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El Estado asumió una clara intervención en la economía nacional, planificó la economía procurando una mayor justicia
social y alentó el desarrollo industrial con el otorgamiento de créditos. Elevó el poder adquisitivo de los trabajadores con el
aumento de salarios dado que el desarrollo industrial debía basarse en el aumento del consumo interno.
En Argentina no existía un sector industrial poderoso capaz de liderar un proceso de industrialización; el Estado
modificó la estructura productiva y nacionalizó importantes sectores de la economía. Como Estado empresario asumió tareas
que correspondían al sector privado.
La nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios permitió al Estado controlar la política financiera. Fijó
el precio de las exportaciones agrícolas y resguardó la producción nacional con la regulación de las importaciones, momento
en que los países europeos tenían una alta necesidad de alimentos.
Los ingresos obtenidos se reinvirtieron en acción social y en el sector industrial (orientada a producir bienes de
consumo, específicamente bienes de uso doméstico). No se priorizó el sector agrario, base económica del país, ni la industria
pesada (dedicada a la construcción de maquinarias, armamentos pesados, desarrollo tecnológico, combustible), base del
despegue económico. En este sentido Argentina siguió dependiendo del mercado externo para abastecerse de petróleo,
maquinarias (bienes de capital) y materias primas que la industria, que se estaba desarrollando, requería.
La política social del Estado peronista estuvo liderada por la esposa del presidente María Eva Duarte, quien no ocupó
el papel pasivo de primera dama. Intervino no sólo en la política, sino que encarnó, también, al sector más radicalizado del
peronismo. Sin ocupar ningún cargo oficial, fue la figura social más influyente después de Perón.
Para los obreros, la acción social desarrollada por el gobierno era un justo reconocimiento de sus derechos sociales;
para los opositores, la política social era una actitud demagógica para conformar a los más necesitados y ampliar el caudal de
votos.
Perón acusó a la oposición de no comprender la revolución social y económica que se estaba llevando y de conspirar
contra los intereses de los obreros. Desde esta concepción, hizo uso de la fuerza del Estado para reprimir y encarcelar a
muchos de sus opositores. No reconoció, como tampoco sus opositores, los espacios institucionales (cámaras) como ámbitos
de negociación y de acuerdos. Amplios sectores de empleados públicos, docentes y profesionales vieron en el Estado
peronista una fuerte presencia: uso de distintivos partidarios, propaganda oficial, afiliación obligatoria al partido
El derrocamiento
El número de militares opuestos a Perón era cada vez mayor y contaban con el apoyo de radicales, conservadores y
socialistas. Se produjeron levantamientos contra el gobierno desde varias bases militares que culminaron con un bombardeo a
la Plaza de Mayo. Un nuevo levantamiento militar, autodenominado Revolución Libertadora destituye al general Perón (1955).