualitaria, en la que cada
parte mantiene su autonomía más allá del otro. No se trata de una relación de dominio,
en que una parte somete a la otra, y, tampoco, de una relación fusional en la que la
individualidad desaparece (el período fusional es propio de la etapa de enamoramiento).
Por eso, a la par que pensamos en las señales que dan cuenta de que una
relación puede estar siendo violenta, también podemos tener en consideración aquellos
indicadores que dan cuenta de una relación igualitaria. Estos son:
- Confianza y apoyo
- Honestidad y responsabilidad
- Negociación justa
- Respeto
- responsabilidad individual sobre uno mismo
- responsabilidad compartida sobre la relación

También es importante poder ver si le está pasando a un amigo. Para eso, hay
que prestar atención a si cambia bruscamente sus comportamientos, se muestra más
irritable, retraído. Comienza a salir menos. Publica menos cosas en las redes sociales o
cambia su perfil. Recibe mensajes de su pareja de manera permanente.
En estos casos, tenemos que mostrar una actitud de acompañamiento y apoyo.
No se trata solo de intentar que el otro “vea” lo que está pasando, sino también de
mostrarnos dispuestos a apoyar cuando sea el momento en que el otro lo necesite.
Cuando otro decide contarnos lo que le pasa, es probable que venga pasando desde hace
tiempo, por eso es importante estar dispuestos a escuchar, sin hacer juicios de valor.
La violencia en el noviazgo no es algo privado, esos trapitos no se lavan en
casa, es necesario que los demás actuemos para parar con la violencia.

Debemos entender que hablar de la violencia de género no es enfrentar “hombres” y


“mujeres”: no se trata de seguir aumentando la brecha. Se trata de que todos
comprendamos la problemática, porque no hay malos y buenos en la situación. Quien
ejerce violencia y quien la padece son víctimas de un sistema patriarcal y machista que
los supera. Y ambos sufren la situación.

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