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¿Qué es la igualdad?
La palabra igualdad significa, de acuerdo a la Real Academia Española, el “principio que reconoce
la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones”. Esto quiere decir que ante la
ley, todos los ciudadanos tendríamos que ser iguales y ser medidos con la misma vara, para que
todos tengamos las mismas oportunidades de recibir recompensas, o de ser castigados por
nuestra mala conducta. Por desgracia, esto no siempre es así. La igualdad es lo contrario a la
desigualdad, que es uno de los males que aquejan a la humanidad desde sus tiempos más
antiguos, en los que era frecuente la presencia no sólo de pobres y ricos, nobles y plebeyos, sino
incluso de esclavos que eran tratados como mercancía.
Ahora bien, cuando hablamos de igualdad, podemos estar hablando de muchas formas de
igualdad (o de desigualdad), dependiendo del carácter en el que fundamente la discriminación:
sexo, raza, nivel socioeconómico, etc. A continuación, exploraremos algunas de ellas.
No discriminación
El derecho a la no discriminación es un derecho complejo y vital que constituye la piedra angular
de la realización de los derechos humanos y la Convención Internacional sobre los Derechos del
Niño se basa en sus ideales. Aunque todos los niños deberían ser tratados, protegidos y atendidos
por igual, en el mundo actual muchos siguen siendo víctimas de discriminación.
¿Qué es discriminación?
La discriminación radica en gran medida en el miedo, a menudo a un grupo que tiene un aspecto,
habla, piensa o se comporta de forma diferente, o a un grupo étnico que amenaza la seguridad y la
identidad cultural de otro (Save the Children, 2014). Existen diferentes definiciones de
discriminación. Según el Consejo de Europa, la discriminación es el trato desigual a diferentes
categorías de personas cuando este trato no puede justificarse basándose en criterios objetivos y
razonables (Europa, 2023). El Consejo de Europa permite algunos tipos de diferenciación en el
trato, pero prohíbe cualquier distinción que no se base en un motivo objetivo y razonable. Por
ejemplo, estaría prohibida una medida discriminatoria dirigida a niños de un determinado origen
étnico para impedirles el acceso a servicios como la educación.
El Comité de Derechos Humanos de la ONU la define como «toda distinción, exclusión, restricción
o preferencia que se base en motivos como la raza, el color, el sexo, el idioma, la religión, la
opinión política o de otra índole, el origen nacional o social, la posición económica, el nacimiento o
cualquier otra condición social, y que tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el
reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de
todas las personas» (Comité de Derechos Humanos de la ONU, 1989). El concepto de
discriminación comprende tres aspectos clave: (1) tratar a un niño de forma diferente, (2) cuando
hacerlo tenga el propósito o el efecto de perjudicarle o dañarle, y (3) la diferenciación se base en
un motivo prohibido (Lansdown, 2022). Por lo tanto, el componente prohibido no es
necesariamente el acto de discriminación en sí: tratar a alguien de forma diferente. En cambio, el
elemento prohibido es el objetivo que persigue el acto discriminatorio, la intención que subyace
en el acto discriminatorio. La intención prohibida es el propósito o efecto de anular o menoscabar
el reconocimiento, disfrute o ejercicio en pie de igualdad de un derecho.
Son para todos, para toda la sociedad y para el mundo entero. Sin embargo, persiste la
discriminación contra las minorías religiosas, étnicas y nacionales, las personas de ascendencia
africana, los pueblos indígenas, las personas con discapacidad, los migrantes, las personas
mayores, los niños, las mujeres y las personas LGBTI, entre otras. Las formas tradicionales de los
prejuicios se combinan con la desigualdad social y de ingresos para impulsar el conflicto, el
racismo y la xenofobia. Asimismo, el aumento de los medios de comunicación social ha provocado
la difusión de mensajes de odio que alimentan la discriminación. Al mismo tiempo, la Agenda 2030
y su compromiso de «no dejar a nadie atrás» ha generado un empuje a favor de la igualdad y la no
discriminación.
1. Las leyes, políticas y prácticas combatan la discriminación en todas sus formas con más
eficacia y que las autoridades responsables trabajen en forma activa para “no dejar a
nadie atrás”; por ejemplo, abordando las causas fundamentales de la desigualdad.
2. Los sistemas judiciales y las instituciones conexas incrementen el control y la investigación
de la discriminación y brinden reparación a las víctimas.
3. Los marcos jurídicos y sociales aumenten la promoción de la autonomía y capacidad de
decidir libremente de mujeres y niñas, y las protejan de la violencia, incluso en el espacio
digital.
4. Las instituciones judiciales, los medios de comunicación y otros sectores reconozcan mejor
y se opongan a los estereotipos de género y las normativas de género nocivas, con miras a
su erradicación.
5. Los principios y las prácticas combatan de forma eficaz la discriminación y la incitación al
odio en los espacios digitales.
6. Los derechos humanos de todos los migrantes sean protegidos, en especial los de
migrantes en situaciones vulnerables.
7. Aumente el respaldo público para las sociedades igualitarias, inclusivas y diversas, libres
de discriminación.
8. El sistema de la ONU aplique una respuesta coherente y basada en los derechos humanos
a la desigualdad y la discriminación, incluidas las múltiples formas interseccionales de
discriminación.