Está en la página 1de 4

La guerra de la independencia y la constitución del 1812

claudia Laz Sánchez

La Guerra de la Independencia fue un conflicto bélico que tuvo lugar entre


1808 y 1814 en el contexto de las guerras napoleónicas, que enfrentó a
España, Reino Unido y Portugal con el imperio francés. La Constitución de
1812 (popularmente llamada La Pepa), texto donde se recogían los principios
creados a partir del pacto de diversos grupos ideológicos. Para entender
mejor estos conceptos y su relación, debemos remontarnos a la España y la
Francia del S.XVIII.

Durante este siglo, surgió un levantamiento contra los fundamentos del


Antiguo Régimen en Francia, comenzado con las críticas de los ilustrados
como: Russeau, Voltaire y Montesquieu quienes rechazaban la desigualdad
jurídica de la sociedad estamental, defendían la igualdad ante la ley, no
aceptaban el poder absoluto del rey y abogaban por la separación de poderes
legislativo, ejecutivo y judicial, es decir, rechazaban al Antiguo Régimen. A
este levantamiento le llamamos Revolución Francesa. La idea de que estos
pensamientos políticos y este levantamiento se extendieran por el resto de
monarquías causaba conmoción, para evitar el contagio de esta revolución,
España, gobernada por Carlos IV y con ayuda de su secretario de gobierno
Floridablanca, cierra sus fronteras con Francia y aplican una gran censura.
Carlos IV posteriormente a tener a Floridablanca como asesor, tiene a otros
hombres bajo este cargo como el Conde de Aranda (que mantiene el cargo
por poco tiempo) y finalmente Manuel Godoy quien se hace cargo de
prácticamente casi toda la acción política del rey, este es puesto en el cargo
por Maria Luisa de Parma, mujer de Carlos IV tras ver el desentendimiento
que este tenía de su cargo (Aquí podemos encontrar similitudes con la figura
de validos popular entre la monarquía hispánica del S.XVII) mientras este se
centraba en sus aficiones (Carlos IV era un apasionado del mecanismo de los
relojes). Tras la muerte de Luis XVI en la Revolución Francesa, España
rompe su usual alianza con Francia y se une a una coalición internacional (en
la que también se encontraba Gran Bretaña, estableciendo una alianza con
los ingleses ya que ahora tenían un enemigo en común), le declara la guerra
a Francia, participando así ambos bandos en la Guerra del Rosellón (1793)
que termina con la derrota de España, precipitando la firma de la Paz de
Basilea (1795). Esto supuso la pérdida de territorios Españoles (parte de
Santo Domingo).
Posteriormente a esto, España vuelve a establecer alianza con Francia
(ya Napoleónica, una Francia de la que España comienza a depender cada
vez más) en el tratado de San Ildefonso (1796) volviendo así a su mutua
rivalidad con Gran Bretaña, a quien le declaran la guerra, causando la
derrota de la armada franco-española en la Guerra de Trafalgar (1805). Tras
esta derrota, España y Francia firman el Tratado de Fontainebleau (1708),
tratado en el que aceptaban el paso de las tropas Francesas por territorio
español para ocupar Portugal quien no había respetado el bloqueo
continental (sistema económico creado por Napoleón en el que se excluía a
Gran Bretaña de todo comercio), Portugal sería dividida en tres partes: una
para Carlos IV, otra para Manuel Godoy y otra para Napoleón. Pero en contra
de lo previamente acordado, las tropas francesas comenzaron a situarse
estratégicamente para ocupar España (A lo largo de la historia podemos ver
que Francia ha sido un vecino poco confiable).
A su misma vez, las sucesivas derrotas españolas y la gran crisis que
había entonces en territorio español (disminución del comercio colonial,
aumento de impuestos…) acabó en una rebelión liderada por el hijo de Carlos
IV, Fernando VII. Debido a la presión francesa, Godoy se ve obligado a
trasladarse a Andalucía, las cortes se desplazan a Aranjuez. Para su
sorpresa allí en Aranjuez el 18 de marzo 1808, se levantó un motín
organizado por la facción de la corte partidaria de Fernando VII para exigir la
abdicación de Carlos VII en su hijo, llamado el Motín de Aranjuez. Esto causó
la caída de Godoy y la abdicación de Carlos VI en su hijo Fernando VII.
Aprovechando estas disputas entre Carlos VI y Fernando VII por la
corona española, Napoleón (quien no estaba de acuerdo con la abdicación de
Carlos IV) citó a ambos en Bayona, donde se produjo las Abdicaciones de
Bayona (1808) en las cuales por presión de Napoleón, la corona española se
vio forzada a ser abdicada a favor de José I. Napoleón redactaría más tarde
una carta, el Estatuto de Bayona (tratando de dar legitimidad a la monarquía
de José I, en esta se concedían derechos más allá del absolutismo como la
abolición de señoríos, la desamortización de lo ecclesiástico y la
desvinculación de los mayorazgos), esto causó que España se viera dividida
en dos bandos: Los afrancesados (aquellos que apoyaban a José I) y los
Patriotas (aquellos que conformaban la oposición de Jose Bonaparte, rey que
consideraban ilegítimo e impuesto por el ejército francés), que a su vez se
dividían en dos corrientes políticas: liberales (partidarios de la libertad) y
absolutistas (defendían el Antiguo Régimen). Rápidamente el movimiento
patriota se extendió por España, que también propició el descontento contra
la invasión francesa, estallando así el 2 de mayo de 1808 una insurrección
(revuelta de carácter agresivo) en Madrid. Esta insurrección fue el inicio de La
Guerra de la Independencia.
Debido al vacío de poder en España y para poder hacer frente a los
invasores (Francia) se forman las Juntas provinciales (Órganos que
organizaban y administraban en ausencia de un rey español). En 1808 estas
Juntas se coordinaron constituyendo en 1810 las Junta Central Suprema.
Tras la disolución de La Junta Central, se constituye un Consejo de Regencia
y se convoca una reunión de las Cortes cuyas sesiones comenzaron en
septiembre de 1810, tras ver su proceso de elección de los diputados (por
sufragio censitario) afectado por la guerra que acontece. Éstos se reúnen en
una cámara única (sin división estamental) y en su sesión inaugural se
aprueba el principio de soberanía nacional. En estas cortes, la ideología
liberal (aquellos que defendían reformas revolucionarias y seguían los
principios de la Revolución Francesa) y absolutista (aquellos que defendían la
estructura del Antiguo Régimen, es decir, monarquía absoluta, sociedad
estamental, mercantilismo…) se vieron enfrentadas. La mayoría liberal,
aprovechándose de la ausencia del rey iniciarán la primera Revolución
Burguesa en España con el objetivo de acabar con el Antiguo Régimen y de
aprobar una constitución que cambiara el régimen político del país. Esto
llegará con la Constitución de 1812 popularmente llamada La Pepa (ya que
se aprobó el 19 de marzo, día de San José), entre sus principales medidas
destacamos: Soberanía nacional (el poder reside en la nación), división de
poderes (legislativo en las cortes, ejecutivo en el rey, judicial en los
tribunales), sufragio universal masculino a mayores de 25 años y la igualdad
ante la ley, también se reconocían derechos individuales como el derecho a la
educación o la libertad de imprenta. Tras el levantamiento general contra los
invasores las tropas españolas consiguieron algún triunfo de gran importancia
como la victoria en la Batalla de Bailén (1808), para poner fin a la
insurrección, Napoleón envía 250.000 hombres a la península ocupando la
mayor parte del país, aquí se inició la Guerra de Guerrillas, estrategia militar
de desgaste basada en el sabotaje a través de pequeños grupos de
combatientes (a menudo paramilitares y civiles armados). Finalmente, en
1813 se firma el tratado de Valençay, donde Napoleón ofrece la paz y
reconocía a Fernando VII como rey de España y de Indias, acabando con la
Guerra de la Independencia.

A todo esto, podemos concluir que aunque la Constitución de 1812 no


pudiera aplicarse por mucho tiempo (ya que Fernando VII la rechazó cuando
volvió a España) además de ser bastante avanzada para la es un modelo a
seguir de las constituciones sucesivas.

También podría gustarte