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TRABAJO PRÁCTICO Nº4 – LITERATURA LATINOAMERICANA II -

“…A usted le doy este mensaje


Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
Les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.”
“Manifiesto” publicado en Loco afán, Pedro Lemebel

Pedro Lemebel nació en Santiago, Chile en 1952 y murió en el año 2015. Es escritor,
artista visual y cronista. En los años 80, junto a Francisco Casas fundó el colectivo de
arte “Yeguas del Apocalipsis”. Es uno de los íconos de la literatura de temática
homosexual, símbolo del activismo gay y de la resistencia contra la dictadura
pinochetista.
En esta oportunidad nos enfocaremos en el Lemebel cronista para advertir qué
problemáticas de género se pueden observar en las crónicas que forman parte de su libro
Loco afán, Crónicas de sidario. Desde la cátedra se nos pide identificar un eje
transversal, que atraviese y dialogue las crónicas seleccionadas para el análisis y
demostración de la hipótesis. Pero antes debemos detenernos en este “género en
proceso” que utiliza Lemebel como espacio de escritura, diverso y heterogéneo, poco
convencional, sin embargo “formato” elegido en los últimos años como medio de
expresión y denuncia.
Cuando pensamos en la crónica actual, como género discursivo, nos apresuramos a
definirla como un texto breve que presenta convivencia literaria y periodística, que
informa y narra, bajo la presión de un contexto vertiginoso que anhela pasar
desapercibido, sobre detalles o hechos irrelevantes. A su vez, que tiene una marcada
presencia de la voz del cronista, quien puede interpretar, opinar y/o comentar sobre lo
que está narrando. Hasta aquí, mencionamos las características generales y comunes,
que persisten en casi todas las crónicas. Sin embargo, existen autores como Juan
Villoro, Ramos y Pastén quienes enumeran otras características que hacen al género, un
género en construcción, compuesto por diversidad de temas y otros géneros, que busca
la denuncia, la enunciación y visualización de personajes anónimos, desplazados,
estigmatizados y marginados. Y con esto último destacamos el rasgo de hibridez que
tiene la crónica. Entonces, esta mezcla, esta “especificidad dispersa” nos exhorta a
realizarnos preguntas como: ¿narra la crónica sobre un hecho visible, importante?
¿cómo describe lo que sucede detrás de los hechos visibles?, ¿cómo destaca lo
subestimado, lo que acontece de manera des-antendida y/o des-entendida?
A partir de lo expuesto, podríamos plantear que la diversidad en la uniformidad define
al género crónica y, así también a las crónicas de Lemebel. Esta problemática de definir
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qué es una crónica, de ubicarla en un lugar y concluir que en la hibridez está su esencia,
nos permite observar que es justamente en la crónica donde Lemebel encuentra su
espacio para moverse como pez en el agua. En un reportaje él habla de su “aceptación”
en el mundillo intelectual de Chile, diciendo que es “una aceptación a risa torcida”, y
que se debía porque “la crónica marucha no compite con los géneros sacralizados por el
canon literario.”
Lemebel es un disidente, y no solo por su preferencia sexual. Es alguien que, en
palabras de Diana Maffía, no acepta las normas de la heterosexualidad compulsiva, de
la identidad hegemónica, pero también, desde González Otuño, es alguien que no solo
no está de acuerdo, sino que tiene la intención de alejarse de lo establecido para
proyectar relaciones diversas. Es así como Lemebel se corre de toda comodidad para
incomodar, denunciar y criticar el modelo importado del status gay, que tranza con el
poder. Va en contra del “estilo de vida de homosexualidad normalizada que entraba
dentro de algunos estándares de consumo y de organización social y de género muy
determinados.” Ejemplo de esto es su crónica titulada “Crónicas de Nueva York” donde
él describe su sentir cuando visita el bar Stonewall, lugar de homenaje a las chicas gay
que se manifestaron ante una violenta revuelta policial sucedida en 1969. Ajeno, pasea
con una máscara que finge emoción por aquellas que parecen ser igual que él, sin
embargo, no lo son. Consciente de su no pertenencia, de una falsa aceptación,
demuestra que lo que parece ser una lucha y una victoria para reivindicar a toda la
comunidad homosexual, no es así. Siente el desprecio, la invisibilidad de lo visible,
donde el Olimpo habitado por homosexuales rubios, pudientes y fornidos; en nada se
parece a aquellas “calles sudacas” que pocos se atreven a recorrer e intervenir, y donde
deambulan las locas de barrio, pobres, acosadas, maltratadas, humilladas e incluso
asesinadas.
La loca de barrio es la protagonista de estas crónicas, figura invisible para los sectores
homosexuales clasistas que buscaban normalizar la homosexualidad a través de
determinados mecanismos, con el fin de que los “distintos/as” se ajusten a pautas de
normalidad. Frente a esta hipocresía va a arremeter Lemebel. En su crónica “Loco afán”
se detiene a reflexionar sobre lo que escribe y cómo lo hace. Habla de una lengua oral
reciclada, armada de fragmentos, “politizante para maricomprenderse”, lengua
patriarcal para “mal-decirla”. Culpa al sida y su paranoia, de destruir aquel sueño de
emancipación homosexual. Habla del discurso hegemónico y opresor, no practicado ni
entendido por locas indígenas y tercermundistas. Y se hace una pregunta, y esto es
sumamente interesante y ejemplifica lo que más arriba expusimos respecto a la
intención de Lemebel. Él se pregunta: “¿cómo hacernos cargo hoy de dicho proyecto?”
haciendo alusión al proyecto de emancipación. Cómo realizarlo sin la dominación de los
grandes grupos elitistas homosexuales. En esta crónica hay reflexión, denuncia,
preguntas y respuestas, pero jamás renuncia, ya que aquí Lemebel rompe con un
contrato implícito, con ese falso discurso opresor que, al fin y al cabo, es propio del
pensamiento heterosexual.
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Para Lemebel lo gay “no es sinónimo de travesti, marica, trolo, camiona,


marimacho…” En la crónica “Nalgas lycra, Sodoma disco”, las palabras
“institucionaliza”, “reproduce”, “imponiendo”, “camuflaje” forman parte del campo
semántico de “la diversidad en la uniformidad” ya que existe un estilo de vida y una
filosofía que “…va uniformando…la diversidad de las homosexualidades locales”. Esta
filosofía invisibiliza otras diversidades, otras luchas que buscan construir una identidad
política, una sociedad con relaciones más distributivas, y una integración de los
disidentes sexuales.
A través de la crónica, Lemebel desde los márgenes, arremete contra las ideas
conservadoras y hegemónicas. Desconfía, sospecha de toda homogeneidad. Militante y
escritor, expresa lo que vive, ve y siente. Dice Ugarte que el lector de una crónica debe
“visualizar” lo que está leyendo. Sucede con las crónicas de Lemebel que escuchamos,
captamos, y nos cercioramos de la relación existente entre las ideas y las palabras. Al
igual como expresa Clarice Lispector, las crónicas de Lemebel son un grito, de
cansancio y también de furia, de rabia. Para Caparrós, la crónica es política. La crónica
de Lemebel es una decisión política, es memoria que trasciende, que enuncia, que no
enmascara, que remueve el velo que cubre, que despierta, que denuncia, porque: “…la
memoria maricola es tan frágil en el cristal de su copa vacía, su vaga historia salpica la
ciudad y se evapora en la lujuria cancionera de su pentagrama transeúnte.”

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