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La legitimidad de la autoridad
[Michael Buroway]
¿Por qué se explotan los trabajadores a sí mismos en beneficio de los intereses de la
empresa?, o, lo que es lo mismo, ¿cómo se origina el consentimiento en el lugar de la
producción?
Imposibilidad de distinguir entre las actividades en el taller y los aspectos políticos e
ideológicos de la organización productiva.
Distingue dos formas de organización del trabajo: una despótica (donde la coacción
predomina sobre el consenso) y otra hegemónica (donde cl consentimiento predomina
sobre la coacción), y cuyo denominador común es la obtención y el enmascaramiento de
plusvalía.
Organización hegemónica: Intentos de coordinar los intereses de los trabajadores con el
interés global de la empresa
De Gaudemar
Nuevo espíritu del capitalismo. Bolstanski y Chiapello (Liderazgo, coaching, etc.).
Estudios críticos del management
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para inscribirse voluntariamente en el servicio militar: “no me sentía preparado para mandar, me
faltaba hacerme más duro, cuando pasaba por los pasillos vestido de traje, porque teníamos que
andar de traje, sentía que los obreros hablaban de mí, que no me respetaban”4.
“Con tres firmas que uno tenía en la cartoteca lo despedían a uno, era como una ficha que tiene
los datos de uno, entonces si llegaba atrasado, lo mandaban a firmar la cartoteca, si hacía algún
desorden en la fábrica, si peleaba con un jefe, entonces a la tercera te podían echar y te ibas sin
nada, eso estaba escrito, te lo decían cuando te contrataban, la gente le tenía miedo a eso” .
La cartoteca constituía una real amenaza para los obreros y obreras de la compañía en tanto la
legislación permitía un máximo de hasta 10 despidos por mes, si éstos eran “bien justificados”.
Para ello los jefes de taller enviaban la cartoteca al Departamento de Personal, pero el despido no
siempre se concretaba, pues en muchas de estas ocasiones intercedían los dirigentes sindicales o
los mismos familiares que trabajaban en la fábrica, llegando a algún acuerdo para que se pudiera
ofrecer una “última oportunidad” .
Autoridad no debe lidiar con la imposición del tiempo en algunas secciones. Existe un dispositivo
de coerción maquínica (Círculos y Work Factor):
“yo estaba embrutecido, sacar, sacar, sacar… terminai uno y el otro ya te viene pillando…
te demorai un poquito y se te pasaba el carro… [ ]… era la máquina la que controlaba al
trabajador, no el trabajador a la máquina” (Miguel Matamala, armador de los círculos)
“no se podía siquiera ir al baño, el jefe tenía un ayudante que conocía todas las
operaciones, entonces cuando tú querías ir al baño tenías que avisar para que te
reemplazara el ayudante, porque el círculo no podía parar…” (Pedro Velázquez, obrero de
Calandro)
A partir de la década de los sesenta, y como un intento por erradicar definitivamente las
resistencias obreras frente a la presión del cronómetro, se comenzó a implementar en
CATECU un sistema conocido como “Work Factor”.
Work Factor: Este sistema, creado en 1938 por ingenieros norteamericanos, se basaba en la
codificación de cada uno de los movimientos realizados por el operario en una tarea específica,
asignándoles una cantidad predeterminada de milisegundos de acuerdo a tablas estadísticas de
alta precisión, elaboradas en base a varios años de estudios cronometrados y filmaciones. En el
fondo, el Work Factor ofrecía una mirada al detalle del proceso de trabajo, logrando identificar
cuatro variables que determinaban los tiempos de ejecución de los diferentes micro-movimientos
que se requieren en la industria: el miembro del cuerpo utilizado, la distancia recorrida por éste, el
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control manual requerido y el peso del objeto manipulado. De esta manera, como explica Luis
Peralta:
“si había que trasladar algo, se consideraban tantos milisegundos, si había que tomar el
objeto se consideraba un tiempo mayor, y si se requería cierta precaución entonces la
operación se demoraba un poco más también, entonces veíamos las tablas y calculábamos
la cantidad de pares al día que tenía que producir ese trabajador” .
“yo necesito que cada trabajador sea el primer contador en la fábrica. Necesito que
conozca en cifras todo lo que hay que conocer acerca de su trabajo y quiero que
todos los trabajadores conozcan en números lo que han hecho en una semana. No
es útil que estas cifras sean conocidas solamente por los gerentes o que las vean
solo una vez al año”5
A partir de esos principios, la gerencia se preocupó de que cada operario conociera, además del
plan de producción diario, toda la contabilidad de su sección: el presupuesto con el que se cuenta,
los costos de cada insumo requerido para la fabricación del zapato y las utilidades generadas por
cada unidad de calzado producida al día, quedándose el capataz y su equipo de trabajo con un
porcentaje de las ganancias semanales. Pero el mecanismo no se restringía solo a comprender ese
registro, sino que, además, los talleres debían negociar, comprar y vender entre sí. Si, por ejemplo,
en la sección de cortado se desperdiciaba o malograba alguna pieza de cuero, debían volver a
comprarlo a los encargados de la bodega; y si, por el contrario, lograban extraer más piezas de un
mismo paño, podían venderles más unidades a las secciones de aparado. Toda la industria, por
tanto, operaba como un gran mercado interno, donde cada una de las secciones era un negocio
independiente, produciendo y vendiendo algo que las otras unidades necesitaban para obtener su
ganancia.
Este sistema de autonomía industrial favorecía entonces el cumplimiento de las metas diarias,
garantizando el máximo aprovechamiento de tiempo y materiales. Pero al mismo tiempo, éste
pretendía restituir la implicación subjetiva del obrero en el proceso de producción, visibilizando
los rendimientos del grupo de trabajo en su ámbito particular de influencia, como si cada sección
fuera una pequeña república independiente y como si los propios trabajadores fueran sus
propietarios y administradores. De esta manera, los obreros no solo se limitarían a vender su
fuerza de trabajo, sino que podían negociar directamente el producto de su trabajo al interior de
5
Cekotta, p. 174.
la industria bajo las condiciones establecidas por la gerencia, desdibujando así los antagonismos
que separaban al obrero del capitalista. En ese sentido, si el desarrollo de la gran industria había
traído como consecuencia la diferenciación de los asalariados - separando a los empleados que
planifican el trabajo de aquella gran masa de obreros que deben ejecutarlo - el proyecto de la
“autonomía de los talleres” contribuiría a reducir, al menos en parte, esa brecha; tratando de
desarrollar en los operarios algunos de los atributos propios de los niveles gerenciales y que
facilitarían su promoción al interior de la organización.
Concursos de producción: En ese sentido, una de las acciones adoptadas por la Compañía para
reforzar la ética de trabajo al interior de la fábrica fue la organización de los “concursos de
producción”, instancia donde las secciones debían competir entre sí de acuerdo a siete criterios
predefinidos: eficiencia, calidad, disciplina, orden, limpieza, asistencia y puntualidad. Las
secciones que obtenían los mejores resultados al final de la semana eran premiadas por la
gerencia, ya sea de forma monetaria o con algún otro beneficio. Según el gerente general, estos
concursos permitían “estimular y entusiasmar a todos los empleados y obreros para obtener
mayores niveles de calidad, eficiencia y orden en la producción de calzado, desarrollando y
alentando el espíritu de amistosa rivalidad entre los hombres, departamentos y las secciones de
nuestra compañía”. Se esperaba que mediante este tipo de experiencias la coordinación de los
grupos de trabajo mejorara de manera permanente, motivando al personal hacia el cumplimiento
de las metas de la Compañía y aumentando de manera sostenida la productividad de cada
departamento aun cuando fueran retirados los incentivos originales.
Reuniones con personal clave: Por otra parte, de la mano con la idea de autonomía industrial y los
concursos de producción, la Compañía implementó las llamadas “reuniones con personal clave”,
donde los representantes de la gerencia visitaban alguna sección de la fábrica e intercambiaban
ideas con los integrantes del equipo de trabajo, compartiendo problemáticas, necesidades y
propuestas para mejorar la producción. De acuerdo al boletín distribuido por la empresa, el
objetivo de estas reuniones era “la creación de un ambiente de buena voluntad entre los
miembros de cada taller, con miras a una mayor cooperación mutua, estímulo a la inventiva y
mejora de la calidad de producción de los artículos” 6. Este tipo de iniciativas, por tanto, no solo
estaba orientada a movilizar las identidades seccionales hacia los objetivos de la compañía, sino
también a integrar a los trabajadores en los asuntos técnicos de la producción, buscando superar
las viejas resistencias de la cultura obrera hacia los cambios tecnológicos y transmitir a los
trabajadores una sensación de cercanía con las instancias directivas.
Comité de ideas y sugerencias: En esa misma línea se creó también el “Comité de ideas y
sugerencias”, organismo encargado de estimular la generación de propuestas innovadoras desde
la propia creatividad obrera. El Comité recibía y evaluaba las sugerencias realizadas por los
trabajadores, implementando las que consideraba convenientes y entregando incentivos
monetarios a las mejores ideas del mes, las que luego eran publicadas en el boletín de la empresa.
Así, por ejemplo, Rodolfo Cortez, de la sección 401, fue reconocido por su sugerencia de “cortar
material termoplástico con guillotina”, al igual que José Alfaro, con la idea de “colocar
receptáculos para residuos de planchas vibox”. Gabriel Arenas, por su parte, fue premiado por
presentar la idea de “colocar distintivos a los diferentes departamentos”, mientras que Jorge
Álvarez recibió E° 100 por su propuesta de “colocar cajas para ordenar plantillas en la máquina
biseladora” . En el fondo, lo que inspira la creación de este Comité son las propias convicciones de
Thomas Bata respecto a la necesidad de sacar el máximo potencial de cada trabajador, pues para
él “cualquiera y cada idea de un hombre no tiene valor mientras permanece en su cerebro
únicamente. Se asemeja a un pedazo de roca de donde puede pulirse un diamante si es puesto en
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la esmeriladora. Cada idea humana necesita pulirse y son los cerebros de otros hombres esas
esmeriladoras” .
Las estrategias gestionadas por el Departamento de Comunicaciones, y en especial la publicación
de la Revista “Bata Noticias”, contribuyeron precisamente a ese objetivo: robustecer el vínculo
afectivo con la Compañía, ofreciendo una representación simbólica del espacio fabril que
trascendía el ámbito de experiencia inmediata de los trabajadores y que estaba delimitado por las
distintas secciones y talleres. A través de la revista se trataba entonces de fortalecer el imaginario
de la “familia batina”, construyendo un discurso público en base a las diferentes actividades
sociales llevadas a cabo en los espacios de trabajo, pero también las que tenían lugar en el
entorno local, expresando así la continuidad entre vida y trabajo. En sus páginas se transmitían los
discursos de la gerencia, se publicaban reportajes en los que se mostraba la intimidad de los
talleres, se visibilizaban a los trabajadores y sus familias, así como las diferentes actividades de
sociabilidad y de camaradería organizadas por la empresa, presentando a la fábrica como un
espacio armónico y humanizado.
En la sección de “figuras destacadas,” por ejemplo, se mostraban reportajes sobre algunos
obreros ejemplares, historias de esfuerzo y compromiso, como la de María Salazar, quien a sus 28
años de servicio es reconocida por el “no haber faltado nunca por enfermedad” , recomendándole
a la generación que recién se inicia que “lo más importante para poder surgir es la
responsabilidad y la constancia” . El mismo reconocimiento se otorgó a Juan Acevedo, quien
después de 29 años en la compañía sigue mostrando una “gran responsabilidad y cariño por el
trabajo que ejecuta”, señalando que “la industria ha significado para mí un trabajo seguro que ha
permitido dar a mis hijos un educación adecuada, un hogar confortable y una vida tranquila y
llevadera”.
Otra de las secciones regulares de la revista era la página de “notas sociales”, donde se
publicaban los matrimonios, bautizos, nacimientos y eventos celebrados por el personal, abriendo
a la comunidad batina la intimidad familiar de los trabajadores. La misma función cumplía la
sección de “galería infantil”, donde se exhibían fotografías de los hijos de los obreros y
empleados, lo que contribuía a fortalecer la imagen paternalista de la industria. En el fondo, este
tipo estrategias tendía a representar el espacio fabril como una proyección simbólica del espacio
familiar, tratando de evidenciar un clima de fraternidad e intimidad detrás del estridente ruido de
las maquinarias.
La revista también incluyó mensajes orientados a mitificar la figura de su fundador, Thomas Bata,
presentándolo como un hombre que “en toda su vida sustentó el principio de unidad y
camaradería con la gente trabajadora”7 y que a pesar de su muerte “toda su empresa y cientos de
miles de sus seguidores en todas partes del mundo continúan ese maravilloso ejemplo que el
legó”8. La imagen idealizada del padre fundador contribuía a darle un sentido de trascendencia a la
labor de la industria y fortalecer la cohesión de sus miembros, cruzando incluso las fronteras
nacionales y presentándola bajo la forma de una gran comunidad internacional. De esta manera,
las estrategias de comunicación interna no solo pretendían difundir los logros de la Compañía a
nivel comercial, social y deportivo, sino que también buscaban visibilizar la cotidianidad de los
trabajadores y trabajadoras, reconociéndolos públicamente como elementos relevantes en medio
de la densa capa de jerarquías y mecanismos burocráticos que suelen mediar los vínculos sociales
al interior de una gran corporación internacional como lo era Bata.
En ese sentido, el sistema de autonomía de las secciones, los concursos de producción, los comités
de ideas y sugerencias, las reuniones con el personal y las estrategias de comunicaciones internas
formaban parte de un dispositivo más amplio de disciplinamiento laboral orientado a forjar una
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verdadera “cultura de la productividad” entre los trabajadores batinos, donde aspectos como la
motivación, el sentido de responsabilidad y la autodisciplina del personal pasaban a constituirse en
piezas fundamentales de la organización industrial. Desde ese punto de vista, ningún sistema de
supervisión o control externo podía resultar más eficiente que la vigilancia que ejercían los propios
obreros hacia sus pares o hacia sí mismos. La subordinación, obtenida por la vía del mero
amedrentamiento o la caridad patronal, solo aseguraba una estabilidad transitoria si se
comparaba con el compromiso que tienden desarrollar los individuos cuando trabajan por su
propio convencimiento y cuando sienten que se les concede un margen de participación y
responsabilidad en el funcionamiento de la industria.
Cambio en la correlación de fuerzas: industria tenía que deshacerse de decisiones.
Interpretaciones:
[Bibliografía]
Contexto 1950: