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Tema 8 Las figuras de Buero Vallejo y Alfonso Sastre en el teatro español posterior a la Guerra

Civil. La renovación del teatro.

1. El teatro de la posguerra (años 40 y parte de los 50)


Al terminar la Guerra Civil el panorama del género teatral en España es desolador. A la
muerte o exilio de los grandes autores del período anterior (Valle-Inclán, García Lorca, Unamuno,
Alberti), se unían las dificultades materiales de la posguerra y el aislamiento cultural y la férrea
censura impuestos por la dictadura. Así, en los años 40 triunfa en España un teatro estéticamente
convencional e ideológicamente conservador, con un humor evasivo e intrascendente, mientras en
el resto de Europa se representa a los grandes autores renovadores del género y cuya influencia no
llegará a España hasta los años 60 (Brecht, Artaud, Beckett).

1.1.La comedia burguesa.


Estas comedias intrascendentes se caracterizan por la cuidada construcción y su fin
moralizador. Entre otros, sobresale el tema del amor. No es rara cierta crítica de costumbres
poco ejemplares, pero la sátira no sobrepasa ciertos límites y es superficial.
Los principales representantes de esta tendencia serían Benavente, que continúa
activo, Joaquín Calvo Sotelo, Juan Ignacio Luca de Tena, José López Rubio, Víctor Ruiz Iriarte y
Edgar Neville.

1.2.El teatro de humor


Dentro del teatro cómico _y dejando aparte una gran cantidad de piezas carentes de
valor, en ocasiones derivadas del “astracán”_ es precisamente donde encontramos, tal vez, lo
más interesante de aquellos años: el teatro de Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
Desde antes de la guerra, Jardiel Poncela se había propuesto “renovar la risa”, creando
un teatro de lo inverosímil, nuevo, audaz. Cierto es que, precisamente por su audacia, se
estrelló contra los gustos del público mayoritario de la posguerra y tuvo que renunciar a
desarrollar libremente todo su ingenio. Semejante será el caso de Mihura. Ambos presentan
facetas que se han considerado como precedentes del teatro del absurdo, al menos por la
introducción de un humor disparatado y poético.

1.3.El teatro del exilio


Publican en el exilio en esta época Rafael Alberti (Noche de guerra en el museo del
Prado, 1956), Max Aub o Alejandro Casona (La dama del alba, 1944; Los árboles mueren de
pie, 1949).

2. Mediados 50: Teatro realista y social (de testimonio o de denuncia)


A finales de los años 40 y a lo largo de la década de los 50, una nueva promoción de
dramaturgos renovará la escena española, primero con una estética realista y temática existencial,
después con la incorporación de técnicas innovadoras y un decidido compromiso social y político.
Ante las dificultades que imponía la censura se marcan dos posturas entre los autores españoles: el
posibilismo y el imposibilismo. El posibilismo era la postura defendida por autores que, como
Buero Vallejo, intentaron esquivar la censura y llegar al público, atenuando su crítica social o
política mediante alusiones, símbolos, alegorías o desplazamientos argumentales a otras épocas
históricas. Alfonso Sastre defendió el imposibilismo, un teatro de agitación social, con denuncias
sociales y políticas explícitas y que chocó continuamente, hasta el fin de la dictadura, con la
censura, prohibiciones, multas e incluso períodos en prisión.
Además de Buero Vallejo y Alfonso Sastre, pertenecen a esta tendencia José Martín
Recuerda (Las salvajes en Puente San Gil, 1963), Lauro Olmo (La camisa, 1962), José Mª Rodríguez
Méndez (Los inocentes de la Moncloa, 1960), Carlos Muñiz (El tintero, 1961).
Antonio Buero Vallejo

El teatro de Buero ofrece una reflexión sobre la condición humana y la lucha constante por
buscar la verdad frente a una sociedad alienante. Recuperando la función catártica de la tragedia
clásica, su objetivo es conmover al espectador, provocar su identificación con el drama
representado y hacerle reflexionar sobre los conflictos individuales y colectivos.

En la extensa obra de Buero se distinguen tres etapas, que van adquiriendo una progresiva
complejidad temática y formal.

• Primera etapa: realismo existencialista (finales 40-años 50)


En su primera etapa, el autor compone un teatro tradicional, de técnica realista y un
enfoque existencialista. Pero, aunque las tramas se desarrollan en la época contemporánea, ya
desde sus inicios, el teatro de Buero contiene una síntesis de realismo y simbolismo que
permite abstraer a los personajes de su entorno y época concreta para adquirir una dimensión
universal y atemporal.
Historia de una escalera (1949), su primera obra, abre el camino a esta tendencia que
será continuada por otros autores. Esta pieza refleja un mundo gris y mediocre en el que se
ven frustradas las ilusiones de un grupo de personas que conviven en una humilde casa de
vecinos. El símbolo de esas circunstancias es la escalera por donde diariamente, a lo largo de
30 años, han subido y bajado tres generaciones, sin poder escapar de ella, sin poder cumplir
sus aspiraciones de alcanzar una vida mejor.
Otras obras de esta etapa son En la ardiente oscuridad (1950), Hoy es fiesta (1956)

• Segunda etapa: teatro histórico (años 60)


Buero inicia, con Un soñador para un pueblo (1958) su teatro histórico, que traslada la
acción a otras épocas para reflexionar sobre temas sociales y existenciales. Se sirve, por tanto,
del pasado para reflexionar sobre el presente; de esta forma consigue burlar la censura.
Técnicamente, Buero va incorporando innovaciones que lo apartan del realismo: en lugar de la
estructuración tripartita clásica, estas obras se construyen a base de cuadros aislados que se
suceden dentro de cada acto. Predomina la discontinuidad temporal; los espacios escénicos ya
no son realistas, sino abstractos. Pertenecen a esta etapa Un soñador para un pueblo (1958),
sobre la figura de Esquilache; Las Meninas (1960), protagonizada por Velázquez; y El concierto
de San Ovidio (1962).
Al final de esta etapa Buero escribe dos obras que pueden considerarse de transición a
la tercera etapa: La doble historia del doctor Valmy (escrita en 1964 y estrenada en 1976) y El
tragaluz (1967).

• Tercera etapa. Renovación formal (años 70)


En su última etapa, Buero Vallejo incorpora las innovaciones experimentales propias de
los años 70. La novedad más característica será el llamado “efecto de inmersión”, por el que el
espectador percibe la realidad escénica desde el punto de vista de un personaje.
El sueño de la razón (1970) tiene como protagonista a Goya, sordo y enajenado, de tal
forma que, cuando el pintor está en escena, solo se oye lo que él oye (su voz y sus
alucinaciones), mientras que, cuando él desaparece, se recupera la audición normal de todos
los personajes. El efecto de inmersión aparece también en otras obras como Llegada de los
dioses (1971) o La fundación (1974).
Sus últimas obras, ya en democracia, son más heterogéneas y se caracterizan por una
mayor concreción espacio-temporal y una menor intensidad dramática.
Alfonso Sastre
Fue el máximo representante del teatro social, paralelo a la novela y la poesía sociales de
los 50. Desde sus primeras obras, se evidencia su concepción del teatro como instrumento de
agitación y transformación de la sociedad.
Escuadra hacia la muerte (1953) supone su consagración como dramaturgo. En ella, como
en El pan de todos o La mordaza, Sastre escribe un teatro con tintes existencialistas.
Escuadra hacia la muerte desarrolla la tensa relación entre un grupo de soldados y un cabo
tiránico que son enviados al frente a una misión suicida. Pero cuatro soldados se rebelarán
contra la autoridad arbitraria del cabo y lo matan.
En otras obras (El cubo de basura, Tierra roja o Muerte en el barrio) se inclina por el
realismo crítico de denuncia.
En el drama aparecen algunos de los temas predilectos de Sastre: la rebelión contra la
tiranía, la culpa y la responsabilidad individual ante los propios actos. Aunque personajes,
acción y espacio son realistas, la obra presenta algunas innovaciones formales: división de la
trama en dos partes, frente a las tres clásicas y construcción de los personajes como antihéroes,
pues todos carecen de la nobleza característica de los héroes clásicos ya que todos ocultan algo
oscuro en su pasado. Escuadra hacia la muerte fue un importante hito en el teatro español de
posguerra, que abrió el paso a un teatro de compromiso explícito, aunque fue prohibida por la
censura después de solo tres representaciones en Madrid.

En los años sesenta se acentúa su preocupación social, con un teatro de agitación


social y política, en el que introduce técnicas innovadoras. Al mismo tiempo radicalizará aún
más su compromiso político. Sastre denomina Tragedias complejas a las obras que escribe en
esta época, pues conjugan elementos de la tragedia clásica con el humor esperpéntico de
Valle-Inclán o del teatro épico de Brecht. A través del humor ácido o la ironía de situaciones o
personajes grotescos, Sastre busca la identificación del espectador con los personajes y su
tragedia, como una forma de concienciación social.
Otros rasgos característicos de las Tragedias complejas:
- La fragmentación de las obras en múltiples cuadros.
- La ampliación de las acotaciones.
- Intervenciones de un narrador.
- Incorporación del propio autor como personaje del drama.
- Empleo de elementos heterogéneos: música, proyección de películas, diapositivas, fotografías,
carteles, grabaciones, juegos de luces.

Mediada la década de los ochenta, Sastre comienza a escribir unos dramas


protagonizados por héroes en acentuado proceso de decadencia personal, en los que se
intensifica la libertad en la construcción dramática, al tiempo que son abundantes los
elementos mágicos y fantásticos. Ejemplos de este tipo de obras serían Los últimos días de
Emmanuel Kant contados por Ernesto Teodoro Amadeo Hoffmann; Revelaciones inesperadas
sobre Moisés; ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás? , que constituye una dramática visión de
los últimos días de Poe.

Entre sus últimos trabajos dramáticos, destaca Teoría de las catástrofes o Infernalia o
Prehistorias que redactó para La Fura dels Baus.

Sastre es un dramaturgo fundamental en el teatro posterior a la guerra civil y, sin


embargo, ha tenido muchas dificultades para llevar a los escenarios sus obras debido al
carácter innovador de estas y a su compromiso político.
3. Años 60 y 70: teatro renovador y experimental

A lo largo de la década de los 60 se rompe el aislamiento cultural del país y se produce una
cierta relajación de la censura. Esto permite que a partir de los años 70 se produzca en España un
gran movimiento de renovación teatral que se caracteriza por la superación del realismo y la
búsqueda de un nuevo lenguaje dramático, con enfoques simbólicos o grotescos para reflejar la
realidad y la abundancia de elementos extraverbales: sonoros, visuales o plásticos. Este enfoque
provoca la pérdida de importancia del autor y del texto dramático en favor de la representación
escénica.
Surgen por toda España diferentes grupos teatrales independientes: en Cataluña -Els Joglars,
Els Comediants, La Fura dels Baus, la Cubana-; en Madrid, el TEI, Tábano y Los Goliardos; y La
Cuadra, en Andalucía. Las compañías independientes supusieron una nueva forma de entender y
de hacer teatro, cuya influencia ha llegado hasta la actualidad, ya que gran parte del teatro del
siglo XXI en España se basa fundamentalmente en las aportaciones de estos grupos. Aunque
presentan estilos diferentes, comparten una serie de rasgos característicos:
- La creación es colectiva. No hay un único “autor”, sino que las compañías crean sus propias
obras: todos los actores participan en la escritura del guión y en el montaje escénico.
- Como la obra nace del conjunto de cada compañía, esta tiende a identificarse con un
determinado “estilo” de hacer teatro. Así, Els Joglars se identificaron con un teatro paródico
de fuerte actualidad política; El Tricicle se especializó en el teatro mímico; La Fura dels Baus
son famosos por sus obras de montajes grandiosos y espectaculares, solo posibles en grandes
espacios.
- Buscan un lenguaje teatral moderno e innovador: el texto ya no es el soporte básico del
espectáculo, pues se potencian los elementos sonoros y visuales (expresión corporal, danza,
música, luces, proyecciones audiovisuales).
- Se rompen las convenciones clásicas del tiempo y espacio escénicos: el patio de butacas
también se entiende como parte del escenario, pues se busca la participación activa del
espectador, a quien, frecuentemente, se incorpora de diferentes maneras a la obra (se quiere
un espectador “activo”, que no se limite a sentarse a mirar).
- Sobre todo en los años 70 y 80, se muestra la disidencia con el sistema. Los enfoques críticos
no se limitan a lo político y social, sino también a la moral, la Iglesia y, en general a los valores
sociales y culturales establecidos.

Además de estos grupos de teatro independiente, contribuyeron a la renovación teatral


autores como Francisco Nieva y Fernando Arrabal.
Francisco Nieva lleva a las tablas en 1975 Sombras y quimeras de Larra y poco después La
carroza de plomo candente y El combate de Opalos y Tasia. Corresponden estas últimas a lo que él
llamaba “teatro furioso”, caracterizado por la libertad imaginativa, lindante con lo surrealista.
Fernando Arrabal, ya desde la década de los cincuenta, escribe obras rupturistas, en las que la
imaginación, el antirrealismo, los elementos surrealistas, el lenguaje ingenuo e infantil y la ruptura
de toda lógica son sus características principales. Entre sus obras, destacamos Pic-nic, El triciclo, El
cementerio de automóviles…

4. Últimas dramaturgias
La llegada de la democracia supuso un cambio radical de la estructura teatral española a causa
del apoyo institucional. El teatro deja de depender solo de empresarios privados y pasa a estar
promocionado y subvencionado por las distintas administraciones del Estado, que crean
numerosas compañías con presupuesto público (Centro Dramático Nacional, el Centro Nacional de
Nuevas Tendencias Escénicas, o la Compañía Nacional de Teatro Clásico) y promueven importantes
festivales como los de Mérida, Almagro o el Grec de Barcelona.
Hacia 1975 aparecen una serie de autores que abordan temas contemporáneos con una
estética realista y una moderada renovación formal.
• José Sanchís Sinisterra, influido por Brecht y Beckett, plantea montajes caracterizados por
la sencillez. Entre sus obras, citaremos: ¡Ay, Carmela!, en que reivindica la memoria
histórica.
• José Luis Alonso de Santos, autor formado en el teatro independiente, renueva la comedia.
En Bajarse al moro refleja las dificultades con las que se enfrentan un grupo de jóvenes en
los primeros años de la democracia
• Fermín Cabal aborda en Castillos en el aire el tema de la corrupción política.
• Fernando Fernán Gómez. Artista polifacético, escritor, actor, director de cine, publica en
1982 Las bicicletas son para el verano, agridulce visión de la retaguardia republicana
durante la guerra civil.
Dentro de la producción teatral más reciente, podríamos destacar la obra de los
dramaturgos Sergi Belbel y Juan Mayorga.

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