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PUCK ME
Serie Multiautor
New York Storm 3
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una
traducción de fans para fans.
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Argumento
Estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero... pero no puedo tenerla a ella.
¿Y qué si los tabloides me han apodado el follador del NY Storm? Soy el mejor
amigo de su hermano, ¿no debería valer eso para algo?
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Capítulo 1
Alex
—Joder, ha sido un partido increíble —me dice mientras se calza las zapatillas.
—Dímelo a mí. Creía que nos habían ganado al final, pero lo conseguimos —le
contesto.
—Tuvimos una gran puta racha, pero gracias a Dios se acabó. Tengo el hombro
destrozado. —Para enfatizar su comentario, mueve el brazo izquierdo con una mueca.
—Tío, te entiendo. Me duelen tanto los cuádriceps que apenas he aguantado los
últimos minutos.
—Bueno, si estás tan dolorido, apuesto a que hay unas cuantas conejitas del
hockey que se mueren por darte un masaje. —Taylor mueve las cejas sugestivamente.
—Eh, no sé, tío. Creo que esta noche sólo quiero pasar el rato con el equipo.
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Se refiere a las chicas que vienen a nuestros partidos con la esperanza de follarse
a uno, dos o todos los jugadores, es decir las seguidoras del hockey. Y, normalmente,
estoy dispuesto a pasar una noche con una o dos conejitas. Pero últimamente, me he
sentido... ¿insatisfecho? No sé cómo decirlo exactamente, pero creo que quiero más.
Quiero que realmente me guste la gente con la que me acuesto, en lugar de follármela
por la noche y mandarla a paseo a primera hora de la mañana.
—Veo que estás de guasa —digo con tono inexpresivo mientras pongo los ojos
en blanco—. ¿No se me permite salir con el equipo después de ganar el campeonato?
—No, tío, yo no he dicho eso. —Frunce las cejas con escepticismo—. Sólo me
preocupa de verdad que te hayas enterado hace poco de que tienes una enfermedad
terminal. No has recibido ninguna llamada de tu médico, ¿verdad?
Le doy un empujón.
—No, capullo, no me estoy muriendo ni nada. —Me paso la mano por el pelo
húmedo para apartármelo de la cara—. Es que... —Haciendo una pausa de un
segundo, me muerdo los labios e intento elegir mis palabras con cuidado—. Estoy
cansado de esto, ¿sabes? Envejecer, no saber quién quiere estar conmigo por mí y quién
me quiere por mi imagen y el dinero.
—Oh que pena me das. Siento mucho que te estés ahogando en coños, Alex.
Tararea y frota el dedo índice y el pulgar. Le vuelvo a empujar, esta vez con más
fuerza, y se cae del banco de culo. Lanza una carcajada que me hace sonreír a mí
también. Le tiendo la mano y la coge sin rechistar.
—No, pero lo entiendo. Todos hemos tenido nuestra buena ración de chicas que
creíamos que les gustábamos por nosotros, pero en lugar de eso solo querían sus
quince minutos de fama. —Entonces sonríe, mostrando la pequeña astilla en su canino
que se hizo después de que un palo de hockey perdido le golpeara en la cara hace unos
años—. Además, te vendrá bien celebrarlo con el equipo. No has tomado copas con
nosotros después de los partidos en toda la temporada, así que todos se van a cagar
cuando te vean allí.
—Me ven todo el tiempo durante los entrenamientos. No entiendo por qué tengo
que estar allí para las celebraciones después de los partidos. —Sacudo la cabeza
mientras empezamos la misma discusión que hemos tenido innumerables veces antes.
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—Se trata de estrechar lazos, idiota —insiste Taylor, dando palmas—. Se trata de
subir la moral. Se trata de tener a nuestro jugador más importante con nosotros cuando
la cagamos y hacemos estupideces.
—Me parece bien, tío. Nos vemos allí. —Con eso, se va y yo termino de vestirme.
Dedico unos minutos a responder a algunos mensajes que he recibido, pero dejo
todo lo clasificado como no apto para menores o superior en rojo. Esta noche no estoy
de humor para esas tonterías. Me meto el móvil en el bolsillo delantero del pantalón,
guardo el resto de mis cosas en la mochila, me la cuelgo del hombro y salgo de los
vestuarios.
Mientras camino por el pasillo, pensando en la forma más rápida que puedo
conseguir emborracharme esta noche, choco con alguien.
—¡Uf!
Lo primero que noto es el ligero aroma a vainilla caliente que me llega a la nariz.
Es tan delicioso que inmediatamente se me hace la boca agua. Como mido 1,90, tengo
que mirar hacia abajo para ver con quién me he tropezado.
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—Oh, perdona —dice, desviando mi mirada de su nariz respingona llena de
pecas a sus labios carnosos y rosados. Tienen un toque de brillo, como si se hubiera
puesto gloss al principio de la noche y ahora se le hubiera corrido.
No voy a mentir, eso me cabrea por alguna razón. Una leyenda del hockey en la
vida real está delante de ella y ¿me ignora? No quiero parecer un gilipollas, pero las
mujeres no sólo se me tiran encima por ser atlético, sino también porque soy
jodidamente guapo. Sin embargo, Chloe no se inmuta lo más mínimo. Es una reacción
que nunca antes había recibido, y creo que no me gusta.
Como quiero que vuelva a centrar su atención en mí, me froto el pecho, justo a lo
largo del músculo pectoral, indicando el lugar donde hace un momento golpeó su
cabeza.
—Fuiste tú quien chocó conmigo. —Su voz es clara y parece estar en el lado más
grave, recordándome a esa cantante británica que tiene unas cuantas canciones
populares, Adele algo así.
Chloe cruza los brazos sobre su amplio pecho, y el movimiento hace que me fije
en la camiseta que lleva. Es de un grupo del que nunca había oído hablar, My Chemical
Romance, pero me apunto mentalmente que les echaré un vistazo cuando llegue a
casa.
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—Mira, colega, sólo estoy esperando a mi hermano, ¿vale? ¿Sabes si Taylor sigue
ahí? Entonces podré seguir mi alegre camino y podremos olvidar que esto ha pasado.
Me froto el cuello con la mano derecha, sacando el bíceps de una forma que sé
que acentúa mis músculos.
—Vale, ha sido una charla agradable, pero si no has visto a Taylor, me voy. Que
pases una buena noche, Alex. —Pone los ojos en blanco y gira hacia la salida.
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Se gira parcialmente y pone la mano en la cadera.
—Creo que hemos determinado que fuiste tú quien chocó conmigo, y sí, me voy
ahora. ¿Qué esperabas? —Al principio se queda perpleja, pero de repente una
expresión de comprensión se dibuja en su rostro. Su boca hace una pequeña "O" antes
de que sus labios se levanten en una media sonrisa sarcástica—. Ya veo. Crees que voy
a caer rendida ante ti sólo porque eres un gran jugador de hockey, ¿eh?
Vuelve a inclinar la cabeza, y me pregunto si hace eso cada vez que piensa
demasiado en algo.
Cruzo los brazos y me apoyo en la pared con una sonrisa arrogante cubriéndome
la cara. Es una pose que ha hecho que a más de una se le caigan las bragas, así que
subo el encanto al máximo, con la esperanza de conseguir por fin algún tipo de
reacción positiva por su parte.
—¿Así que piensas que soy esplendido? —Bajo la voz para burlarme. Pero ella
eleva un poco la nariz y se aleja de mí. Literalmente, levanta la nariz. Me hace tanta
gracia que casi me río.
—Ah, ¿sí? —pregunto con los ojos caídos—. ¿Qué es lo que te impresiona? Seguro
que se nos ocurre algo.
Ella responde con una risa suave y yo me inclino hacia delante para oírla más.
—Muy bien, chico guapo, ya está bien de jugar. Todavía hay un puñado de
conejitas del hockey esperándote, ¿sabes? Si te das prisa en salir al hielo, podrás atrapar
a unas cuantas antes de que se vayan. —Se da la vuelta y empieza a avanzar por el
pasillo antes de levantar la mano y gritar— Adiós, Alex.
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Quiero pedirle que espere, que se burle más de mí, pero me conformo con
observar su curvilínea figura mientras sigue hacia las puertas dobles. Sus vaqueros
negros parecen pintados en su cuerpo y su camiseta se anuda a la cintura, mostrando
su perfecta figura de reloj de arena.
Cuando las puertas se cierran tras ella, suelto una carcajada sin aliento y me
restriego una mano por la cara. Hablar con Chloe fue estimulante y divertido, y lo
único en lo que puedo pensar ahora mismo es en cómo volver a hacerlo.
Parece que tengo una misión de reconocimiento para cuando esté esta noche en
el bar con Taylor. Y lo estoy deseando.
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Capítulo 2
Chloe
Se encoge de hombros.
—Le sorprendiste. Dijo que no eres como la mayoría de las mujeres que conoce.
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—Oh, ¿así que solo porque soy un poco introvertida y no me interesa perder el
norte por un tío bueno, de repente no soy una mujer?
Ladea la cabeza.
—¿Está interesado? —digo, levantando una ceja—. ¿En quién? ¿En mí?
—Uh —es todo lo que puedo responder mientras me reclino en mi silla con
incredulidad.
Es imposible que Alex esté interesado en alguien como yo. Los tipos como él... no
salen con chicas como yo. Van a por chicas con muslos delgados y estómagos planos,
que caben en una talla ocho sin ni siquiera intentarlo. Que pasan horas frente al espejo
peinándose y maquillándose y tienen un delineado perfectamente simétrico. Que se
hacen la manicura y la pedicura con regularidad y se dejan peinar profesionalmente
por alguien con un nombre de una palabra como Maddox.
Alex debería intentar salir con ese tipo de chicas, las que disfrutan llevando
vestidos y tacones altos. No alguien como yo, que llevo vaqueros ajustados
desgastados, camisetas de bandas y Chuck Taylors siempre que puedo.
Sí, incluso tratar de imaginarnos juntos pinta una imagen ridícula en mi cabeza.
—Vaya, ¿así que crees que tu hermana, tu propia carne y sangre, es la que va a
domar al chico follador de tu amigo?
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—Eso parece —Taylor se encoge de hombros—. Estoy bastante seguro de que
Alex se ha follado a todas las mujeres que han cruzado las puertas de nuestro estadio.
Qué asco. Mi cara se frunce de disgusto. Entonces, me imagino a las ancianas que
vienen al estadio a ver a sus nietos tomar clases de patinaje, y me río.
—¿Sabes qué? Qué suerte tiene. Seguro que las abuelas de la clase de los
Pequeños Copos de Nieve han podido enseñarles un par de cosas sobre el sexo y las
mujeres.
—La única vez que cuentas un chiste decente... —carraspea, con la voz un poco
rasposa— …me atraganto con una puta hamburguesa con queso.
—Aquí yace Taylor Brandon, amado hijo, hermano y jugador de hockey. Muerte
por hamburguesa con queso. —Inclino la cabeza mientras la muevo de lado a lado.
—Tío, eso sería tan jodidamente embarazoso. —Tiene los ojos muy abiertos y la
cara seria—. Si alguna vez pasa, tienes que mentir, ¿vale? No me importa lo que sea,
pero inventa algo guay. Como un accidente de moto acuática o algo así, ¿vale?
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Dejo inmediatamente mi expresión teatral y le miro con cara de poker.
—Sí. —Le dedico una sonrisa aburrida—. Estás viendo a la nueva analista de
negocios junior de Bennett Enterprises.
—Vale, número uno —levanto un segundo dedo—. Y número dos ¿hablas por
experiencia? —pregunto, levantando una ceja.
—Por supuesto que no —dice Taylor con una mirada sarcástica—. Es sólo, ya
sabes, lo que escuché de un amigo. —Se encoge de hombros, tratando de hacerse el
interesante.
—Claro, claro. ¿Tu amigo, Smaylor Smandon? —Cruzo los brazos sobre el pecho,
sin creerme ni una palabra de las gilipolleces que salen de su boca.
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—Nooo, ¿de qué estás hablando? —dice mientras se termina sus patatas fritas—
. Smaylor es un gran tipo. Es listo, divertido y tiene una apariencia endiablada.
—Ajá —digo de manera prosaica y miro el reloj—. Bueno, ¿qué tal si le pides a
Smaylor que pague la cuenta? Mi descanso para comer casi ha terminado y tengo que
volver a la oficina.
—Sabes qué, como Smaylor es un tipo tan increíble, no creo que le importe pagar.
Parpadea. —Oh, ¿ni siquiera lo sabes? Oh… em… eh, esto va a ser matador. Vale,
ve a mirar en tu despacho y, si tienes tiempo hoy, pásate por mi mesa y cuéntamelo
todo. Esto es lo más emocionante que ha pasado aquí en meses.
Quiero preguntarle qué quiere decir, pero suena el teléfono y lo coge. Con su
atención desviada, me escabullo hasta mi despacho, al fondo de esta planta. Es un poco
más pequeño que los demás, pero me alegro de tenerlo para mí sola, porque suelo
trabajar mejor cuando estoy sola. Al fin y al cabo, es mejor que un cubículo.
Algunos compañeros me miran con curiosidad, lo que hace que el calor me suba
por el cuello. No me gusta ser el centro de atención, así que me incomoda que me
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miren descaradamente. Hago lo que puedo por ignorarlos y acelero el paso hacia mi
despacho.
Chloe,
Los jugadores de hockey son conocidos por ser excelentes rompiendo el hielo, ¿verdad?
Bueno, este soy yo haciendo mi tiro. Me encantaría salir contigo alguna vez. Aquí tienes mi
número.
XOXO,
212-555-4018
Yo: Gracias por las flores, Alex. Son preciosas. Pero paso de la cita. Los chicos como tú
son un problema para las chicas como yo. ¡Gracias de todos modos!
Envío el mensaje antes de perder los nervios por darle mi número y vuelvo a
meterme el teléfono en el bolsillo. Las flores son preciosas, pero crean un espacio de
trabajo horrible. Así que muevo algunos jarrones al suelo para poder ver la parte
superior de mi escritorio.
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mejillas se calientan un poco más. Rezo para que nadie asome la cabeza y vea el rubor
perpetuo que tengo en la cara.
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Capítulo 3
Alex
Hace unos días, mi teléfono dio un pequeño pitido y, sin pensármelo mucho, hice
clic en la pantalla. Menos mal que ya estaba sentado, porque si hubiera estado de pie,
seguro que me habría caído al leer el mensaje.
Chloe: Gracias por las flores, Alex. Son preciosas. Pero paso de la cita. Los chicos como tú
son un problema para las chicas como yo. ¡Gracias de todos modos!
Yo: Hermosas flores para una hermosa mujer. ¿Estás diciendo que no te gustan los
problemas?
Esperé a que Chloe respondiera, pero como no lo hizo, supuse que había vuelto
al trabajo. Eso estaba bien. Sabía cómo entretenerme. Así que, durante el resto de la
tarde, le envié mensajes con pensamientos que me venían a la cabeza o cosas
fascinantes que pasaban por la ventana de mi apartamento. Y cuando por fin me
contestó a última hora de la tarde, me sentí aún más victorioso que cuando ganamos
el partido del campeonato el día anterior.
Han pasado unos días desde entonces, y ahora Chloe responde con algo más que
una o dos palabras. Ya me dice frases completas y me hace preguntas de seguimiento
a mis mensajes, lo que me hace sentir eufórico. Es un progreso lento pero constante,
pero me lo tomaré como una victoria.
Yo: Un pensamiento reciente que he tenido: Creo que los tenedores son mejores que las
cucharas.
Después de enviarle ese mensaje, no espero respuesta hasta dentro de una hora,
ya que suele estar en la oficina hasta las cuatro. Así que me estoy gratamente
sorprendido que me responda a los pocos minutos.
Chloe: ¿Qué pasa con los cuchadores? ¿Seguro que son un término medio?
Yo: Los cuchadores están bien, pero creo que los tenedores son mejores.
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Chloe: Vale, si tú lo dices.
Yo: ¡Si lo digo! ¿Por qué? ¿Crees que las cucharas son mejores?
Yo: ¡Qué miedo! ¿Cómo sé que no me apuñalarás con tu utensilio favorito cuando por fin
cenemos juntos?
Chloe: No vamos a cenar en ningún momento pronto, así que no tienes que preocuparte
por eso. Además, ¿cómo sé que no eres un psicópata? ¿Que no vas a SER TÚ el que me va a
apuñalar A MÍ?
Chloe: ¿Qué diablos tiene eso que ver? Sabes que los cereales no tienen nada que ver con
los asesinos en serie, ¿verdad?
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Chloe: Eso no es cierto al cien por cien.
Yo: No, no, es absolutamente cierto. Lo leí en algún libro. Así que pregúntame.
Si estuviéramos hablando cara a cara, Chloe estaría poniendo los ojos en blanco,
lo cual me divierte. Pero no importa en qué dirección vayan nuestras conversaciones,
ella siempre las hace divertidas.
Yo: Cereales de frutas. Son coloridos, deliciosos y nada aburridos. Por lo tanto, no soy un
asesino en serie, y es totalmente seguro ir a cenar conmigo.
Chloe: ¿En serio? ¿Ese es tu único argumento para que tenga una cita contigo?
Yo: Bueno, sí. Además de ser inteligente, absurdamente guapo e increíblemente humilde.
Ahora, ¿cuál es tu cereal favorito?
Yo: Maldita sea, esto se acaba de poner incómodo... Pero supongo que puedo hacer una
excepción contigo. Buenas noches, Chloe
Esa noche me voy a dormir con una sonrisa bobalicona en la cara y una sensación
de calidez en el pecho.
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Sé que Chloe aún no ha aceptado tener una cita conmigo, pero he empezado a
pedir comida para ella. Aunque no pueda estar con ella para comer, quiero asegurarme
de que coma, y quiero que sea buena comida.
Chloe: Vale, he intentado ignorarlo para que no sientas que tienes que seguir
comprándome comida, pero ¿de dónde has sacado estas galletas? Son las mejores que he probado
en toda mi vida. ¡BUENÍSIMAS!
He pasado las últimas horas alternando entre hacer la maleta para el viaje de
entrenamiento del equipo y mirar su cuenta de Instagram. Por desgracia, no tiene
muchas fotos de sí misma, la mayoría son paisajes o libros. Pero todos sus pies de foto
y comentarios muestran realmente su personalidad.
Puedo ver a Chloe. Sé exactamente dónde está su despacho y anoche me dijo que
hoy no tenía ninguna reunión. Así que sé que no voy a interrumpir su trabajo.
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Cuando al fin el taxi se detiene frente a su edificio, murmuro un rápido —Gracias
tío— antes de darle una buena propina al conductor y abrir la puerta de un empujón.
No he pensado en lo que iba a decir cuando entrara, así que decido improvisar.
—Michelle, ¿te dio Matthew esos números para que los distribuyeras durante la
reunión?
Por fin salgo de mi trance cuando levanta la vista de sus papeles y vuelvo a
encontrarme con sus ojos turquesa.
—No puedes hablar en serio. ¿No podías haber esperado hasta más tarde? ¿O al
menos hasta el fin de semana, cuando no estuviera en el trabajo o algo así? —Mantiene
la voz baja mientras sus ojos recorren la habitación.
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Niego con la cabeza. —Nos vamos a nuestro viaje anual de entrenamiento, y no
podía irme hasta saber la próxima vez que podría verte. Cuando vuelva, ¿puedo por
favor invitarte a salir? Iremos a cenar, al cine, a la librería... Lo que tú quieras.
—Espera un momento... ¿no se supone que os ibais pronto? ¿Qué haces aquí? Vas
a perder el autobús. Taylor dijo que os multan si os perdéis estos eventos.
—Vamos, Chloe, no me iré hasta que me des una respuesta de verdad. —Decido
sacar la artillería pesada. Agacho un poco la cabeza y la miro a través de mis pestañas
oscuras—. Sólo quiero una oportunidad contigo, y te prometo que no te arrepentirás.
Oigo un chillido detrás de mí. Parece que he olvidado que tenemos público.
—Maldita sea, puedo con uno de vosotros a la vez, pero los dos juntos es
demasiado. —Respira hondo y vuelve a mirarme. Luego, acercándose, me señala con
un dedo acusador—. La semana que viene tendré una cita contigo si hoy no pierdes el
autobús. Sale a las tres y media, ¿verdad? Y son... casi las dos. Así que, si no has hecho
la maleta, será mejor que te des prisa.
—Claro, cariño.
Me da la espalda y empieza a caminar por el pasillo. Creo que ahí termina nuestra
interacción hasta que me dice por encima del hombro:
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—¡Hasta la semana que viene! —respondo, probablemente más alto de lo que
debería. Todavía, en una nube de incredulidad, miro a la recepcionista y señalo en
dirección a Chloe—. Voy a tener una cita con esa mujer tan guapa.
Se ríe entre dientes. —Eres un hombre con suerte, así que no la cagues. Cuando
señala el reloj de su escritorio, mi columna se endereza.
—Ah, mierda, todavía tengo que terminar de hacer la maleta. —Oigo reír a la
recepcionista mientras salgo a toda prisa del edificio, corriendo hacia el taxi más
cercano. Tengo que volver a mi apartamento lo antes posible.
Estoy sin aliento y un poco sudoroso mientras meto ropa al azar en la maleta,
pero sigo sonriendo de oreja a oreja. Pienso mover cielo y tierra para garantizar que
mi cita con Chloe salga bien. Haré lo que haga falta para asegurarme de que sea una
noche que nunca olvide.
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Capítulo 4
Chloe
Honestamente no creí que Alex hablara en serio. Pensé que era una broma, una
casualidad, algo que hacía para pasar el tiempo. Así que me sorprendí cuando vino a
buscarme para nuestra cita.
Está guapísimo con su camisa carmesí y sus pantalones de vestir gris grafito.
Intento que no se note, pero no puedo apartar los ojos de él.
Todo empieza a ser tangible, sobre todo con lo mucho que parecemos saber el
uno del otro. Como cuando señalé el menú para decirle que tenían su vino tinto
favorito, y él respondió diciéndome que también tenían mi “prosecco” favorito. Ese
momento parecía mundano, pero hizo que me revolotearan mariposas en el estómago.
Cada vez que menciono algo que he aprendido de él, me responde con algo que
sabe de mí. Me hace sentir tan... segura y cómoda. Algo que nunca había sentido en
una cita, y menos en la primera.
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Pero, por desgracia, mis labios empiezan a aflojarse un poco después de consumir
tanto.
—Sabes... —Suspiro, picoteando los restos de mi pasta—. Creo que la última vez
que estuve en un restaurante tan agradable fue durante mi baile de graduación. ¿Te lo
puedes creer? —No es exactamente una ocasión que quiera mencionar, pero no puedo
evitar hacer la comparación. Sobre todo, porque aquella noche fue una mierda, y esta
ha sido increíble, al menos hasta ahora.
—¿Ah, sí? —Alex se ríe—. Creo que llevé a mi cita del baile de graduación a un
Burger King.
—¡No puede ser! —Me río con él, con la cabeza un poco mareada—. Así que...
¿ella llevaba un vestido elegante, y tú un esmoquin, y simplemente... comisteis en un
Burger King?
—Oh, sí. Ella no estaba muy contenta, y digamos que esa noche no me salí con la
mía.
—Oh, ya sabes, una de esas noches cliché en las que el chico deja a la chica porque
sus amigos le rompen las pelotas por llevar a alguien gordo al baile. —Intento reírme
como hicimos con su historia, pero entonces me doy cuenta de que no se ríe conmigo.
—Chloe —dice, tan suave como la mantequilla—. Es jodido que te hiciera eso. Si
te hubiera conocido entonces... si hubiéramos ido al mismo colegio... le habría dado
una paliza a ese idiota. Y luego me habría dado una paliza a mí mismo por no haberte
invitado al baile antes.
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Abro mucho los ojos y me arden las mejillas. Nunca nadie me había dicho algo
así, y eso hace que mi corazón lata cinco veces más rápido. No sabiendo qué responder,
me aclaro la garganta y miro mi plato, casi vacío.
—Bueno, si eso te hace sentir mejor, Taylor acabó dándole un puñetazo en la cara
la semana siguiente.
—Sí, de hecho, eso me hace sentir mejor. Recuérdame que le diga a Taylor que es
mi mejor amigo.
Sonrío y, por suerte, no tengo que seguir con esta incómoda conversación cuando
el camarero nos trae la cuenta. Al mirarla más de cerca, me doy cuenta de que es la
copia del recibo del cliente, pero nunca le vi traer la cuenta. ¿Cómo es posible que ya
haya un recibo?
—Estoy más que preparado, Chloe. —La intensidad de su mirada me hace tragar
saliva y le permito que me ayude. Estoy segura de que sólo hablaba de salir del
restaurante, pero una parte de mí espera que su afirmación se refiriera a algo más.
Algo que no puedo esperar y que sería una tontería pensar.
—Podríamos coger el metro, como la gente normal. No hace falta gastar tanto en
taxis —susurro mientras nos deslizamos dentro del coche.
—Lo sé —me susurra, sus labios apenas rozan la concha de mi oreja y me hacen
estremecer—. Pero me gusta la intimidad. Y gastaré lo que me dé la puta gana en ti.
Tú lo vales, Chloe. —Me pone la mano en la rodilla desnuda y se me corta la
respiración— ¿Te parece bien?
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—Sí —suspiro mientras su pulgar dibuja círculos en mi piel.
El trayecto en taxi no dura mucho -apenas unos minutos-, pero nos quedamos
así, con los costados pegados, su mano en mi rodilla y su brazo alrededor de mis
hombros. Se siente tan bien ser abrazada así que cierro los ojos y exhalo, relajándome
contra su cuerpo y fundiéndome en su cálido abrazo.
—Chloe, no hay nada que me gustaría más que eso. Si estás segura.
Abro la puerta del taxi y salgo a la acera. Me sigue y, sin mirar atrás, le tiendo la
mano tímidamente. Lo hace de inmediato, su palma grande y cálida envuelve la mía,
más pequeña, y le da un apretón.
Cuando nos acercamos a mi piso, saco las llaves. Pero, como es todo un caballero,
Alex me las quita y abre la puerta, permitiéndome entrar mientras él me sigue de cerca.
Me entrega las llaves antes de cerrar, y apenas he dejado mis cosas en la mesa de la
entrada cuando me hace girar rápidamente, con la espalda pegada a la pared.
Coloca sus antebrazos tensos a cada lado de mí y se inclina hacia delante hasta
que sólo un centímetro separa nuestros cuerpos. Cuando habla, su voz es ronca y
cruda.
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—Por favor, dime que tú también quieres esto, Chloe. Te haré sentir muy bien, te
lo prometo. Acariciaré cada parte de ti con mis dedos, mi lengua, mi polla. Haré todo
lo que quieras.
—Por favor, ¿qué? Vamos, mi niña bonita, tienes que decirme lo que quieres.
Justo después de soltar esa frase tartamudeando, Alex me inclina la barbilla hacia
arriba y choca nuestras bocas.
Nunca pensé en cómo sería nuestro primer beso. Sinceramente, no pensé que
llegaríamos tan lejos. Sin embargo, ni en un millón de años, podría haber predicho que
sería así... caliente, húmedo y hambriento. Es como si me estuviera comiendo viva. Mis
labios no dan abasto, así que mi boca se flexiona y mi mandíbula se afloja, dispuesta a
recibir todo lo que él quiera darme. Este beso es tan bueno que casi quiero que bese a
mis amigas, sólo para que puedan experimentar un beso tan estremecedor como éste.
Porque éste es el tipo de beso que sólo se lee en los libros o se ve en las películas. No
ocurren en la vida real, al menos no a mujeres como yo.
Alex mueve una mano hacia mi cara, rozándome ligeramente el pómulo con el
pulgar, y luego mueve la otra hacia mi cadera, me agarra y junta nuestros cuerpos.
Mueve sus caderas contra las mías y no puedo evitar el grito ahogado que sale de mis
labios.
—Jesús, Chloe, no tenía ni idea de que fueras tan sensible. —Aprieta más la
pierna—. ¿Se siente bien, pequeña?
—¿Sí? —Deja caer la mano sobre la piel sensible de la cara interna de mi muslo y
me roza con los dedos—. ¿Qué más quieres? ¿Qué más quieres, pequeña?
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Gimo, mis emociones oscilan entre la frustración y la excitación. Sabe lo que
quiero, pero va a obligarme a decirlo, por muy trabada que tenga la lengua. Cuando
por fin consigo controlarme, le digo.
—Fóllame, Alex
Cada paso que da hace que mi coño, ya empapado, se roce contra la hebilla de su
cinturón, y gimo por la placentera sensación. Cuando llegamos a mi cama, ya estoy al
límite, y lo único que hemos hecho es besarnos y disfrutar de un poco de acción por
encima de la ropa.
—Vaya, qué imagen más bonita. —Admira la vista, lamiéndose los labios con los
ojos entrecerrados. Un poco cohibida por la evidente exposición, me muevo para cerrar
los muslos, pero Alex me detiene con la palma de la mano en cada rodilla—. No te
escondas nunca de mí, pequeña. Quiero verte entera.
—Mmm… ¿Qué ha sido eso? Tienes que hablar más alto si quieres que te oiga.
—Su tono burlón me dice que probablemente me ha oído.
—Por supuesto, pequeña. Lo que tú quieras. —Se echa hacia atrás para
desabrocharse la camisa carmesí.
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La tela cae al suelo y se me seca la boca. Su cuerpo está cincelado, sus
abdominales parecen duros y esculpidos, y la V de sus caderas parece sacada de una
película. Cuando se desabrocha los pantalones y bajan un centímetro, gimo y mis
muslos se sacuden. Empieza a verse la base de algo muy grande y muy duro, y todas
mis terminaciones nerviosas se agitan y se encienden. Se quita los zapatos y los
calcetines, se baja los pantalones por completo y vuelve a subirse a la cama para
quedarse encima de mí.
Vuelve a besarme por debajo de la oreja cuando arrastra los dedos por las curvas
de mi cuerpo hasta el pecho. Me levanta el sujetador y mis pesados pechos quedan al
descubierto. Y jadeo cuando me coge uno inmediatamente. Su pulgar roza mi pezón
endurecido y mis caderas se mueven involuntariamente hacia arriba.
La única respuesta que puedo dar es un gemido, y él se ríe. Está tan cerca de mí
que puedo sentir las vibraciones que emanan de su ancho pecho. Me acaricia los
costados y me roza ligeramente las bragas. Antes de que me derrumbe y le suplique
más, sus dedos se deslizan bajo el satén y por fin me toca el coño desnudo.
Su dedo está tan caliente y grueso dentro de mí que me preocupa estar llegando
al límite demasiado rápido.
—Sí, por favor. Dámela, Alex. Soy una buena chica, por favor, por favor, por
favor... —Me interrumpe el sonido de mis bragas siendo arrancadas de mis muslos, y
me estremezco ante la repentina ráfaga de aire frío en mi coño chorreante.
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—Eres mi niña buena. Estás siendo muy paciente, dejando que te moje lo
suficiente para recibir mi polla. ¿Quieres correrte ahora, o estás lista para mi polla?
—Polla. Ahora. —Son las únicas palabras que logro pronunciar mientras me
acaricia el punto G con dos dedos.
Entonces, algo contundente se burla de mis pliegues cuando Alex se inclina para
besarme. Acepto su boca con avidez y él se introduce lentamente en mi coño
empapado. No es que sea virgen, pero nunca había estado con alguien tan grande. Es
como si estuviera llegando a lo más profundo de mí. Jadeo en su boca hasta que está
completamente introducido dentro de mí y sus caderas están a ras de las mías.
—Joder. Joder, qué bien te siento, Chloe —gime, apoyando la cara en mi hombro
para mantener la respiración tranquila—. Me muero por sentir cómo te corres en mi
polla. ¿Estás lista?
Se echa hacia atrás y me penetra. Con fuerza. La pizca de control que tenía se
desvanece cuando me agarra por las caderas.
—Aquí estaba yo, tratando de tomármelo con calma contigo. Pero parece que no
juegas limpio. Sigue apretándome así, pequeña. —Su voz baja aún más.
Grito cuando me invade el orgasmo y aprieto con fuerza la polla de Alex. Creo
que va a ralentizar el ritmo, pero sigue bombeando dentro y fuera de mí y frotando
con el pulgar mi sensible clítoris. Mi orgasmo se alarga hasta que se me llenan los ojos
de lágrimas por la sobreestimulación y suelto un sollozo.
—Eres tan jodidamente guapa cuando te corres, pequeña. —Sus ojos están llenos
de lujuria mientras me penetra una y otra vez.
31
Mi cuerpo está flácido de placer, pero él levanta mis gruesos muslos y los cuelga
sobre sus brazos. Me tiene tan abierta que cada vez que me penetra con fuerza, el
movimiento de sus caderas hace que su pelvis roce mi clítoris. Me está follando tan
profundamente en este ángulo que sé que no tardaré en correrme otra vez, y espero
que esta vez llegue al límite conmigo.
—Alex, no... no puedo aguantar... —Me agarro a las sábanas y se me saltan las
lágrimas.
—Córrete por mí, pequeña. Vuélvete a correr sobre mi polla y apriétala como una
jodida niña buena.
Bombea furiosamente dentro de mí, haciéndome caer de nuevo por ese precipicio
de euforia.
Luego me pone las manos en la cintura y se corre dentro de mí, moviendo las
caderas mientras su polla chorrea una buena cantidad de semen. Completamente ida,
lo miro, pensando en lo sexy que son sus gemidos mientras se corre. Deseosa de oír
más ruidos de él, vuelvo a apretar su polla, pero mi coño está tan cansado que sólo da
un débil respingo. Alex responde con una carcajada y deja de mover las caderas. Me
acaricia los costados y me da dulces picotazos en el cuello.
—Has sido una chica muy buena para mí, Chloe. —Su voz sigue siendo ronca y
empieza a notarse un ligero indicio de somnolencia.
Nunca nadie me había llamado buena chica, pero debo admitir que me gusta. Tal
vez sea solo porque es Alex quien lo dice, pero en cualquier caso no quiero que pare.
Se levanta lo suficiente como para dejarme ver la sonrisa lobuna de su cara. Sin
decir nada más, se inclina y vuelve a reclamar mis labios. Cuando siento que se
endurece dentro de mí, sé que empezamos el segundo asalto.
32
Capítulo 5
Alex
Sin darme cuenta, alargo la mano y le aparto unos mechones rubios de la boca.
Le tiembla la nariz, pero por lo demás no se mueve. Me incorporo lo suficiente para
apoyar la barbilla en la mano y ver mejor su rostro angelical. Cuando separa los labios
y suelta un pequeño suspiro, me doy cuenta de que podría mirarla eternamente y estar
contento.
—Buenos días —le digo suavemente, con la voz grave por el desuso.
Gira la cabeza hacia mí. Sus movimientos son lentos y su rostro sigue relajado y
somnoliento. Cuando me ve, sonríe antes de volver a cerrar los ojos.
—¿Cómo has dormido? —le pregunto, pasándole los dedos por el pelo.
Se ríe suavemente.
33
—Fantástico. ¿Y tú?
—Bueno, si tienes hambre para desayunar, podría prepararnos unos huevos con
beicon. ¿Tal vez unas tostadas? —me ofrece, obviamente tratando de ser una buena
anfitriona.
—Sabes, suelo empezar las mañanas haciendo ejercicio para abrir el apetito.
—¿En serio? —Una pequeña arruga se forma entre sus cejas—. Podría, um…
esperar a hacer el desayuno si quieres ir a correr o algo así. Pero no tienes una muda
de ropa, ¿verdad? No puedes hacer ejercicio con pantalones de vestir.
Verla pensar en eso fue tan tierno que sonrío cuando respondo:
Sigue mirándome con cara de inocente confusión, así que decido ayudarla. Le
quito las sábanas, descubro nuestros cuerpos desnudos y me pongo de rodillas sobre
ella.
—Es una forma de entrar en calor, ¿no? —Me río entre dientes.
34
ella jadea y me clava los dedos en el pelo. Sonrío y cambio de lado para dedicarle el
mismo cuidado al otro pecho.
—A-Alex —jadea.
—No tienes por qué hacerlo. —Su frase sale apresurada y frenética, y cuando
levanto la vista, noto que tiene el ceño fruncido por la preocupación.
—Te dije que quería adorarte con mis dedos, mi lengua y mi polla. Mis dedos y
mi polla estuvieron dentro de ti anoche. Ahora es justo que mi lengua también tenga
su turno.
—Pero, ¿y si...?
—¿Y si te hago sentir bien? ¿Y si hago que te corras tan fuerte que veas las
estrellas? —Me acerco cada vez más al premio que tengo delante. Ella sigue sin estar
convencida, pero su coño se estremece, así que avanzo—. Chloe, si realmente no
quieres esto, entonces pararé, pequeña. Nunca haré nada que no quieras que haga.
Pero me encanta todo de ti, y te quiero toda. No hay nada de tu cuerpo de lo que tengas
que avergonzarte u ocultarme. Y no hay nada que desee más ahora mismo que probar
tu dulce coñito. —No quiero presionarla para algo para lo que no está preparada, pero,
Dios, su coño está ahí. Y está mojado y goteando. Y se ve absolutamente delicioso.
—Tengo unas ganas locas de probarte, pequeña —le digo entre besos en su tierna
carne—. No sabes cuánto tiempo llevo soñando con ello. Tu mano en mi pelo,
metiendo mi cara en tu húmedo coño. Lo necesito. Vamos, pequeña, por favor...
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Me sorprende gratamente cuando la mano de Chloe me acerca a su monte
desnudo. Inmediatamente abro la boca y arrastro la lengua por sus pliegues en una
larga lamida.
La lamo una, dos veces, y cada vez su cuerpo se estremece debajo de mí. Es
perfecta e incluso mejor que en mis sueños, porque está haciendo exactamente lo que
le dije que hiciera, mantenerme atrapado entre sus piernas y dejarme adorar su coño.
Le prometí que la haría correrse tan fuerte que vería las estrellas, así que vuelvo
a acercarme a esa perla sensible y le presto atención. Le doy unos cuantos lametones
en el clítoris y ella me agarra la cabeza con la otra mano, manteniéndome en mi sitio,
de modo que lo único que puedo alcanzar es ese botoncito hinchado.
—¡Alex! Dios, ¡estoy tan cerca! Por favor, por favor, por favor.
Con vigor renovado, cambio entre chupar y lamer, sin darle ni un respiro para
que baje de su subidón. De repente, su agarre se tensa y grita.
Quiero decirle que se corra para sentir y saborear su orgasmo. Pero eso
significaría que tendría que levantar la cabeza de su coño empapado, y no hay forma
de que me detenga. Así que me sumerjo de nuevo, tarareando profundamente y
haciéndola vibrar intensamente.
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Cuando por fin me retiro, me duele la mandíbula de la mejor manera posible, y
no puedo evitar la sonrisa que se me forma en la cara. Chloe es un charco de
satisfacción debajo de mí, mientras que sus piernas se han vuelto a abrir porque no
tiene fuerzas para mantenerlas cerradas. Tiene un profundo rubor escarlata que le
recorre las mejillas hasta el pecho y sus tetas se agitan ligeramente al ritmo de su
respiración acelerada mientras sus ojos recuperan lentamente la concentración.
Es una imagen tan fantástica y erótica que llevo la mano a mi dolorida polla. La
he estado ignorando para centrarme en Chloe, pero ya no puedo contenerme más.
Manteniendo el contacto visual con ella y arrastro la mano arriba y abajo. Mi presemen
se derrama y me humedece la palma de la mano. Mi respiración aumenta al verla
tumbada, sabiendo que he sido yo quien la ha hecho correrse tan fuerte.
—Joder, Chloe, mírate. Tan sonrojada y hermosa. Fuiste tan buena para mí. Tan
perfecta. ¿Te ha gustado mi boca sobre tí, pequeña?
Ella gime y asiente, agarrando las sábanas por los costados. Cuando vuelve a
arquear la espalda, sus enormes tetas rebotan y yo gimo al verlo. Mi mano se acelera
y el calor de mi vientre se retuerce, apretándose más y más cada segundo que Chloe
me mira.
Me siento sobre los talones y estoy a punto de hacerlo cuando las piernas de
Chloe se levantan y me inmovilizan. Levanto las cejas.
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Su mirada es sensual y sus labios están entreabiertos. Luego sonríe, dulce y
amable, y se acerca a mí, acunando suavemente mi cara entre sus manos.
—Vamos, cariño —susurra tan suave como el ala de una mariposa—. Antes me
has hecho sentir muy bien. Ahora te toca a ti. ¿Te correrás por mí?
Intento decirle que puedo hacer eso por ella. Puedo hacer cualquier cosa por ella.
Pero tengo la lengua pesada en la boca y la mandíbula floja. Mi polla palpita en mi
mano y siento que mi clímax hierve bajo la superficie.
—Creo que debería ser yo quien te diera las gracias. Me has entumecido el coño.
—Se ríe y se levanta—. Hablando de eso, tengo que ir a limpiar el desastre que has
hecho.
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—No, no lo sientas. Quería que lo hicieras, te lo prometo. —Me besa la mejilla
antes de ofrecerme de nuevo su suave sonrisa, luego se levanta y se dirige al baño.
Nunca me había movido tan rápido en mi puta vida. Me tiemblan las piernas y
tropiezo un par de veces antes de llegar al baño. Pero poder tocar de nuevo el cuerpo
de Chloe vale la pena por unos cuantos golpes y moratones a lo largo del camino.
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Capítulo 6
Chloe
Una ducha y otro orgasmo después, los dos estamos limpísimos y listos para
afrontar el día. Bueno, casi listos.
—Sí, todo va bien. Acabo de darme cuenta de que no tengo más ropa que... —Su
frase se interrumpe cuando se inclina y recoge su camisa arrugada de la noche anterior.
—No es que lo haya hecho un millón de veces, así que... —Sus ojos se abren de
par en par y se baja la camisa cuando se da cuenta de lo que ha dicho—. Espera, no, no
quise decir eso. No un millón de veces antes, sólo unas pocas veces. ¡El promedio de
veces!
Como no dice nada, me doy la vuelta para mirarle. Tiene una expresión de
conflicto en la cara que me hace pensar que he dicho algo malo.
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—O no... —Me alejo de la cómoda y levanto las manos—. Sólo quería darte una
opción que no fuera tu ropa de ayer, ya que acabas de ducharte. Pero supongo que
será más complicado si acabas con alguna de mis prendas en tu casa, ¿no? No tienes
que devolverlas si te resulta más fácil...
—¿Eso es todo lo que crees que es esto para mí? ¿Sólo un rollo?
—¿No es así?
Sigo un poco confusa cuando se acerca y me pone las manos en las caderas,
cuadrándonos para que nos veamos obligados a mirarnos a los ojos.
—Voy a ser muy claro contigo, ¿vale, pequeña? —me dice despacio,
pronunciando cada palabra. Cuando asiento con la cabeza, continúa—. No quiero que
esto sea una aventura de una sola vez, Chloe. No quiero que seamos follamigos ni
amigos con derecho a roce. Me gustas de verdad y quiero salir contigo. Te he estado
persiguiendo durante semanas. ¿De verdad crees que voy a conformarme con algo
menos que una relación de verdad?
—Es que... —Trago saliva y miro al suelo—. Sólo quería darte una salida fácil.
—De acuerdo. —No puedo evitar la pequeña sonrisa que se dibuja en mis labios.
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—Bueno, no puedo llevarte a desayunar con eso puesto. —Señala el suelo—. Y
aunque me encantaría llevar una de tus muchas camisetas de AC/DC, tengo la
sensación de que te quedan mucho mejor a ti que a mí. —Se pasa la mano por el pelo
aún húmedo, echando las ondas hacia atrás.
—Vamos, no tienes que hacer eso —intento decirle—. Además, hoy tengo que
hacer unos recados.
—Vale. Bueno, en realidad no son recados, sólo algunas cosas que ya tenía
pensado hacer hoy.
—Aún mejor —insiste, abriendo mucho los brazos—. Quiero ver cómo pasa su
tiempo libre mi pequeña.
—Sí, de verdad.
—Si estás tan seguro, supongo que dejaré que me acompañes. —Intento parecer
despreocupada, pero por dentro me asusta que Alex quiera pasar más tiempo
conmigo.
Me tapo los ojos y salgo corriendo de la habitación para que pueda cambiarse.
Mientras tanto, Alex se ríe a carcajadas de mis payasadas.
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—¡Es el principio! ¡Y estaba súper cachonda!
—Intento venir aquí cada pocas semanas —le explico mientras salimos del
coche—. Su inventario cambia mucho, así que me gusta ver qué novedades han
llegado. —Aunque sé que Alex no lee mucho, asiente de todos modos,
demostrándome que intenta entender. Y solo por eso, mis pasos son un poco más
ligeros cuando entramos en la tienda.
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Si estuviera sola, me pasaría horas aquí, leyendo meticulosamente la
contraportada de cada libro. Pero como estoy con alguien, me limito y sólo cojo uno.
La cajera me sonríe amablemente cuando dejo mi selección sobre el mostrador.
—En realidad, este también. —Alex pone un ejemplar de uno de mis libros
favoritos sobre el mostrador, y me giro para ver que Alex ya le está entregando a la
cajera una tarjeta de crédito.
—Sí. —Se encoge de hombros—. Lo has exagerado tanto que parece muy bueno.
Y, por supuesto, quiero leer tu libro favorito.
—Oh —es lo único que se me ocurre decir, a pesar de que mi mente va a toda
velocidad y la cara se me calienta. La cajera termina la transacción y le doy las gracias
a Alex por pagar.
Fiel a mi palabra, muy pronto nos acercamos a una tienda de discos antiguos.
—La verdad es que no sé tanto de discos como de libros, pero hace tiempo que
quería entrar aquí.
—Bueno, Chlo, hoy es tu día de suerte. Resulta que sé un par de cosas sobre
discos antiguos.
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Hojeamos los discos y nos turnamos para reproducir algunos de ellos en los
auriculares del reproductor de muestras del fondo. En un momento dado, Alex levanta
la mano y finge cantar con un micrófono. Desentona horriblemente, lo que me hace
reír, y le grabo en vídeo con mi teléfono.
No acabamos comprando nada porque ninguno de los dos tiene tocadiscos, pero
no hacía falta. Hemos creado recuerdos que valen más que la compra de cualquier
pieza de música antigua. Creo que es el final de nuestra cita hasta que Alex pregunta
qué deberíamos hacer para comer. Le sugiero que nos comamos una pizza y vayamos
a ver una película a mi casa, y él acepta encantado.
—Bueno, sólo hay una manera de demostrar quién es el mayor fan de “Los
hermanastros”. Ponla, y podrás poner tu dinero donde está tu boca.
Una vez que la película se pone en marcha, vamos hacia adelante y hacia atrás,
citando casi toda la película línea por línea. Es una de las experiencias cinematográficas
más divertidas que he tenido en mucho tiempo y, en algunos momentos, me río tanto
que me duelen los costados y lloro.
Para cuando termina, tengo las piernas acurrucadas a mi lado en el sofá y trato
de estirarlas todo lo que puedo sin patear a Alex. Él no dice nada, solo me agarra de
los tobillos y me estira las extremidades para que caigan sobre su regazo.
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Así lo hago.
“El presentador” empieza, y el proceso continúa, los dos intentando ver quién se
sabe mejor el guion. Pasamos el resto del día haciendo precisamente eso; viendo
películas tontas y haciendo chistes tontos.
Cuando llega la noche, ninguno de los dos se mueve del sofá. Alex comenta que
va a tener que volver a dormir desnudo, pero no discuto con él. En lugar de eso, me
río. Pero en mi cabeza, me imagino despejándole un cajón para que pueda tener aquí
una muda de ropa.
—Lo siento mucho, pero necesito hablar con mi prima, Ruthie, un momento. ¿Te
importa si voy al dormitorio?
Claro, Ruthie. Le doy otro beso en los labios, me pongo en pie y me dirijo a mi
habitación. Me da una palmada en el culo y suelto un gritito antes de soltar una risita
y sonrojarme.
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—Oh, vaya. Enhorabuena a tu amiga. —Parpadeo varias veces—. Um, es un poco
tarde para que me tome el día libre en el trabajo este viernes. ¿Está bien si no puedo ir
a la cena de ensayo?
—Sin problema. No voy a obligarte a pasar tiempo con mis amigos. —Se ríe por
teléfono—. Sólo... ¿podrías caminar hacia el altar como parte del cortejo nupcial? Dave
y yo ya habíamos emparejado a las damas de honor y a los padrinos, y él no quiere
tener que descartar a ninguno de sus amigos de la ceremonia.
—¡Me has salvado la vida, Chloe! ¡Gracias, gracias! Creo que el vestido de
Caroline debería quedarte bien, ya que tuvo que pedir una talla más grande debido a
su embarazo.
Tengo que obligarme a no poner los ojos en blanco. Desde que tengo uso de
razón, Ruthie está prácticamente obsesionada con mi vida amorosa. Y, por supuesto,
da por hecho que estoy soltera.
—¡Oh! —exclama Ruthie cuando la oigo dejar el bolígrafo—. No sabía que tenías
novio. Qué bien. ¿Es Peter o Ryan de casa? Siempre fueron muy amables contigo en el
instituto.
—Sí. Alex, el defensa derecho —confirmo, molesta porque le parezca una idea
tan descabellada.
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—Espera. ¿Alex Morgan? ¿Cómo os conocisteis?
Ahora estoy cabreada porque Ruthie no parece estar contenta por mí. Siempre
me he mostrado entusiasmada cuando me contaba sus historias de citas, pero ella no
parece corresponder a mi energía. Especialmente si le enseño una foto del chico y es
convencionalmente atractivo. Como si fuera absurdo que un tío bueno quisiera a una
chica como yo.
Me muerdo el labio mientras pienso en todo lo que ha hecho Alex para llamar mi
atención.
Alex es tan amable, divertido y guapo, y nos llevamos tan bien. Me hace sentir
bien conmigo misma, más que nadie. Cada vez que pienso en él, me entran mariposas
en el estómago y no puedo evitar sonrojarme. Pienso en él todo el tiempo cuando no
está, y todo me lo recuerda: la música, las galletas, las películas.
—Vale, sí, me parece bien —respondo, sin inmutarme siquiera por el tono áspero
de mi prima porque estoy demasiado absorta en mis propios pensamientos.
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Creo que me estoy enamorando de Alex.
49
Capítulo 7
Alex
Taylor: Acabamos de salir, así que deberíamos llegar al lugar en unas dos horas.
Yo: Genial, voy unos 30 minutos por detrás de vosotros. Y no se lo digas a Chloe. Esto
sigue siendo una sorpresa.
El único lado positivo de tener tantas cosas en la cabeza es que hace que el tiempo
pase rápido y, en un abrir y cerrar de ojos, llego al lugar de la celebración. Por suerte,
el aparcamiento es pan comido y enseguida saco el móvil para avisar a Taylor de que
estoy aquí. Me responde de inmediato diciéndome dónde está, y me dirijo en esa
dirección.
—Hola, tío, me alegro de que hayas venido —me dice cuando me acerco a él. Nos
estrechamos las manos y nos damos un medio abrazo a modo de saludo.
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—Hola, tío. Gracias otra vez por contármelo.
—Bueno, pasamos todos los días juntos, pero la mayor parte del tiempo no
hablamos mucho.
Nos giramos y vemos a un hombre corpulento que se acerca a nosotros con una
sonrisa en la cara y los brazos abiertos. Taylor hace un saludo poco entusiasta y dice:
Tommy supera a Taylor en anchura y altura, así que mi mejor amigo queda
completamente engullido cuando el hombre más corpulento lo asfixia en un abrazo.
Taylor forcejea un segundo antes de aceptar su destino y darle una palmada en la
espalda a Tommy.
—Así que —empieza Tommy una vez que libera a Taylor de su agarre mortal—.
¿Cómo te ha tratado la ciudad? ¿Cómo está el equipo?
Lanzo una mirada fulminante a Taylor y luego cambio la cara para responder a
Tommy.
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—Sí, tío.
—No soy un fan cualquiera. —Tommy rodea a Taylor con el brazo, sin notar la
leve mueca que le dedica mi mejor amigo—. Yo ayudé a que Taylor sea el jugador que
es hoy. Jugábamos en nuestro equipo del instituto, ¡y éramos imparables! Yo también
podría haberme hecho profesional, pero me rompí el ligamento cruzado anterior en el
último año y nunca se me curó bien, ¿sabes?
Me resisto a poner los ojos en blanco. Si me dieran diez centavos por cada vez
que he oído esa excusa, ahora mismo estaría sentado en un yate en el Mediterráneo,
en vez de hablando con este gilipollas.
El tipo parece un niño en Navidad. Me disgusta que diga algo tan jodido, sobre
todo en una boda.
—Joder, sabía que era demasiado bueno para ser cierto. Pero, quiero decir,
apuesto a que ustedes todavía se tiran a un montón de guarras, ¿verdad? Apuesto a
que podríais elegir a las chicas de aquí.
—No, Tommy. —Taylor levanta las manos y da un paso atrás—. Tener un lío con
alguien de tu ciudad natal es buscarse problemas.
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—Eso he oído. —Tommy sonríe y le da un codazo amistoso antes de volverse
hacia mí—. ¿Y tú, tío? ¿Le has echado el ojo a alguna chica que te vayas a follar más
tarde?
—No —digo con firmeza—. En realidad, estoy con alguien ahora mismo.
Mi mirada se dirige a Taylor. Él niega con la cabeza, pero aun así le respondo.
—No estoy teniendo un rollo con nadie. Estoy saliendo con Chloe.
—Sí. —Mi tono da a entender que debería elegir sus próximas palabras con
cuidado. Pero, por supuesto, ni se le pasa por la cabeza.
—¿Pero ella no es...? —Arruga la cara—. ¿Un poco rara? Quiero decir, ¿no
deberías ir a por una chica que esté, ya sabes, buena? —Mira a Taylor y se ríe—. No te
ofendas, tío, pero ya sabes lo que quiero decir.
—¡Vaya, tío! No hace falta que te pongas así. Sólo estoy diciendo lo obvio.
Le respondo: —No tienes ni puta idea de lo que estás hablando. Y si alguna vez...
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Tommy me echa una última mirada, se burla y luego dice: —Sí, claro, tío. —Se
da la vuelta para marcharse.
Taylor me mira.
—¿Por qué no vas a buscar a Chloe? Creo que está por ahí. —Levanta la barbilla
señalando un pasillo a un lado y luego sigue a Tommy.
El pasillo no es largo y, tras cruzar un par de puertas, por fin oigo la voz de Chloe.
Suena como música absoluta para mis oídos, e inmediatamente mi corazón late más
rápido con la anticipación de verla. Está hablando con alguien detrás de una puerta
ligeramente abierta.
—Gracias, Chlo. Has hecho bien en dejar los pendientes de aro. Habrían sido
demasiado —responde otra voz.
Levanto la mano para llamar a la puerta, pero justo antes de que mis nudillos
toquen la madera, el interlocutor continúa.
—Tú también estás estupenda. Lástima que tu noviecito no esté aquí para verte
con ese vestido.
Chasqueo la lengua. Ella sabe que, si tiene que ver con ella, entonces nunca estoy
demasiado ocupado.
—Tú y Alex simplemente no son una buena pareja, Chlo. —El tono de la mujer
es suave, pero sus palabras me atraviesan como un cuchillo.
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—¿De qué estás hablando? —La voz de Chloe sube una octava.
—Y Alex lo es. Quiero decir, no es una chica, pero es la versión masculina. ¿Cómo
se llaman...? ¡Hombre-puta! Sí, ¡eso es!
En ese momento, me doy cuenta de su evidente insulto, así que hago lo posible
por no ofenderme, ya que está claramente achispada.
—¡Sólo me preocupo por ti, Chloe! —insiste—. Es que no creo que sea sano que
te encariñes con alguien que va a encontrar una nueva chica en unas semanas.
—He leído bastante sobre él en internet. Está en todas las páginas de cotilleos.
¿Es ahí donde quieres acabar?
Quiero atravesar la puerta y decirle a Chloe que no voy a dejarla caer como los
patines de la temporada pasada, pero siento los pies congelados en el suelo.
—Lo sé —dice por fin Chloe, con voz tranquila—. No soy estúpida. Sé que en
realidad no quiere nada serio conmigo. Por qué querría a alguien como yo, ¿verdad?
¡No, no! Eso no es verdad, Chloe. ¿No te he demostrado lo suficiente? ¿Por qué no crees
en mí, en nosotros? Me tiemblan las manos, pero no me atrevo a irrumpir en la
habitación y dejar las cosas claras.
—Bien —le dice Ruthie—. No quiero que luego te sientas decepcionada, ¿sabes?
Es mejor estar preparada emocionalmente.
—Sí, tienes razón —responde Chloe, con ese tono derrotado que me rompe el
corazón.
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—Dios mío, ¿la puerta ha estado abierta todo este tiempo? ¿Y si Dave ha pasado
y me ha visto? —Ruthie se acerca corriendo, y mis piernas por fin se descongelan lo
bastante rápido como para que salte fuera de su campo de visión.
Sus ojos recorren la multitud como si no supiera adónde mirar. Cuando me ve,
se le ilumina la cara y, de alguna manera, está aún más guapa que antes. Le devuelvo
la sonrisa y la saludo con la mano.
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y sus hombros se hunden ligeramente. Sé que las palabras de Ruthie la están afectando,
y me duele el pecho.
Cuando empieza a sonar el tradicional "coro nupcial", creo que soy la única
persona de todo el público que mira fijamente a la novia. Y mientras veo a Ruthie
caminar hacia el altar, comparo a las dos primas, pensando en lo mucho más guapa
que es Chloe, por dentro y por fuera.
57
Capítulo 8
Chloe
—Vale, definitivamente no te creo, pero sigo pensando que deberías ver esto. —
Respira hondo mientras se acerca a mi escritorio y saca el teléfono del bolsillo.
Mi pulso va a mil por hora cuando desbloquea el dispositivo y lo gira hacia mí.
La foto ampliada me resulta familiar, aunque nunca la había visto antes, y tardo unos
segundos en atar cabos.
—Al principio no estaba muy segura hasta que... —Desplaza en la pantalla para
mostrar a la otra persona de la foto—. Hasta que también vi a Alex.
Le arrebato el móvil de la mano y amplío la imagen para verla entera. Fue tomada
el fin de semana pasado en la boda de Ruthie. Llevo mi vestido de dama de honor
entallado y Alex lleva su traje azul marino.
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Cuando lo vi mientras caminaba por el pasillo, recuerdo estar completamente
eufórica. No tenía ni idea de que iba a venir, y me dejó boquiabierta. Quería
abalanzarme sobre él en ese mismo instante.
Pero cuando miré alrededor de la sala y me fijé en todas las mujeres guapas que
había, las palabras de mi prima volvieron a perseguirme. Pensé que quizás alguna de
esas otras mujeres habría encajado mejor con Alex en vez de conmigo. Intenté alejar
esos pensamientos ansiosos e inseguros y centrarme en la boda y en pasar tiempo con
el hombre guapísimo que había conducido dos horas para darme una sorpresa. Pero
durante el resto del día, sólo podía pensar en que se merecía a alguien más delgada,
sexy y guay que yo.
A juzgar por mi postura relajada, esta foto debe de haber sido tomada después
de que mis nervios por fin se hubieran calmado. Mis manos están sobre los hombros
de Alex y las suyas sobre mi cintura. La forma en que nuestros rostros se inclinan el
uno hacia el otro demuestra claramente que esto era algo más que un simple baile entre
amigos.
La imagen está borrosa y torcida, como si hubiera sido tomada desde un ángulo
incómodo. Pero está lo bastante cerca como para que la haya tomado alguien de la
boda y no un paparazzi fuera del lugar. Y por extraño que parezca, darme cuenta de
eso hace que mi corazón se hunda aún más.
Sé que no debería leer el artículo que acompaña a la foto. No puede salir nada
bueno de saber lo que la gente dice de Alex y de mí y de cómo nos vemos juntos como
pareja; inevitablemente herirá mis sentimientos.
Alex Morgan, también conocido como el defensa derecho del NY Storm, fue visto en una
boda este fin de semana con una misteriosa mujer (fotografiada arriba por una fuente anónima).
Durante semanas, los fans han notado un cambio en el comportamiento de Morgan, y han
estado teorizando que las aventuras amorosas del playboy han llegado a su fin. Muchos
pensaban que la mujer que por fin le había reclamado era Yanne, la nueva modelo holandesa de
Calvin Klein; mientras que otros insistían en que se trataba de Josie, que lleva ocho semanas en
la lista “Billboard Hot 100”. Pero TODAS las fans se entristecieron al ver que su jugador
favorito, que hablaba con suavidad y deslizador de bragas, dejaba de ser el centro de atención.
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¡Hasta ahora!
Como muchos sabéis, Taylor Brandon también juega en el NY Storm, ¡lo que significa
que Chloe es su hermana!
Y, por supuesto, las mentes curiosas quieren saber qué pudo hacer que Alex Morgan "el
chico follador" empezara a salir en serio, así que le pedimos a T que nos hablara de Chloe.
—Sinceramente ella es un poco rara —dijo T—. No tengo ni idea de por qué están
saliendo. Alex claramente tiene mucho a su favor, pero Chloe... siempre ha estado un poco
apagada, ¿sabes?
Cuando se le preguntó si Morgan parece ir en serio con Chloe, T respondió —de ninguna
manera. Quiero decir, un tipo como él no sienta la cabeza, especialmente con chicas como ella.
Y todo el tiempo que estuvieron juntos en la boda, él estuvo mirando a otras mujeres. Así que,
les doy, como, tres semanas. Máximo.
¿Qué pensáis, lectores? ¿Parece que Morgan está listo para sentar la cabeza, o es
realmente un "jugador" de corazones?
—Quién... Qué... Quiero decir, por qué.... —Ni siquiera puedo hilvanar dos
pensamientos. Siento que se me inunda la cabeza y el pecho se me aprieta cada vez
más.
60
Levanto lentamente la cabeza para mirarla.
Me alejo de Michelle.
Apoyo los codos en el escritorio, dejo caer la cara entre las manos y suspiro
profundamente.
Siento legítimamente que el corazón se me parte en mil pedazos. Sabía que era
una mala idea. Sabía que la gente nos miraría así. No hay forma de evitarlo. No soy
más que la chica normal, aburrida y empollona que intenta salir con el dios del hockey
que está fuera de la liga y que no debería mirarme ni un segundo. Si esto sigue así, nos
causará problemas a los dos.
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—¿Qué? —Una gran sonrisa se dibuja en su cara y se mete las manos en los
bolsillos delanteros—. ¿No puedo llevar a la chica más guapa de Nueva York a un
almuerzo sorpresa?
No creía que fuera posible, pero eso me rompe aún más el corazón.
Su sonrisa se desvanece.
—Es… —Se lame los labios y se mueve nervioso—. ¿Es un mal momento?
¿Vuelvo más tarde a recogerte?
—No, de hecho, no creo que sea una buena idea en absoluto, Alex.
Por supuesto, tiene que hacer esto más difícil de lo que tiene que ser.
—Mira, Alex. —Me doy la vuelta y reúno la fuerza de voluntad para decir mis
siguientes palabras—. Quizá deberíamos enfriarlo un poco, ¿vale?
62
—¡Sea lo que sea esto!
—Pensé que podríamos hacer que funcionara. —Mi mirada cae al suelo mientras
pierdo los nervios—. Pero es posible que me estuviera engañando a mí misma,
pensando que podría estar con un tío como tú.
—¿Un tío como yo? Chloe, ¿qué...? —Su voz es tensa, y cuando da un paso hacia
mí, inmediatamente retrocedo uno, golpeando la puerta.
—Tengo que hacer unas copias. —Alargo la mano para intentar agarrar el pomo.
En cuanto lo consigo, le doy un tirón—. Así que probablemente es mejor si te vas ahora,
¿de acuerdo, Alex?
Sin embargo, por mucho que mi cerebro grite que esto siempre fue el resultado
inevitable, mi corazón no puede evitar discrepar vehementemente, y me quedo
atascada con el peso melancólico de lo que podría haber sido.
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Capítulo 9
Alex
¿Por qué? Las cosas han ido tan bien últimamente... o, al menos, eso creía yo.
Desde la primera cita, hemos sido inseparables. Luego, en la boda, lo pasamos bien, e
incluso pude convencerla para que bailara conmigo, aunque me di cuenta de que era
un poco tímida. Y después de eso, le he llevado la cena varias veces esta semana,
rematada con postre y orgasmos.
Ahora, de repente, ¿quiere que lo enfriemos? ¿Qué coño significa eso? Pensé que
había dejado bastante claro que quiero una relación con ella, que quiero ser el que la
haga sentir mejor después de un mal día y la mime con regalos. Que la quiero en las
gradas de todos mis partidos de hockey, llevando mi nombre en la espalda y
animándome. Que la quiero debajo de mí, arañándome la espalda con las uñas y
agarrada a las sábanas mientras la hago ver las estrellas.
—Probablemente sea mejor que no vengas por aquí durante un tiempo. Te estás
convirtiendo en una gran distracción para Chloe. Y además... —Mira hacia la puerta
principal y enarca una ceja—. Traes muchas moscas con tus tonterías.
—¿Qué coño está pasando? —exclamo frustrado, frotándome la cara con la mano.
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Miro la placa de su escritorio.
—¿De dónde la has sacado? —Mi voz es baja y controlada, sin revelar el terror
absoluto que me invade.
Me quedo en silencio.
—¡Por qué todo el mundo sigue diciendo eso! —Levanto los brazos y siento que
se rompe mi último cordón de autocontrol—. ¡Claro que voy jodidamente en serio con
ella! La quiero, ¡maldita sea! —Me paralizo al darme cuenta de lo que acabo de admitir.
Aún no lo he dicho en voz alta, y pronunciar esas palabras en el universo realmente
enfatiza el peso que tienen—. La quiero —repito de nuevo, con más determinación—.
La quiero. ¿Por qué la gente no se da cuenta?
—Sí. No sólo es la mujer más hermosa que he conocido, sino que además tiene el
cuerpo de una diosa, del que no me canso.
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—Joder, esa ha sido realmente una respuesta muy buena. —Michelle sacude la
cabeza hacia mí—. Si la gente no puede verlo por sí misma... —Se inclina sobre el
escritorio, junta los dedos y apoya la barbilla en las manos—. Entonces haz que lo vean.
—Cuando no entienden algo, se inventan una respuesta: que suponen. Así que
no se lo permitas. Es probable que la gente no entienda vuestra relación porque la
habéis mantenido en secreto, y con razón. Pero que esa fuera o no tu intención es
irrelevante en este momento. Vuestra relación ya ha salido a la luz. Será mejor que les
des las respuestas que estaban buscando. Y puedes empezar con esa web de cotilleos.
Llámalos y diles que les darás una entrevista exclusiva si anulan lo que acaban de
escribir. No concedes entrevistas a menudo, ¿verdad? Así que estoy segura de que se
les llenará la boca de agua por oír lo que tienes que decir.
—Sí, lo sé. —Se pasa el pelo oscuro por encima del hombro—. ¿Sabes cuántas
relaciones he salvado? Sinceramente, debería empezar a cobrar por minuto.
Camino a toda velocidad por la acera mientras mi cuerpo se agita con energía.
Saco el móvil del bolsillo, abro la página web de SNIDE y busco su número de teléfono.
Hago clic en el botón "Llámenos ahora" y me acerco el teléfono a la oreja, metiéndome
en una calle lateral para no entorpecer el tráfico.
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—Gracias por llamar al SNIDE. ¿A quién puedo transferir su llamada? —me
pregunta la recepcionista, demasiado amable.
—Necesito hablar con el imbécil que acaba de publicar ese artículo sobre Alex
Morgan y su novia. —Me aseguro de enfatizar la última palabra.
La voz al otro lado de la línea se aclara la garganta mientras los sonidos del
teclado flotan a través del auricular.
—Um, ese periodista no está disponible en este momento. ¿Quién llama? Quizá
pueda coger el mensaje.
—Soy Alex Morgan. —Mi tono es casi siniestro mientras los clics del teclado se
detienen.
Hay un silencio sepulcral durante tres latidos antes de que oiga un trago audible.
—Sí, soy Alex Morgan, el tema del último artículo sensacionalista de su empresa.
—Estoy cada vez más molesto, y se me nota en la voz.
Antes de que pueda decir nada más, se oye un clic y lo único que oigo es lo que
sólo puede describirse como música de ascensor granulada. Respiro hondo,
intentando bajar la tensión para no estallar sobre quienquiera que sea el siguiente en
ponerse al teléfono.
—¿Sr. Morgan?
—¿Quién coño te crees que eres? —Bueno, demasiado para no explotar. Así se
hace, Alex.
—Se hace llamar periodista, pero todo lo que hace es tergiversar la vida personal
de la gente de la forma que mejor convenga a sus putos lectores perversos. No tiene
ningún puto derecho a fisgonear a la gente y menos aún a difundir mentiras
descaradas sobre ellos.
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—Espere un momento —balbucea, sólo porque se lo permito—. No difundimos
mentiras. Sólo publicamos la verdad. Sólo porque no obtuvimos la verdad de usted no
significa que tenga derecho a estar molesto por ello.
Este maldito tipo. Agarro mi teléfono con tanta fuerza que juro que lo oigo crujir.
—¡Ni una puta palabra de lo que publicó era verdad, hijo de puta!
—Bueno. —Noto una sonrisa de suficiencia en su cara—. ¿Qué más tienen los
lectores para seguir? No es que revele mucho de usted al público.
—Lo sé —digo, resistiendo las ganas de golpear la pared que tengo detrás—. Por
eso pierdo el puto tiempo llamando a un imbécil como tú.
—Mira, gilipollas. Te voy a hacer una propuesta. Te daré una entrevista. Una
exclusiva, lo que quieras, si quitas el otro artículo. Diablos, incluso lo apoyaré. Lo
pondré en todas mis redes sociales y le diré a todos mis seguidores que visiten tu
maldita web. Eso es básicamente publicidad gratis, ¿no?
—Este trato expira en quince segundos, tío. Cógelo o se lo ofrezco a otro. Y les
digo que tu fuente mintió.
—Sr. Morgan, creo que tenemos un trato. Supongo que está listo para hablar
ahora.
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Normalmente desprecio las entrevistas, pero esta vez tenía una razón para
hacerla. En casi todas las preguntas que me hizo, pude desviar la conversación hacia
Chloe. Al final, renunció a preguntarme sobre cualquier otra cosa y se limitó a hablar
estrictamente de ella, lo que hizo el intercambio mucho más llevadero.
Cuando abro la puerta y entro arrastrando los pies, suena el timbre. Miro a mi
alrededor y cada segundo que pasa sin verla me da un vuelco el corazón. Decidido a
no rendirme tan fácilmente, empiezo a recorrer todos los pasillos. Buscaré en cada
maldito rincón de este lugar antes de rendirme y dirigirme a la siguiente posibilidad.
Pero cuando llego a la sección romántica, se me congelan las piernas porque ahí
está Chloe. Está tan guapa como siempre, abrazada a un libro mientras lee la
contraportada de otro. Me acerco despacio para no asustarla. No se da cuenta de mi
presencia, demasiado cautivada por la cubierta que tiene en la mano, así que me aclaro
la garganta y digo en voz baja:
—¿A… Alex? —exclama incrédula—. ¿Qué haces aquí? ¿No te he dicho que no…
no quiero verte ahora? —Le tiembla el labio inferior, como si decir esas palabras le
costara más de lo que aparenta.
—No me lo creo, pequeña. —Me acerco un paso, y mi corazón canta cuando ella
no se aparta.
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—Alex, por favor...
—No puedo hacer eso —susurra entre lágrimas. Tragando saliva, continúa—.
Pero no importa lo que yo sienta cuando sé que tú no sientes lo mismo.
—A la mierda todo el mundo. ¿Qué quieres? —Le doy besos de mariposa en cada
uno de sus párpados, saboreando el ligero sabor de sus lágrimas en mis labios—.
Porque te quiero. Más que a nada.
—Yo también te quiero, Alex. —La frase sale precipitadamente y ella choca
contra mi pecho, hundiendo la cara en el pliegue de mi cuello—. Te quiero. Te quiero
mucho. Eres el hombre más amable, inteligente y divertido que he conocido, ¡y te
quiero!
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es la persona más increíble que ha entrado en mi vida, pero creo que tengo una idea
mejor.
—Mira, tengo algo que enseñarte. —Saco mi teléfono del bolsillo y hago clic en
el nuevo artículo que acaba de salir. Me aseguré de tenerlo marcado y listo.
Me mira con curiosidad hasta que le muestro la pantalla, entonces aparta la cara
con disgusto.
—No, pequeña —le aseguro, frotándole la espalda con una mano—. Michelle me
habló del artículo, así que me puse en contacto con el escritor y le exigí que lo retirara
de la página web.
Me encojo de hombros.
—Estaba lleno de mentiras y todo tipo de gilipolleces. Así que le dije que lo
quitara. A cambio, publicó algo que es verdad sobre nuestra relación. —Aprieto mi
teléfono contra la palma de su mano—. Léelo. Mira lo que le dije a él y a todo el mundo
sobre ti, Chloe. —Me acerco a ella y le beso la sien.
Ella mira el dispositivo que tiene en la mano durante un segundo, antes de volver
a mirarme, con una pequeña sonrisa en los labios.
—Lo hice por nosotros, pequeña. Te necesito, y no voy a dejar que un estúpido
periodicucho de cotilleos o cualquier otra persona estropeen lo que tenemos.
—Que le den a todo el mundo, ¿verdad? ¿Por qué tengo que leer lo que piensas
de mí cuando estás aquí mismo y puedes decírmelo en persona? —Poniéndose de
puntillas me da un beso en la comisura de los labios—. Dime, Sr. Hockey estelar, ¿qué
piensas de esta friky ratona de biblioteca?
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incomparable, su corazón es más grande que el de nadie y es la mujer más
despampanante de todo el planeta. —Paso las manos por su costado hasta posarlas en
sus caderas—. No sólo es guapa; también es la mujer más sexy junto a la que he tenido
el placer de despertarme. Sobre todo, cuando me deja lamerle el coño empapado.
Sus mejillas parecen en llamas mientras me tapa la boca con las manos.
Chloe parpadea y luego mira los libros que ha tirado al suelo. Me río entre dientes
y doy un paso atrás, liberándola a regañadientes de mi agarre.
—Lo siento. He interrumpido tus compras, ¿verdad? Tómate todo el tiempo que
necesites, pequeña. Te esperaré, ¿vale?
—¿Estás seguro?
—Por supuesto, Chloe. De hecho, yo también quería recoger algo. ¿Qué tal si nos
vemos en la entrada dentro de un rato?
Puede que le haya contado una mentirijilla para que no se sienta mal, pero intento
mantenerme fiel a mi palabra yendo hacia el otro lado del pasillo y cogiendo un libro
al azar. Parece medianamente interesante, así que decido meterlo bajo el brazo y
acercarme a la caja registradora.
—¿Es todo por hoy, señor? —me pregunta el hombre de mediana edad.
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Chloe llega unos quince minutos más tarde con una modesta pila en los brazos.
Cuando lo deja todo en el mostrador, añado mi libro.
—Claro que puedes. —Le guiño un ojo y ella se sonroja—. Eso es lo que hacen
los novios por sus novias.
—Vamos, es la segunda regla de las citas. El novio le guarda las bolsas a la novia
—le recuerdo.
—Es que estoy muy contento de por fin, poder llamarte así —le digo con una
sonrisa—. ¿Sabes cuánto tiempo he esperado para llamarte novia? Parece una jodida
eternidad. —Me detengo a medio paso—. ¡Eh! —le grito a un tipo cualquiera que
camina frente a nosotros.
—Esta es mi novia —proclamo mientras señalo a Chloe con una sonrisa tonta en
la cara.
Tío, soy tan jodidamente tonto, y me importa una mierda quién lo sepa.
—¡Ya basta! —Chloe se ríe y me empuja calle abajo—. Pero lo entiendo. —Me
mira por debajo de las pestañas y, si no la conociera, diría que está siendo seductora—
. También me gusta poder llamarte mi novio.
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Oírla utilizar por fin ese término enciende un fuego en mí, y me inclino para
susurrarle directamente al oído.
—Tienen mucho, mucho sexo caliente, nena. ¿Estás lista para que te folle hasta
que no puedas andar en una semana?
—¿Sabías que eres ridículo? —Se separa de mí y veo cómo empieza a caminar en
dirección a su apartamento.
La forma en que su pelo fluye con sus movimientos... la forma en que sus caderas
se balancean con cada paso...
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Epílogo
Chloe
—He oído que Alex Morgan está saliendo con alguien —susurra una adolescente
a su amiga.
Paso junto a ellas, sosteniendo mis nachos y una Coca-Cola light mientras intento
no reírme.
—¿Qué? ¿Me tomas el pelo? ¿Cuándo ha pasado eso? —se queja la amiga con un
mohín.
Su amiga se ríe.
—Lo que tú digas, chica. De todas formas, ¿te has enterado de lo del otro jugador?
El que...
Acostumbrarse a ser el centro de atención y a que nuestra relación sea tan pública
ha sido todo un cambio. Al principio fue duro. Me sentía expuesta y vulnerable ante
gente que no tenía derecho a saber nada de mi vida privada. Pero, por suerte, las
habladurías se acabaron unos meses después de que Alex y yo hiciéramos oficial
nuestra relación. Y cada vez que me llegan los rumores, él siempre está ahí para
hacerme sentir querida, especial y guapa.
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Intento asistir a todos sus partidos, pero de vez en cuando tengo que faltar a
alguno por trabajo u otras responsabilidades. Sin embargo, esta noche me ha mostrado
sus grandes ojos azules de cachorrito y me ha rogado que fuera. Me dijo que necesitaba
su amuleto de la buena suerte para que pudieran ganar, ya que es su partido de
playoff. Me reí y le dije que es un jugador increíble que se ha dejado la piel esta
temporada, así que no necesita algo tan trivial como la suerte. Por supuesto, le dije a
mi jefe que tenía que irme pronto para llegar a tiempo.
Antes de que empezáramos a salir, sabía que era bueno, pero no lo entendía. Una
cosa es oír hablar de alguien que juega bien y otra verlo realmente. Cada vez que
intercepta un pase o bloquea un tiro, me quedo alucinada. Es casi una belleza verle
deslizarse sin esfuerzo sobre el hielo, como si bailara. Juega con la misma facilidad con
la que camina, como si hubiera nacido para ello.
A los veinte minutos de juego, uno de los jugadores ofensivos del otro equipo
atraviesa la defensa del Storm y se dirige hacia el portero. Alinea el disco y lo golpea
con una fuerza rápida y controlada. Pero en un movimiento fluido, Alex patina delante
de la portería, intercepta el disco y aprovecha su impulso para girarlo 180 grados y
lanzarlo de nuevo hacia el fondo de la pista de hielo. El público estalla en vítores
cuando suena el timbre que indica el final del primer periodo.
La pantalla gigante muestra el atractivo rostro del jugador número veinte, y mis
ojos se llenan de corazones imaginarios. Puede que no todo el mundo lo considere un
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rompecorazones en este momento, con el pelo pegado a la frente y sudando a mares.
Pero yo sigo pensando que es guapísimo.
Cuando se da cuenta de que está en la pantalla, Alex hace un pequeño gesto con
la mano y luego se da tres golpecitos con el protector facial, justo encima de los labios.
Tengo mariposas en el estómago porque esa señal era solo para mí. Y aunque él no
puede verlo, levanto la mano y también me doy tres golpecitos en los labios. Te.
Quiero.
El resto del partido es tan intenso como el primer periodo. Hay muchas idas y
venidas entre ambos equipos, pero al final, los Storm ganan por un gol, gracias a un
pase de Alex. El público está fuera de sí, animando y coreando, emocionado de que su
equipo haya ganado por segundo año consecutivo. Yo también vitoreo, pero me alegro
de que mi hombre lo haya hecho tan bien sobre el hielo. Sinceramente, me da igual que
ganen. Solo me gusta saber que Alex está arrasando ahí fuera.
Tras las celebraciones sobre el hielo, los jugadores se dirigen a sus respectivos
vestuarios y los aficionados empiezan a dispersarse por las gradas. Me quedo en mi
sitio, terminando mi refresco y jugando a un juego sin sentido en el móvil mientras
espero a que Alex salga de los vestuarios para irnos a casa.
Un rato después, levanto la cabeza y me doy cuenta de que casi todo el mundo
se ha ido. Miro la hora y me sobresalto al ver cuánto tiempo ha pasado. Alex suele entrar
y salir de los vestuarios, así que ¿por qué tarda tanto? Me levanto para tirar la basura
cuando recibo un mensaje.
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Una mano me agarra inmediatamente de la muñeca y tira de mí hacia el interior.
Antes de que pueda gritar, me presiona la espalda contra la pared y una boca familiar
empieza a devorar la mía. El pelo mojado de Alex me cae sobre la frente y sus manos
me agarran por las caderas, moviendo mi cuerpo para que pueda meter una rodilla
entre mis piernas.
—¡Alex! —Me río alejándome—. ¿Qué haces? No estás... —Bajo la voz—. ¿Tus
compañeros de equipo no siguen aquí?
—No, pequeña. —Me besa toda la cara, haciéndome reír más fuerte—. Se han ido
todos. Ahora sólo estamos nosotros.
Cuando por fin deja de besarme, me rio con nerviosismo. Cuando le agarro de
los hombros para estabilizarme, me sorprende sentir su piel desnuda aún caliente de
la ducha.
—Oh. —Mis ojos bajan hasta su pecho desnudo y sus duros abdominales—. Oh.
—Exclamo al ver que sigue con la toalla puesta y que hay una gran tienda de campaña
en la toalla blanca. Sintiéndome atrevida, le rozo con el muslo y él se estremece contra
mí—. Mmmm, ¿no podías esperar a que llegáramos a casa?
—Iba a hacerlo —responde, con una voz cada vez más grave—. Pero entonces
me di cuenta de que hace exactamente un año que nos conocimos, en este mismo
edificio, en este mismo pasillo.
—Así que estaba pensando —dice entre besos—, que podríamos reescribir
nuestro primer encuentro.
Se aparta y sonríe.
Lucho por reprimir mi propia sonrisa mientras miro hacia otro lado, intentando
meterme en mi personaje. Cuando vuelvo a mirarle, mi expresión se vuelve de
sorpresa.
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—¡Sr. Morgan! —digo, intentando sonar sin aliento y desconcertada—. Lo siento.
No sabía que seguía aquí. —Me cubro la cara con las manos, pero miro a través de los
dedos.
—Sí, apuesto a que no. Seguro que esperabas que el lugar estuviera vacío,
¿verdad? Para poder entrar en el vestuario de tu equipo favorito. ¿Quizá robarle algo
a tu jugador favorito?
Le sigo la corriente, pero me cuesta un poco no reírme. Nos gusta animar las
cosas, pero no solemos hacer ningún tipo de juego de rol. Así que no me había dado
cuenta de lo difícil que sería mantener el personaje.
—¿En serio? —Se acerca hasta que se cierne completamente sobre mí—.
Entonces, ¿qué escondes aquí? —Su mano desciende por mi cuerpo, por el pecho y el
vientre, hasta que aterriza entre mis muslos y me toca el coño a través de los leggins.
Gimo involuntariamente y mis caderas se mueven, acostumbradas a sus caricias.
Sacudo la cabeza y él chasquea la lengua.
—Entonces es una pena. —Me presiona con su polla dura—. Ver a mi fan número
uno vestida con mi camiseta y tan necesitada me pone muy cachondo. Quizá podamos
ayudarnos mutuamente.
—Sí. —Mi voz sube una octava y tengo que aclararme la garganta para volver a
la normalidad.
—Sí, parece que los dos tenemos un problema que necesita ayuda.
Cuando retrocede, me quedo sin aliento y sé que mis mejillas están sonrojadas.
—Tiene una bonita expresión en la cara, señorita mega fan. —Su pulgar me roza el
labio inferior—. Pero creo que llevas un poco... demasiado ropa para la ocasión, ¿no te
parece?
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Como no confío en mi capacidad para hablar, asiento con la cabeza y me cojo el
dobladillo de la camiseta.
Se quita la toalla de la cadera y la deja caer al suelo. Su polla dura y gruesa pide
atención mientras una gota de líquido preseminal gotea de la punta.
—No hace falta que sueñes, pequeña. Estoy aquí y listo para mi fan número uno.
¿Estás lista para mí?
—¡Eres tú!
—Buena chica. —Me besa la boca floja y me aprieta el clítoris con la palma de la
mano—. ¿A quién has mirado todo el partido?
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Los gemidos brotan de mi boca mientras él juega con mi coño, estirándome y
acercándome cada vez más al borde. Retira los dedos y yo gimo por la pérdida, pero
él se reajusta rápidamente para levantarme por las caderas y apoyarme contra la pared.
Le rodeo la cintura con las piernas y él me sujeta con un brazo. Con la mano libre,
agarra la cabeza de su polla y me la frota por el coño.
—Te daré todo lo que necesites, pequeña. —Me folla con más fuerza contra la
pared.
Intento contenerme, pero él penetra cada vez más dentro de mí. La superficie
rugosa me roza la espalda y me excita más de lo que pensaba.
—Dilo otra vez —me exige, con la polla moviéndose dentro de mí.
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—Soy tuya. Soy tuya, Alex. Me encanta... —repito, tirándole del pelo.
Sus embestidas son cada vez más rápidas y profundas, llegando a un punto
concreto dentro de mí. Mi espalda se arquea y mi cuerpo se tensa antes de aflojarse
por completo mientras mi coño palpita alrededor de su polla gruesa. Al verme
correrme, Alex se inclina para tocar ese punto una y otra vez.
—Vamos, pequeña. Quiero ver a mi fan número uno correrse otra vez en mi
gorda polla —me susurra al oído.
—Necesito una ducha antes de irnos a casa —digo, no queriendo tener semen
seco en las piernas el resto de la noche.
Alex se ríe y se inclina para recogerme los pantalones, besándome las piernas
desnudas mientras se incorpora.
—No creo que eso tenga sentido. —Se señala la polla, y jadeo al notar que sigue
húmeda y endureciéndose de nuevo—. Nuestra celebración no ha hecho más que
empezar, pequeña.
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—¿No deberíamos reunirnos con tus compañeros de equipo? —Le pregunto, no
queriendo que se pierda sus payasadas después del partido, sobre todo tras su reciente
gran victoria.
—No, pequeña. De todos modos, estaría pensando en ti todo el rato. Eres la única
con la que quiero celebrarlo.
—Me rodea los hombros con sus fuertes brazos y aprieto la mejilla contra su
pecho, escuchando los latidos de su corazón.
Se queda pensando durante un segundo, con los labios fruncidos y el rostro serio.
Balbuceo, dándole manotazos juguetones mientras le digo que está loco. Se ríe y
me esquiva para ponerse la ropa.
—¿Lista, Chloe?
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veces que me ha abrazado, todas las caricias que me ha dado, todos los hombros en los
que me ha ofrecido llorar, y mi respuesta es obvia.
Fin
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