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Balance (Off Blance 1) Lucia Franco
Balance (Off Blance 1) Lucia Franco
Nota
La traducción de este libro es un proyecto de Erotic By PornLove,
Just Reading y Reading Girls, No es, ni pretende ser o sustituir al
original y no tiene ninguna relación con la editorial oficial, por lo
que puede contener errores.
You'll Think of Me
Hold On to Me
Hush, Hush
Say Yes
Lucia
Índice
COLABORACIÓN 2
NOTA 3
INTRODUCCIÓN 5
ÍNDICE 6
GLOSARIO 12
SINOPSIS 16
INTRODUCCIÓN 17
CAPÍTULO 01 19
CAPÍTULO 02 30
CAPÍTULO 03 37
CAPÍTULO 04 45
CAPÍTULO 05 52
CAPÍTULO 06 62
CAPÍTULO 07 70
CAPÍTULO 08 77
CAPÍTULO 09 85
CAPÍTULO 10 95
CAPÍTULO 11 103
CAPÍTULO 12 112
CAPÍTULO 13 121
CAPÍTULO 14 128
CAPÍTULO 15 135
CAPÍTULO 16 144
CAPÍTULO 17 152
CAPÍTULO 18 163
CAPÍTULO 19 172
CAPÍTULO 20 185
CAPÍTULO 21 192
CAPÍTULO 22 201
CAPÍTULO 23 207
CAPÍTULO 24 215
CAPÍTULO 25 222
CAPÍTULO 26 229
CAPÍTULO 27 237
CAPÍTULO 28 244
CAPÍTULO 29 251
CAPÍTULO 30 258
CAPÍTULO 31 268
CAPÍTULO 32 276
CAPÍTULO 33 286
CAPÍTULO 34 297
CAPÍTULO 35 306
CAPÍTULO 36 313
CAPÍTULO 37 320
CAPÍTULO 38 328
CAPÍTULO 39 336
CAPÍTULO 40 344
CAPÍTULO 41 352
CAPÍTULO 42 361
CAPÍTULO 43 369
CAPÍTULO 44 376
CAPÍTULO 45 386
CAPÍTULO 46 393
CAPÍTULO 47 401
CAPÍTULO 48 408
CAPÍTULO 49 415
CAPÍTULO 50 423
CAPÍTULO 51 432
CAPÍTULO 52 442
CAPÍTULO 53 452
CAPÍTULO 54 460
CAPÍTULO 55 466
CAPÍTULO 56 472
CAPÍTULO 57 479
CAPÍTULO 58 486
CAPÍTULO 59 495
CAPÍTULO 60 504
CAPÍTULO 61 511
CAPÍTULO 62 518
CAPÍTULO 63 526
CAPÍTULO 64 541
CAPÍTULO 65 548
CAPÍTULO 66 555
CAPÍTULO 67 563
CAPÍTULO 68 574
CAPÍTULO 69 583
Anónimo
Glosario
All-Around: Categoría de gimnasia que incluye todas las
pruebas. El campeón de All-Around es el que obtiene la mayor
puntuación total de todas las pruebas combinadas.
Salto Flip o salto mortal: Con los pies subiendo por encima de
la cabeza y el cuerpo girando alrededor del eje de la cintura.
Sequence: Dos o más habilidades realizadas juntas, creando una
habilidad o actividad diferente.
-Lucia
"Cualquier entrenador que lleve diez años entrenando y diga
que nunca se ha enamorado de un atleta o viceversa, miente".
-Anónimo
Capítulo 01
—¡Absolutamente no!
Mi futuro estaba en juego y tenía que luchar por él. Por mucho
que echara de menos mi actual gimnasio, ya no me era útil. No
había muchas horas extra de acondicionamiento y clases
particulares que pudiera tomar. Avanzar en este deporte requería
el entrenamiento adecuado, y no podía conseguirlo en mi antiguo
gimnasio.
Lo necesitaba y lo quería.
—¿Sí?
—Pasa.
—Parece que has estado llorando, lo que solo puede significar que
tengo la culpa.
—Te pido disculpas, cariño. —Se pasó una mano cansada por el
rostro—. Sobre la gimnasia...
—¿Sí?
Mi padre suspiró.
—Al sur. A unas dos horas más o menos de aquí. Está a las
afueras de Florida, cerca del agua.
Touché.
—¿De verdad? —chillé. Cuando asintió, le eché los brazos por los
hombros y lo abracé con fuerza—. ¡Oh, gracias, papá! ¡Gracias!
¡Gracias! Gracias.
—¿Allo?
—Sí, lo recuerdo.
Konstantin se rio.
—Dieciséis.
—Hmm. Ella no puede ser solo un nivel diez a los dieciséis años.
Es bastante mayor para una élite. ¿Está entrenando para la
universidad ahora?
—Mejor aún.
1 ResiMat. Bloque de aterrizaje super suave. La parte superior de PVC, brinda poca
resistencia al aire en el aterrizaje.
Se me escapó un suspiro silencioso cuando se acercó a nosotros
con fuerza y aplomo. El corazón casi se me subió a la garganta
mientras lo miraba como si fuera una especie de Adonis. Una
incipiente barba oscura cubría su mandíbula cuadrada, unos
labios carnosos que pedían atención y una nariz recta como una
flecha. Combinado con su cabello negro y su piel aceitunada con
matices dorados, el hombre era perfecto.
—Kova.
¿Coletas? Creo que dejé de tener coletas a los cinco años. Si ese
era el caso, estaba claro que tenía más de veinticinco.
Despreciaba la barra con odio puro. Pero esa era otra historia.
—Te lo voy a poner fácil. Vas a jugar con mis reglas. O tomas las
clases o no entrenarás en el World Cup.
Fácil. Como si yo fuera una imbécil que no comprendiera
palabras complejas. Mis padres no habían gastado miles de dólares
al año en un tutor privado para nada. Había sacado sobresalientes
desde el quinto grado. Ya estaba tomando cursos de Pre-Cal y de
nivel universitario, y él me trataba como si no supiera deletrear P-
O-L-L-A.
Me miró de nuevo.
—Sí, tendrá dos días libres. Lo que decida hacer con esos días
depende de ella, pero cuando esté aquí, estará bajo mi supervisión
y el control de World Cup, junto con los demás entrenadores. Por
mucho que quiera dar prioridad a la gimnasia, la escuela es más
importante, así que trabajamos en torno a un horario para todas
las gimnastas. Una vez establecido, ella tendrá que asumir la
responsabilidad y equilibrarlo. Por lo general, habrá un
entrenamiento por la mañana en el que nos centraremos en la
fuerza y el acondicionamiento, un descanso para la escuela y luego
la gimnasia por la tarde. La danza será rotativa. —Tomó aire y
continuó—: La mayoría de las gimnastas aquí están en la escuela
pública, por lo que sus horas son siempre consistentes. Algunas
chicas comparten un apartamento para ayudar a mantener sus
gastos bajos. Tengo entendido que has alquilado un apartamento
para ella.
—Muy bien, Adrianna, no solo tienen que firmar tus padres, sino
también tú. —¿Otro formulario? Ya no era suficiente. Mándame a
China, allí tienen buenos entrenadores de gimnasia. Y qué si
mienten sobre sus edades.
Konstantin me entregó un montón de papeles.
—Lo entiendo.
—No me voy.
Levantó una ceja, sus ojos verdes me regañaron una vez más.
Con la cantidad de miradas que había hecho desde que entré por la
puerta, sentí que tenía que descifrar sus pensamientos a través de
sus ojos, como si fuera demasiado perezoso para abrir la boca y
decir lo que pensaba.
2
USA Gymnastics. Es la federación deportiva estadounidense para la gimnasia, fundada
en 1963.
Ni siquiera había empezado a entrenar oficialmente y ya
estaba frustrada con mi nuevo entrenador.
Capítulo 05
Como la mayoría de las noches, la cena era rígida e incómoda.
—¿Así que tienes todo lo que necesitas, Ana? —Papá afirmó más
que hacer la pregunta. Acompañó su filete con un vaso de bourbon.
Se estaban preparando para volver a casa.
—Sí, lo tengo.
Confundida, pregunté:
—¿Mi qué?
—Lo haré.
—Gracias, papá.
—¿Quieres saberlo?
Esto era nuevo para mí. Mamá no había ido a uno de mis
encuentros en años, y no por falta de intentos por mi parte,
tampoco.
—Ana, estamos pagando mucho dinero por esta ridícula afición
tuya. No hagas que nos arrepintamos.
—¡Hola, chica!
Me reí de su exageración.
—No voy a comer esta mierda —dije, tirando una de las bandejas
a la basura.
—Toma una foto y envíamela ahora mismo. Tengo que ver esto.
—¿Cómo de joven?
—No sabía que había que tener cierta edad para ser amigo de
alguien.
—¿Está bueno?
—¿Y?
—¿Y qué?
—¿Está caliente?
Me eché a reír.
Me reí en el teléfono.
—¡No!
—¡Admítelo!
—Lo haré.
—Viejos hábitos.
—Yo me encargo.
—Gracias.
—Soy Hayden —dijo, caminando de cerca alrededor.
—Adrianna.
—Es bueno saberlo. Lo último que quiero es oír que parezco una
chica.
—¿Qué esperas?
—¿Qué? —tartamudeé.
Me miró de forma que me decía que debía saber dónde iban mis
cosas. No me había asignado un casillero, pero tenía la sensación
que mencionar eso no sería bueno, así que no saqué el tema.
Con los ojos muy abiertos y los labios entreabiertos, asentí ante
su actitud de imbécil. El entrenador marchó y yo hice rápidamente
lo que me dijo mientras me temblaban las rodillas. Jesús. Actuó
como si llegara tarde, lo cual no era así, simplemente no me había
explicado qué hacer una vez que llegara.
—Respira —susurró.
—¿Qué pasó con lo de usar dos colchonetas y poner los pies sobre
ellas en forma de splits?
—¿Estás segura?
Había una diferencia entre las clases recreativas y las del equipo.
En ambas se enseñaban las mismas habilidades, pero el equipo
entrenaba más horas a la semana y se centraba en los detalles más
pequeños. Al final, esos detalles podían hacerte ganar o perder.
También había compromiso y motivación. No solo de las gimnastas,
sino también de los padres. La financiación, los viajes y la actitud
eran brutales. El equipo era mucho más agotador, pero también
muy gratificante.
Realicé mi rutina un puñado de veces más antes de armarme de
valor y pedirle al entrenador que la viera. No fue mi mejor
entrenamiento; me di cuenta que mis movimientos nerviosos y mi
corazón acelerado no tenían nada que ver con mi rutina real y sí
con la intimidación rusa y las tres horas de sueño. Me sentía como
si estuviera compitiendo por un puesto en el equipo mundial de
Estados Unidos y todo dependía en gran medida de este momento.
Konstantin estaba de pie al lado de las barras, con sus ojos fijos
en mí y sin mostrar ninguna emoción. Creí que estaba a punto de
vomitar. Era una mirada vacía y, sinceramente, no estaba segura
de sí prefería eso o ver cómo se le caía el rostro. Mi corazón estaba
en mi garganta y todo el ruido se desvaneció.
Holly reía.
Se encogió de hombros.
Interesante.
Asintió.
Sabía que para el público en general era absurdo que los padres
permitieran a sus hijos entrenar solos a una edad tan temprana.
No era raro que nos fuéramos a un campamento de entrenamiento
de verano en Texas durante tres meses solos, o que entrenáramos
largas horas en el gimnasio sin ninguna supervisión de los padres.
El gimnasio se convertía en nuestro segundo hogar. Los
entrenadores eran muy cercanos a los padres, lo que los
tranquilizaba a la hora de dejar a sus hijos. Además, nunca
estábamos completamente solos, siempre había un adulto cerca, un
amigo o una madre para ayudar. Aunque no pensábamos en ello,
para el mundo exterior, estaba seguro que parecía una negligencia.
—Casi diecisiete.
—Oh... —Mi voz se elevó—. Vaya. ¿Así que has estado aquí
durante casi un año por tu cuenta?
»El año pasado tuvimos una chica aquí, Sage. Era increíble,
mejor que todas nosotras y tenía escrito que iba a ser olímpica. Su
forma era impecable y solo tenía nueve años. La veíamos con
asombro, pero, por desgracia, sus padres ya no podían permitirse
vivir en dos lugares distintos. Tiene un hermano mayor y no era
justo para él, así que hicieron las maletas y se fueron a su casa en
Washington. Ella lloró, todos lo hicimos. Ver eso me hizo darme
cuenta de lo afortunada que soy por estar aquí. Aunque no sé si
sigue entrenando... espero que sí. Era demasiado buena para no
hacerlo.
—Hola.
—Lo sé.
Una vez que aterricé con un salto, Kova hizo girar su dedo para
que lo hiciera de nuevo. Esta vez, aterricé con un enorme salto de
demasiada potencia e hice una mueca, apretando los ojos. Sabía
que había metido la pata y que él la había detectado.
Abriendo los ojos, miré a Kova que me miraba fijamente sin
ninguna emoción en su rostro. No dijo nada, así que opté por
hablar.
—Sí.
Eché una rápida mirada a Kova, que estaba de pie con los brazos
cruzados frente a su amplio pecho al otro lado de la bóveda. Me
levanté de puntillas, me incliné y salí corriendo, bombeando las
piernas tan rápido y tan fuerte como pude para ganar velocidad.
—Sí.
Podía sentir otro par de ojos pegados a mí, pero no podía romper
su mirada para ver a quién pertenecían. Y la verdad, me daba
vergüenza y no quería ver las miradas. Por suerte, tenía un poco de
calor, así que el rubor de mis mejillas se disimularía como si no
fuera más que un esfuerzo.
»Ahora ve allí y hazlo con el dos y medio para que pueda ver
dónde necesitas trabajar. No tengo tiempo para juegos. Necesito
saber de qué eres capaz ahora mismo, hoy, no el mes que viene.
¿De qué servirá eso si te estoy entrenando para un dos y medio y
ya has estado trabajando en eso?
Quise corregir su rígida pronunciación, pero me abstuve. A veces
sonaba como un robot hablando. Así que, en lugar de eso, asentí
con vehemencia y me coloqué detrás de la fila. Reagan lucía una
sonrisa de satisfacción que merecía ser borrada de su rostro.
Todo lo que quería hacer era ir a casa, tomar una ducha, tomar
un poco de Motrin, e ir a la cama. Motrin, el verdadero desayuno,
almuerzo y cena de los campeones. Que se joda la comida recién
cocinada.
—Vamos.
Modo-Imbécil activado.
—Hoy ha sido una prueba, una evaluación para ver dónde estás
actualmente. —Suspiró cansado—. Voy a ser franco. No te acercas
a mis estándares, Adrianna, y eso me preocupa. No estás preparada
para el equipo senior. Ni siquiera cerca. Definitivamente, ni de lejos
estás preparada para la prueba de esta temporada. Te estás
preparando para el fracaso si lo haces.
Sacudió la cabeza, sus labios una fina línea plana. Aquí no hay
entrenador besable.
—Mis estándares son altos, pero eso es lo que gana. Hacer una
gimnasia segura y mediocre no te va a llevar al podio. Creo que
estarás de acuerdo conmigo. Hoy has tenido miedo y te has
contenido. Eso me preocupa.
Sabía que no iba a ser fácil para mí, pero por Dios. Sus palabras
eran tan molestas como una lesión que acabara con mi carrera.
Capítulo 09
—Viendo que estamos en marzo y que has llegado en plena
temporada de élite, ¿pensabas competir el resto de la temporada
regular como práctica y luego hacer una prueba la próxima
temporada?
Confundida, pregunté:
—Por supuesto.
—Hasta luego.
Cinco minutos. Estaba bastante segura que ese era el tiempo
que había dormido antes que sonara mi odioso despertador. Tuve
que hacer una doble toma para asegurarme que había leído bien el
reloj.
—Señorita...
Sonrió.
Inclinó la barbilla.
—Puedo hacerlo.
—¿De verdad crees que mis padres van a dejarme sola en esta
ciudad? Una cosa es estar sola en Island y otra en una ciudad que
no conocen. No veo que vaya a ocurrir pronto, sobre todo cuando
los medios de comunicación se enteren que ya no estoy allí.
—¿Qué? ¿No es eso lo que todo el mundo dice hoy en día? Solo
intento estar al día.
—¿Estás bien?
—Bien. —Tosí.
Tenía que estar fuera de sus cabales. Pero sabiendo que no podía
discutir, respondí secamente:
—De acuerdo.
Eso me enfadó. Como no tenía a nadie que hablara por mí, tuve
que defenderme.
—Vamos a empezar.
—Desvístete.
Me tranquilicé en la conversación.
—Sí, me cuesta un poco soltarme, pero creía que eso era normal
antes de un entrenamiento para cualquiera.
Sacudió la cabeza.
—¿Ves?
—Sí —gruñí cuando apretó más fuerte—. Pero también creo que
es porque aún no he calentado.
—¿Cómo se siente?
Me encogí de hombros.
—¿No sientes que tus caderas no están elevadas del todo? —Mis
cejas se fruncieron y él se acercó de nuevo—. Levanta más —me
ordenó, colocando su mano en mi trasero y manteniéndola allí. Su
tacto abrasador me hizo entrar en calor. Por fin lo sentí y no pude
ocultar el apretado tirón de mis caderas cuando me levantó más
alto.
Ignorándome, dijo:
—Bueno, sí.
—Eres escéptica.
Sonreí.
Con los ojos clavados en los de Kova, respiré con calma. Los
latidos de mi corazón aumentaron en el silencio y tomé nota del
lugar en el que colocó su mano, muy arriba en mi pierna, cerca de
mis minishorts. De acuerdo, tal vez no estaba muy, muy arriba. No
era que yo tuviera unas piernas largas de supermodelo ni nada por
el estilo, simplemente tenía unas manos grandes que ocupaban
mucho espacio en mi muslo.
—No.
Yo y mi estúpida boca.
Esta tenía que ser su idea de una broma. Un chiste muy malo.
Quería que hiciera ocho cuentas, contando hasta ocho una y otra
vez para mí... ¡Un millón de veces!
—No sé, creo que puedo decir que mi rango es más amplio. Mis
caderas se sienten más abiertas, si eso tiene sentido. —Y se sentían
un poco más sueltas, lo cual era agradable.
Asintió.
—No creo que lo diga en ese sentido. Creo que solo quiere que
cambies tu forma de pensar por una ruta más segura que tenga un
efecto duradero. Que pienses fuera de la caja. Le dijo cosas
similares a Reagan por lo que me han dicho. Y solo lo sé porque mi
hermana me lo dijo una noche. He visto de lo que es capaz, y son
cosas grandes.
—Tienes razón.
Y seguía allí.
—Agárrate aquí.
Confundida, lo miré.
—No lo entiendo.
—¿Qué?
—Bien. Deberías saber que no debes usar esto. —Lo dejó caer al
suelo, junto con las muñequeras desgastadas antes de pasar a la
cinta.
—No hay necesidad de tanta cinta —dijo, más para sí mismo que
para mí—. Ya nadie hace esto. Por otra parte, si lo hicieras bien, no
necesitarías esto.
Sacudió la cabeza.
—No lo entiendes. Te agarras, pero no del todo. Es como un
agarre perezoso, estás apoyando los dedos en la espiga en lugar de
agarrarla. Cuando te balanceas y giras alrededor de la barra, tiras
de los ligamentos del interior de las muñecas y los huesos están
sometidos a mucha más tensión de la necesaria. Tenemos que
rectificar esto rápidamente.
—Vuelve a subir.
Me señaló.
—Creo que funciono mejor sin mis agarres —dije con seguridad,
y me froté las manos para tratar de aliviar el dolor.
—Retrocede. ¿Y Adrianna?
—Y apunta los dedos de los pies. Los pies flexionados son feos.
Pedí mis agarres, pero Kova me los negó. Mis ojos se abrieron
enormemente y se me cayó la mandíbula cuando dijo que no. No
podía creer que no me dejara usarlos. Estaba más que delirante.
Seguro que se daba cuenta que infligir este tipo de tortura a mis
manos las dejaría inservibles mañana.
—Aprieta.
—¡Incorrecto!
—Hazlo de nuevo.
La miré confundida.
—¿Prep. H? ¿Como la cosa para las hemorroides?
Sonreí tímidamente.
—Eso es asqueroso.
—Lo has hecho bien hoy, Adrianna. Muy bien. Estás avanzando
muy bien, sorprendentemente. —Dio un trago a su agua
embotellada.
Era casi demasiado bueno para ser verdad. Lo miré a los ojos,
cada vez más oscuros y rodeados de gruesas pestañas, y vi que
hablaba en serio. No estaba segura de cómo manejar su valoración
sin sonreír como una tonta. Me atrapó por sorpresa. Todos los días
deseaba que dijera algo positivo, y ni una sola vez lo había hecho
hasta ahora.
—Gracias, entrenador.
—¿Ah, entrenador?
—Bien. Eso es lo que quiero oír. —Me dirigió una larga mirada.
Acercándose, me pasó suavemente el pulgar por la mejilla—. Tiza
—dijo en un tono más suave, y se alejó.
Dicho esto, estaba loco si creía que iba a pasar otro día sin usar
mis agarres.
Capítulo 14
Al entrar en World Cup esta mañana, me sentía fresca y
preparada para el entrenamiento.
Lo hice de nuevo.
—Quédate conmigo.
—Túmbate de espaldas.
No dudé.
Se burló y me molestó.
—Si eso es lo que quieres, pero no hay vuelta atrás una vez que
lo decidas. No es justo para mí, ni para ti.
—No a alguien tan decidida como tú, eso es seguro. Eres de mente
fuerte.
Se aclaró la garganta.
—Ah, no tan fuerte como la última vez, por lo que veo —dijo—.
Esto es bueno.
Kova no fue más fácil para mí hoy, si acaso, desde que aceptó
ayudarme con mi objetivo, su factor imbécil aumentó. Las ampollas
estaban sensibles al tacto y llenas de líquido que necesitaba drenar.
Intenté no hurgar en ellas para poder tratarlas adecuadamente en
casa, pero algo tenía que ceder. Me ardían las manos y me
palpitaban por la irritación.
—Hola, pasa.
Pero tal vez debería haberme fijado, porque su cuerpo era una
obra de arte.
—Lo prometo.
—¿Qué es?
—Sí, es crema para pezones. Mi mamá dice que las madres que
amamantan lo usan en sus tetas para, ah —Evitó mi mirada—
ayudar con las grietas y el sangrado.
—¿Hmm?
—Oh, bien. ¿Estoy haciendo algo mal? —Quizá ésta era otra de
las razones por las que mi ex novio me dejó.
—¿Y?
Gemí.
Lo sabía.
—Como Reagan.
Curiosa, pregunté:
Hice una mueca. No iba a ir tan lejos esta noche. Hayden empezó
a ponerle fuego a la aguja para esterilizarla y evitar una infección,
y luego pensaba usarla para reventar mis ampollas. Ya había tenido
desgarros y ampollas antes, pero nunca hasta este punto. Siempre
me daban tiempo para curar mis manos, así que nunca había
tenido que tratar mi piel hasta este punto.
No...
—Devuélvemela.
—No.
Desconcertada, le dije:
Asentí.
—A mi manera.
—¿Corriste?
Mierda.
—No, no lo hice.
—No, no lo he hecho. Quiero decir que sí, solo que no todas las
veces.
—No me estás demostrando nada esta mañana, Ria. Cuando no
estoy cerca, debes seguir utilizando estos ejercicios por tu cuenta.
A la larga solo te haces daño. —Chasqueó la lengua en señal de
decepción—. Esta noche, después del entrenamiento, volveremos a
trabajar juntos antes que te vayas.
—Seguro.
Todo el mundo se había ido a casa por la tarde y aquí estaba yo,
atrapada en el gimnasio después de las clases, esperando al
entrenador para uno de sus ejercicios de “no estirar, pero sí estirar”.
Puse los ojos en blanco al escuchar su voz dentro de mi cabeza
diciéndolo.
—Si me necesitas, solo tienes que decir algo. Para eso estoy aquí,
Ria.
Sus manos bajaron lentamente por mis brazos hasta justo por
encima de los codos. Los latidos de mi corazón se aceleraron e
inhalé por la nariz para estabilizar mi respiración. Me dio un suave
apretón antes de soltarme y me llevó a la mesa de terapia.
¿Él?
Mi rostro se iluminó.
—Quizá...
Me gustaba.
—¿Hmmm?
—Ova.
—¿Sabes ruso?
Asintió.
—Lo sé.
—Es mi primo.
—¿Cómo puede ser eso? Eso es... pero eso es incesto... —Intenté
darme la vuelta de nuevo, pero él lo impidió. Ahora desearía haber
esperado a cambiar de posición para poder leer sus expresiones
faciales.
Miré los ojos torturados de Kova y mi corazón sangró por él, pero
mis oídos estaban ávidos de más. Colocó una mano plana en mi
omóplato y me inclinó hacia atrás para que mis brazos estuvieran
rectos y mis manos apoyadas en la pared. Gruñí ante esta extraña
posición de media espalda doblada.
—¿Por qué no se fue una vez que tuvo suficiente dinero ahorrado?
—Sí, lo es.
Kova se inclinó y apretó su mano. Una de sus manos se deslizó
hasta la parte baja de mi espalda, mientras mis manos se movían
para apoyarse en su firme pecho. Sus dedos se extendieron
peligrosamente por mi culo, con un dedo presionado entre el centro.
Contuve la respiración. El calor de sus manos atravesó mi leotardo
y luché contra un temblor. Estaba a unos centímetros de mis labios
cuando sus ojos viajaron hasta mi boca.
—¿Cómo se deletrea?
Mis manos habían pasado por las etapas del infierno, desde
sentirlas como si las hubiera sumergido en un montón de hormigas
rojas, hasta estar completamente entumecidas. Me las había
arreglado para bloquear el dolor y para no quejarme, y creo que eso
me hizo ganar algunos puntos en su libro. Al menos esperaba que
así fuera.
Todavía podía sentir sus manos sobre mí, el susurro del aliento
que rodaba por mi mejilla, la forma en que su erección se deslizaba
por mi muslo. No podía quitarme la imagen de la cabeza. Había
estado pensando en él desde nuestra sesión privada y,
sorprendentemente, por primera vez, estaba deseando que llegara
otra. Kova se abrió y me mostró un lado diferente de él, uno del que
tenía curiosidad por saber más. Un lado que lo hacía humano, uno
que tenía corazón.
—Mándame la factura.
—¿Qué es?
Fruncí el ceño.
Le hizo gracia.
—Sí, una vez con mi mejor amiga, Avery. Digamos que no me fue
bien.
—¿Lista?
Respiré profundamente.
—Más lista que nunca. —Entonces chocamos los vasos y los
inclinamos rápidamente. No me gustaba el vodka, ni ningún otro
licor, así que tragué rápido y me encogí, temblando con fuerza.
Me encogí de hombros.
Hayden se rio.
—No, pero sus dietas son ridículas y todos juramos que cuando
llega al nivel de dieta, significa que te desprecia en secreto. O eso
creemos todos. No llegues a ese nivel. Solo ha sido así con algunas
y déjame decirte que no fue bonito.
—Él sigue esta dieta loca relacionada con el estilo paleo que solo
te permite consumir menos de mil calorías al día. Con nuestros
entrenamientos y las calorías y la grasa que quemamos, sabes que
necesitamos más que eso, si no, no es saludable.
No, no lo es.
Se me cayó la mandíbula.
—Estás bromeando.
—Ojalá lo hiciera.
Hayden tomó una de mis manos entre las suyas y me miró a los
ojos antes de recortar la piel muerta. Luego tomó un cuchillo de
mantequilla sin filo, lo colocó en un ángulo de noventa grados y
raspó muy suavemente los callos. Pequeñas escamas blancas se
acumularon en mis palmas. Esta parte no me había dolido, pero mi
corazón empezó a palpitar y el pánico me golpeó. No quería dar el
siguiente paso. Me temblaban las rodillas y pensé que me pondría
enferma. Con tanto miedo, tal vez otro trago de vodka hubiera
ayudado.
El dolor.
—Ya casi he terminado con esta mano —dijo por encima del agua
corriendo, ignorando mi mordisco. Me incliné hacia él cuando
colocó mi mano bajo el agua caliente, retirando la sangre y
palpando la piel muerta. Inconscientemente, lo apreté más fuerte,
haciendo girar su camisa en mi puño, usándolo como fuerza porque
sabía lo que venía después.
Peróxido de hidrógeno.
—¿Qué?
Más restregones.
—Respira profundamente.
—No llores —dijo con simpatía. El gesto fue dulce y, por alguna
razón, me hizo llorar aún más. Me tembló la mandíbula y se me
hundió la barbilla en el pecho. Odiaba esto, este dolor, estas
emociones, este deporte. Lo odiaba todo y deseaba que
desapareciera. No había manera que pudiera volver a pasar por algo
así. Si Kova me obligaba a hacer cualquier tipo de trabajo de barra
mañana o en los próximos días, lo mataría directamente.
Se rio.
—La primera vez que tuve desgarros tan graves, mi mamá tuvo
que cuidarlos como yo acabo de hacerlo por ti. Lloré. Como un puto
bebé, lloré y sollocé contra ella con fuerza y ella tuvo que abrazarme
después. Fue vergonzoso y nunca lo olvidé. Desde entonces, me he
asegurado de hacer todo lo humanamente posible para evitar
desgarros a esta intensidad nunca más. Sé que es inevitable, pero
lo intento y sé que tú también lo harás de aquí en adelante. Te
ayudaré y te enseñaré qué hacer para endurecer un poco más tu
piel. Una vez que tus palmas se curen y te crezca piel nueva,
tendrás que picarlas todos los días. Siento tu dolor, Adrianna. Lo
hago, nena. Y siento haberte causado más.
—¡Jesús!
—Creo que soy muy afortunado por tenerlas, pero también que
he trabajado muy duro y que me las merezco. Ir a los Juegos
Olímpicos es un logro que muy pocos pueden alcanzar. Ni siquiera
la suerte puede llevarte allí. Es pura determinación, un compromiso
inquebrantable con el deporte y un amor tan profundo por él que
dejarías cualquier cosa para conseguirlo. A veces incluso tu vida y
tu infancia. —Kova dio un sorbo a su cerveza—. Sin embargo, los
verdaderamente entregados dirían que la gimnasia es su vida, es el
aire que respiran, así que en realidad no estás renunciando a tu
vida en absoluto si la vives a través de la gimnasia, ¿verdad?
—No es lo mismo.
Kova se sacudió.
—Ya que hemos sido sinceros el uno con el otro... Ella era VIH
positivo —susurró en voz baja.
Katja miró de nuevo a Kova con una ceja alzada. La tensión volvía
a ser densa entre ellos.
—La parrilla está casi lista. ¿Quieres que te traiga otra bebida?
—No, gracias.
—Cerveza.
Ella se apartó como si él hablara otro idioma.
—Creo que ya he soltado bastante por hoy... otra vez. Ya has oído
a Katja, tengo que irme. —Y ahí estaba el Kova con cara de piedra
que yo conocía.
—¿Adrianna?
Mátame ahora.
—¿Y?
—No quería ser entrometida. Es que nunca había visto fotos como
éstas.
—Fueron un regalo.
Confundida, pregunté:
—¿Qué cosa?
—¿Hacer qué?
—Me conoces muy bien —me reí. Hayden, por suerte, se sentó en
el asiento contiguo al de Kova. Era imposible que me sentara tan
cerca de él. Era suficiente así—. La vista es impresionante. —Siguió
mi mirada.
—¿Apple bob?
—Sí, ¿no has ido hacer apple bob? Somos famosos por eso. Todos
los años se celebra un festival de otoño y una gran competición de
“apple bobbing”. Viene gente de todas partes a ver y a participar en
los festejos. Somos una ciudad muy hogareña.
—¡Comamos!
—Sí.
—Lo tengo. Ha estado con mi familia desde que era una niña.
—Posiblemente.
Sonrió.
—Como Batman.
Literalmente.
Las personas con éxito luchaban por lo que querían, por lo que
deseaban en la vida sin importar lo que tuvieran que enfrentar. La
fuerza de voluntad era la clave, y tal vez si convertía mi miedo en
deseo, anularía mi ansiedad. Era la única manera de escapar de la
emoción.
Sabía que tenía que practicar lo que predicaba, pero era más fácil
decirlo que hacerlo. Como lo era todo. Prefería entrenar una nueva
secuencia de volteretas con volteos frontales, o movimientos de
liberación de nivel E y cambios de barra antes que saltar la barra.
Volví a saltar, abriendo más las piernas, pero esta vez, cuando
volví a mirarlo, parecía desconcertado.
Esto tenía que ser una especie de broma. Yo sabía cómo cuadrar
mis caderas.
—Es eso, o te falta más flexibilidad de la que pensaba, lo que
explicaría por qué tus saltos parecen una mierda —murmuró para
sí mismo. Pasó de gritar con las venas en el cuello a quedarse
callado y reflexionando—. Pero sigues sin llegar a ese split de ciento
ochenta grados. —Me miró fijamente, con las cejas profundamente
inclinadas la una hacia la otra mientras se frotaba la mandíbula—
. Ve a la sala de baile y haz saltos en split frente al espejo. Estaré
allí en breve.
—Vuelve a la viga.
Sonrió y dijo:
Sobre su rostro.
Capítulo 24
Volviéndose hacia mí, de espaldas a Kova, una pequeña sonrisa
de complicidad se dibujó en su cara. No pude evitar las ganas de
abofetearla por eso. No era una persona agresiva, pero ella sabía
cómo meterse en mi piel como nadie.
Por supuesto.
Asentí en silencio.
Solo que esta vez no fue tan grave porque mis costillas no
golpearon la viga. Sin embargo, mi entrepierna se resintió
gravemente del impacto y tuve que comprobarlo en el baño
inmediatamente.
Tal vez odiaba el suelo que pisaba. Tal vez vio potencial. Tal vez
me metí bajo su piel. Tal vez, de alguna manera oscura, yo le
gustaba. Tal vez no... Pensé en su despampanante novia y supe que
estaba inventando cosas en mi cabeza. Katja era todo lo contrario a
mí. Sus ojos eran un caleidoscopio de ámbar y peridoto. Tenía una
tez de marfil impecable. Por no hablar de un cuerpo de super
modelo por el que las chicas matarían. No había nada malo en ella.
Era hermosa e inteligente y, para colmo, era realmente agradable.
El paquete perfecto. Cualquier hombre moriría por estar con ella.
—Adrianna.
Atrás quedaba el frío choque de las bolsas de hielo sobre las que
había estado sentada momentos antes, y en su lugar había un calor
abrasador. Necesidad. Deseo. Algo, solo que no estaba segura de
qué. Kova hizo una pausa y luego reanudó su recorrido por mis
muslos.
—Es una quemadura bastante fuerte. —Sus párpados bajaron y
gimió en el fondo de su garganta—. Te va a doler durante días,
asegúrate de ponerte un bálsamo... —se interrumpió,
concentrándose en el centro de mis piernas. Su pulgar alivió el
ardor que marcaba mi tierna piel. Estaba tan cerca de mi sexo que
empecé a palpitar por su contacto.
Y en el fondo, lo quería.
—Kova. —Su mandíbula se flexionó al oír mi voz quebrada. Luchó
por levantar la cabeza, con los ojos fijos en un punto. Mis piernas
se ensancharon aún más, señalando que quería que lo hiciera de
nuevo, dispuesta a sentir lo que fuera que se estaba gestando en su
interior. Estaba tan cerca que podía sentirlo. Pasaron los segundos
y el placer disminuyó.
¡Dulce Jesús!
Me lamí los labios secos y miré hacia arriba. Kova no había dejado
de mirarme. Se pasó una mano por el cabello y expulsó un fuerte
suspiro. Sus ojos abandonaron por fin los míos y se dispersaron por
la cafetería.
Me aclaré la garganta:
—No, no lo haré.
—No puedes hacer que me vaya a casa por esto. Fue una caída
estúpida, ¡Y a nadie más lo han mandado a casa por caerse!
—No te entiendo.
El entrenador Kova.
Kova soltó los aros, movió las manos de un lado a otro y cruzó los
brazos con firmeza frente a su pecho desnudo, con una postura
intimidante mientras se encontraba bajo los aros. Sus bíceps
captaron mi atención y pude sentir su mirada abrasadora y enojada
enfocada en mi rostro.
—Entrenador.
Lo solté todo.
Inclinándose, susurró:
—¿Hacer qué?
—Control.
El calor de su cuerpo se irradió sobre el mío y sentí su respuesta
en mis labios. Mi corazón latía dolorosamente contra mis costillas.
Kova era tan estimulante como su tacto. Tenía tantas ganas de
alcanzarlo y agarrarlo.
—Todo a su tiempo.
—Enséñame.
—¿Control?
—Pides demasiado.
—¿Y si no lo hago?
—Tal vez estoy... —Hice una pausa para lamerme los labios—.
Creo que... no lo sé.
—Deberías alejarte.
—Ambas cosas.
Estaba confundida.
—¿Así cómo?
En su lugar, lo acerqué.
Rompí el beso.
—Quiero tocarte.
Gimió en mi boca, mucho más fuerte esta vez, una vibración que
retumbó en mi pecho y le arañé la espalda. Me hizo sentirme más
mujer al saber que podía arrancarle ese sonido. Su longitud golpeó
el punto entre mis muslos y me derretí, frotándome en él. Que el
cielo me ayude ahora. Un millón de chispas saltaron dentro de mí,
la piel se me puso de gallina cuando el orgasmo recorrió mi cuerpo.
—No, Ria.
Capítulo 29
Apreté los labios, descontenta con su decisión.
—¿Qué quieres?
A mí.
—Yo... quiero... sí... —No pude encontrar las palabras, así que
dejé que mis acciones hablaran. Volví a clavarle las uñas, marcando
su piel mientras luchaba contra la tentación. El pobre iba a tener
marcas de uñas por todas partes.
Asentí rápidamente.
—Eso es, sigue —dijo con voz gutural—. Un poco más lejos.
¿Quieres correrte?
—Así... así. Sigue así. —Su voz se quebró, moviendo las caderas.
Sus manos se extendieron por encima de mi cabeza y agarraron el
borde del bloque—. Estoy a punto de correrme en los pantalones —
admitió abiertamente. Curiosamente, yo también—. Justo ahí —
susurró. Se inclinó, me agarró el culo y enganchó mi rodilla
alrededor de su cadera.
Él gruñó.
—Me gustaría que entendieras que habrá días en los que necesite
trabajar hasta tarde, días en los que necesito hacer ejercicio para
aliviar el estrés y la presión de la vida cotidiana. Yo trabajo para
que tú no tengas que hacerlo, por lo tanto, no hay estrés para ti —
dijo con furia—. No te he oído quejarte de los días que pasas
holgazaneando en la piscina o yendo de compras cuando te apetece.
—¿Por qué estoy aquí? He venido a este país por ti, pero lo único
que quieres es pasar cada segundo en el gimnasio. Esto no es lo
que acordamos —gritó—. Mi tiempo se está acabando.
Kova comenzó a hablar en ruso, con la voz acalorada y apagada
a medida que se alejaban. No pude distinguir el bajo estruendo
entre ellos antes que una puerta se cerrara de golpe y me
estremeciera. Probablemente fue Kova. Resonó en todo el gimnasio
y me quedé sola.
La llamé de nuevo. Eran casi las once de la noche, así que sabía
que estaba en casa. Me acerqué el teléfono a la oreja, sonó dos veces
y luego saltó el buzón de voz. Volvió a hacerlo, y entonces decidí
enviarle un mensaje de texto:
—¿Y ahora qué pasa que has tenido que reventar mi teléfono
mientras se la chupaba a mi hombre?
—¿En serio?
—¡Oh, esto tiene que ser jugoso! Déjame agarrar mi taza para que
la llenes enseguida.
Avery se burló:
—Lo sé, pero esto es algo importante. Sabes que lo decimos para
estar seguras.
Chasqueó la lengua.
—¿Cuántos años?
—Continúa.
Me reí.
—Sigue...
Se quedó callada.
Mi voz se suavizó:
—Ave, ¿nunca has oído a alguien decir que cuanto menos sabes,
mejor?
—Psh. Eso no se aplica a tu mejor amiga. Jamás.
—Treinta y dos.
—¿Lo prometes?
Sonreí para mis adentros. Sabía que ella nunca abriría la boca,
pero aun así tenía que pedírselo. Era una cosa de chicas. Ella haría
lo mismo conmigo.
Me sentí mal por haber mentido y como una total idiota por no
darme cuenta de la diferencia. Era mucho más intenso. Si era
sincera conmigo misma, quería que volviera a suceder.
—Joder.
Capítulo 31
—¡Oh, Dios mío! —gritó, y tuve que apartar el teléfono de mi
oído—. ¡Has visto sus bolas! ¿Las tocaste? ¿Qué más pasó, saco de
mierda mentirosa?
—¿Qué es?
Fruncí el ceño.
Sentí que tenía que anotar lo que estaba diciendo junto a mi lista
de mentiras.
—Eso sí que serían unas bolas flácidas —me reí al teléfono—. No,
no me atrae ninguno.
6
Flakka. Una fuerte droga estimulante con efectos comparables a una mezcla de
metanfetamina y coca.
Estaba bastante segura que nunca iba a tener sexo con mi
entrenador, así que estaba bien.
Gemí.
Ella reía.
Sabía que Avery estaba contenta consigo misma por el tono alto
de su voz. Ella y su perverso sentido del humor.
—Dilo.
—¿Tan mal?
Sonreí.
—Bueno, no, pero ahora mismo solo tengo tiempo para un trozo
de madera en mi vida, y se llama Johnny.
Resoplé en el teléfono.
—¿Qué?
—¡Tu cumpleaños!
Su emoción se desvaneció.
Sonreí al teléfono.
O al siguiente.
Kova.
Kova estaba de pie frente a mí, con sus anchos hombros erguidos
y su rostro ilegible. Yo no era terriblemente baja, pero él medía casi
dos metros, así que se alzaba sobre mí.
No dijo nada.
—¿Estás bien?
De nuevo, nada.
—¿Deberíamos hablar?
Asentí.
—Sí.
Asentí.
—Por supuesto.
Me puse en la fila y esperé a que Holly saliera. Una vez que ella
terminó un par de series de saltos, me tocó a mí. Salí aún más
despacio tirando de mis piernas hacia el techo, pero no fue fácil.
Podía sentir cómo se me apretaba el estómago y los músculos que
tenía que desarrollar para correr así. Mi salto era mejor, y mi altura
también, pero no se sentía perfecto y lo sabía.
—Bien, sé que te estoy echando mucho encima ahora mismo,
pero qué tal si intentamos que tu salto en círculo esté más cerca
del suelo también.
—De acuerdo.
Se aclaró la garganta.
—Quieres que tu salto sea largo y bajo, pero con el pecho y los
brazos en alto. Empuja con fuerza la pierna de atrás. —Me dio un
golpecito en la pierna, como si no supiera a qué pierna se refería—
. Es rápido y veloz y lleva tiempo aprenderlo, pero aquí es donde
empiezas, así que cuando rebotes de la tabla, tendrás la potencia
que necesitas para volver y salir de la tabla para un fuerte bloqueo.
A partir de ahí, ya sabes qué hacer. —Hizo una pausa y luego
preguntó—: ¿Esto tiene sentido para ti?
—Sí.
—Nos cambiamos.
—Ah, bien.
Capítulo 33
Nos miramos durante un momento y mis mejillas empezaron a
calentarse.
Asentí.
—Sí.
Me miró fijamente.
—¿Ves la altura que tienes? —replicó, con voz severa. Ignoró mi
comentario, porque la verdad era que yo sabía que mi entrenador
no dejaría que me pasara nada y él también lo sabía.
—¿Sientes la diferencia?
—Sorprendentemente, sí.
No hay problema.
—Recuerda respirar.
Me miró horrorizado.
Lo miré, perpleja.
Bien, bien, bien. Desde esta vista, había mucho que ver, es decir,
el bulto de Kova. El contorno desde este ángulo me hizo imaginar
lo que había dentro de sus pantalones cortos y si llevaba bóxers o
no. Me di cuenta que no estaba completamente erecto, pero aún así
era bastante grande. Al menos supuse que no estaba erecto y sabía
que se sentía grande, pero no lo había visto realmente. Mi agarre se
apretó alrededor de sus tobillos al pensar en cómo me acariciaba el
coño con él, un río de sensaciones recorrió mi centro.
Nada personal.
—Una última vez. —Y cuando volvió a lanzar mis piernas, las dejé
caer al suelo con un ruido sordo. Una pierna cayó hacia un lado, la
otra subió en un esfuerzo por doblarse, pero no tuve fuerzas para
sostenerla, así que ambas cayeron abiertas. La posición no era muy
femenina, pero estaba demasiado agotada como para preocuparme.
—¿Entrenador?
—Ve.
—No hay nada que hablar. Fue un gran error de juicio. No debería
haber ocurrido nunca —dijo con desprecio—. Y ahora tengo que
vivir con el hecho que me aproveché de una menor, una de mis
gimnasta nada menos. Estoy enfermo por eso, no puedo dormir.
—Es aún peor que pienses así —gritó en voz baja—. Deberías
haberte indignado con lo que dije e hice.
—No tengo nada más que decirte. Soy un hombre adulto, tú eres
una... adolescente —dijo con disgusto, haciéndome sentir cinco
centímetros más alto—. Si Katja nos hubiera visto, podríamos haber
perdido todo. No estoy dispuesto a arriesgar eso por nada ni por
nadie, pase lo que pase.
Hayden.
Cálmate, hormonas.
—¿Estás bien?
Me encogí de hombros.
—Sí.
Me mordí el labio.
—Hoy es mi cumpleaños.
—Mi papá insiste en que un auto más grande es más seguro para
conducir, pero se equivoca. Le preocupa que un auto pequeño me
aplaste, así que me compró un tanque Tonka. No es el tipo de
persona con la que se discute y normalmente se hace lo que él dice.
Fin de la historia. Además, Alfred solía llevarme, por lo que
probablemente nunca lo hayas visto —se me apagó la voz.
Me mordí el labio.
—La playa no está lejos, que era donde pasaba la mayor parte de
mi tiempo libre. Nada se puede comparar con una playa de Georgia.
La arena pálida, el agua cristalina, los interminables rayos de sol,
era realmente hermoso. Especialmente cuando el sol se pone y el
cielo se vuelve naranja y rosa a veces.
Me reí.
—Sí, estaba muy buena. ¿Quién iba a saber que había tantos
tipos diferentes? No tenemos esa variedad en casa.
—Fuera de Savannah.
Empujando las cosas, saqué mis leotardos extra y los dejé caer
al suelo. Encontré las muñequeras, pero mis agarres habían
desaparecido. No podía hacer barras sin ellas, no de nuevo, y si me
rasgaba las manos tardaría una eternidad en curarse al ritmo que
entrenaba.
—¿Así que quieres más atención, entonces? ¿Es eso lo que es?
Me encogí de hombros.
—No tengo ni idea, Hayden —dije, abatida—. Pensé que los
tenía...
—Si es tan rica, ¿por qué no tiene más? —Su voz chillona era
como los clavos en una pizarra. Daría cualquier cosa por frotar tiza
en sus cuerdas vocales para que no sonara como un ratón.
Me puse de pie en la barra baja una vez más, hice un piked y giré
en una posición a horcajadas y solté la barra baja. Con mis caderas
en el aire, giré mi cuerpo completamente y alcancé la barra alta.
La tiza cayó ligeramente cuando agarré la barra y cerré los ojos.
Hacer unos cuantos movimientos ligeros de liberación me permitió
calentar mientras me balanceaba de barra en barra con facilidad,
al tiempo que estiraba mis músculos doloridos. Me sentí bien, y
tuve que admitir que amé el tirón de mi cuerpo. Todo se desvanecía.
Era como un alivio del estrés y lo aceptaba cada vez. Sobre todo
ahora.
Todo lo que Reagan pudo conseguir fue una mirada. Antes que
pudiera decir algo, el entrenador Kova gritó a través del gimnasio:
No fue tan fácil como pensé que sería. De hecho, fue francamente
difícil. Estar en un gimnasio y entrenar casi cincuenta horas a la
semana era una tarea desalentadora por sí sola. Había estado
tomando clases de baile adicionales y pasando horas
transformando mi cuerpo solo para poder alcanzar los estándares
de Kova. Lamentablemente, no sabía si alguna vez los alcanzaría,
porque seguro que él no me lo diría.
Hoy era mi único día libre. Había estado inquieta, sola y sin nada
que llenara el vacío. Necesitaba salir. Avery no aparecía por ningún
lado, lo que me fastidiaba. Si la conocía, era muy probable que
estuviera con su chico misterioso. Ya me había dado el botón de
"jódete" unas cuantas veces. Limpié cada centímetro cuadrado que
pude y no había nada en Netflix que valiera la pena ver. Incluso
intenté leer un libro con la esperanza que me ayudara a escapar de
la monotonía de mi vida.
Nada ayudó.
Hice lo que me dijo, solo que esta vez me pareció menos que
perfecto.
—Lo fue. Fue terrible. Pero te he dicho por qué y parece que crees
que miento.
—¿Por favor?
Asintió en silencio.
—Ven conmigo.
—Otra vez. Pero esta vez estira las piernas todo lo que te permita
una patada abierta. Hazlo diez veces, pero en la última detente con
la pierna en el aire. ¿Entendido?
Mi ceño se frunció.
¿De verdad? ¿Eso era todo? ¿Apuntar los dedos del pie?
No podía moverme.
No podía pensar.
Me desafió.
Me miré.
—Más.
Hijo de puta.
Pregúntame si me importaba.
No me importaba.
—No lo sé.
7
Carpe diem. Tópico literario en el que se anima a aprovechar el momento presente
sin esperar el futuro.
Una de sus manos bajó por mi caja torácica hasta mi cadera.
Apretó con fuerza y yo gemí, mis caderas se abalanzaron sobre las
suyas por el placer.
Quería que llegara más lejos. Necesitaba que llegara más lejos.
Dios, ¿qué demonios me pasa?
—Dilo.
Me desafió.
—¿Ah sí?
Entonces, lo sentí.
Estaba a su merced.
Jesús...
—No pares.
8
Gumby. Es una figura de arcilla humanoide jade creado y modelado por Art Clokey.
centro. Debido a lo ajustado de mis shorts cortos de spandex, había
ido sin ropa interior.
—No puedo evitarlo. Me haces desear algo más. Algo que solo
siento cuando estoy cerca de ti.
Kova me abrazó con fuerza, con una mano detrás del cuello y la
otra bajo mi culo, mientras me daba la vuelta y me empujaba hacia
la pared.
—¿Quieres esto?
No dudé.
—Sí.
—¿Estás segura?
Asentí.
—Te das cuenta del riesgo que corremos, ¿verdad? ¿De lo que
podría pasarnos?
Me mordí el labio.
—Deberíamos parar.
Desnudo.
Su piel era tan suave como la seda, que quería tocarlo por todas
partes. Si no tenía un par, eso significaba que tampoco llevaba
ninguno para entrenar. No tenía ni idea de por qué eso me atraía
más, pero me encantaba el hecho que estuviera desnudo por
debajo. Mis caderas se ensancharon al máximo para acomodar su
cuerpo, un ligero gemido escapó de mi pecho, permitiéndole
acomodarse más profundamente en mi calor.
—Estás tan duro, tan grande —dije entre besos y él se rio. Mis
muslos se apretaron a su alrededor, el placer era casi insoportable.
—Nada. No importa.
—Está bien.
—Cuéntame.
—Joder, no.
—Por favor...
—No.
—Agh... Diablos, no. Por favor, no, no quiero saberlo. —Dejó caer
su frente sobre la mía, sus ojos se cerraron mientras lo acariciaba.
Sus manos se movieron y se convirtieron en puños a los lados de
mi cabeza mientras luchaba por mantener la compostura.
—No. No. No. Ahora no, nunca. —gruñó y gimió al mismo tiempo.
Su voz sonaba como la grava—. No me digas esas cosas. Estoy
luchando por aguantar aquí.
—Se siente tan bien —susurré, con una voz extraña. Incluso
entre la ropa se sentía increíble.
—No... No podemos...
—Podemos ir a mi casa.
—Ni hablar.
—Lo sé, no soy ingenua para pensar eso. —Hice una pausa y
luego dije—: Por favor, yo... vamos a mi casa. Es discreto y no
tenemos que preocuparnos que aparezca alguien.
Levantó la cabeza.
—Quieta.
Gruñó:
—¿Y?
¿En el suelo?
—Oh, Dios, Kova —gemí. El placer era tan intenso que podía
llorar.
—Kova, por favor. —Él dio vueltas más rápido, lamiendo sus
labios. Estaba tan cerca del orgasmo que podía saborearlo.
Roto.
Sonreí mucho.
—¿Oye, Holly?
—¿Sí?
—Cuando quieras.
—¿Té?
Me giré.
—Sí.
Hayden entró en mi baño y empezó a llenar la bañera. Mientras
sacaba una tacita de café, pensé en lo amable que era de su parte
ofrecer ayuda. Estaba acostumbrada a estar sola y a ocuparme de
mis necesidades, pero afortunadamente Hayden no tenía miedo de
hablar y ser insistente. Así que cuando me dijo firmemente sus
planes, acepté fácilmente. Cualquier cosa para aliviar la
escocedura.
—Qué bien que por fin me hayas agraciado con una llamada.
—Lo sé, lo siento. —Avery hizo una pausa y luego dijo—: Me metí
en una pelea con mi novio. Ha sido bastante fuerte... Creo que
hemos roto, Aid.
—¿Te refieres a que yo sea una tonta? —Se rio con tristeza—. Sí.
—Que estés tan desanimada solo puede significar una cosa. Que
lo amas. Lo amas y ni siquiera sé quién es él.
—No seas ridícula, tres horas como mucho, y eso con el tráfico.
Tienes que ver a los chicos de aquí y cómo son. Quien sea por quien
estés suspirando, será fácilmente olvidado una vez que te deleites
con los ojos de mi gimnasio. El equipo de los chicos. —Sabía lo que
la atraería.
Avery se animó.
—¿Agua helada?
—Básicamente.
—Mierda.
—Sigue adelante.
Así lo hice, y una vez que tuve las dos piernas en el agua, miré a
Hayden en busca de fuerzas. Se me puso la piel de gallina y un
escalofrío me recorrió el cuerpo.
Hayden se rio.
—Continúa.
Tragué saliva.
—Bien, estoy dentro.
—Ahora respira.
Se encogió de hombros.
—¿Cuál?
—Los dos. —Hice una pausa—. ¿Hayden? ¿Cómo es que eres tan
amable conmigo?
—Bueno, por ejemplo, estás aquí, ayudándome. Has ido más allá.
¿Por qué?
Se encogió de hombros.
—No lo sé... Hay algo en ti que me hace querer estar cerca. Las
chicas pueden ser maliciosas. Tengo a Holly, y estar aquí sin nadie
en quien apoyarse y entrenando tantas horas al día es mucho para
una sola persona.
—Por supuesto.
—Adrianna, sabes que tienes que hablar ahora para que lo que
sea se pueda solucionar y no se convierta en algo más.
Tenía razón.
—Sabes que tienes el volumen tan alto que he oído cada palabra,
¿verdad?
—Te ves muy bien. Un poco más delgada que la última vez que te
vi, pero en general bien. Más músculo o algo así, como si hubieras
dado un estirón. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza hacia un
lado—. ¿Todavía podemos dar un estirón? Porque creo que no he
crecido desde los trece años.
Me reí.
—Gracias, Ave.
—No es lo que...
—¡Date la vuelta!
—Verdad o reto.
—Verdad.
—¿Eres virgen?
Todos los ojos estaban de repente sobre mí. El único sonido era
el crepitar del fuego y las olas rompiendo en la orilla mientras
esperaba mi respuesta.
—Sí —dije, dejando que la arena se moviera entre mis dedos. Ella
esbozó una sonrisa de lado y levantó una ceja.
—Ava.
—Es Avery.
—Reto.
—¿Sí?
Apreté los labios y asentí. Kova tenía una manera de hacer que
algo tan pequeño pareciera un problema tan grande. Mis muñecas
estaban bien.
—¿Tus manos?
Ria.
Todo lo que podía procesar era cómo una vez le había dicho a
Avery que mi “enamorado” de la biblioteca era el único que me
llamaba Ria.
—Lo mismo digo. —Volviéndose hacia mí, Kova dijo—: Tengo que
buscar algo de mi auto. Saca las muñequeras y reúnete conmigo en
el gimnasio rápidamente. —Asentí con la cabeza mientras salía por
la puerta principal.
—Avery.
—¿Sí?
—¿No podías ir por ese bombón, Hayden? ¿Tenías que ir por él?
¿Intentas que te den una patada en el culo?
—Simplemente ocurrió.
El sonido de una voz profunda nos hizo mirar por encima del
hombro hacia la ventana. Kova estaba fuera paseando de un lado a
otro con su teléfono móvil. Miraba al cielo furiosamente, agarrando
el teléfono mientras una retahíla de ruso salía de sus besables
labios. Lo único que pude distinguir fue el nombre de Katja. Mi
corazón se aceleró y empecé a sudar.
—Ve.
Mi queridísima Ria,
Sería el más dulce pecado tenerte solo una vez. Pero un beso
llevaría a otro, y a otro, y entonces mis manos recorrerían tu cuerpo
perfecto y juvenil, como ya lo ha hecho.
Dios mío, haces un lío en mi cabeza cada vez que estás cerca. Tú,
mi dulce Adrianna, eres pura tentación. Sé que no debería desearte.
Ni siquiera debería pensar en ti de esta manera, pero parece que no
tengo autocontrol cuando se trata de ti.
Oh, pero las repercusiones valdrían tanto la pena. Incluso te
dejaría marcar el ritmo. Al principio.
Oh.
Mi.
Dios.
Joder.
Me quedé boquiabierta.
—¿Qué? —pregunté.
Avery asintió lentamente con una mirada atenta. Hizo una pausa
y dijo:
—Bien, será mejor que empieces a soltarlo ya. Quiero saber cada
pequeña cosa que ha pasado y no te dejes ningún detalle. Si me
entero que lo haces. —Hizo una pausa y miró al frente, pensando
en sus siguientes palabras—. Pues no sé lo que haré, pero te haré
algo.
—Umm, eso es algo enorme. Enorme. Así que cada vez que
mencionaste a tu chico de la biblioteca, era realmente Kova. Y
teniendo en cuenta el hecho que retuviste al chico de la biblioteca
durante unos meses hasta que cediste, esto ha estado sucediendo
mucho más tiempo de lo que sé.
—Sí.
—Bien, otra mentira. Entonces pasó algo más que un beso. ¿Los
orgasmos fueron de él?
La miré.
—La verdad es que no lo sé. ¿Me gusta? Sí, más de lo que debería.
Y antes que digas otra palabra, créeme, sé lo moralmente incorrecto
que es. Pero no puedo evitarlo.
—Sabes que esto no tiene futuro, ¿verdad? Simplemente no es
posible.
Me encogí de hombros.
Le dije la verdad.
—¡Pues no funciona!
—Oh, Dios.
—Mi madre.
—No quiero tener estos sentimientos por él, y llámame loca, pero
tampoco creo que él los quiera por mí. Pero después de leer esa
carta, está clarísimo lo que siente. Es como si fuéramos tan
conscientes el uno del otro cuando estamos en la misma habitación,
que es difícil de ignorar. Es mi maldito entrenador. Mucha gente se
sentiría herida, e independientemente de lo correcto o incorrecto,
estos no son sentimientos del sabor del mes.
—¿Quieres una? —le pregunté por encima del hombro, pero sus
ojos estaban puestos en mi trasero. Ver que ejercía un poco de
poder sobre él me hizo sentir bien, y sonreí. Sabía que no debería
gustarme que me mirara, pero secretamente me encantaba que lo
hiciera, así que arqueé la espalda y, naturalmente, empujé mi
trasero hacia fuera para darle más vista mientras alcanzaba la
bebida.
—No.
—No, esa era la única. Por lo general, todo lo que necesito hacer
es una y ayuda.
—No.
—Lo siento.
—Cada palabra.
—Ria, creo que sería lo mejor. Esta cosa. —Barajó sus manos de
un lado a otro entre nosotros—. Esta cosa tiene que parar. Y
estando tú tan cerca de mí, yo entrenándote, tengo miedo de lo que
me depara el futuro. —La convicción era poderosa en sus ojos, sabía
que lo decía en serio—. Necesito que sepas que nunca... —Se pasó
la lengua por el labio inferior—. Nunca he hecho nada con otra
gimnasta como esto. Engañé a la mujer con la que pienso casarme
algún día. Podría perder todo lo que significa para mí. Podría perder
mi reputación, mi gimnasio. —Me quedé en silencio y lo dejé
continuar. A pesar del dolor y los celos que se extendían como un
incendio en mi pecho, escuchar que planeaba casarse con Katja me
dolía más—. Nunca quise aprovecharme de ti.
—No lo hiciste.
Se detuvo en seco.
Porque no lo hace.
Asentí frenéticamente.
—Sí.
—¿Estás segura?
—Sí.
Kova se sentó y apretó la polla con la mano. Por fin pude echar
un vistazo real y vi pequeños vellos recortados en su pelvis que
desembocaban en un eje largo y grueso. Comenzó a acariciarse,
girando lentamente la muñeca por su longitud y apretando la punta
que era más oscura que el resto. Justo cuando pensaba que no
podía ser más grande, vi cómo crecía su longitud. Nunca me
cansaría de mirar el cuerpo de Kova, era una obra de arte. Era un
pecado, un hombre salvaje con lujuria, y me encantaba que yo fuera
la razón de ello.
Pero no lo demostré.
Capítulo 48
No podía.
Créeme, lo sé.
—Joder, sí.
—¿Se nota?
Tragué.
—¿Te duele?
Kova se quedó quieto dentro de mí. Con sus ojos fijos en los míos,
llevó cada tobillo a descansar sobre cada uno de sus hombros. Cada
posición me hacía sentir en un punto diferente dentro de mí, así
que cuando empezó a moverse de nuevo, cerré los ojos y contuve la
respiración.
Y pronto.
—Hazme sentir eso una y otra vez —le rogué contra sus labios.
—Shhh...
—Hmm...
—Respira.
—¿Estás bien?
—¿Qué? —susurré.
—Tu coño está hecho para mí, Adrianna. —La forma en que dijo
mi nombre, con tanta pasión, casi me hizo llegar al orgasmo en el
acto—. Voy a poseerlo para que nunca olvides lo que siento dentro
de ti, después de esta noche, nunca me olvidarás —susurró con
dureza, agarrando mi rostro y besándome.
Casi me deshago.
Kova era lo más erótico que había visto nunca. Se inclinó hacia
mí y me besó en el cuello, rozándome con su nariz.
—Date la vuelta.
—¿Qué pasa?
—No sé qué pasa contigo, pero te deseo una y otra vez. Te quiero
toda la noche, para tomarme mi tiempo y explorar cada centímetro
de ti. Dime que no, Malysh. Dime que no.
Sacudí la cabeza.
Entonces, se fue.
Todos los que viven en la playa saben que nunca deben nadar
contra la corriente.
Capítulo 50
No llevaba más de tres minutos dentro de World Cup cuando me
rodeó el sonido de los aparatos saltando y de los entrenadores
gritando.
—¿Adrianna?
Levanté la vista.
—¿Eh?
Mi corazón cayó.
Una vez que mis pies tocaron el pavimento, crucé la calle trotando
y puse música. No pasó mucho tiempo antes que completara una
milla y el sudor goteara de mí. Un par de vueltas más y...
Mis pensamientos se detuvieron de inmediato cuando un fuego
abrasador subió por mi tobillo y me hizo parar en seco. El aire fue
robado de mis pulmones. Por Dios, me dolía y me desplomé en el
suelo, agarrándome la pantorrilla. El sol era cegador y el sudor caía
por mis sienes mientras mis dedos buscaban alivio y masajeaban
el músculo. Aparte de los entrenamientos, parecía que cuando
hacía cualquier tipo de carrera durante mucho tiempo, la
pantorrilla se me inflamaba. Tal vez necesitaba estirar más, o tal
vez estaba lidiando con dolores de espinilla. No estaba segura de
cuál era la causa, pero tenía que controlarla.
—Estoy bien.
—Déjame ver.
—Vamos.
—Ese fue tu primer error. Nunca hay que aguantar el dolor, eso
solo prolongará la lesión. Continua.
—No los había notado antes —dije en voz baja—. Pero podría
decir fácilmente que los magullé en las barras.
Sacudí la cabeza.
Se encogió de hombros.
—No es de tu incumbencia.
—No...
—Madeline —dijo.
Joder.
Me quedé helada.
Se acercó a mí.
Aceptando, dije:
—Si no quieren venir hasta aquí para una sola cita, iré con gusto
contigo —ofreció Madeline.
—Gracias.
—Por supuesto.
—No, por suerte no. Aunque tengo que hacer terapia y tener
cuidado de no desgarrarlo, supongo. Eso me dejaría fuera seguro.
Su boca se levantó.
—¿Cuándo es?
—Pareces agotado.
—Hola, papá.
Sonreí.
—¿Cómo te sientes?
Me puse roja.
—¿Qué significa eso? ¿No está destinado a ser para mí? ¿Por qué
tienes que ser un idiota todo el tiempo?
—Si crees por un segundo que me he puesto este vestido por ti,
bueno, entonces, estás loco.
Él solo la devolvió.
—¿Y si alguien entra aquí? —Su única respuesta fue rozar más
arriba la parte posterior de mi muslo. Volví a apartar su mano de
un manotazo y le pregunté—: ¿Qué te pasa?
Ignoró mi pregunta.
—Malysh...
—¿Qué te pasa hoy? Estás como una perra en celo. —Me aferré
a su camiseta en un intento de apartarlo, pero lo único que
conseguí fue acercarlo. Me quedé sin aliento, mi corazón se aceleró
mientras la lujuria y la adrenalina me recorrían.
—¿Qué hace?
Gemí, cerrando los ojos y empujando mis caderas hacia él. Mis
piernas se enroscaron en sus fuertes hombros. Lo quería.
No, lo necesitaba.
Todo él.
—¿Estás segura?
—Positivo.
—Adelante, desmonta.
Capítulo 55
Su boca volvió a mi coño y un suspiro lleno de gemidos brotó de
mí, mientras mis ojos se ponían en blanco.
—No —mentí. Lo que en realidad quería decir era que sí, pero
decirle que no me hacía cosas en la cabeza, y no podía parar.
Inclinándose, dijo:
—Oh, sí, sí, sí —gemí. Casi lloré por el impacto de todo aquello.
Su pulgar frotó con más fuerza y rapidez mientras el placer me
recorría, mis caderas se agitaban contra su boca.
—No pares —le supliqué. La vibración de su boca, combinada con
el cosquilleo de sus dientes, me hizo estallar. Un orgasmo estalló,
golpeándome con fuerza y desgarrándome con un placer antes
desconocido.
Mi corazón, lo mismo.
Las ganas de darle una patada en las pelotas, que estaba segura
que le dolían y estaban azules, eran más fuertes que nunca. Sus
ojos ardían.
—A la mierda.
Capítulo 56
Kova se acercó a mi pecho y me palmeó los senos, pellizcándome
los pezones.
—No.
—Por favor.
—Lo quiero.
—Vamos a limpiarte.
Mi corazón se detuvo.
—Lo sé, pero quédate un poco más, por favor. —No estaba
preparada para que se fuera todavía después de lo que habíamos
compartido.
Mi corazón se detuvo.
—No.
—Creo que...
Me cortó.
Kova no dudó.
—Sí.
Qué morboso.
—El deseo puede ser mortal. La tentación puede ser tóxica. Pero,
¿creo que sabe que está siendo atraída? No —dijo en voz baja,
pasando su dedo en círculos sobre mi carne.
Asintió.
—Creo que mucho de esto tiene que ver con la atracción más que
nada. La atracción es la raíz de todos los males, no el dinero como
dicen algunos. Puede ser todo lo que has imaginado y destruirlo
todo al mismo tiempo. Todas las relaciones comienzan con la
atracción que lleva a alguna forma de lujuria. Es una reacción
natural que proviene del cuerpo. ¿Creo que me has seducido a
propósito? —Se rio con una pequeña sonrisa—. No exactamente. —
Me rozó un mechón de cabello detrás de la oreja y dijo—: El fuego
que arde dentro de ti para ser mejor, para demostrar que los demás
se equivocan contigo, es peligroso, y eso es una atracción en sí
misma. Es una atracción infernal. Los dos seremos nuestra ruina
si no nos detenemos mientras vamos por delante.
—Hiciste todo bien, pero sabes tanto como yo que esto tiene que
llegar a su fin. No puede seguir así. No más patinar en los bordes.
No más persecuciones. No vale la pena perderlo todo.
Asintiendo, dije:
—Ella no me cuestionará.
Perpleja, pregunté:
Sin embargo, ver sus regalos delante de mí, regalos que no quería
aceptar, por alguna razón hizo que me temblara la mandíbula y se
me revolviera el estómago. Alcancé la nota adhesiva amarilla y leí la
letra de Kova.
—¿Cómo se siente?
—Bien, supongo.
—Mírame.
—Si tienes algún tipo de dolor, cualquier cosa, tienes que hablar
inmediatamente. ¿Me entiendes?
—Sí.
La definición de Reagan.
Hayden pasó con una sonrisa que hizo que mis hombros se
relajaran. Su encanto era contagioso y no pude evitar devolverle la
sonrisa. Había sido un buen amigo, uno del que no creía poder
prescindir desde que había llegado aquí.
—O tal vez sea porque quiere una atleta a su nivel, no una que
necesite un trabajo serio y se crea mejor de lo que realmente es —
dijo con chulería—. Tampoco una a la que papá tenga que sobornar.
Reagan continuó:
Sacudí la cabeza.
Entumecida.
Capítulo 59
—Holly estaba allí cuando dijiste que eras virgen.
Me sentí mal.
Náuseas.
—¿Aid?
Decepción.
Mentira.
Engaño.
Asco.
Dios, pero era tan bueno. Increíble. Y aunque omitía ese hecho,
aún quería que me deseara. Todavía quería que me deseara. Lo
haría todo de nuevo si tuviera la oportunidad. Solo con pensar en
ello, mi cuerpo se calentaba y mi corazón latía con fuerza por todas
las razones correctas. Puede que fuera virgen, pero sabía que nadie
podría compararse con él ni con la forma en que su cuerpo se sentía
contra el mío, ni con el placer que me proporcionaba. Había algo
más entre nosotros que el sexo y la gimnasia, y ambos éramos
conscientes de ello.
Puede que pareciera que no tenía nada en mente y que solo tenía
un mal entrenamiento, pero eso era porque me habían enseñado a
hacerlo.
Respiré hondo y abrí los ojos para ver a Kova sobre mí. Me tendió
una mano abierta para ayudarme y la cogí sin pensarlo dos veces.
Lo hice de nuevo.
Me tenía.
Y luego se marchó.
Capítulo 60
Han pasado un par de días desde el fiasco de Jaeger.
Mi pecho se desinfla.
—No puedo creer lo estúpido que fui. No puedo creer que haya
follado contigo, tocarte, ahogarme en ti —murmura para sí mismo—
. Nunca debí haberlo hecho.
Se acerca a mí.
—No me toques.
—¿Te perseguí? —repito con rotundidad—. Tal vez lo hice, tal vez
no. Pero al final, todo es lo mismo. Me dejaste acercarme a ti. Te
abriste a mí y me dejaste entrar en tu mundo —dije, acercándome
lentamente a él—. Me deseabas. Y sabías que no podías tocarme,
pero lo hiciste. Te excitó. ¿Has oído hablar alguna vez de la
psicología inversa? —Se aparta horrorizado, pero sigo adelante—.
¿Por qué no me apartaste? No es que no puedas dominarme,
detenerme.
—No —gruñe.
—Retrocede. Ahora.
—Oblígame.
Capítulo 61
Unos ojos brillantes y de párpados pesados me miran fijamente.
Esto es animalista.
No se mueve.
No puede. No porque lo obligo, sino porque quiere estar aquí y
sabe que no debe.
Tengo que sacarla a relucir porque es con ella con quien vuelve a
casa cada noche. Y en el fondo, molesta, estoy celosa de su relación
con él. Quiero lo que ella tiene.
Casi quiero decir que no, de tanto estirarme, pero no lo hago. Así
que dije:
—Más.
—Una chica tan mala. Me encanta —responde burlonamente,
moviendo sus caderas con más fuerza. El brillo de sus ojos me
recorre la piel. Siento una ligera tirantez, pero me concentro en el
placer en lugar del dolor.
—Chúpala.
—Es simple. Abre tu linda boquita, pasa los labios por los dientes
y chupa.
Capítulo 62
Parece bastante fácil.
Kova gime.
Me detengo y me rio.
—¿Una piruleta?
—Pero no te corriste.
—Quédate.
Satisfecha, sonrío.
—Bien.
—Ahhhh...
—Ria..., así de fácil. —Me golpea el culo una vez más, el orgasmo
continúa arrasando conmigo a una velocidad vertiginosa. Una
ráfaga de electricidad estalla desde mi interior y me aprieto a su
alrededor. Las bofetadas me toman por sorpresa y me siento un
poco confusa por lo mucho que disfruto. Casi deseo que lo haga de
nuevo.
—¡Cuidado!
—No. —Podría haber mentido y decir que sí, lo que sería la razón
de mi aterrizaje de mierda, pero no lo hice.
No hay nada peor que te digan que no puedes hacer algo después
de haberte esforzado tanto por conseguirlo. Tragándome mi
frustración, miro la bóveda y me imagino mi aterrizaje
perfectamente. Puedo hacerlo, me digo. Lo he hecho antes, solo
tengo que visualizarlo y confiar en mis habilidades.
Madeline suspira.
Mierda.
Hago el salto una vez más y añado el estúpido giro, pero sin su
empuje, apenas aterrizo sobre las puntas de los pies. Mi estómago
se aprieta con fuerza y me rindo y salto hacia un lado, con la
pantorrilla ardiendo ligeramente.
Me sonríe.
Gimo.
—No me lo recuerdes.
—Totalmente.
—No.
Le sonrío suavemente.
—Eso espero. Siento que soy la única que tiene malas prácticas
últimamente.
—¿Regina?
Me muerdo el labio.
Su cara se arruga.
—Cuéntame.
Parece confundido.
Antes que pueda decir nada más, las ganas de orinar se apoderan
de mí.
—¿Estás loco? Por supuesto que no. Solo pavo y lechuga. Nada
más.
—No, no te preocupes.
—Tómalo.
—Ella usó agua de coco. Es todo natural, así que estás a salvo.
—Aquí me sirven mucho los batidos, pero este era uno nuevo que
tenían hoy.
—Es realmente bueno. Puedo ver por qué lo pides.
—Estás mintiendo.
—Todos tenemos días así, Aid. Mañana no será tan malo. Todavía
eres algo nueva, así que aún estás en transición a este estilo de
vida.
Hayden abre la puerta del lado del pasajero, pero antes que
pueda subir, me abraza como un oso. Automáticamente lo rodeo
con los brazos y entierro la cabeza en el hueco de su cuello,
cerrando los ojos.
—Yo me encargo.
Capítulo 65
Sé que algo va mal en el momento en que me despierto, dos horas
antes de lo previsto y en plena agonía.
Soy un desastre.
—¡Adrianna!
—Joder.
Me estremezco.
—¿Todo bien?
—Gracias. Te lo agradezco.
—¿Listo? —pregunté.
Se le cae la mandíbula.
Me rio.
—Gracias.
—Dímelo a mí.
Me detengo en mi camino.
—No tengo médico... y realmente no quiero ir a urgencias. Déjame
hacer una búsqueda en Google y encontrar un centro local de
atención urgente de veinticuatro horas.
—Sí, pero como voy a pagar con dinero en efectivo no creo que lo
necesite.
Gracias a Dios.
Mira el ordenador.
—¿Estás embarazada?
Capítulo 66
Me quedo boquiabierta y Hayden se queda helado.
—¡Dios, no!
Toc. Toc.
—¿Eso duele?
—Un poco.
—¿Hace unas tres semanas? Mi ciclo suele estar alterado, así que
no lo tengo en cuenta.
—Sí.
—No.
—No. Hace poco tomé la píldora del día después, así que estoy
bien.
—Gracias, lo pensaré.
Me ignora.
—Pero no puedo perder otro día. Tengo que volver mañana. —El
corazón me golpea el pecho, la ansiedad se apodera de mí ante la
idea de perder otro día.
Suspiro.
Me mira.
—¿Qué es?
—Sí.
Esto es nuevo para mí. No sabía que hablara con Kova tan a
menudo. Aunque su preocupación por mi bienestar me parece
genuina, a diferencia de la de mi madre, también me descorazona
el hecho que pueda llamar a Kova y no a mí. Por otra parte, el
teléfono funciona en ambos sentidos y yo tampoco llamo a casa muy
a menudo.
Mi corazón se ablanda.
Mi corazón se detiene.
—¿Sobre qué?
Se retira horrorizado.
—¿Reagan? Jamás. ¿De dónde sacaste esa idea?
—¿Kova? —susurré.
Tomo este momento como lo que es: está usando sus acciones
para mostrar las cosas que no puede decir.
—No ha sido una decisión fácil, pero en World Cup creemos que
tu lesión no es algo que debamos probar todavía. —Kova finalmente
me mira y me mira a los ojos—: Lo siento, Adrianna, pero te
retiramos del encuentro.
—Si bien es posible que estés más ajustada con los saltos y las
secuencias, tus desmontajes no son sólidos y tus salidas no son
limpias. Eso no es suficiente, necesitas más tiempo. Solo sería
prepararte para el fracaso.
—Adrianna.
¿Adiós? ¡A la mierda!
Lo ignoro.
Se regodearía si la llamo.
—Ese dinero no significa nada para ella.
—Eso no viene al caso y no tiene nada que ver con este momento
ni con mi elección. Como puedes ver, estoy trabajando aquí. —Hizo
un gesto con la mano sobre su escritorio y luego señala en silencio
la puerta, despidiéndome.
—Sabía que tenía que ser algo más contigo. Es imposible que
tenga que ver con mis rutinas.
—No hay novios. Dije que no debía haber novios, y sin embargo,
desafiaste mis órdenes. Por lo tanto, tengo más poder sobre ti que
nunca. Tu castigo es no competir en el encuentro. Quizás la
próxima vez me escuches.
Se encoge de hombros.
—Vino a ver una película y eso fue todo. No puedes probar nada.
—Está hecho.
Sacude la cabeza.
—¿Así que esto es sobre ti? —Mi voz es baja y crepitante. ¿Cómo
pudo hacerme esto?
—No.
Kova no dice nada, así que sigo adelante. Sé que debería haber
parado, pero me duele y voy por su garganta. Estoy corriendo en la
adrenalina de sus expresiones solo.
—Estoy cerca.
—Bien, yo también.
—No.
—¡Fuera!
—Contéstame.
—Pero no me obligó.
Me mira, aturdido.
—Me está poniendo en una situación difícil. Lo que hizo está mal.
¿Cuánto tiempo lleva pasando esto?
Trago saliva.
—Meses.
—¿Cuántos meses?
—No estoy segura, pero unos seis meses después de llegar aquí.
No quiero... y no lo haré.
Continuará...
Acerca de Lucia Franco
Lucia Franco reside en el soleado sur de Florida con su esposo,
dos hijos y dos adorables perros que la siguen a todas partes. Fue
atleta de competición durante más de diez años -gimnasta y
animadora-, lo que inspiró en gran medida la serie Off Balance.