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Gran Bretaña: ¿meritocracia o casta?

JUAN MESEGUER 01 SEPTIEMBRE, 2014

En Gran Bretaña, la Comisión de Movilidad Social y Pobreza Infantil


acaba de revelar que las profesiones más influyentes del país están
copadas por quienes estudiaron en colegios y universidades privadas.
Los diagnósticos coinciden en que la sociedad británica desaprovecha el
talento de los que parten de más abajo. Pero algunas propuestas de
cambio van en la línea de favorecer criterios que nada tienen que ver
con la meritocracia.

Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 65/14

El tamaño de la brecha entre lo que ganan los ricos y los pobres no es la única
forma de valorar si una sociedad es igualitaria. También cabe preguntarse cómo
están representados los estratos sociales entre los que mandan en un país. Es lo
que analiza la Comisión, integrada por expertos de diversas tendencias
políticas.

El informe entiende por profesiones importantes aquellas donde se toman las


grandes decisiones que afectan a la vida pública: políticos, empresarios, jueces,
periodistas… Tras identificar a las 4.000 personas más influyentes en esos
empleos, comprueba en qué colegios y universidades habían estudiado.

Los datos son elocuentes: aunque solo el 7% de la sociedad británica estudia en


colegios privados, esa minoría constituye el 71% de los jueces de mayor rango;
el 62% de los altos mandos militares; el 55% de los secretarios permanentes
(funcionarios de alto nivel); el 53% de los altos cargos diplomáticos; el 50% de
los miembros de la Cámara de los Lores; el 43% de los columnistas de opinión;
el 41% de los consejeros delegados de las empresas del FTSE 350 (las 350
empresas representadas en el índice de la Bolsa de Londres); el 36% de los
ministros; el 33% de los diputados…

Las mejores universidades de EE.UU.


siguen recibiendo casi el mismo
porcentaje de estudiantes pobres que
hace una década, pese haber aumentado
las ayudas económicas
-

Las universidades privadas también marcan la diferencia. Los estudiantes de


Oxford y Cambridge representan menos del 1% de la sociedad británica, pero
son el 75% de los jueces de mayo rango; el 59% de los ministros; el 57% de los
secretarios permanentes; el 50% de los diplomáticos; el 47% de los
columnistas; el 45% de los ejecutivos de los grandes medios de comunicación…

La presencia del eje “Oxbridge” es notable en la composición de los grandes


partidos: un tercio de los diputados conservadores estudiaron allí, al igual que
un cuarto de los liberal-demócratas y un quinto de los laboristas.

¿Reclutados por sus méritos?


Los investigadores parten de la presunción de que estudiar en una institución
privada es un buen indicador –aunque no perfecto– de la riqueza familiar. Por
eso, concluyen, estos datos muestran que en Gran Bretaña “existen serios
obstáculos a la movilidad social: dada la importancia que tiene la educación en
centros privados, las expectativas de progreso en la escala social parecen
reservadas a quienes parten con ventaja”.

Pero a lo largo del informe planea otra sospecha: “La magnitud del predominio
de ciertos estratos [en los puestos más influyentes] lleva a plantearse hasta qué
punto la composición de la élite refleja el mérito. Llegar a los mejores puestos,
¿depende de lo que sabes o de a quién conoces? ¿Estamos bloqueando el
talento?”.

La Comisión achaca la baja movilidad


social a un conjunto de factores: las
diferencias de ingresos, la calidad de
enseñanza, los procesos de reclutamiento
laboral…
-

Los investigadores se guardan las espaldas al recordar que un buen porcentaje


de los alumnos que obtienen los mejores resultados en los exámenes al final de
la secundaria estudian en colegios privados; además, las buenas notas son un
requisito para acceder a Oxford y a Cambridge. Pero, al final, triunfa la
conclusión de que el poder es un coto cerrado al que solo puedes entrar con
una buena red de contactos.

Un conjunto de factores
La Comisión atribuye la baja movilidad social de Gran Bretaña a una
combinación de factores sociales. Su diagnóstico es interesante, pues no se
limita a centrar el debate en las diferencias de ingresos entre ricos y pobres.
Esta brecha es grande (el 10% superior de la población británica gana cinco
veces más que la mitad inferior), pero también influyen otros factores.

Algunos ejemplos: en los hogares más modestos, la probabilidad de que los


padres lean a sus hijos pequeños todos los días está en el 42% frente al 79% en
los hogares más prósperos; las zonas más pobres del país tienen un 30% menos
de buenos colegios; el 60% de las ofertas de empleo no se anuncian, por lo que
tienen mucho peso los contactos profesionales; en determinados sectores, los
mejores empleadores solo reclutan entre los graduados por una minoría de
universidades…

En sintonía con este diagnóstico, la Comisión hace una serie de


recomendaciones al gobierno, a los padres, a los colegios, a las universidades y a
los empresarios. A estos últimos les dedica más espacio y, en concreto, les pide:
que tutelen y den orientación profesional a algunas escuelas; que anuncien sus
ofertas de trabajo; que busquen personal entre graduados de más
universidades…

Las profesiones más influyentes de Gran


Bretaña están copadas por quienes
estudiaron en colegios y universidades
privadas
-

A la meritocracia ¿por el trato de favor?


Varios medios británicos se han apuntado a dar ejemplo y han reaccionado
anunciando cambios en su política de contratación. Fraser Nelson, editor de la
revista The Spectator, cuenta que su publicación ha empezado a pedir a sus
candidatos que no incluyan el nivel de formación en su CV; la selección se hará
en función de lo que sepan y de cómo escriban.

Helen Lewis, redactora jefa en The New Statesman, advierte a su colega que
ellos ya probaron ese sistema y que es “problemático”. ¿El motivo? Cuando
empezaron a analizar los blogs y los trabajos de los candidatos, sin tener en
cuenta dónde habían estudiado, descubrieron después que muchos de los que
más les gustaban eran de “Oxbridge”.

Y añade: “Esto pasa por razones obvias: debido a su sistema de tutorías, los
graduados de Oxbridge habrán redactado uno o dos artículos a la semana
durante varios años; lo que seguramente les dará ventaja sobre los estudiantes
que solo escriben uno o dos al trimestre”.

Una solución razonable a este problema sería pedir a las facultades de


periodismo que sus alumnos se ejerciten más. Pero en lugar de eso, Lewis aboga
por adoptar medidas de discriminación positiva (o sea, trato de favor) para los
estudiantes que no pueden pagarse “Oxbridge”. De modo que el mismo medio
que critica la falta de meritocracia en Reino Unido propone resolverla con
criterios de contratación que dejan a un lado los méritos personales.

No bastan las ayudas económicas


Tampoco es coherente su solución con la bandera que acaban de tomar los
laboristas británicos: a más formación, más oportunidades. Liam Byrne,
responsable de la oposición laborista para las universidades, acaba de anunciar
que su partido se está planteando crear una ayuda de 1.000 libras a las
universidades por cada estudiante pobre que recluten.

Habrá que ver en qué queda esta propuesta y, sobre todo, si será suficiente para
impulsar la presencia de alumnos de bajos ingresos en “Oxbridge”.
Precisamente hace unos días, el New York Times explicaba que las mejores
universidades de EE.UU. siguen recibiendo casi el mismo porcentaje de
estudiantes pobres que hace dos décadas, pese a haberse comprometido más en
serio con esta causa.

El artículo aporta datos de varios estudios. Según uno realizado por


investigadores de las universidades Vassar y Williams, en 2009, los nacidos en el
40% más pobre de EE.UU. no pasaban de ser el 11% de los matriculados en 28
universidades de élite (incluidas las ocho de las Ivy League); solo un punto más
que en 2001. Y eso que fue un período fértil en ayudas económicas.

La explicación puede estar en que la mayoría de estudiantes pobres con buenas


notas prefieren emplear las subvenciones federales para estudiar en
universidades menos prestigiosas. Otras veces, ni siquiera les llega la
información sobre las ayudas que ofrecen las propias universidades. Parece ser
que lo más eficaz para lograr que se matriculen en las universidades de élite es
el reclutamiento cara a cara de los estudiantes más capaces; también influye la
ubicación.

IGUALDAD, P OLÍTICA

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