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Desde 2019, la región ha experimentado una grave crisis humanitaria sostenida, con un
recrudecimiento del conflicto armado entre el ELN y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia
(AGC). Las consecuencias son desplazamientos forzados, amenazas a líderes/as, confinamiento de
comunidades étnicas, violencia sexual, minado de territorios, despojo, homicidios selectivos,
reclutamiento forzado y extorsiones. Todo esto vulnera gravemente los derechos humanos y el
Derecho Internacional Humanitario (DIH).
La Iglesia Católica ha sido una voz activa en la defensa de los derechos humanos y en la promoción
de la paz en Colombia. Su presencia en la región del Bajo Atrato puede ser vital para brindar apoyo
moral, espiritual y humanitario a las comunidades afectadas. Sin embargo, su intervención se
enfrenta a desafíos significativos dada la complejidad y la peligrosidad del contexto.
Las comunidades étnicas y campesinas de la región tienen derechos territoriales ancestrales que
deben ser respetados y protegidos. Además, tienen el deber de defender su tierra y su cultura
frente a las amenazas externas. Sin embargo, la situación de conflicto y violencia hace que este
deber sea extremadamente difícil de cumplir.
En un contexto tan complejo, es fundamental promover soluciones que aborden las causas
profundas del conflicto y la violencia en la región. Esto incluye la búsqueda de alternativas
económicas sostenibles que respeten los derechos territoriales de las comunidades locales y
promuevan la paz y la reconciliación.
En última instancia, la resolución de la crisis en el Bajo Atrato requiere un enfoque integral que
aborde tanto las causas estructurales del conflicto como las necesidades inmediatas de las
comunidades afectadas. Esto implica la colaboración de múltiples actores, incluidos el gobierno, la
sociedad civil, las organizaciones religiosas y la comunidad internacional.
¿Cuáles son los derechos humanos que están siendo vulnerados en la región del Bajo Atrato y
cuáles son los deberes de las comunidades afectadas?
¿Qué medidas concretas pueden tomar el gobierno colombiano y la comunidad internacional para
proteger los derechos humanos y garantizar la seguridad de las comunidades en el Bajo Atrato?
Desde una perspectiva religiosa, ¿cuáles son los principios éticos y morales que deberían guiar las
acciones de las comunidades afectadas y de los actores externos en el Bajo Atrato?