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Bello, Valentín.

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Respuestas:
1) Hemos de observar que la pena de tres años de prisión impuesta por el
Tribunal a Emanuel Ruiz se excede de lo dispuesta -y citada por ese mismo Tribunal-,
en la ley 23.737 art. 14, ya que los 3 gramos con los que se detuvo a Emanuel Ruíz se
componen como “de consumo personal”, aplicando el segundo párrafo del art.
mencionado: “(...) La pena será de un mes a dos años de prisión cuando, por su
escasa cantidad y demás circunstancias, sugiere inequívocamente que la tenencia es
para uso personal.”
Debemos, en este caso, situarnos en el siguiente argumento dado por el
Tribunal: “(...) en autos no fue acreditado inequívocamente por parte del imputado que
dicha tenencia era para uso personal (...)”. Aquí vemos un punto fundamental: el
imputado no es quien debe probar en un proceso penal (salvo excepciones) su
inocencia. Más bien, la carga probatoria corresponde exclusivamente a la parte
acusadora. Considerar que es el imputado quien debe probar su inocencia recae en
una violación del “principio de inocencia”, el cual establece que todos somos inocentes
hasta que se demuestre lo contrario, y no al revés. Dicho de otro modo, quien debería
probar que la tenencia de estupefacientes por parte del imputado Ruiz no es para
consumo personal, sino, por ejemplo, para comercialización, es la parte acusadora: el
Fiscal. Vemos aquí vulnerado el principio de inocencia, que es el presupuesto
fundamental que se proyecta en el resto de las reglas del ordenamiento procesal. Lo
mencionado, refiere a la implicancia de este principio definida como “onus probandi”,
es decir, la carga de la prueba. La carga de la acusación siempre pesa sobre el
Ministerio Público. Es el Fiscal el que debe probar, en este caso, y como
mencionamos, que la tenencia de estupefaciente no es para consumo personal,
quedando así desacreditada la concepción que fue el imputado “no acreditó que dicha
tenencia era para uso personal”.

VARIANTE:
b- En caso de ser el Defensor de Ruiz, iría por la vía recursiva, sin estar conforme
con la sentencia dictada, ya que cuando la defensa interpone un recurso lo que busca
es que se mejore la condición del imputado. En este caso, la pena supera la dictada
en primera instancia. Debemos centrarnos en el “Reformatio in peius”, que se da solo
cuando recurre la Defensa. En los casos en donde solo recurre la defensa, la pena de
la revisión no puede ser más grave. El “Reformatio in peius” se refiere a la situación en
la que una apelación o revisión de una sentencia empeora la situación del apelante o
recurrente en comparación con la sentencia original. En otras palabras, es el principio
que prohíbe a un tribunal o autoridad superior emitir una nueva decisión que sea más
desfavorable para el apelante o recurrente que la decisión original. Este principio se
basa en la idea de que una persona que ha presentado una apelación o recurso no
debería verse perjudicada por hacerlo, y que solo debería enfrentar un resultado igual
o mejor al de la sentencia original. Si un tribunal superior considera que la sentencia
original fue incorrecta o injusta, puede modificarla para favorecer al apelante o
recurrente, pero no para empeorar su situación.
Esto lo podemos observar en el artículo 445 del CPPN, cuando habla, en su
tercera regla del mencionado reformatio in peius, que es sólo cuando recurre la
defensa. Si hubiese un recurso bilateral (recurre el fiscal, recurre la defensa) entonces
el conocimiento que tiene el tribunal del recurso es amplio, pero si solo recurre la
defensa sosteniendo, por ejemplo, que disminuyan la pena, o que la pena es
desproporcionada, pidiendo su reducción, entonces el tribunal se debe centrar sólo en
eso. Si en nuestro caso el recurso iba dirigido a que la pena era excesiva, el tribunal
sólo puede revisar el quantum, pero de ninguna manera aumentarlo. En todo caso
mantenerlo, o disminuirlo.

2) Cuando se nos presenta un hecho, una noticia criminal, debemos tomar


medidas de prueba que acrediten la letra del tipo penal. En los casos de delitos de
robo, el representante del Ministerio Publico Fiscal debe encontrar elementos de
prueba que determinen si el hecho existe o no, y quienes son sus autores principales,
lo cual configura el objeto de la instrucción sumaria.
El art. 216 CPPN establece que el juez de instrucción comprobará, mediante la
inspección de personas, lugares y cosas, los rastros y otros efectos materiales que el
hecho hubiere dejado; los describirá detalladamente y, cuando fuere posible, recogerá
o conservará los elementos probatorios útiles.
Asimismo, se encuentra consagrado el principio que expresa que nadie está
obligado a declarar contra sí mismo, por lo que un medio de prueba que lleve al
sospechoso a atravesar una exposición de tal grado, atenta directamente contra tal
garantía, cuando podría avanzar la investigación mediante otros medios. De lo
contrario, si el Juez obligara al sospechoso a someterse a ese reconocimiento,
también estaría vulnerando la garantía de juicio previo y el principio de inocencia, toda
vez que somete a una intervención punitivista únicamente porque un tercero lo señalo
con el dedo (léase también, prueba tasada)
Por ello, entiendo que se debe invocar la garantía consagrada en el art. 18, que
nadie está obligado a declarar contra sí mismo, y el Juez debería adoptar otro medio
de prueba para continuar con la averiguación de la verdad.
Ahora, si bien es correcto que el Juez en el caso concreto utilizó un medio de
prueba que se encuentra avalado por el código penal procesal de la nación, también
es cierto que existen dentro del proceso penal garantías que deben ser interpretadas
armónicamente con las normas. Así, el art 18 de la CN establece límites al Estado
para desarrollar la investigación, que son límites formales a la averiguación de la
verdad, como por ejemplo no tomar al imputado como objeto de prueba. Lo cierto es
que en este caso, existen infinidad de medios probatorios a través de los cuales
acceder a la acreditación del hecho invocado, y el Juez/Fiscal debe integrarlos a
todos, y en caso de no poder utilizar alguno, podrá suplirlo con otro.

VARIANTE:
b) Aquí debemos tener en cuenta, en línea de lo que planteamos con anterioridad,
la protección que debe haber sobre, por ejemplo, la integridad física del imputado. Si
bien el incumplimiento bajo apercibimiento de la fuerza pública es un instituto
regulado, se deben considerar los límites para evitar que “los medios que sean
necesarios a efectos de compeler al imputado”, no recaigan en una violación de las
garantías constitucionales del imputado, por ejemplo dañando su integridad física o
cualquier bien que de él dependa.
Debemos observar los límites que tiene el Estado para desarrollar su
investigación, por eso se los llama límites formales a la averiguación de la verdad.
Cuando hablamos de una investigación esta tiene como eje encontrar la verdad. Pero
para eso, el Estado tiene que afrontar ciertas limitaciones, por ejemplo, como hemos
mencionado, no tomar al imputado como objeto de prueba. Es una forma de equilibrar
el poder que tiene el Estado cuando investiga y el imputado cuando se defiende para
que se de un principio de igualdad de armas.

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