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Entre 1880 y 1916, en la Argentina, el gobierno estuvo controlado por una elite, cuyos
miembros estaban estrechamente vinculados entre sí, por relaciones familiares y económicas. Se
aseguraban el control del poder político mediante la organización de elecciones nacionales y
provinciales en las que se practicaban el fraude y la coacción sobre los votantes.
El primer partido político que se fundó en el país y dominó la vida política argentina hasta
1916 fue el P.A.N. ( Partido Autonomista Nacional), el cual se conformó como una alianza de
gobernadores del interior y un conjunto de "notables" de la capital, aunque no tenía una
organización estable y se armaba para las elecciones bajo la tutela de figuras importantes y
poderosas del momento.
Eran conservadores en cuanto a las ideas políticas ya que consideraban que solo las
personas instruidas podían participar en la política y gobernar el país. Además del ámbito
político, también establecían un "cerco" en el ámbito lo social ya que , la mayoría de los dirigentes
del P.A.N. eran de clase alta, de buena formación intelectual y poco flexibles a la incorporación de
nuevas personas a su grupo social. La mayoría de ellos viajaba a Europa- especialmente a París y
tenía ciertos lugares exclusivos de reunión y esparcimiento, como el Jockey club o los veraneos en
Mar del Plata.
En la práctica, esto significaba que la
mayor parte de la población quedaba
apartada de las grandes decisiones; el
sistema electoral favorecía la escasa
participación ciudadana : el voto era
cantado ( oral ), masculino y voluntario, y
las elecciones se arreglaban mediante el
fraude. Como veremos más adelante, los
inmigrantes que ingresaban al país
oriundos en su mayoría de las zonas rurales
de Europa , no estaban demasiado
interesados en participar en la cuestión
política, por lo que los grupos oriundos
poderosos podían conservar el poder de
gobierno.
La oposición al régimen
El advenimiento del siglo XX encontró a la Argentina con un horizonte en el que bullían los
reclamos de reformas sociales y políticas, derivados del proceso de modernización que se había
puesto en marcha durante la década de 1880. Entre los agentes de transformación, tuvieron
importancia central el caudal de nuevos trabajadores europeos que inmigraron al país que,
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además de su fuerza de trabajo, aportaron sus ideas políticas y reclamos de derechos laborales
(estos últimos iban en crecimiento en Europa); el activismo anarquista y socialista era una
presencia importante hacia el centenario de la patria. En ese contexto histórico, la declinación del
hegemonismo del Partido Autonomista Nacional (PAN) y el surgimiento de opositores le planteó a la
elite gobernante conservadora el desafío de afrontar la disyuntiva de cómo incorporar a grandes
cantidades de nuevos participantes en el esquema político sin perder el dominio del poder público.
La sanción en 1912 de la ley Nº 8871 –conocida como Ley Sáenz Peña– con la implementación
del voto universal masculino, secreto y obligatorio, significó el tiro de gracia a un modelo oligárquico-
conservador caracterizado por el fraude electoral.
Algunas fuerzas políticas, como el radicalismo y el socialismo, cuestionaron estas prácticas y
exigieron una reforma electoral que permitiese comicios libres y legítimos. Durante la presidencia de
Roque Sáenz Peña, en 1912, se sancionó la ley - que lleva su nombre- , la cual permitió un avance hacia
elecciones más democráticas. Esta ley creó condiciones favorables para el triunfo electoral del candidato
de la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen a la presidencia del país en 1916.
El modelo agroexportador
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Los principales factores que permitieron la organización de este modelo económico fueron:
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escasez de mano de obra y el atraso técnico y cultural de la población nativa.
Durante las últimas décadas del siglo XIX se multiplicaron las asociaciones de inmigrantes que
reunían a los extranjeros de una misma nacionalidad españoles, italianos, franceses, alemanes, por
ejemplo- o, también, de determinada región del país de origen -gallegos, andaluces, calabreses,
napolitanos-. Estas asociaciones se definieron como de "socorros mutuos" y tenían por objetivo brindar
ayuda al inmigrante por parte de sus mismos connacionales o "paisanos" y a sus familias, en materia de
salud y educación. Cumplían también la función de mantener vigentes muchas de las costumbres y
tradiciones del país de origen a través de la enseñanza del idioma o los dialectos, los bailes típicos y la
celebración de fiestas religiosas.
Estas asociaciones también funcionaron como espacios de negociación política. A través de ellas,
las comunidades extranjeras tenían la posibilidad de actuar como un grupo cohesionado por la
solidaridad y presionar por la realización de sus intereses sectoriales. Sólo muy lentamente, y en el
interior antes que en el Litoral, los inmigrantes se fueron incorporando a los nuevos partidos políticos.
Durante la última década del siglo XIX, los movimientos de protesta y huelgas obreras crecieron
constantemente y se multiplicaron en los primeros años del siglo XX. Los motivos de las huelgas fueron
diferentes a lo largo de este periodo. En un primer momento, las huelgas obreras se proponían obtener
mejoras en las condiciones de trabajo, pero desde principios de siglo, el objetivo fue el aumento de los
salarios y la legalización de los asociaciones obreras. En 1910 se produjo el pico más alto de huelgas,
acompañado por un clima de violencia generalizada entre los obreros, que protestaban por la represión
ejercida por el gobierno.
La primera respuesta del gobierno a las protestas obreras fue, en 1902, decretar el "estado de
sitio" en Buenos Aires y Santa Fe con el objetivo de asegurar los embarques de las exportaciones, y al
mismo tiempo, también propuso al Congreso la sanción de la Ley de Residencia.
Sin embargo, mientras que el gobierno justificaba la represión, algunos miembros de la elite
gobernante comenzaron a tomar conciencia de que ésa no podía ser la única respuesta a la compleja
"cuestión social" que se estaba planteando. Roca propuso al Congreso una ley de reforma laboral-
redactada por su ministro del Interior, Joaquín V. GonzáJez- que significaba el reconocimiento de
algunas reivindicaciones mínimas exigidas por los trabajadores, tales como las condiciones para
contratar y los límites de horarios. La ley incluía también normas represivas y penalidades para las
actitudes y organizaciones obreras que fueran consideradas "subversivas". La mayoría conservadora de
las cámaras legislativas, que había comprendido que la represión, por sí sola, no resultaba eficaz para
asegurar la estabilidad social, aprobó el proyecto y desde 1904 en adelante fue aceptando también los
proyectos de ley propuestos por la minoría de diputados socialistas. Las primeras de estas leyes fueron
las que establecieron el descanso dominical y la reglamentación del trabajo de las mujeres y los niños.
Aún con estos avances, la violencia continuó y se generalizó. La represión oficial a las huelgas,
actos y manifestaciones obreras provocó más huelgas obreras y un
gran número de atentados contra representantes del gobierno.
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fracasaron rápidamente, hasta 1901. En ese año se fundó la Federación Obrera Regional
Argentina (FORA), de tendencia anarquista. En 1902, los gremios de tendencia socialista se retiraron de
la FORA y fundaron la Unión General de Trabajadores (UGT).
El anarquismo se difundió a partir de las acciones de propaganda realizadas por inmigrantes
obreros que tenían esta ideología. Durante la primera década del siglo XX, ante las huelgas generales y
los atentados -contra personas y edificios- impulsados por los anarquistas, el gobierno actuó
reprimiendo a través de la fuerza armada y de la legislación. Los anarquistas tenían un lema: " ni Dios,
ni patria, ni Estado", señalando su resistencia a subordinarse a cualquier tipo de poder. Proponían la
acción directa: el boicot, y la revolución para lograr mejoras y beneficios en forma inmediata. En la
primera década del siglo XX, el movimiento anarquista argentino fue uno de los más importantes e
influyentes del mundo.
En el otro extremo ideológico, aunque también luchando por derechos laborales se presentaban
los seguidores del Partido socialista(PS), el cual pregonaba la presión pacífica para obtener leyes
obreras en el Congreso; su lema era: "educar al trabajador y hacerlo consciente de sus derechos".
Aunque sus intenciones fueran bienintencionadas y honestas siempre estuvieron en minoría.
Alrededor de 1906, en el movimiento obrero comenzó a diferenciarse una tercera tendencia que,
poco a poco, fue adoptando una posición mucho menos extrema que la de los anarquistas: el
sindicalismo. Frente a esta realidad, el sindicalismo concentró sus esfuerzos en lograr objetivos
específicamente económicos. Propusieron una utilización más efectiva del arma de la huelga -
acentuando la necesidad de coordinación, planificación y oportunidad- y exigieron a los diputados
socialistas un mayor compromiso con los intereses inmediatos de la clase obrera. Los sindicalistas
tuvieron un importante apoyo entre los gremios más numerosos y concentrados, como los estibadores
portuarios y los obreros de los talleres ferroviarios.
Como estos gremios estaban directamente relacionados con el comercio de exportación, los
sindicalistas tuvieron un poder de negociación mayor que los anarquistas.
Bibliografía:
Alonso, M.E. y otros. HISTORIA. La Argentina contemporánea ( 1852 -19999. Edit. Aique Polimodal. Bs.As. 2006)