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CENTRO DE MEMORIA,

PAZ Y RECONCILIACIÓN
LUGAR, CUERPO Y MEMORIA

El Centro de Memoria, Paz y Reconciliación fue realizado por Juan Pablo Ortiz Arquitectos en el año 2013
con el objetivo de dotar a la nación de un espacio que pudiera reivindicar y dar memoria a las más de 6
millones de victimas que ha dejado el conflicto armado en Colombia y que a su vez sirviera como un hito
de la reconciliación y el desarrollo social sostenible. De este modo, a lo largo del presente texto se
pretende analizar el proyecto espacial y urbano desde tres perspectivas distintas, la primera
correspondiendo a las intenciones e implantación urbana que el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación
propone, el segundo comprendiendo la relación de los sentidos y la corporalidad con los sistemas de
circulación de este mismo y el tercero haciendo referencia a la forma en la que el proyecto aspira evocar
y generar reflexión sobre la memoria histórica de nuestra nación, categorizando de esta manera el texto
en tres secciones: Lugar, Cuerpo y Memoria.

LUGAR
El proyecto pretende enaltecer las condiciones únicas del lugar, sin entrar en conflicto con su contexto
urbano inmediato, respetando tanto las prexistencias como las tipologías y morfologías arquitectónicas y
urbanas que se implantan a su alrededor. Pues históricamente, el conjunto de lotes ubicados sobre el
costado norte del barrio Samper Mendoza se han caracterizado por su carácter rural y de expansión
urbana, de modo a lo largo de los años y con la creciente expansión de Bogotá, habían sido los
encargados de amortiguar el impacto social y morfológico del Cementerio Central, que alguna vez
estuvo en lo que fue la periferia noroccidental del la ciudad, generando así con la progresiva expansión
al occidente de la ciudad un gran eje de lotes baldíos sobre el eje vial de la Avenida Calle 26 los cuales
progresivamente se irían urbanizando y densificando tras la construcción del CAN y tras la consolidación
de Ciudad Salitre.

No obstante, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación buscaría no caer en aquellas narrativas


impositivas e institucionalizadas que caracterizan la arquitectura del resto de los equipamientos de
escala nacional que se ubican sobre aquellos lotes de la Calle 26, pues este pretende enaltecer tanto al
lugar como a las victimas del conflicto en lugar de a la arquitectura misma. Es por ello, que se plantea un
único volumen monolítico que destaca sobre el carácter plano del lote intentando representar aquellas
voces que por tantos años fueron silenciadas por la violencia.

Bajo esta lógica, casi la totalidad del programa del proyecto se planteo bajo tierra, con el fin de generar
el menor impacto ambiental posible y de modo que el proyecto tratase una experiencia inmersiva del
ser. Así mismo, inicialmente, el monolito estaba rodeado por una serie de espejos de agua cuyo fin era
reflejar no la edificación, sino todos los elementos tanto naturales como artificiales que se pudiesen
encontrar alrededor, comprendiendo así un reflejo inmaterial de los columbarios tanto existentes como
de los que alguna vez estuvieron allí y ya no están, haciendo referencia no únicamente a los columbarios
más antiguos del cementerio, sino también a los millones de colombianos que fueron víctimas del
conflicto interno. De este modo, la intención inicial del espejo de agua pretendía ser parte tanto del
paisaje natural y urbano del parque como evocar la presencia de los que ya no están, no obstante, como
suele suceder con la gran mayoría de los espejos de agua fijos planteados en equipamientos, estos no
fueron técnica ni arquitectónicamente sostenibles, de modo que tuvieron que ser remplazados por una
gran superficie empedrada.

SEBASTIAN ZAMBRANO POLANIA


Imagen propia evidenciando la inmersión en el lote y el respecto por las prexistencias en el,
considerándolo incluso como un predio rural en el corazón de Bogotá.
CENTRO DE MEMORIA,
PAZ Y RECONCILIACIÓN
LUGAR, CUERPO Y MEMORIA

De la misma manera, el programa fue ubicado bajo tierra con el objetivo de exaltar el espacio público,
dotándolo de un sentido democrático y abierto, conformando una gran explanada que se integra
morfológicamente tanto con el Cementerio Central como con la Avenida Calle 26, permitiendo así un
umbral espacial sin barreras que lograse reflejar la democratización de la información del conflicto
dados los acuerdos de paz y que no generase obstáculos visuales desde ningún punto del predio hacia
el monolito mencionado, manifestando y reivindicando con este gesto el conocimiento, la verdad y la
reconciliación de todos aquellos hechos de diferentes magnitudes que degradaron el tejido social de las
familias y la nación.

Finalmente, referente a la implantación del edificio, cabe destacar tres elementos claves. El primero
constituye su estratégica ubicación, de modo que permite ser un elemento urbano articulador entre las
autoridades e instituciones políticas del Centro Administrativo Nacional, los poderes económicos del
Centro Internacional de Bogotá y el histórico y deteriorado barrio Santa Fe y Samper Mendoza, dos
barrios que destacan por concentran altas densidades de poblaciones en diferentes condiciones de
vulnerabilidad, que en muchos casos comprenden personas de distintas partes del país que fueron
desplazados de sus regiones y que terminaron como recicladores, habitantes de calle o trabajadoras
sexuales del centro de Bogotá, permitiendo así con este proyecto articular y por ende visibilizar a estas
poblaciones ante los dos órganos de poderes, político y económico, mencionados anteriormente,
desenclaustrando a estas personas de los limites del barrio Santa Fe y perpetuando una reflexión social
en resto de los habitantes de la ciudad. En segunda instancia, se tiene al Cementerio Central, siendo un
equipamiento cuya funcionalidad misma se basa en la memoria de aquellos que ya no están, pues el
predio mismo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación comprendió previamente un espacio funerario
donde se habían llegado a enterrar a más de 3600 personas, incentivando y permeando así, gracias al
Cementerio, el sentido de solemnidad y respeto que tienen en común los dos equipamientos.
Finalmente, se destaca la relación con el skyline de la ciudad, pues tanto el edificio en si mismo, como el
espacio público del lote parecen envolver al usuario en un aura de luto, encerrándolo en una burbuja
natural que parece un lote quasi rural en pleno corazón de Bogotá, pues al detallar los niveles de las
zonas verdes se logra destacar que no pasaron por un proceso paisajístico de homogenización, sino que
en lugar de ello se decidió respetar aquellas prexistencias del terreno y la vegetación.

SEBASTIAN ZAMBRANO POLANIA


Relaciones urbanas del
CMPR con el barrio Santa
Fe, el CAN y el Centro
Internacional.
CENTRO DE MEMORIA,
PAZ Y RECONCILIACIÓN
LUGAR, CUERPO Y MEMORIA

CUERPO
Como se aseveró anteriormente, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación pretende generar una
experiencia envolvente y de inmersión en el usuario desde cada uno de sus sentidos, pues para acceder
a las salas de exposición se debe descender desde alguno de los cuatro puntos cardinales, ocasionando
de esta manera que todo el contexto tanto natural como artificial que enaltece el espacio público
prácticamente desaparezcan, dotando el espacio así de un carácter atemporal y sin una espacialidad
especifica, permitiendo a su vez con este gesto que en este punto se logre evocar cualquier tipo
contexto espacial y temporal en el que haya tenido lugar cualquier hecho del conflicto armado. De la
misma manera, esta experiencia inmersiva también tiene lugar a través del sentido de la escucha, de
modo que al descender a los soterramientos que dan acceso a las salas de exposición se ubican una
serie de parlantes posicionados de tal forma que las ondas rebotan dentro de los limites del
soterramiento planteado, generando así un sonido abrazador que produce que el usuario se sienta en el
lugar mismo de donde es originario el sonido.

De la misma forma, de acuerdo con el arquitecto que desarrollo el proyecto, el gesto de descender tiene
como objetivo convertir a la gravedad en una fuerza muy explicita en el proceso de peregrinaje hacia el
interior de las salas, por ende, hacia el interior de la memoria histórica. Pues en este sentido, el cuerpo
se prepara y se integra con la solemnidad del espacio, de modo que, al tomar las escaleras para bajar, el
sujeto se debe inclinar hacia adelante y recalcular su vista, sus oídos y sus músculos, para poder realizar
una serie movimientos corporales consientes que dispongan al usuario al acceso y que den paso al
descenso. Es por ello, que el inocente y hasta torpe gesto del no marcar correctamente los escalones de
las escaleras podría llegar a ser un acto intencional, que obligue al usuario a reajustar su vista, hacerlo
sentir presente en el lugar y prácticamente obligarlo a pensar en el acto mismo de bajar a un nivel
inferior. Con esto, el arquitecto pretende que todos aquellos que ingresen al lugar lo hagan con una
marcada conciencia física, que el mismo arquitecto también denomina como una presencia intensificada,
cuyo fin es preparar al usuario para acceder a un sitio dotado de una atmosfera de solemnidad y
respecto y disponiéndolo para un acto de reflexión y meditación.

MEMORIA
En este sentido, como ya se mencionó a lo largo del presente texto, el proyecto no pretende entrar en
competencia en términos de jerarquía formal con los demás elementos de su entorno, permitiendo de
esta manera que los verdaderos protagonistas del espacio sean aquellas victimas e historias del conflicto
y no la espacialidad misma que cualifica la edificación, pues el edificio mismo plantea la consolidación
de una red de relaciones empáticas con las víctimas del conflicto armado, pues quiero destacar los
aportes personales que hicieron más de 2000 víctimas de tierra traída de sus lugares de origen, las
cuales se encapsularon en tubos de vidrio y que posteriormente serian depositados en en los orificios
que había dejado la cimbra con la cual se levantaron los muros de un metro de espesor.

De esta forma, con este gesto, estos muros pretenden evocar memoria en como la tenencia de la tierra
es el origen del conflicto armado en Colombia y a su vez enaltecerlo en calidad de monolito como el
único elemento que sobresale del terreno como un símbolo de paz, perdón y reconciliación entre las
partes, a su vez, aquellos vanos dentro del muro, podrían llegar a manifestar, tal como se pretendía
inicialmente con los espejos de agua, a aquellas personas que murieron a lo largo del conflicto y cuya
ausencia nunca podrá ser recuperada, pero de igual forma estos vanos permiten el ingreso de un sacral
juego de luces al recinto evocando aquella esperanza y paz que el pueblo colombiano desea obtener
algún día.

SEBASTIAN ZAMBRANO POLANIA


Imágenes propias de la aproximación corporal y espacial al proyecto.
Imagen propia evidenciando la condición de monolito sobre el terreno, el muro con tierras
de distintos orígenes evocando la tenencia de la tierra y los vanos como ausencia.

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