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Introducción
Para hablar de violencia contra las mujeres y las niñas es preciso recordar, en
primer lugar, la existencia del sistema de poder más antiguo y extendido: el
patriarcado androcéntrico. En palabras de la antropóloga y escritora feminista
Dolors Reguant (1996: 20):
1«La teoría fílmica feminista es un trabajo teórico que ha crecido en importancia desde su
aparición y consiste, básicamente, en una mirada crítica y profunda a las propuestas culturales
de la industria del cine» (Soto Arguedas, 2013, 56).
1
Como todo sistema de poder, el patriarcado se mantiene mediante la
violencia.
2 Lagarde, Marcela (2001). Claves feministas para la autoestima de las mujeres, Madrid, Horas
y Horas,185.
3 Femenías, María Luisa (2009). «Cuerpo, poder y violencia. Algunas intersecciones», en
Carmen Susana Tornquistar et al, Leituras de resistência: Corpo, violência e poder, Santa
Catarina (Brasil), Rita Motta - Ed. Tribo da Ilha, 25-47, 34.
2
Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las
mujeres y la violencia doméstica, conocido como «Convenio de Estambul»,
aprobado en 2011 y en vigor en España desde 2014.
Según todo este corpus jurídico internacional, por «violencia contra las
mujeres» se deberá entender una violación de los derechos humanos y una
forma de discriminación contra las mujeres, y designará todos los actos de
violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres
daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica,
incluidas las amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación
arbitraria de libertad, en la vida pública o privada. Y es en este sentido amplio
como nos interesa analizar el abordaje de la violencia contra las mujeres en la
filmografía de Icíar Bollaín.
Podemos afirmar con Victoria Aragón (2018: 184) que el cine «es un
importante creador de identidades que da lugar al rechazo o aceptación del
mundo que nos rodea, modulando nuestro mapa emocional más allá de nuestro
sentido racional, que queda debilitado ante un envoltorio sutil y seductor.
Constituye nuestras experiencias a través de la mirada del otro, nos acerca a
personajes con los que creamos lazos afectivos y simbólicos». Según María
Castejón (2004: 309), «el cine ha sido uno de los eficaces instrumentos del
patriarcado para difundir mensajes de sumisión a través de modelos femeninos
complacientes y/o sexualizados», pero también «nos permite descodificar el
sistema de género como construcción ideológica y analizar tanto los mensajes
patriarcales y discriminatorios como el posicionamiento y las aportaciones de las
mujeres ante este sistema (ídem: 11). Porque
3
A este último modelo responden las películas de Icíar Bollaín, que se
distinguen por su claro propósito de denuncia y cuestionamiento de diferentes
situaciones de injusticia social4 y discriminación y violencia basadas en la
construcción social de género5, así como por la subversión de los roles
patriarcales por parte de las protagonistas6.
Bollaín, desde su artículo «Cine con tetas», de 1998, a su incorporación a CIMA (Asociación de
Mujeres Cineastas) o su posicionamiento en 2020, al afirmar: «Me parece muy raro que alguien
no sea feminista» (entrevista publicada en El Mundo el 20 de agosto de 2020).
https://www.elmundo.es/papel/2020/08/19/5f37f7a0fc6c83974b8b4666.html. (Fecha de
consulta: 18/10/2022).
8 Introducido por Alison Bechdel en su tira cómica The rule (La norma), dentro de la serie Dykes
to watch out for (Cuidado con las lesbianas), de 1985, aunque la propia Bechdel atribuye la idea
a su amiga Liz Wallace. El test de Bechdel establece tres cuestiones: ¿Aparecen al menos dos
mujeres con nombre propio? ¿Mantienen encuentros y conversaciones entre ellas? ¿Estas
conversaciones no giran en torno a un personaje masculino?
4
violencia que las afecten, las protagonistas no son presentadas como víctimas
pasivas, sino como sujetas de su vida, con valentía y capacidad de decisión,
transmitiendo así un mensaje empoderante para las espectadoras. De acuerdo
con Bárbara Zecchi, las películas de Icíar Bollaín entrarían así en la clasificación
de «gynocine»9, películas que «narran historias con temáticas raramente
exploradas por el cine comercial: su versión de lo privado (la sexualidad
femenina, los deseos, el lugar de la mujer en la familia, su experiencia con la
maternidad, su percepción de la violencia sexual) y también su percepción de la
historia pasada y presente» (Zecchi, 2016: 6).
9 Término acuñado por la propia Zecchi, a partir del neologismo «ginocrítica», de Elaine
Showalter (1977), «un término más amplio, flexible e inclusivo que “cine feminista”, “cine
femenino” o “cine de mujeres”» (Zecchi, 2016: 2).
10 Ver: Polinya (2008); Mendoza (2008); Núñez y Trajano (2011). También las guías didácticas
y social, con base en la idea de autoridad y liderazgo del hombre, en la que predominan los
varones sobre las mujeres». «El patriarcado se define como un sistema de dominación sexual
que es, además, el sistema básico de dominación sobre el que se levantan el resto de las
dominaciones, como la de clase y raza. El patriarcado es un sistema de dominación masculina
que determina la opresión y subordinación de las mujeres» (Varela, Nuria, en Varios. Tomamos
la Palabra. Un proceso de incidencia política a través de PALABRAS PARA LA IGUALDAD.
Málaga: Federación Feminista Gloria Arenas, 2018: 90).
5
obligaciones a hombres y mujeres en la vivencia de la sexualidad; en la abyección y
profundo desprecio hacia la sexualidad de las mujeres expresado en la violencia
sexual y la explotación sexual y reproductiva de las mujeres; en la doble victimización
de las mujeres por las instituciones, las fuerzas del orden y el sistema judicial; en la
violencia psicológica, económica y física hasta el feminicidio, y en la existencia de
una cierta “tolerancia” social hacia las diferentes formas de discriminación y violencia
contra las mujeres y las niñas» (Iglesias Aparicio, 2022: 474).
Ello implica la presencia de una violencia estructural contra las mujeres y las
niñas presente en la cultura, la religión, las creencias, las costumbres sociales y
familiares, etc. Este trato discriminatorio y violento contra las mujeres se refuerza
con otros sesgos basados en el racismo, la xenofobia, las diferencias sociales,
las diferencias culturales, la ausencia de derechos sociales, etc.
Dos de las películas de Icíar Bollaín en que aparece más explícita la violencia
estructural y la profunda misoginia presentes en la sociedad son Flores de otro
mundo y Katmandú: un espejo en el cielo12.
12
Basada en la historia real de Victoria Subirana, educadora catalana, autora de la obra Una
maestra en Katmandú, publicada en 2002.
6
humillante y discriminatorio que le infligían las monjas del colegio al que asistía
en su infancia y la violencia de su padre en el ámbito familiar.
7
La complicidad social, familiar, imprescindible para el mantenimiento de la
violencia: Katmandú, Mataharis, La boda de Rosa, Te doy mis ojos.
8
La explotación y despersonalización de la mujer a través del mandato de
ser un-ser-para-los-otros: La boda de Rosa, Te doy mis ojos, Mataharis,
Katmandú.
9
proceso de separación y con problemas en su empresa, la hermana mayor que
se esconde tras una máscara de éxito profesional y económico, e incluso, su
novio, la consideran de forma «natural» un ser disponible para cubrir sus
pequeñas o grandes necesidades materiales y emocionales; un ser cuyo espacio
puede invadirse (el padre) y cuya atención puede demandarse en cualquier
momento. De nuevo, Bollaín logra hacernos empatizar con la ansiedad, la
tensión y la falta de «habitación propia» que todo ello constituye para la
protagonista. Nadie tiene en cuenta sus propias necesidades, deseos, proyectos;
nadie se para a pensar en la carga emocional que representan sus demandas.
Y ella no es capaz de decir NO, de rebelarse contra ese papel asignado por ser
la «hija-hermana-tía-pareja» disponible. La mayor demanda familiar sobre la
«hija soltera» queda también reflejada en el cambio de actitud de su padre
cuando sabe que va a casarse y en el hecho de haber regalado una casa al hijo
y la hija mayores cuando se casaron. El matrimonio sí es motivo suficiente y
socialmente aceptado, para que se respete e incluso favorezca la ruptura con el
núcleo de la familia de origen, mientras que, en el caso de Rosa, madre soltera,
la obligación de mantener esos vínculos de atención a la familia, sin recibir
recompensa, se dan por supuestos.
10
de la violencia ejercida, o la minimizan: «yo no la pego, yo no la he pegao. Yo le
he dao un grito, un empujón, eso tampoco es pegar». O bien aceptan haber
ejercido violencia física, pero siguen responsabilizando de ello a la mujer: «Yo sí
la pego, porque me insulta…Una hostia y cuarenta mil hostias le he dao […],
relativamente yo no quería hacerlo, pero ella me obligaba a que lo hiciera»; «en
mi caso la única culpable es mi mujer». El convencimiento de la legítima
autoridad masculina, e incluso de la «obligación» de los hombres de controlar el
comportamiento de la mujer, justifica que ejerzan la violencia física, como
correctivo y forma de doblegarlas y hacer que los «respeten», es decir, que se
comporten como ellos consideran deben de hacerlo, que obedezcan sus normas,
todo lo cual implica una concepción de la pareja basada en una profunda
desigualdad. Como expresa uno de los participantes en la supuesta terapia: «no
sé si me teme, me respeta o me quiere, pero a mí me da igual. Ella se queda
básicamente tranquila, y me deja a mí también». El silencio, la sumisión por
miedo, la anulación en suma de la mujer, satisface de alguna forma el deseo de
los que los participantes llaman «tranquilidad». Todo ello justificado también por
la falsa idea de que la mujer es masoquista por naturaleza y «busca» o «desea»
la violencia masculina como prueba de amor. Ideas falsas reproducidas y
reforzadas por diferentes productos culturales como la propia copla o la canción
infantil que acompañan el final del corto.
La voz en off que acompaña la hora del almuerzo en el comedor del supuesto
centro de rehabilitación y continúa en la terapia, recoge las creencias
estereotipadas y misóginas que se han transmitido durante siglos, desde la
religión, la filosofía, el discurso científico-médico y la cultura popular, y subyacen
a la violencia machista.
Para la elaboración del guion de Te doy mis ojos, Icíar Bollaín y Alicia Luna
contaron con la colaboración de la asociación de mujeres María de Padilla de
Toledo. La película refleja muy acertadamente las fases del denominado «ciclo
de la violencia»13: agresión, fase de calma o «luna de miel», nueva escalada de
13Traducción al castellano del término «cycle of abuse» acuñado y desarrollado por la psicóloga
estadounidense Lenore Walker en su libro The battered woman (La mujer maltratada), publicado
en 1979, para explicar los patrones de comportamiento de la violencia machista en la relación de
11
tensión, nueva explosión o agresión; siendo cada vez más cortos los periodos
de luna de miel y escalada de tensión y más violentas las agresiones, es
decir, los ataques serán cada vez más frecuentes, intensos y peligrosos,
pudiendo desembocar en el asesinato de la mujer. La película refleja el
sufrimiento psicológico de Pilar, aunque no debemos ignorar otros daños de
salud, económicos, aislamiento social, etc. provocados por la vivencia
continuada de la violencia machista en el ámbito de la pareja. Aunque la película
no aborda directamente el tema, la presencia del hijo de la pareja, testigo de las
agresiones y participante en la huida de su madre, hace ya presente la violencia
vicaria sufrida por las hijas e hijos de las mujeres víctimas.
12
pánico con la amenaza de estrangulamiento, lo que la mueva a la decisión de
una ruptura definitiva.
Milady busca una y otra vez tomar las riendas de su vida. Ha aceptado la
propuesta de Carmelo para poder salir de Cuba, en cierto modo tratando de
conseguir el sueño de encontrarse con su amor, probablemente idealizado, el
italiano Enrico. Huye de la violencia de Carmelo utilizando la ayuda de su
ayudante, pero la perspectiva de convertirse de nuevo en una mujer
«encadenada» al deseo de un hombre que ella no ama ni elige, la lleva a huir sin
decirle nada. Resulta Milady un personaje muy interesante y símbolo de miles
de mujeres en situación similar: por una parte, demuestra empeño y valentía; por
otra, la única salida que la vida le ha ido ofreciendo es la venta de su cuerpo, sea
prostituyéndose con extranjeros en La Habana, sea aceptando una relación
«formal» con un hombre que no ama, representado en las opciones que le
ofrecen Carmelo y su ayudante. La huida de Milady nos deja un final abierto, y
muchas dudas de que pueda conseguir realizar su sueño de cuento de hadas,
encontrando a su «príncipe azul», Enrico, que bien pueda ser únicamente una
nueva versión de Carmelo; o se vea abocada, de nuevo y de forma mucho más
violenta, a la explotación sexual en la prostitución.
Eva se enfrenta al posible engaño por parte de Iñaki, y logran juntos hacer un
proceso de empatía y de búsqueda de una relación más basada en la confianza
mutua y en la corresponsabilidad.
13
en realizar, no solo un sueño personal, sino una obra de calado social, contra las
numerosas barreras económicas, burocráticas, culturales y sociales. De forma
muy diferente, en esta misma película, En el caso de Sharmila, es un acto de
valentía desesperada el recurrir a un aborto clandestino, única salida que
encuentra para evitar el rechazo dentro de la familia, con el desenlace de su
propia muerte.
Otras dos películas de Bollaín nos presentan historias de heroínas, que toman
decisiones difíciles y emprenden acciones contra la opinión familiar y social:
Alma, la joven que no duda en establecer una lucha quijotesca contra los
gigantes del capitalismo neoliberal en El Olivo (2016) y Maixabel (2021), la
protagonista de la película del mismo nombre, basada, al igual que Katmandú,
en una historia real14. Alma logrará salir del daño producido por los abusos de la
infancia y el comportamiento de su padre, que la llevan a establecer relaciones
sexuales carentes de afecto y autocastigarse, arrancándose mechones de pelo,
por ello. El viaje para recuperar el viejo olivo del abuelo es un viaje de crecimiento
y sanación para Alma. Un viaje también de sinceridad, de desnudamiento de
emociones, de reconocimiento de vulnerabilidades, frustraciones, necesidades y
aprendizajes para los tres protagonistas.
14
La historia de Maixabel Lasa, esposa de Juan María Jáuregui, asesinado por ETA en 2000.
Fue una de las primeras víctimas que aceptó participar en el proyecto de justicia reparativa de la
vía Nanclares, y accedió a entrevistarse con uno de los asesinos de su marido en 2011, y,
posteriormente, con los otros dos, en 2014 y 2021, cuando ellos lo solicitaron.
15 Una de las autoras que más ampliamente ha desarrollado el concepto de sororidad (o soridad)
14
sino por un profundo convencimiento de la injusticia que entraña el tratamiento
abusivo hacia las mujeres, y muestra siempre una voluntad de cambiar ese
estado de cosas mediante la educación.
Los obvios modelos machistas: Carmelo y Fran en Flores de otro mundo, los
diferentes maltratadores de Amores que matan y Antonio, de Te doy mis ojos.
Valbuena, el jefe machista; Alberto, el marido de Carmen (Mataharis), instalado
en la incomunicación, el trabajo, la rutina, que evita dar una salida a una relación
muerta; el padre y el hermano controladores, invasores de la privacidad y
excesivamente sobreprotectores, que se aprovechan del rol de cuidadora
atribuido a Rosa; el marido complaciente con la violencia estructural sobre
Sharmila; los jóvenes del pueblo que desprecian a las «negras» y las convierten
en objeto sexual, y el padre de Alma (El Olivo)… todos ellos resultan reflejo de
una masculinidad excesivamente frecuente en la construcción patriarcal. Una
masculinidad que implica androcentrismo; falsa idea de superioridad; reificación
y utilización sexual de las mujeres; comportamientos abusivos y violencia física,
psíquica, económica y emocional como forma de dominio y control sobre las
mujeres.
conferencias. Ver, entre otras: Lagarde, Marcela (2014: 409): «sororidad, la alianza feminista
entre las mujeres para cambiar la vida y el mundo con un sentido justo y libertario». Veamos
también la definición de la escritora feminista española Elena Simón (2018: 46): «La Soridad es
una propuesta política que se hace desde el feminismo, como orientación emancipatoria y
afirmativa de las mujeres en su conjunto».
16 Al igual que lo hace Benito Zambrano en Solas (1999), e Isabel Coixet en La vida secreta de
15
Incluso en Amores que matan, aparecen formas alternativas de vivir la
masculinidad: un hombre maltratador que sí está tratando de comprender el
origen de su comportamiento (quizás con raíces en la violencia de su propio
padre que él mismo sufrió en la infancia) y la forma de cambiarlo, abriendo así la
posibilidad de su recuperación y su salida de la violencia. Y otro, José, que ha
sido capaz de realizar ese proceso de enfrentamiento consigo mismo y de
rehabilitación, pese al brutal comportamiento que había tenido hacia su pareja
durante largo tiempo, así como los participantes en el grupo de hombres contra
la violencia de Nicaragua, que muestran la capacidad de transformación que han
logrado.
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