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bandos enfrentados. El impacto del final de la guerra sobre el género teatral fue tremendo. Para
comprender el conservadurismo formal y temático del teatro en las primeras décadas de la posguerra,
hay que tener en cuenta, junto a la muerte y exilio de autores, directores, escenógrafos y actores, el
aumento de las presiones comerciales e ideológicas.
La censura, que se mantuvo hasta 1977, afectó en mayor medida al teatro que a otros géneros literarios,
ya que no solo afectaba a la publicación del texto, sino también a las representaciones, que podían ser
suspendidas en cualquier momento. En estas condiciones los mismos autores llegaban a autocensurarse
con frecuencia.
El teatro de los años 40 es un teatro comercial condicionado por el franquismo y cuyas obras presentan
una realidad falsificada, formalmente son convencionales y huyen de la experimentación. Las corrientes
teatrales son:
En cuanto al teatro de los años 50 se produjeron dos estrenos muy relevantes: Historia de una escalera
(Buero Vallejo) y Escuadra hacia la muerte (Alfonso Sastre). Fueron la presentación de una nueva
generación de autores interesados en reflejar la realidad del momento.
Los temas tratados son los problemas cotidianos de la gente humilde (las desigualdades sociales y la
deshumanización de la sociedad). Estéticamente predomina el realismo: la escena imita espacios
cotidianos de ambientes populares y el lenguaje se esfuerza por reproducir el habla de las distintas
clases sociales.
Posibilista: elegida por Buero Vallejo, buscaba caminos indirectos para denunciar la injusticia
mediante el uso de elementos simbólicos o alegóricos para evitar la censura y poder dar a
conocer sus obras.
Imposibilista: defendida por Alfonso Sastre, que se niega a escribir sin libertad, aun sabiendo
que las obras podrían ser censuradas o prohibidas. Muchas obras no llegaron a editarse ni
representarse en un escenario (teatro soterrado)
El autor más reconocido y de mayor presencia en estos momentos es Antonio Buero Vallejo, autor de
Historia de una escalera, obra que abrirá nuevos caminos al teatro español.
La producción teatral de Buero está marcada por el compromiso con los temas humanos más
universales.
Entre sus obras destacan los dramas históricos, como Un soñador para un pueblo y los dramas de
personajes con problemas físicos (cuyas limitaciones simbolizan las limitaciones humanas para
enfrentarse con la realidad), como El sueño de la razón.
Los nuevos aires de los 60 traen mayor alejamiento del teatro comercial y la búsqueda de nuevas
formas y técnicas.
Los autores renovadores de este periodo se enfrentaron con muchos obstáculos: las novedades estéticas
que planteaban no fueron aceptadas por un público y una crítica muy conservadores. La producción
teatral de estos autores fue un teatro soterrado. Los principales autores son:
Francisco Nieva: escenógrafo y autor, etiqueta su creación como “teatro furioso”. El simbolismo,
los elementos oníricos y la raíz dadaísta caracterizan obras como La carroza de plomo candente.
Fernando Arrabal: su “teatro pánico”, provocador y rebelde, recoge elementos de las
vanguardias y del teatro del absurdo. Los hombres del triciclo se estrenó en España, pero
fracasó y decidió exiliarse.
A finales de la década surgen los grupos de teatro independiente, cuya actividad renovadora se
desarrolla al margen de los circuitos culturales establecidos, a pesar de los obstáculos políticos y
económicos. Los más destacados fueron: “Els Joglars”, “Tábano”, “Los Goliardos” y el “Teatro
Experimental Independiente” (TEI).
A partir de 1975 surge el teatro neorrealista, destacando la obra ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra.