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A partir de la década de 1950 el capitalismo rompe las fronteras de la
plantación bananera cuya producción y comercialización es manejada por
compañías extranjeras. Los dueños del capital extranjero y varios empresarios
nacionales invierten sus capitales para generar nuevos productos agrícolas
como la palma africana, cítricos, piña, caña de azúcar, carne, madera, café que
a finales de la década del 1970 se convierte en el principal producto de
exportación del país.
1. Las áreas más pobres son las zonas rurales, donde no ha llegado el
desarrollo del capitalismo, ni el Estado se ha preocupado por diseñar una
estrategia de desarrollo incluyente.
2. El patrón de desarrollo capitalista es el responsable de la desigual
distribución de los ingresos, que es uno de los factores causantes de la
pobreza.
3. El patrón de desarrollo capitalista es de naturaleza excluyente y
concentradora.
4. El patrón de desarrollo capitalista ha estimulado la migración campo ciudad.
Frente a esta realidad cabe preguntarse: ¿Realmente las luchas son para
defender los ideales y derechos del pueblo? ¿Las acciones emprendidas
representan la necesidad que tenemos de vivir en un ambiente de paz, de
tranquilidad, sin anarquía, sin caos sin desorden? Un ingrediente que agrava
los conflictos es la politización, introduciendo dobles agendas y empañando
con claridad los objetivos por los que se lucha. En sus orígenes las
manifestaciones de protesta tienen la intención de ser pacíficas, pero permitir
que se infiltren elementos violentos, desmerita la finalidad que persiguen y
vulneran los derechos de la población que también deben ser garantizados.
Son varios los problemas que más preocupan a la población entre ellos están:
crimen organizado, la criminalidad, el narcotráfico, el desempleo, la corrupción
e impunidad, deficiencia en los servicios públicos, la forma de legislar del
congreso, las decisiones del poder ejecutivo, la crisis de las empresas estatales
etc. Si cada problema deriva en un conflicto como el que estamos viviendo, y si
cada conflicto es manejado con la misma ineficiencia, traerá graves
consecuencias que pueden hundir a nuestro país en una crisis muy difícil de
superar racionalmente.
Para muestra un botón: Una Constitución que se viola cuando conviene, los
poderes del Estados que son para nada independientes, un Congreso que se
ha convertido en un teatro de pésimos actores que le dan la espalda al pueblo
que los eligió, un poder electoral que no garantiza la transparencia en los
sufragios, instituciones del Estado quebradas por la corrupción, un código
penal que protege a los corruptos y narco políticos. Esto y mucho más hacen
brotar de nuestros corazones un ¡basta ya! (CEH 6/6/2019)
La Iglesia (...) tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y
circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y
de su vocación (Caritas in veritate, n. 9). La doctrina social es el anuncio de fe
que hace el Magisterio de la Iglesia ante las realidades sociales. Recogida en
un compendio, esa defensa de la dignidad, se traduce en indicaciones,
consejos y exhortaciones por las que, la Iglesia anima a los cristianos a ser
ciudadanos responsables. La doctrina social de la Iglesia no persigue fines de
estructuración y organización de la sociedad, sino de exigencia, dirección y
formación de las conciencias. (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, n. 81).
El único objetivo de la Iglesia es “ayudar al hombre en el camino de salvación”.
(Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 69).
Esta es su única misión y también la razón por la que la Iglesia tiene el derecho
y el deber de desarrollar una doctrina social que forme las conciencias de los
hombres y les ayude a vivir según el Evangelio y la propia naturaleza humana.
Un cristiano coherente dirige todos los aspectos de su vida hacia Dios, viviendo
según su designio salvífico. La Iglesia acompaña a los cristianos en esta tarea.
Incluye dimensiones de la vida humana y de la cultura como ser: la economía
y el trabajo, pasando por la comunicación y la política, hasta temas como la
comunidad internacional y las relaciones entre las culturas y los pueblos.
La caridad es una «fuerza capaz de suscitar nuevos caminos para afrontar los
problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior
las estructuras, las organizaciones sociales y los ordenamientos jurídicos. En
esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política: la caridad
social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien
de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en
la dimensión social que las une» (Compendio de la doctrina social de la Iglesia,
n. 207).
“Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar
la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre
los hombres sin impedimento alguno y dar su juicio moral, incluso sobre
materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos
fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y
solo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos,
según la diversidad de los tiempos y de las situaciones” (Gaudium et Spes, 76)
“En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que
ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del
bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. Se
esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes terrenales y en
las relaciones socioeconómicas”. (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2420)