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ELYSE KELLY

PUCK ME

Serie Multiautor
New York Storm 3
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una
traducción de fans para fans.

Si el libro llega a tu país, apoya al autor


comprándolo.

1
Argumento
Estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero... pero no puedo tenerla a ella.

Chloe Brandon es la mujer más inteligente y sexy que he conocido. Y se niega a


darme incluso la hora.

¿Y qué si los tabloides me han apodado el follador del NY Storm? Soy el mejor
amigo de su hermano, ¿no debería valer eso para algo?

Pero lo único que ve es a un defensa engreído de la Liga Nacional de Hockey


conocido por sus noches salvajes y su sexo ocasional. Necesito mostrarle ese lado de
mí que poca gente sabe que existe.

Parece que he encontrado mi nueva debilidad, porque Chloe es demasiado difícil


de resistir. Puede que seamos opuestos en todos los sentidos, pero ella será mía. Y la
llevaré a mi cama. Solo tengo que convencerla primero.

2
Capítulo 1
Alex

El vestuario apesta a champán y sudor, y no oigo una mierda.

Mientras salgo de las duchas y me dirijo a mi taquilla, todo el mundo sigue


ovacionando y celebrando nuestra victoria. Nuestro equipo, los New York Storm,
acaban de derrotar a nuestros rivales que estaban muy igualados, los Philadelphia
Furies, en el partido por el título de esta temporada, así que sin duda nos merecemos
una fiesta.

Cuando voy a mi taquilla, Taylor, el defensa izquierdo del equipo, y mi mejor


amigo, se deja caer en el banco junto a mí.

—Joder, ha sido un partido increíble —me dice mientras se calza las zapatillas.

—Dímelo a mí. Creía que nos habían ganado al final, pero lo conseguimos —le
contesto.

—Tuvimos una gran puta racha, pero gracias a Dios se acabó. Tengo el hombro
destrozado. —Para enfatizar su comentario, mueve el brazo izquierdo con una mueca.

—Tío, te entiendo. Me duelen tanto los cuádriceps que apenas he aguantado los
últimos minutos.

—Bueno, si estás tan dolorido, apuesto a que hay unas cuantas conejitas del
hockey que se mueren por darte un masaje. —Taylor mueve las cejas sugestivamente.

Me encojo de hombros y me saco la camiseta.

—Eh, no sé, tío. Creo que esta noche sólo quiero pasar el rato con el equipo.

—¿Qué? —responde con un jadeo exagerado—. ¿Alex Morgan, el dios italiano


del sexo de los New York Storm, no se va a llevar a casa una conejita del hockey esta
noche?

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Se refiere a las chicas que vienen a nuestros partidos con la esperanza de follarse
a uno, dos o todos los jugadores, es decir las seguidoras del hockey. Y, normalmente,
estoy dispuesto a pasar una noche con una o dos conejitas. Pero últimamente, me he
sentido... ¿insatisfecho? No sé cómo decirlo exactamente, pero creo que quiero más.
Quiero que realmente me guste la gente con la que me acuesto, en lugar de follármela
por la noche y mandarla a paseo a primera hora de la mañana.

—Veo que estás de guasa —digo con tono inexpresivo mientras pongo los ojos
en blanco—. ¿No se me permite salir con el equipo después de ganar el campeonato?

—No, tío, yo no he dicho eso. —Frunce las cejas con escepticismo—. Sólo me
preocupa de verdad que te hayas enterado hace poco de que tienes una enfermedad
terminal. No has recibido ninguna llamada de tu médico, ¿verdad?

Le doy un empujón.

—No, capullo, no me estoy muriendo ni nada. —Me paso la mano por el pelo
húmedo para apartármelo de la cara—. Es que... —Haciendo una pausa de un
segundo, me muerdo los labios e intento elegir mis palabras con cuidado—. Estoy
cansado de esto, ¿sabes? Envejecer, no saber quién quiere estar conmigo por mí y quién
me quiere por mi imagen y el dinero.

Taylor se vuelve hacia mí con una expresión seria en su cara.

—Oh que pena me das. Siento mucho que te estés ahogando en coños, Alex.

Tararea y frota el dedo índice y el pulgar. Le vuelvo a empujar, esta vez con más
fuerza, y se cae del banco de culo. Lanza una carcajada que me hace sonreír a mí
también. Le tiendo la mano y la coge sin rechistar.

Cuando le ayudo a levantarse, me dice:

—No, pero lo entiendo. Todos hemos tenido nuestra buena ración de chicas que
creíamos que les gustábamos por nosotros, pero en lugar de eso solo querían sus
quince minutos de fama. —Entonces sonríe, mostrando la pequeña astilla en su canino
que se hizo después de que un palo de hockey perdido le golpeara en la cara hace unos
años—. Además, te vendrá bien celebrarlo con el equipo. No has tomado copas con
nosotros después de los partidos en toda la temporada, así que todos se van a cagar
cuando te vean allí.

—Me ven todo el tiempo durante los entrenamientos. No entiendo por qué tengo
que estar allí para las celebraciones después de los partidos. —Sacudo la cabeza
mientras empezamos la misma discusión que hemos tenido innumerables veces antes.

4
—Se trata de estrechar lazos, idiota —insiste Taylor, dando palmas—. Se trata de
subir la moral. Se trata de tener a nuestro jugador más importante con nosotros cuando
la cagamos y hacemos estupideces.

Resoplo y finalmente cedo.

—Vale, vale, lo entiendo. He dicho que estaré allí.

—Bien. —Taylor asiente, luego mira a su alrededor, notando que la mayoría de


los otros jugadores han salido—. Parece que todo el mundo ya se ha ido al sitio de
siempre. Te guardaré un buen sitio, ¿vale?

Extiende el puño y yo lo golpeo con el mío.

—Me parece bien, tío. Nos vemos allí. —Con eso, se va y yo termino de vestirme.

Mientras me siento en el banco para ponerme los zapatos, cojo el móvil y lo


desbloqueo. Incontables mensajes de texto y privados inundan mis notificaciones. Hay
algunos de familiares y amigos que me felicitan por el buen partido y otros de las
cuentas de redes sociales de nuestro equipo. Pero hay un montón de mujeres atractivas
al azar, todas preguntándome cómo planeo celebrarlo esta noche mientras esperan que
sea con ellas.

Dedico unos minutos a responder a algunos mensajes que he recibido, pero dejo
todo lo clasificado como no apto para menores o superior en rojo. Esta noche no estoy
de humor para esas tonterías. Me meto el móvil en el bolsillo delantero del pantalón,
guardo el resto de mis cosas en la mochila, me la cuelgo del hombro y salgo de los
vestuarios.

Mientras camino por el pasillo, pensando en la forma más rápida que puedo
conseguir emborracharme esta noche, choco con alguien.

—¡Uf!

Lo primero que noto es el ligero aroma a vainilla caliente que me llega a la nariz.
Es tan delicioso que inmediatamente se me hace la boca agua. Como mido 1,90, tengo
que mirar hacia abajo para ver con quién me he tropezado.

La impresionante joven da un paso atrás y me mira. Tiene el pelo dorado y


ondulado que le cae como una cascada sobre los hombros, las cejas delicadamente
arqueadas y unos grandes ojos azul turquesa. Son de un color tan único, como el mar
Caribe, que se me corta la respiración.

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—Oh, perdona —dice, desviando mi mirada de su nariz respingona llena de
pecas a sus labios carnosos y rosados. Tienen un toque de brillo, como si se hubiera
puesto gloss al principio de la noche y ahora se le hubiera corrido.

Entonces, como recibiendo un disco en la cara, me doy cuenta de quién es


exactamente. Chloe, la hermana pequeña de Taylor. Nunca la había visto, pero la
reconozco por todas las fotos familiares que Taylor cuelga en las redes sociales y que
tiene expuestas en su apartamento.

Espero un segundo a que ella también me reconozca. ¿Cómo podría no hacerlo?


Soy uno de los jugadores estrella del partido de hockey que acaba de ver y sé que
Taylor ha colgado al menos una, si no varias, fotos mías en sus redes sociales. Sin
embargo, ella simplemente ladea la cabeza y desliza los ojos más allá de mí, como si
estuviera buscando a otra persona.

No voy a mentir, eso me cabrea por alguna razón. Una leyenda del hockey en la
vida real está delante de ella y ¿me ignora? No quiero parecer un gilipollas, pero las
mujeres no sólo se me tiran encima por ser atlético, sino también porque soy
jodidamente guapo. Sin embargo, Chloe no se inmuta lo más mínimo. Es una reacción
que nunca antes había recibido, y creo que no me gusta.

Como quiero que vuelva a centrar su atención en mí, me froto el pecho, justo a lo
largo del músculo pectoral, indicando el lugar donde hace un momento golpeó su
cabeza.

—Vaya, ¿siempre te quedas fuera de los vestuarios esperando a lesionar a los


jugadores?

Su mirada vuelve a dirigirse hacia mí y me recorre un escalofrío. Levanta una


ceja y una expresión de fastidio se dibuja en su bonita cara.

—Fuiste tú quien chocó conmigo. —Su voz es clara y parece estar en el lado más
grave, recordándome a esa cantante británica que tiene unas cuantas canciones
populares, Adele algo así.

—No es así como lo recuerdo —replico, agarrándome a cualquier cosa con la


esperanza de mantener la conversación.

Chloe cruza los brazos sobre su amplio pecho, y el movimiento hace que me fije
en la camiseta que lleva. Es de un grupo del que nunca había oído hablar, My Chemical
Romance, pero me apunto mentalmente que les echaré un vistazo cuando llegue a
casa.

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—Mira, colega, sólo estoy esperando a mi hermano, ¿vale? ¿Sabes si Taylor sigue
ahí? Entonces podré seguir mi alegre camino y podremos olvidar que esto ha pasado.

Casi se me cae la mandíbula ante su tono despreocupado y desdeñoso. No debe


de tener ni idea de quién soy, así que no puedo dejar que se vaya sin presentarme.

Me froto el cuello con la mano derecha, sacando el bíceps de una forma que sé
que acentúa mis músculos.

—Ah, ¿eres la hermana de Taylor? No sé si me ha mencionado, pero soy Alex.


En realidad somos muy amigos.

La molestia en su rostro se suaviza en una mirada en blanco, casi aburrida. Es


como si no reaccionara a esa información.

—Por supuesto, Taylor ha hablado de ti. Dijo que empezasteis la misma


temporada.

Una brasa de esperanza chispea en mi pecho.

—Entonces, sabes quién soy.

Parece realmente confundida.

—No, no sé quién eres. Sólo te digo lo que mi hermano me ha contado de ti. En


realidad, no te conozco.

Ahora me toca a mí estar confuso. Su respuesta es un poco extraña y mi cerebro


tarda un segundo en procesarla. Normalmente, cuando la gente se entera de mi
nombre, se me acercan y actúan como si fuéramos mejores amigos. Pero aquí está
Chloe, que probablemente sabe más de mí que cualquier fan de los New York Storm
por las historias que le ha contado su hermano, y actúa como si no me conociera de
nada. Me pilla desprevenido, pero... me gusta. Me gusta que no dé por sentado que
me conoce ni que se lance sobre mí por una razón superficial cualquiera.

Parpadea dos veces cuando no digo nada y finalmente se encoge de hombros.

—Vale, ha sido una charla agradable, pero si no has visto a Taylor, me voy. Que
pases una buena noche, Alex. —Pone los ojos en blanco y gira hacia la salida.

—Entonces, ¿eso es todo? ¿Simplemente atropellas a la gente y te vas? —Mi boca


trabaja más rápido que mi cerebro. Y aunque eso no es lo más cortés que se puede
decir, funciona y la detiene en seco.

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Se gira parcialmente y pone la mano en la cadera.

—Creo que hemos determinado que fuiste tú quien chocó conmigo, y sí, me voy
ahora. ¿Qué esperabas? —Al principio se queda perpleja, pero de repente una
expresión de comprensión se dibuja en su rostro. Su boca hace una pequeña "O" antes
de que sus labios se levanten en una media sonrisa sarcástica—. Ya veo. Crees que voy
a caer rendida ante ti sólo porque eres un gran jugador de hockey, ¿eh?

Siento que se me empieza a calentar la cara al ver que me llama la atención, y me


desespero por desviar su acusación basada en hechos.

—Por supuesto que no, eso sería ridículo.

Vuelve a inclinar la cabeza, y me pregunto si hace eso cada vez que piensa
demasiado en algo.

—Entonces, si no es porque juegas al hockey, debe ser porque eres guapísimo.

Sí, ahora entramos en terreno conocido.

Cruzo los brazos y me apoyo en la pared con una sonrisa arrogante cubriéndome
la cara. Es una pose que ha hecho que a más de una se le caigan las bragas, así que
subo el encanto al máximo, con la esperanza de conseguir por fin algún tipo de
reacción positiva por su parte.

—¿Así que piensas que soy esplendido? —Bajo la voz para burlarme. Pero ella
eleva un poco la nariz y se aleja de mí. Literalmente, levanta la nariz. Me hace tanta
gracia que casi me río.

—Creo que la mayoría de la gente diría que eres convencionalmente atractivo, y


para esa gente el aspecto es lo único que les importa. Por desgracia para ti, yo no soy
como la mayoría de la gente, así que la apariencia no me impresiona mucho.

—Ah, ¿sí? —pregunto con los ojos caídos—. ¿Qué es lo que te impresiona? Seguro
que se nos ocurre algo.

Ella responde con una risa suave y yo me inclino hacia delante para oírla más.

—Muy bien, chico guapo, ya está bien de jugar. Todavía hay un puñado de
conejitas del hockey esperándote, ¿sabes? Si te das prisa en salir al hielo, podrás atrapar
a unas cuantas antes de que se vayan. —Se da la vuelta y empieza a avanzar por el
pasillo antes de levantar la mano y gritar— Adiós, Alex.

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Quiero pedirle que espere, que se burle más de mí, pero me conformo con
observar su curvilínea figura mientras sigue hacia las puertas dobles. Sus vaqueros
negros parecen pintados en su cuerpo y su camiseta se anuda a la cintura, mostrando
su perfecta figura de reloj de arena.

Cuando las puertas se cierran tras ella, suelto una carcajada sin aliento y me
restriego una mano por la cara. Hablar con Chloe fue estimulante y divertido, y lo
único en lo que puedo pensar ahora mismo es en cómo volver a hacerlo.

Parece que tengo una misión de reconocimiento para cuando esté esta noche en
el bar con Taylor. Y lo estoy deseando.

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Capítulo 2
Chloe

—Bien, tenemos una hamburguesa vegetariana y una hamburguesa doble con


queso —dice el camarero, equilibrando los dos platos en su brazo.

—Queso por aquí. —Taylor señala el espacio frente a él.

—Y yo tengo la vegetariana. —Me inclino hacia delante para coger mi plato—.


Así que —digo, tomando un bocado y hablando con la comida en mi boca—. ¿Sabes
con quién me encontré anoche? A ese amigo del que siempre hablas: Alex.

Taylor se ríe y echa un poco de ketchup en su hamburguesa.

—Oh, créeme, Chlo, ya lo sé. Me estuvo interrogando sobre ti toda la noche.

Hago una pausa a medio masticar.

—¿Qué? ¿Por qué?

Se encoge de hombros.

—Le sorprendiste. Dijo que no eres como la mayoría de las mujeres que conoce.

Mi hermano se mete la hamburguesa en la boca como si no hubiera visto comida


en una semana.

—Eso definitivamente no puede ser verdad —Sigo comiendo, pero no me fío de


lo que dice.

—Bueno. —Vuelve a encogerse de hombros—. No eres como la mayoría de las


mujeres, y punto.

Sin pensarlo, retrocedo a la defensiva.

—¿Qué se supone que significa eso?

No contesta, pero al menos tiene la decencia de parecer avergonzado. Resoplo.

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—Oh, ¿así que solo porque soy un poco introvertida y no me interesa perder el
norte por un tío bueno, de repente no soy una mujer?

Ladea la cabeza.

—Yo no he dicho eso, Chlo. —Taylor se quita de encima mi ofensa y le da otro


mordisco a su hamburguesa—. Por supuesto, muchas mujeres son introvertidas y con
sus mierdas, pero todas las mujeres con las que nos encontramos suelen estar en
nuestra cara, tratando de llamar nuestra atención. El hecho de que tú no lo hicieras
hace que esté... —Hace una pausa y traga saliva, intentando pensar en la palabra
adecuada—. Interesado.

—¿Está interesado? —digo, levantando una ceja—. ¿En quién? ¿En mí?

—Eso parece —dice sonriendo.

—Uh —es todo lo que puedo responder mientras me reclino en mi silla con
incredulidad.

Alex Morgan está interesado en mí, la hermana pequeña de su mejor amigo,


empollona y algo torpe socialmente. Sinceramente, no tiene ningún sentido. No es el
tipo de chico con el que suelo salir, y yo tampoco soy el tipo de chica con la que saldría.

No. Taylor debe haberlo malinterpretado.

Es imposible que Alex esté interesado en alguien como yo. Los tipos como él... no
salen con chicas como yo. Van a por chicas con muslos delgados y estómagos planos,
que caben en una talla ocho sin ni siquiera intentarlo. Que pasan horas frente al espejo
peinándose y maquillándose y tienen un delineado perfectamente simétrico. Que se
hacen la manicura y la pedicura con regularidad y se dejan peinar profesionalmente
por alguien con un nombre de una palabra como Maddox.

Alex debería intentar salir con ese tipo de chicas, las que disfrutan llevando
vestidos y tacones altos. No alguien como yo, que llevo vaqueros ajustados
desgastados, camisetas de bandas y Chuck Taylors siempre que puedo.

Sí, incluso tratar de imaginarnos juntos pinta una imagen ridícula en mi cabeza.

Sonrío sarcásticamente a Taylor.

—Vaya, ¿así que crees que tu hermana, tu propia carne y sangre, es la que va a
domar al chico follador de tu amigo?

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—Eso parece —Taylor se encoge de hombros—. Estoy bastante seguro de que
Alex se ha follado a todas las mujeres que han cruzado las puertas de nuestro estadio.

Qué asco. Mi cara se frunce de disgusto. Entonces, me imagino a las ancianas que
vienen al estadio a ver a sus nietos tomar clases de patinaje, y me río.

—¿Sabes qué? Qué suerte tiene. Seguro que las abuelas de la clase de los
Pequeños Copos de Nieve han podido enseñarles un par de cosas sobre el sexo y las
mujeres.

Taylor se ríe ante mi inesperado comentario, pero luego empieza a atragantarse


con la comida y a golpearse el pecho, lo que me hace reír aún más. Para cuando traga
la mitad de su agua, para hacer bajar la comida de su garganta, tengo lágrimas en los
ojos.

—Maldita sea, recuérdame que no cuente más chistes a tu alrededor. Me


entristecería mucho que te murieras por mi culpa —le digo con tono inexpresivo.

—La única vez que cuentas un chiste decente... —carraspea, con la voz un poco
rasposa— …me atraganto con una puta hamburguesa con queso.

Levanto una mano y la agito lentamente sobre la mesa.

—Aquí yace Taylor Brandon, amado hijo, hermano y jugador de hockey. Muerte
por hamburguesa con queso. —Inclino la cabeza mientras la muevo de lado a lado.

—Tío, eso sería tan jodidamente embarazoso. —Tiene los ojos muy abiertos y la
cara seria—. Si alguna vez pasa, tienes que mentir, ¿vale? No me importa lo que sea,
pero inventa algo guay. Como un accidente de moto acuática o algo así, ¿vale?

¿Lo dice en serio?

Le hago un gesto con dos dedos para decirle que le den.

—Entendido, hermano mayor. ¿Qué te parece esto? —Me aclaro la garganta,


poniendo una voz exagerada y preocupada—. ¡No sé qué ha pasado, agente! En un
momento estábamos almorzando y todo iba bien. Pero entonces, de la nada, una moto
acuática irrumpió en el restaurante, directo hacia Taylor. ¡Qué horror! —Me llevo las
manos a la cara para que sea más dramático.

Él asiente y me levanta el pulgar.

—Perfecto, hermanita. No veo ningún problema con ese escenario.

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Dejo inmediatamente mi expresión teatral y le miro con cara de poker.

—Yo tampoco. Me alegro de que lo hayamos aclarado. —Parpadeo. Taylor sigue


como si la historia que me acabo de inventar fuera perfectamente plausible. Es increíble.

Nuestra conversación se detiene mientras ambos nos centramos en nuestra


comida. Casi he terminado de comer cuando dice.

—Pero, en serio, si también estás interesada en Alex, deberías ir a por él. Es mi


mejor amigo y un buen tío. Y sé que no aguantarías ninguna de sus gilipolleces; eres
demasiado lista para eso. Quiero decir, acabas de empezar en esa nueva consultora,
¿verdad?

—Sí. —Le dedico una sonrisa aburrida—. Estás viendo a la nueva analista de
negocios junior de Bennett Enterprises.

—Exacto. —Me da palmas en el hombro con el dorso de la mano—. No me cabe


duda de que puedes tomar decisiones excelentes. Tienes una buena cabeza sobre los
hombros, así que deberías ir a por ello si te interesa. Sin embargo... —Su voz baja a un
dramático susurro escénico—. Sólo tienes que recordar que los bebés son más que un
compromiso de dieciocho años, y la mayoría de las enfermedades de transmisión
sexual son más difíciles de eliminar de lo que crees —advierte, señalándome con los
ojos entrecerrados.

Me limpio las manos en la servilleta y levanto un dedo.

—Vale, número uno —levanto un segundo dedo—. Y número dos ¿hablas por
experiencia? —pregunto, levantando una ceja.

—Por supuesto que no —dice Taylor con una mirada sarcástica—. Es sólo, ya
sabes, lo que escuché de un amigo. —Se encoge de hombros, tratando de hacerse el
interesante.

—Claro, claro. ¿Tu amigo, Smaylor Smandon? —Cruzo los brazos sobre el pecho,
sin creerme ni una palabra de las gilipolleces que salen de su boca.

Chasquea los dedos.

—¡Ese es el tío! Eh, ¡no sabía que lo conocieras!

Resoplo. —Oh, le conozco demasiado bien.

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—Nooo, ¿de qué estás hablando? —dice mientras se termina sus patatas fritas—
. Smaylor es un gran tipo. Es listo, divertido y tiene una apariencia endiablada.

—Ajá —digo de manera prosaica y miro el reloj—. Bueno, ¿qué tal si le pides a
Smaylor que pague la cuenta? Mi descanso para comer casi ha terminado y tengo que
volver a la oficina.

—Sabes qué, como Smaylor es un tipo tan increíble, no creo que le importe pagar.

Es obvio que Taylor no ha terminado de comer, ya que sigue picoteando sus


patatas fritas y sorbiendo lo que queda de su refresco. Sinceramente, no me
sorprendería que pidiera más comida. Mi hermano es un pozo sin fondo. Juro que
debe tener una pierna hueca para almacenarlo todo.

Me levanto y le doy un abrazo. —Gracias por la comida, hermano mayor. Nos


vemos pronto, ¿vale?

Me devuelve el gesto. —Por supuesto, hermanita. Que el resto del día en el


trabajo vaya bien. Juega bien con los otros niños y comparte tus juguetes.

Con un último gesto de la mano, salgo del restaurante.

Cuando vuelvo a mi despacho, la recepcionista, Michelle, se levanta de un salto.

—Vale, o alguien te ha cabreado mucho y tiene que compensarlo, o has hecho


que alguien se enamore locamente de ti. En cualquier caso, cuéntame tu secreto. —Su
voz liviana sale con prisa y esboza una sonrisa intrigada.

Me detengo en seco, completamente desconcertada.

—¿De qué demonios estás hablando?

Parpadea. —Oh, ¿ni siquiera lo sabes? Oh… em… eh, esto va a ser matador. Vale,
ve a mirar en tu despacho y, si tienes tiempo hoy, pásate por mi mesa y cuéntamelo
todo. Esto es lo más emocionante que ha pasado aquí en meses.

Quiero preguntarle qué quiere decir, pero suena el teléfono y lo coge. Con su
atención desviada, me escabullo hasta mi despacho, al fondo de esta planta. Es un poco
más pequeño que los demás, pero me alegro de tenerlo para mí sola, porque suelo
trabajar mejor cuando estoy sola. Al fin y al cabo, es mejor que un cubículo.

Algunos compañeros me miran con curiosidad, lo que hace que el calor me suba
por el cuello. No me gusta ser el centro de atención, así que me incomoda que me

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miren descaradamente. Hago lo que puedo por ignorarlos y acelero el paso hacia mi
despacho.

Me quedo boquiabierta cuando por fin llego a mi puerta y la abro. La habitación


está llena, casi de pared a pared, de ramos de flores. Rosas, tulipanes, narcisos,
margaritas y otras que ni siquiera puedo nombrar decoran todas las superficies.

—Qué demonios —murmuro al entrar y cerrar la puerta.

Con cautela, como si fueran a explotar si me acerco demasiado deprisa, camino


hacia las flores de mi escritorio. Son impresionantes y arregladas de forma experta y
estoy tan distraída que casi no veo la nota que hay sobre mi mesa. Cojo la cartulina de
color blanco como la cáscara de huevo con el texto "Léeme" escrito en el anverso con
caligrafía profesional. Al darle la vuelta, veo que hay más cosas escritas en el reverso,
con otra letra, un poco más áspera y natural.

Chloe,

Los jugadores de hockey son conocidos por ser excelentes rompiendo el hielo, ¿verdad?
Bueno, este soy yo haciendo mi tiro. Me encantaría salir contigo alguna vez. Aquí tienes mi
número.

XOXO,

212-555-4018

No hay ningún nombre debajo del número de teléfono, pero sé exactamente de


quién es, y no puedo evitar la sonrisa que se dibuja en mis labios. Saco el teléfono,
introduzco el número y abro un nuevo mensaje.

Yo: Gracias por las flores, Alex. Son preciosas. Pero paso de la cita. Los chicos como tú
son un problema para las chicas como yo. ¡Gracias de todos modos!

Envío el mensaje antes de perder los nervios por darle mi número y vuelvo a
meterme el teléfono en el bolsillo. Las flores son preciosas, pero crean un espacio de
trabajo horrible. Así que muevo algunos jarrones al suelo para poder ver la parte
superior de mi escritorio.

Después de sentarme y volver a conectarme al ordenador, el teléfono vibra en mi


bolsillo. Mordiéndome el labio, intento ignorarlo y sigo trabajando. Pero durante el
resto de la tarde, mi móvil sigue sonando periódicamente, y cada vez que lo hace, mis

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mejillas se calientan un poco más. Rezo para que nadie asome la cabeza y vea el rubor
perpetuo que tengo en la cara.

Sinceramente, no sé ni cómo podría empezar a explicarlo. Ni siquiera sé si me


importa.

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Capítulo 3
Alex

Hace unos días, mi teléfono dio un pequeño pitido y, sin pensármelo mucho, hice
clic en la pantalla. Menos mal que ya estaba sentado, porque si hubiera estado de pie,
seguro que me habría caído al leer el mensaje.

Chloe: Gracias por las flores, Alex. Son preciosas. Pero paso de la cita. Los chicos como tú
son un problema para las chicas como yo. ¡Gracias de todos modos!

—¡Ja! —exclamé en mi apartamento vacío, sonriendo como un loco. Estaba tan


sorprendido y emocionado de que Chloe me enviara un mensaje que no pude evitar
responder inmediatamente.

Yo: Hermosas flores para una hermosa mujer. ¿Estás diciendo que no te gustan los
problemas?

Esperé a que Chloe respondiera, pero como no lo hizo, supuse que había vuelto
al trabajo. Eso estaba bien. Sabía cómo entretenerme. Así que, durante el resto de la
tarde, le envié mensajes con pensamientos que me venían a la cabeza o cosas
fascinantes que pasaban por la ventana de mi apartamento. Y cuando por fin me
contestó a última hora de la tarde, me sentí aún más victorioso que cuando ganamos
el partido del campeonato el día anterior.

Han pasado unos días desde entonces, y ahora Chloe responde con algo más que
una o dos palabras. Ya me dice frases completas y me hace preguntas de seguimiento
a mis mensajes, lo que me hace sentir eufórico. Es un progreso lento pero constante,
pero me lo tomaré como una victoria.

Yo: Un pensamiento reciente que he tenido: Creo que los tenedores son mejores que las
cucharas.

Después de enviarle ese mensaje, no espero respuesta hasta dentro de una hora,
ya que suele estar en la oficina hasta las cuatro. Así que me estoy gratamente
sorprendido que me responda a los pocos minutos.

Chloe: ¿Qué pasa con los cuchadores? ¿Seguro que son un término medio?

Yo: Los cuchadores están bien, pero creo que los tenedores son mejores.

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Chloe: Vale, si tú lo dices.

Yo: ¡Si lo digo! ¿Por qué? ¿Crees que las cucharas son mejores?

Cuando esas burbujas tan familiares no aparecen en mi pantalla al cabo de una


hora, asumo que ella ya ha terminado la conversación, pero entonces mi teléfono suena
más tarde esa misma noche mientras me estoy lavando los dientes.

Chloe: Lo que más me gusta son los cuchillos.

Me río y agarro el cepillo de dientes en la boca para teclear mi respuesta.

Yo: ¡Qué miedo! ¿Cómo sé que no me apuñalarás con tu utensilio favorito cuando por fin
cenemos juntos?

Termino rápidamente el resto de mi rutina nocturna y consigo llegar a la cama


antes de que me llegue el siguiente mensaje.

Chloe: No vamos a cenar en ningún momento pronto, así que no tienes que preocuparte
por eso. Además, ¿cómo sé que no eres un psicópata? ¿Que no vas a SER TÚ el que me va a
apuñalar A MÍ?

La primera respuesta que me viene a la cabeza es: Chloe, no es un cuchillo con lo


que te voy a apuñalar. Pero elijo seguir un camino más digno. El objetivo de mandarle
tantos mensajes es demostrarle que soy un tío guay e interesante, no sólo el chico
follador que esas páginas de cotilleos baratos pintan que soy. Así que no quiero
mandarle frases hechas. Quiero que conozca mi verdadera personalidad, igual que yo
quiero conocer la suya.

Mi dedo índice tamborilea en el lateral del teléfono durante un minuto mientras


pienso qué decir a continuación, algo que no me haga parecer un completo imbécil.

Yo: Vale, ya sé cómo demostrar que no soy un loco asesino en serie.

Chloe: ¿En serio? ¿Cómo?

Yo: Pregúntame cuál es mi cereal favorito.

Chloe: ¿Qué diablos tiene eso que ver? Sabes que los cereales no tienen nada que ver con
los asesinos en serie, ¿verdad?

Casi puedo sentir su confusión a través del teléfono, haciéndome reír.

Yo: La mayoría de los asesinos en serie comen cereales aburridos.

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Chloe: Eso no es cierto al cien por cien.

Yo: No, no, es absolutamente cierto. Lo leí en algún libro. Así que pregúntame.

Si estuviéramos hablando cara a cara, Chloe estaría poniendo los ojos en blanco,
lo cual me divierte. Pero no importa en qué dirección vayan nuestras conversaciones,
ella siempre las hace divertidas.

Chloe: Muy bien. ¿Cuál es tu cereal favorito?

Yo: Cereales de frutas. Son coloridos, deliciosos y nada aburridos. Por lo tanto, no soy un
asesino en serie, y es totalmente seguro ir a cenar conmigo.

Chloe: ¿En serio? ¿Ese es tu único argumento para que tenga una cita contigo?

Su tono sarcástico prácticamente traspasa el texto.

Yo: Bueno, sí. Además de ser inteligente, absurdamente guapo e increíblemente humilde.
Ahora, ¿cuál es tu cereal favorito?

No responde durante un rato y me pregunto si ya se habrá dormido. No es


demasiado tarde, solo las diez y media, pero sé que le gusta levantarse sobre las seis,
así que es posible que solo esté cansada.

Apago la luz y un manto de oscuridad cae sobre mi dormitorio. Antes me


quedaba despierto hasta medianoche o la una de la madrugada. Pero desde que hablo
con Chloe, he empezado a aburrirme cuando ella se va a dormir, así que prefiero
acostarme antes y despertarme cuando ella lo hace. Así puedo mandarle un mensaje
de buenos días al día siguiente.

Cuando se me cierran los ojos, suena el móvil y, de repente, el cansancio es lo


último en lo que pienso. Alargo la mano hacia la mesilla y desbloqueo la pantalla para
ver el mensaje de Chloe.

Chloe: Cereales de los normales .

Se me escapa una carcajada mientras escribo el último mensaje de la noche.

Yo: Maldita sea, esto se acaba de poner incómodo... Pero supongo que puedo hacer una
excepción contigo. Buenas noches, Chloe

Esa noche me voy a dormir con una sonrisa bobalicona en la cara y una sensación
de calidez en el pecho.

19
Sé que Chloe aún no ha aceptado tener una cita conmigo, pero he empezado a
pedir comida para ella. Aunque no pueda estar con ella para comer, quiero asegurarme
de que coma, y quiero que sea buena comida.

Le envío el almuerzo a la oficina y la mayoría de las noches le encargo postres en


pastelerías y restaurantes locales. Hay un sitio que vende exclusivamente galletas, y
he hecho pedidos allí al menos en tres ocasiones. Pero eso es sólo porque la primera
vez que me las trajeron fue también la primera vez que Chloe agradeció toda la comida
que le había estado enviando.

Chloe: Vale, he intentado ignorarlo para que no sientas que tienes que seguir
comprándome comida, pero ¿de dónde has sacado estas galletas? Son las mejores que he probado
en toda mi vida. ¡BUENÍSIMAS!

Después de que me enviara ese mensaje, siempre me aseguraba de que tuviera


una buena reserva de ellas en su apartamento. Sin embargo, me estoy poniendo
nervioso. Parece que hace una eternidad que no veo a Chloe en persona, aunque, en
realidad, sólo han pasado un par de semanas. Pero me está volviendo loco y siento que
voy a explotar si no la veo pronto.

He pasado las últimas horas alternando entre hacer la maleta para el viaje de
entrenamiento del equipo y mirar su cuenta de Instagram. Por desgracia, no tiene
muchas fotos de sí misma, la mayoría son paisajes o libros. Pero todos sus pies de foto
y comentarios muestran realmente su personalidad.

El equipo se va una semana a entrenar sin distracciones. Sinceramente, se trata


más de un viaje de celebración de la temporada con algunos entrenamientos
intercalados que de un entrenamiento intenso, pero es obligatorio para todos. Nos
vamos dentro de unas horas y lo estoy temiendo. No sé si podré pasar otra semana sin
ver a Chloe.

Entonces, una bombilla se enciende en mi cabeza.

Puedo ver a Chloe. Sé exactamente dónde está su despacho y anoche me dijo que
hoy no tenía ninguna reunión. Así que sé que no voy a interrumpir su trabajo.

A la mierda. Descarto mis preocupaciones antes de salir de mi apartamento y


llamar a un taxi. El trayecto hasta su oficina dura más de lo que esperaba debido al
tráfico, o quizá estoy más nervioso de lo que pensaba que estaría. Pero durante todo el
trayecto, muevo una pierna y me hurgo distraídamente un pellejo que tengo en el
pulgar.

20
Cuando al fin el taxi se detiene frente a su edificio, murmuro un rápido —Gracias
tío— antes de darle una buena propina al conductor y abrir la puerta de un empujón.
No he pensado en lo que iba a decir cuando entrara, así que decido improvisar.

—Hola —saludo a la recepcionista cuando entro en el vestíbulo y me dirijo al


mostrador.

Me sonríe amablemente mientras continúo.

—Estoy buscando a alguien. ¿Sería posible ver...?

—Michelle, ¿te dio Matthew esos números para que los distribuyeras durante la
reunión?

Una voz familiar me atraviesa como una flecha en el pecho.

Es una experiencia extracorporal girarme y ver a Chloe acercándose, con la cara


parcialmente oculta tras una carpeta. Su aspecto es diferente al de la última vez que la
vi, pero sigue siendo preciosa. En lugar de vaqueros y una camiseta cómoda, lleva un
vestido ajustado gris acero que le llega justo por encima de las rodillas y tacones negros
de 10 centímetros. Lleva el pelo recogido en un moño improvisado y un par de
mechones rubios ondulados le enmarcan la cara.

Antes me gustaba vestida de sport, pero verla en traje de negocios me provoca


algo que no sé cómo comprender. Su vestido se ciñe alrededor de sus caderas y quiero
agarrarme a ellas antes de deslizar mis manos por el resto de sus curvas.

Por fin salgo de mi trance cuando levanta la vista de sus papeles y vuelvo a
encontrarme con sus ojos turquesa.

Su rostro está totalmente sorprendido.

—¿Alex? ¿Qué haces aquí?

Trago saliva. —Pensé que era hora de invitarte a salir en persona.

Sus mejillas se sonrojan y su boca se abre y se cierra.

—No puedes hablar en serio. ¿No podías haber esperado hasta más tarde? ¿O al
menos hasta el fin de semana, cuando no estuviera en el trabajo o algo así? —Mantiene
la voz baja mientras sus ojos recorren la habitación.

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Niego con la cabeza. —Nos vamos a nuestro viaje anual de entrenamiento, y no
podía irme hasta saber la próxima vez que podría verte. Cuando vuelva, ¿puedo por
favor invitarte a salir? Iremos a cenar, al cine, a la librería... Lo que tú quieras.

Prácticamente le estoy suplicando que me dé una oportunidad de verdad.

—Espera un momento... ¿no se supone que os ibais pronto? ¿Qué haces aquí? Vas
a perder el autobús. Taylor dijo que os multan si os perdéis estos eventos.

No sé si es que ha escuchado lo que quiere o el hecho de que está realmente


preocupada de que me den un tirón de orejas por perder un estúpido autobús.

—Vamos, Chloe, no me iré hasta que me des una respuesta de verdad. —Decido
sacar la artillería pesada. Agacho un poco la cabeza y la miro a través de mis pestañas
oscuras—. Sólo quiero una oportunidad contigo, y te prometo que no te arrepentirás.

Oigo un chillido detrás de mí. Parece que he olvidado que tenemos público.

—Chica, si no dices que sí, me abalanzo yo misma. Ni siquiera me importa si es


sólo para ligar. —La recepcionista se ríe, pero suena como si lo estuviese diciendo
completamente en serio.

Chloe hace una mueca antes de pellizcarse el puente de la nariz.

—Maldita sea, puedo con uno de vosotros a la vez, pero los dos juntos es
demasiado. —Respira hondo y vuelve a mirarme. Luego, acercándose, me señala con
un dedo acusador—. La semana que viene tendré una cita contigo si hoy no pierdes el
autobús. Sale a las tres y media, ¿verdad? Y son... casi las dos. Así que, si no has hecho
la maleta, será mejor que te des prisa.

No puedo evitar que se me dibuje una sonrisa en la cara.

—Claro, cariño.

—Y ni se te ocurra mentir. Me aseguraré de verificarlo con Taylor. —Asiente y


gira sobre sus talones para dirigirse a la recepcionista—. Tengo que terminar algunos
informes más, así que me voy a mi despacho.

Me da la espalda y empieza a caminar por el pasillo. Creo que ahí termina nuestra
interacción hasta que me dice por encima del hombro:

—Adiós, Alex. Nos vemos la semana que viene.

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—¡Hasta la semana que viene! —respondo, probablemente más alto de lo que
debería. Todavía, en una nube de incredulidad, miro a la recepcionista y señalo en
dirección a Chloe—. Voy a tener una cita con esa mujer tan guapa.

Se ríe entre dientes. —Eres un hombre con suerte, así que no la cagues. Cuando
señala el reloj de su escritorio, mi columna se endereza.

—Ah, mierda, todavía tengo que terminar de hacer la maleta. —Oigo reír a la
recepcionista mientras salgo a toda prisa del edificio, corriendo hacia el taxi más
cercano. Tengo que volver a mi apartamento lo antes posible.

Estoy sin aliento y un poco sudoroso mientras meto ropa al azar en la maleta,
pero sigo sonriendo de oreja a oreja. Pienso mover cielo y tierra para garantizar que
mi cita con Chloe salga bien. Haré lo que haga falta para asegurarme de que sea una
noche que nunca olvide.

23
Capítulo 4
Chloe

Mierda, creo que acabo de arruinar estas bragas.

Honestamente no creí que Alex hablara en serio. Pensé que era una broma, una
casualidad, algo que hacía para pasar el tiempo. Así que me sorprendí cuando vino a
buscarme para nuestra cita.

Está guapísimo con su camisa carmesí y sus pantalones de vestir gris grafito.
Intento que no se note, pero no puedo apartar los ojos de él.

Fiel a su palabra, me deja elegir el lugar. Aunque podríamos haber hecho


cualquier cosa, pensé que lo mejor sería una cena sencilla; al fin y al cabo, quiero
conocerle mejor. Pero no quiero ir a un sitio que atraiga demasiado la atención de la
prensa, como es natural en todos los sitios a los que va Alex. Así que, cuando insistió
en cenar en un restaurante de cinco estrellas, le aseguré que el lugar de nivel medio
que había elegido era exactamente donde yo quería estar.

Es encantador, pero no me cabía duda de que lo sería. Era bastante carismático


por mensaje, así que sabía que sería diez veces más magnético en persona. Eso hace
que sea difícil recordarme a mí misma que esto no es real, que él no quiere salir
conmigo. Es imposible. Pero mi determinación se quiebra poco a poco cuando me abre
la puerta... Cuando retira mi silla... Cuando me ofrece su tenedor para que pruebe un
bocado de su pollo a la parmesana...

Todo empieza a ser tangible, sobre todo con lo mucho que parecemos saber el
uno del otro. Como cuando señalé el menú para decirle que tenían su vino tinto
favorito, y él respondió diciéndome que también tenían mi “prosecco” favorito. Ese
momento parecía mundano, pero hizo que me revolotearan mariposas en el estómago.

Cada vez que menciono algo que he aprendido de él, me responde con algo que
sabe de mí. Me hace sentir tan... segura y cómoda. Algo que nunca había sentido en
una cita, y menos en la primera.

Y la cantidad de veces que me ha llamado guapa, despampanante o preciosa me


da vueltas en la cabeza. Nunca nadie me había hecho tantos cumplidos y no sé cómo
manejarlo. Así que sigo bebiendo vino con la esperanza de que me calme los nervios.

24
Pero, por desgracia, mis labios empiezan a aflojarse un poco después de consumir
tanto.

—Sabes... —Suspiro, picoteando los restos de mi pasta—. Creo que la última vez
que estuve en un restaurante tan agradable fue durante mi baile de graduación. ¿Te lo
puedes creer? —No es exactamente una ocasión que quiera mencionar, pero no puedo
evitar hacer la comparación. Sobre todo, porque aquella noche fue una mierda, y esta
ha sido increíble, al menos hasta ahora.

—¿Ah, sí? —Alex se ríe—. Creo que llevé a mi cita del baile de graduación a un
Burger King.

—¡No puede ser! —Me río con él, con la cabeza un poco mareada—. Así que...
¿ella llevaba un vestido elegante, y tú un esmoquin, y simplemente... comisteis en un
Burger King?

—Oh, sí. Ella no estaba muy contenta, y digamos que esa noche no me salí con la
mía.

Intento reprimir mi diversión para mostrarle un poco de simpatía, pero no


puedo. Una vez recuperada la compostura, intento consolarlo añadiendo:

—Bueno, seguro que tu noche acabó mucho mejor que la mía.

—¿Y eso por qué?

La sonrisa se me borra lentamente de la cara y los recuerdos me invaden. Alex se


queda quieto y luego se endereza en su asiento.

—¿Qué pasó en tu baile de promoción Chloe? —Su voz es comedida y cuidadosa.

Apenas noto el cambio en su actitud antes de agitar la mano con desdén,


intentando parecer despreocupada.

—Oh, ya sabes, una de esas noches cliché en las que el chico deja a la chica porque
sus amigos le rompen las pelotas por llevar a alguien gordo al baile. —Intento reírme
como hicimos con su historia, pero entonces me doy cuenta de que no se ríe conmigo.

—Chloe —dice, tan suave como la mantequilla—. Es jodido que te hiciera eso. Si
te hubiera conocido entonces... si hubiéramos ido al mismo colegio... le habría dado
una paliza a ese idiota. Y luego me habría dado una paliza a mí mismo por no haberte
invitado al baile antes.

25
Abro mucho los ojos y me arden las mejillas. Nunca nadie me había dicho algo
así, y eso hace que mi corazón lata cinco veces más rápido. No sabiendo qué responder,
me aclaro la garganta y miro mi plato, casi vacío.

—Bueno, si eso te hace sentir mejor, Taylor acabó dándole un puñetazo en la cara
la semana siguiente.

Alex se relaja en su silla y sonríe.

—Sí, de hecho, eso me hace sentir mejor. Recuérdame que le diga a Taylor que es
mi mejor amigo.

Sonrío y, por suerte, no tengo que seguir con esta incómoda conversación cuando
el camarero nos trae la cuenta. Al mirarla más de cerca, me doy cuenta de que es la
copia del recibo del cliente, pero nunca le vi traer la cuenta. ¿Cómo es posible que ya
haya un recibo?

Alex ve la confusión en mi cara y me lo explica.

—Les di mi tarjeta cuando llegamos para que pudiéramos irnos cuando


quisiéramos.

Hago un ruido de comprensión y dejo caer las manos sobre mi regazo.

—Bueno, estoy lista si tú lo estás.

Asiente y se levanta. Extendiendo la mano para ayudarme a levantarme de la


silla proclama.

—Estoy más que preparado, Chloe. —La intensidad de su mirada me hace tragar
saliva y le permito que me ayude. Estoy segura de que sólo hablaba de salir del
restaurante, pero una parte de mí espera que su afirmación se refiriera a algo más.
Algo que no puedo esperar y que sería una tontería pensar.

Salimos del edificio y Alex llama rápidamente a un taxi.

—Podríamos coger el metro, como la gente normal. No hace falta gastar tanto en
taxis —susurro mientras nos deslizamos dentro del coche.

—Lo sé —me susurra, sus labios apenas rozan la concha de mi oreja y me hacen
estremecer—. Pero me gusta la intimidad. Y gastaré lo que me dé la puta gana en ti.
Tú lo vales, Chloe. —Me pone la mano en la rodilla desnuda y se me corta la
respiración— ¿Te parece bien?

26
—Sí —suspiro mientras su pulgar dibuja círculos en mi piel.

El trayecto en taxi no dura mucho -apenas unos minutos-, pero nos quedamos
así, con los costados pegados, su mano en mi rodilla y su brazo alrededor de mis
hombros. Se siente tan bien ser abrazada así que cierro los ojos y exhalo, relajándome
contra su cuerpo y fundiéndome en su cálido abrazo.

Llegamos a mi apartamento y, cuando el coche se detiene, reúno todo mi valor e


intento no tragarme la lengua.

—¿Te... gustaría subir?

Alex levanta la mano para acariciarme la cara.

—Chloe, no hay nada que me gustaría más que eso. Si estás segura.

Abro la puerta del taxi y salgo a la acera. Me sigue y, sin mirar atrás, le tiendo la
mano tímidamente. Lo hace de inmediato, su palma grande y cálida envuelve la mía,
más pequeña, y le da un apretón.

Subimos en silencio los escalones que llevan a mi apartamento. No sé qué decirle.


Estoy nerviosa y excitada por lo que creo que está a punto de ocurrir, y el corazón me
late tan fuerte que apenas oigo nuestros pasos contra la baldosa de porcelana.

Cuando nos acercamos a mi piso, saco las llaves. Pero, como es todo un caballero,
Alex me las quita y abre la puerta, permitiéndome entrar mientras él me sigue de cerca.
Me entrega las llaves antes de cerrar, y apenas he dejado mis cosas en la mesa de la
entrada cuando me hace girar rápidamente, con la espalda pegada a la pared.

Coloca sus antebrazos tensos a cada lado de mí y se inclina hacia delante hasta
que sólo un centímetro separa nuestros cuerpos. Cuando habla, su voz es ronca y
cruda.

—Chloe, he estado conteniéndome toda la puta noche, pero necesito tocarte


ahora. ¿Ese vestido? Ese vestido me está volviendo loco. ¿Tienes idea de lo bien que te
queda? —Se relame los labios y mis ojos siguen el movimiento—. Ha sido una puta
tortura tener que sentarme frente a ti esta noche cuando todo lo que quería hacer era
poner mis manos en cada centímetro de ti.

Me tiemblan las rodillas, pero mi cuerpo reacciona en perfecta sintonía con el de


Alex. Cuando baja la cara, inclino la cabeza hacia un lado para facilitarle el acceso al
cuello. Sus labios rozan mi piel, dándome ligeros besos hasta llegar a la mandíbula.

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—Por favor, dime que tú también quieres esto, Chloe. Te haré sentir muy bien, te
lo prometo. Acariciaré cada parte de ti con mis dedos, mi lengua, mi polla. Haré todo
lo que quieras.

—Por favor —jadeo, las piernas empiezan a temblarme mientras él sigue


dándome besos apenas perceptibles en la mandíbula.

—Por favor, ¿qué? Vamos, mi niña bonita, tienes que decirme lo que quieres.

—Haz… hazme sentir bien.

Justo después de soltar esa frase tartamudeando, Alex me inclina la barbilla hacia
arriba y choca nuestras bocas.

Nunca pensé en cómo sería nuestro primer beso. Sinceramente, no pensé que
llegaríamos tan lejos. Sin embargo, ni en un millón de años, podría haber predicho que
sería así... caliente, húmedo y hambriento. Es como si me estuviera comiendo viva. Mis
labios no dan abasto, así que mi boca se flexiona y mi mandíbula se afloja, dispuesta a
recibir todo lo que él quiera darme. Este beso es tan bueno que casi quiero que bese a
mis amigas, sólo para que puedan experimentar un beso tan estremecedor como éste.
Porque éste es el tipo de beso que sólo se lee en los libros o se ve en las películas. No
ocurren en la vida real, al menos no a mujeres como yo.

Alex mueve una mano hacia mi cara, rozándome ligeramente el pómulo con el
pulgar, y luego mueve la otra hacia mi cadera, me agarra y junta nuestros cuerpos.
Mueve sus caderas contra las mías y no puedo evitar el grito ahogado que sale de mis
labios.

Al notar mi reacción, retrocede un poco para observarme. Desplaza su cuerpo


para deslizar una rodilla entre mis piernas y subirme el vestido hasta la cintura. En
cuanto su muslo toca mi coño, vuelvo a jadear y echo la cabeza hacia atrás.

—Jesús, Chloe, no tenía ni idea de que fueras tan sensible. —Aprieta más la
pierna—. ¿Se siente bien, pequeña?

Respiro entrecortadamente y mis piernas tiemblan.

—S… Sí. —Todo mi cuerpo se relaja por la excitación y solo me mantienen


erguida los fuertes brazos de Alex y su tentadora rodilla—. Alex, por favor, quiero m…
más.

—¿Sí? —Deja caer la mano sobre la piel sensible de la cara interna de mi muslo y
me roza con los dedos—. ¿Qué más quieres? ¿Qué más quieres, pequeña?

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Gimo, mis emociones oscilan entre la frustración y la excitación. Sabe lo que
quiero, pero va a obligarme a decirlo, por muy trabada que tenga la lengua. Cuando
por fin consigo controlarme, le digo.

—Fóllame, Alex

Cuando vuelve a besarme, es más suave, casi gentil, dejándome desorientada


porque esperaba lo contrario. Desliza las dos manos hacia mi cintura para levantarme,
pero intento retroceder, indicándole que no necesita llevarme. Me calla con otro beso
y me levanta de todos modos, usando una mano para acariciarme el culo mientras la
otra me agarra con fuerza del pelo, manteniendo nuestros labios entrelazados.

Cada paso que da hace que mi coño, ya empapado, se roce contra la hebilla de su
cinturón, y gimo por la placentera sensación. Cuando llegamos a mi cama, ya estoy al
límite, y lo único que hemos hecho es besarnos y disfrutar de un poco de acción por
encima de la ropa.

Alex me tumba con cuidado de espaldas en el colchón y, con lo flexible que es mi


cuerpo, se me abren las piernas.

—Vaya, qué imagen más bonita. —Admira la vista, lamiéndose los labios con los
ojos entrecerrados. Un poco cohibida por la evidente exposición, me muevo para cerrar
los muslos, pero Alex me detiene con la palma de la mano en cada rodilla—. No te
escondas nunca de mí, pequeña. Quiero verte entera.

Lleva la mano a la cremallera lateral de mi vestido y la baja rápidamente. Cuando


le ayudo a quitármelo, me quedo en sujetador negro y bragas. Me siento insegura y
vulnerable, pero cuando veo cómo me mira, me relajo: su deseo está claramente escrito
en su cara.

—Tu turno —murmuro, bajando la cabeza para amortiguar mi voz contra mi


hombro.

—Mmm… ¿Qué ha sido eso? Tienes que hablar más alto si quieres que te oiga.
—Su tono burlón me dice que probablemente me ha oído.

—Quítate también la ropa. Es embarazoso ser la única desnuda —le digo


mordiéndome el labio con nerviosismo.

Me recompensa besándome en el cuello y chupándome la clavícula.

—Por supuesto, pequeña. Lo que tú quieras. —Se echa hacia atrás para
desabrocharse la camisa carmesí.

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La tela cae al suelo y se me seca la boca. Su cuerpo está cincelado, sus
abdominales parecen duros y esculpidos, y la V de sus caderas parece sacada de una
película. Cuando se desabrocha los pantalones y bajan un centímetro, gimo y mis
muslos se sacuden. Empieza a verse la base de algo muy grande y muy duro, y todas
mis terminaciones nerviosas se agitan y se encienden. Se quita los zapatos y los
calcetines, se baja los pantalones por completo y vuelve a subirse a la cama para
quedarse encima de mí.

Vuelve a besarme por debajo de la oreja cuando arrastra los dedos por las curvas
de mi cuerpo hasta el pecho. Me levanta el sujetador y mis pesados pechos quedan al
descubierto. Y jadeo cuando me coge uno inmediatamente. Su pulgar roza mi pezón
endurecido y mis caderas se mueven involuntariamente hacia arriba.

—Parece que alguien está impaciente — me dice.

La única respuesta que puedo dar es un gemido, y él se ríe. Está tan cerca de mí
que puedo sentir las vibraciones que emanan de su ancho pecho. Me acaricia los
costados y me roza ligeramente las bragas. Antes de que me derrumbe y le suplique
más, sus dedos se deslizan bajo el satén y por fin me toca el coño desnudo.

—Joder, qué mojada estás, pequeña.

Un solo dedo se abre paso dentro de mí y grito.

—Alex, Alex, Alex —balbuceo, ya medio delirando por un solo dedo.

—Eso es, nena. Sé buena y sigue gritando mi nombre.

Su dedo está tan caliente y grueso dentro de mí que me preocupa estar llegando
al límite demasiado rápido.

—Alex, Alex, quiero... Por favor, dame...mmm.

Me roza la sien con la nariz y me susurra al oído:

—¿Mi niña buena quiere mi polla en su coñito apretadito?

Siento que me humedezco más y gimo.

—Sí, por favor. Dámela, Alex. Soy una buena chica, por favor, por favor, por
favor... —Me interrumpe el sonido de mis bragas siendo arrancadas de mis muslos, y
me estremezco ante la repentina ráfaga de aire frío en mi coño chorreante.

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—Eres mi niña buena. Estás siendo muy paciente, dejando que te moje lo
suficiente para recibir mi polla. ¿Quieres correrte ahora, o estás lista para mi polla?

Su mano se retuerce y yo asiento.

—Polla. Ahora. —Son las únicas palabras que logro pronunciar mientras me
acaricia el punto G con dos dedos.

Entonces, algo contundente se burla de mis pliegues cuando Alex se inclina para
besarme. Acepto su boca con avidez y él se introduce lentamente en mi coño
empapado. No es que sea virgen, pero nunca había estado con alguien tan grande. Es
como si estuviera llegando a lo más profundo de mí. Jadeo en su boca hasta que está
completamente introducido dentro de mí y sus caderas están a ras de las mías.

—Joder. Joder, qué bien te siento, Chloe —gime, apoyando la cara en mi hombro
para mantener la respiración tranquila—. Me muero por sentir cómo te corres en mi
polla. ¿Estás lista?

Subo las caderas para apretarlo, haciendo que respire entrecortadamente.

—Sí, necesito correrme ya.

Se echa hacia atrás y me penetra. Con fuerza. La pizca de control que tenía se
desvanece cuando me agarra por las caderas.

—Aquí estaba yo, tratando de tomármelo con calma contigo. Pero parece que no
juegas limpio. Sigue apretándome así, pequeña. —Su voz baja aún más.

Quiero responder, pero mi cerebro no es capaz de hilvanar un pensamiento


coherente. La sensación de su polla gruesa y dura bombeando dentro y fuera de mí
hace que pequeños relámpagos de electricidad recorran mi cuerpo. Mi coño empieza
a estremecerse e intento decirle que estoy a punto, pero él ya debe de saberlo, porque
baja la mano hasta mi montículo y me roza el clítoris con el pulgar. El movimiento es
tan inesperado y delicioso que inmediatamente me estremezco a su alrededor.

Grito cuando me invade el orgasmo y aprieto con fuerza la polla de Alex. Creo
que va a ralentizar el ritmo, pero sigue bombeando dentro y fuera de mí y frotando
con el pulgar mi sensible clítoris. Mi orgasmo se alarga hasta que se me llenan los ojos
de lágrimas por la sobreestimulación y suelto un sollozo.

—Eres tan jodidamente guapa cuando te corres, pequeña. —Sus ojos están llenos
de lujuria mientras me penetra una y otra vez.

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Mi cuerpo está flácido de placer, pero él levanta mis gruesos muslos y los cuelga
sobre sus brazos. Me tiene tan abierta que cada vez que me penetra con fuerza, el
movimiento de sus caderas hace que su pelvis roce mi clítoris. Me está follando tan
profundamente en este ángulo que sé que no tardaré en correrme otra vez, y espero
que esta vez llegue al límite conmigo.

—Alex, no... no puedo aguantar... —Me agarro a las sábanas y se me saltan las
lágrimas.

Maldita sea, este hombre sabe lo que hace.

—Córrete por mí, pequeña. Vuélvete a correr sobre mi polla y apriétala como una
jodida niña buena.

Bombea furiosamente dentro de mí, haciéndome caer de nuevo por ese precipicio
de euforia.

Luego me pone las manos en la cintura y se corre dentro de mí, moviendo las
caderas mientras su polla chorrea una buena cantidad de semen. Completamente ida,
lo miro, pensando en lo sexy que son sus gemidos mientras se corre. Deseosa de oír
más ruidos de él, vuelvo a apretar su polla, pero mi coño está tan cansado que sólo da
un débil respingo. Alex responde con una carcajada y deja de mover las caderas. Me
acaricia los costados y me da dulces picotazos en el cuello.

—Has sido una chica muy buena para mí, Chloe. —Su voz sigue siendo ronca y
empieza a notarse un ligero indicio de somnolencia.

Nunca nadie me había llamado buena chica, pero debo admitir que me gusta. Tal
vez sea solo porque es Alex quien lo dice, pero en cualquier caso no quiero que pare.

Todavía estoy recuperando el aliento cuando me trago los nervios y le pregunto:


—¿Quieres quedarte esta noche?

Se levanta lo suficiente como para dejarme ver la sonrisa lobuna de su cara. Sin
decir nada más, se inclina y vuelve a reclamar mis labios. Cuando siento que se
endurece dentro de mí, sé que empezamos el segundo asalto.

Supongo que eso responde a mi pregunta.

32
Capítulo 5
Alex

Me desperté temprano esta mañana, bendecido al ver la cara dormida de Chloe.


Es realmente la mujer más hermosa que he visto nunca. El sol naciente se cuela por las
persianas y la luz dorada la baña, haciendo que su pelo brille como un halo y que sus
pestañas proyecten largas sombras sobre sus mejillas. Además, incluso con el pelo
alborotado y sin maquillaje, es capaz de dejarme sin aliento.

Sin darme cuenta, alargo la mano y le aparto unos mechones rubios de la boca.
Le tiembla la nariz, pero por lo demás no se mueve. Me incorporo lo suficiente para
apoyar la barbilla en la mano y ver mejor su rostro angelical. Cuando separa los labios
y suelta un pequeño suspiro, me doy cuenta de que podría mirarla eternamente y estar
contento.

Algo se está gestando en mi interior. Algo grande, asombroso y un poco


aterrador. Casi sé cómo denominarlo, pero cada vez que creo que lo tengo claro, se me
escapa de las manos como una nube de humo. Sea lo que sea, es gracias a Chloe, y
poco a poco me estoy volviendo adicto a esta sensación.

Sus ojos empiezan a parpadear y toda mi atención vuelve a centrarse en ella. Un


pájaro canta fuera de la ventana, una rareza en la ciudad, y ella finalmente abre los
ojos, permitiéndome ver el color que avergüenza a las gemas preciosas.

—Buenos días —le digo suavemente, con la voz grave por el desuso.

Gira la cabeza hacia mí. Sus movimientos son lentos y su rostro sigue relajado y
somnoliento. Cuando me ve, sonríe antes de volver a cerrar los ojos.

Su reacción es tan vulnerable e íntima, algo que nunca antes había


experimentado con una mujer. No puedo evitar pensar, puedes follarte a cualquiera,
pero ¿cuántas veces puedes despertarte al lado de una mujer así?

—Buenos días —me susurra.

—¿Cómo has dormido? —le pregunto, pasándole los dedos por el pelo.

Se ríe suavemente.

33
—Fantástico. ¿Y tú?

—Mejor de lo que he dormido en meses —respondo, y lo digo en serio.

Vuelve a abrir los ojos, esta vez con un brillo burlón.

—Estoy segura que eso no es cierto.

Yo tarareo y sigo peinándole el pelo con mis dedos.

—Bueno, si tienes hambre para desayunar, podría prepararnos unos huevos con
beicon. ¿Tal vez unas tostadas? —me ofrece, obviamente tratando de ser una buena
anfitriona.

Viendo una oportunidad, le digo:

—Sabes, suelo empezar las mañanas haciendo ejercicio para abrir el apetito.

—¿En serio? —Una pequeña arruga se forma entre sus cejas—. Podría, um…
esperar a hacer el desayuno si quieres ir a correr o algo así. Pero no tienes una muda
de ropa, ¿verdad? No puedes hacer ejercicio con pantalones de vestir.

Verla pensar en eso fue tan tierno que sonrío cuando respondo:

—No necesito ropa para este tipo de entrenamiento.

Sigue mirándome con cara de inocente confusión, así que decido ayudarla. Le
quito las sábanas, descubro nuestros cuerpos desnudos y me pongo de rodillas sobre
ella.

—Un buen entrenamiento requiere un calentamiento, por supuesto. —Me inclino


y le doy un beso profundo en los labios.

Suelta un sonido de sorpresa, pero sigue los movimientos de mi boca y mi lengua.


Después de unos segundos, me incorporo y Chloe intenta seguirme, con los ojos
vidriosos y las mejillas sonrosadas.

—Es una forma de entrar en calor, ¿no? —Me río entre dientes.

—Sí, podría decirse que sí —responde, ya un poco sin aliento.

Vuelvo a inclinarme y le doy besos húmedos en la mandíbula, en el cuello y todo


el camino hasta sus tetas. Tiene las mejores tetas, suaves y turgentes. Le acaricio una
con la mano y mantengo la boca pegada a la otra. Cuando mi lengua roza su pezón,

34
ella jadea y me clava los dedos en el pelo. Sonrío y cambio de lado para dedicarle el
mismo cuidado al otro pecho.

—A-Alex —jadea.

Le doy un ligero mordisco como recompensa por gemir mi nombre, y su espalda


se arquea. Vuelvo a asombrarme de su sensibilidad, y algún día quiero ver si puedo
hacer que se corra jugando con sus pezones, pero hoy tengo otra misión. Desciendo
desde su pecho hasta su vientre y beso cada centímetro de piel que puedo, bañando
su cuerpo en suaves caricias. Cuando llego a su pelvis, me muevo para acomodarme
entre sus piernas. En cuanto le doy un beso en el interior de uno de sus muslos, Chloe
se incorpora en la cama y pone su mano sobre el coño.

—No tienes por qué hacerlo. —Su frase sale apresurada y frenética, y cuando
levanto la vista, noto que tiene el ceño fruncido por la preocupación.

Le agarro suavemente la mano y la muevo de su coño brillante a mi nuca.

—Te dije que quería adorarte con mis dedos, mi lengua y mi polla. Mis dedos y
mi polla estuvieron dentro de ti anoche. Ahora es justo que mi lengua también tenga
su turno.

Se le traba la respiración, pero niega con la cabeza.

—Pero, ¿y si...?

—¿Y si te hago sentir bien? ¿Y si hago que te corras tan fuerte que veas las
estrellas? —Me acerco cada vez más al premio que tengo delante. Ella sigue sin estar
convencida, pero su coño se estremece, así que avanzo—. Chloe, si realmente no
quieres esto, entonces pararé, pequeña. Nunca haré nada que no quieras que haga.
Pero me encanta todo de ti, y te quiero toda. No hay nada de tu cuerpo de lo que tengas
que avergonzarte u ocultarme. Y no hay nada que desee más ahora mismo que probar
tu dulce coñito. —No quiero presionarla para algo para lo que no está preparada, pero,
Dios, su coño está ahí. Y está mojado y goteando. Y se ve absolutamente delicioso.

Froto el interior de sus muslos gruesos y jugosos, y ella se relaja un poco,


apoyándose en los codos. Cuando avanzo un poco y beso su delicada piel, echa la
cabeza hacia atrás y me agarra el pelo con fuerza. Los ligeros tirones que me da me
hacen saltar chispas de electricidad por la espalda, y el calor se me sube al estómago.

—Tengo unas ganas locas de probarte, pequeña —le digo entre besos en su tierna
carne—. No sabes cuánto tiempo llevo soñando con ello. Tu mano en mi pelo,
metiendo mi cara en tu húmedo coño. Lo necesito. Vamos, pequeña, por favor...

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Me sorprende gratamente cuando la mano de Chloe me acerca a su monte
desnudo. Inmediatamente abro la boca y arrastro la lengua por sus pliegues en una
larga lamida.

—¡Joder! —sisea por encima de mí, sacudiendo las caderas.

La lamo una, dos veces, y cada vez su cuerpo se estremece debajo de mí. Es
perfecta e incluso mejor que en mis sueños, porque está haciendo exactamente lo que
le dije que hiciera, mantenerme atrapado entre sus piernas y dejarme adorar su coño.

Desplazo la cara hacia abajo y le meto la lengua, girándola y moviéndola para


que no descanse ni un momento. Gime, sus muslos se estremecen contra mi cabeza y
su coño se retuerce violentamente.

Le prometí que la haría correrse tan fuerte que vería las estrellas, así que vuelvo
a acercarme a esa perla sensible y le presto atención. Le doy unos cuantos lametones
en el clítoris y ella me agarra la cabeza con la otra mano, manteniéndome en mi sitio,
de modo que lo único que puedo alcanzar es ese botoncito hinchado.

Si no estuviera tan decidido a llevarla al límite, me reiría y le diría que no voy a


ir a ninguna parte. Pero tengo un trabajo que terminar, así que le rodeo el clítoris con
los labios y se lo chupo mientras deslizo tres dedos dentro de su apretado coño.

Encima de mí, Chloe empieza a gemir.

—¡Alex! Dios, ¡estoy tan cerca! Por favor, por favor, por favor.

Con vigor renovado, cambio entre chupar y lamer, sin darle ni un respiro para
que baje de su subidón. De repente, su agarre se tensa y grita.

—Alex, voy a... voy a...

Quiero decirle que se corra para sentir y saborear su orgasmo. Pero eso
significaría que tendría que levantar la cabeza de su coño empapado, y no hay forma
de que me detenga. Así que me sumerjo de nuevo, tarareando profundamente y
haciéndola vibrar intensamente.

Sus manos se separan inmediatamente de mi cabeza y suelta un fuerte gemido.


Me aprieta con las piernas y su clímax me empapa la barbilla. Modero los movimientos
de mi lengua y vuelvo a esos largos y perezosos lametones, para poder acompañarla
en su clímax. Deseando que experimente el éxtasis el mayor tiempo posible, mantengo
la boca en su coño hasta que su mano sube a acariciarme la frente y ronronea
suavemente.

36
Cuando por fin me retiro, me duele la mandíbula de la mejor manera posible, y
no puedo evitar la sonrisa que se me forma en la cara. Chloe es un charco de
satisfacción debajo de mí, mientras que sus piernas se han vuelto a abrir porque no
tiene fuerzas para mantenerlas cerradas. Tiene un profundo rubor escarlata que le
recorre las mejillas hasta el pecho y sus tetas se agitan ligeramente al ritmo de su
respiración acelerada mientras sus ojos recuperan lentamente la concentración.

Es una imagen tan fantástica y erótica que llevo la mano a mi dolorida polla. La
he estado ignorando para centrarme en Chloe, pero ya no puedo contenerme más.
Manteniendo el contacto visual con ella y arrastro la mano arriba y abajo. Mi presemen
se derrama y me humedece la palma de la mano. Mi respiración aumenta al verla
tumbada, sabiendo que he sido yo quien la ha hecho correrse tan fuerte.

—Joder, Chloe, mírate. Tan sonrojada y hermosa. Fuiste tan buena para mí. Tan
perfecta. ¿Te ha gustado mi boca sobre tí, pequeña?

Ella gime y asiente, agarrando las sábanas por los costados. Cuando vuelve a
arquear la espalda, sus enormes tetas rebotan y yo gimo al verlo. Mi mano se acelera
y el calor de mi vientre se retuerce, apretándose más y más cada segundo que Chloe
me mira.

Estoy a punto de correrme cuando reduzco la velocidad de mis movimientos. No


hablamos de correrme sobre su cuerpo, de marcarla como mía porque eso es
exactamente lo que estaría haciendo, y no todo el mundo está de acuerdo con eso. Así
que prefiero correrme en mi mano antes que incomodarla.

Me siento sobre los talones y estoy a punto de hacerlo cuando las piernas de
Chloe se levantan y me inmovilizan. Levanto las cejas.

—Estoy a punto de correrme en toda la mano, pequeña. ¿Me vas a mirar?

Sus párpados bajan ligeramente y ladea la cabeza, lanzándome una mirada


seductora. Tengo que agarrarme la polla para no estallar en ese momento. Mi
respiración se intensifica cuando se agacha y abre los labios de su coño.

—Quiero que te corras aquí mismo, Alex.

Siento como si me hubieran dejado sin aliento mientras gruño


involuntariamente. Me flaquean las piernas y caigo hacia delante, sujetándome con
una mano. Con la otra, me froto el pene y me acaricio la cabeza mientras miro la cara
sexy de Chloe.

37
Su mirada es sensual y sus labios están entreabiertos. Luego sonríe, dulce y
amable, y se acerca a mí, acunando suavemente mi cara entre sus manos.

—Vamos, cariño —susurra tan suave como el ala de una mariposa—. Antes me
has hecho sentir muy bien. Ahora te toca a ti. ¿Te correrás por mí?

Intento decirle que puedo hacer eso por ella. Puedo hacer cualquier cosa por ella.
Pero tengo la lengua pesada en la boca y la mandíbula floja. Mi polla palpita en mi
mano y siento que mi clímax hierve bajo la superficie.

Lo que finalmente me lleva al límite es cuando Chloe se inclina hacia delante, de


modo que nuestros labios apenas se tocan, y ordena:

—Marca mi coño con tu semen, Alex.

La espiral de mi interior se rompe y mis caderas se mueven hacia delante hasta


que siento su humedad contra mí. Mi semen pinta su montículo perfecto mientras mis
ojos se ponen en blanco y un gemido escapa de lo más profundo de mi garganta. Chloe
sigue picoteándome los labios mientras yo aflojo la polla hasta que mi mano por fin se
detiene. Me tiemblan los brazos y jadeo contra ella. Estoy agotado, con el cuerpo
completamente relajado y la mente en blanco.

Me pongo boca arriba y Chloe se acomoda a mi lado. Cuando la miro, sé que


tengo la sonrisa más tonta en la cara. Pero no puedo evitarlo, estoy muy contento.

—Ahora me toca a mí preguntarte si te ha sentado bien —dice metiéndose las


manos bajo la mejilla.

Me río, con la garganta irritada y la voz ronca.

—Chloe, no tienes ni idea de lo jodidamente bueno que ha sido. Gracias.

Se le levanta una comisura de los labios y me dan ganas de besarle la sonrisita de


la cara.

—Creo que debería ser yo quien te diera las gracias. Me has entumecido el coño.
—Se ríe y se levanta—. Hablando de eso, tengo que ir a limpiar el desastre que has
hecho.

—Mierda, Chlo, lo siento. Pensé...

Me pone una mano en el pecho y me empuja hacia atrás.

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—No, no lo sientas. Quería que lo hicieras, te lo prometo. —Me besa la mejilla
antes de ofrecerme de nuevo su suave sonrisa, luego se levanta y se dirige al baño.

Suelto un suspiro y mi cabeza golpea el cabecero con un ruido sordo. Mi cuerpo


sigue flojo, pero empiezo a recuperar la coordinación en brazos y piernas.

El agua se abre y Chloe grita.

—¡Voy a meterme en la ducha, si quieres acompañarme!

Nunca me había movido tan rápido en mi puta vida. Me tiemblan las piernas y
tropiezo un par de veces antes de llegar al baño. Pero poder tocar de nuevo el cuerpo
de Chloe vale la pena por unos cuantos golpes y moratones a lo largo del camino.

39
Capítulo 6
Chloe

Una ducha y otro orgasmo después, los dos estamos limpísimos y listos para
afrontar el día. Bueno, casi listos.

Cuando entro en mi habitación, secándome el pelo con la toalla, veo a Alex de


pie junto a mi cama con su propia toalla atada a la cadera. Admiro su cuerpo durante
un segundo, contemplando sus esbeltos miembros y la forma en que sus tonificados
músculos se mueven bajo su piel suave y bronceada. Pero cuando le miro a la cara, veo
que frunce el ceño y el corazón me late de nervios.

—¿Va todo bien? —pregunto, escurriéndome el pelo para no empaparme la


blusa.

Alex levanta la vista y esboza una pequeña sonrisa tranquilizadora.

—Sí, todo va bien. Acabo de darme cuenta de que no tengo más ropa que... —Su
frase se interrumpe cuando se inclina y recoge su camisa arrugada de la noche anterior.

—Oh, entiendo —digo en tono burlón mientras apoyo el hombro en el marco de


la puerta—. Se supone que las mujeres deben hacer el paseo de la vergüenza por la
mañana, ¿no? ¿Los hombres no?

—No es que lo haya hecho un millón de veces, así que... —Sus ojos se abren de
par en par y se baja la camisa cuando se da cuenta de lo que ha dicho—. Espera, no, no
quise decir eso. No un millón de veces antes, sólo unas pocas veces. ¡El promedio de
veces!

Me río. —Relájate, Alex, no te estoy avergonzando. Sólo me burlo de cómo la


cultura del sexo casual nos ha lavado el cerebro. Yo también he tenido mis rollos de
una noche, pero no con nadie de tu nivel. —Me acerco a mi cómoda y empiezo a abrir
algunos cajones—. Creo que tengo pantalones de chándal y camisetas que te quedarán
bien. No estarás muy sexy, pero es mejor que volver a tu apartamento con la ropa
sucia, ¿no?

Como no dice nada, me doy la vuelta para mirarle. Tiene una expresión de
conflicto en la cara que me hace pensar que he dicho algo malo.

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—O no... —Me alejo de la cómoda y levanto las manos—. Sólo quería darte una
opción que no fuera tu ropa de ayer, ya que acabas de ducharte. Pero supongo que
será más complicado si acabas con alguna de mis prendas en tu casa, ¿no? No tienes
que devolverlas si te resulta más fácil...

Alex se queda callado un momento, y yo mantengo tanto la respiración que casi


salto cuando por fin dice:

—¿Eso es todo lo que crees que es esto para mí? ¿Sólo un rollo?

Confundida, inclino la cabeza hacia un lado.

—¿No es así?

—Joder, no. —Se lleva una mano a la cara.

Sigo un poco confusa cuando se acerca y me pone las manos en las caderas,
cuadrándonos para que nos veamos obligados a mirarnos a los ojos.

—Voy a ser muy claro contigo, ¿vale, pequeña? —me dice despacio,
pronunciando cada palabra. Cuando asiento con la cabeza, continúa—. No quiero que
esto sea una aventura de una sola vez, Chloe. No quiero que seamos follamigos ni
amigos con derecho a roce. Me gustas de verdad y quiero salir contigo. Te he estado
persiguiendo durante semanas. ¿De verdad crees que voy a conformarme con algo
menos que una relación de verdad?

La calma y sinceridad de su tono hace que me tiemble el pecho.

—Es que... —Trago saliva y miro al suelo—. Sólo quería darte una salida fácil.

Una mano suave me levanta la barbilla y me veo obligada a mirarle de nuevo.


Sus ojos azul claro parecen mirarme directamente al alma, y eso me aterra y me
emociona a la vez.

—Dame un millón de salidas —susurra, con el pulgar acariciándome la


mandíbula—. Y no voy a aceptar ni una sola de ellas. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. —No puedo evitar la pequeña sonrisa que se dibuja en mis labios.

—Dicho esto. —Alex da un paso atrás y observa su montón de ropa en el suelo


con un suspiro—. Quizá tengamos que pasar por mi apartamento para que pueda
cambiarme.

—¿Pasar? ¿Qué quieres decir?

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—Bueno, no puedo llevarte a desayunar con eso puesto. —Señala el suelo—. Y
aunque me encantaría llevar una de tus muchas camisetas de AC/DC, tengo la
sensación de que te quedan mucho mejor a ti que a mí. —Se pasa la mano por el pelo
aún húmedo, echando las ondas hacia atrás.

—Vamos, no tienes que hacer eso —intento decirle—. Además, hoy tengo que
hacer unos recados.

Sonríe. —No hay problema. Te acompaño.

Me froto la nuca un poco avergonzada.

—Vale. Bueno, en realidad no son recados, sólo algunas cosas que ya tenía
pensado hacer hoy.

—Aún mejor —insiste, abriendo mucho los brazos—. Quiero ver cómo pasa su
tiempo libre mi pequeña.

¿Cuándo me convertí en su "pequeña"? Probablemente cuando dejaste que se corriera en


tu coño abierto, libertina. Reprimo las risitas de colegiala ante mis pensamientos
interiores y vuelvo a centrarme en nuestra conversación.

—¿En serio? —pregunto, ligeramente escéptica.

—Sí, de verdad.

—De acuerdo —cedo—. Pero no te quejes cuando te aburras.

—Es imposible que me aburra cuando estoy contigo, Chloe. De verdad.

—Si estás tan seguro, supongo que dejaré que me acompañes. —Intento parecer
despreocupada, pero por dentro me asusta que Alex quiera pasar más tiempo
conmigo.

—Haremos una parada rápida en mi apartamento y nos iremos. Diciendo esto


suelta la toalla y yo respondo con un chillido poco digno.

Me tapo los ojos y salgo corriendo de la habitación para que pueda cambiarse.
Mientras tanto, Alex se ríe a carcajadas de mis payasadas.

—No es como si no hubieras visto todo esto antes —me dice.

Doy un portazo y apoyo la espalda en la puerta.

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—¡Es el principio! ¡Y estaba súper cachonda!

Alex sigue riéndose.

—¿Y ahora no lo estás?

—Eso no es asunto tuyo. Vístase y cúbrase su enorme polla, señor.

Su risa se apaga cuando por fin empieza a ponerse la ropa adecuada.

Cuando abre la puerta, está completamente vestido y se burla de mí por actuar


con tanta castidad. Insisto en que era para proteger su virtud, y me pellizca el costado.
Cuando salimos, nos hemos puesto a reír a carcajadas, cada uno intentando hacerle
cosquillas al otro y saltando antes de que ninguno de los dos pueda hacerlo. Suelo
sentirme incómoda cuando alguien toca mi curvilínea figura, pero Alex me hace sentir
la chica más guapa del mundo. Creo que dejaría que este hombre me tocara donde
fuera.

Por supuesto, insiste en coger un taxi para volver a su apartamento y, al igual


que la noche anterior, coloca su mano inmediatamente en mi pierna. Sinceramente, es
un tipo de contacto posesivo que me hace sentir deseada y sexy. Sus caricias empiezan
a parecerme adictivas. Cuando llegamos a su apartamento, le dice al taxista que deje
el taxímetro en marcha antes de darme un beso en la mejilla y entrar corriendo en el
edificio. Regresa menos de diez minutos después, vestido con ropa fresca e informal y
oliendo a colonia masculina de cedro.

Me dice que le diga al conductor adónde quiero ir primero, y no se sorprende


demasiado cuando le digo la dirección de una pequeña librería a unas manzanas de
mi apartamento.

—Intento venir aquí cada pocas semanas —le explico mientras salimos del
coche—. Su inventario cambia mucho, así que me gusta ver qué novedades han
llegado. —Aunque sé que Alex no lee mucho, asiente de todos modos,
demostrándome que intenta entender. Y solo por eso, mis pasos son un poco más
ligeros cuando entramos en la tienda.

Huele a pergamino y a café y a todo lo que les gusta a los lectores.


Instintivamente, respiro hondo y dejo que mis hombros suban y bajen. Guío a Alex
por todas mis secciones favoritas, señalando libros que ya tengo y que me encantan,
libros que quiero llegar a tener y libros que he leído pero que odio. Encuentra que esas
opiniones son muy divertidas, y se ríe a carcajadas de mis firmes opiniones sobre
determinados autores y series.

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Si estuviera sola, me pasaría horas aquí, leyendo meticulosamente la
contraportada de cada libro. Pero como estoy con alguien, me limito y sólo cojo uno.
La cajera me sonríe amablemente cuando dejo mi selección sobre el mostrador.

—Sólo éste, por favor —le digo, sacando la cartera.

—En realidad, este también. —Alex pone un ejemplar de uno de mis libros
favoritos sobre el mostrador, y me giro para ver que Alex ya le está entregando a la
cajera una tarjeta de crédito.

—¿De verdad vas a comprar ese?

—Sí. —Se encoge de hombros—. Lo has exagerado tanto que parece muy bueno.
Y, por supuesto, quiero leer tu libro favorito.

—Oh —es lo único que se me ocurre decir, a pesar de que mi mente va a toda
velocidad y la cara se me calienta. La cajera termina la transacción y le doy las gracias
a Alex por pagar.

Salimos de la tienda y, aunque él quiere coger un taxi, le digo que no tardaremos


mucho en llegar al próximo sitio andando. Acepta, me coge la mano y entrelaza los
dedos. No recuerdo la última vez que un hombre me ha cogido de la mano, pero no
quiero centrarme en eso, temo que, si lo hago, el momento desaparezca como si nunca
hubiera existido.

Fiel a mi palabra, muy pronto nos acercamos a una tienda de discos antiguos.

—Discos, ¿eh? —me pregunta, abriéndome la puerta cuando entramos.

—La verdad es que no sé tanto de discos como de libros, pero hace tiempo que
quería entrar aquí.

—Bueno, Chlo, hoy es tu día de suerte. Resulta que sé un par de cosas sobre
discos antiguos.

—¿En serio? —pregunto, un poco sorprendida.

Alex asiente y luego me lleva por la tienda, compartiendo conmigo sus


conocimientos sobre la historia del vinilo y explicándome las discografías de ciertos
artistas. Estoy impresionado, por no decir más, y también muy emocionado por
compartir este interés con él.

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Hojeamos los discos y nos turnamos para reproducir algunos de ellos en los
auriculares del reproductor de muestras del fondo. En un momento dado, Alex levanta
la mano y finge cantar con un micrófono. Desentona horriblemente, lo que me hace
reír, y le grabo en vídeo con mi teléfono.

No acabamos comprando nada porque ninguno de los dos tiene tocadiscos, pero
no hacía falta. Hemos creado recuerdos que valen más que la compra de cualquier
pieza de música antigua. Creo que es el final de nuestra cita hasta que Alex pregunta
qué deberíamos hacer para comer. Le sugiero que nos comamos una pizza y vayamos
a ver una película a mi casa, y él acepta encantado.

De vuelta a mi apartamento, cada uno con un trozo de pizza en la mano, nos


tumbamos en el sofá y buscamos en varias páginas de “streaming” algo que ver. Creo
que va a sugerirme uno de los últimos estrenos, pero me detiene en “Los
hermanastros” con Will Ferrell.

—Espera, espera. ¿Has visto esta película? Es divertidísima. Deberíamos verla.

—¿Que si he visto esta película? —pregunto fingiendo ofenderme—. No sólo he


visto esta película, Alex. La conozco. Es literalmente una de mis favoritas de todos los
tiempos. Estoy bastante segura de que he memorizado el guion entero.

—Pfft. Es imposible que te sepas más líneas que yo, mujer.

—¡Ja! ¡Me las sé al mil por cien!

—Bueno, sólo hay una manera de demostrar quién es el mayor fan de “Los
hermanastros”. Ponla, y podrás poner tu dinero donde está tu boca.

—Oh, acepto la apuesta, señor.

Una vez que la película se pone en marcha, vamos hacia adelante y hacia atrás,
citando casi toda la película línea por línea. Es una de las experiencias cinematográficas
más divertidas que he tenido en mucho tiempo y, en algunos momentos, me río tanto
que me duelen los costados y lloro.

Para cuando termina, tengo las piernas acurrucadas a mi lado en el sofá y trato
de estirarlas todo lo que puedo sin patear a Alex. Él no dice nada, solo me agarra de
los tobillos y me estira las extremidades para que caigan sobre su regazo.

Mientras empieza a masajearme las pantorrillas, me dice:

—Pon otra película, pequeña.

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Así lo hago.

“El presentador” empieza, y el proceso continúa, los dos intentando ver quién se
sabe mejor el guion. Pasamos el resto del día haciendo precisamente eso; viendo
películas tontas y haciendo chistes tontos.

Cuando llega la noche, ninguno de los dos se mueve del sofá. Alex comenta que
va a tener que volver a dormir desnudo, pero no discuto con él. En lugar de eso, me
río. Pero en mi cabeza, me imagino despejándole un cajón para que pueda tener aquí
una muda de ropa.

No seas estúpida, Chloe. Te estás adelantando a los acontecimientos.

Entonces oigo sonar "Hollaback Girl" en mi teléfono y enseguida sé quién llama.

—Hola, Ruthie. ¿Cómo estás? —Saludo a mi prima al contestar.

—Estoy aguantando, Chlo. Aunque la planificación de la boda me está matando.


—Suena cansada y exasperada.

—Me apuesto a que si —respondo con simpatía—. Espera un segundo, ¿quieres?

Pongo el teléfono en silencio y me dirijo a Alex.

—Lo siento mucho, pero necesito hablar con mi prima, Ruthie, un momento. ¿Te
importa si voy al dormitorio?

—Claro que no. Pero antes necesito un beso. —No me da la oportunidad de


responder antes de que sus labios estén sobre los míos, dándome otro de esos besos
dignos de un libro romántico que tanto ansío. Cuando se retira, me mareo un poco
cuando sonríe y dice— será mejor que no hagas esperar a Ruthie, pequeña.

Claro, Ruthie. Le doy otro beso en los labios, me pongo en pie y me dirijo a mi
habitación. Me da una palmada en el culo y suelto un gritito antes de soltar una risita
y sonrojarme.

Cuando tengo un poco de intimidad, quito el modo silencio del móvil.

—Así que, ¿qué pasa?

—Sí, pues... —Ruthie cambia de marcha, poniendo su voz de negocios—. Una de


mis damas de honor tuvo a su bebé la semana pasada, así que me preguntaba si
podrías sustituirla en la fiesta de la boda.

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—Oh, vaya. Enhorabuena a tu amiga. —Parpadeo varias veces—. Um, es un poco
tarde para que me tome el día libre en el trabajo este viernes. ¿Está bien si no puedo ir
a la cena de ensayo?

—Sin problema. No voy a obligarte a pasar tiempo con mis amigos. —Se ríe por
teléfono—. Sólo... ¿podrías caminar hacia el altar como parte del cortejo nupcial? Dave
y yo ya habíamos emparejado a las damas de honor y a los padrinos, y él no quiere
tener que descartar a ninguno de sus amigos de la ceremonia.

Después de que me lo explique, suelto un suspiro. No necesita que haga nada de


lo difícil, sólo que vaya al altar con uno de los amigos de su prometido. Muy fácil.

—Claro, no hay problema, Ruthie.

—¡Me has salvado la vida, Chloe! ¡Gracias, gracias! Creo que el vestido de
Caroline debería quedarte bien, ya que tuvo que pedir una talla más grande debido a
su embarazo.

Intento que el comentario no me escueza mientras la oigo tomar notas. Luego


pregunta —y no vas a traer pareja, ¿verdad?

Tengo que obligarme a no poner los ojos en blanco. Desde que tengo uso de
razón, Ruthie está prácticamente obsesionada con mi vida amorosa. Y, por supuesto,
da por hecho que estoy soltera.

—Así es. No llevar al chico con el que salgo.

—¡Oh! —exclama Ruthie cuando la oigo dejar el bolígrafo—. No sabía que tenías
novio. Qué bien. ¿Es Peter o Ryan de casa? Siempre fueron muy amables contigo en el
instituto.

En lugar de decirle que no fastidiarme no es lo mismo que ser amable,


simplemente le explico.

—No, en realidad no es mi novio, y no es alguien de casa. Es uno de los amigos


de hockey de Taylor. Hemos estado saliendo recientemente y hablando un rato.

—...¿Uno de sus compañeros de equipo de hockey? —pregunta, la suspicacia


clara en su voz.

—Sí. Alex, el defensa derecho —confirmo, molesta porque le parezca una idea
tan descabellada.

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—Espera. ¿Alex Morgan? ¿Cómo os conocisteis?

Ahora estoy cabreada porque Ruthie no parece estar contenta por mí. Siempre
me he mostrado entusiasmada cuando me contaba sus historias de citas, pero ella no
parece corresponder a mi energía. Especialmente si le enseño una foto del chico y es
convencionalmente atractivo. Como si fuera absurdo que un tío bueno quisiera a una
chica como yo.

—Nos conocimos en uno de sus partidos —aclaro—. Fui a buscar a Taylor y en


su lugar acabé encontrándome con Alex. Solo hablamos un minuto, pero se enteró por
Taylor de dónde trabajo y me llenó el despacho de flores preciosas. —Sonrío para mis
adentros, recordando aquel momento con cariño—. Luego empezamos a mandarnos
mensajes. Hablamos durante unas semanas y, de vez en cuando, me enviaba comida
y regalitos a mi apartamento. Era muy mono, la verdad.

Me muerdo el labio mientras pienso en todo lo que ha hecho Alex para llamar mi
atención.

—Y siguió invitándome a salir, y finalmente le dije que sí. Sinceramente, fue la


mejor cita de mi vida. Me llevó a un restaurante muy elegante, volvimos a mi casa y
se quedó a pasar la noche. Acabamos pasando todo el fin de semana juntos. Fue...
increíble. —Mientras digo eso, me doy cuenta de que eso es exactamente lo que es
nuestra relación: increíble.

Alex es tan amable, divertido y guapo, y nos llevamos tan bien. Me hace sentir
bien conmigo misma, más que nadie. Cada vez que pienso en él, me entran mariposas
en el estómago y no puedo evitar sonrojarme. Pienso en él todo el tiempo cuando no
está, y todo me lo recuerda: la música, las galletas, las películas.

¿Por qué pienso en él todo el tiempo?

—Oh... sí... parece... genial. —Ruthie suena como si alguien le estuviera


arrancando los dientes para hacerle decir eso—. Bueno, gracias de nuevo por
ayudarme, Chlo. Tengo muchos otros planes que terminar, así que nos vemos la
semana que viene, ¿vale?

—Vale, sí, me parece bien —respondo, sin inmutarme siquiera por el tono áspero
de mi prima porque estoy demasiado absorta en mis propios pensamientos.

Cuelgo el teléfono, me tumbo en la cama y miro al techo, intentando ordenar mis


pensamientos. Creía que sólo era un pequeño flechazo, un enamoramiento. Pero ahora
no lo creo. Creo que es algo mucho más fuerte, mucho más profundo que eso.

48
Creo que me estoy enamorando de Alex.

Es una conclusión aterradora, pero también reconfortante al mismo tiempo. Es


como si me hubiera estado dirigiendo hacia este precipicio durante el último mes, y
ahora que finalmente estoy en caída libre, una especie de paz se ha apoderado de mí.

Me pongo boca abajo, aprieto la almohada con la cara ardiendo y suelto un


chillido de vértigo. Me estoy enamorando de Alex.

Pero espera. ¿Se está enamorando él de mí?

49
Capítulo 7
Alex

Taylor: Acabamos de salir, así que deberíamos llegar al lugar en unas dos horas.

Yo: Genial, voy unos 30 minutos por detrás de vosotros. Y no se lo digas a Chloe. Esto
sigue siendo una sorpresa.

Taylot: Lo sé, tío. Relájate.

Dejando el teléfono, vuelvo a abrocharme los puños de la camisa y a ajustarme la


corbata. Me estoy preparando para salir hacia el norte del estado de Nueva York,
donde la prima de Taylor y Chloe celebra su boda. Me importa un bledo el
acontecimiento en sí, ya que no conozco ni a la novia ni al novio, pero quiero estar
guapo para cuando vea a mi pequeña hoy.

Taylor me lo contó por primera vez la semana pasada, cuando mencionó


casualmente que se acercaba la boda de Chloe. Casi me da un infarto hasta que me
aclaró que Chloe sustituía a una chica del cortejo nupcial que acababa de tener un hijo.
Después de eso, me ayudó a planear cómo sorprenderla en dicha boda, porque de
ninguna manera voy a perder la oportunidad de verla toda arreglada y caminando
hacia el altar.

Una vez que me considero lo bastante presentable, me subo a mi Range Rover


oscurecido y me paso las dos horas siguientes dando golpecitos nerviosamente el
volante con los dedos. Tengo tantos pensamientos dando vueltas en la cabeza que
apenas puedo concentrarme en la carretera. ¿Cómo reaccionará cuando me vea? ¿Voy
bien vestido para ella? ¿Daré una buena primera impresión a sus amigos y familiares?

El único lado positivo de tener tantas cosas en la cabeza es que hace que el tiempo
pase rápido y, en un abrir y cerrar de ojos, llego al lugar de la celebración. Por suerte,
el aparcamiento es pan comido y enseguida saco el móvil para avisar a Taylor de que
estoy aquí. Me responde de inmediato diciéndome dónde está, y me dirijo en esa
dirección.

—Hola, tío, me alegro de que hayas venido —me dice cuando me acerco a él. Nos
estrechamos las manos y nos damos un medio abrazo a modo de saludo.

50
—Hola, tío. Gracias otra vez por contármelo.

—Todavía no me puedo creer que Chloe no lo mencionara antes.

Sonrío y muevo las cejas.

—Bueno, pasamos todos los días juntos, pero la mayor parte del tiempo no
hablamos mucho.

A Taylor le da un escalofrío y me da un puñetazo en el hombro.

—Ew, tío, es mi hermana. No quiero oír ese tipo de mierda.

Me río y le devuelvo el empujón.

—¡Taylor Brandon! —grita una voz masculina.

Nos giramos y vemos a un hombre corpulento que se acerca a nosotros con una
sonrisa en la cara y los brazos abiertos. Taylor hace un saludo poco entusiasta y dice:

—Hola, Tommy, ¿qué tal?

—Oh, no me vengas con esas. Ven aquí, hermano.

Tommy supera a Taylor en anchura y altura, así que mi mejor amigo queda
completamente engullido cuando el hombre más corpulento lo asfixia en un abrazo.
Taylor forcejea un segundo antes de aceptar su destino y darle una palmada en la
espalda a Tommy.

—Así que —empieza Tommy una vez que libera a Taylor de su agarre mortal—.
¿Cómo te ha tratado la ciudad? ¿Cómo está el equipo?

Levanto una ceja ante la última parte.

—Todo bien conmigo, tío. Sólo mucho entrenamiento, ya sabes. En realidad... —


Taylor me agarra del hombro mientras intento escabullirme de la conversación—. Este
es uno de mis compañeros de equipo, Alex Morgan.

Tommy suelta una sonora carcajada y aplaude.

—¡Ja! ¡Sabía que te había reconocido! Estás en la defensa, ¿verdad?

Lanzo una mirada fulminante a Taylor y luego cambio la cara para responder a
Tommy.

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—Sí, tío.

—¡No me digas! Es genial conocerte, hermano.

¿Hermano? Tommy me tiende la mano, la cojo, la estrecho una vez y la retiro.


Sutilmente, me limpio la película de sudor de su palma con los laterales de mis
pantalones.

—Siempre es un placer conocer a un fan —cito la respuesta que nos inculca


nuestro representante de relaciones públicas.

—No soy un fan cualquiera. —Tommy rodea a Taylor con el brazo, sin notar la
leve mueca que le dedica mi mejor amigo—. Yo ayudé a que Taylor sea el jugador que
es hoy. Jugábamos en nuestro equipo del instituto, ¡y éramos imparables! Yo también
podría haberme hecho profesional, pero me rompí el ligamento cruzado anterior en el
último año y nunca se me curó bien, ¿sabes?

Me resisto a poner los ojos en blanco. Si me dieran diez centavos por cada vez
que he oído esa excusa, ahora mismo estaría sentado en un yate en el Mediterráneo,
en vez de hablando con este gilipollas.

—Oye, me preguntaba... —Tommy suelta a Taylor y mira a su alrededor un


segundo, antes de acercarse a nosotros y bajar la voz—. ¿Es verdad que folláis como
locos después de cada partido de hockey? Sobre todo, tú, Alex. He oído hablar de ti y
de todas esas conejitas del hockey. ¿Es verdad?

El tipo parece un niño en Navidad. Me disgusta que diga algo tan jodido, sobre
todo en una boda.

—No, tío, eso es sólo un rumor —responde Taylor apresuradamente, en cuanto


ve mi expresión.

Tommy suspira, claramente decepcionado.

—Joder, sabía que era demasiado bueno para ser cierto. Pero, quiero decir,
apuesto a que ustedes todavía se tiran a un montón de guarras, ¿verdad? Apuesto a
que podríais elegir a las chicas de aquí.

—No, Tommy. —Taylor levanta las manos y da un paso atrás—. Tener un lío con
alguien de tu ciudad natal es buscarse problemas.

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—Eso he oído. —Tommy sonríe y le da un codazo amistoso antes de volverse
hacia mí—. ¿Y tú, tío? ¿Le has echado el ojo a alguna chica que te vayas a follar más
tarde?

Jesus, supongo que este idiota no tiene filtro.

—No —digo con firmeza—. En realidad, estoy con alguien ahora mismo.

Tommy abre mucho los ojos.

—Mierda, ¿en serio? —Vuelve a mirar a su alrededor—. ¿Con quién te estás


enrollando?

Mi mirada se dirige a Taylor. Él niega con la cabeza, pero aun así le respondo.

—No estoy teniendo un rollo con nadie. Estoy saliendo con Chloe.

—¿Chloe Brandon? —Tommy pone cara de gran asombro.

Enderezo los hombros.

—Sí. —Mi tono da a entender que debería elegir sus próximas palabras con
cuidado. Pero, por supuesto, ni se le pasa por la cabeza.

—¿Pero ella no es...? —Arruga la cara—. ¿Un poco rara? Quiero decir, ¿no
deberías ir a por una chica que esté, ya sabes, buena? —Mira a Taylor y se ríe—. No te
ofendas, tío, pero ya sabes lo que quiero decir.

El rojo tiñe mi visión, y no me doy cuenta de que he dado un paso amenazador


hacia delante hasta que Taylor me planta una mano firme en el hombro y me tira hacia
atrás.

—Cierra el pico, gilipollas —siseo.

Tommy levanta las manos en señal de rendición.

—¡Vaya, tío! No hace falta que te pongas así. Sólo estoy diciendo lo obvio.

Le respondo: —No tienes ni puta idea de lo que estás hablando. Y si alguna vez...

—¡Vale! —Taylor se interpone entre nosotros—. Tommy, qué tal si me enseñas


quién más está aquí, ¿eh?

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Tommy me echa una última mirada, se burla y luego dice: —Sí, claro, tío. —Se
da la vuelta para marcharse.

Taylor me mira.

—¿Por qué no vas a buscar a Chloe? Creo que está por ahí. —Levanta la barbilla
señalando un pasillo a un lado y luego sigue a Tommy.

Estoy un poco enfadado con mi amigo por no defender a su hermana, y tengo


ganas de ir a por Tommy y patearle el culo por lo que ha dicho de mi chica. Pero la
mención de Chloe me tranquiliza un poco, así que empiezo a caminar en esa dirección.

El pasillo no es largo y, tras cruzar un par de puertas, por fin oigo la voz de Chloe.
Suena como música absoluta para mis oídos, e inmediatamente mi corazón late más
rápido con la anticipación de verla. Está hablando con alguien detrás de una puerta
ligeramente abierta.

—Estás impresionante, Ruthie —dice.

—Gracias, Chlo. Has hecho bien en dejar los pendientes de aro. Habrían sido
demasiado —responde otra voz.

Levanto la mano para llamar a la puerta, pero justo antes de que mis nudillos
toquen la madera, el interlocutor continúa.

—Tú también estás estupenda. Lástima que tu noviecito no esté aquí para verte
con ese vestido.

Chloe suelta una risa nerviosa.

—¿Quién, Alex? No, está ocupado este fin de semana.

Chasqueo la lengua. Ella sabe que, si tiene que ver con ella, entonces nunca estoy
demasiado ocupado.

—Escucha. —Se oye un crujido de ropa como si Ruthie (supongo) se estuviera


cambiando el vestido de novia abullonado para darse la vuelta—. No quería decir nada
antes, pero siento que alguien tiene que ser mujer y decírtelo.

—¿Decirme qué? —Chloe pregunta con cautela.

—Tú y Alex simplemente no son una buena pareja, Chlo. —El tono de la mujer
es suave, pero sus palabras me atraviesan como un cuchillo.

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—¿De qué estás hablando? —La voz de Chloe sube una octava.

—Bueno, tú no eres el tipo de chica simplemente para acostarse, ¿verdad?

—Y Alex lo es. Quiero decir, no es una chica, pero es la versión masculina. ¿Cómo
se llaman...? ¡Hombre-puta! Sí, ¡eso es!

En ese momento, me doy cuenta de su evidente insulto, así que hago lo posible
por no ofenderme, ya que está claramente achispada.

—Ruthie, ¿podemos hablar de otra cosa?

—¡Sólo me preocupo por ti, Chloe! —insiste—. Es que no creo que sea sano que
te encariñes con alguien que va a encontrar una nueva chica en unas semanas.

—No sabes nada de Alex.

—He leído bastante sobre él en internet. Está en todas las páginas de cotilleos.
¿Es ahí donde quieres acabar?

Se hace el silencio durante unos segundos, y lo único que oigo es la sangre


corriendo por mis propios oídos. No soy ajeno al hecho de que los medios de
comunicación me han tachado del chico follador, pero que alguien se lo diga tan
descaradamente a Chloe me pone muy nervioso. Me he esforzado mucho por
demostrarle que quiero una relación de verdad, y el hecho de que su prima pueda
tener una sola conversación con ella y destruir todos los cimientos que he construido
me aterroriza.

Quiero atravesar la puerta y decirle a Chloe que no voy a dejarla caer como los
patines de la temporada pasada, pero siento los pies congelados en el suelo.

—Lo sé —dice por fin Chloe, con voz tranquila—. No soy estúpida. Sé que en
realidad no quiere nada serio conmigo. Por qué querría a alguien como yo, ¿verdad?

¡No, no! Eso no es verdad, Chloe. ¿No te he demostrado lo suficiente? ¿Por qué no crees
en mí, en nosotros? Me tiemblan las manos, pero no me atrevo a irrumpir en la
habitación y dejar las cosas claras.

—Bien —le dice Ruthie—. No quiero que luego te sientas decepcionada, ¿sabes?
Es mejor estar preparada emocionalmente.

—Sí, tienes razón —responde Chloe, con ese tono derrotado que me rompe el
corazón.

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—Dios mío, ¿la puerta ha estado abierta todo este tiempo? ¿Y si Dave ha pasado
y me ha visto? —Ruthie se acerca corriendo, y mis piernas por fin se descongelan lo
bastante rápido como para que salte fuera de su campo de visión.

Cuando la puerta se cierra con un sonoro clic, me apoyo en el marco y suspiro.


Incluso después de todo lo que hemos hecho juntas, Chloe sigue insegura de mis
sentimientos hacia ella. Cree que voy a dejarla en cuanto otra chica me llame la
atención. Que no será nunca, pero supongo que ella no se lo cree.

Me dirijo de nuevo a la zona principal del evento, sin dejar de reprenderme


mentalmente. Soy un tonto por dejar que siga creyendo que no es lo bastante buena.
Está claro que tengo que esforzarme más para que lo vea todo desde mi punto de vista.
Aunque piense que es ella la que falla en la relación, cualquiera que no sea idiota puede
ver que en realidad soy yo.

Chloe es inteligente, divertida, amable y, por supuesto, guapísima. Es increíble


en su trabajo, y por las historias que me ha contado, es obvio que sus compañeros
piensan lo mismo. Es inteligente y ocurrente, siempre me iguala, y eso hace que me
guste más. Y me encanta la forma en que levanta la cabeza cuando está en plena pasión,
pero el sexo es sólo un extra en nuestra relación, no el quid de la misma.

Me reúno de nuevo con Taylor y vamos a buscar asiento dentro. Él intenta


entablar conversación, pero yo me limito a darle respuestas de una sola palabra,
distraído por lo que he oído antes. Por fin empieza la música y todo el mundo se
levanta de sus asientos. Me impaciento un poco cuando unas cuantas parejas
irreconocibles caminan por el pasillo. Mis hombros sólo se relajan cuando Chloe entra
por la puerta. Es como si la viera por primera vez.

Lleva el pelo recogido lejos de la cara, enroscado en un intrincado peinado sobre


la cabeza. Algunos rizos cuelgan sueltos, acariciando suavemente sus mejillas. Su
maquillaje es espectacular, resalta sus rasgos naturales y hace que sus ojos destaquen.
El vestido lavanda de tirantes que lleva se ajusta perfectamente a su cuerpo. La parte
superior tiene forma de corazón y deja entrever su escote, mientras que la parte inferior
cae por sus piernas como una cascada. Es tan fascinante que me olvido de respirar por
un segundo.

Sus ojos recorren la multitud como si no supiera adónde mirar. Cuando me ve,
se le ilumina la cara y, de alguna manera, está aún más guapa que antes. Le devuelvo
la sonrisa y la saludo con la mano.

Ella se muerde el labio, tratando de mantenerse recatada, pero me devuelve el


gesto con los dedos. Cuando su mirada recorre el resto de la sala, su sonrisa se atenúa

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y sus hombros se hunden ligeramente. Sé que las palabras de Ruthie la están afectando,
y me duele el pecho.

Cuando empieza a sonar el tradicional "coro nupcial", creo que soy la única
persona de todo el público que mira fijamente a la novia. Y mientras veo a Ruthie
caminar hacia el altar, comparo a las dos primas, pensando en lo mucho más guapa
que es Chloe, por dentro y por fuera.

El resto de la ceremonia transcurre lentamente, y me habría aburrido. Pero Chloe


está de pie delante, así que soy capaz de observarla en lugar de prestar atención a
cualquier otra cosa. Sin embargo, mientras los novios intercambian sus votos, yo recito
uno propio. Prometo en silencio hacer de Chloe la mujer más feliz del mundo. Juro
hacerla sentir segura y deseada. Nunca le daré una razón para dudar de mí.

Le demostraré lo mucho que la quiero.

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Capítulo 8
Chloe

Llaman a la puerta de mi despacho.

—Pasa —grito, hojeando unos papeles en mi mesa.

—Hola, chica —dice Michelle mientras entra lentamente en la habitación—.


Prométeme que no te pondrás como una loca.

Mi mente empieza inmediatamente a dar vueltas con una lista de posibilidades.


¿Voy a tener que hacer el trabajo de otra persona? ¿Han despedido a alguien? ¿Mi jefe
quiere que vuelva a hacer todos mis informes de la semana pasada? ¿Tendré que
quedarme hasta tarde para ponerme al día?

Sí, ahora me voy a poner como una loca.

—Claro que no. Estoy bien —miento, e inmediatamente empiezo a rascarme el


padrastro del pulgar.

Michelle levanta una ceja y mueve la boca hacia un lado.

—Vale, definitivamente no te creo, pero sigo pensando que deberías ver esto. —
Respira hondo mientras se acerca a mi escritorio y saca el teléfono del bolsillo.

Mi pulso va a mil por hora cuando desbloquea el dispositivo y lo gira hacia mí.
La foto ampliada me resulta familiar, aunque nunca la había visto antes, y tardo unos
segundos en atar cabos.

—¿Esa soy... yo? —pregunto con los ojos muy abiertos.

—Al principio no estaba muy segura hasta que... —Desplaza en la pantalla para
mostrar a la otra persona de la foto—. Hasta que también vi a Alex.

Le arrebato el móvil de la mano y amplío la imagen para verla entera. Fue tomada
el fin de semana pasado en la boda de Ruthie. Llevo mi vestido de dama de honor
entallado y Alex lleva su traje azul marino.

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Cuando lo vi mientras caminaba por el pasillo, recuerdo estar completamente
eufórica. No tenía ni idea de que iba a venir, y me dejó boquiabierta. Quería
abalanzarme sobre él en ese mismo instante.

Pero cuando miré alrededor de la sala y me fijé en todas las mujeres guapas que
había, las palabras de mi prima volvieron a perseguirme. Pensé que quizás alguna de
esas otras mujeres habría encajado mejor con Alex en vez de conmigo. Intenté alejar
esos pensamientos ansiosos e inseguros y centrarme en la boda y en pasar tiempo con
el hombre guapísimo que había conducido dos horas para darme una sorpresa. Pero
durante el resto del día, sólo podía pensar en que se merecía a alguien más delgada,
sexy y guay que yo.

A juzgar por mi postura relajada, esta foto debe de haber sido tomada después
de que mis nervios por fin se hubieran calmado. Mis manos están sobre los hombros
de Alex y las suyas sobre mi cintura. La forma en que nuestros rostros se inclinan el
uno hacia el otro demuestra claramente que esto era algo más que un simple baile entre
amigos.

La forma en que me mira es como si pudiera... Me deshago rápidamente de ese


pensamiento.

La imagen está borrosa y torcida, como si hubiera sido tomada desde un ángulo
incómodo. Pero está lo bastante cerca como para que la haya tomado alguien de la
boda y no un paparazzi fuera del lugar. Y por extraño que parezca, darme cuenta de
eso hace que mi corazón se hunda aún más.

Sé que no debería leer el artículo que acompaña a la foto. No puede salir nada
bueno de saber lo que la gente dice de Alex y de mí y de cómo nos vemos juntos como
pareja; inevitablemente herirá mis sentimientos.

Pero deslizo la pantalla de todos modos.

¿EL ROMPECORAZONES DEL HOCKEY SOBRE HIELO ALEX MORGAN POR


FIN SIENTA LA CABEZA?

Alex Morgan, también conocido como el defensa derecho del NY Storm, fue visto en una
boda este fin de semana con una misteriosa mujer (fotografiada arriba por una fuente anónima).
Durante semanas, los fans han notado un cambio en el comportamiento de Morgan, y han
estado teorizando que las aventuras amorosas del playboy han llegado a su fin. Muchos
pensaban que la mujer que por fin le había reclamado era Yanne, la nueva modelo holandesa de
Calvin Klein; mientras que otros insistían en que se trataba de Josie, que lleva ocho semanas en
la lista “Billboard Hot 100”. Pero TODAS las fans se entristecieron al ver que su jugador
favorito, que hablaba con suavidad y deslizador de bragas, dejaba de ser el centro de atención.

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¡Hasta ahora!

El fotógrafo de la foto ha decidido contarnos todo sobre la nueva "amiga de Morgan".


Para proteger su privacidad, llamaremos a nuestra fuente anónima "T".

—Se llama Chloe Brandon —nos dijo T.

Como muchos sabéis, Taylor Brandon también juega en el NY Storm, ¡lo que significa
que Chloe es su hermana!

Y, por supuesto, las mentes curiosas quieren saber qué pudo hacer que Alex Morgan "el
chico follador" empezara a salir en serio, así que le pedimos a T que nos hablara de Chloe.

—Sinceramente ella es un poco rara —dijo T—. No tengo ni idea de por qué están
saliendo. Alex claramente tiene mucho a su favor, pero Chloe... siempre ha estado un poco
apagada, ¿sabes?

Cuando se le preguntó si Morgan parece ir en serio con Chloe, T respondió —de ninguna
manera. Quiero decir, un tipo como él no sienta la cabeza, especialmente con chicas como ella.
Y todo el tiempo que estuvieron juntos en la boda, él estuvo mirando a otras mujeres. Así que,
les doy, como, tres semanas. Máximo.

¿Qué pensáis, lectores? ¿Parece que Morgan está listo para sentar la cabeza, o es
realmente un "jugador" de corazones?

Si tienes alguna información privilegiada sobre esta relación, no dudes en ponerte en


contacto con nosotros en…

—Ya basta —dice Michelle, cogiendo su teléfono.

Parpadeo un par de veces, intentando despejarme la repentina visión borrosa de


los ojos, hasta que me doy cuenta de que son lágrimas que amenazan con derramarse.
Joder, ya están cayendo.

—Quién... Qué... Quiero decir, por qué.... —Ni siquiera puedo hilvanar dos
pensamientos. Siento que se me inunda la cabeza y el pecho se me aprieta cada vez
más.

—Lo siento mucho, Chloe. —Michelle coge un pañuelo de mi escritorio y me lo


da.

Demasiado entumecida para rechazarlo, lo cojo y me sueno la nariz.

—Pensé que debías saberlo, pero no sabía que... te afectaría tanto.

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Levanto lentamente la cabeza para mirarla.

—¿Cómo te sentirías tú? ¿Si la gente empezara a hablar de ti como si fueras un


espectáculo en vez de una persona? ¿Como una atracción secundaria?

Ella se encoge de hombros.

—Sí... me sentiría bastante mal.

—Bastante mal ni siquiera empieza a abarcarlo —gimoteo. Me siento violada y


traicionada. Aquella boda estaba formada por gente de mi ciudad natal, gente con la
que crecí. ¿Y alguien decidió venderme por dinero fácil? Es una sensación
desgarradora.

También me duele descubrir que siempre tuve razón. Alex y yo no encajamos.


Cuando me lo siguen echando en cara, ¿cómo podría estar equivocada?

Me alejo de Michelle.

—¿Puedo estar sola unos minutos, por favor?

—Sí, claro —dice antes de cerrar despacio la puerta tras de sí.

Apoyo los codos en el escritorio, dejo caer la cara entre las manos y suspiro
profundamente.

Siento legítimamente que el corazón se me parte en mil pedazos. Sabía que era
una mala idea. Sabía que la gente nos miraría así. No hay forma de evitarlo. No soy
más que la chica normal, aburrida y empollona que intenta salir con el dios del hockey
que está fuera de la liga y que no debería mirarme ni un segundo. Si esto sigue así, nos
causará problemas a los dos.

Estoy entre sollozos y aún sumida en mis pensamientos cuando llaman a mi


puerta. Por un segundo, me planteo mandar a la mierda a la persona que está al otro
lado, pero antes de que pueda decir nada, la puerta se abre.

—¿Cómo está mi analista de negocio favorita? ¿Trabajando duro o apenas


trabajando?

La persona a la que desesperadamente quiero ver en este momento, pero a la que


al mismo tiempo no quiero volver a ver, entra en mi despacho. No tiene ni idea de que
mi mundo acaba de derrumbarse a mi alrededor.

—Alex. —Mi voz se entrecorta mientras resoplo— ¿Qué haces aquí?

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—¿Qué? —Una gran sonrisa se dibuja en su cara y se mete las manos en los
bolsillos delanteros—. ¿No puedo llevar a la chica más guapa de Nueva York a un
almuerzo sorpresa?

No creía que fuera posible, pero eso me rompe aún más el corazón.

Me levanto del escritorio y le digo:

—Alex, para, ¿vale?

Su sonrisa se desvanece.

—¿Que pare de qué? —Cuando se da cuenta de mis ojos llorosos y mi cara


manchada, da un paso adelante—. Chloe, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras? —Frunce el ceño.

Desafiante, me limpio la humedad de los ojos y miento.

—No estoy llorando.

—Sí que lloras. Puedo...

—No, no lloro —grito, odiando su actitud preocupada y odiándome a mí misma


por querer caer en sus brazos.

—Es… —Se lame los labios y se mueve nervioso—. ¿Es un mal momento?
¿Vuelvo más tarde a recogerte?

Agarro un montón de papeles al azar de mi escritorio y empiezo a caminar hacia


la puerta.

—No, de hecho, no creo que sea una buena idea en absoluto, Alex.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué está pasando? —Empieza a seguirme, realmente


confuso—. ¿Tienes que trabajar hasta tarde esta noche? Siempre puedo recoger algo y
traerlo aquí.

Por supuesto, tiene que hacer esto más difícil de lo que tiene que ser.

—Mira, Alex. —Me doy la vuelta y reúno la fuerza de voluntad para decir mis
siguientes palabras—. Quizá deberíamos enfriarlo un poco, ¿vale?

—¿Enfriar qué? —pregunta, con el color desapareciendo lentamente de su cara.

Hago un gesto entre nosotros.

62
—¡Sea lo que sea esto!

—Chloe, por favor. Yo no...

—Pensé que podríamos hacer que funcionara. —Mi mirada cae al suelo mientras
pierdo los nervios—. Pero es posible que me estuviera engañando a mí misma,
pensando que podría estar con un tío como tú.

—¿Un tío como yo? Chloe, ¿qué...? —Su voz es tensa, y cuando da un paso hacia
mí, inmediatamente retrocedo uno, golpeando la puerta.

—Tengo que hacer unas copias. —Alargo la mano para intentar agarrar el pomo.
En cuanto lo consigo, le doy un tirón—. Así que probablemente es mejor si te vas ahora,
¿de acuerdo, Alex?

Sigue tambaleándose, completamente nervioso y sin palabras.

—Ahora, espera un segundo. Espera...

—Te veré... —Dejo que la frase se interrumpa porque, sinceramente, no sé cuándo


le veré. ¿Por la ciudad? No vivimos exactamente cerca. ¿En un partido? No tengo
pensado ir a ninguno pronto.

Todavía negándome a mirarle, doy media vuelta y me dirijo a toda velocidad a


la fotocopiadora que hay al otro lado de la planta. Casi espero que me persiga, y me
siento a la vez decepcionada y aliviada cuando llego a mi destino sin que Alex me
intercepte.

Mientras dejo los papeles sin importancia en la fotocopiadora, el corazón se me


hunde cada vez más en el pecho y sigo diciéndome a mí misma que todo es para bien.

Sin embargo, por mucho que mi cerebro grite que esto siempre fue el resultado
inevitable, mi corazón no puede evitar discrepar vehementemente, y me quedo
atascada con el peso melancólico de lo que podría haber sido.

Tengo que salir de aquí.

63
Capítulo 9
Alex

—¿Qué coño? —susurro a la habitación vacía.

Una energía angustiosa me recorre cuando las palabras de Chloe se imponen.


¿Quiere que lo enfriemos?

¿Por qué? Las cosas han ido tan bien últimamente... o, al menos, eso creía yo.
Desde la primera cita, hemos sido inseparables. Luego, en la boda, lo pasamos bien, e
incluso pude convencerla para que bailara conmigo, aunque me di cuenta de que era
un poco tímida. Y después de eso, le he llevado la cena varias veces esta semana,
rematada con postre y orgasmos.

Ahora, de repente, ¿quiere que lo enfriemos? ¿Qué coño significa eso? Pensé que
había dejado bastante claro que quiero una relación con ella, que quiero ser el que la
haga sentir mejor después de un mal día y la mime con regalos. Que la quiero en las
gradas de todos mis partidos de hockey, llevando mi nombre en la espalda y
animándome. Que la quiero debajo de mí, arañándome la espalda con las uñas y
agarrada a las sábanas mientras la hago ver las estrellas.

No dejaré que me quiten eso. No lo permitiré.

Controlo mi respiración, salgo del despacho de Chloe y me dirijo a la recepción.


La recepcionista levanta la vista del ordenador y tuerce la boca como si acabara de
comer algo agrio.

—Probablemente sea mejor que no vengas por aquí durante un tiempo. Te estás
convirtiendo en una gran distracción para Chloe. Y además... —Mira hacia la puerta
principal y enarca una ceja—. Traes muchas moscas con tus tonterías.

Me giro para seguir su línea de visión justo a tiempo de observar a un tipo de


aspecto sospechoso con una cámara mientras se aparta.

—¿Qué coño está pasando? —exclamo frustrado, frotándome la cara con la mano.

—¿De verdad no lo sabes? —La recepcionista me mira como si fuera el mayor


idiota del planeta, que es como definitivamente empiezo a sentirme.

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Miro la placa de su escritorio.

—¿Saber qué, Michelle?

Suspira exasperada, saca el móvil y golpea la pantalla varias veces. Cuando lo


gira hacia mí, se me corta la respiración. Es una foto de Chloe y mía, una que
definitivamente no dimos permiso para que nos hicieran.

—¿De dónde la has sacado? —Mi voz es baja y controlada, sin revelar el terror
absoluto que me invade.

—Es de esa estúpida web de cotilleos, SNIDE. —Ella guarda su teléfono—.


Acaban de publicar un reportaje sobre vuestra relación, básicamente diciendo lo
extraño que es que un atleta que está tan bueno como tú esté tonteando con alguien
tan rara y aburrida como Chloe.

Me quedo en silencio.

—Así que, como he dicho —continúa, cruzándose de brazos—. Probablemente


sea mejor que dejes de molestarla, sobre todo aquí en el trabajo. Es una persona muy
reservada, ya sabes Así que venir todo el tiempo y arrastrar a los paparazzi contigo va
a empezar a molestarla. Sobre todo, porque ni siquiera vas tan en serio con ella.

—¡Por qué todo el mundo sigue diciendo eso! —Levanto los brazos y siento que
se rompe mi último cordón de autocontrol—. ¡Claro que voy jodidamente en serio con
ella! La quiero, ¡maldita sea! —Me paralizo al darme cuenta de lo que acabo de admitir.
Aún no lo he dicho en voz alta, y pronunciar esas palabras en el universo realmente
enfatiza el peso que tienen—. La quiero —repito de nuevo, con más determinación—.
La quiero. ¿Por qué la gente no se da cuenta?

—¿Quieres a Chloe? —pregunta con cautela.

—Sí. No sólo es la mujer más hermosa que he conocido, sino que además tiene el
cuerpo de una diosa, del que no me canso.

Joder, todas esas curvas suaves y deliciosas... ¡Concéntrate, Alex!

—Y es dulce y amable. Es muy inteligente, divertida e ingeniosa. Nos gustan las


mismas películas y la misma música. Es genuina y auténtica, y sé que me quiere por
mí, igual que yo la quiero por ella. Soy más feliz cuando ella está cerca, y me niego a
renunciar a eso. No lo haré.

65
—Joder, esa ha sido realmente una respuesta muy buena. —Michelle sacude la
cabeza hacia mí—. Si la gente no puede verlo por sí misma... —Se inclina sobre el
escritorio, junta los dedos y apoya la barbilla en las manos—. Entonces haz que lo vean.

—¿Qué quiere decir?

—Cuando se deja a la gente especular, Alex, llegan a conclusiones bastante


estúpidas, ¿no crees?

—¿Sí? —Digo despacio, todavía confuso.

Pone los ojos en blanco.

—Cuando no entienden algo, se inventan una respuesta: que suponen. Así que
no se lo permitas. Es probable que la gente no entienda vuestra relación porque la
habéis mantenido en secreto, y con razón. Pero que esa fuera o no tu intención es
irrelevante en este momento. Vuestra relación ya ha salido a la luz. Será mejor que les
des las respuestas que estaban buscando. Y puedes empezar con esa web de cotilleos.
Llámalos y diles que les darás una entrevista exclusiva si anulan lo que acaban de
escribir. No concedes entrevistas a menudo, ¿verdad? Así que estoy segura de que se
les llenará la boca de agua por oír lo que tienes que decir.

Lo único que puedo hacer es mirarla fijamente y parpadear.

—Ese es... realmente un buen consejo.

—Sí, lo sé. —Se pasa el pelo oscuro por encima del hombro—. ¿Sabes cuántas
relaciones he salvado? Sinceramente, debería empezar a cobrar por minuto.

Corro hacia la puerta y la saludo con dos dedos.

—Vale, en serio, te debo una, Michelle. Si alguna vez quieres ir a un partido de


los Storm, yo invito al palco y las entradas.

Cuando me acerco a los ascensores, la oigo gritar:

—¡Más vale que también incluya cerveza!

Camino a toda velocidad por la acera mientras mi cuerpo se agita con energía.
Saco el móvil del bolsillo, abro la página web de SNIDE y busco su número de teléfono.
Hago clic en el botón "Llámenos ahora" y me acerco el teléfono a la oreja, metiéndome
en una calle lateral para no entorpecer el tráfico.

66
—Gracias por llamar al SNIDE. ¿A quién puedo transferir su llamada? —me
pregunta la recepcionista, demasiado amable.

—Necesito hablar con el imbécil que acaba de publicar ese artículo sobre Alex
Morgan y su novia. —Me aseguro de enfatizar la última palabra.

La voz al otro lado de la línea se aclara la garganta mientras los sonidos del
teclado flotan a través del auricular.

—Um, ese periodista no está disponible en este momento. ¿Quién llama? Quizá
pueda coger el mensaje.

—Soy Alex Morgan. —Mi tono es casi siniestro mientras los clics del teclado se
detienen.

Hay un silencio sepulcral durante tres latidos antes de que oiga un trago audible.

—Lo siento... ¿podría repetirlo?

—Sí, soy Alex Morgan, el tema del último artículo sensacionalista de su empresa.
—Estoy cada vez más molesto, y se me nota en la voz.

—De… de acuerdo, Sr. M-Morgan. Por favor, espere un segundo.

Antes de que pueda decir nada más, se oye un clic y lo único que oigo es lo que
sólo puede describirse como música de ascensor granulada. Respiro hondo,
intentando bajar la tensión para no estallar sobre quienquiera que sea el siguiente en
ponerse al teléfono.

Un minuto después, la música se apaga y una voz masculina me saluda.

—¿Sr. Morgan?

—¿Quién coño te crees que eres? —Bueno, demasiado para no explotar. Así se
hace, Alex.

—Verá, Sr. Morgan, no creo que eso sea...

—Se hace llamar periodista, pero todo lo que hace es tergiversar la vida personal
de la gente de la forma que mejor convenga a sus putos lectores perversos. No tiene
ningún puto derecho a fisgonear a la gente y menos aún a difundir mentiras
descaradas sobre ellos.

67
—Espere un momento —balbucea, sólo porque se lo permito—. No difundimos
mentiras. Sólo publicamos la verdad. Sólo porque no obtuvimos la verdad de usted no
significa que tenga derecho a estar molesto por ello.

Este maldito tipo. Agarro mi teléfono con tanta fuerza que juro que lo oigo crujir.

—¡Ni una puta palabra de lo que publicó era verdad, hijo de puta!

—Bueno. —Noto una sonrisa de suficiencia en su cara—. ¿Qué más tienen los
lectores para seguir? No es que revele mucho de usted al público.

—Lo sé —digo, resistiendo las ganas de golpear la pared que tengo detrás—. Por
eso pierdo el puto tiempo llamando a un imbécil como tú.

Empieza a decir algo más, pero le corto.

—Mira, gilipollas. Te voy a hacer una propuesta. Te daré una entrevista. Una
exclusiva, lo que quieras, si quitas el otro artículo. Diablos, incluso lo apoyaré. Lo
pondré en todas mis redes sociales y le diré a todos mis seguidores que visiten tu
maldita web. Eso es básicamente publicidad gratis, ¿no?

La línea se queda en silencio durante un minuto, y me doy cuenta de que está


considerando mi oferta.

—¿Responderá a todas mis preguntas?

—Siempre que no incumplan el contrato que tengo con mi equipo —aclaro,


tratando de cubrirme las espaldas desde el punto de vista legal.

Tararea mientras sigue reflexionando sobre mi propuesta, y estoy a punto de


colgar.

—Este trato expira en quince segundos, tío. Cógelo o se lo ofrezco a otro. Y les
digo que tu fuente mintió.

—Sr. Morgan, creo que tenemos un trato. Supongo que está listo para hablar
ahora.

—Absolutamente —respondo sin perder el tiempo.

—Genial. —Le oigo revolver papeles al otro lado de la línea—. Bueno, lo


primero... —Dos horas más tarde, mi exclusiva está en directo en la página web de
SNIDE.

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Normalmente desprecio las entrevistas, pero esta vez tenía una razón para
hacerla. En casi todas las preguntas que me hizo, pude desviar la conversación hacia
Chloe. Al final, renunció a preguntarme sobre cualquier otra cosa y se limitó a hablar
estrictamente de ella, lo que hizo el intercambio mucho más llevadero.

Ahora sólo tengo que encontrar a Chloe y enseñarle la nueva publicación.

Pienso en ir a su apartamento, pero luego recuerdo que me dijo que le gusta


visitar librerías cuando está deprimida o estresada. No es que eso me limite, ya que he
estado en un puñado de tiendas con ella y me ha hablado de varias más que frecuenta.
Dando un tiro a ciegas, me detengo en la primera librería a la que fuimos juntos.

Cuando abro la puerta y entro arrastrando los pies, suena el timbre. Miro a mi
alrededor y cada segundo que pasa sin verla me da un vuelco el corazón. Decidido a
no rendirme tan fácilmente, empiezo a recorrer todos los pasillos. Buscaré en cada
maldito rincón de este lugar antes de rendirme y dirigirme a la siguiente posibilidad.

Pero cuando llego a la sección romántica, se me congelan las piernas porque ahí
está Chloe. Está tan guapa como siempre, abrazada a un libro mientras lee la
contraportada de otro. Me acerco despacio para no asustarla. No se da cuenta de mi
presencia, demasiado cautivada por la cubierta que tiene en la mano, así que me aclaro
la garganta y digo en voz baja:

—Me alegro de verte por aquí, pequeña.

Da un respingo, levanta la cabeza y abre mucho los ojos, llamando mi atención


sobre el enrojecimiento y las manchas de sus mejillas, como si hubiera estado llorando
a ratos.

—¿A… Alex? —exclama incrédula—. ¿Qué haces aquí? ¿No te he dicho que no…
no quiero verte ahora? —Le tiembla el labio inferior, como si decir esas palabras le
costara más de lo que aparenta.

Deseo desesperadamente pasarle el pulgar por el labio, presionarlo para


tranquilizarla y hacerle saber que estoy aquí y no me voy a ninguna parte. Pero temo
que si lo hago bruscamente, se enfurezca y se vaya sin dejarme exponer mi caso.

—No me lo creo, pequeña. —Me acerco un paso, y mi corazón canta cuando ella
no se aparta.

Su cara se arruga, revelando que apenas está pendiendo de un hilo, y su voz se


vuelve áspera cuando intenta decir:

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—Alex, por favor...

—No más excusas, Chloe. —Mantengo mi tono suave y calmado—. Si puedes


mirarme a los ojos y decirme que no sientes nada por mí, entonces me iré. —Doy otro
paso, obligándola a levantar la cabeza para mirarme.

Mira a un lado por un momento antes de volver a mirar en mi dirección, con la


tristeza marcando sus iris como gemas.

—No puedo hacer eso —susurra entre lágrimas. Tragando saliva, continúa—.
Pero no importa lo que yo sienta cuando sé que tú no sientes lo mismo.

—Como el infierno que no lo siento. —Incapaz de resistir el desbordamiento de


mis emociones, cojo sus mejillas manchadas de lágrimas y la beso.

No es casto ni suave. Es un beso lleno de pasión y romanticismo. Uno que declara


que quiero estar siempre a tu lado. Un beso que canta baila conmigo bajo la lluvia. Uno
que promete que, si te alejas, seguro que me rompo. Del tipo que susurra te quiero en
la oscuridad, una vez que tu amante se ha ido a dormir. Cuando me aparto, Chloe está
jadeando, con lágrimas frescas cayendo por su cara.

—¿No lo entiendes, pequeña? —Le rozo la mejilla con la nariz—. Te quiero.

Ella respira entrecortadamente.

—Te quiero muchísimo. Por favor, no nos impidas estar juntos.

Le tiembla la voz cuando por fin puede hablar.

—Pero todo el mundo...

—A la mierda todo el mundo. ¿Qué quieres? —Le doy besos de mariposa en cada
uno de sus párpados, saboreando el ligero sabor de sus lágrimas en mis labios—.
Porque te quiero. Más que a nada.

—Yo también te quiero, Alex. —La frase sale precipitadamente y ella choca
contra mi pecho, hundiendo la cara en el pliegue de mi cuello—. Te quiero. Te quiero
mucho. Eres el hombre más amable, inteligente y divertido que he conocido, ¡y te
quiero!

Mi cuerpo se afloja en cuanto pronuncia las palabras. No sé qué haría si ella no


correspondiera a mis sentimientos ni cómo me recuperaría de eso. Podría decirle que

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es la persona más increíble que ha entrado en mi vida, pero creo que tengo una idea
mejor.

—Mira, tengo algo que enseñarte. —Saco mi teléfono del bolsillo y hago clic en
el nuevo artículo que acaba de salir. Me aseguré de tenerlo marcado y listo.

Me mira con curiosidad hasta que le muestro la pantalla, entonces aparta la cara
con disgusto.

—Ya lo he visto. No necesito verlo otra vez.

—No, pequeña —le aseguro, frotándole la espalda con una mano—. Michelle me
habló del artículo, así que me puse en contacto con el escritor y le exigí que lo retirara
de la página web.

Sus ojos se abren de par en par.

—¿Que has hecho qué?

Me encojo de hombros.

—Estaba lleno de mentiras y todo tipo de gilipolleces. Así que le dije que lo
quitara. A cambio, publicó algo que es verdad sobre nuestra relación. —Aprieto mi
teléfono contra la palma de su mano—. Léelo. Mira lo que le dije a él y a todo el mundo
sobre ti, Chloe. —Me acerco a ella y le beso la sien.

Ella mira el dispositivo que tiene en la mano durante un segundo, antes de volver
a mirarme, con una pequeña sonrisa en los labios.

—¿Has hecho esto... por mí?

—Lo hice por nosotros, pequeña. Te necesito, y no voy a dejar que un estúpido
periodicucho de cotilleos o cualquier otra persona estropeen lo que tenemos.

Cierra los ojos y respira hondo. Luego, mirándome, dice:

—Que le den a todo el mundo, ¿verdad? ¿Por qué tengo que leer lo que piensas
de mí cuando estás aquí mismo y puedes decírmelo en persona? —Poniéndose de
puntillas me da un beso en la comisura de los labios—. Dime, Sr. Hockey estelar, ¿qué
piensas de esta friky ratona de biblioteca?

—Es increíble —suelto automáticamente mientras le acomodo un mechón de


pelo dorado detrás de la oreja—. Es maravillosa, espectacular, fantástica. Literalmente,
no hay palabras suficientes en el diccionario para describirla. Su ingenio es

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incomparable, su corazón es más grande que el de nadie y es la mujer más
despampanante de todo el planeta. —Paso las manos por su costado hasta posarlas en
sus caderas—. No sólo es guapa; también es la mujer más sexy junto a la que he tenido
el placer de despertarme. Sobre todo, cuando me deja lamerle el coño empapado.

Sus mejillas parecen en llamas mientras me tapa la boca con las manos.

—¡Alex! —Intenta sonar reprobatoria pero sólo consigue parecer divertida—.


¡Estamos en público!

Le beso las palmas de las manos y ella las aparta.

—Entonces quizá deberíamos ir a un sitio más privado, ¿no?

Chloe parpadea y luego mira los libros que ha tirado al suelo. Me río entre dientes
y doy un paso atrás, liberándola a regañadientes de mi agarre.

—Lo siento. He interrumpido tus compras, ¿verdad? Tómate todo el tiempo que
necesites, pequeña. Te esperaré, ¿vale?

—¿Estás seguro?

Puedo oír su inquietud, y odio que sea su reacción inmediata.

—Por supuesto, Chloe. De hecho, yo también quería recoger algo. ¿Qué tal si nos
vemos en la entrada dentro de un rato?

Ella sonríe accediendo y luego reanuda su exploración.

Puede que le haya contado una mentirijilla para que no se sienta mal, pero intento
mantenerme fiel a mi palabra yendo hacia el otro lado del pasillo y cogiendo un libro
al azar. Parece medianamente interesante, así que decido meterlo bajo el brazo y
acercarme a la caja registradora.

—¿Es todo por hoy, señor? —me pregunta el hombre de mediana edad.

—En realidad, no. —Miro a mi alrededor, y cuando veo a Chloe aventurándose


hacia una nueva sección, hago un gesto con la cabeza en su dirección—. Estoy
esperando a mi novia para pagar. —Poder llamarla así por fin me da escalofríos, y
espero que no sea demasiado obvio.

El hombre asiente y vuelve a su ordenador.

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Chloe llega unos quince minutos más tarde con una modesta pila en los brazos.
Cuando lo deja todo en el mostrador, añado mi libro.

—Muy bien, ya estamos listos —le digo al hombre.

—Perfecto —contesta y procede a preparar la factura.

Mientras saco la cartera, Chloe me pone la mano en el brazo.

—Alex, no puedo dejar que pagues mis cosas.

—Claro que puedes. —Le guiño un ojo y ella se sonroja—. Eso es lo que hacen
los novios por sus novias.

Ella balbucea, evidentemente avergonzada, y yo pago la cuenta, sin mirar


siquiera el total. Cuando cojo todas las bolsas, ella intenta protestar.

—Vamos, es la segunda regla de las citas. El novio le guarda las bolsas a la novia
—le recuerdo.

—¿Por qué sigues diciendo eso?

El timbre vuelve a sonar cuando salimos.

—Es que estoy muy contento de por fin, poder llamarte así —le digo con una
sonrisa—. ¿Sabes cuánto tiempo he esperado para llamarte novia? Parece una jodida
eternidad. —Me detengo a medio paso—. ¡Eh! —le grito a un tipo cualquiera que
camina frente a nosotros.

Sorprendido, se quita una de los auriculares y me mira.

—Esta es mi novia —proclamo mientras señalo a Chloe con una sonrisa tonta en
la cara.

Tío, soy tan jodidamente tonto, y me importa una mierda quién lo sepa.

—¡Alex! —Chloe tira de la manga de mi camisa, con la vergüenza escrita en su


adorable cara, mientras el tipo nos mira confuso y sigue andando.

—¡Eh! Esto es...

—¡Ya basta! —Chloe se ríe y me empuja calle abajo—. Pero lo entiendo. —Me
mira por debajo de las pestañas y, si no la conociera, diría que está siendo seductora—
. También me gusta poder llamarte mi novio.

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Oírla utilizar por fin ese término enciende un fuego en mí, y me inclino para
susurrarle directamente al oído.

—¿Sabes lo que hacen las novias y los novios?

No dice nada, pero su pelo me roza la cara cuando sacude la cabeza.

—Tienen mucho, mucho sexo caliente, nena. ¿Estás lista para que te folle hasta
que no puedas andar en una semana?

Su mano me agarra el antebrazo mientras sus rodillas ceden.

—Joder. ¿Có… cómo puedes decir cosas así?

—Porque te quiero —respondo simplemente, dándole un beso en la frente.

—¿Sabías que eres ridículo? —Se separa de mí y veo cómo empieza a caminar en
dirección a su apartamento.

La forma en que su pelo fluye con sus movimientos... la forma en que sus caderas
se balancean con cada paso...

—Sí —susurro, mis palabras se pierden en el viento—. Pero tú me amas, y eso es


todo lo que importa.

Y entonces la sigo. Porque yo también la amo.

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Epílogo
Chloe

Los NY Storm llegan a los próximos playoffs y, por supuesto, lo consiguen. El


equipo está a la altura y ha estado muy bien sobre el hielo. Pero el jugador que más ha
dado que hablar esta temporada ha sido el MVP durante tres años consecutivos. Y
también es mi novio.

—He oído que Alex Morgan está saliendo con alguien —susurra una adolescente
a su amiga.

Paso junto a ellas, sosteniendo mis nachos y una Coca-Cola light mientras intento
no reírme.

—¿Qué? ¿Me tomas el pelo? ¿Cuándo ha pasado eso? —se queja la amiga con un
mohín.

—Sí, hace como un año.

—Pero se supone que debería ser la señora Morgan —se enfurruña.

—Tía, tiene como diez años más que nosotras.

—¡Pues yo soy madura para mi edad!

Su amiga se ríe.

—Lo que tú digas, chica. De todas formas, ¿te has enterado de lo del otro jugador?
El que...

Su conversación se desvanece mientras me dirijo a mi asiento.

Acostumbrarse a ser el centro de atención y a que nuestra relación sea tan pública
ha sido todo un cambio. Al principio fue duro. Me sentía expuesta y vulnerable ante
gente que no tenía derecho a saber nada de mi vida privada. Pero, por suerte, las
habladurías se acabaron unos meses después de que Alex y yo hiciéramos oficial
nuestra relación. Y cada vez que me llegan los rumores, él siempre está ahí para
hacerme sentir querida, especial y guapa.

75
Intento asistir a todos sus partidos, pero de vez en cuando tengo que faltar a
alguno por trabajo u otras responsabilidades. Sin embargo, esta noche me ha mostrado
sus grandes ojos azules de cachorrito y me ha rogado que fuera. Me dijo que necesitaba
su amuleto de la buena suerte para que pudieran ganar, ya que es su partido de
playoff. Me reí y le dije que es un jugador increíble que se ha dejado la piel esta
temporada, así que no necesita algo tan trivial como la suerte. Por supuesto, le dije a
mi jefe que tenía que irme pronto para llegar a tiempo.

Y me aseguré de ponerme una camiseta con el número de Alex impreso en la


espalda. Taylor me lo regaló por el cumpleaños de Alex. Insistí en que no contaba como
regalo porque técnicamente era para mí y no para Alex. Pero Alex me aseguró que sin
duda era un regalo para él, sobre todo cuando volvimos a mi apartamento después de
su cena de cumpleaños. Fue entonces cuando me hizo ponérmelo mientras
practicábamos sexo tantas veces que perdí la cuenta. Resulta que le gusta verme con
su número, así que me aseguro de llevar la camiseta siempre que estoy presente.

Los chicos salen a la pista de hielo y la tensión que se respira en el estadio se


puede cortar con un cuchillo. Ambos equipos están concentrados, patinando con
precisión y golpeando el disco con gran exactitud. Todos se mueven a la velocidad del
rayo y apenas puedo seguirles el ritmo. Pero en cuanto veo el uniforme con el número
veinte, me relajo y me hundo en mi asiento. No quito los ojos de Alex en ningún
momento, no quiero perderme ni un segundo de su acción.

Antes de que empezáramos a salir, sabía que era bueno, pero no lo entendía. Una
cosa es oír hablar de alguien que juega bien y otra verlo realmente. Cada vez que
intercepta un pase o bloquea un tiro, me quedo alucinada. Es casi una belleza verle
deslizarse sin esfuerzo sobre el hielo, como si bailara. Juega con la misma facilidad con
la que camina, como si hubiera nacido para ello.

A los veinte minutos de juego, uno de los jugadores ofensivos del otro equipo
atraviesa la defensa del Storm y se dirige hacia el portero. Alinea el disco y lo golpea
con una fuerza rápida y controlada. Pero en un movimiento fluido, Alex patina delante
de la portería, intercepta el disco y aprovecha su impulso para girarlo 180 grados y
lanzarlo de nuevo hacia el fondo de la pista de hielo. El público estalla en vítores
cuando suena el timbre que indica el final del primer periodo.

Se enciende el crujiente altavoz y los locutores lo alaban.

—¡Alex Morgan lo ha vuelto a hacer, amigos!

La pantalla gigante muestra el atractivo rostro del jugador número veinte, y mis
ojos se llenan de corazones imaginarios. Puede que no todo el mundo lo considere un

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rompecorazones en este momento, con el pelo pegado a la frente y sudando a mares.
Pero yo sigo pensando que es guapísimo.

Cuando se da cuenta de que está en la pantalla, Alex hace un pequeño gesto con
la mano y luego se da tres golpecitos con el protector facial, justo encima de los labios.
Tengo mariposas en el estómago porque esa señal era solo para mí. Y aunque él no
puede verlo, levanto la mano y también me doy tres golpecitos en los labios. Te.
Quiero.

Empezó a hacerlo después de nuestro segundo o tercer partido juntos, y no ha


dejado de hacerlo desde entonces. Cuando le pregunté por qué, me dijo que es porque
le gusta pensar en mí mientras está en la pista de hielo. Así que ahora, cada vez que le
veo hacer ese gesto, se me derrite un poco el corazón.

El resto del partido es tan intenso como el primer periodo. Hay muchas idas y
venidas entre ambos equipos, pero al final, los Storm ganan por un gol, gracias a un
pase de Alex. El público está fuera de sí, animando y coreando, emocionado de que su
equipo haya ganado por segundo año consecutivo. Yo también vitoreo, pero me alegro
de que mi hombre lo haya hecho tan bien sobre el hielo. Sinceramente, me da igual que
ganen. Solo me gusta saber que Alex está arrasando ahí fuera.

Tras las celebraciones sobre el hielo, los jugadores se dirigen a sus respectivos
vestuarios y los aficionados empiezan a dispersarse por las gradas. Me quedo en mi
sitio, terminando mi refresco y jugando a un juego sin sentido en el móvil mientras
espero a que Alex salga de los vestuarios para irnos a casa.

Un rato después, levanto la cabeza y me doy cuenta de que casi todo el mundo
se ha ido. Miro la hora y me sobresalto al ver cuánto tiempo ha pasado. Alex suele entrar
y salir de los vestuarios, así que ¿por qué tarda tanto? Me levanto para tirar la basura
cuando recibo un mensaje.

—Hablando del diablo —murmuro mientras abro un mensaje suyo.

Alex: Ven abajo al vestuario.

Yo: ¿Va todo bien?

Alex: Sí. Baja.

Desconcertada, me dirijo a los vestuarios y me sorprende un poco lo vacío que


está el pasillo.

—¿Alex? —Llamo desde fuera de la puerta principal.

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Una mano me agarra inmediatamente de la muñeca y tira de mí hacia el interior.
Antes de que pueda gritar, me presiona la espalda contra la pared y una boca familiar
empieza a devorar la mía. El pelo mojado de Alex me cae sobre la frente y sus manos
me agarran por las caderas, moviendo mi cuerpo para que pueda meter una rodilla
entre mis piernas.

—¡Alex! —Me río alejándome—. ¿Qué haces? No estás... —Bajo la voz—. ¿Tus
compañeros de equipo no siguen aquí?

—No, pequeña. —Me besa toda la cara, haciéndome reír más fuerte—. Se han ido
todos. Ahora sólo estamos nosotros.

Cuando por fin deja de besarme, me rio con nerviosismo. Cuando le agarro de
los hombros para estabilizarme, me sorprende sentir su piel desnuda aún caliente de
la ducha.

—Oh. —Mis ojos bajan hasta su pecho desnudo y sus duros abdominales—. Oh.
—Exclamo al ver que sigue con la toalla puesta y que hay una gran tienda de campaña
en la toalla blanca. Sintiéndome atrevida, le rozo con el muslo y él se estremece contra
mí—. Mmmm, ¿no podías esperar a que llegáramos a casa?

—Iba a hacerlo —responde, con una voz cada vez más grave—. Pero entonces
me di cuenta de que hace exactamente un año que nos conocimos, en este mismo
edificio, en este mismo pasillo.

Me acerca la cara al cuello para chuparme y morderme la piel sensible. Suspiro


satisfecha y levanto la barbilla para permitirle un mejor acceso.

—Así que estaba pensando —dice entre besos—, que podríamos reescribir
nuestro primer encuentro.

—Mmmm, ¿cómo un juego de rol? —bromeo.

Se aparta y sonríe.

—Algo así. ¿Crees que sería divertido?

Lucho por reprimir mi propia sonrisa mientras miro hacia otro lado, intentando
meterme en mi personaje. Cuando vuelvo a mirarle, mi expresión se vuelve de
sorpresa.

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—¡Sr. Morgan! —digo, intentando sonar sin aliento y desconcertada—. Lo siento.
No sabía que seguía aquí. —Me cubro la cara con las manos, pero miro a través de los
dedos.

Alex resopla y cruza los brazos sobre el pecho.

—Sí, apuesto a que no. Seguro que esperabas que el lugar estuviera vacío,
¿verdad? Para poder entrar en el vestuario de tu equipo favorito. ¿Quizá robarle algo
a tu jugador favorito?

—¡No, definitivamente no! Lo juro.

Le sigo la corriente, pero me cuesta un poco no reírme. Nos gusta animar las
cosas, pero no solemos hacer ningún tipo de juego de rol. Así que no me había dado
cuenta de lo difícil que sería mantener el personaje.

—¿En serio? —Se acerca hasta que se cierne completamente sobre mí—.
Entonces, ¿qué escondes aquí? —Su mano desciende por mi cuerpo, por el pecho y el
vientre, hasta que aterriza entre mis muslos y me toca el coño a través de los leggins.
Gimo involuntariamente y mis caderas se mueven, acostumbradas a sus caricias.
Sacudo la cabeza y él chasquea la lengua.

—Entonces es una pena. —Me presiona con su polla dura—. Ver a mi fan número
uno vestida con mi camiseta y tan necesitada me pone muy cachondo. Quizá podamos
ayudarnos mutuamente.

—Sí. —Mi voz sube una octava y tengo que aclararme la garganta para volver a
la normalidad.

Alex suelta una carcajada, pero yo sigo adelante.

—Sí, parece que los dos tenemos un problema que necesita ayuda.

Su boca desciende sobre la mía, caliente y húmeda. Me está comiendo, y lo único


que oigo son nuestros gemidos y nuestros besos apasionados. Nunca me cansaré de
besarme con Alex. Siempre es tan jodidamente caliente.

Cuando retrocede, me quedo sin aliento y sé que mis mejillas están sonrojadas.
—Tiene una bonita expresión en la cara, señorita mega fan. —Su pulgar me roza el
labio inferior—. Pero creo que llevas un poco... demasiado ropa para la ocasión, ¿no te
parece?

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Como no confío en mi capacidad para hablar, asiento con la cabeza y me cojo el
dobladillo de la camiseta.

Alex me detiene con una suave mano en la muñeca.

—No te quites la camiseta. —Sonríe.

—Va…Vale —tartamudeo, antes de enganchar los pulgares en la parte superior


de los leggins y bajármelos.

Alex gime al ver que no llevo bragas.

—Joder, estabas deseando que pasara esto, ¿no?

Manteniéndome en mi papel, asiento con la cabeza y vuelvo la cara hacia un lado,


en una mezcla de timidez fingida y real.

—Lo esperaba, pero ni en un millón de años habría soñado que pasaría de


verdad.

Se quita la toalla de la cadera y la deja caer al suelo. Su polla dura y gruesa pide
atención mientras una gota de líquido preseminal gotea de la punta.

—No hace falta que sueñes, pequeña. Estoy aquí y listo para mi fan número uno.
¿Estás lista para mí?

En lugar de esperar una respuesta, desliza sus dedos en mi dolorido coño, e


instintivamente me agarro a sus hombros.

—Alex... —Gimo mientras me mete los dedos hasta el fondo.

—Eso es, pequeña. Sigue gritando mi nombre. ¿Quién es tu jugador favorito?

Me mete un tercer dedo hasta el fondo y me estremezco.

—¡Eres tú!

—Buena chica. —Me besa la boca floja y me aprieta el clítoris con la palma de la
mano—. ¿A quién has mirado todo el partido?

—A ti, sólo a ti... —Mi respiración se entrecorta y mi cabeza se inclina hacia


delante.

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Los gemidos brotan de mi boca mientras él juega con mi coño, estirándome y
acercándome cada vez más al borde. Retira los dedos y yo gimo por la pérdida, pero
él se reajusta rápidamente para levantarme por las caderas y apoyarme contra la pared.
Le rodeo la cintura con las piernas y él me sujeta con un brazo. Con la mano libre,
agarra la cabeza de su polla y me la frota por el coño.

Estoy delirando, rogándole que me meta la polla.

—Dime a quién quieres, nena —me susurra.

—A ti —susurro, con el cuerpo en llamas—. Te quiero, Alex.

Ni un segundo después, me penetra hasta la empuñadura de un solo


movimiento. Jadeo y me agarro a sus hombros, clavándole las uñas en la espalda.

—Joder —gruñe—. Tu coño se siente tan bien envuelto alrededor de mi polla.


Aparta las caderas y penetra profundamente, follándome con una nueva ferocidad.
Estoy a unos segundos de estallar en un éxtasis orgásmico.

—M… más, bebé —grito.

Alex gime y me lame el cuello.

—Te daré todo lo que necesites, pequeña. —Me folla con más fuerza contra la
pared.

Intento contenerme, pero él penetra cada vez más dentro de mí. La superficie
rugosa me roza la espalda y me excita más de lo que pensaba.

—Soy tuya, Alex. Toda tuya.

—Condenadamente que lo eres, pequeña.

Su voz es ronca, y me doy cuenta de que él también está pendiendo de un hilo.

—Dilo otra vez —me exige, con la polla moviéndose dentro de mí.

—Soy tuya —jadeo, enredando los dedos en el pelo de su nuca.

Cuando le doy un pequeño tirón, sus caderas tartamudean.

—Otra vez —gime.

No sé a qué se refiere, así que hago las dos cosas.

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—Soy tuya. Soy tuya, Alex. Me encanta... —repito, tirándole del pelo.

Sus embestidas son cada vez más rápidas y profundas, llegando a un punto
concreto dentro de mí. Mi espalda se arquea y mi cuerpo se tensa antes de aflojarse
por completo mientras mi coño palpita alrededor de su polla gruesa. Al verme
correrme, Alex se inclina para tocar ese punto una y otra vez.

Estoy inundada de endorfinas.

—¡Espera, espera, cariño! Es demasiado. Voy a... — le suplico.

—Vamos, pequeña. Quiero ver a mi fan número uno correrse otra vez en mi
gorda polla —me susurra al oído.

Es demasiado, pero me siento tan bien. Me suelto, incapaz de aguantar más, y


caigo al borde del siguiente orgasmo. Lucecitas bailan detrás de mis párpados
mientras mi cuerpo se estremece y tiembla mientras me aferro a Alex. Él me agarra con
fuerza de los muslos para evitar que me caiga, pero sigue bombeando dentro y fuera
de mí, persiguiendo su propio orgasmo.

En unos segundos, mientras mi coño sigue palpitando a su alrededor, gime.

—Joder, Chlo, te quiero. —Entonces se libera dentro de mí, nuestras caderas se


juntan con su boca pegada a la mía. Nos chupamos y nos acariciamos la lengua
mientras cabalgamos el orgasmo.

Permanecemos así, conectados físicamente, recorriendo nuestros cuerpos con las


manos y besándonos perezosamente durante varios minutos antes de separarnos por
fin. Cuando Alex se retira, nuestras secreciones combinadas resbalan por mis muslos
y hago una mueca.

—Necesito una ducha antes de irnos a casa —digo, no queriendo tener semen
seco en las piernas el resto de la noche.

Alex se ríe y se inclina para recogerme los pantalones, besándome las piernas
desnudas mientras se incorpora.

—No creo que eso tenga sentido. —Se señala la polla, y jadeo al notar que sigue
húmeda y endureciéndose de nuevo—. Nuestra celebración no ha hecho más que
empezar, pequeña.

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—¿No deberíamos reunirnos con tus compañeros de equipo? —Le pregunto, no
queriendo que se pierda sus payasadas después del partido, sobre todo tras su reciente
gran victoria.

Se encoge de hombros y recoge la toalla, pero no se la vuelve a poner en la cintura.


Intento no mirarle la polla, pero no puedo apartar los ojos de ella. Cuando sigue mi
línea de visión, me sonríe y me ruborizo.

—No, pequeña. De todos modos, estaría pensando en ti todo el rato. Eres la única
con la que quiero celebrarlo.

Se me calienta el pecho y se me dibuja una sonrisa en la cara.

—¿Seguro que no es aburrido celebrarlo solo conmigo?

Inclinándose, me da un beso en la frente.

Celebrarlo con mi novia nunca es aburrido.

—Me rodea los hombros con sus fuertes brazos y aprieto la mejilla contra su
pecho, escuchando los latidos de su corazón.

—¿Cuándo vas a dejar ya lo de la novia? Ya han pasado meses. ¿No se te ha


pasado ya la novedad?

Se queda pensando durante un segundo, con los labios fruncidos y el rostro serio.

—Probablemente seguiré diciéndolo hasta que en su lugar pueda llamarte mi


mujer.

Balbuceo, dándole manotazos juguetones mientras le digo que está loco. Se ríe y
me esquiva para ponerse la ropa.

—No me refiero a ahora —insiste, poniéndose los pantalones y pasándose una


camisa por la cabeza en dos segundos—. Pero algún día, ¿no? —Se cuelga la bolsa al
hombro y me tiende la mano.

Se la agarro para estabilizarme mientras termino de ponerme los leggins.

—¿Lista, Chloe?

Me muerdo el labio y me quedo mirando nuestras manos unidas un momento,


con sus palabras revoloteando en mi cabeza. Algún día, ¿verdad? Recuerdo todas las

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veces que me ha abrazado, todas las caricias que me ha dado, todos los hombros en los
que me ha ofrecido llorar, y mi respuesta es obvia.

Sí, definitivamente algún día.

Le sonrío y le aprieto la mano.

—Estoy lista, Alex.

Fin

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