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LA CARACTERIZACIÓN DE LOS GÉNEROS:

CARACTERÍSTICAS CONSTITUTIVAS
DE CADA GÉNERO

4.2.1. LA LÍRICA

1.Introducción. Asuntos previos


La primera constatación que debemos hacer al estudiar los géneros líricos es la gran
diferencia que hay entre poesía, por un lado, y el teatro-novela, por otro.
Si os habéis fijado, al explicar el tema del “lenguaje literario”, la mayor parte de los
ejemplos tenían que ver con la poesía, porque en ella el significante y el significado
experimentan unas modificaciones mayores que en los otros dos géneros. Y no cabe duda,
también, de que la novela y el teatro comparten numerosas características, como veremos
más abajo (la prosa, por lo general, personajes, sucesos…)

Nos servirá también para orientarnos mejor en el amplio campo de los géneros liricos
distinguir un tipo de poesía que podemos denominar “simbólica”, de la que podríamos
llamar “discursiva”. La primera se caracterizaría por basarse en el decir indirecto, cuajado
de figuras retóricas; la segunda, tendería a una forma recta, directa, clara.

Como ocurre también con los otros grandes géneros, el género ha dejado su adjetivo:
lo “poético”, con el sentido de ‘hermoso’, ‘sentimental’, ‘agradable’..., sin que deje de
tener un cierto matiz despectivo.

***). <la facilidad con que en muchos casos se con-funden el Autor y el yo


poético ha llevado a algunos especialistas a proponer la salida de la lírica del ámbito
de la literatura para pasar al de los discursos reales del yo como las confesiones o las
autobiografías> ver el resumen de Lanz

2.Rasgos distintivos de la lírica

1.-La interiorización en el yo
La interiorización en el yo es, sin lugar a dudas, un rasgo muy reconocible de la
poesía.
La poesía permite abordar la subjetividad y profundizar en el yo para analizar sus
sentimientos, sus estados de ánimo, sus ideas.
Aunque en ocasiones sea algo difícil (por la “sinceridad” real o aparente de algunos
poemas), es necesario distinguir entre el Yo del autor y el que, técnicamente, se denomina
«yo poético», que es quien habla en el poema. La poesía moderna (que se aleja de la
“sinceridad” romántica), acentúa esa separación, como puede verse en Keats, Baudelaire,
Eliot, Pessoa...
En relación con el yo, no cabe duda de que la poesía es el género donde mayor
importancia tiene la función expresiva.

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Y lo mismo puede decirse de la importancia del sentimiento, de la emoción, frente al
pensamiento y al discurso racional.
Otro asunto interesante en relación con la introspección en el yo que lleva a cabo la
poesía es que, para hacerlo, en ocasiones tiene que recurrir a lo externo. ES evidente que
para hablar de la melancolía un poeta puede recurrir a utilizar esta palabra u otras de su
campo semántico (tristeza, nostalgia…), pero lo que vemos con mucha frecuencia es que
recurre a nombrar o “pintar” objetos externos que puedan servir para sugerir o transmitir
ese sentimiento, como describir un jardín otoñal, al atardecer.

2.-la finalidad de la lírica


Son varios los objetivos que percibimos en la lírica: mostrar el interior del yo
(confidencia, confesión…), pasar la emoción a palabras y expresar una emoción y solicitar
la participación afectiva del lector.
En cuanto al significante, tiene la finalidad de conseguir musicalidad, de agradar el
oído del lector o del oyente.

3.-La lírica frente al tiempo


Una de las cualidades más representativas de la lírica es lo que podríamos denominar
su estaticidad; frente a la narrativa o al teatro, que tienden a desarrollarse en la línea del
tiempo, la lírica no cuenta sucesos, cosas que pasan con el transcurso del tiempo.
La lírica se caracteriza más por profundizar en un solo aspecto, en la descripción de
un sentimiento o de un lugar, en la enumeración de palabras…
Es por eso por lo que podríamos decir que hay en la lírica una tendencia a excluir el
tiempo. Pensad en que, por ejemplo, en una descripción no transcurre el tiempo: todos los
elementos con que describimos una habitación o un cuerpo están en el mismo momento
temporal (otra cosa es que, al leerla nosotros, pase el tiempo, porque los signos van uno
detrás del otro –recordad la segunda característica del signo lingüístico de Saussure–, pero,
si en vez de describir mediante palabras, lo hiciéramos con una foto, veríamos que todo
está en el mismo instante. Pues esto es lo que suele hacer la poesía. Claro está que hay
poemas “narrativos”, pero la mayoría tienden a ser “descriptivos”, describen sentimientos o
lugares que los sugieren.
Al respecto de lo que venimos diciendo, hay una constatación que hacer clara: la
lírica tiende a la brevedad. Muchas de las obras completas de un poeta ocupan lo mismo
que una sola novela de un narrador. Esta brevedad no es anecdótica, sino sustancial: la
lírica tiende a ser breve y “económica”: a decir lo indispensable y, a ser posible, a decir o
sugerir mucho con pocos elementos de significante.
Por eso los textos poéticos tienden a poseer una alta condensación informativa

4.-El significante en la lírica: la musicalidad


Una de las cualidades más llamativas de la lírica es la condición sensorial del
significante, lo que la aproxima a la música (o al dibujo, si hablamos de los caligramas o de
la poesía visual)
Si comparamos la poesía con el lenguaje habitual (como hemos hecho en la lección
dedicada al signo literario), comprobamos de inmediato la importancia de lo físico por sí
mismo (antes de que sirva para llevar al significado): importan su sonido, su forma gráfica y
los efectos que se puedan obtener con ellos.

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Pensad, al respecto, en la importancia que tienen en los poemas el ritmo y
musicalidad (rima, repeticiones…)
Y, en este sentido, que se haya establecido todo un estudio, como es la métrica, para
hablar las características del significante en los poemas.
Si os sirve el ejemplo, pensad en un poema como si fuera una cajita de música.
Por otro lado, son muchos los poetas que atribuyen al ritmo la capacidad de remover
zonas desconocidas del propio poeta. Lo dijo Edgard A. Poe respecto a su composición The
Raven y lo dice de forma acertada en verso el poeta experimental español Lorenzo Oliván:

Sigue, si puedes, el profundo rastro


del verso que te sume allá en su ritmo.
La escritura es un cauce que no ves,
que, al discurrir, te piensa cómo eres
por detrás de tu propio pensamiento.
(Lorenzo Oliván, Libro de los elementos, 45).

5.- confección hiperestructurada del texto poético


Como vimos en la parte de la lección de La literatura y el lenguaje que dedicamos al
“texto literario”, una de las condiciones más llamativas del texto literario es su alta
estructuración, que se hace mayor y más evidente en los poemas, donde se observa la
posibilidad y la tendencia a que cada elemento del poema pueda entrar o entre en
relación con todos los demás. De esas relaciones, muchas veces imprevistas y muy
subjetivas, se desprende la posibilidad de aparición de nuevos sentidos, demostrando
que el poema es un texto “abierto” a la interpretación que desee darle cada lector.

6.-La poesía es juego con el lenguaje, es la república de las palabras


Los poetas románticos (y muchos otros) convirtieron casi en un tópico literario la
queja por la insuficiencia del lenguaje para transmitir la compleja realidad interior de sus
almas (recordad el poema de Bécquer «Yo sé un himno gigante y extraño»).
Pero la realidad es la contraria: la lengua se le ofrece al poeta en su totalidad para que
la use con absoluta libertad (incluso siendo creativo o incorrecto; algo que a los hablantes
“normales” no se nos permitiría): en la poesía el lenguaje puede “desviarse” de la norma,
incluso incumplirla
El poeta (el buen poeta, claro es) sabe del valor de la palabra más que cualquier
hablante y, obligado por la brevedad y la concisión propias del poema, debe acertar con la
palabra precisa, la adecuada para sus fines.

Cuando estudiamos “el signo literario”, ya vimos cómo se alteraban el significante y


el significado en poesía.
Lo primero que vimos, lo más evidente, es que el significante reclamaba atención
para sí mismo (antes de llevarnos al significado que tenía que transmitir). Es lo que
Jakobson denominó función poética del lenguaje; quizá os venga bien recordar el ejemplo
de la vidriera de una catedral en relación al cristal normal de una ventana. El significante te
está entrando por los oídos (o por los ojos, en los caligramas), como la música, antes de
llevarte al significado.

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Por esta condición musical del significante en poesía, también vimos cómo las
palabras hacían menos tajantes sus límites (o llegaban a perderlos) y/porque pasaban a
integrarse en una línea melódica formada por varias de ellas. Recordad el ejemplo de la
aliteración (que es una repetición de sonidos que, en el fondo, es la base de la música): «un
no sé qué que quedan balbuciendo» no se lee «un / no / sé / qué / que / quedan», sino
«quéqueque», lo que hace que se haya formado un significante nuevo [kekeke] que
transmite al oído el tartamudeo que luego se va a nombrar con el verbo «balbucir».
Y, siguiendo con este ejemplo; si os fijáis, notamos algo llamativo y es que la
relación entre el significante y el significado (que en casi la totalidad de los signos es
convencional –recordad a vuestro amigo Saussure), aquí ya es motivada, analógica, porque
el significante lleva “naturalmente” al significado de tartamudear.

En cuanto al significado, ya vimos también en la lección dedicada al “signo literario”,


cómo se alteraban las condiciones del signo en su uso habitual y el significado tendía a
crecer, a hacerse hipersignificativo.
Además de lo que acabamos de decir, que pueden aparecer significados nuevos,
porque dentro del poema se crean significantes nuevos, la condición fundamental del
significado en poesía es que es connotativo.
Como ya vimos en aquella lección (y voy a repetir aquí aquella materia): tiene la
referencia del signo usual y le suma la propia de la obra en que está (es lo que se denomina
«autorreferencialidad».
Recordad el ejemplo del “clavo” en el poema del mismo nombre de Rosalía de Castro:
“Una vez tuve un clavo / clavado en el corazón / y yo no me acuerdo ya / si era aquel clavo /
de oro, de hierro o de amor.”, donde «clavo» que significa tanto ‘objeto puntiagudo con
cabeza para golpear que sirve para unir dos piezas traspasándolas con él’ (que es lo que
significaría en el diccionario) y que, en el poema de Rosalía, significa, además de parte de
esto, ‘un dolor agudo de amor’)
El significado en poesía une lo conceptual ( lo que aporta el diccionario) a lo
transracional, lo evocativo, lo sentimental (todo aquello que ponemos cada uno de nosotros
en él, en la circunstancia que sea)
La imagen, la metáfora, etc., que son componentes básicos de la poesía, sirven
también para acrecentar el significado, porque, aunque presentan solo un término, animan a
tener en cuenta también el que está ausente en la comparación
También el hecho de ser ficción (la poesía también es/puede ser ficción) también
acrecienta el significado, porque supone dos mundos: el de la realidad y el creado a partir de
ella.
Todo, en suma, lleva a concluir –como decía más arriba– que la poesía tiende a la
hipersignificatividad, a que sus palabras y sus textos signifiquen más que cualesquiera otras
palabras o textos.

3.La metáfora
Vamos a detenernos ahora en la metáfora ya que es uno de los fenómenos más
llamativos de la creatividad semántica que aparece con frecuencia en la poesía.
El término procede del griego «meta phorá», «meta phorein», transportar, que da
lugar al significado de ‘trasladar’

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Los tratados de retórica distinguen entre la metáfora pura o perfecta, “in absentia”,
en la que no aparece el término real (como en el ejemplo de Garcilaso: «antes qu'el tiempo
airado / cubra de nieve la hermosa cumbre») y la metáfora impura o imperfecta, “in praesentia”,
donde aparecen los dos términos, el real y el literario (como en los versos de Octavio Paz: “Lo
encuentro ahora en sueños, / esa borrosa patria de los muertos.”)

definición
«La metáfora designa un objeto mediante otro que tiene con el primero una relación
de semejanza.» (A. Marchese y J. Forradellas, Diccionario de retórica, crítica y
terminología literaria. Barcelona: Ariel, 1986, p. 256)

«Sustitución de una palabra por otra cuyo sentido literal posee cierta semejanza con
el sentido literal de la palabra sustituida.» (B. Mortara Garavelli, Manual de retórica,
Madrid, Cátedra, 1988, p. 181)

características
La metáfora es un tropo, figura semántica de sustitución in verbis singulis que se
fundamenta en una comparación o, mejor, en una interacción porque no es solo una
sustitución sino algo mucho más complejo: hay semejanzas entre los dos términos
pero también diferencias; supone tanto coherencias como incoherencias, y este
aspecto de la incoherencia “lógica”, de atentado contra el sentido común que supone
la metáfora merece ser subrayado porque nos hallamos ante la incoherencia lineal por
excelencia.

En efecto, la metáfora se da «siempre que notamos o creamos para nosotros


mismos coherencias que no forman parte de nuestro modo convencionalizado de
pensar.» (G.Lakoff y M.Johnson, Metáforas de la vida cotidiana, Madrid, Cátedra,
1986, p. 281). Y en la misma línea podemos decir que la metáfora «se presenta como
un desvío contra la lógica y el “sentido común” más que contra el lenguaje (R.
Núñez, La poesía, Madrid, Síntesis, 1992, p. 171, siguiendo a G. Bateson y
M.C.Bateson, El temor de los ángeles. Epistemología de lo sagrado, Barcelona,
Gedisa, 1989, pp. 38-41).

Al producirse esta relación de coherencias e incoherencias, la metáfora obliga a


reestructurar lo que leemos para ajustar el sentido. Como dice Rafael Núñez: «cuando
damos sentido a una cadena anómala, realizamos una operación totalizadora de
reestructuración de nuestra visión y posición en el mundo.» (R. Núñez, La poesía,
Madrid, Síntesis, 1992, p. 171, siguiendo a J. Cohen, El lenguaje de la poesía,
Madrid, Gredos, 1982).

4.Géneros “históricos” y subgéneros

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Todo lo anterior se refería a la lírica como género “teórico”, considerada en abstracto.
Pero sabemos que los poemas realmente escritos se agrupan en géneros “históricos” que, a su
vez, pueden ser divididos cuando se estudian en lo que llamamos “subgéneros” (sin que haya
ningún sentido despectivo en ello, por supuesto).
Así, el género teórico «lírica» se ha plasmado en la realidad en géneros históricos
como la canción (temática amorosa), égloga (el hombre en la naturaleza), elegía (la
pérdida, la muerte), himno (canto solemne, contagioso), oda (canto más personal y
subjetivo que el himno), poema escénico (desarrollado en diálogo), epigrama (breve y
agudo), soneto (caracterizado por su forma tan característica)…
Y, a su vez, alguno de estos “géneros históricos” se puede dividir en “subgéneros”,
como ocurre con la canción, subdividida en canción “popular” / canción “petrarquesca”.
*profundizar en la canción (ver resumen en Lanz, JRJ)

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