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EL ARISTOTELES.

DARSTELLUNG UND INTERPRETATION SEINES DENKENS


DE INGEMAR DÜRING.
LA DIFERENCIA CON EL ARISTÓTELES DE WERNER JAEGER

Esquivel, Daro A..

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I – Introducción

El presente informe resume las contribuciones de Jaeger y Düring de cara a la exposición


del pensamiento de Aristóteles. De acuerdo con este propósito, ofrecemos un desagregado
de los aspectos esenciales inherentes a los puntos de vista de ambos estudiosos. Nos
interesa puntualmente destacar aquello en lo cual una y otra perspectiva se revelan al lector
como orientaciones o direcciones diferentes y hasta opuestas en cuanto hacen
específicamente a la cuestión no menor, por cierto, de la determinación de la verdadera
impronta del pensamiento aristotélico.

II - Antecedentes

La obra de Werner Jaeger Aristóteles, Grundlegung einer Geschischte seiner Entwicklung


fue publicada en Berlín en 1923, once años antes de la aparición de la primera edición de
su obra cumbre Paidea, Die Formung des griechischen Menschen (1934). Hay traducción
castellana de José Gaos (1946) sobre la base de la versión inglesa de Richard Robinson
(Fundamentals of the History of Developement). Ingemar Düring, por su parte, concluyó el
manuscrito de su obra sobre el Estagirita en 1963, la cual fue publicada en Heidelberg en
1966 con el título: Aristoteles. Darstellung und Interpretation seines Denkens. También
hay traducción castellana (Bernabé Navarro, 1990).

II – Análisis y evaluación de resultados

El Aristóteles de Jaeger expone el pensamiento del Estagirita sobre la base de cinco


postulados fundamentales:

1 – Aristóteles fue el primer pensador que forjó un concepto de su propia posición en la


historia que importa la creación de un nuevo género de conciencia filosófica responsable y
compleja; 2 – Aristóteles fue, paralelamente, el inventor de la idea de desarrollo intelectual
en el tiempo; 3 – la obra aristotélica es, conforme lo antedicho, resultado de una evolución
exclusivamente dependiente de su propia ley y sus propias ideas son la consecuencia
directa de la crítica que hace de sus predecesores; 4 – por lo tanto, es inútil juzgar a
Aristóteles por su manera de entender a sus predecesores; 5 – el concepto básico de la
filosofía aristotélica es el de la “forma incorporada que vive y se desarrolla”, o sea que su
finalidad es conocer la forma y la entelequia por medio de los estadios de su
desenvolvimiento.

Para Jaeger, es una incomprensible paradoja que “jamás hasta ahora se haya aplicado el
principio del desarrollo orgánico a su creador”. La principal razón de ello es “la idea
escolástica de la filosofía como un sistema estático de conceptos”. No redime esta visión
de la filosofía aristotélica el hecho de que los comentaristas de Aristóteles sean “maestros
consumados en su aparato dialéctico”.

Ni siquiera los comentaristas occidentales que sucedieron a Andrónico de Rodas han sido
capaces, según Jaeger, de “restaurar el espíritu original” del pensamiento del Estagirita. El
problema de comprensión radicaría en la inexistencia de “un firme progreso de las ciencias
naturales y humanas capaz de educarles debidamente”.

La tradición oriental sigue a la de los comentaristas y el aristotelismo occidental al oriental,


pero ni unos ni otros pueden escapar al defecto común de entender a Aristóteles bajo el
sesgo del escolasticismo puramente conceptual que se concentra en la forma en que se
expresa “sin sospechar siquiera como había llegado a ser la que era”.

El humanismo no produjo cambio alguno, dando ello como resultado que Aristóteles sea la
gran figura de la filosofía y literatura antiguas “que no ha tenido jamás un renacimiento”.
En consecuencia, el pensamiento aristotélico no pasó de ser una tradición, lo cual subraya
la necesidad de colación del mismo por su contenido, ignorante, no obstante del desarrollo
evolutivo inherente a su creación.

En cuanto hace a la filología, el déficit relativo a la captación de la forma no se debe al


interés por el contenido sino al “estrecho y superficial concepto de la prosa literaria antigua
que volvieron a introducir los humanistas”. Se juzgaron los escritos conservados con el
criterio de la obra literaria, “del que constantemente se burlaban por ser enteramente ajeno
a su naturaleza”. De este modo, se dejaba de lado la “forma provisional”, cuya
comprensión, según Jaeger, es imprescindible de cara a la inteligencia histórica de la
filosofía aristotélica.

Bajo el tamiz de la filología moderna, Aristóteles pasaba a ser materia de dedicación por el
contenido de su obra, dándose por supuesto que la misma no tenía “forma alguna”.

El gran profesor alemán se propone, consecuentemente, mostrar –teniendo presente los


fragmentos de las obras perdidas y el análisis de los tratados más importantes del Estagirita
– que “en su raíz hay un proceso de desarrollo” y que ello es condición indispensable para
conocer “la fuerza motriz del pensamiento de Aristóteles”.
A semejanza de Jaeger, Ingemar Düring en su Aristoteles. Darstellung und Interpretation
seines Denkens, se aparta de la interpretación escolástica y, puntualmente, de la
terminología influida por la misma.

En la introducción a su monumental obra presenta la concepción fundamental de la


personalidad de Aristóteles como científico y pensador. Critica el prejuicio “evolucionista”
que postula una secuencia conforme la cual a un “estadio idealista” de Aristóteles le
sucedería un “estadio realista”. Para Düring esto es falso. No puede estar de acuerdo con la
doctrina de la “curva evolutiva” de Jaeger.

Según el eminente estudioso sueco, aun cuando Aristóteles se apoya en la experiencia y en


el “consensus ómnium”, y aduce hechos empíricos como medio de demostración, siempre
es preeminente en él el elemento especulativo.

Las partes esenciales, específicamente aristotélicas, están fundidas indisolublemente con la


herencia intelectual de Platón. No obstante ello, Aristóteles, según Düring, quiso liberar a
la filosofía platónica de los elementos a su juicio irracionales, completándola,
perfeccionándola y confiriéndola nuevas dimensiones.

Uno de los aspectos fundamentales del punto de vista del estudioso sueco es el relativo a
las diferencias entre Aristóteles y Platón. Mientras este último menosprecia a los
doxógrafos, Aristóteles, por el contrario, considera legítimo ocuparse de las opiniones de
otros pensadores. Fue el lector diligente y estudioso.

Según Düring:

1 - La ciencia aristotélica no está en absoluto construida silogísticamente; 2 – el saber


tiene que regirse por las cosas, no las cosas por el saber; 3 – Aristóteles delinea tres
estadios en la investigación: a) presentación del material de hechos accesible; b) discusión
de la cuestión de porqué eso se comporta así; y c) síntesis, en la que trata de precisar lo
característico del objeto de investigación; 4 – Aristóteles siempre es objetivo en el más alto
grado y aún en los escritos más especulativos jamás abandona el suelo de la experiencia.

En cuando a la concepción general filosófica del Estagirita, Düring señala los siguientes
rasgos:

1 – Origen de las cosas: explicado con el par de conceptos hilē-eidos y dynamis-energeia,


conceptos funcionales y relativos; 2 – Kinēsis designa no solo movimiento local sino
también cambio cualitativo y cuantitativo; 3 – el mundo es eterno e inengendrado.
Generarse y perecer son un ciclo eterno; 4 – el proceso natural es irreversible. Mediante el
análisis de las cuatro causas se llega al conocimiento de la estructura de las cosas. La teoría
de las causas es una tematización de la filosofía del télos. La naturaleza no hace nada en
vano. Todo tiene un ergon, una función peculiar. El estadio en que se alcanza el télos es la
entelequia; 5 – el hombre es la obra suprema de la naturaleza, la cual ha producido todo lo
demás por causa del hombre. El nous es lo divino en el hombre; 6 – no existen ni
reminiscencia ni conocimientos innatos; 7 – objeto de saber es lo universal; 8 – en la ética,
el núcleo del pensamiento aristotélico está en la doctrina del varón éticamente valioso
entrelazada con la doctrina de la justa medida.

En cuanto al carácter especial de los escritos aristotélicos, Düring nos informa que la
mayor parte de la obra del Estagirita son manuscritos de clases. Éste habría fijado su
doctrina esencial en los 106 escritos conservados. Según el profesor sueco no habría
ningún Aristóteles “perdido”.

Con Aristóteles comienza la era de la erudición. Para Düring es un dogma afirmar, como lo
hace Jaeger, que Aristóteles fue un discípulo devoto de Platón hasta la muerte de éste,
careciendo de puntos de vista propios que se desviaran de Platón. En sentido contrario a lo
sostenido por Jaeger, para Düring Aristóteles rechazó desde un principio la doctrina de las
idea pues no concebía nada universal separado de las cosas singulares. El esfuerzo de
Jaeger en demostrar una evolución o desarrollo evolutivo tiene una tajante respuesta crítica
en la perspectiva de Düring, sostenida por sólidos argumentos basados en rigurosas
pruebas no menos relevantes que los que emplea aquel.

Para Düring, el pensamiento aristotélico supone un viraje decisivo de la ontología a la


semántica de los conceptos, lo cual está presente desde sus primeros escritos, pues según el
estudioso checo, el Estagirita ingresó en la Academia con notable formación y puntos de
vista propios. Y a diferencia de Platón, investigó empíricamente el uso del lenguaje,
buscando el significado de un término en su comprensión.

IV – Conclusión

Tanto Jaeger como Düring expresan dos perspectivas y abordajes distintos, en algunos
puntos incluso opuestos. El punto de controversia central finca en la teoría del desarrollo
evolutivo sostenida por Jaeger. Düring lo rechaza y ofrece las razones, reveladas en los
tratados y en los fragmentos de las obras que se perdieron, por las cuales no es pertinente
hacer del Aristóteles de juventud un devoto discípulo de su maestro Platón.

V – Bibliografía

Düring, Ingemar, Aristóteles, exposición e interpretación de su pensamiento, 2da. ed.,


reimp. 2005, UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, México DF, 1990.

Jaeger, Werner, Aristóteles, bases para la historia de su desarrollo intelectual, 1era. ed. en
español, 2da. reimp., Fondo de Cultura Económica, México, 1992.

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