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Para Frankie era un circo en toda regla, pero no había mucho que ella
no haría por la novia, incluido apoyar a su mejor amiga en una fiesta fuera
de control de 350.000 dólares. Pru y Chip eran la pareja dorada del Upper
West Side, fueron novios universitarios que habían encontrado el camino
de regreso el uno al otro, y Frankie estaba más que feliz de ser parte de su
gran día extravagantemente especial.
―El tipo me agarró el trasero. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿no
dejarle caer una bandeja de canapés en su regazo?
―Te ves increíble, Frankie ―le dijo Pru, dándole un beso en cada mejilla
y apretando su mano.
―Yo? ¿Ya te viste en un espejo esta noche? Pareces una modelo de alta
costura que finge estar en una sesión de fotos de compromiso.
―Menos mal que hiciste una excepción con nosotros, ya que tenemos
clase como la mierda.
Franchesca se rió.
―Chip, Pru. ―La voz era una octava más profunda que la de Chip,
además de suave y elegante. Frankie consideró pedirle que leyera la lista
de la compra que había guardado en su bolso de mano sólo para poder
escucharlo pronunciar edamame1.
1
Frijoles de soja.
―Aiden es director de operaciones del negocio de su familia. Fusiones
y adquisiciones ―agregó Chip―. No recuerdo su promedio de Yale, pero
no fue tan bueno como el tuyo, Frankie.
―Sí, es horrible. ―Asintió Chip―. Pero Pru fue su dama de honor, así
que... ―Hizo una mueca―. Voy a hacerte un favor y omitir a Taffany.
―Parece que te cortaría las pelotas y luego te pediría un rescate por ellas
―dijo Chip alegremente.
Su amigo le sonrió.
Mierda.
Ella no dudó en hacer contacto visual, no, ella usó esos ojos azul
verdosos para perforarlo, él era un idiota. Por lo general, era mucho más
cuidadoso a la hora de expresar sus opiniones en lugares donde podían
ser escuchadas o malinterpretadas. Le echó la culpa al dolor de cabeza y
a las tres copas de champán en ayunas.
―No te lo prometo ―le contestó. Ella se volvió hacia él, con los ojos
brillando con temperamento―. Bueno, si me disculpas, lo cual me importa
un carajo si no lo haces, no quiero pasar la noche viéndote.
Él se encogió de hombros.
―Quizás.
Ella murmuró algo para sí misma, y él abrió los ojos para verla escarbar
en su bolso de mano.
―Toma ―dijo, ofreciéndole dos pastillas―. Es medicamento.
―No, pero Pru las tiene cuando está estresada, no quería que pasara su
fiesta de compromiso con ganas de vomitar.
―¿Por qué estás siendo amable conmigo? ―Aiden se pasó la mano por
la sien.
―Cállate, Kilbourn.
El avión cayó como una piedra sobre la pista y los frenos aplicados
violentamente hicieron que todos en el interior se movieran hacia
adelante y hacia atrás. Frankie no podía ver gran parte del paraíso tropical
fuera de la ventana desde su asiento de en medio, estaba apretujada entre
un tipo que olía como si no se hubiera duchado en cuatro días y un
viejecito que se había quedado dormido a seis mil metros de altura y
durmió sobre su hombro durante una hora.
Ella se rió.
―Si puedes encontrar un barman aquí, sí, puedes invitarme a una copa.
La fila se movió y la mujer detrás de él, con una visera con flores en el
ala y una camisa hawaiana, lo empujó hacia adelante.
―Nos vemos ―él le guiñó un ojo.
―Oh, eres bueno, apuesto a que eso no funcionaría tan bien sin tu
acento ―le dijo Frankie.
―Lo siento cariño, pero tengo una margarita helada esperándome ―le
dijo ella a Frankie al pasar.
―¡Oh, gracias a Dios! Pensé que estabas muerta. ―May Baranski era
dramática.
―Estaba lleno de gente y fue largo ―dijo Frankie, entrecerrando los ojos
ante la señal de taxi, que enumeraba los destinos de la isla y sus tarifas,
pero ella necesitaba comprobar de nuevo en qué distrito se encontraba el
hotel.
―Tu padre y yo fuimos a los Cayos de Florida para nuestra luna de miel
hace cuarenta y un años ―anunció May―. ¿Es tan bonito como los Cayos?
Frankie nunca había estado en los Cayos de Florida, ni había visto nada
de Barbados más allá de la pista y la línea de taxis.
―Estoy segura de que los Cayos es hermoso ―le dijo a su madre―. Mira
mamá, me tengo que ir. ¿Puedo llamarte mañana?
―¿Ahora qué?
El australiano le sonrió.
―Lo siento ―dijo Frankie con una suave sonrisa―. No estaba prestando
atención a lo que estaba haciendo.
―De hecho, lo soy. Dime que te gustan los surfistas australianos y que
podemos compartir un taxi para que pueda usar mi encanto y conseguir
una cita.
Sus ojos azules, del mismo color que el mar sobre el que habían volado,
se abrieron en agradecimiento.
―Franchesca.
Una buena brisa fuerte podría haber derribado a Frankie, tenía que ser
un espejismo, ella estaba segura de ello, ese no era Aiden Kilbourn
apoyado en un Jeep en pantalones cortos y una sexy camisa de manga
corta, zapatos náuticos y unos Ray-ban, su barba parecía un poco más
desaliñada que la última vez que lo había visto.
―¿Qué dem...?
―No, no lo harás.
―Oh, pero...
―Tal vez te vea por la isla. ―Le lanzó un beso y dejó caer un “amigo”
en dirección a Aiden y se alejó tranquilamente en busca de un taxi.
―Entonces, ¿qué es esto? ¿Estás haciendo tu buena obra del día y vienes
a buscar a una pobre stripper? ―ella respondió.
Además, le dio una excusa para pasar un rato a solas con Franchesca.
Había pensado en ella mucho desde la fiesta de compromiso, ella era...
interesante, y maldita sea si su cura para el dolor de cabeza no había
funcionado a las mil maravillas.
Necesitaba hacer algo con esos dolores de cabeza, con la raíz de ellos y
había decidido utilizar este viaje como tiempo de planificación. Tiempo
de conspiración. Ya era hora de que hiciera algo con ese desastre.
―¿Ese es tu tipo?
―¡Ah, ah, ah! ―ella lo señaló con un dedo―. Tú, de todas las personas,
no puedes comentar sobre mi tipo.
―¿Yo de todas las personas? ―preguntó, pisando el acelerador para dar
la vuelta a la rotonda.
Era la verdad, pero eso es lo que Manhattan tenía para ofrecer, cientos
de miembros de la alta sociedad acomodadas que se parecían, actuaban
igual y tenían los mismos objetivos en la vida.
―Cállate.
2
Icónica marca de ropa y accesorios para surfistas.
linaje, apostaría dinero a ello. Franchesca Baranski no era ningún
esqueleto rubio.
―Es el precio que pagas por tener amigos ―dijo Frankie―. Pero estoy
segura de que no sabrías nada sobre eso.
―Guau, mira esa agua. ―Ella señaló con un dedo sin esmalte hacia su
izquierda y se inclinó más hacia él para tener una mejor vista. La carretera
era paralela al color turquesa del mar Caribe, él captó el aroma de su
cabello, era algo exótico y especiado, y por un glorioso segundo la imagen
de Frankie desnuda y tendida sobre su cama se materializó
espontáneamente en su mente.
―Estoy tratando de ser educada, estamos aquí por Pru y Chip, y no voy
a estropear su boda peleando contigo.
―No, pero eso no significa que tenga que ser una idiota al respecto,
algunos de nosotros fuimos criados mejor que eso. ―Fue un golpe para él,
pero en lugar de enojarlo, lo divirtió.
―¿Qué podría estar haciendo que pongas esa cara mientras miras esto?
―Frankie demandó, extendiendo un brazo hacia la amplia vista que
tenían ante ellos.
Era pura mierda, pero Aiden no tenía la energía para decirlo. El hecho
era que él dirigía la empresa de su familia y una gran cantidad de
responsabilidades caía cada vez más sobre sus hombros, ya que su padre
parecía estar dando un paso atrás. Elliot solo podía despertarse para
preocuparse por los negocios cuando era algo que lo afectaba
personalmente, no había descubierto la conexión de Elliot con el ladrón y
estafador de Donaldson, pero Aiden no estaba dispuesto a hacerse a un
lado y dejar que su hermano nombrara al próximo director financiero de
Kilbourn Holdings.
Él le lanzó una mirada. Tenía la cara levantada hacia el sol, y una curva
astuta en los labios.
―El placer ha sido mío. ―Vio la piel de gallina que se le erizó en el brazo
y sonrió.
Con las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos caminó por la
terraza de piedra coralina, su camisa ondeaba con la brisa. La piscina de
borde infinito brillaba bajo el sol a su derecha, un puñado de invitados
disfrutaban del ceviche y champán en el restaurante de mariscos al aire
libre a su izquierda.
Pru lo miró por debajo del ala de un ridículo sombrero para el sol.
―En mi defensa...
―¡No hay defensa! Maldita sea, Aiden. Ella es una de mis personas
favoritas. No puedes tratarla como si no fuera nada.
―Como ella señaló con tanta astucia, no soy más su tipo que ella el mío
―dijo Aiden, evitando la pregunta. No estaba interesado en Frankie,
estaba intrigado por ella, pero eso era diferente.
Aiden reprimió una broma sobre hacerlo mejor para la próxima vez,
gracias a él, casi no había habido una primera vez.
―Señor Randolph ―dijo con una floritura. Chip sonrió y pasó las
bebidas―. Hatfield, eres el hombre. ―Deslizó un billete de veinte en la
bandeja.
―Cállate.
Chip se rió.
―Vamos, juguemos un poco de voleibol.
―Señoritas, nuestra dama de honor ha llegado ―anunció Pruitt
alegremente a las diosas reclinadas.
Sintió una mirada acalorada sobre su piel y se volvió para ver a Aiden
de pie en la arena mirándola, él le dedicó una sonrisa arrogante y se quitó
la camisa, no era delgado como el resto de los amigos del novio, él era más
grande y más musculoso, solo su pecho le hizo la boca agua, se miraron
con admiración el uno al otro.
Cohibida, Frankie se estiró para ajustar las tiras de su propio traje para
asegurarse de que sus chicas no escaparan.
Aiden le dio a Frankie una larga mirada y ella dejó caer las manos de
donde estaban jugando con las cuerdas de su traje. ¿La había estado
mirando?
―Frankie.
―Oye, ¿por qué no dejamos las garras de gata en casa, Margeaux? ―Pru
advirtió a la mujer.
―Entonces, ¿por qué quieres follar con él? ―Frankie preguntó con
frustración.
―Eso es tan de gente pobre ―anunció Taffany―. La gente pobre tiene que
buscar el amor porque no puede tener dinero.
Cressida dijo algo que sonó como una burlona palabra de cuatro letras
en alemán y se marchó.
―Oh, mierda, aquí vamos de nuevo ―murmuró Pru. Se llevó los dedos
a la boca y silbó. El juego de voleibol de arena se detuvo cuando Chip
pidió un tiempo muerto.
Frankie vio a los amigos del novio sacar a las chicas y la botella de la
piscina.
―No.
Frankie negó con la cabeza, ella nunca entendería a la clase alta. Podrías
ser condenado al ostracismo por llevar la bolsa de la temporada pasada,
pero luchar con una tonta rica en una piscina con una botella de vodka
estaba bien.
―Bueno, funcionó en mí. Dame de comer y dime que soy bonita y soy
toda tuya ―bromeó Frankie.
Pruitt gimió.
―Carbohidratos, yo quiero.
―Te verás hermosa ―le prometió Frankie―. Chip aquí te traerá una
ensalada y un delicioso jugo verde, y ni siquiera extrañarás la pizza.
Pru suspiró.
―¿Comerás conmigo?
Chip, cuyo metabolismo había permanecido igual desde que tenía doce
años, pareció abatido por un momento antes de que su determinación
entrara en acción.
3
Marca de ropa interior enfocada en dar forma y que las personas luzcan más esbeltas.
―Tal vez deberías pedirle a tu padrino que te acompañe ―sugirió
Frankie, inclinando la barbilla hacia la arena donde Aiden, sin camisa,
estaba mirando su teléfono―. Vamos, mi querido Davenport. Mami
necesita comida.
Oistins Fish Fry era el tipo de mercado lleno de una gente que debería
haber molestado a Aiden, había una multitud de cuerpos por todos lados,
tiendas de campaña aleteando salvajemente con la brisa constante, luces
de neón, bailarines con barras luminosas y parillas abiertas por todas
partes, pero no eran las multitudes salvajes que hacían cola para un lugar
en las mesas de picnic donde les servían pescado recién asado y cerveza
fría lo que le preocupaba.
Era el hecho de que nadie más parecía molestarse por el hecho de que
la novia y las damas de honor llegaban media hora tarde y ninguna
contestaba sus teléfonos.
―No esas chicas, nuestras chicas. ¿Tu novia, Pru? ¿Frankie? ¿Las damas
de honor?
―¡Ohhh, esas chicas! Son increíbles, ¿no? ―Chip dijo, apoyándose con
fuerza en Aiden―. Bueno, Pru y Frankie lo son, las otras tres dan un poco
de miedo, en el sentido que medio huecas.
―Bien, bien.
―¡Ay Dios mío! ¡Yo también! ¡Taffany vomitó dos veces hasta ahora!
―Ella está aquí ―cantó Pru―. ¿No es hermosa? ―La cámara cambió a
un primer plano extremo de una Frankie muy sobria y muy molesta.
―¿Cómo diablos debería saberlo? Está oscuro y hay baches, por lo que
podríamos estar en cualquier lugar de la isla.
Aiden suspiró.
―Por favor, dime que tienes comida para nosotros en los próximos siete
segundos ―dijo Frankie, abriéndose paso entre la multitud para llegar
hasta él, arrastrando a Pruitt con ella. Llevaba un vestido negro corto con
un escote profundo en la parte delantera. Ella estaba más cubierta que el
resto de las damas de honor juntas. Podía ver la ropa interior color carne
de Taffany... o los labios vaginales desnudos, no estaba seguro.
―Sígueme.
―¿Por qué insististe en usar esas? ―preguntó, hosco por la única razón
de que estaba preocupado. Llevaba sandalias de tacón de diez centímetros
que le envolvían las pantorrillas.
―Tú y yo vamos a tener sexo. ―Ella le dio un golpe en el pecho con una
uña en forma de garra―. S-E-X-O.
―No es acoso sexual si soy una dama. ¡Y soy una maldita dama!
Ella estaba cantando Here Comes the Bride cuando la dejó en el regazo de
Chip. La pareja de borrachos estaba encantada de verse, Frankie estaba
extasiada al ver platos de pescado y arroz apilados sobre la mesa. Le quitó
la cerveza de la mano a Pru y saludó al mesero.
―¿Hay alguna forma de que podamos conseguir una tonelada de agua?
―preguntó ella, poniendo una mano en su brazo. El chico le sonrió como
si le estuviera preguntando si podía darle mamadas gratis de por vida.
―Oh, por el amor de Dios, ¿por qué eres tan ‘la palabra con Z’? ―Pruitt
exigió desde el regazo de Chip.
El mesero se rió tan fuerte y durante tanto tiempo que Taffany se olvidó
de lo que había pedido y se sentó junto a Cressida, que estaba besándose
con entusiasmo con un extraño.
Él se inclinó, mirándola.
―Yo sí puedo.
Frankie resopló.
Aiden dejó caer su mano sobre el banco entre ellos y sus nudillos
rozaron su muslo desnudo, probando. Ella saltó ante el contacto, pero no
le arrancó la cabeza de un mordisco. ¿Y qué leyó en sus ojos? Fue una
rápida chispa de deseo, él quería volver a verlo, quería verlo cobrar vida.
―No estoy seguro ―admitió. Movió su mano una pulgada más arriba,
mirándola mirarlo.
¿Cuándo lo detendría?
―Sí me agradas.
―Franchesca, ¿verdad?
Ella saltó una milla apartando su mano de su regazo y perdió el
contacto de inmediato, Aiden prácticamente podía oír el gemido de su
polla.
―Soy Brendan, en realidad ―le dijo con una sonrisa torcida. Su cabello
aún estaba desordenado, sus ojos aún azules y su cuerpo aún se
balanceaba debajo de una camiseta y pantalones cortos de carga gastados.
―Sigo siendo Frankie ―dijo, sonriendo hasta que sintió los dedos de
Aiden rozando la parte posterior de su muslo.
Él le mostró un hoyuelo.
―Me encantaría.
Esta noche se había tomado de la mano con dos hombres, uno que no
le gustaba en absoluto y otro por el que había desarrollado un
enamoramiento. Entonces, ¿por qué su instacrush no le hizo sentir los
pterodáctilos en el estómago como lo había hecho Aiden?
Él sonrió y de nuevo ella sintió menos que nada. Aiden Kilbourn era el
maldito diablo, y ella iba a asesinar su cara.
―Aiden, esta es una idea terrible y tal vez la aparición de Brendan fue
lo mejor que pudo haber pasado, nos salvó de cometer un gran error.
―No follarás con él. ―Él dejó caer el desafío y a pesar de la falta de
pterodáctilos en lo que respecta a Brendan, la proclamación de Aiden hizo
al surfista más atractivo.
―Tú me quieres.
Si Aiden pusiera sus manos sobre ella aquí, no se podría negar. Estaría
demasiado ocupada trepándolo como una montaña y desabrochándole
los shorts. La distancia era su amiga, la distancia la mantendría cuerda.
―No nos dejemos llevar, estamos aquí por Pru y Chip y su boda. Eso es
todo, no es un sexatón tropical. ―Aunque cuando lo puso de esa manera
y Aiden la miraba como si fuera una paleta de helado pidiendo ser lamida,
Frankie tuvo problemas para recordarse a sí misma por qué no podía
tener ambos.
Ella se dio la vuelta, arruinando su salida al tropezar con una caja vacía
fuera de la puerta trasera de la choza, pero no se cayó de bruces.
Caminando hacia la acera, Frankie no se relajó hasta que ya no pudo sentir
el peso ardiente de la mirada de Aiden sobre ella.
―¿Qué pasa con ese tipo? ―murmuró en voz baja. No le agradaba, pero
estaba más que feliz de dejarlo vagar por su muslo hasta su lugar feliz.
Sintió que su sangre se había convertido en electricidad zumbando por
sus venas a velocidades imposibles. Él era frío, crítico y reservado.
Demonios, había asumido que ella era una stripper, eso solo debería
desterrarlo de su cama de por vida.
―¡Oye! ¡Chip! ―Ella empezó a correr. El conductor, con una gorra roja
bajada, miró en su dirección―. ¡Detente! ¡Ese es mi amigo! ―Frankie gritó.
―¡Franchesca! ―él se abrió paso hacia ella justo cuando una furgoneta
ZR oxidada se detuvo con un ruido sordo frente a ella. Ya había dentro
media docena de personas.
―Sigue a ese auto ―anunció Frankie, señalando las luces traseras más
adelante.
―Puedo llegar tarde ―dijo una mujer con un niño pequeño durmiendo
en su regazo con una sonrisa metiendo los veinte en su sostén.
―¡Woo Hoo! ―Un hombre con una camisa hawaiana naranja y negra
con una quemadura de sol que se le pelaba en la nariz y la frente levantó
triunfalmente sus veinte―. ¡Amo este país! Me pagan por usar el
transporte público.
Era una pregunta que Aiden se había estado haciendo a sí mismo. Chip
Rudolph estaba absolutamente limpio, no tenía deudas de juego, ni
segundas vidas secretas. Solo era un chico de fondo fiduciario que
disfruta amablemente de su mundo privilegiado. Aiden repasó todo lo
que él y Chip habían discutido en las últimas semanas. ¿Su amigo había
mencionado algún problema? ¿Alguna disputa en la familia? ¿En el
trabajo?
―No crees que el padre de Pru hubiera hecho esto. ¿O sí? ―preguntó
Frankie, con los ojos muy abiertos.
―Aun así, ¿quizás algo que hizo Chip enojó a R.L.? ―Franchesca
reflexionó.
No había traído seguridad con él, dudaba que los Randolph o los
Stockton lo hubieran hecho. El hotel tenía la suya. ¿Por qué necesitarían
un destacamento de seguridad personal en el paraíso? Se maldijo a sí
mismo por eso ahora, su amigo había desaparecido y no tenía a nadie más
que a las autoridades locales a quienes acudir.
―No creo que haya sido al azar ―dijo Frankie pensativa―. No creo que
haya sido como 'Oye, buen reloj, ahora sube a mi camioneta'.
4
Canción que dio origen a un baile coreográfico popular en E.U.
―No me di cuenta de que ella se preocupaba tanto por él en ese
entonces. ―No lo había hecho, había pensado que había sido indiferente
e inmadura.
―No ―dijo con voz ronca―. Lo más probable es que se lo hayan llevado
por dinero. Pierden su herramienta de negociación si lo maltratan o...
―Ay Dios mío. ¡Lo sabía! ―El chillido de Pru hizo un par de agujeros
en el tímpano de Frankie―. Sabía que ustedes dos se llevarían bien. Soy
literalmente la persona más inteligente que jamás haya existido.
―Oh, por supuesto, mucha gente. Hay un tipo aquí que tiene poodles
en su camisa, creo que él está sobrio.
―¿Eh?
Oh, por el amor de Dios. ¿Por qué hablar con un adulto borracho era
más difícil que sacar información de un niño de jardín de infantes?
―Bueno, adiós.
Todo el autobús sabía lo que Pru quería decir incluso sin la ayuda del
altavoz.
―Cálmate.
―Oh, sí, porque decirle eso a una persona que se está volviendo loca
siempre ayuda.
Fue así durante una hora. No, no, no. Nadie había visto nada ni a nadie.
Por supuesto, estaba el servicial taxista que anunció que todos los turistas
borrachos le parecían iguales, lo que provocó la risa de sus amigos, pero
no ayudó.
―¿Disculpe oficial?
―Sí, señorita.
―Tal vez tenga algo que ver con Chip ―dijo Frankie, con los ojos llenos
de esperanza y pavor.
―Vaya, vaya, Aiden. Parece que tenemos algunos negocios que hacer
después de todo.
La voz rió.
―Jesús, Franchesca. ¿Quieres callarte por dos segundos para que pueda
pensar?
―Sí, diente de oro. ―El niño señaló su propio diente frontal blanco―.
De pelo canoso. ¿Sombrero grasiento que parece que se usó para absorber
aceite de motor? ¿Llama a todas las damas Mami?
―Es él.
―¿Conduce una furgoneta blanca con una pegatina cuadrada roja junto
a la luz trasera? ―preguntó Aiden.
―No...
―Ya sé, nadar con las tortugas. Esnórquel, almuerzo, mucho ponche de
ron.
―No.
―Marihuana, coca, X.
El chico se calló.
―Papi tiene cinco o seis tiendas de ron que visita después de una buena
noche de trabajo.
―Vamos.
Miraron un poco más. El cantinero habló primero, Aiden pensó que era
inglés, pero el revoltijo de palabras y frases lo superaba, el niño le
respondió de la misma manera y Frankie se encontró con la mirada de
Aiden por encima de la cabeza de Antonio.
―¡Eso es!
―¿Qué cosa?
―Presumiblemente.
―¿Traducción?
―Oye, Mami. ¿Qué puede hacer el viejo Papi por ti? Bradley, una copa
para mi amiga.
―Tengo mis compañeros, mi ron y una buena historia para el día. ¿Qué
más quiere un hombre? ―preguntó Papi.
―Te escucho.
―Bebidas para todos ―anunció Papi saliendo del trance de sus senos y
levantando los brazos en el aire. La multitud vitoreó.
―Okey. Todo lo que sé es que ese tipo me llamó y dijo que me consiguió
un trabajo como conductor. Necesitaba que recogiera a su amigo en
Oistins. Ah, y que era posible que su amigo no quisiera subir al auto, así
que debería llevar algo de ayuda.
―¿Cómo se veía?
―Era un tipo grande y corpulento, como un oso. No sé, pero creo que
solo lo contrataron, dijo que su jefe estaría feliz.
―Sí, sí.
Sacó su propio sándwich de la bolsa y agarró una de las Coca Colas que
había escondido ahí.
―¿Dónde?
―Toma, será mejor que comas ―dijo Frankie, entregándole a Aiden otro
sándwich.
―Creo que algunas cosas valen más que el dinero ―dijo Frankie
inocentemente.
Antonio silbó.
―En primer lugar, soy alguien, no algo, amigo. En segundo lugar, ¿de
dónde vienen estas imágenes?
―De vuelta al asunto que nos ocupa ―le dio un codazo Aiden.
―Correcto. Trellenwy Bostick, estrella de Hollywood y heredera de la
fortuna vinícola de Napa Valley se casó ahí hoy ―dijo leyendo en un sitio
de chismes―. Hasta ahora no hay fotos porque la seguridad es demasiado
estricta. ¿Cómo entraremos ahí?
―Antonio, espero que solo uses tus poderes para el bien ―le dijo Aiden
al chico.
―No podemos colarnos en una boda como esta ―dijo Frankie mirando
su mini vestido.
―Eso servirá.
Frankie no sabía a quién llamó Aiden ni cómo se las arreglaron, pero
cuando Antonio se acercó a la puerta principal de su hotel, el conserje
estaba esperando afuera con dos bolsas de ropa.
Él se dio la vuelta.
―Ojos al frente, señor. Los dos ―dijo ella, cuando Antonio ajustó el
espejo retrovisor―. Estoy diciendo que fue idea tuya usar la ropa de boda
para colarte en otra boda, estoy segura de que las condiciones de Pru de
sin magulladuras, ni cortes, ni chupetones, también se extiende a sin
destruir tu vestido de alta costura.
Ella miró por encima del hombro mientras él abandonaba los botones
de su camisa dejándola deliciosamente abierta, lamentablemente, ella se
perdió cuando se metió en los pantalones.
Ya había vuelto en sí una vez esta noche, una vez fue más que suficiente
en lo que respecta al multimillonario mujeriego Aiden. Además, tenían
que encontrar al novio.
―Los dejaré salir aquí, más lejos del hotel en caso de que hagan mucho
ruido al escalar la pared.
―Gracias, chico.
―Ajá ―dijo Aiden, sin comprometerse―. ¿Qué tan buena eres para
escalar paredes?
Frankie no podía ver una mierda, pero Aiden parecía tener visión
nocturna, arrastrándola a través de la vegetación y alrededor de los
árboles a la escasa luz de la luna. Los sapos cantaban en una serenata
interminable a la noche, el aire estaba cargado de fragancias exóticas, los
pies de Aiden estaban seguros debajo de él mientras ella tropezaba con
raíces y ramas y Dios sabía qué era esa cosa extraña y blanda. Todo lo que
podía ver era la amplia sombra de los hombros de Aiden frente a ella
mientras la remolcaba por el bosque.
Aiden suspiró.
―Sólo cállate.
El sonido de las olas era más fuerte ahora, las luces y el ruido sordo de
la música estaban detrás de ellos, podía ver la luz de la luna bailando en
el océano a través de los árboles que los separaban de la playa, ya no se
hablaba más, ellos eran solo un multimillonario y su cita sin nombre que
salían a dar un paseo nocturno.
Una ramita se partió bajo su pie y Aiden maldijo en voz baja, se volvió
y atrajo a Frankie hacia él, ella quiso decirle que le quitara las malditas
manos de encima y que se fuera al infierno.
Ella murmuró palabras sin sentido contra su boca. Esto. Aquí. Y. Ahora.
A ella no le importaba.
―Cállate y bésame.
Franchesca estaba llena de furia con las manos en las caderas, se había
olvidado de sí misma y había olvidado dónde estaban y por qué estaban
aquí. Él escuchó que el guardia se acercaba y se le ocurrió hacerse pasar
por unos amantes que salieron a dar un paseo-follada romántico.
¿Tocándola? ¿Probándola? Había borrado todos los instintos además de
la necesidad de tomarla.
Por la forma en que ella se rehusaba a mirarlo, podía decir que pensaba
que se había aprovechado de ella. Y lo había hecho, o al menos se había
aprovechado de la situación.
―Bueno, no tuviste que mostrarle nada a nadie esta vez ―señaló Aiden.
―¿Me viste?
―No iba a perderme esa vista, Franchesca. ―Él la alcanzó y ella levantó
las manos.
―Mantén tus manos fuera de mí, o romperé esa erección que has estado
teniendo toda la noche y te daré una bofetada.
¿Cómo podría no querer más de ella? ¿Cómo podía creer que la dejaría
en paz?
Ella miró a su alrededor y pareció notar por primera vez que estaban
rodeados por el escalón más alto de la realeza de California. Aiden
reconoció algunas caras aquí y allá, a media docena de políticos, un
puñado de celebridades, pero en su mayoría era una colección de
herederos y herederas de varias fortunas que claramente habían bebido
más que suficiente.
―¿La banda con esa canción que escuchas en la radio cada seis
segundos? Parece que sí y lo que está mal con todos es que están ebrios.
Parecía que el grupo más joven se había graduado del alcohol a algo
más duro. Había cuatro mujeres con vestidos de alta costura sentadas en
el extremo poco profundo de la piscina riendo como hienas. Más adelante
en el tramo profundo, una competencia de clavados de quién puede
romperse el cuello primero estaba en pleno apogeo.
―Soy Aiden. ¿Quién eres tú? ―le preguntó a la mujer. Parecía estar en
sus cuarenta y tratando desesperadamente de aferrarse a sus veinte. Sus
labios estaban mal hechos, la piel tensa alrededor de sus ojos y frente
gritaba BOTOX o estiramiento facial, una tira de su vestido color marfil
estaba rota, sostenía una botella de champán en una mano y sus
extensiones de cabello estaban saliendo de un intrincado nudo en la parte
posterior de su cabeza y colgaban sobre su ojo.
Frankie asintió.
―Aide, lo único que esta gente va a recordar mañana es una gran nada.
―Eres como el peor ser humano de todos los tiempos ―gritó la otra.
―Ya sé, ¿verdad?
Los gritos aún no se habían calmado, por lo que Aiden asomó la cabeza
por encima del escritorio.
―Ja. La tengo.
Ella resopló.
―¡Oh mira! Tienen que ser ellos, hace dos horas pidieron un sándwich
de ensalada de atún con papas fritas trituradas dentro. ¡El favorito de
Chip! Al menos sabemos que lo están alimentando. Eso es bueno,
¿verdad?
―Un pez nadó por mi vestido. ¿Crees que una bata me hará sentir mejor
después de que fui atacada por sushi? ―la mujer aulló.
Ella le dio una bofetada en la cara con tanta fuerza que su cabeza giró
hacia atrás en su cuello.
―¿Por qué no? ―preguntó, frotando una mano sobre la mejilla que ella
había abofeteado tan eficientemente.
―No cometo el mismo error dos veces, Kilbourn, y tú eres un gran error.
Ahora ven, creo que la habitación 314 es por ahí. ―Aiden miró fascinado
mientras Frankie sacaba un mapa del resort de su escote.
―Del escritorio.
―No sabemos quién se lo llevó ni por qué. Sabemos que está aquí y lo
están alimentando, y eso significa que está a salvo, por ahora.
―Agradezco toda tu ayuda esta noche, pero ya tengo esto bajo control.
―Lo sé, lo sé, parezco una persona loca ―anunció Pru abriendo el
camino de regreso a un baño de mármol del tamaño de un estadio de
fútbol―. Pero empecé a pensar: estamos en el paraíso, hace calor.
¿Realmente quiero usar mi cabello suelto mañana? Siéntate ―dijo,
señalando el borde de la tina.
―La mejor, eres la mejor amiga, Pru ―se lamentó Frankie―. Eres una
persona maravillosa y te mereces toda la felicidad del mundo. ―Tenía que
decírselo. Si estuviera en el lugar de Pru, querría saberlo.
―¿Qué ocurre? ―Pru demandó, alejándose del espejo―. Parece que vas
a llorar.
―No puedo creer que finalmente pueda casarme con él, Frankie. Yo
solo... lo amo tanto. Es divertido, dulce, amable e inteligente, y parece un
muñeco Ken, pero cuando lo miro puedo vernos dentro de cincuenta
años. Persiguiendo nietos, organizando fiestas, veraneando en los
Hamptons con nuestra gran familia.
Pru juntó las manos y suspiró.
―Él es todo con lo que he estado soñando desde que tenía cinco años.
Tengo el vestido de mis sueños, a mi mejor amiga, y puedo casarme con
el hombre de mis sueños en el paraíso. ―Sus ojos brillaban con lágrimas.
―No puedo evitarlo. ―Pru se secó los ojos con un pañuelo de papel―.
Estoy tan feliz y eso es lo que quiero para ti, Frankie. Quiero que
encuentres a alguien que te haga sentir como si estuvieras volando,
alguien que te haga esperar los próximos cincuenta años.
―¡Ay! ¿Qué?
―Tal vez quería saber dónde bailo y si doy mamadas por cincuenta
extra ―respondió Frankie.
Ah, diablos.
―Sí, pero...
―Uhhh...
Pero Pru ya estaba corriendo hacia la cómoda en busca de su teléfono.
Frankie: Pru cree que nos besamos durante cinco horas esta noche.
Además, está enviando mensajes de texto y llamando a Chip para decirle lo
emocionada que está por el día de mañana. En unos treinta segundos,
empezará a entrar en pánico.
―No, es Aiden ―dijo Pru, sonriendo a su teléfono―. Dice que Chip está
profundamente dormido en su suite, y no quería que me preocupara de
que Chip no estuviera devolviendo mis mensajes.
Pru abrazó su teléfono contra su pecho mientras sus ojos brillaban con
lágrimas de felicidad no derramadas.
Demonios, sí, lo haría. Frankie juró que haría lo que fuera necesario
para llevar a Pru por el pasillo hacia el hombre de sus sueños.
―Suficiente sobre mí. ¡Háblame de Aiden! ¿Es realmente un maestro
del orgasmo?
Cressida pasó tranquilamente con una bata de seda corta y una máscara
de barro.
―Ten, toma zis ―dijo, empuñando una botella de Cristal―. Te ves tensa.
Margeaux se burló.
―Por favor. Como si alguien creyera que este matrimonio durará. Oye,
cuidado con las cutículas ―le gritó a la mujer que se estaba haciendo la
manicura.
―No veo por qué todos tenemos que cambiar nuestros estilos solo
porque Pruitt lo hizo ―se quejó Margeaux, golpeando al estilista mientras
el hombre trataba de quitarle la espesa cortina de cabello rubio miel de su
cuello―. Y depílame las cejas mientras lo haces.
―Será mejor que vigiles cómo hablas con la gente, Marge. Muchos de
nosotros somos del servicio, y sin nosotros, tendrías un inodoro sucio, un
bikini quemado y no comerías en tus estúpidas fiestas.
―Alguien como Aiden Kilbourn nunca te echaría un segundo vistazo,
a menos que fuera por lástima o para preguntarte cómo te las arreglaste
para meter tu trasero tamaño Kardashian en tu vestido. Te verás como
una ballena en las fotos junto al resto de nosotras. ―Ella se rió con una risa
desquiciada y diabólica del tipo Doctor Evil.
―Puede que yo no sea la única al que la gente está mirando esta noche
―predijo Frankie. Se volvió y salió de la habitación con la música de los
gritos de Margeaux.
―¿Dónde estás? ―ella siseó. Caminó por el pasillo moteado de sol que
conectaba el spa con el edificio principal.
Él suspiró.
―Franchesca, estoy en medio de algo, y cada vez que tengo que hablar
contigo, tengo que dejar de trabajar.
―¿Una reunión? ―Frankie pasó furiosa por las puertas del bar
biblioteca del resort y se detuvo en seco, retrocedió dos pasos y miró a
través de las puertas de vidrio, era una habitación espaciosa con
estanterías altas y escaleras sacadas de La Bella y la Bestia, excepto por la
gran barra en forma de L con una espectacular vista al mar, el bar que
albergaba a un tal Aiden Muerto Viviente Kilbourn.
―Disculpe ―le dijo al conserje―. Mi vestido está aquí para una limpieza
de emergencia.
―¡No nos mates! ―Frankie gritó por encima del retumbar del motor.
―¡Oye!
Él sonrió.
―¿El muelle?
―Eres la mejor amiga que una chica podría tener ―resopló Pru―. No
quería decir nada, pero estoy hecha un nudo, solo necesito escuchar su
voz y saber que todo sigue bien.
―Todo va a estar mejor que bien ―prometió Frankie―. Voy a hacer que
te llame tan pronto como lo vea, probablemente simplemente dejó caer su
teléfono por la borda o algo así, ya sabes cómo es él con esas cosas.
―¿Qué podría ser más importante que asegurarle a tu madre que estás
viva y bien? ―May insistió.
Colgó antes de que su madre pudiera dar otro viaje de culpa con la
precisión de un cirujano.
Gruñó y gimió al salir del arbusto de flores con los efectos de sonido de
una persona mayor, al menos su peinado no se había movido.
Frankie sacudió la tierra del vestido y caminó hacia ellas con la mayor
naturalidad posible.
―Gracias de nuevo por esto, Flor ―le dijo a la mujer con la que se había
cambiado de ropa. El busto estaba un poco ajustado y los zapatos un poco
grandes, pero aparte de eso, Frankie confiaba en que podría pasar por una
mucama del resort, por lo menos temporalmente.
Bajaron del ascensor en el sótano. Flor jugaba a vigilar mientras las otras
dos llenaban un carrito del servicio de habitaciones con licor.
―Simplemente dile al Señor Hasselhoff que estás ahí para reabastecer
la barra ―instruyó Bianca.
―Mantén la cabeza baja para evitar las cámaras ―dijo Flor, guiándolas
de regreso a la cabina del ascensor―. Y si necesitas ayuda para esconder
el cuerpo, llama al 101 desde el teléfono de la habitación y di que te
gustaría solicitar el servicio de habitaciones.
5
Actor que protagoniza “El auto fantástico”, donde da vida Michael Knight, agente de campo principal en la
organización de la justicia pública de la fundación Knight.
Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando el 314 apareció frente a ella,
respiró hondo, ella estaba haciendo esto por Pru, su mejor amiga merecía
un felices para siempre. Y ella superaría por completo la muerte de su
mejor amiga.
Todos los imbéciles ricos tendían a verse iguales y este tipo no era la
excepción. Era de complexión y estatura media, tez bronceada con spray
y con cabello castaño medio cuidadosamente peinado.
La suite era oscura, con pesadas cortinas que tapaban el sol tropical del
exterior. Parecía como si estuviera tratando de hacer que la habitación se
pareciera a la guarida de un chico malo, pero había demasiado desorden
(bandejas de servicio a la habitación, botellas de licor vacías) que
estropeaban el lujo. Parecía que un grupo de bebitos de un fondo
fiduciario se había reunido con el dinero de papá para destrozar una suite
de hotel, no para ejecutar un secuestro.
Ella se salvó de tener que reprimir una respuesta cuando el teléfono del
hombre sonó.
―Cristo. ¿Qué está tomando tanto tiempo? Vuelve aquí. Va a estar aquí
en cualquier momento, y no voy a hacer esto sin refuerzos. ―Salió furioso
de la sala de estar y entró en uno de los dormitorios, cerrando la puerta
detrás de él.
―Ay Dios, mío. Ay, Dios mío. Ay, Dios mío ―salmodió Frankie.
Inspeccionó la habitación y corrió hacia la siguiente puerta cerrada, era
un baño, la siguiente era un maldito vestidor. Finalmente vio otra puerta
cerrada al otro lado de la habitación y cuando movió la manija, la encontró
bloqueada.
―Oh, Dios mío, Chip ―siseó. ¿Estaba muerto? ¿Ese hijo de perra había
matado a Chip?
Mierda.
―No hay tiempo para hablar, tenemos que sacarte de aquí. ¿Puedes
caminar?
―Hijo de p...
Frankie se tapó la boca con la mano cuando oyó abrirse la puerta del
dormitorio.
Frankie se quedó paralizada. Este tipo tenía que ser alguien que Aiden
conociera. ¿Era esa la razón por la que no la había dejado patear la puerta
anoche? Se frotó el nudo en la cabeza.
―¿Qué?
Puaj. Estaban tres pisos más arriba, confirmó mirando por encima del
borde del balcón. No había forma de bajar, pero quizás había una salida,
El pasamanos de la barandilla era más ancha que la propia barandilla.
Algún arquitecto innovador probablemente se había dado cuenta de que
la gente querría dejar sus copas de cristal de martini para tomarse selfies
al atardecer y conectó todos los balcones del piso.
―¿Por qué el sol tiene que brillar todo el tiempo aquí? ―gimió.
Frankie tomó su cara en sus manos y apretó sus mejillas hasta que hizo
labios de pescado. Él cerró los ojos para no tener que mirar fijamente su
herida en la cabeza.
―Sí.
―Entonces sube tu trasero y muévete al siguiente balcón.
―Okey.
―Estaré justo detrás de ti. Solo por curiosidad, ¿qué tiene que ver Aiden
con todo esto?
―No es su culpa.
―¡Sí! ―gritó, tirando de su cabello―. ¿Y por qué hay sangre por todas
partes? ¿Lo mataste?
―¿Por qué estoy sangrando? ¿Por qué estoy sangrando? ―ella se rió―.
Estoy sangrando por la misma razón por la que tu mejor amigo se está
perdiendo la boda. Gracias a ti.
―¡No quiero una explicación! Llegas muy tarde. Chip ya se fue hace
mucho...
―¿Uh, Frankie?
―Hola, Aiden.
―Puedo ver eso ―dijo Aiden, luciendo más divertido que aterrorizado.
―¡No, no lo hice!
―¡No, no lo hizo!
―Hablaremos de esto más tarde ―dijo Frankie, finalmente entendiendo
exactamente cuán enojado tenía que estar un padre para usar esas
palabras.
―Muchas gracias por todo ―dijo Frankie, abriéndose paso fuera del
vestido―. Siento lo de la sangre, esas cajas fuertes del armario están
afiladas.
Algo, un cuerpo de buen tamaño por los sonidos, golpeó las puertas a
la carrera.
―Espero que le hayas mostrado a ese idiota del 314 quién es la jefa.
―Me disculpo por la sangre ahí arriba ―dijo Frankie con gravedad.
―¡Ay!
Frankie miró hacia atrás. Chip se cubría el ojo con una mano.
Él dejó caer su mano. Había una roncha roja que continuaba a ambos
lados de su ojo. El ojo mismo estaba tan rojo como el de un sabueso.
―Oh, Dios. ―Se llevó una mano a la boca. El estómago de Frankie podía
soportar muchas cosas, pero los ojos heridos no eran una de esas cosas.
―Ay, Dios mío. ―Tenía diecinueve llamadas perdidas, dos eran de Pru,
las demás eran de Aiden. Escuchó el mensaje de voz más reciente de su
amiga e hizo una mueca, Pruitt sollozaba incontrolablemente.
―¿Tienes a Chip? ―Al menos, eso es lo que Frankie pensó que dijo. Era
demasiado agudo y lloroso para estar segura.
―¿En serio?
―Oh, hola, Aiden. Oh, Dios. Estás justo detrás de nosotros... No, no creo
que sea una buena idea que le diga eso ahora mismo. Está bastante
enojada contigo... no lo sé, realmente no hemos tenido tiempo de hablar.
―¡Yo no lo secuestré!
―Eres el peor ser humano del mundo y conozco a mucha gente ―gritó
Frankie al teléfono.
―Cariño, no tienes idea. ―Se desconectó antes de que ella pudiera tener
la satisfacción de colgarle.
―¡Agh!
Aiden salió por la puerta del pasajero de la camioneta y los tres salieron
corriendo por el vestíbulo.
6
En el 2014 Solange Knowles fue filmada golpeando a su cuñado JAY-Z en un elevador mientras su hermana
Beyoncé miraba con calma.
―Oh, por supuesto. Haré una cita con un médico en los próximos, oh,
dos minutos antes de que comience la ceremonia.
―Una rama de árbol durante la fuga. Esta será una historia para los
nietos algún día.
―Vamos Kilbourn, tengo que casarme ―dijo Chip desde el final del
pasillo.
―No vuelvas a ser secuestrado ―le gritó Frankie. Giró sobre Aiden y lo
apuñaló en el pecho con el dedo―. Él confía en ti, pero yo no, y si haces
algo para joder esto para él y Pru, me llevaré tus pelotas a casa en mi
equipaje de mano ―le advirtió Frankie.
Ella le sacó el dedo medio una vez más por si acaso y se precipitó por
el pasillo hacia su habitación, se había olvidado del vestido hasta que
entró, el vestido manchado y destrozado. La bolsa de ropa estaba colgada
en el armario, estaba demasiado nerviosa para mirar y ver si la lavandería
del hotel había podido obrar un milagro. Ella se quitó el vestido de verano
ahora arruinado y se metió en el sujetador sin tirantes y las malditas
bragas de satén de cuarenta y siete dólares que tenían que ir con el vestido.
―¿Sí?
―Ja. Básicamente, gritándose el uno al otro sobre cómo el hijo del otro
es un idiota egoísta.
―¡Apúrate!
―¿Cómo diablos...?
―Ponérmelo. ―Al diablo con la ira y la timidez. Tenía una mejor amiga
a quien complacer. Frankie se quitó el vestido y lo amontonó en el suelo.
―Perfecto ―dijo.
―¿Cómo supiste mi talla?
―¿Cómo te vestiste tan rápido? ¿Chip está listo? Oh, Dios. No lo dejaste
solo, ¿verdad?
―¿Por qué las toallas del hotel son siempre blancas? ―Frankie hizo una
mueca, mientras comenzaba a limpiarle la cara―. Esas manchas no salen.
―Mira, no tienes que ser muy amable al respecto. Tenemos que bajar
las escaleras y evitar que Win y R.L. se maten. Estaban a cuatro segundos
de luchar cuando Pru llamó.
Ella se dio la vuelta para mirarse en el espejo. Había hecho lo mejor que
pudo con la limpieza y ella ya no parecía una víctima de un accidente de
auto.
―Oh, mi cabello.
―Déjalo suelto. ―Él sacó un alfiler antes de que ella pudiera objetar―.
No intentes domesticarlo.
―¡Zapatos!
Él se aseguraba de que las mujeres con las que salía fueran todas esas
cosas. Lo hacía fácil, sin complicaciones.
―Ya. Basta. ―ella gesticuló hacia él. Él sonrió con malicia. Sí, esta
conquista sería más que satisfactoria.
―Sonríe bonito para las cámaras, cariño ―dijo mientras caminaban por
el pasillo.
―¿Qué tal si te rompo la nariz como hice con tu hermano? ―ofreció ella
dulcemente, sonriéndole como si fuera el hombre más fascinante del
mundo.
―No me tientes.
Nunca antes había deseado tanto a una mujer en sus cuarenta años. Ni
siquiera a la voluptuosa e inalcanzable Natalia cuando era un virgen de
quince años en la escuela privada. Dos años mayor que Aiden, Natalia no
había permanecido inalcanzable y Aiden no había permanecido virgen.
―Lo hiciste.
―Un voto.
―¡Señora Randolph!
―Señor Randolph ―le susurró ella―. Ahora, cuéntame todo lo que pasó.
Margeaux gruñó.
―Esa perra gorda y de clase baja Franklin se unió con la del servicio, y
me la depilaron.
―Claro, tan pronto como alguien la envíe de vuelta al otro lado del
muro a México donde pertenece ―se burló Margeaux.
―Me quedé dormida al sol esta tarde después del spa ―dijo Taffany
tratando de llevarse la bebida a los labios sin estirar la piel.
―Querías hablar, así que habla ―dijo Frankie, cruzando los brazos
frente a ella. El movimiento hizo que sus pechos se hincharan
peligrosamente contra la tela de su vestido.
―Mi familia no es normal ―comenzó. Ella puso los ojos en blanco, pero
no intervino―. No pedimos cosas, nosotros las tomamos, manipulamos y
maniobramos hasta que lo que queremos sea nuestro o hasta que
perdamos nuestro interés.
Aiden asintió.
Él asintió de nuevo.
―No tiene sentido revisar los 'qué pasaría si'. Confié en que Elliot no
dañaría a Chip, y no lo hizo.
―Por favor, llegaste a dónde estás hoy porque tu papá te dio un puesto
y un gran fondo fiduciario. Quizás hayas trabajado duro desde entonces,
quizás seas bueno en lo que haces, pero la cagaste aquí. Chip podría haber
resultado herido mientras tú y tu hermano jugaban al ajedrez humano, es
posible que esta boda no hubiera sucedido y muchas otras personas se
hubieran lastimado.
―Mmm.
7
Fotógrafa estadounidense, fue la primera mujer en exponer su obra en la Galería Nacional de Retratos de
Washington D.C.
―Envíame a ese mesero ―siseó Frankie mientras la mujer la empujaba
hacia la fotógrafa.
Como por arte de magia, una empleada del hotel con una paleta de
geles, labiales y brillos apareció frente a Frankie y comenzó a aplicarle
cosas en la cara.
―¡Y tú! ―La fotógrafa señaló a Aiden que había entrado con un vaso de
algo varonil en la mano―. Tu cabello es un poco largo en la parte superior
para mi visión, tenemos que cortarlo.
―¡Bah! ―La fotógrafa soltó una carcajada―. Okey, quédate ahí y luce
melancólico. Perfecto ―dijo ella cuando él no movió un músculo, luego
señaló a Frankie de nuevo―. Tú, ve ahí.
Ella no pasaría por esto sin alcohol, bebió un sorbo, sus ojos se
agrandaron ante el suave y lento ardor en la parte posterior de su
garganta.
―Ceder a todos los antojos que tiene tu cuerpo es una idea estúpida
―respondió.
―Antojo, qué palabra perfecta para eso. ―Él levantó la mano y le apartó
el pelo de la cara.
―Sé lo que haces. Juegas con las mujeres como si fueran juguetes hasta
que aparece algo más nuevo y brillante.
Él parecía afligido.
―Te daré todo lo que quieras.
―Me siento honrado de estar hoy en sus dos lados, y por primera vez
en mi vida, me preocupa que me esté perdiendo algo.
Todas las mujeres de la terraza se desmayaron. Fue un suspiro audible,
como una bandada de pájaros que emprenden el vuelo a la vez.
―Por Chip y Pruitt, les deseo toda la felicidad que viene con vivir y
amar ―dijo Aiden, levantando su copa de champán.
Ese bastardo sexy rata. Nadie hubiera adivinado que hace tan solo unas horas
el hombre había permitido que su supuesto mejor amigo fuera utilizado como cebo.
Aiden se acercó a ella con el micrófono en la mano. Él se inclinó hacia
abajo y sus labios le rozaron la oreja.
La multitud se rió entre dientes. ¿Ven? Ella también podría ser divertida.
―Pero para mí, lo mejor de nuestra relación ―hizo una pausa para mirar
a Aiden―, es estar aquí hoy y verlos a los dos tan felices. Cuando amas a
alguien, cuando realmente te preocupas por él, nada es más importante
para ti que verlo feliz. Y viéndote a ti y a Chip aquí hoy, no podría estar
más feliz ni más orgullosa, ustedes encontraron el camino de regreso el
uno al otro, se lo ganaron, y juntos afrontarán el futuro como equipo, los
quiero a los dos. Salud.
―Salud ―la multitud repitió y el aire resonó con el tintineo del mejor
cristal que Barbados tenía para ofrecer.
Él la atrapó en la pista de baile. Frankie estaba compartiendo un baile y
riendo con Chip cuando apareció Aiden con Pru en sus brazos.
―Hazlo pagar.
―Sí, bueno, dijiste que podía tener tantos como quisiera y estaba en mi
período y yo quería ese último.
Mieeeerda.
Ella no era mejor que la estúpida Margeaux. ¿Por qué lo quería? Dios,
¿estaba tan desesperada que se follaría a un chico solo porque era
caliente?
―Por supuesto que lo habría hecho y pagará por lo que hizo con algo
más que una nariz rota.
Él la dejó ir, pero sintió el peso de esa mirada ardiente sobre ella hasta
que bajó corriendo los escalones y desapareció en la arena. La luna
brillaba sobre el agua, otro pedacito perfecto de paraíso.
―No voy a ofrecerte un para siempre, no está sobre la mesa, pero lo que
puedo darte es un tiempo que ambos recordaremos.
―No voy a parar hasta que me des lo que quiero, necesitas entender
eso. Presionaré tus botones y te manipularé. Lo que sea necesario. No me
enamoraré de ti, pero seré bueno contigo.
Aiden no sabía, no podía saber, que estaba ondeando una bandera roja
frente a un toro enfurecido. No era el único al que le encantaban los
desafíos. Ella apostaba a que si se enredaban, podría dar algunos golpes
por su cuenta, tal vez incluso hacerlo enamorarse un poco.
―A ti.
―Uh-uh. Me vas a besar cuando te diga que puedes besarme, no soy del
tipo de chica 'sometida al alfa'. Soy más una 'patearlo en las pelotas y
tomar lo que quiero'.
―¿Qué quieres?
―Romperte.
Todo lo que hacía con esos labios exuberantes y esa lengua malvada lo
volvía loco. Deberían haber hablado, las expectativas deberían haber
quedado claras antes de esto.
Frankie deslizó sus manos entre los botones de su camisa, con sus dedos
flexionando la tela.
―Oh, sí ―respiró.
Él la había pensado en poco más desde que la había visto con ese
sujetador sin tirantes y bragas finas como una gasa antes de la ceremonia
y ahora ella era suya para que la tocara y la tomara.
Ella estaba mirándolo, una zorra sumisa con los dedos enrollados
libremente alrededor de su erección.
Jesús.
―Tú y tu maldita boca ―gimió. Y luego ella estaba usando esa maldita
boca con él.
Ella sabía, tenía que saber, cuán cerca del borde ya estaba. Cuando lo
llevó a la parte de atrás de su garganta, fue lenta y bromista, dándole unos
preciosos segundos para acostumbrarse al arrastre de su lengua y a la
gloriosa humedad de su boca.
Esos ojos, más verde que azul ahora, lo miraban triunfalmente mientras
lo lamía y lo chupaba, era una bruja y él era su víctima, él apretó su mano
en su cabello y reguló sus caricias manteniéndolas lentas y controladas,
pero no había nada que pudiera hacer con esa lengua. Esos increíbles
ruidos en el fondo de su garganta, él quería hacer esto y nada más que
esto durante el próximo año, verla así, sentirla así.
Ella podría romperlo, se dio cuenta. Con nada más que esa boca
inteligente, podría romperlo y hacer que se humillara.
Fue ese pensamiento y sólo ese pensamiento lo único que hizo que él la
levantara tomándola del cabello. Ella se lamió los labios e hizo que su
polla se contrajera contra su estómago.
―Mierda. ―Se separó del beso y se deslizó por su cuerpo haciendo una
pausa para adorar ambos senos con sus pezones animados y necesitados.
Frankie siseó de placer cuando Aiden cerró la boca sobre cada uno,
chupando hasta que se retorció debajo de él.
Esta no era una mujer fingiendo su camino hacia una experiencia sexual
perfecta, esta era una diosa persiguiendo un orgasmo que eclipsaría al sol
y él le daría lo que ella quería.
―Finalmente ―dijo, acomodándose entre sus piernas. Dejó que sus
labios rozaran la parte interna del muslo y la vio temblar, Aiden arrastró
esas bragas finas como el aire hasta sus muslos y las dejó ahí. La barrera
final le impedía simplemente hundirse contra su coño mojado, quería
torturarla de la forma en que ella lo había hecho con él.
Tomó dos dedos y los trazó a través de los suaves pliegues húmedos.
Frankie gritó y él casi se corrió sobre las sábanas que tocaban su polla.
La folló con los dedos y cuando ella comenzó a mover las caderas hacia
arriba, él se inclinó y deslizó su lengua por su abertura.
―¡Aiden!
―Tómame, Aiden.
―¿Eres mía? ―No sabía por qué se lo preguntaba, él no era posesivo con
las mujeres, pero quería que Frankie lo dijera, que dijera esas palabras y
entonces sabría que habría ganado.
Era suficiente para él, por ahora. Le abrió los muslos y la agarró por las
caderas y tuvo la satisfacción de escuchar su voz quebrada por su nombre
cuando la empujó. Estaba tan jodidamente apretada, incluso después del
calentamiento que le había dado, se enterró hasta la empuñadura,
inmovilizándola contra la cama con las caderas.
Algo se rompió, algo que no entendió se disparó como si fuera un
hombre hace un segundo y ahora uno nuevo.
Pero ahora no estaba tan vacío, estaban conectados, ellos eran uno.
Aiden podía sentir las réplicas de su orgasmo temblando alrededor de su
polla, podía leer sus pensamientos si se esforzaba lo suficiente.
Ella levantó las manos y le acarició los hombros y los brazos, era un
toque suave y relajante, se sentía como si algo se hubiera roto dentro de
él y ahora entraba luz por las rendijas.
La explosión.
Su estómago se tensó.
―No. Creo que es solo por la boda y estaba estresada y esos fueron los
dos orgasmos más poderosos de toda mi vida, y ahora estoy parloteando
y avergonzada y maldita sea, Aiden. ¿Qué fue eso?
―¿Estás segura de que estás bien? ¿No crucé una línea o algo así?
―No me metiste la polla por el trasero sin preguntar primero, así que
creo que estamos bien. ¿Podemos simplemente fingir que esta parte nunca
sucedió?
―¿Que parte?
Se rió y se le escapó otra lágrima.
―Ay, Dios mío. Tal vez no seas tan malo después de todo, Kilbourn.
Apretó los zapatos contra el pecho, hizo una bola con los restos de su
vestido y salió por la puerta.
―Sí, pero tú también estabas así con el virus estomacal del 2005.
Su cuello no era el único lugar donde los tenía, pero no estaba dispuesta
a mencionar la parte interna de sus muslos en este momento.
―Está bien, estuvo bien, fue realmente bueno. ―Tan jodidamente bueno
que todas las experiencias sexuales de ahora en adelante iban a palidecer
en comparación a esta. Ese fue un pensamiento alegre.
―Y la frase clave es 'una única vez'. No somos del tipo del otro, no
importa lo bien que seamos juntos en la cama.
Este era el problema de tener una mejor amiga que sabía todo sobre ti.
Creaba escalas de sexo basadas en tus peores y mejores experiencias.
Jimmy había sido su primero y dulcemente torpe y Tanner fue una
conexión aleatoria en una fiesta de Nochevieja hace diez meses que le
había dado a Frankie su primer orgasmo múltiple.
―Tanner más tres ―murmuró Frankie en voz baja. Trazó la línea del
cemento con el dedo, negándose a mirar a Pru a los ojos.
―Tanner más ¿qué? ―Pru demandó. Su voz posterior al vómito
resonaba en el mármol.
―Tres.
Vio a Pru borracha hacer los cálculos muy lentamente con los dedos.
―¿Es eso físicamente posible? ―Pru chilló―. Espera, espera. ―Se inclinó
sobre la taza del inodoro y volvió a vomitar. Volvió a levantarse, alegre
como la presentadora de un programa de televisión matutino que no
acababa de arrojar una jarra de champán―. ¿Cinco orgasmos en una
noche?
O algo que todos los tipos ridículamente ricos podrían hacer. ¿Podría el
dinero comprar destreza sexual? No es de extrañar que las mujeres
siempre los persiguieran.
―Estoy. Tan. Feliz. Por. Ti. ―Pru apuñaló el aire con el dedo para
enfatizar cada palabra.
―Una vez más, fue cosa de una sola vez ―señaló Frankie―. Pero
hablemos de lo feliz que estoy por usted, señora Stockton-Randolph.
―¿Qué tipo de anillo crees que te dará Aiden? ―Pru preguntó, cerrando
un ojo. Se deslizó hacia abajo para tumbarse en el suelo de mármol, con el
vestido pomposo a su alrededor.
―Detalles, detalles.
Todo lo enojó.
―¿Qué diablos estás haciendo en mi apartamento? ―Se paró ahí, con las
manos en las caderas, vistiendo leggins y un suéter grueso que le caía
sobre un hombro. Tenía el pelo recogido en una espesa cola.
―Creo que una vez fue más que suficiente ―espetó ella, con los ojos
brillando.
―¿Estás sugiriendo que te tengo miedo? ―La voz de Frankie era baja.
―Estoy sugiriendo que lo que compartimos fue una novedad para mí,
esa... conexión, no quiero simplemente alejarme y no creo que tú quieras
hacerlo. ―Si ella quería que fuera honesto y real, entonces eso es lo que él
le daría. Aiden solo esperaba que el precio no fuera demasiado alto.
―Debo señalar que tú también estás soltera. ¿Es porque siempre has
perdido el interés? ―Él dejó que sus dedos recorrieran la parte posterior
de su cuello, jugando con los rizos ahí.
Aiden le pasó las manos por los hombros tensos y la giró lentamente en
sus brazos, masajeando sus tensos músculos. Ella se hundió contra él.
―¡Guau! ¿Interrumpo?
―¡Eres un idiota!
Aiden tuvo que agarrar a Frankie por la cintura cuando ella se abalanzó
sobre él. La levantó y la hizo girar mientras Gio se reía.
―Soy Gio ―dijo el hombre, extendiendo una mano fuera del alcance de
Frankie―. El hermano de este demonio.
―Aiden ―dijo.
―¿Mary Lou está soltera otra vez? ―Frankie dijo, cesando en sus
intentos de matar a su hermano.
―Hecho. ―Se inclinó y le rozó la mejilla con los labios―. ¿Ves lo fácil
que es esto? Me dices lo que quieres y yo te lo doy.
―¿Hablas en serio?
―Bien ―dijo Gio con buen humor―. Odiaría tener que golpearte con el
estómago lleno.
Frankie tomó su cerveza y vio hasta que Gio tomó otro bocado de su
sándwich.
―Sólo estaba...
―Me cuesta creer que no haya nada más. ¿Qué opinas de los cachorros
y el pastel de manzana?
El mesero regresó con sus copas. Era un lugar BYOB8, por lo que Aiden
había asaltado su colección y se había decidido por una botella de
cabernet decente. Hicieron sus pedidos y entregaron los menús.
8
Lugar en el que los clientes pueden llevar su propia botella de alcohol.
―Ajá ―dijo Frankie con aire de suficiencia―. ¿Sabes lo que haré esta
semana?
―¿Examen?
Él asintió.
―Sí, bueno, tal vez la parte comercial para mí, pero no las carnes frías.
Se encogió de hombros.
―¿Qué quieres que haga, ir a las galas como dulce del brazo? Porque
seré honesta. ¿Lo que viste anoche? ¿Pantalones deportivos, UFC y
sándwiches grasientos? Preferiría hacer eso un fin de semana que
pavonearme como una de las amigas de Pru, vestida con lo último de la
moda y 'ser vista'.
―Con este arreglo, Franchesca, no tienes que hacer nada que no quieras
hacer, no estoy interesado en ti como otra Barbie de la Sociedad. Me gusta
como eres.
―Mmm.
―Estoy pensando.
―Sabes cómo hacer que una chica se vuelva loca ―bromeó, tomando
otro sorbo de vino.
Ella asintió.
―Presumido.
Se tensó, preguntándose si esto era una trampa. Otra excusa para que
ella volviera a odiarlo.
Aiden se rió.
―No, pero tiene dos ojos negros y no puede respirar, así que fue
entretenido verlo mientras se humillaba ante nuestro padre.
―O a una chica que baila como una stripper ―dijo Frankie, agitando sus
pestañas hacia él.
―Lo siento por eso, había tenido un día largo y lo último que quería
hacer era pasar la noche en una fiesta con chicas intentando ligarme.
―Y tenías migraña.
―Eso también.
Frankie tropezó.
―¿Y qué crees tú que requiere 'la situación'? Ten en cuenta que tu
respuesta determinará si consigues más allá de la porción de helado de
nuestra noche.
―En ese caso, me gustaría traer de vuelta el tarro y las plumas9.
―Odio el helado.
9
forma de tortura y castigo público que se utilizaba para hacer cumplir la justicia no oficial o la venganza. Se
usó en la Europa feudal y sus colonias y consistía en pintar con alquitrán de madera (a veces caliente) a la persona
mientras y luego le arrojaban plumas o la hacían rodar sobre un montón de plumas para que se pegaran al
alquitrán.
―Tengo condones en el auto.
―Vamos.
Tres cuadras se sentían como millas cuando su clítoris estaba hinchado
por la necesidad y había un hombre sexy sosteniendo su mano que podía
hacer algo muy eficientemente al respecto. Apenas hablaron, la tensión
entre ellos se disparó por segundo.
Se unió a él, quitándose las capas y los zapatos hasta que tuvieron lo
esencial entre ellos.
―No, siempre tengo una caja gigante de condones extra grandes para
mi placer en mi mesa de noche.
―Tengo que empezar por alguna parte ―suspiró, medio riendo, medio
dispuesta a suplicar―. ¿Cómo me quieres, Aiden?
Él gruñó en voz baja y la puso boca abajo, sostuvo su cabeza hacia abajo
agarrando su cabello y deslizó un brazo alrededor de su cintura,
levantando sus caderas para que se pusiera de rodillas.
―Te estoy dando luz verde, lo que quieras está bien esta noche.
―Seguro, lo estaba poniendo a prueba, pero si él no la golpeaba con la
polla en los próximos diez segundos, probablemente iba a morir.
―No podemos permitir eso, ¿verdad? ―Él tomó esos dedos mágicos y
los colocó entre sus piernas.
―Dios, sí. ―El gemido de Frankie fue ahogado cuando arrastró su ropa
interior por sus muslos y luego ella se quedó muda de sorpresa y placer
cuando finalmente introdujo dos dedos en su apretado y húmedo núcleo.
Finalmente, ya no estaba vacía.
Empujó sus caderas hacia atrás contra él, rogando por más. La mano de
Aiden dejó su cabello y se deslizó por su hombro y rodeó su seno donde
colgaba.
―¿Confías en mí?
Solo había un límite de acumulación que una chica podía soportar antes de
explotar.
Frankie gritó contra la almohada con un movimiento de los dedos
particularmente magistral, ella iba a explotar y derribar todo el edificio de
apartamentos.
Ese rápido golpe de dolor fue todo lo que se necesitó para romperla
como una cuerda de guitarra, se soltó y se lanzó al orgasmo. ¿Esto? Esto
era de otro mundo, y Aiden era su nuevo universo.
―¿Cómo?
Eso solo la hizo correrse más fuerte, su polla pulsaba dentro de ella, su
respiración era trabajosa contra su cuello, con su peso encima de ella. Sus
dedos estaban blancos con los nudillos sobre las sábanas incluso cuando
las olas comenzaron a suavizarse.
La folló hasta que terminó y vibró debajo de él y luego se derrumbó
encima de ella.
―Hablando de tu madre...
Frankie asomó la cabeza fuera del baño y observó el daño que causó
una vigorosa noche de hacer el amor mientras se cepillaba los dientes. Sus
mantas estaban amontonadas en el suelo, y en un momento, el pie o el
brazo de alguien había barrido la mesa de noche hasta dejarla limpia.
Parecía que iba a necesitar una lámpara nueva.
Valió la pena.
Aiden le había dado un beso en la frente al salir, a la impía hora de las
cinco.
Ella, por otro lado, había holgazaneado en su cama con sábanas que
olían a él hasta que sonó la alarma dos horas después.
¿El pensamiento de que habría una próxima vez? Ahora sus mejillas
estaban en llamas.
―Chica, los tonos de rosa a los que estás cambiando me están dando
mucha curiosidad.
―¿Cené con... el tipo con el que... mi novio? ―Eso es técnicamente lo
que era. ¿No era así? Era demasiado complicado decir el tipo con el que
estoy saliendo temporalmente y disfrutando desnudos.
―¿El que diste todos los meses durante el año pasado? Creo que lo
tenemos controlado. Escúpelo.
¿Qué podía decir ella que no sonara como si hubiera perdido la maldita
cabeza? Mi novio y yo solo estamos teniendo sexo hasta que él se aburra y siga
adelante, pero es genial porque me prometió un montón de orgasmos y lo que
quiera. No. Eso no serviría.
―Lo siento. A estos viejos oídos les pareció que dijiste Aiden Kilbourn.
Pero eso le dio a Frankie una visión especial de la mente del propietario
de una pequeña empresa. Era solo una de las áreas en las que se centraba
en su trabajo, pero por lo general era más divertido que los tutoriales de
software de contabilidad y escritura de becas. Las personas a las que
prestaba servicio el centro de desarrollo empresarial no podían permitirse
un contable caro y, si pudieran, no confiarían en uno. La pequeña empresa
era tan diferente del nivel corporativo como, bueno, Frankie lo era para
Aiden.
Y todavía jugaba al polo, pero solo con fines benéficos, por supuesto.
Bah.
No estaba dispuesta a inscribirse en una vida que trataba los martes por
la noche como si fuera una fiesta de graduación.
Consultó su reloj, todavía tenía una hora antes de que tuviera que subir
las escaleras para prepararse, tenían una sala de conferencias en el
segundo piso donde organizaban seminarios educativos. Frankie estaba
trabajando en la creación de un conjunto de clases en línea para
propietarios de negocios que estaban demasiado ocupados para tomarse
un tiempo de su día para asistir, pero iba lento con el trabajo de posgrado
y el catering. Solo algunos trabajos más con los que ya se había
comprometido y el saldo de su tarjeta de crédito se habrían saldado.
Luego, solo unos meses más y tendría ese brillante título de la maestría en
la mano.
¿Y entonces?
―La encontraste.
―Un tipo grandote del centro de Kilbourn Holdings, te veo luego ―dijo,
saludando rápidamente antes de salir por la puerta.
―¿Y bien?
Brenda la metió en el abrigo, se sentía lujoso. Ella acarició la tela con las
manos, el abrigo se ajustaba por la cintura y caía hasta la mitad del muslo.
―Estoy mirando para ver si llenó los bolsillos con diamantes sueltos.
Frankie se rió, ella se sentía mareada. ¿Se suponía que debía aceptar
esto como un regalo? ¿Cómo podría ella corresponder en especie?
A.
Santa. Mierda.
Brenda chilló.
Pero ella no lo había pedido. ¿Regalos como este? ¿Un abrigo que cueste
al menos mil dólares y probablemente más? No había forma en el infierno
de que ella pudiera seguirle el ritmo en este lado de su relación.
Ella no le había dado las gracias, y eso la hacía grosera además de pobre,
tenían que hablar de estos asuntos, y de que no se sentía cómoda siendo
la beneficiaria de sus bolsillos profundos, pero por ahora le debía un poco
de gratitud.
―Si tengo que escuchar a mi presumida hermana decirme una vez más
lo inteligente que es Bebé Nicky o que no veía la hora de pasar el día
llevando al pequeño Sebastian al parque, voy a prenderle fuego.
―Okey, le preguntaré.
―Bien, los veremos a los dos el domingo. ―Su madre colgó y Frankie
maldijo a la familia y sus complicaciones.
Llegó cinco minutos antes y en lugar de revisar sus notas una vez más
como debería haberlo hecho, abrió sus mensajes de texto.
¿Cómo recordó que ella tenía un examen? Tan lleno como ella suponía
que estaba su calendario, el hecho de que él estuviera almacenando
pequeños detalles personales sobre ella la deleitaba y la inquietaba.
Frankie: Gracias. Vas a necesitar suerte ahora, has sido convocado para el
almuerzo dominical de los Baranski, puedes decir que no, es ruidoso y los
cuartos son estrechos y gritan mucho, puedo decirles que estás ocupado
comprando un país o algo así.
Aiden: Iba a pasar por tu casa esta noche y sorprenderte, pero Brooklyn.
Frankie: ¿Cuándo fue la última vez que conociste a los padres de una
chica?
Aiden: Conozco a la mayoría de ellos.
Aiden: Sin embargo, siento mucha más presión por haber oído hablar de
tu madre. ¿Cuál es la mejor manera de conquistarla? Pregunto para un
amigo.
Ella se sentía como una maldita adolescente hablando por teléfono con
su enamorado.
Frankie se rió.
―Estuvo bien.
―Oh, espera, amigo. ¿Por qué no dejas de hacer cosas que requieren
que te griten? ―Rachel era la pareja de su hermano en todo... incluido el
volumen.
―Ambos dejen de gritar para que pueda escuchar a Drew. ―El padre
de Frankie era un hombre bajo y fornido cuyo lugar favorito para estar
era su sillón reclinable con el volumen de la televisión subido. Él grababa
en DVR El Precio es Correcto durante toda la semana y lo veía todos los
domingos―. Por el amor de Dios, ¿dos dólares? ¿Qué pasa, señora, usted
nunca hace sus propias compras? ―preguntó con disgusto.
El auto que se detuvo valía más que la casa en la que estaban. Tenía que
ser él. Su teléfono sonó y Frankie se lanzó a por él.
―¿Es él? ―May estaba clamando sobre el sofá para tener una mejor
vista. La mujer asistía a clases de gimnasia acuática tres veces a la semana
en el YMCA y estaba en mejor forma física que la mayoría de las demás
juntas.
Ella resopló.
―Bien, pero sin lengua. Sabes que se me caen los pantalones cuando
haces eso.
―Oh, genial. Todos están al acecho como buitres. Todos, este es Aiden.
Aiden, estos son todos.
Su padre gruñó y miró por encima del hombro al rostro de Drew Carey,
su versión de un placer conocerte.
―Oye, es bueno verte de nuevo, Aide ―dijo Gio, tirando de Aiden para
uno de esos abrazos de amigos con un solo brazo.
―¿De nuevo? ―Fiel a su estilo, May se aferró a esa declaración con una
garra―. Ya se conocieron.
10
cantante y actor estadounidense, vocalista del grupo The Four Seasons, uno de los más destacados grupos
musicales de la década de 1960.
―Sí. ―Gio se encogió de hombros―. Estuvo en el apartamento de
Frankie la semana pasada.
Aiden los miró con lo que Frankie esperaba que fuera diversión. A su
madre le faltaban unas cuantas cartas para completar la baraja.
―Está todo en la carne. Tienes buen gusto para los sándwiches. Me caes
bien. ―Inmediatamente volvió su atención a la televisión.
Frankie puso los ojos en blanco.
―¿Cómo lo sabes?
―Llámame mamá.
―Tan pronto como haya un anillo en tu dedo, lo haré ―desafió May con
una obstinación que claramente se había transmitido a su hija.
Cuando ella resopló junto a él, Aiden llevó su mano a la base del cuello
de Frankie y apretó.
Para él, una empresa era una empresa sin importar cuántos empleados
o edificios de oficinas tuviera. El padre de Frankie quería ser su propio
jefe y brindar un servicio a la comunidad. Aiden podía apreciarlo y
respetarlo.
Marco silbó.
Aiden sintió el latido sordo del dolor de cabeza que Frankie le había
prometido comenzar en la base de su cráneo. Aquí viene, pensó. No había
una madre en el mundo cuyos ojos no se iluminaran ante la idea de que
su hija consiguiera un Kilbourn.
―Uh, a mamá le gusta pensar que la cocina está insonorizada ―dijo Gio.
―¡Es de otro mundo! ¡No puedes esperar ser una socia igualitaria en esa
relación! ―May gritó.
―¡Mamá! ¿Crees que hay algún hombre en el planeta al que dejaría que
me tratara como menos? ―Frankie demandó.
Aiden trató de recordar la última vez que alguien lo invitó a algún lugar
que no estuviera relacionado con los negocios. No se le ocurrió nada.
―Tú eres la que actúa como una loca frente a un chico realmente
agradable que me gusta mucho.
―¡No estoy actuando como una loca! ¡Me aseguro de que mi hija no se
enrede con gente que corre demasiado rápido! ¿Y si quiere que vayas a
Mónaco o Saint Barths? ¿Y si te engancha a las drogas? Todas las
celebridades necesitan rehabilitación, ya sabes.
―¡Mamá! De todo lo que has hablado desde que tenía veintidós años era
de que me casara.
―Me refería a un buen tipo de Brooklyn que podría ofrecerte una
familia y una linda casa en un radio de tres cuadras de nuestra casa. No
un multimillonario que te trataría como un trofeo.
―¿Pensé que habías dicho que no te ibas a casar con él? ―May exigió.
―¡Sabes cómo opero! ¡Dices que no, y eso es lo que quiero hacer!
―Para mí también.
Pero cesaron los gritos y, tras unos cuantos murmullos desde el fondo
del pasillo, reaparecieron Frankie, Rachel y May. Frankie y May habían
llenado sus copas de vino.
―¡Modales!
Ella se rió.
―Escuchaste eso, ¿eh? ―Se acurrucó en el sofá, metiendo los pies debajo
de ella.
Ella se complació y pasó los dedos de una mano por su espeso cabello.
―Por supuesto que sí ―dijo él, inclinando la cabeza hacia un lado para
estudiarla―. Si son importantes para ti, son importantes para mí.
―Sólo una o dos veces ―dijo Aiden, inclinándose hacia ella―. Oye,
¿sabes lo que escuché que hacen algunas personas los domingos por la
tarde?
―Las siestas de los domingos por la tarde son las mejores y si los ricos
no pueden tomarlas, no quiero ser rica nunca.
―¿Lo haces?
―Automedicación.
―En algún museo, es una recepción para una organización sin fines de
lucro. Mi mamá pertenece a la junta.
―No creo que sea una buena idea, Aiden. Es mejor si mantenemos
nuestra relación... en privado.
Todo era temporal y ella no quería que ninguno de los dos lo olvidara.
Conocer a su familia fue una cosa, volvió loca a su madre, misión
cumplida, pero si ella conocía a la familia de Aiden, estarían haciendo una
declaración, y ella no era realmente una mujer para una declaración.
―¿Lo prometes?
Se despertó lentamente por etapas con una suave caricia, ella supo sin
abrir los ojos que eran las manos de Aiden en su cabello.
―No puedo recordar la última vez que tomé una siesta ―murmuró
Aiden.
―No tenía idea de cuánto ―dijo, moviendo los labios contra su oreja.
Ella se movió hacia atrás contra él y sintió la recompensa de su
excepcional erección.
―Pero tal vez haya algo que pueda hacer para compensarlo ―dijo
rodando para mirarlo y extendiendo su mano entre ellos para ahuecar su
erección.
Aiden se metió las manos enguantadas en los bolsillos y observó cómo
la multitud se abría paso hacia el Madison Square Garden. Todavía no
había señales de los hermanos Baranski, y tuvo un breve e inquietante
destello de preocupación, preguntándose si realmente no estaban
hablando en serio sobre la invitación.
Frankie se sorprendió cuando le dijo que no podía reunirse con ella esta
noche porque saldría con sus hermanos, era bueno tener a una mujer
alerta, y últimamente había sentido que Franchesca tenía todo el poder en
su relación. Rechazarla esta noche le hizo sentir como si hubiera dado un
paso para restaurar el equilibrio de poder.
―¡Hey, Kilbourn!
―Me gustaría que le dijeras eso ―dijo Aiden antes de pensarlo mejor.
―¿Te está haciendo pasar un mal rato? ―Gio preguntó con simpatía.
―No puedo decir si ella quiere estar en esta relación, o si solo está
esperando que termine.
―No, hombre.
Aiden sonrió.
Era una dinámica atractiva, pensó. Había pasado su vida con una
familia que gobernaba las decisiones, amigos en los que rara vez podía
confiar y cientos de conocidos que lo venderían en un abrir y cerrar de
ojos. No se parecía en nada al vínculo que compartían Gio y Marco.
―En primer lugar, no seas fácil de convencer, no le des todo lo que pide.
Como cuando te llame esta noche y te sugiera que vayas, dile que no
puedes y no le des una excusa.
―¿Con los asientos que nos podrías conseguir para los Jets? No,
hombre, no te llevaríamos por mal camino. Demonios, esperamos que se
cases y tengan ocho bebés.
Marco asintió.
―Sí, es una chica inteligente, habla con ella como si fuera una.
―Bien, porque odiaría tener que darte una paliza después de los
asientos en la cancha ―intervino Marco―. Quiero decir, todavía lo haría,
pero probablemente estaría tirando un poco flojos mis golpes.
Él sonrió.
―Buen chico.
Quería odiar la forma en que los elogios que ella le daba lo ponían duro,
lo hacían querer verla, tocarla y saborearla.
¡Mantente fuerte!
―No lo creo, pero eres más que bienvenida a venir a la ciudad ―ofreció.
Pensando en ella en su dormitorio, su cabello oscuro extendido sobre
sábanas blancas y las luces de la ciudad brillando a través de las ventanas.
Aiden quería que ella dijera que sí, lo quería más que nada.
Ropa cómoda.
Había sido otro día duro en el trabajo, la junta finalmente se decidió por
un candidato a director financiero que todos pudieran soportar, todos
excepto Elliot. Él había salido furioso de la reunión como un niño con una
rabieta, su padre ignoró la demostración de mal genio y pasó al siguiente
punto de la agenda.
Por mucho dinero que ganaba en Kilbourn Holdings, por mucho valor
que agregaba, su padre todavía pensaba en él como un niño al que guiar.
Pero la inquietud que se había instalado en sus entrañas tenía menos
que ver con el trabajo y más con Franchesca, ella se contenía con él en
todas partes menos en la cama, le irritaba extender invitaciones solo para
ser rechazado constantemente, ella actuaba como si no podría importarle
menos su vida. Sin embargo, cuando estaban juntos sabía que ella sentía
ese tirón magnético que los tenía orbitando uno alrededor del otro. Había
una conexión y aunque ella parecía interesada en explorar esa conexión
cuando él estaba empujando su polla dentro de ella, no era suficiente para
Aiden.
Y eso lo inquietaba.
Se pasó una mano por la cara y se acercó al piano que no sabía tocar, no
se sentía seguro compartiendo cosas con ella, no cuando claramente ella
había marcado esto como una calle de un solo sentido, pero no podía dejar
de ofrecerle pedazos de sí mismo. Sacrificios a una diosa cruel, reflexionó.
Solo que ella no era cruel, no era desinteresada. Era... cuidadosa, y tal
vez tenía la idea correcta al permanecer desconfiada.
Ferris Kilbourn entró con las manos en los bolsillos en una postura
engañosamente casual. Ferris y su esposa, la madre de Elliot, vivían a dos
cuadras en un impresionante ático de dos pisos, pero a pesar de la
proximidad, rara vez hacían visitas sociales.
―Pensé que sería bueno hablar fuera de la oficina ―le dijo Ferris,
examinando el espacio como si fuera un invitado aburrido en un museo.
―Por supuesto.
―Puede que sea una crisis de la mediana edad, pero hijo, esto es lo más
divertido que he hecho en mi vida, creo que es hora de que lo haga un
poco.
―Estoy lo más lejos posible de tener una familia ―le dijo a su padre.
Aiden enarcó una ceja. Su padre siempre estaba al tanto de los negocios
o de la familia.
―¿Y?
Aiden se erizó.
Aiden negó con la cabeza con incredulidad. No, Frankie no era una
mujer que se quedara quieta entre bastidores, ella pertenecía al centro del
escenario.
―Te estoy pidiendo que me des esto, Aiden. ―Ferris no era un hombre
que perdiera el tiempo en por favor o gracias―. Te estoy pidiendo que
elijas a la familia primero.
Aiden miró fijamente el vaso en la mesa auxiliar, su padre se había ido
a casa para prepararse para algún evento u otro con Jacqueline. Habían
decidido continuar sus apariciones juntos hasta el final del mes antes de
separarse silenciosamente, Jacqueline iría a la casa que ya no era familiar
en Provenza durante unas semanas, Ferris anunciaría su retiro y luego
llevaría a Alice a la casa en Saint Barths y todo se derrumbaría mientras
ellos no estaban.
¿Quizás había otro regalo que sería más beneficioso para ambos? Tomó
el teléfono de su escritorio y marcó.
―Habla Aiden Kilbourn. ¿Qué tan pronto puede hacer una entrega por
mí?
Aiden hizo a un lado el contrato que su equipo de abogados muy bien
pagados había pasado semanas analizando y pasó a los candidatos más
nuevos para director de información en otro holding. Para una empresa
de software, su gestión era lamentablemente anticuada. Envió un correo
electrónico al actual director ejecutivo en el que le decía que le costaba
creer que los únicos candidatos para el puesto fueran hombres blancos
mayores de cincuenta años. Sugirió que reiniciaran la búsqueda con una
cosecha de candidatos más interesantes y enérgicos.
Aiden: Y así es como habría ido esa conversación. Tú: No. Yo: Sí. Tú:
Vete a la mierda, Aiden. Yo: Bien, pero estarás en este nuevo y agradable
tamaño king. Tú: * teniendo varios orgasmos en la cama nueva * Está bien,
podemos quedarnos con la cama.
Aiden: De nada.
Unos segundos después ella le envió otro mensaje de texto, era una
selfie en el colchón nuevo.
Era Frankie.
―Hola ―respondió.
¿Él quería?
Aiden se cubrió los ojos con la mano libre y se empapó del sonido de
su voz.
―Si puedes tener una a los sesenta y cinco, tiene una novia.
―¡Lindo! Por fin tendrás todos los sujetadores deportivos que querías.
―Quizás alguna vez, pero por ahora desearía que estuvieras aquí en
esta gran cama conmigo.
El solo hecho de imaginarla estirada con su cabello revuelto
extendiéndose en todas direcciones, lo conmovió.
―Me estás jodiendo, ese inmaduro es un idiota épico. ¿Por qué tu padre
lo dejaría a quinientos metros de la empresa?
Se volvió para mirar las flores que él le había enviado esta mañana, a
Raúl le gustaba bromear diciendo que si Brenda había convertido la
oficina en un invernadero con sus bonitas plantas por todas partes, el
novio de Frankie lo había convertido en una selva tropical.
Estas eran exóticas y coloridas con picos verdes.
-A.
―Envíame una selfie para que pueda ver primero, no quiero que me
vean en la ciudad con una anciana ―bromeó Frankie.
Siempre una obediente amiga, Pru le envió una selfie con los ojos bizcos
y la nariz arrugada.
―Sí, señora.
El anfitrión llevó a Frankie a través del restaurante con sus paredes de
bambú y candelabros artísticos hasta el área del bar donde Pru esperaba.
Su amiga estaba vestida con pantalones que se amoldaban a ella como una
segunda piel y un leotardo de cuello alto de cachemira, unas botas grises
holgadas asomaban por debajo de los puños anchos de sus pantalones
azul marino.
―Yo diría que salir con Aiden te sienta bien ―dijo Pru, mirando su
abrigo.
La mesera apareció y recitó los especiales del día, Pru pidió la ensalada
de col rizada con pollo al vapor y Frankie pidió una cerveza y un panini
de pavo con patatas fritas.
―¿Por qué me haces esto? Todos mis ricos y mocosos amigos piden jugo
verde y platos de aire ―se lamentó Pru.
―Cómeme. Có-me-meeee...
―¿Y?
Pru parecía haber olido algo raro. Fue su rostro concentrado el que
Frankie reconoció de unos años atrás en semanas de exámenes.
―¿Qué?
11
Revista de espectáculos que sigue la vida y los chismes de las celebridades.
―Así que envíale un mensaje de texto y descúbrelo ―dijo Pru sin
levantar la vista―. Es viernes por la noche, ya estás aquí, puedes quedarte
en casa de Aiden.
―De hecho, nunca he estado ahí ―dijo Frankie, tomando un bocado más
grande de palito de pan, que se alojó en su garganta.
―Disculpa, ¿qué? ¿Has estado saliendo con él durante casi seis semanas
y aún no has visto su casa? ¿Te está llevando a hoteles como una zorra?
―No soy una zorra ―les prometió Frankie―. Ella solo está ejecutando
líneas para una obra. ―Todos volvieron a sus comidas―. ¿Puedes intentar
bajar el volumen, por favor?
―Cuando él va a Brooklyn.
12
Película de terror en la cual un perro amigable es atacado por un murciélago rabioso y el perro se vuelve
loco y asesina gente.
―Tres o cuatro noches a la semana ―dijo. Cinco veces la semana pasada.
―Ya veo ―dijo Pru remilgadamente―. ¿Y a qué tipo de eventos has ido
con él? ¿Alguna recaudación de fondos? ¿Galas? ¿El teatro?
―Frankie, voy a decirte esto con amor porque te amo y quiero que seas
feliz, pero tienes que dejar la rutina de la Reina Perra de Hielo antes de
arruinar algo increíble.
―¿Perdón?
―Es solo una aventura. ―Lo dijo para recordárselo a Pru y a ella misma.
―La Reina Perra de Hielo ―le corrigió Pru con menos vehemencia.
―Tú, eh, no podría ser posible que sepas dónde trabaja, ¿verdad?
―Eres la peor.
Aiden salió de la sala de conferencias sintiéndose vagamente molesto.
No le importaba el viejo dicho Si quieres que algo se haga bien, será mejor que
lo hagas tú mismo. Sin embargo, con la nueva cosecha de nuevos empleados
en recursos humanos y marketing, sintió que sería más rápido hacer su
trabajo por ellos.
―Diviértanse.
―Esperaba que estuvieras libre para cenar con Pru y Chip esta noche.
Ella se rió.
Él ya lo hacía.
Su mirada debe haberle dicho tanto porque ella miró sus zapatos y
luego la bolsa en su mano.
―Le dije a seguridad y recepción que tenías rienda suelta para entrar y
salir cuando quisieras.
―Les pedí que quitaran las cebollas en caso de que tuvieras reuniones
hoy ―dijo Frankie. Volvió a morderse el labio inferior.
No sabía qué había causado este abrupto cambio de actitud, pero estaba
agradecido.
Maldita sea. ¿Por qué tuvo que abrir la boca? Nunca valía la pena
mostrarle a alguien tu vulnerabilidad.
―¿Crees que tu billetera y tu polla son las únicas razones por las que
estaría contigo?
Él sintió que su polla se ponía dura ante sus palabras y sabía que tuvo
que sentirlo alargándose debajo de ella, con la falda levantada alrededor
de sus caderas.
―¿Piensas eso? ―preguntó de nuevo. Esos ojos eran más azules que
verdes aquí bajo las luces de la oficina y destrozaron su alma.
Él se encogió de hombros.
―Mmm, esta noche. Por ahora, esto es solo para ti. ―Frankie centró su
boca en cosas mucho más importantes que las palabras.
―Franchesca ―siseó.
Sin embargo, él no podía cerrar los ojos. Quería esta visión de ella de
rodillas frente a él chupándolo, la quería para siempre.
―No he sido una buena novia, espero mejorar mi puntaje ―confesó ella,
volviéndolo a meter suavemente en su ropa interior―. Eres un buen
hombre, Aiden. Eres inteligente, gracioso y eres increíblemente paciente.
Si te pidiera Cleveland, Ohio, encontrarías la manera de entregármelo,
eres increíblemente generoso y sorprendentemente dulce, y lamento no
haberlo apreciado.
―También tengo algo más que añadir a nuestro trato ―le dijo.
―Jesús ―dejó escapar el aliento―. Esta debió haber sido una gran
mamada ―dijo.
―¿Ves? De eso estoy hablando.
Él la pellizcó.
―¿Y si lo arruinamos?
―No te dejaré.
Ella rió.
―Idiota ―dijo.
―¿Alguna vez has tenido esta conversación con alguien más con quien
saliste? ―ella preguntó.
Él sacudió la cabeza.
―Cuando más conoces, mejor lo haces ―chilló Pru desde debajo de sus
floretes.
―Sí, está bien, entonces esa parte en realidad no sucedió, pero gracias a
ti, Aiden y yo somos... ―Tragó saliva compulsivamente―... pareja.
―¡Oh, Christian! Mi amiga aquí necesita que hagas algo con su cabello.
Un hombre vestido de negro de la cabeza a los pies con la cabeza
rapada, irónicamente, apareció mágicamente detrás de ella.
―¿No crees que estaría hermosa con algunos reflejos? ―sugirió Pru.
―Ese papel aluminio está jugando con tus ondas cerebrales ―respondió
Frankie.
―No le hagas caso, Christian. No suele ser tan hosca. Además, ella es
de Brooklyn ―dijo Pru.
―Trato.
―Uno de los mejores regalos para dar en una relación es algo muy
pequeño que no cuesta nada.
Ella cerró los ojos y dejó que él hiciera sus fechorías, parpadeando ante
los cortes de las tijeras y los tirones del peine, no podía dejar de pensar en
el rostro de Aiden cuando la encontró detrás de su escritorio, él se había
iluminado como Times Square, como si su sola presencia fuera un regalo.
Ella no era una persona cruel e insensible, ni era alguien que aplastaba
a una persona solo porque podía, pero había estado tan decidida a
mantener a Aiden a distancia que lo había rechazado en cada paso del
camino y él se quedó atascado.
Christian se burló.
―Los toques de caramelo son para aficionados, esas son luces bajas
macchiato.
Se veía elegante, arreglada pero aún era ella misma, la electricidad
estática del invierno ya no dominaba su cabeza.
Frankie se volvió hacia un lado para mirar su trasero con el vestido rojo
escarlata que abrazaba sus curvas, descendiendo por los senos y rozando
su cintura y caderas.
―Es febrero, no puedo usar algo sin mangas ―argumentó. Además, este
maldito pedazo de tela costaba poco menos de mil dólares. Aiden había
deslizado una tarjeta de crédito en su mano al salir y le había ordenado
que la usara, pero se sentía... rara. ¿Una mamada y ya tenía una tarjeta de
crédito? Habían pasado demasiado juntos, necesitaba aclararse a sí misma
que no era Vivian de Pretty Woman.
―¿Por qué no están tus senos a la vista del mundo? ―preguntó Frankie,
mirando su propio escote desbordado.
―Soy una mujer casada y copa B, cariño, no hay mucho que mostrar y
estás loca si no compras ese vestido.
―Espero que digas yogurt helado, pero tengo la sensación de que son
zapatos ―suspiró Frankie.
―¡Zapatos!
Su alegría alivió su tensión un poquito y tal vez ella podría darle algo
de tensión a él.
―Aiden está aquí ―dijo Pru, señalando la limusina frente a ellos. Todas
las limusinas le parecían iguales, así que les tomó la palabra.
Frankie vio el flash de una cámara y puso los ojos en blanco. ¿Quién
diablos en su sano juicio acamparía frente a un restaurante en febrero solo
para tomar algunas fotos de la gente?
Frankie sintió una ráfaga de aire frío y se dio cuenta de que se había
olvidado de abrocharse el abrigo, Aiden también se dio cuenta de que el
viento le abrió la cachemira, partiéndola.
Ella juró que vio cómo se lamió los labios, y luego sus manos estuvieron
sobre ella y luego su boca. Su toque encendió cada terminación nerviosa
de su cuerpo como si hubieran estado esperando este momento exacto,
era química, biología, algo conectado en ambos, y Frankie no podía tener
suficiente.
―¿Pensaste en mí?
―Va a ser duro y rápido, Franchesca ―le advirtió―. Una vez que esté
dentro de ti, no me detendré hasta que te corras en mí.
Soltó su pezón con un pop y se movió hacia su otro seno con sus ojos
brillantes y duros en los de ella. Lo vio tomar la punta en su boca y sintió
su lengua acariciarla. Tenía oro fundido fluyendo por sus venas, su
mundo se puso candente y brillante cuando su orgasmo explotó sin
previo aviso.
―Gracias a ti.
Aiden claramente tenía influencia en The Oak Leaf, el anfitrión ni
siquiera parpadeó cuando la limusina se detuvo en el callejón,
simplemente los condujo a través de la cocina, más allá de la barra, hasta
su mesa donde Chip y Pru estaban discutiendo sobre tapas.
Bromeando con él, ella le pasó el zapato por la espinilla y le abrió las
rodillas.
Pru les contó sobre su luna de miel. Cuando los residentes de Upper
West Side se casan en Barbados, no pueden vacacionar ahí, Pru y Chip
habían pasado otros diez días en las Maldivas. Frankie no estaba
exactamente segura de dónde eran las Maldivas, pero las imágenes en el
teléfono de Pru eran impresionantes.
Pru casi arrastró a Frankie al baño y luego la atacó con un abrazo feroz.
―¿Y la forma en que él te mira? Juro por Dios que me quemó las cejas.
Quiere comerte viva.
―Puede que sea una idiota, pero seguro que tú eres fotogénica ―dijo
Pru, entregándole el teléfono.
―Tu madre y cualquiera que sea alguien en la ciudad ―dijo Pru, sin
simpatía.
―¡Esto acaba de pasar! ¿Cómo es esto incluso una historia con... ―volvió
a desplazarse hacia arriba―... tres actualizaciones desde que se publicó?
―Eres una desconocida exótica del brazo del soltero favorito de todos.
¿Qué esperabas? ―preguntó Pru.
―¿Cómo es que esa perra callejera étnica está saliendo con Aiden
Kilbourn? ―Frankie leyó en voz alta.
Ella estaba cegada por los destellos, pero por lo demás estaba ilesa y en
el segundo Aiden se deslizó detrás de ella, la puerta se cerró aislándolos
de miradas indiscretas.
Él sacudió la cabeza.
―Es lo que mejor hago ―ella bromeó, jugando con los botones de su
camisa.
―¡Oh vamos! ¿El ático? ¿En serio? ¿No puedes al menos fingir ser un
tipo normal?
―No soy fan de recordar la horda de mujeres que trajiste aquí, Aide.
―Suficientes.
―¿Importa?
El beso floreció como una rosa bajo el calor del sol, abriéndose y
buscando más.
―Estoy tan feliz de que estés aquí. ―Lo dijo como una confesión. Una
oscura.
―Me alegro de estar aquí, tal vez pueda encontrar un defecto en ti esta
noche, quizás eres un acaparador o tal vez tengas un gusto horrible para
las pinturas de terciopelo, quizás tengas dieciséis gatos. ―Ella le rodeó el
cuello con los brazos―. Voy a encontrar qué te hace humano, Kilbourn.
Él abrió la puerta.
Ella tomó un marco dorado, era una foto del padre de Aiden detrás de
su escritorio en una oficina, con el horizonte de la ciudad fuera de las
ventanas detrás de él.
―¿Por qué?
Entregándose completamente.
―Oh, no dudo que duermas aquí. ¿Pero pones los pies sobre la mesa de
café? ¿Haces huevos a medianoche en esta estufa de cincuenta
quemadores? ¿Pagas facturas y maldices en la televisión cuando juegan
los Giants?
―No puedo creer que sepas esa palabra ―bromeó. Pero ella estaba
frotando su mejilla contra su palma y él vio los nervios en su hermoso
rostro.
―Me siento fatal. Quiero decir que solo estaba tratando de protegerme,
pero creo que una parte de mí quería hacerte comerte tus palabras acerca
de que todo esto es temporal, quería demostrarte que yo sería importante
para ti.
Él se rió suavemente.
―¿Grandioso?
―Realmente grandioso.
―Sí, pero mi punto es que siento que no encajo. No quiero tener una
pequeña charla con alguien sobre su nuevo caballo de carreras o el Van
Gogh que obtuvieron en una subasta, no quiero comparar carteras o follar
con un establo lleno de mujeres. No quiero festejar como si tuviera 20 años
con la tarjeta American Express negra de mi padre. Quiero ganar.
Era azul marino con mangas de encaje hasta los codos y metros de falda.
Y, por supuesto, de su talla.
Él se rió.
―¡No lo hizo!
―Te juro que lo hizo, luego sonrió a las cámaras durante veinte minutos
y se quejó todo el resto de la noche y se negó a comer.
―Ugh. ¿De qué sirve llevar algo si no puedes sentarte o, peor aún,
comer con él?
Él abrió el estuche.
Se los entregó uno a la vez y ella se los metió en los lóbulos de las orejas.
―Sí, a menos que sea una barra de chocolate o una rebanada de pizza o
cualquier otro artículo de menos de diez dólares.
―Entonces supongo que será mejor que los dos nos acostumbremos a
esta conversación. Además, esas eran algunas referencias alimentarias
específicas. ¿Tengo que darte de comer antes de que nos vayamos?
―Definitivamente.
Él asintió.
Él le dio esa cálida sonrisa que le arrugó los ojos, la que estaba
empezando a pensar que reservaba solo para ella.
Pero nada de eso había preparado a Frankie para el frenesí fuera de The
Lighthouse en Chelsea Piers.
Había una alfombra roja literal bajo sus pies y el brazo de Aiden estaba
envuelto alrededor de su cintura, anclándola al espectáculo de los flashes
de las cámaras y gritando preguntas.
―No sé, a quien sea que Aiden haya elegido para mí.
―Se supone que debes hacer lo que quieras. No voy a tratarte como a
una marioneta y decirte qué decir.
―¿Lista?
―Si, tú también.
―Trato.
―Apariencias.
―Por supuesto.
Frankie ignoró la indirecta, era difícil ofenderse con una mujer que
había sido cambiada por una modelo más joven y moderna.
―Mucho gusto.
Cecily era una mujer deslumbrante de unos sesenta años, su rostro aún
no mostraba signos de intervención con bisturí. Ella era alta, regia y
encantadora.
Si Jacqueline era el aire helado del Ártico, Cecily era una brisa de las
Bahamas.
Sintió que Aiden se ponía rígido junto a ella, pero luego cubrió su risa
con una tos.
―Bien, Finch tiene algo de lo que quiere hablar contigo. ―Le guiñó un
ojo a Aiden mientras navegaba en dirección a la barra, no sabía si pedir
tequila era elegante en un evento tan clasista como este.
―Escucha, soy nueva aquí. ¿Hay alguna manera de que pueda pedir un
trago de tequila y no tener a la mitad de esta multitud chismorreando
sobre mí?
Frankie miró con aprecio y ocultó su sonrisa cuando vio que él estaba
captando la atención de algunas otras damas entre la multitud. Siempre
había alguien lo suficientemente borracho como para meter al personal en
un armario o en un baño antes del final de la noche en eventos como estos.
Ella aceptó el vaso que le entregó con una floritura. Claramente era un
doble y le sonrió y asintió con la cabeza mientras lo dejaba con sus nuevas
admiradoras.
El evento se sentía como la boda de alguien, había blanco, cristal y plata
esterlina por todas partes. Un país de las maravillas de invierno, creía que
era el tema, tenían que ser 500 dólares por cabeza, lo que la hizo
preguntarse exactamente cuántas personas aquí se habrían sentido más
felices de gastar 250 dólares solo por el privilegio de quedarse en casa.
Pero supuso que ser vista apoyando una causa digna era parte de la
responsabilidad de la riqueza. Aiden y Pies Veloces seguían charlando
cerca de la escultura de hielo en el buffet de canapés.
―Sí, lo es.
Elliot se rió.
―Eres refrescante.
Frankie miró con tristeza sus dos dedos de tequila asentados detrás de
la barra.
―Por supuesto.
―Por supuesto, por supuesto. Lo que quiero decir es que no quiero que
te lo tomes como algo personal que yo crea que no encajas del todo en
nuestro mundo. De hecho, me sorprendería mucho que no estuvieras de
acuerdo conmigo. ―No había malicia detrás de sus palabras.
Manipulación sí, pero ningún deseo real de hacer daño.
Él había dejado caer la bomba de Aiden sabiendo muy bien que su hijo
no habría tenido esa conversación en particular con ella. Pero ella había
recuperado una pieza.
Él suspiró.
Frankie sonrió.
―¿Alguna vez pensó que tal vez Aiden preferiría tener una parte de
usted en lugar de un legado? ―sugirió Frankie―. Tal vez prefiera cenar
con usted que tirar de sus hilos desde un maldito yate porque ahora tiene
que sufrir durante los próximos veinte años de su vida mientras usted
finalmente vive.
―Touché.
Ferris la miró.
―Normalmente ese es el caso, pero eso hace que sea más fácil ganar.
―Quizás tú encajarías.
Ferris se levantó.
―Peor ―dijo Aiden, luchando contra el dolor que florecía detrás de sus
ojos. Worthington Financial, una firma de consultoría contable, no se
había tomado en serio los criterios de búsqueda de su candidato a Director
de Información y le había presentado a los mismos viejos blancos. Lo
había enojado lo suficiente como para que Aiden retirara a un equipo de
la venta en la que estaban metidos hasta el cuello para poder analizar la
estructura corporativa.
―Me reuniré con él para tomar algo para celebrar otra semana en que
su madre no se mudará con nosotros. ―Oscar sacó su abrigo del perchero
y se lo puso―. No trabajes demasiado tarde ―le recordó a Aiden―. Estoy
seguro de que hay una chica de Brooklyn esperándote en alguna parte.
―Eres un francés malo, ¿lo sabes? ―Aiden dijo, con una débil sonrisa.
Por dentro, tenía todo menos frío. Estos hombres habían creado un
ambiente de trabajo tan hostil que era una maravilla que quedaran
empleados.
―Mira quién dejó de evitar mis llamadas. ―Desde que su padre había
tomado la decisión de renunciar, Aiden había estado tratando de
programar una reunión con Elliot. Y, hasta esta noche, su medio hermano
lo había estado evitando.
―¿Quieres más trabajo de mí? Entonces quiero una oficina más grande
y un asistente, quiero tener voz y voto en las operaciones.
―Será mejor que lo pienses mucho antes de hacer algo irreversible. Los
Kilbourn tienen la mayoría, si vendes tu porcentaje, ese ya no sería el caso.
Pondrías en riesgo a la empresa.
―Si deseas seguir recibiendo un cheque de pago, tendrás que hacer algo
para ganártelo. No me importa si eso significa que estés haciendo café en
la sala de descanso o si estás vaciando botes de basura en la sala de
conferencias. Contribuirás o no tendrás un lugar aquí.
―Te has estado muriendo por deshacerte de mí desde que nací ―se
quejó Elliot―. Ahora es tu oportunidad.
―No todo y el resto nunca fue suficiente. Así que vas a comprar mi
parte, o iré con esa linda amiguita tuya y le diré exactamente por qué tu
amigo Chip le rompió el corazón a su mejor amiga hace tantos años.
―¿Qué te hace pensar que yo tuve algo que ver con eso?
Elliot se burló.
―Vamos a Brooklyn.
Aiden cerró los ojos en el auto y dejó que la oscuridad y la tranquilidad
lo relajaran. Para cuando llegó a los escalones de la entrada de Frankie,
eran las diez y solo quería acostarse en esa gran cama, rodearla con los
brazos y dormir.
―¿Has probado con flores? ―sugirió a través del crepitar del altavoz.
―Cruzaré los dedos por ti. ―Ella lo hizo entrar y Aiden subió los tres
tramos de escaleras rezando para que su cabeza no cayera de sus
hombros. Se sentaría en el pasillo y la esperaría, debería haberle enviado
un mensaje de texto, pero parte de él quería ponerla a prueba. ¿Estaría
feliz de verlo? ¿Molesta? Necesitaba saberlo antes de ir más lejos, podía
sentirse atraído hacia ella y necesitaba saber exactamente hasta dónde se
sentía cómoda yendo, antes de poder dar más piezas de sí mismo.
―Oh, eres tú. Pensé que era el señor McMitchem al final del pasillo
robando mi periódico ―dijo la señora Chu, mirando hacia abajo para
asegurarse de que su periódico señuelo todavía estaba ahí.
Pero sería más cómodo que sentarse en el pasillo, así que abrió la
puerta, devolvió la llave y entró.
Con una ridícula gratitud, notó que ella le había lavado un par de
sudaderas y una camiseta. Se quitó el traje, pensó en asaltar sus gabinetes,
pero decidió que su dolor de cabeza estaría mejor descansando en lugar
de comiendo. Se acostó en el sofá y trató de poner su cerebro a trabajar en
el problema que tenía entre manos. Sabía qué pasaría si Frankie supiera
lo que había hecho, en cómo había empujado a Chip a romper con Pruitt
y por los comentarios que había hecho Frankie, la ruptura había sido
devastadora para Pruitt.
Él hizo una mueca de dolor ante la luz y volvió a cerrar los ojos.
―Viendo que mi puerta todavía está intacta, imagino que la señora Chu
te dejó entrar ―dijo Frankie, pasando los dedos por su espeso cabello
oscuro.
Se abrió camino hasta una posición sentada, y ella pudo ver que le dolía.
Él se llevó los dedos a los ojos, pero ella aún podía ver la mueca.
―No tienes que hablar de eso si no quieres. ―Ella llevó su vaso vacío a
la cocina y abrió una lata de Coca Cola.
―Gracias ―murmuró.
―Ven ―dijo, tirando suavemente de su mano―. Vamos.
―A la cama.
―A dormir, Aide. Solo para dormir, prometo no saltar sobre tus huesos
hasta que te sientas mejor.
―Oh.
Era curioso lo similares que podían ser dos personas de lados opuestos
de las vías.
Los ricos estaban recaudando dinero para los manatíes o las tortugas
marinas o algún tipo de vida marina en peligro de extinción en una galería
de arte de Upper West Side. Estaban garabateando cheques con una mano
mientras bebían cócteles exclusivos y tapas de champiñones rellenos con
la otra.
―Hola, Digby. Cressida. Es bueno verlos ―dijo por una vez deseando
estar en un lindo vestido en un programa de recaudación de fondos y no
con una bandeja de bocadillos de tocino.
―Sí. Entonces, ¿qué los trae a ustedes dos por aquí? ―ella preguntó.
Digby sonrió.
La cara de Digby se iluminó y, por una vez, no fue por la luz de fondo
de su teléfono, parecía como si hubiera ganado la lotería.
Frankie no podía esperar a que terminara esa hora y, con ella, esta parte
de su vida para poder asumir su nuevo papel favorito: calentador de cama
de Aiden. Como ya estaba en la ciudad, tenía sentido que se quedara en
su casa esta noche, sobre todo porque mañana era sábado. El plan era
dormir hasta tarde y tomar un brunch el sábado, luego cenar con el padre
de Aiden, su nueva amiga y la madre de Aiden. Como siempre, los
Kilbourn lo mantenían bastante civilizado, aunque no lo suficientemente
civilizado como para invitar a la madrastra/futura ex. La noticia del
divorcio se había filtrado anticipadamente y el chisme era desenfrenado
incluso aquí.
―Por favor, llámame Cecily ―dijo con una sonrisa genuina―. ¿Está
Aiden aquí?
―Esa es una forma muy educada de decir que debe tener cuidado antes
de comenzar a seguir el resto de los pasos de su padre. Me alegro mucho
de que te haya encontrado, parece bastante cautivado por ti.
―Lo mismo. Quiero decir, siento lo mismo.
Estúpida.
―Bueno, disfruten de su charla de chicas ―dijo, casi con los ojos bizcos
de mirarlas con desprecio―. Tengo otra fiesta a la que asistir pronto, así
que debo despedirme. ―Ella se agitó en su satén y perlas.
―Esperemos que la próxima sea un poco más tolerable ―suspiró Cecily.
―Probablemente tuvo algo que ver con que ella estuviera embarazada
de su hijo ―reflexionó Cecily―. Ups. Secreto familiar, simplemente finge
que dije algo realmente zen y dulce en su lugar.
―¡Oh, Cecily! ―Una mujer con un chal burdeos saludó desde su punto
de vista de cerca de una estatua muy desnuda.
Cecily asintió.
―Casi así de mal ―continuó Jacqueline―. Ella era secretaria o algo así
en la firma de diseño de interiores que él contrató para hacer la casa en
los Hamptons. ¿Puedes imaginar? Pobrecita siempre pensó que éramos
amigas, pero eso es lo que haces para ayudar, les das una palmadita en la
cabeza y les dices que están haciendo un buen trabajo y luego cuentas la
plata cuando se van.
―Me encantaría un trozo de lo que sea que tengas. ―La voz era suave
con un coqueteo practicado que inmediatamente hizo que Frankie se
tensara.
―Ve al grano, Lionel ―exigió Frankie con la mínima cortesía que pudo
reunir. Odiaba verse restringida por el profesionalismo requerido en su
puesto actual.
Vete a la mierda. Jódete a ti mismo. Úntate carne molida y camina hacia una
cueva de osos grizzly.
―No, gracias. ―Había suficiente frialdad en sus palabras como para que
Lionel se hubiera congelado.
―¿Me estás hablando así porque soy del servicio o porque tu billetera
dice que puedes?
Él echó la cabeza hacia atrás y se rió.
La última vez que hablaron, ambos estaban ansiosos por pasar una
noche juntos. Aiden tamborileó con los dedos sobre el escritorio, con un
temor creciendo en la boca de su estómago. ¿Realmente Elliot había
cumplido su amenaza? ¿Él había subestimado a su hermano cobarde y
llorón? El hecho de que Elliot necesitaba dinero era obvio. ¿Pero en cuanto
al por qué? Seguía siendo un misterio inquietante.
Él asumió que era una amenaza vacía, Elliot era muchas cosas
indeseables, pero su búsqueda de ser un activo importante para su padre
no era igual a ningún otro objetivo y Aiden contaba con esa situación para
ganar algo de tiempo, necesitaba averiguar cómo darle la noticia a
Franchesca de que él le había causado a sus mejores amigos años de
miseria.
―Perdón por llamar tan tarde ―dijo Cecily, con su voz luminosa―. Pero
sabía que estabas trabajando de todos modos, quería decirte que esta
noche me encontré con Franchesca en un evento, ella estaba trabajando.
Aiden maldijo en voz baja y sintió dolores a parte iguales: uno de alivio
y uno de pavor. Incluso en el trabajo, Frankie no pudo escapar de su
familia y aunque no había sido Elliot contando sus secretos, Jacqueline
podía hacer suficiente daño por sí misma.
Cecily se rió.
―Solo hemos estado saliendo dos meses. ¿Ya estás diseñando las
invitaciones de boda?
No, en todo caso, estaba más fascinado y más enamorado por cada día
que pasaba y alguien en su órbita había molestado a Frankie esta noche.
Su trabajo era protegerla de eso.
―Voy a tomar una copa contigo, una mujer hermosa no debería tener
que beber sola.
Ella negó con la cabeza y levantó la cara. Él le vio los ojos rojos y las
mejillas manchadas de lágrimas y sintió que su cuerpo se ponía en modo
de lucha. Alguien la había lastimado y ellos pagarían.
―Primero, necesitas saber que soy una llorona enojada, es una gran
diferencia con a las lloronas tristes, yo no soy débil.
―Me despidieron.
―Y estás enojada.
Ella asintió.
―Escuché sobre Jacqueline ―él presionó―. ¿Ella hizo esto? ―Su teléfono
volvió a sonar en su bolsillo.
―Franchesca, no quiero que sientas que tienes que ser amable con
alguien que no te trata como te mereces.
Aiden miró la pantalla y luego tomó el teléfono para verlo más de cerca.
―Él hizo que sonara como si ustedes dos fueran Lex Luthor y
Superman.
―Ouch.
―Él insinuó que debería probar su cama en lugar de la tuya. Debo ser
educada y profesional en el trabajo. Necesitaba ese trabajo, necesitaba el
dinero, pero me agarró...
―¿Te tocó? ―La voz de Aiden era peligrosamente tranquila, pero no la
engañó ni por un segundo.
―Me agarró del brazo y me empezó a jalar, dijo que me iba a comprar
un trago y me pagaría el resto de mi turno.
Frankie negó con la cabeza y luego apareció la bandeja. Con una mano,
lo golpeó en la cabeza como si la bandeja fuera un platillo. Aturdido,
Lionel dio un paso atrás y tropezó, cayendo de nalgas.
Ella jadeó con tanta fuerza que él pensó que podría caerse del taburete.
―¡No es gracioso!
―El único Kilbourn por el que debes preocuparte soy yo, y estoy
orgulloso de ti por defenderte, y también te debo una disculpa. Nuestra
relación es la razón por la que estás lidiando con esto y no puedo decirte
cuánto lo siento por eso, pero lo arreglaré.
―Lo escondes bien. Lo siento, primero exploto y luego paso uno o dos
días lamentándome.
―Al igual que sabes que es algo para mí, no soy una niña con un fondo
fiduciario que acude a mamá y papá para que lo rescaten.
―En primer lugar, no me parezco en nada a tus padres.
―¿Tomarías el de Lionel?
―¿Qué?
Frankie dijo una cifra tan insignificante que Aiden tuvo que cerrar los
ojos y tomar aliento.
―Oh, por supuesto, yo golpeo a uno de tus amigos en la cabeza con una
bandeja y lo mojo con champán, y estás totalmente de acuerdo con eso,
pero rechazo tus miles de millones y luego te da migraña ―ella hizo un
puchero.
―¿Estás comiendo?
―¡Oh Dios! Nadie está hablando con los reporteros, ¿verdad? ―Frankie
gimió.
―Solo mentiras brillantes sobre tu bondad, te han apodado Santa
Franchesca.
―Eres un mentiroso.
―Ja. Extraño tu retorcido sentido del humor, pasa alguna vez, ¿de
acuerdo? Y trae a tu chico.
Frankie suspiró.
Ella sabía por qué estaba trabajando tanto esta semana, él estaba
limpiando su desorden y se había tomado el tiempo para asegurarse de
que su familia estuviera preparada. Como lo haría la familia.
¿Cómo era esta su vida? Estaba bajo la lupa sin que ella se preparara
realmente para ello y ahora aparecía en revistas. Su decisión de golpear a
Lionel con una bandeja había sido debatida en un programa de
entrevistas matutino. La atención era opresiva y todo lo que podía hacer
era sentarse y esperar a que la próxima celebridad o el favorito de la
columna de chismes hiciera algo escandaloso antes de que el resto de la
ciudad se olvidara de ella.
―Ven a verme para almorzar ―le exigió Pru.
―No voy a mostrar mi cara en ese distrito hasta que arresten a alguien
famoso por prostitución.
Ella era uno de esos bichos en una pizarra blanca con un alfiler recogido
y conservado por dedos codiciosos.
―Pru...
―Aiden está preocupado por ti, cree que ha arruinado tu vida. Te estoy
dando la oportunidad de demostrarle que tienes una columna más fuerte
que esa.
―¿Enseñan manipulación como un curso de educación general en las
escuelas privadas? ―preguntó Frankie.
―Ugh. Hecho.
―No son para mí ―se rió Frankie―. Los voy a dejar para Aiden y su
administrador en la oficina.
―No puedo esperar para ser tu dama de honor. ―dijo Pru―. Ya tengo
una propuesta de un organizador de fiestas para tu despedida de soltera.
―Estamos saliendo y teniendo sexo, no casándonos ―insistió Frankie.
La idea de una despedida de soltera como la de Pru, con zorras
susurrando sobre lo mucho que se odiaban, con obsequios inútiles y caros
como cucharas de helado de platino, le daba escalofríos.
―Es muy bonito ―dijo ella, jugando con el tul de la falda, que se ceñía
a su cintura antes de desembocar en una falda amplia que le recordaba la
elegancia de los años 50. Se veía deslumbrante, follable y majestuosa.
―¿Te gusta mi cabello? ―ella le preguntó, colocando un alfiler en su
lugar, lo llevaba inmovilizado en una masa rizada que le dejaba el cuello
al descubierto.
Ella era una de las pocas personas en el mundo que podía ser
completamente inmune al aplastamiento de desaprobación orquestado
por los medios de comunicación. Había sobrevivido a la atención sobre el
incidente de Goffman, aunque dudaba que las noticias lo dejaran pasar,
especialmente después de hoy.
Lo que quedaba por ver era cómo se sentiría acerca de lo que él iba a
hacer por ella. Aiden metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó el
cheque.
―No es mi dinero.
―Mierda ―murmuró.
―¿Qué pasa? ―preguntó, cerrando su compacto y metiéndolo en su
bolso―. No te duele la cabeza ahora, ¿verdad?
―No te diré que voy a sostener mis senos así ―dijo, presionando sus
senos juntos―, y dejaré que los folles.
―Tan pronto como esto termine, te follaré tan duro que no podrás
sentarte mañana.
―Si metiera mi mano bajo tus faldas ahora mismo, ¿me estás diciendo
que no te encontraría mojada? ―preguntó.
―Bonita casa ―dijo, ella con la voz tensa. Su abrigo se abrió y Aiden
vislumbró un pezón endurecido debajo del satén de su blusa.
―Así es, bebé. Me vas a rogar que te folle ―prometió―. Voy a montarte
hasta que te quedes sin orgasmos y hasta que no puedas moverte, te voy
a destrozar.
―No había nada seco en eso, Franchesca ―Aiden sonrió con malicia.
―Demonio. ―Ella hizo una cruz con los dedos. ―Aléjate de mí con tu
pene mágico y feromonas.
―Oh, yo me encargo. ¿No tienen todos cosas más importantes que hacer
con su tiempo? Es un vestido hermoso y me gusta, me lo voy a poner más
de una vez, no a tirarlo. Supérenlo. ¿Por qué no me preguntas sobre la
iniciativa de pequeñas empresas que la ciudad está tratando de aprobar o
cómo las tasas de supervivencia de los niños que luchan contra la
leucemia son un cinco por ciento más altas en esta instalación que en
cualquier otra del país? O, al menos, pregúntale a Aiden a quién lleva
puesto.
―Me alegro de que ustedes dos hayan podido entrar ―bromeó Cecily.
Fue la última vez que tuvo en sus manos a Frankie, se la habían llevado
a rastras para presentaciones y vino mientras Aiden hacía sus propias
rondas. Su madre había abierto la biblioteca, el comedor y el gran salón
para el evento. Él trató de permanecer en la misma habitación que
Frankie, pero cuando llegaron Pruitt y Chip, sintió que la perseguía
constantemente de habitación en habitación.
Ella le sonrió desde su silla con esos labios rojos que se curvaban
pecaminosamente.
Era una obsesión, su boca. Escuchar las palabras que gritaría, jadearía
o suplicaría mientras él estaba dentro de ella o viéndola envolver sus
labios alrededor de su polla mientras lo llevaba a su garganta, esa boca
sucia, inteligente y divertida.
No era solo sexo, nunca fue así con Franchesca, a él le encantaba verla,
le encantaban sus llamadas nocturnas para ponerse al día. Le encantaba
saber que la iba a ver y disfrutaba de ese doloroso borde de anticipación.
Él la amaba.
El pensamiento resonó en su cabeza como el repique de una campana.
Resonando como la verdad.
Bajó de la escalera que su madre había colocado al final del gran salón
y se centró en ella. Haciendo caso omiso de los intentos de la gente por
llamar su atención, él la alcanzó y tiró de su silla.
―Aide, más despacio ―dijo sin aliento detrás de él. Redujo la velocidad
de sus pasos para que ella pudiera seguir el ritmo.
―¿O qué? ¿Me castigarás? ―Ella arrastró sus nudillos sobre la cresta de
su polla―. ¿Me follarás? ¿A dónde me arrastraría el orador principal...?
No la dejó terminar la frase. No habría sobrevivido. Aiden mantuvo su
agarre en su brazo y la arrastró por el pasillo.
Ella estaba trotando para seguirle el paso, sus pasos cortos sobre esos
tacones hacían que sus tetas rebotaran contra su confinamiento. Si no
encontraba una habitación vacía en los próximos seis segundos, su
tintorería iba a tener un problema serio con el que lidiar.
Sí, esto era amor y necesidad y todo lo demás. La apoyó contra el sofá
e inclinó la cabeza para alimentarse, primero de un pecho y luego del otro.
Ella lo arañó, deslizando sus manos debajo de su chaqueta, rastrillando
sus uñas sobre la tela de su camisa.
―No tengo condón, Franchesca ―dijo, desabrochándose el cinturón.
Aiden subió las faldas de su vestido hasta que sus dedos encontraron
el satén húmedo.
Frankie asintió sin decir palabra, sus ojos se pusieron vidriosos cuando
Aiden deslizó sus dedos dentro de su delicada tanga. Ya estaba abriendo
las piernas para él, tiró del satén hasta sus rodillas y las dejó caer el resto
del camino y se tomó un momento para acariciar su polla suplicante
mientras Franchesca miraba con avidez cómo su puño se cerraba
alrededor de su eje. Mientras se acariciaba, la humedad se acumuló en la
punta como lágrimas de gratificación tardía.
Necesitaba que ella se corriera. Dejando caer sus faldas, Aiden metió la
mano debajo de ellas y usó su pulgar para presionar pequeños círculos
rápidos en su clítoris.
―Oh, Dios mío, Dios mío, Dios mío ―ella cantó en un susurro suave y
desesperado.
Aiden la agarró por las caderas y se deslizó hasta la mitad de ella. Ella
gimió, y fue a la parte primitiva de su cerebro responsable de follar,
rompiéndolo. No hubo control cuando empujó hacia adentro, ni
delicadeza en la forma en que usó su cuerpo para construirse hasta el
orgasmo. Sintió la tensión en sus bolas cuando se contrajeron contra su
cuerpo y sintió el hormigueo en la base de su columna vertebral.
―Lo que sea. De ahora en adelante, llamo a esta sala la Sala Secreta del
Orgasmo.
―Será mejor que esté ahí, y que nadie nos interrumpa ―dijo Frankie,
apuñalándolo con un dedo.
―¡Sí, señora!
―Si crees que voy a dejar que tires todo lo que esta familia ha construido
por una chica...
―Dijo el tipo que dejó un imperio sobre su hijo y dijo: 'buena suerte
dirigiéndolo. Ah, y trata de convertir a tu medio hermano sociópata en un
adulto contribuyente. Estaré en el Caribe'.
Ferris los miró a ambos con el ceño fruncido y tomó el periódico del
escritorio.
―Será mejor que pienses mucho en las decisiones que estás tomando.
―Estaba hablando con Aiden, pero señaló a Frankie con el papel doblado.
―Bueno, eso fue agradable ―dijo ella secamente después de que Ferris
salió furioso―. ¿Estás bien?
Aiden puso sus manos sobre sus hombros y apretó.
―El aire y el café suenan bien. ―Ella lo vio deslizarse dentro de su largo
abrigo de lana, admirando la vista del traje a medida, la mandíbula fuerte
y los ojos ilegibles―. ¿Y si nos encontramos con tu papá en el ascensor?
Quizás debería hacerlo primero. Gracias por todo el sexo increíble y por ser
un novio realmente genial, inteligente, divertido y protector, Aiden, pero es hora
de seguir adelante...
―¿Franchesca?
Bruto.
―Franchesca ―comenzó.
―¿Para qué?
Ella se sonrojó.
―¿Lo pensaste? ―preguntó, en algún lugar entre asombrado y
divertido.
―No sabía qué era esto, pensé que estabas molesto. Yo... solo cállate.
¿Okey?
―Gracias.
―¿Por qué? No he hecho nada más que crear desastres desde que nos
conocimos.
―Por hacer lo que nadie más en toda mi vida ha tenido las pelotas para
hacer. Te enfrentaste a mi padre.
―Ves, esta es la razón por la que la gente se vuelve idiota. Están aislados
por fondos fiduciarios o torres de vidrio o títulos, y todos los demás están
demasiado asustados para señalar que se ha convertido en un monstruo.
―Pero eres importante para mí, eso te hace importante para él.
―No estás sugiriendo que tu padre haría todo lo que hizo Elliot,
conmigo, ¿verdad?
De todas las personas con las que podía chocar en una acera concurrida,
tenía que ser la que probablemente lo demandaría o trataría de
chantajearlo para que la llevara a la cama.
Aiden apretó los dientes. Ella era un ser humano horrible, pero un ser
humano horrible necesitado.
Le abrió la puerta y, con una mirada por encima del hombro, se deslizó
junto a ella. Ella se acomodó en el asiento, apoyándose contra él.
―Oh, en Fifth y East 59. Por favor. ―Añadió la palabra como si fuera
una ocurrencia tardía. Sonaba extraña en sus labios.
Frankie: Creo que medio esperan que vengas caminando por la puerta
repartiendo bolsas de dinero.
Aiden: Debería pasar con mis bolsas de dinero. Parece que tengo un exceso
ya que mi novia no me deja gastarlo en ella.
―No necesito suerte ―dijo con una sonrisa y luego se puso de puntillas
para presionar un beso en un lado de su boca―. Nos vemos.
Morris se estremeció.
Una vez soltero, siempre soltero. Aiden Kilbourn deja a su novia por una
aventura en el hotel con una mujer de sociedad.
Las fotos. Dios. Las fotos. Aiden con Margeaux Maldita Cara de Culo
en sus brazos en una acera de la ciudad. Sus cabezas estaban inclinadas el
uno hacia el otro con los rostros serios. Parecía... íntimo. Aiden en su
limusina con Margeaux acurrucada contra su costado. Ella haciendo
pucheros por la selfie mientras él miraba su teléfono. Luego, Aiden y
Margeaux saliendo del auto frente a un hotel y Margeaux inclinándose
hacia él, dándole un beso en la boca.
―Él no es el tipo que pensabas que era ―dijo Elliot―. Es egoísta y cruel
y solo se preocupa por sí mismo.
Frankie cerró los labios con fuerza. Iba a vomitar. O gritar. O ambos.
―Aiden es la razón por la que Chip dejó a tu amiga hace tantos años.
―¿Qué estaba haciendo? ―Su teléfono vibró de nuevo y supo sin mirar
que era Aiden.
―¿Por qué tendría que hacer eso? ―Frankie preguntó, su voz apenas un
susurro. ¿Por qué Aiden arruinaría la felicidad de Chip? ¿Por qué pondría
en marcha años de miseria y dolor en Pruitt?
―Vete a casa, Elliot ―dijo Frankie en voz baja. Una tonelada de ladrillos
acababa de sepultarla, y lo que es peor, no los había visto venir. Debería
haberlo sabido.
―No, no lo lamentas.
Había llamado cuatro veces hasta ahora. Pru también llamó, pero ella
no estaba preparada para hablar. Necesitaba ir a algún lugar y su hogar
ya no era una opción.
Él la encontraría ahí.
Hijo de puta.
―Chica, no sé qué está pasando, pero Aide está a unos cinco segundos
de destrozar Brooklyn ladrillo a ladrillo buscándote.
Por primera vez, sintió que las lágrimas le picaban en los ojos.
Gio maldijo.
Ella se volvió hacia él, pero no lo miró a los ojos y el estómago de Aiden
se hundió. La alcanzó, pero el escalofrío que desprendió lo detuvo.
Él asintió.
―Sí. Solo un aventón. ―La alcanzó de nuevo, pero ella se inclinó hacia
delante, tomó un vaso y se lo entregó.
Él cerró los dedos alrededor del frío del cristal y deseó que fuera su piel.
Si pudiera tocarla, todo estaría bien. No podían mentirse el uno al otro
cuando se tocaban.
―Lo siento mucho, no sé por qué Margeaux habría hecho algo así.
Atención o...
―No voy a hacer esto más, Aiden. ―Su voz era tan tranquila, tan plana.
―Franchesca.
―Entonces por qué... ―él se calló. Sabía por qué, solo quería que ella
dijera las palabras que merecía escuchar.
―Tenía miedo de que ella no fuera la adecuada para él, parecía tan
joven, tan inmadura. Fue mi primer amigo de verdad y lo estaba
cuidando. En ese momento, no pensé que ella fuera la compañera
adecuada para él.
―Si ella no era lo suficientemente buena, entonces ¿qué soy yo, Aiden?
Si Pruitt 'Sangre Azul' Stockton no es lo suficientemente buena, ¿por qué
perdiste tanto tiempo en los barrios bajos conmigo?
―Eres todo para mí, Franchesca. Todo lo que no sabía que me estaba
perdiendo, todo sin lo que no puedo vivir ahora. Te amo.
―Elliot quiere que compre su parte para salir de la empresa. Dijo que te
hablaría de Pru y Chip si no cerraba el trato.
―Cualquier cosa.
»No miento cuando digo que te amo. Realmente lo sentí y supe lo que
era en la casa de mi madre. Te miré en la audiencia y fuiste todo lo que vi.
Eres todo lo que quiero ver todos los días por el resto de mi vida. Por
favor, no dejes que esto nos separe, Franchesca.
―No, claro que no. Nunca antes me había enamorado, Franchesca. Así
que discúlpame si no sé cómo procesarlo. Me costó una batalla conseguir
que salieras conmigo, no sabía cómo sería decirte esas palabras y no
escuchar nada más que silencio a cambio. No estaba listo.
―¿Quién dijo que habría silencio, idiota? ―El temperamento y las
lágrimas brillaron en sus ojos―. ¿Quién dijo que eras el único que tenía
esos sentimientos?
―No es suficiente.
Dios, ella lo decía en serio. Nunca la había visto tan seria y tan herida y
él había provocado eso.
―Y una cosa más, Elliot está tratando de arruinarte, Aiden. Ten cuidado
ahí.
Se fue cerrando la puerta detrás de ella con un suave clic, y toda la luz
se apagó de su mundo.
De vuelta en su apartamento, en la cama que habían compartido,
finalmente dejó que las lágrimas salieran. Calientes y saladas, quemaron
caminos por sus mejillas y empaparon la almohada debajo de ella. La
almohada de él. Ella había sabido, ¿no es así? que así era como terminaría.
Había tomado precauciones, pero al final, nada podría haber protegido
su corazón de Aiden.
Él se veía tan roto cuando se fue, sintió el eco de su dolor dentro de ella.
Ambos tenían la culpa, ella por enamorarse de él y él por decepcionarla.
Siempre estaría buscando una forma de ganar, estaba en su sangre.
―Váyanse.
―Váyanse.
Frankie hizo lo último que sus hermanos esperaban que hiciera, ella se
echó a llorar. En todos sus años de adulta, nunca había llorado en su
presencia, ni siquiera aquella vez en que uno de sus primos bufones le
rompió el brazo jugando al fútbol americano en Acción de Gracias.
Él frunció el ceño.
―Estoy confundido.
―Rach me dio una lista muy específica. Iré a buscar las cosas, quédate
aquí y no la dejes mirar por la ventana.
―¿Por qué? ―preguntó Frankie, incorporándose de nuevo.
―Aiden presentó una demanda contra esa chica Mar-goat y todos los
blogs y sitios de noticias que publicaron la historia. La mayoría de ellos
ya publicaron retractaciones.
―Familia.
Aiden: Tengo exactamente todo lo que tenía antes de ti, pero ahora se
siente como si nada.
Y Aiden no le importaba.
―¿Sí?
―Envíalos ―suspiró.
Un segundo después, su puerta se abrió, y Gio y Marco entraron
tranquilamente. Probablemente estaban jugando con calma, así que Oscar
no llamó a seguridad de inmediato.
Gio resopló.
13
Zona para pedir comida para llevar sin bajar del auto.
14
Personaje de ficción dentro del universo Masters of The Universe, era un mago que perdió la piel de su
rostro luchando contra el Rey Randor de Eternia, padre de Adam (He-Man).
El teléfono de Aiden sonó y miró la pantalla.
―No, hombre ―dijo Marco―. Solo haz que parezca que te estás
rindiendo.
―Ha tenido un pie fuera de la puerta toda su relación porque pensó que
terminaría mal. Estaba asustada, y si alguna vez le repites eso, te joderé y
diré que mientes ―dijo Gio, señalándolo con el dedo.
―Ella sólo estaba buscando una excusa ―dijo Aiden a medias para sí
mismo.
―Harás que parezca como que te estás rindiendo ―dijo Marco como si
hubiera una diferencia.
―Si hago esto, ¿creen que hay alguna posibilidad de que me perdone?
―¡Ay! ¡Cabrón!
―Sí, sí quiero.
―No estoy seguro de cómo decirte esto, Frankie ―comenzó Raúl por
tercera vez, aclarándose la garganta. Brenda se sentó a su lado en la mesa
de conferencias para contener las lágrimas con un tercer pañuelo de papel.
Ella sintió que su vida no había sido más que mala suerte en las últimas
semanas.
―No, gracias.
Se sentó en la acera bajo un rayo de sol que se filtraba entre las ramas
de los árboles. ¿Era esto tocar fondo? No tenía trabajo, faltaban seis
semanas para terminar la maestría y tendría que decidir entre el alquiler
y la matrícula. Ah, y hablando de la escuela, este trabajo y sus talleres de
redes sociales habían sido parte de su proyecto de tesis. Entonces, la
graduación esta primavera ya no era una opción.
Y era peor el hecho de que Aiden había dejado de contactarla hacía una
semana como si hubiera desaparecido de la faz del planeta, pero todavía
estaba aquí. Aún estaba trabajando, todavía existía, él sigue viviendo su
vida.
Lo sabía porque no podía evitar abrir esos malditos correos electrónicos
de alerta de Google cada maldita mañana.
―¡Frankie!
Hizo una mueca ante el alegre saludo, no podía ver a Pru ahora mismo.
Era incapaz de fingir siquiera estar feliz de ver a su mejor amiga.
―¿Por qué estás sentada en la acera con una caja de...? Oh...
―Vaya, gracias.
Su amiga asintió.
―¿Qué...?
―Bebé de luna de miel, lo cual fue una sorpresa, pero estamos muy
emocionados.
―Sé que tu vida apesta ahora mismo, pero vas a ser tía y eso vale algo
y quiero que te agarres de esa cosa de tía mientras digo lo siguiente.
―Uh-uh.
Frankie se preparó.
―Mira, Pru. Hay cosas que no sabes. No, no me engañó con la uniceja,
pero había algo más, algo mucho más grande.
―¿Y estás de acuerdo con eso? Te robó dos años de felicidad, Pru. Solo
porque pensó que no eras lo suficientemente buena para su amigo.
―Pensó que yo era inmadura y voluble, y para ser honesta, puede que
él tuviera razón, no es que le dijera eso. Yo acababa de salir de la
universidad y tenía anillos de diamantes en los ojos, no tenía idea de lo
que se trataba realmente el matrimonio, solo quería un anillo brillante y
una gran fiesta. Si no hubiéramos roto y ambos hubiéramos madurado un
poco, no sé si todavía estaríamos juntos y sé que este pequeño bebé bajo
en carbohidratos no estaría creciendo en mí. Soy más fuerte de lo que era
entonces, más feliz, quizás un poquito más madura. Y al final, Aiden solo
estaba cuidando a su amigo, un amigo que tomó la decisión sin coacción,
debo agregar.
Frankie miró hacia la mesa, deseando que las palabras de Pru no fueran
un golpe directo tras otro.
―Estar en una relación con Aiden era muy difícil ―dijo sin convicción.
―Eres la persona más leal que conozco, Frankie. ¿Por qué no puedes
serle leal? ¿Por qué no puedes luchar por él? ¿A quién tiene Aiden de su
lado con quien puede contar? ¿Quién lo apoya? Deberías haber estado
atacando a Margeaux. En cambio, te encerraste y te escondiste.
Vinnie regresó con una pizza humeante y dejó los platos delante de
ellas.
―Disfruten, señoritas.
―Lo amo tanto que me asusta ―admitió, con voz baja y temblorosa. Ella
levantó la mirada―. Lo amo tanto que no puedo respirar porque siento
que me falta una parte.
―Eres tan malditamente terca ―dijo Pru con una pizca de simpatía―.
Arruinarías esto solo por tener la razón.
Cuando las fichas estaban abajo, cuando había una posibilidad real de
retribución kármica, las mujeres se unieron.
Lo tachó con una floritura y miró al segundo paso, ella iba a necesitar
una armadura para este.
Una hora más tarde, estaba en una silla giratoria frente a un espejo con
marco dorado en un salón que no podía pagar. Christian frunció el ceño
ante sus cabellos mientras metía los dedos a través de ellos.
―¡Maquillaje!
―Estaré aquí ―dijo con decisión. Actitud mental positiva. Ella ganaría
o estaría acurrucada en posición fetal siendo devorada por gatos.
―¡Deséenme suerte!
―Estas son todas las acciones sucias que pude desenterrar sobre ti de
los últimos diez años, no sé qué tiene Boris Donaldson contigo, pero estoy
dispuesta a apostar que está en algún lugar de este archivo.
―Has sido un chico muy travieso, usar tu cuenta de gastos para pagar
medicamentos recetados y bailes de striptease. Nota al margen, en
realidad no les gustas a las bailarinas. Luego están estos casos de acuerdos
pegajosos que pagaste. Cualquier otra cosa que no sea un sí es un no,
Elliot. Casi esperaba todo eso de ti, pero lo que incluso me sorprendió fue
que trajeras a un prostituto al apartamento de tu novia de entonces y...
Él golpeó la barra.
15
Securities Exchance Commission, Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos.
―Oh, cariño ―dijo Frankie, apoyándose en la falsa simpatía―. Ella
firmó un acuerdo de confidencialidad, pero tu portero, ama de llaves y
chef personal no lo hicieron.
Él juró.
Frankie suspiró.
―¿Es esto una rabieta? Porque sabes que tengo copias de las copias.
Apoyó los codos en la barra y puso la cara entre las manos. Ella no sintió
la más mínima culpa.
―Me alegra que lo hayas preguntado, es muy simple, quiero que dejes
a Aiden tranquilo, permanentemente. Ya no tienes un chantajista al que
pagar. De nada, por cierto. Entonces, puedes comenzar de nuevo.
Renuncia a la empresa, deja de actuar como un idiota y no mires en
dirección a Aiden, excepto para alguna que otra cena familiar incómoda.
¿Entendido?
―Si hago lo que quieres, ¿qué harás con esto? ―preguntó, señalando el
papel triturado.
―Bien. Ahora, solo hay una cosa más. ―Ella tomó su bebida y se la
arrojó a la cara―. Eso es por cada una de estas mujeres. Sé mejor a partir
de ahora.
―Tu cita de la 1 en punto está aquí ―anunció Oscar, asomando la cabeza
por la puerta de la oficina de Aiden.
―¿Franchesca?
Se la dio a través del escritorio, y cuando sus dedos se rozaron, supo sin
duda alguna que esta mujer nunca dejaría su sistema. Se estaba gestando
una tormenta entre ellos y solo esperaba que cuando estallara, no
estuviera solo.
―Está bien, hay una nueva brecha en los servicios para pequeñas
empresas en Brooklyn. Conozco los barrios, conozco a los dueños de
negocios. Necesitan orientación y tutoría, necesitan educación, préstamos
y becas.
―Yo.
Él asintió.
Él le tapó la boca con la suya, callándola con un beso. Ella luchó durante
medio segundo, decidida a hacer su punto y luego perdió la maldita
cabeza cuando su lengua acarició su boca, y metió los dedos en su cabello,
agarrando los sedosos mechones que tanto había echado de menos.
Inspirándola, le dijo una y otra vez mientras su boca se inclinaba sobre la
de ella lo mucho que lo amaba.
―No estoy seguro de querer esta vista todos los días ―comentó―. Tu
padre acaba de echarse un chapuzón sobre Marco y Gio y salpicó a Rachel.
Frankie resopló.
Frankie se rió.
Aiden negó con la cabeza y se encontró con ella donde estaba, su mano
acarició su pecho y bajó hasta la curva de su cadera. Él rodeó su cuerpo
como si lo estuviera evaluando.
―Es mejor dejar algunas cosas entre hermanos, pero le dije que compré
la parte de Elliot de la empresa.
Los ojos azules de Aiden se llenaron de deseo. Ella era una vista
hermosa, y era toda suya; él se inclinó hacia adelante, llevando su boca a
su pecho más cercano, con sus abdominales ondeando con el movimiento.
Sus caderas empujaron hacia arriba para encontrarse con las de ella,
meciéndose en su interior a un ritmo lento y constante.
―Será mejor que estés conmigo ―él gruñó, y con eso, rodó, atrapándola
entre la falda de su vestido de novia y su cuerpo inflexible.
La penetró con fuerza, sin dejar de cubrirle la boca con la mano, pero
no necesitaban palabras, no cuando sus miradas se sostuvieron, no
cuando sus almas se bloquearon en su lugar y sus cuerpos se hicieron
pedazos. Ella sintió el primer estallido caliente de la liberación de él
cuando apretó su polla mientras su propio clímax florecía como una flor.
Ella sonrió.
―Hagámoslo.
No, no lo era, pensó Frankie con satisfacción mientras hundía los dientes
en la salchicha de 30 centímetros más vendida del Bratwurst Wagon. Ella
había jugado un papel en la remodelación de una manzana entera, algo
que beneficiaría tanto al barrio como a la comunidad empresarial y Aiden
había estado con ella, guiándola y confiando en ella durante todo el
proceso. Lo amaba desesperadamente por eso.
Frankie, todavía tosiendo, decidió que lo mejor para ella era lavar el
bollo de salchicha con más cerveza para calmar sus mariposas. La parte
pública de su gran día estaba llegando a su fin, pero ella tenía una gran
sorpresa cocinando para Aiden y había una buena posibilidad de que él
lo odiara. Respiró para tranquilizarse, él tenía que amarlo. Si ella tenía que
amar el amplio guardarropa que él le había comprado y la
vergonzosamente hermosa reserva de joyas, libros y juguetes de cocina,
él tenía que amar su sorpresa.
Se detuvo en las puertas de vidrio del nuevo y brillante centro de
desarrollo de pequeñas empresas y pasó los dedos por las letras de la
puerta. Todos sus sueños se habían hecho realidad gracias al hombre que
se burló de ella por las salchichas y ella no lo iba a defraudar. No, Aiden
Kilbourn no tendría más remedio que enorgullecerse de su esposa genio
de las pequeñas empresas con una maestría en administración de
empresas.
―¡Ganador!
―¡Ay!
May se giró para asesinar a sus hijos con el ceño fruncido, y Aiden
aprovechó la oportunidad para devolver el saludo con un dedo.
―Gracias, papá ―dijo Frankie―. Creo que vamos a hacer muchas cosas
buenas aquí.
―Tal vez puedas mostrarle a tu madre cómo funciona ese Libro de caras
y Twatter16 ―reflexionó.
Gio resopló.
16
Facebook y Twitter.
Usando al bebé como tapadera, Frankie le sacó el dedo a Gio.
Vio la chispa en sus ojos, supo que él pensaba que ella tenía otras
intenciones.
―Yo lo compré, para nosotros. ―Ella soltó las palabras―. Has estado
diciendo que querías buscar un lugar aquí, cerca del centro de desarrollo
y de mi familia. Es una cochera o lo era antes de que alguien comenzara
las renovaciones, pero se quedaron sin dinero y se detuvieron durante
algunos años. Tu papá cree que tenemos un gran trato...
Miró la vista una vez más y luego volvió a su rostro, Aiden se dirigió
hacia ella.
―Dime lo que estás pensando antes de que muera. ¿Te gusta? ¿Lo
odias? Pensé que podríamos renovarlo juntos. The Greenway está
literalmente en nuestro patio trasero y tenemos los pies cuadrados para
un par de dormitorios y baños en el piso de arriba. El techo es sólido,
podríamos tener una de esas terrazas frescas en la azotea...