Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Enciclopedia
En aquel tiempo vivíamos en la barriada Dos de Mayo, en Móstoles. Mi madre, hacía dulces
que vendía en la propia casa. Y mi padre, trabajaba en la construcción. Habíamos emigrado a
Madrid en los sesenta, como tantas miles de familias extremeñas. Y todos mis hermanos
habían tenido que abandonar la escuela y ponerse a trabajar siendo aún niños. ¿Para qué
servían aquellos libros que hablaban de ciudades y países a los que nunca iríamos, de filósofos
y escritores de vida regalada, de esculturas y cuadros que no comprenderíamos nunca?
Y, a pesar de todo, de las razones y del enojo de mi padre, mi madre no cedía, seguía
empecinada en comprar los dichosos libros. Enciclopedia Universal Danae, así se llamaba el
cuerpo del delito y de la disputa. Tres tomos de pasta dura, de color rojo, que reunían en
orden alfabético los conocimientos más diversos de historia, geografía, literatura, arte o
biología.
Varias noches duró el pulso, unas veces compuesto de palabras y otras veces de silencios. Mi
padre no alcanzaba a entender la obstinación de mi madre. Cómo era posible tanta terquedad,
pensaba; él, aunque con dificultad, sabía al menos leer y escribir, pero ella, ni eso siquiera. A
ella, como a tantas otras mujeres y hombres, le habían negado el derecho elemental de la
lectura y de la escritura. Para lavar en los arroyos, para coger aceitunas, para cuidar vacas,
para hacer dulces, para parir y criar hijos, lo que hace falta son buena rabadilla y buenas
manos, no libros.