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Una vida saludable es un estilo de vida en el que disminuimos los riesgos de estar
gravemente enfermo, así como de morir tempranamente. Es también una vida en la cual
priorizamos nuestro bienestar físico, mental y social. Por eso es una vida en la que nos
organizamos en nuestro entorno para ese bienestar físico, mental y social, pues no
vivimos solos, vivimos en una sociedad que nos influye. Vivimos en una familia, una
casa, un barrio. Vamos al trabajo, viajamos en transporte. Estudiamos. Compramos
comestibles, verduras, carnes, cereales, bebidas. También nos divertimos. Jugamos
videojuegos, vamos al cine. Usamos el teléfono, chateamos. Hacemos deporte, jugamos
con la pelota, bailamos, hacemos amigos y también hacemos el amor. Y todo esto lo
hacemos en un mundo que acaba de salir de la pandemia más grave de toda la
humanidad. Que, pues, como vivimos en una sociedad con grandes diferencias sociales,
no ha afectado a todos por igual.
Entonces todas estas cosas que hacemos en sociedad, aunque las hagamos solos como
salir a caminar, son los hábitos de nuestra vida, de nuestra vida en sociedad. De lo que
se trata es de que podamos identificar los hábitos no saludables y poder organizarnos,
enfocarnos, y esforzarnos para cambiarlos.
Entornos saludables
Son aquellos que apoyan la salud y ofrecen a las personas protección frente a las
amenazas para la salud, permitiéndoles ampliar sus capacidades y desarrollar
autonomía.
Comprenden los lugares donde viven las personas, su
comunidad local, el hogar, los sitios de estudio,
los lugares de trabajo y esparcimiento,
incluyendo el acceso a los recursos sanitarios
y las oportunidades para su empoderamiento.
Estos entornos son aquellos que realizan, de
manera participativa e inclusiva, acciones
sistemáticas para proteger y promover la
salud, la seguridad, el bienestar y la felicidad de
las personas que la componen, en base a los
siguientes indicadores:
Evitar la televisión y la tecnología en general durante las comidas: Los niños que
comen mirando dibujos animados no prestan atención a lo que ingieren, ni en
calidad ni en cantidad.
Incluir la actividad física dentro de la rutina diaria: Jugar, correr, saltar, pasear,
montar en bicicleta son actividades que los niños deberían realizar cada día.
Elegir verduras y frutas como snacks: Cuando los niños tengan hambre ofréceles
tomates cherry, mini zanahorias, manzanas o cualquier otra fruta en lugar de
bollería.
Cocinar con los niños: Deja que tus hijos participen en la elaboración de las
comidas, de esta manera les permitirás conocer alimentos e involucrarse con la
comida.
Prepara un huerto en casa: Los niños aprenderán a cultivar y se involucrarán en
la preparación de alimentos saludables que, además, son mucho más ricos recién
sacados de la planta.