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EMILIO DURKHEIM

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tualidad la propiedad distintiva de la vida representativa en el individuo, se CAPÍTULO SEGUNDO


deberá decir entonces de la vida social que ella se define por una DETERMINACIÓN DEL HECHO MORAL
hiperespi1itualidad. De ahí que nosotros entendamos que los atributos cons~
titutivos de la vida psíquica vuelven a encontrarse en el seno de la socie-
dad, pero elevados a una muy alta potencia, de modo tal que llegan a cons-
tituir una cosa' enteramente nueva. No obstante su aspecto metafísico, pues,
la palabra no designa nada más que un conjunto de hechos naturales, que
deben explicarse por causas naturales.
Esta misma circunstancia nos advierte, por otra parte, que el mundo
nuevo que queda de tal modo abierto a la ciencia sobrepasa a todos los
otros en complejidad; y que no es simplemente una forma agrandada de 1
los reinos inferiores, sino que actúan allí fuerzas todavía insospechadas, cu- TESIS
yas leyes no pueden ser descubiertas por los meros procedimientos del aná-
lisis interior 18.
j. La realidad moral, como toda especie de realidad, puede ser estudia-
da desde dos puntos de vista diferentes: se puede procurar conocerla y com-
prenderla, o bien, juzgarla. El primero de estos problemas, que es entera-
mente teórico, debe preceder necesariamente al segundo. Es, por otra par-
te, el único que será considerado aquí, y del cual se hará ver solamente, en
conclusión, cómo el método seguido y las soluciones adoptadas dejan por
completo el derecho de emprender inmediatamente el estudio del proble-
ma práctico.
Por 10 demás, para poder examinar teóricamcnte la realidad moral es
indispensable el determinar previamente en qué consiste el hecho moral,
pues para poder observarlo es necesario conocer aquello que lo caracteri-
za, es decir, mediante qué signos puede ser reconocido.
Es este último asunto el que será tratado en primer lugar. Se verá lue-
go si es posible encontrar también una explicación satisfactoria de dichas
caractcrÍsticas.

lS El presente capítulo fue publicado en la Revue de Méta¡Jh)'síque el de Morale, nlÍmero

correspondiente al mes de mayo de 1898, t. VI.


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II Para hacer entrever cómo la noción de hecho moral puede presentar


CARACTERES DISTINTIVOS DEL HECHO MORAL estos 'dos aspectos, en parte contradictorios, se recurrirá a la noción de lo
sagrado, que ofrece la misma dualidad.
J~l ser sagrado, en un dado sentido, es el ser prohibido) al que no se
¿Cuáles son los caracteres distintivos del hecho moral?
osa violar; es, en tal sentido, el ser bueno, amado, ansiado.
Toda moral se nos presenta como un sistema de normas de conducta.
Pero todas las técnicas, dentro de tales sistemas, son igualmente rígidas) re- La conciliación de esas dos nociones estará justificada: 10 Históricamen-
cUlTiendo invariablemente al empleo de máximas que prescriben cómo debe te, por las relaciones de parentesco y de filiación que entre ellas existen; 2°
conducirse el sujeto en determÍnadas circunstancias. ¿Qué es, entonces, lo Por los ejemplos brindados por nuestra moral contemporánea.
que diferencia unas reglas morales de las otras? Así, ·la personalidad humana es cosa sagrada, que no se intenta violar y
lOSe mostrará que las normas morales están investidas de una autori- se la mantiene escrupulosamente dentro del ámbito de la persona, al pro-
dad especial en virtud de la cual son obedecidas, porque ellas ordenan. Se pio tiempo que se considera la comunión con otros como el bien por exce-
lencia.
encontrará asimismo, bien que por un análisis puramente empírico} la no-
ción de deber que proporcionará una definición muy próxima a aquella que
ha dado KANT. La obligación constituye, pues, uno de los primeros caracte-
res de la norma moral.
2° Pero la noción de deber -contrariamente a lo que ha afirmado Kant- III
no agota la noción de lo moral. Es imposible que nosotros cumplamos un INDIVIDUO Y SOCIEDAD FRENTE AL HECHO MORAL
acto únicamente porque nos sea ordenado, con abstracción de su conteni-
do. Para que podamos desempeñarnos como sujeto, es necesario que el acto Sería conveniente explicar ahora esas características determinadas del
interese en alguna medida nuestra sensibilidad, es decir, que se "nos apa- hecho moral, es decir, encontrar un medio de hacer comprender de dón-
rezca en cierto modo como deseable. La obligación o el deber no expresan de proviene la exis~encia de preceptos a los cuales debemos obedecer por-
sino uno de estos aspectos, el aspecto abstracto de la moral. Una cierta que ellos nos ordenan y que, al mismo tiempo, reclaman de nosotros la rea-
deseabilidad es otro de sus caracteres, no menos esencial que el primero. lización de actos deseables, empleando esta palabra en el sentido particular
Tan sólo una parte de la naturaleza del deber se encuentra en esta con que ha sido difundida anteriormente.
deseabilidad del aspecto moral. Si es verdad que el contenido del acto nos A decir verdad, una respuesta metódica a este asunto supone un estu-
atrae, tal ocurre, sin embargo, por el hecho de que su misma naturaleza no dio tan a fondo como fuera posible de las reglas particulares, reglas que en
nos permite cumplirlo sin esfuerzo, sin una cierta violencia. El esfuerzo, conjunto constituyen nuestra moral. Pero a falta de este método, inaplica-
aun entusiasta, mediante el cual nosotros podemos influir moralmenté, por ble en esta circunstancia, es posible llegar, por medio de procedimientos
ejemplo, es un esfuerzo de una condición tal que nos lleva fuera de noso- más breves, a resultados que no están por cierto desprovistos de valor.
tros mismos, que nos eleva por encima de nuestra propia naturaleza, es de- Interrogando la conciencia moral contemporánea -cuyas respuestas
cir, de todo lo que no puede lograrse sin pena, sin contención. Este desea- pueden, por otra parte, ser confirmadas por todo cuanto sabemos sobre
ble sui generis es lo que se llama corrientemente el bien. ' las diferencias morales de todos los pueblos conocidos- es posible ponerse
El bien y el deber son las dos características sobre las que sé considera de acuerdo sobre los siguientes puntos:
provechoso insistir particularmente, sin que se pretenda negar que pueda 1 La calificación de moral no ha sido aplicada jamás, en verdad, a un
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haber otras. Debe también esforzarse en demostrar que todo acto moral acto que haya tenido por objeto el interés del individuo, o su perfección
presenta estos dos caracteres, aunque puedan estar combinados según pro- en tanto que esta perfección fuera entendida de una manera puramente
porciones variables. egoísta.
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rece ante ella misma, sino la sociedad tal cual es o como tiende realmente
2 Si el individuo que yo soy no constituye un
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fin~
aun cuando posea
a ser.
por sí mismo un carácter moral, debe ocurrir necesariamente otro tanto con
Luego, la candencia que la sociedad adquiera de sí misma, en la opi-
los individuos que son mis semejantes y que no se diferencian de mí sino
nión y por la opinión, puede ser inadecuada a la realidad subyacente. Pue-
en grados, ya en más, ya en menos.
de ocurrir que la opinión, plena de supervivencias, retrace· ei estado real
3° De donde debe concluirse que si hay una moral, dicha moral no puede
de la sociedad; como. puede ocurrir que, bajo la influencia de circunstan-
tener por objeto sino el grupo formado por una pluralidad de individuos
cias pasajeras, dertos principios, aún esenciales, de la moral existente sean
asociados, es decir, la sociedad, con la condición, no obstante, que la sociedad
arrqjados en el inconsciente, al menos temporariamente, y permanezcan
pueda ser considerada como una personalidad cualitativamente diferente de las per-
desde entonces como si no existiesen. La ciencia de la moral permite recti-
sonalidades individuales que la componen. La moral comienza, por consiguiente,
ficar estos errores, de los cuales se darán ejemplos.
allí donde comienza la unión para formar un grupo, cualquiera que sea
Pero permanecerá en pie que nunca puede ser querida otra moral que
dicho grupo.
aquella que es reclamada por el estado social de su tiempo. Aspirar a otra
Esto sentado, resultan explicables las características del hecho moral
moral diferente de la que está implicada en la naturaleza de la sociedad es
en la siguiente forma:
. tanto como negar a ésta y, por consiguiente, como negarse a sí mismo.
a) Se demostrará cómo la sociedad es una cosa buena, deseable por el
Quedaría por examinar entonces) finalmente, si el hombre debe ne-
individuo, el cual no puede existir fuera de ella ni negarla sin ne-
garse. La cuestión es legítima pero no será examinada.. Se postulará que
garse a sí mismo y que, al propio tiempo, ~1O puede quererla o de-
nosotros todos tenemos razón de querer vivir.
searla de un modo particular sin hacer alguna violencia a su propia
naturaleza, desde que la sociedad supera al individuo.
b) Se hará ver en seguida cómo la sociedad, al mismo tiempo que una DISCUSIÓN*
cQsa buena, es una autoridad moral que, al comunicarse por medio
de ciertos preceptos de conducta que particularmente se aceptan, PROF. DURKHE.IM, Debo, ante todo, exponer las dificultades en que me
confiere a las normas morales un carácter obligatorio. encuentro.
Por otra parte, se procurará también establecer cómo ciertos fines -la Al aceptar ocuparme ex a.brupto de un asunto tan general como el que
abnegación interindividual, la abnegación del sabio por la cienda-, que no se ha anunciado en la segunda parte del programa distribuído, debo hacer
son fines morales por sí mismos~ participan, sin embargo, de tal carácter, un poco de violencia a mi método habitual y a mi manera ordinaria de pro-
bien que de una manera indirecta y derivada. ceder.
En fin, un análisis de los sentimientos col~ctivos explicará el carácter En el curso que expongo desde hace cuatro años en la Sorbona acerca
sagrado que se atribuye a las cosas morales, análisis que no será, por 10 de- de la ciencia de las costumbres, teórica y aplicada, n¿' temo, por cierto, te-
más, sino una confirmación del precedente. ner que encarar este tema; sólo que mientra.s en los libros clásicos es éste
un asunto que se trata en primer término, yo no lo veo sino al final de mi
desarrollo; es decir, no intento explicar los caracteres generales del hecho
moral sino después de haber· pasado revista cuidadosamente y en detalle a
las reglas morales (moral doméstica, moral profesional, moral cívica, mo-
IV
ral contractual), después de haber mostrado las causas que les han dado
LA SOCIEDAD Y LA REALIDAD MORAL
nacimiento y las funciones que ellas cumplen, claro está que en la medida
que los adelantos de la ciencia lo permiten actualmente.
Contra esta concepción se objeta que ella esclaviza el espíritu,
sqmetiéndolo a la opinión moral reinante. Esto carece de importancia, pues
la sociedad que la moral nos ordena querer no es la sociedad tal cual apa- * V. nota p. 184.
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De este modo, a medida que desarrollo mi curso, recopilo un número modo, que no existe conciencia moral que no sea inmoral en algunos as-
de nociones que se desprenden directamente del estudio de los hechos pectos.
morales; y así, cuando llego a plantear el problema general, su solución se Cada conciencia individual, pues, bajo la influencia del medio, de la
encuentra preparada, desde que se apoya en realidades concretas, al pro- educación, de la herencia, ve las reglas morales a través de un prisma parti-
pio tiempo que el espíritu está ya ejercitado para ver las cosas desde el án- cular; así, por ejemplo, unos individuos se hallarán más inclinados a sentir
gulo conveniente. vivamente las norma.s de la moral cívica, mientras que será más débil en
Por lo tanto, al exponer aquí mis ideas sin precederlas de ese conjun- ellos la influencia de la moral doméstica, y recíprocamente. Otros, del mis-
to de pruebas, estoy obligado a presentarlas un poco desarticuladamente, y mo modo, experimentarán un sentimiento de profundo respeto por los con-
me veré obligado con frecuencia a reemplazar la demostración científica, tratos, por la justicia, en tanto que su representación de los deberes de la
que no es posible, por una argumentación puramente dialéctica. caridad será pálida e ineficaz. Aun los aspectos más esenciales de la moral
Pero pienso que la dialéctica, entre personas de buena fe, no es nunca son percibidos, así, de modo muy distinto por las diferentes conciencias.
cosa vana, sobre todo en este dominio moral, en el cual las hipótesis tienen No me ocuparé aquí de esas dos clases de realidad moral, sino sola-
siempre reservado un gran lugar, no obstante todas las dificultades que sue- mente de la primera, es decir, de la realidad objetiva, que sirve de punto
len presentarse. de referencia común e impersonal para juzgar las acciones.
Por lo demás, lo que me ha decidido es el aspecto pedagógico del asun- La propia diversidad de las conciencias morales individuales está de-
to. Respecto a este punto de vista, creo que las ideas que vaya exponer pue- mostrando que es imposible estudiar el problema por este lado, mientras
den encontrar ubicación en la enseñanza de la moral, enseñanza que está se desee arribar a una conclusión acerca de qué es la moral. Sería sin duda
actualmente lejos de tener la vida y la acción que serían de desear. un objeto de estudios psicológicos interesantes el buscar las condiciones
determinantes de esas variaciones individuales de la moral, pero este cami-
no no habría de servir para nosotros respecto al fin que nos proponemos
1. La realidad moral objetiva alcanzar aquí.
Por la misma razón que me desentiendo en cuanto al modo en que tal
La realidad moral se presenta ante nosotros bajo dos aspectos diferen- o cual individuo se representa a sí mismo la moral, dejo también de lado la
tes, que es necesario distinguir con absoluta claridad: el aspecto objetiva y el opinión de los filósofos y moralistas. No tomaré en cuenta sus ensayos siste-
aspecto subjetivo. máticos, producidos para explicar q ,(;onstruir la realidad moral, con la sal- I
Para cada pueblo, en un momento dado de su historia, existe una mo- vedad que lo haré así en la medid~'~n que no fuera menester ver en tales
ensayos una fundada expresión, más o menos adecuada, de la moral de sus ~
ral, y es en nombre de esta moral imperante que los tribunales condenan y
que la opinión juzga. Pero, dentro de este cuadro general, hay una cierta épocas. Y el~o por cuanto un moralista tiene ante todo una conciencia más I
moral, bien definida, para grupos particulares y determinados. amplia que las conciencias medías, es decir, una conciencia en la cual con- 1
Apoyándome, pues, en los hechos, postulo que hay una moral común vergen las grandes corrientes morales y que abraza, por lo tanto un campo
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y general para todos los hombres pertenecientes a una colectividad. más considerable de la realidad moral de su tiempo; pero me rehuso a acep- I
j
Ahora bien, fuera de esa moral común y general, existe una multitud tar sus doctrinas en cuanto explicaciones, como expresiones científicas de
de otras diversas, una multitud verdaderamente indefinida. Cada individuo, la realidad moral, ya sea pasada o presente.
cada conciencia moral particular, expresa a su manera, en efecto,' dicha He aquí, pues, el objeto de la presente investigación, he aquí definida I!
moral común: cada individuo la comprende y la ve desde un ángulo distin- la especie de realidad moral que nos proponemos estudiar.
Pero esta misma realidad moral puede ser encarada, a su vez, desde
!
f
to.
También puede ocurrir que alguna conciencia particular no se ajuste dos puntos de vista distintos:
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estrictamente a la moral de su tiempo, y al respecto se podría decir, en cierto lOSe puede tratar de conocerla y comprenderla; y

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~
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20 Se puede intentar juzgarla, apreciando en un momento dado el va- normas morales, podemos poner la rúbrica usual y deCÍr que son éstas las
lor de una moral determinada. características propias de la realidad moral.
No vaya ocuparme hoy de este segundo problema, ya que es necesa- Para alcanzar un resultado cualquiera en esta investigadón, no hay más
rio comenzar por el primero. que una forma de proceder: descubrir las diferencias intrínsecas que sepa-
Conocido el desarrollo actual de las ideas morales, es indispensable ran las normas morales de otras normas, según sus manifestaciones exte-
proceder con método, partiendo de los hechos acerca de l~s cuales se pue- riores, porque al comienzo deh investigación sólo las exterioridad es nos
de alcanzar la debida comprensión, para ver cómo se mamfiestan en ellos son accesibles.
las divergencias. Para poder juzgar, es decir, para apreciar el valor de la moral Con ese objeto, es menester encontrar un reactivo que de algún modo
común, tanto como para poder estimar el valor de la vida o el de la natur.a- obligue a poner de relieve exteriormente el carácter específico de las nor-
leza (pues los juicios de valor se aplican a cualquier realidad), es l1ecesano mas morales. El reactivo que vamos a emplear es el siguiente: observare-
comenzar, en efecto, por conocer la realidad moral. mos qué se produce cuando esas diversas normas son violadas, y veremos si
De este modo, pues, el primer requisito para estar en condiciones de no se produce nada que diferencie a este respecto las normas morales de
estudiar teóricamente la realidad moral es el de saber qué es, poder reco- las reglas técnicas.
nocerla y distinguida de otras realidades. En otras palabras: es necesario Cuando una regla es violada, se originan generalmente consecuencias
definida. molestas para el sujeto, de entre cuyas consecuencias se pueden distinguir
No es el caso, sin embargo, de dar una definición filosófica con la cual dos clases, a saber:
quede de un golpe realizada la investigación. Todo'lo que es posible y ~til a) Las que tienen lugar mecánicamente, en el acto mismo de la viola-
hacer al respecto es dar una definición inicial, provisoria, que nos permIta ción. A~Í, si yo violo la regla de higiene que me ordena preservar-
entendernos acerca de la realidad de que nos ocupamos 1 definición de todo me de los contactos sospechosos, las consecuencias de este acto se
punto indispensable de establecer bajo pena de no saber de ~ué: hablamos. producen automáticamente; es decir, la violación acarrea la enfer-
El primer asunto que se plantea, como ocurre al cOImenzo. de toda medad; por lo cual, ya que el acto ejecutado origina por sí mismo
investigación científica y racional, es, pues, el siguiente: ¿bajo qué caracte- las consecúencias de él derivadas, es posible saber por adelantado,
rística pueden distinguirse y reconocerse los hechos morales? analizando el acto, la consecuencia que se halla analíticamente im-
La moral se presenta ante nosotros como un conjunto de máximas, de plícita.
normas de conducta. Pero hay otras reglas, además de las normas morales, b) Pero cuando violo la norma que me ordena no matar, por más que
que nos seiialan la manera de actuar. Así, todas las téc~icas utilitarias están analice mi acto no justificaré jamás la condena o el castigo. Es de-
gobernadas por sistemas de reglas análogas. Es necesano, por lo tanto, bus- cir, hay entre el acto y su consecuencia una completa heterogenei-
car la diferenda característica propia de las normas morales. dad, resultando imposible deducir analíticamente de la noción de
A ese efecto, consideremos el conjunto de reglas que rigen la conduc- muerte o de homicidio la menor noción de condena, de deshonra.
ta huma~a en todas sus formas y preguntémonos si no hay otras que ofrez- El vínculo que une el acto con su consecuencia es aquÍ un vínculo
can caracteres particulares especiales. Si comprobamos que las reglas que :iÍntético.
presentan las características determinadas de este modo responden concre- Llamo sanción las consecuencias de tal modo enlazadas al acto mediante
tamente a la concepción que todo el mundo se hace vulgarmente 1 de las un vínculo sintético. Ignoro aún de dónde proviene este vínculo sintético,

1 -La noción científica de est<~ modo construida, de ninguna mant~ra es c.apaz de repro-
ducir exactamente la noción vulgar, que puede ser errónea. El vulgo puede rechazar la califi- pues de 10 contrario habría inconvenientes para conservar la expresión usual. Es de este modo.
cación de morales para normas que ofrecen todos los caracteres propios de los preceptos mo- por ejemplo, que el zoólogo habla de peces, aun cuando su concepto de pez no sea idéntico
rales. Todo cuanto es necesario hacer es que la depuración no sea .demasiado considerable, al del vulgo,
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cuál es su origen o su razón de ser; tan sólo compruebo su existencia sin ir que el mecanismo del fenómeno sea el mismo. La sanción en este caso,
más lejos por ahora. como en el precedente, no proviene del acto mismo, sino del hecho de ha-
Pero podemos, sin embargo, profundizar esta noción. Ya que las san- llarse conforme con una norma que lo ha prescripto.
ciones no resultan analíticamente del acto al cual están ligadas, es admisi- En verdad, esta especie de obligación que estamos estudiando es de
ble, pues, que yo no me encuentre castigado o condenado porque haya co- un- matiz sin duda distinto a la anterior, pero en el fondo no son ambas
metido talo cual acto. Es decir, no es la naturaleza intrínseca de mi acto la sino variedades de un mismo grupo; es decir, que no se trata de dos clases
que tiene p~T consecuencia la sanción, sino que ésta proviene de que el diferentes de normas morales, unas para prohibir y otras para ordenar, sino
acto de que se trata no está de acuerdo con la norma que lo prescribe. que son únicamente dos especies de un mismo género.
En efecto, un mismo acto, constituído por los mismos movimientos, La obligación moral está definida, pues, y esta det!nición no es caren-
alcanzando los mismos resultados materiales, se hará posible o no de con- te de interés, ya que ella hace ver hasta qué punto las morales utilitarias
dena según que exista o no una norma que lo prohiba. Es por lo tanto la más recientes y perfeccionadas han desconocido el problema moraL
exislencia de esta norma y la relación que con ella tiene el acto lo que de- En la moral de Spencer, por ejemplo, hay una ignorancia completa acer-
termina la sanción. ca de lo que constituye la obligación. A su juicio, el castigo no es otra cosa
Dc este modo, el homicidio constituye un acto infamante en tiempos que la consecuencia mecánica del acto, como puede verse especialmente
normales y no 10 es así en tiempos de guerra, porque no hay en este-último en su obra sobre pedagogía, en cuanto respecta a los castigos escolares. Es
caso un precepto que lo prohiba. Es decir, que un acto, intrínsecamente el tanto como desconocer radicalmente los caracteres de la obligación moraL
mismo, puede ser condenado hoy por un pueblo en Europa y no serlo en Esta idea absolutamente inexacta es más extensa aún. En una reciente
Grecia, simplemente porque no viole en Greda ninguna norma encuesta acerca de la moral sin Dios, se podía leer en el trabajo de un sa-
preestablecida. bío que gusta ocuparse de filosofía que el solo castigo del que puede ha-
Hemos arribado, pues, a una noción más profunda de la sanción: la blar el moralista laico es aquel que consiste en las funestas consecuencias
sanción es una consecuencia del acto, que no resulta de su propio conteni- de los actos inmorales (la intemperancia destruye la santidad, etc.).
do, sino del hecho que el acto no se halla conforme con una norma Se comprende que en estas condiciones sólo se roza el problema mo-
preestablecida. O en otras palabras: es por existir una norma dictada con ral, que consiste precisamente en hacer ver qué es el deber -concepto so-
anterioridad y porque el acto es un acto de rebelión contra esta norma, bre el que tal problema se asienta-, como asimismo en qué grado tal deber
que el mismo importa una sanción. no es una alucinación sino, por el contrario, una realidad.
Así, encontramos normas que ofrecen esta característica particular: es- Hasta aquí hemos seguido bastante de cerca a Kant. Pero si su análisis
tamos obligados a no ejecutar los actos que ellas nos prohiben, pura y sim- del acto moral se admite como particularmente exacto, necesario es conve-
plemente porque nos los prohiben. Es esto lo que se llama el carácter obli- nir que resulta, sin embargo, insuficiente e incompleto, pues nos muestra
gatorio de la norma moral. tan sólo uno de los aspectos de la realidad moral.
He aquí, pues, encontrada nuevamente, por un análisis rigurosamente En efecto, no podernos realizar un acto que no nos diga nada, simple-
empírico~ las nociones de debery de obligación, poco más o menos como eran mente porque nos sea ordenado. Perseguir un fin que nos deje fríos, que
entendidas por Kant. no nos parezca bueno, que no toque nuestra sensibilidad, es cosa psicológi-
Es verdad que hasta este momento no hemos considerado ,más que las camente imposible. Es necesario, por el contrario, que paralelamente a su
sanciones negativas (condena, pena), porque es en éstas donde se mani- carácter obligatorio, el fin moral sea deseado y deseable: esta deseabilidad es
fiesta más claramente el carácter obligatorio de la sanción. Pero hay san- una segunda característica del acto moral.
ciones de otra clase. Solamente la deseabilidad propia de la vida moral participa del carác-
Los actos ejecutados de conformidad con la norma moral son alaba- ter precedente, es decir, del carácter de obligación, y no se asemeja. por
dos; los que los realizan son premiados. La conciencia moral pública obra otra parte, a la deseabilidad de los objetos a los que nuestros deseos ordi-
entonces de otro modo: la consecuencia del acto es favorable al sujeto, aun- narios se apegan. Nosotros deseamos de una manera especial el acto orde-
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nado por la norma. Nuestro impulso, nuestra aspiración hacia aquello que no se encuentren; no faltan. sino que se hallan combinadas, según los ca-
queremos, no se cumple nunca sin una cierta pena, sin un determinado sos, en proporciones muy diversas.
esfuerzo. Aun cuando llevemos a cabo el acto moral con un ardor entusias- Hay actos que son ejecutados casi exclusivamente por entusiasmo, ac-
ta, sentimos algo así ,como si nos saliéramos de nosotros mismos, como si tos de heroísmo moral, en los cuales el papel de la obligación está muy de-
nos encontráramos dominados, como si nos eleváramos por encima de nues- bilitado y puede ser reducido al mínimun, en tanto predomina la noción
tro ser natural, lo que no ocurre sin una cierta tensión, una cierta violencia del bien. Hay otros en los cuales la idea de deber encuentra en·la sensibili-
sobre sí, teniendo conciencia, además, que estamos constriñendo toda una dad un mÍnimun de apoyo. La relación de estos dos elementos varía ade-
parte de nuestra naturaleza. más según las épocas: así, la n<}ción del deber ha sido muy débil en la anti-
De esta suerte, es necesario hacer un cierto lugar al eudemonismo para güedad, en cuyos sistemas, y aun posiblemente en la moral -en realidad,
mostrar cómo, hasta en la obligación, penetran el placer y la deseabilidad: desconocida por los pueblos-, es la idea del Soberano Bien la que predo-
hallamos un cierto encanto en cumplir un acto moral que nos es ordenado mina. Me siento inclinado a pensar que, de un modo general, ocurre lo
por la norma, deleite que proviene tan sóLo del hecho de sernas ordenado. mismo en todas las partes en que la moral es esencialmente religiosa.
Experimentamos, así, un placel' sui generis en cumplir con nuestro deber, Por último, la relación de los dos elementos varía también profunda-
porque es nuestro deber. La noción del bien penetra en la noción de de- mente dentro de una misma época, según los individuos. Uno u otro de
ber tanto como la noción de deber y obligación penetran en la del bien. El dichos elementos, de acuerdo a las conciencias, se encuentra más vivamen-
eudemonismo está en todas partes, dentro de la vida moral, tanto te solicitado, siendo muy raro que los dos tengan la misma intensidad: cada
El deber, el imperativo kantiano no es, pues, si~o un aspecto abstracto uno de nosotros, tiene su daltonismo moral especiaL Hay conciencias para
de la realidad moral. las cuales el acto moral parece sobre todo bueno, deseable; hay otras, en
En efecto, la realidad moral presenta siempre simultáneamente estos cambio, que tienen el sentido de la norma, que buscan la consigna, la dis-
dos aspectos que no pueden separarse. No ha habido nunca un acto que ciplina, que sienten horror por todo lo que es indeterminado, que desean
haya sido cumplido únicamente por deber, sino que siempre ha convenido que su vida se desarrolle siguiendo un plan riguroso y que su conducta sea
que apareciera corno bueno en cierto modo. A la inversa, no es verosímil constantemente sometida por un conjunto de normas sólidas y firmes.
admitir que haya actos puramente deseables, por la sencilla razón que exi- y hay ahí una razón de más para ponernos en guardia contra las suges-
gen siempre un esfuerzo. tiones de nuestras conciencias personales. Se conciben los riesgos de un
De la misma manera como la noción de obligación -característica pri- método individual, subjetivo; que reduzca la moral al sentimiento que tie-
mera de la vida moral- permitía criticar el utilitarismo, así también la no- ne cada uno de nosotros, ya que ha habido casi siempre aspectos esenda~
ción de bien -segunda caracterÍstica- permite poner de relieve la insufi- les de la realidad moral que, o bien no los experimentamos en absoluto, o
ciencia de la explicación que Kant ha dado acerca de la obligación moral. bien los, sentimos muy débilmente.
La hipótesis kantiana, según la cual el sentimiento de obligación sería Pero admitiendo que esas dos características de la vida moral se en-
debido a la heterogeneidad radical de la Razón y de la Sensibilidad, es difí- cuentren en todas partes donde existe hecho moral, ¿se podría aceptar, en
cilmente conciliable con este hecho de que los fines morales son, por uno tanto, que tales características están b.yo un mismo plan? ¿No, habría una
de sus aspectos, objetos de deseo. Si, en una cierta medida, la sensibilidad de ellas a la que sería converíiente darle la primacía, resultando la otra de-
tiene el mismo fin que la razón, ella no se humilla por cierto sometiéndose rivada? ¿No habría lugar, por ejemplo, para buscar si la idea de deber, de
a esta última. obligación, no ha surgido de la idea de bien, de un fin que se desea lograr?
Tales son las dos características de la realidad moraL ¿Son tan sólo ésas? He recibido una carta que me plantea el asunto que antecede y que
Absolutamente, y al respecto podría indicar otras. Pero las que acabo de me somete dicha hipótesis, 'pero me rechaza radicalmente el admitirla. Dejo
señalar me parecen las más importantes, las más constantes, las más univer- de lado todas las razones que obran en su contra; y ya que en todos los
sales. No conozco norma ni moral alguna en las que dichas características tiempos, tan antiguos como pueda uno remontarse, nos encontramos siem-
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pre con los dos caracteres coexistentes, no hay razón objetiva alguna para lega. Se halla, de tal modo, como rodeada de una aureola de santidad que
admitir un orden lógiCo de prioridad entre ellos. la aisla ... Pero, .al propio tiempo, es el objeto predilecto de nuestra simpa-
Pero aun desde el punto de vista teórico y dialéctico, ¿no se percibe tía, hallándose todos nuestros esfuerzos encaminados a procurar su desen-
que si no tenemos más deberes que los deseables, la noción misma de de- volvimiento. Es éste, precisamente, el ideal que nos esforzamos por nevar a
ber desaparecería? Nunca podrá resultar la obligación deducida de lo de- cabo tan completamente como nos es posible.
seable, porque el carácter específico de la obligación es hacer violencia, en Y si comparo, como lo hago, la noción de lo sagrado con la de moral,
cierta medida, al deseo. no es tan sólo por hacer un paralelo más o menos interesante, sino porque
Es tan imposible hacer derivar el deber del bien, o inversamente, como es harto difícil comprender la vida moral si no se la correlaciona con la
deducir el altruÍsmo del egoísmo. vida religiosa.
Se objeta que es incomprensible que nosotros podamos estar obliga- Durante siglos, la vida moral y la vida religiosa han estado íntimamen-
dos a ejecutar un acto de otro modo que no sea en virtud de su contenido te ligadas y aun absolutamente confundidas. Hoy mismo se está totalmente
intrínsec€?o Pero, desde luego, no se está autorizado en el estudio de los obligado a reconocer que esta Íntima unión subsiste en.la mayor parte de
fenómenos morales más que en el de los fenómenos psíquicos u otros a las conciencias. De aquí resulta evídente, por lo tanto, que la vída moral
negar un hecho constante tan sólo por no poder dar en el momento una ,no ha podido y no podrá jamás despojarse de todos los caracteres que tie-
explicación satisfactoria. ne en común con la vida religiosa. Cuando dos órdenes de hechos han es-
Luego, para que el carácter obligatorio de las normas sea fundado es tado tan profundamente unidos por largo tiempo, cuando ha habido entre
suficiente que la noción de autoridad moral esté fundada ella también, por- ellos, también por tiempo inmemorial, un parentesco tan estrecho, es im-
que a una autoridad moral, legítima a los ojos de la razón, le debemos obe- posible que se disocien absolutamente a tal punto que resulten extraños
diencia simplemente en virtud de que ella es autoridad moral, es decir, por uno respecto del otro. Para que tal ocurriese, sería necesario que se trans-
respeto a la disciplina. O, de lo contrario, nos sentiríamos inclinados a ne- formasen de arriba abajo, por entero, es decir, que dejasen de ser ellos mis-
gar toda autoridad moraL Que la noción haya sido mal estudiada no es un mos.
motivo para desconocer su existencia ni su necesidad. Más adelante se verá, De lo dicho se desprende, pues, que debe existir lo moral en lo reli-
además, a qué realidad observable corresponde esta noción. gioso, }' lo religioso en lo moral. Y de hecho, la vida moral de nuestros días
Cuidémonos de simplificar artificialmente, pues, la realidad moraL Al se halla plena de religiosidad. Pero por esta circunstancia, es decir, por el
contrario, conservemos con cuidado esos dos aspectos que hemos hecho de que este fondo de religiosidad no se transforme, no debe dejarse
individualizado, sin preocuparnos de aquello que parecieran tener de con- de reconocer que, en verdad, la religiosidad moral tiende a sobrevivir en
tradictorio. Ya se explicará a su tiempo esta con tradicción. una forma por completo diferente de la religiosidad teológica.
Existe otra noción, además, que presenta la misma dualidad: es la no- El carácter sagrado de la moral no es tal que deba substraerse a la crí-
ción de lo sagrado. tica, como se halla substraída a la religión. Pero, ciertamente, no hay en
El objeto sagrado nos inspira, si no el temor, al menos un rcspelo que todo esto sino una diferencia de grado, y aun ésta es bien débil aClualmen-
nos aparta de él, que nos coloca a distancia; y al mismo tiempo, es motivo te, porque para la mayor parte de los espíritus lo sagrado de la moral no se
de amor y de deseo, es decir, provoca en nosotros una tendencia a aproxi- distingue casi de lo sagrado de la religión. Lo prueba la repugnancia que
marnos, a acercarnos. He ahí, pues, un doble sentimiento que parece con- se experimenta todavía hoy de aplicar a la moral el método científico ordi-
tradictorio, pero que existe así en la realidad. nario: parece que se profana la moral, osando pensar y estudiar con los pro-
La persona humana especialmente se presenta ante nuestros ojos bajo cedimientos de las ciencias profanas. que se atenta contra su dignidad.
ese doble aspecto que acabamos de distinguir. Por una parte, nos inspira Nuestros contemporáneos no admiten todavía sin resistencia que la rea-
con respecto a otros un sentimiento religioso que nos mantiene a distan- lidad moral, como todas las otras realidades, sea entregada a la discusión
cia, y aSÍ, dentro de ese concepto, toda usurpación del dominio en que se de los hombres.
mueve legítimamente la persona de nuestros semejantes, nos parece sacrí-
50 EMILIO DURKHEIM SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 51

2. Fundamentos de la realidad moral mo, en cuyo caso mi conducta es, en cuanto a la opinión general, despro~
vista de todo valor moral.
Llego a la segunda parte de mi exposición, y es precisamente aquí cuan- Los actos que tienden, no tanto a conservar como a desenvolver mi
do experimento verdaderos escrúpulos. Después de haber determinado las ser, ¿harán má~ que esto? Ciertamente, siempre que yo busque mi desen-
características de la realidad moral, intentaría ahora explicarlas. volvimiento, no con un interés personal, ni aun por un interés estético, sino
Ahora bien, el único camino científico para llegar sería el_de clasificar en tanto tal desarrollo tenga por objeto efectos útiles para otros seres dife-
las normas morales, unas a continuación de otras, examinarlas, inventariar- rentes de mí. Pero si yo busco solamente desenvolver mi inteligencia y mis
las, intentar explicarlas, al menos las principales, determinando las causas facultades para brillar, para tríunfar, para hacer de mí una bella obra de
que les han dado nacimiento, las funciones útiles que han llenado y lle- arte, entonces mi acto jamás será considerado como moral.
nan. Es de esta manera como se podría llegar progresivamente a entrever De esta manera, el individuo que yo soy, en tanto que (:.;1.1. ha de saber
las causas generales de las cuales dependen las características esenciales que ser el fin de mi conducta moral. Los otros individuos, mis semejantes, ¿se-
les son comunes. Así procedo en mi enseñanza. Pero no pudiendo seguir rían más capaces que yo de desempeñar este papel?
aquí este sendero, me veré precisado a adoptar un procedimiento dialécti- Pero si yo no hago nada en el orden moral para conservar o des arro-
co y a adoptar un cierto número de postulados. sin demostrarlos de una .llar mi ser individual como tat ¿por qué la individualidad de otro hombre
manera tan rigurosa como sería de desear. habría de tener un derecho de prioridad sobre la mía?
Mí punto de partida, que es mi primer postulado, es el siguiente: Si el sujeto, por sí mismo, no tiene nada que pueda otorgar a sus actos
Nosotros no tenemos deberes sino frente a las conciencias; todos nues- un carácter moral, ¿por qué otro individuo, su igual, gozará de un privile-
tros deberes se dirigen a las personas morales, a los seres pensantes. gio de que el primero carece? Entre ellos no puede haber sino diferencias
¿Cuáles son estos sujetos conscientes? He ahí el problema: un acto no de grado -unos en más, otros en menos-, diferencias que permitirían ex-
puede teher sino dos clases de fines 2: plicar la distinta naturaleza que ofrece una conducta moral con respecto a
1.° El individuo que yo soy; una conducta amoral.
2.° Los otros seres diferentes de mí. En tanto la moral concediera a uno lo que niega a otro, toda su con-
Ante todo, veamos si los actos que tienen en vista únicamente el ser cepción resultaría apoyada en una contradicción fundamental; lo que es
que yo soy ofrecen un carácter moral. inadmisible para la razón, no solamente lógica sino también práctica. Por-
Para responder al asunto planteado interroguemos la conciencia mo- que es asaz difícil concebir cómo, en la realidad, esos sentimientos contra-
ral común. Es ésta, sin duda, una manera de proceder muy incierta y dictorios no habrían de adquirir conciencia de su contradicción. Una tal
alcator~a, porque corremos el riesgo de hacer hablar la conciencia común moral sería, en todo caso, singularmente incierta con respecto a aquella en
como nos piazca; sin embargo, llevado a cabo este método con buena fe, que los sentimientos pudieran adquirir conciencia, sin poner al descubier-
puede lograr sus resultados. to su inconsistencia.
Probablemente, se comenzará por contestar que nunca la conciencia Por otra parte, si uno de mis semejantes, en tanto sirviera de o~jeto a
moral ha considerado como moral un acto que mire exclusivame'nte la con- mi conducta, no supiera alcanzar un carácter moral, mi conducta no llega-
servacifm del individuo. Pero un tal acto de conservación individual puede ría a ser moral porque tomara por fin, no uno sino muchos individuos como
negar; sin duda, a ser moral en ciertas y determinadas circunstancias, como, tales. Porque si cada individuo, tomado separadamente, es incapaz de co-
por ejemplo, si yo me conservo para mi familia, para mi patria, y no en municar un va10r moral a su conducta, es decir, si no tiene por sívalor mo-
sentido contrario, es decir, si yo me conservo nada más que para mí mis~ ral, una suma numérica de individuos no podría hacer más.
Por otra parte. en cuanto respecta a los actos que dirigen a otros, tan-
to como aquellos que análogamente me dirigen a mí, no es mi propósito
sostener que la opinión, en reaJidad, les niegue siempre todo valor moral;
2 El esquema de esta argumentación está expuesto en la Ética de WUNDT. especialmente para los últimos, esto sería a todas luces contrario a la evi-
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SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 53

dencia. Digo solamente que cuando tales actos tienen un valor moral es Es preciso, pues, elegir entre Dios y la sociedad. No me propongo exa-
porque ellos miran un fin superior al individuo que yo soya a los indivi- minar aquí las razones que puedan aportarse en favor de una u otra solu-
duos que son los otros hombres. Entiendo que la moralidad q:ue les está ción, soluciones ambas que son coherentes entre sí; me limito a dejar esta-
reconocida a tales actos debe surgir necesariamente de una fuente más ele- bkddo que, desde mi punto de vista, esta elección me deja bastante indife-
vada. Esto es evidente para los actos en los cuales yo soy sujeto y objeto; y si rente, porque yo no veo en la divinidad sino a la sociedad transfigurada y
somos consecuentes con nosotros mismos; admitiremos la misma evidencia pensada simbólicamente.
como válida para los actos en los cuales yo soy sujeto y otro es el objeto. La moral comienza, pues, allí donde comienza la vida del grupo, por-
Pero si no podemos estar vinculados por el deber sino a sujetos cons- que es ahí solamente donde la abnegación y el desinterés adquieren senti-
cientes, después que hemos eliminado todo sujeto individual, no queda otro do. Uso la expresión «la vida del grupo» de una manera general. Hay sin
fin posible a la actividad moral que el sujeto sui generis formado por una duda grupos diferentes: familia, corporación, ciudad, patria, agrupaciones
pluralidad de sujetos individuales asociados de manera de formar un gru- internacionales; y aun podría establecerse, en verdad, una cierta jerarquía
po, es decir, no resta sino el s~eto colectivo. entre esos diversos grupos} dentro de la cual habría grados, correspondien-
Es conveniente advertir de nuevo aquí que la personalidad colectiva tes a las diferentes formas de actividad moral, según que esta actividad mo-
debe ser otra cosa que el total, de los individuos de que está compuesta, Tal por objeto una sociedad más pequeña o -más vasta) más elemen-
porque si no fuera más que una suma no podría alcanzar más valor moral talo más compleja, más particular o más comprensiva.
que los elementos de que está formada, que no lo. poseen por sí mismos. Pero es inútil entrar aquí en estas cuestiones. Es suficiente señalar el
Arribamos, pues, a esta conclusión: si existe una moral, un sistema de de- punto en el cual parece comenzar el dominio de la vida moral, sin que pue-
beres y obligaciones, es menester que la sociedad sea una persona da haber interés por el momento en establecer diferenciaciones, punto que
cualitativamente distinta de las personas individuales que comprende y de comienza tan pronto como hay anexión a un grupo, es decir, que se am-
cuya síntesis es el resultado. plía con sus crecimientos y que sufre sus limitaciones.
Podrá advertirse la analogía que se ofrece entre este razonamiento y Los actos que hemos aportado en el curso de nuestra exposición, ad-
aquel por el cual Kant demuestra la existencia de Dios. Kant postula la exis- quieren ahora, mediata e indirectamente, un carácter moraL
tencia de Días porque sin esta hipótesis la moral resulta ininteligible. No- Hemos afirmado que el interés ~jeno podría ser más moral, intrínseca-
sotros postulamos. en cambio, una sociedad específicamente distinta de los mente, que el propio interés. Pero en tanto que el prójimo participa de la
individuos, porque de otro modo la moral carece de objeto y el deber que- vida del grupo, en tanto que es miembro de la colectividad a la que esta-
da sin punto de apoyo. mos agregados, toma ante nuestros ojos algo de dignidad a punto tal que
Agregaremos que este postulado es fácil de verificar por la experien- nos sentimos indinados a amarlo y a quererlo.
cia. Aunque haya ya tratado frecuentemente este asunto en mis libros, me Tener apego a la sociedad es, como 10 demostraremos perfectamente
resultaría fácil agregar nuevas razones a las anteriormente dadas parajusti- más adelante, tener apego al ideal social, pues hay un poco de este ideal
ficar esta concepción. en cada uno de nosotros. Resulta natural, por lo tanto, que cada individuo
En definitiva, toda esta argumentación puede reducirse a algunos tér- participe en cierta medida del respeto religioso que ese ideal inspira.
minos por demás simples: reafirma que, con respecto a la opinión común, La anexión al grupo implica, pues, de una manera indirecta pero ne-
la moral comienza tan sólo cuando comienza el desinterés, la abnegación. cesaria, la anexión a los individuos: y es así cuando el ideal de la sociedad
Pero el desinterés no tiene sentido sino cuando el sujeto al cual nos subor- es una forma particular del ideal humano, cuando el tipo de ciudadano se
dinamos tiene un valor más elevado que los individuos en general. confunde en gran medida con el tipo genérico de hombre, al que nos sen-
Ahora bien, dentro del mundo de la experiencia, no conozco más que timos vinculados.
un sujeto que posea una realidad moral más rica, más compleja que la nues- He ahí cómo se explica el carácter moral que se atribuye a los senti-
tra, y este s~jeto es la colectividad. Me equivoco; hay otro que podría des- mientos de simpatía interindividuales y a los actos que tales sentimientos
empeñar el mismo papel: es la divinidad. inspiran. No se trata de afirmar que constituyan por sí mismos elementos
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SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 55
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la sociedad quien la hace, quien la cuida y quien la trasmite a los indivi-


intrínsecos del temperamento moral, sino que están tan estrechamente uni-
duos. Es de la sociedad de quien nosotros la recibimos. Por lo tanto, la civi-
dos -aunque indirectamente- con las disposiciones morales más esencia-
lización debe ser considerada como el conjunto de todos los bienes a los
les, que su ausencia puede ser considerada no sin razón como indicio muy
cuales atribuimos el más alto precio, la reunión de los más elevados valores
probable de una disminución de la moralidad.
humanos.
Cuando se ama a su patria, cuando se ama a la humanidad, no se pue-
Porque la sociedad es a la vez fuente y guardiana de la civilización, por-
de ver el sufrimiento de sus compañeros sin sufrir uno mismo y sin experi-
que es el conducto por el cual la civilización llega hasta nosotros; por todo
mentar la necesidad de llevarles un remedio. Pero aquello que nos liga al
ello es que se nos aparece como una realidad infinitamente más rica y más
prójimo no es nada de lo que constituye su individualidad empírica, sino
alta que la nuestra, es decü~ una realidad de la que procede todo cuanto
que es el fin superior del cual es servidor y órgano 3.
vemos y que, por ello mismo, nos supera por todas partes, alcanzando a
Estamos ahora en situación de comprender cómo existen normas, lla-
cada uno de nosotros tan sólo una pequeña porción de las riquezas inte-
madas normas morales, a las cuales es preciso obedecer porque ellas orde-
lectuales y morales de las que es depositaria.
nan, y que nos atan a fmes que nos contrarían al mismo tiempo que los
Cuanto más avanzamos en la historia, tanto más la civilización huma-
deseamos.
na se transforma en algo enorm\ Ycomplejo, en cuya medida va paulatina-
Acabamos de ver, en efecto, que la sociedad es el fin eminente de toda
mente cubriendo las conciencias individuales y haciendo sentir cada vez más
actividad moral. De donde resulta: a) al mismo tiempo que excede las con-
al individuo cómo trasciende de él. Así, por ejemplo, no basta sino recor-
ciencias individuales, les es inmanente; b) tiene todos los caracteres de una
dar que cada uno de los miembros de una tribu australiana lleva en sí la
individualidad moral que impone respeto.
totalidad de su civilización tribal, en tanto que cada uno de nosotros, con
respecto a nuestra civilización, sólo alcanza a integrar una parte realmente
a) La sociedad es un fin trascendente para las conciencias i1ldividuales.
insignifican te.
En efecto, la sociedad supera al individuo en todo sentido. Lo supera
Integramos en nosotros, pues, cierta parte de la sociedad y, por consi-
materialmente, puesto que resulta de la coligación de todas las fuerzas in-
guiente, al mismo tiempo que nos es trascendente, nos es también inma-
dividuales. Pero esta dimensión material, por sí sola, sería insuficiente. Así,
nente, y así la sentimos. O en otras palabras: la sociedad nos supera, nos
también, el universo excede al individuo, lo anonada con su inmensidad, y,
cubre, nos excede, tanto exterior como interiormente, ya que vive en noso-
sin embargo, no se dice por ello que el universo sea moral.
tros y por nosotros ..Más aún: la sociedad es, en cierto sentido, algo así como
De ahí entonces que la sociedad sea, específicamente, otra cosa que
nosotros mismos, la mejor parte de nosotros, toda vez que el hombre no es
una mera potencia material: es una gran potencia moral. Nos supera no
hombre sino en la medida en que es civilizado.
sólo física, sino también moralmente. .
Aquello que hace de nosotros seres verdaderamente humanos es pre-
La civilización es debida a la cooperación de los hombres asociados
cisamente 10 que alcanzamos ~ asimilar de ese conjunto de ideas, sentimien-
durante sucesivas generaciones; es, pues, una obra esencialmente social. Es
tos, creencias y preceptos de conducta que se llama civilización.
Hace mucho tiempo que ROUSSEAU ha demostrado que si se quita al
hombre todo cuanto le viene· por conduela de la sociedad, queda reducido
3 Es de esta misma manera cómo el sacrificio de un sabio por la ciencia puede adquirir a un ser expuesto a la mera sensación, apenas indiferenciado con respecto
indirectamente un carácter moral. La búsqueda de la verdad no es moral por sí misma, sino al animal. . .
que tal carácter depende del fin por el cual se persigue la verdad, y puede así afirmarse que
no es verdadera y plenamente moral sino cuando la ciencia es amada a causa de los efectos
Si el lenguaje, elemento social de primer orden, las ideas generales o
bienhechores que debe tener para la sociedad, para la humanidad. Pero, por otra parte, la abstractas son prácticamente imposibles, ya ello se debe, por lo tanto, el
abnegación del sabio apa~ionado por su ciencia parece excesiva, en virtud del proceso mental desenvolvimiento de todas las funciones mentales superiores.
que implica, si se la compara con la abnegación propiamente moral, ya que no participa, en Abandonado a sí mismo, el individuo caería bajo la dependencia de
una cierta medida, de los sentimientos que esta última despierta.. Tiene tan sólo, pues, un
aspecto de moralidad.
las fuerzas físicas. Si ha podido escapar a ellas, si ha podido liberarse, for-
S6 EMILIO DURKHEIM SOCIOLOGíA Y FILOSOFÍA 57

marse una personalidad, en fin, es porque ha logrado ponerse a cubierto Restaría examinar ahora, ciertamente, si en el heclto corresponde a este
de tales amenazas b~o la protección de una fuerza sui generis; esta fuerza origen el que las normas morales posean la autoridad que las hace apare-
intensa, inteligente y moral, resultado de la coalición de todas las fuerzas cer como obligatorias ante nuestras conciencias. Tal como ya lo he dicho
individuales, es así, en consecuencia, la que es capaz de neutralizar las ener- desde el comienzo, es éste un examen que me es imposible considerar aquí.
gías ciegas (inintelligentes el amorales) de la naturaleza: esta fuerza es la fuer- Todo cuanto puedo afirmar es que hasta el presente no he encontrado to-
za colectiva. davía, en el curso de luís investigaciones, una sola norma moral que no sea
Las teorías demuestran que el hombre tiene derecho a la libertad. Pero el producto de determinados factores sociales. Yo espel-o que se me señale
tales demostraciones adquieren valor, ciertamente, tan sólo en cuanto esa alguna que pareciera exigir una explicación diferente.
libertad deviene una realidad dentro de la sociedad y en virtud de ella. Por lo demás, el hecho -establecido hoy de una manera incontrasta-
De este modo, pues, querer a la sociedad es, por una parte, querer algo ble- que todos Los sistemas morales practicados efectivamente por los pue-
que nos cubre y nos supera; pero es al mismo tiempo querernos a nosotros blos son una función de la organización social de esos pueblos, gozan de
mismos y así, no podríamos pretender salimos de la sociedad sin querer las condiciones de su estructura y varían con ella, ¿no es por sí mismo sufi-
dejar de ser hombres. cientemente demostrativo?
No se trata de dilucidar aquí si la civilización nos ha aportado más bien- Es verdad que Liempo hubo en que se atribuía esta diversidad de for-
estar, pero lo que resulta indudable es que desde el momento en que so- mas de moral a la ignorancia o a la ceguera de los hombres; pero la histo-
mos civilizados no podemos ya renunciar a la civilización sin renunciar a ria ha establecido que, salvo casos anormales, cada sociedad tiene en líneas
nosotros mismos. generales la moral que ha menester, y que otra diferente no sólo no sería
El asunto fundamental que se plantea al hombre no es de saber si pue- posiblc sino que incluso llegaría a ser fatal para la socicdad que la practica-
de o no vivir fuera de una sociedad, sino en qué sociedad quiere vivir; y en ra.
este sentido yo reconocería gustosísimo a todo individuo el derecho de adop- La moral individual, como algunas veces se ha dicho, no escapa a esa
tar la sociedad de su elección. supuesto que no se hallare detenido en su ley, pues está ciertamente colocada en el más elevado nivel social. En cfec-
sociedad natal por deberes previamente contraídos. to, aquello que la moral individual nos ordena realizar es precisamente el
De aquí, pues, que se explique sin esfuerzo cómo la sociedad, al mis- tipo ideal del hombre tal como lo concibe la sociedad que consideramos,
mo tiempo que constituye un fin que nos supera y domina, puede lo que equivale a decir que todo ideal social es concebido a su imagen por
aparecérsenos como buena y deseable, desde que llega a todas las fibras de cada sociedad particular. Así, el ideal del romano o el ideal del ateniense
nuestro ser y goza, por consiguiente, de todos los caracteres esenciales que estaban estrictamente en relación con la organización propia de cada una
hemos reconocido como propios de los fines morales. de sus respectivas ciudades.
Ese tíP9 ideal que cada sociedad exige realizar a sus miembros, ¿no es
b) La sociedad es al propio tiempo una autoridad moral. precisamente la piedra angular de todo el sistema social y aquello que hace
Este enunciado es, en verdad, una consecuencia de todo cuan lO que- su unidad?
da dicho. Porque, ¿qué es una autoridad moral sino el carácter que Al propio tiempo que de estc modo resultan) pues, inteligibles los dos
atribuÍmos a un ser, no importa si real o ideal, que concebirnos como cons- caracteres del hecho moral, al propio tiempo que se interpretan tales ca-
tituyendo una potencia moral superior a la que nosotros poseemos? Lue- racteres en cuanto ellos expresan, queda de relieve aquello que hace su
go, el atributo característico de toda autoridad moral es imponer respeto~ unidad; tales caracteres no son sino dos aspectos de una sola y misma reali-
yes en virtud de este respeto precisamente que nuestra voluntad a<;:epta las dad, que es la realidad colectiva.
órdenes que ella dispone. La sociedad nos ordena porque es exterior y superior a nosotros. En-
La sociedad tiene en sepues, todo cuanto es necesario para propor- tre la sociedad y nosotros existe, así, una distancia moral que hace de la
cionar a ciertas normas de conducta el mismo carácter imperativo, distinti- sociedad una autoridad ante la cual se inclina nuestra voluntad. Pero por
vo de la obligación moral. otro lado, amamos y deseamos la sociedad, la amamos y la deseamos por-
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SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 59

que nos es interior, porque está en nosotros, porque es, en fin: un p~co de gan el mismo carácter, que sean también distinguidos entre todos los otros
nosotros mismos, bien que tal sentimiento exprese un deseo SUl generts, toda deseos humanos, que gocen de un prestigio, que posean una energía que
vez que, no obstante cuanto hagamos, la sociedad no alcanza a ser nunca los destaque de entre todos los movimienlos de nuestra sensibilidad.
nuestra sino en mínima parte, pues el .dominio que ejerce sobre nosotros Ahora bien, los sentimientos colectivos satisfacen la presente condición,
es infinito. precisamente porque tales sentimientos constituyen el eco, en nosotros, de
Se puede comprender, finalmente¡ desde este mismo punto de vista, la grande voz de la colectividad, es decir, hablan al interior de nuestras con-
ese carácter sagrado que las cosas morales han tenido siempre y todavía po- ciencias con un tono por completo diferente que el de los sentimientos pu-
seen, carácter que constituye una verdadera religiosidad sin la que no sería ramente individuales. Los sentimientos colectivos nos hablan más alto y tie-
posible la existencia de la ética. ~ . nen, por la misma razón de su origen, una fuerza y un ascendiente
Yo parto de esta observación: los objetos no tienen valor por SI mIS- particularísimos. Se concibe, pues, que las cosas a las cuales se vinculan es-
mos. tos sentimientos, participen de su mismo prestigio, que sean apartadas y
Esta verdad se aplica también a las cosas económicas. La antigua teo- elevadas por sobre las otras, con la misma gran distancia que separa entre
ría económica, según la cual existirían valores oqjetivos inherentes a las co- sí estas dos clases de estados de conciencia.
sas, indep_endientemente de nuestras representaciones, casi no tiene adep- De ahí es de donde procede ese carácter sagrado del que actualmente
tos actualmente. se halla investida la persona humana, carácter que no le es inherente por
Los valores son productos de la opinión y, en consecuencia, las cosas naturaleza.
adquieren valor sólo respecto a determinados estados de conciencia. En las En efecto, analícese el hombre tal cual se ofrece al análisis empírico y
épocas en que el trabajo manual ha estado estigmatizado por un descrédi- no se hallará nada que implique esa sanüdad, ya que todo en él es tempo-
to moral, su valor reconocido y medido según la retribución de que era ral. Pero lo cierto es que, por efecto de causas que no es nuestro propósito
o~jeto} resultaba inferior al que le atribuimos hoy. A este respecto, podrían buscar en este Ínstante, la persona humana se ha convertido en el objeto al
multiplicarse los ejemplos. cual la conciencia de los pueblos europeos se ha adherido más que a otro
Este concepto es aplicable tanto a cosas morales como a objetos eco- alguno, habiendo -adquirido así, de pronto, un valor incomparable. Es la
nómicos. Cuando afirmamos que ciertas cosas son sagradas, entendemos sociedad la que la ha consagrado.
que eUas tienen un valor inconmensurable con respecto a los otros valores Esa de aureola que rodea y protege al hombre contra los des-
humanos. Es por esto que todo lo sagrado se aparta, adquiriendo una valo- bordes sacrílegos, no la posee naturalmente, sino que es la forma cómo la
ración que no admite una medida común con aquello que es profano. sociedad lo imagina, la alta estima que le brinda, proyectadas fuera y
Las cosas morales, por su parte, gozan ciertamente de este mismo ca- o~jetívadas.
rácter; pues nunca admitimos, más aún, jamás -según mis conocimientos- De esta manera, nos encontramos con que, muy lejos de ese antago-
los hombres han admitido que un valor moral pueda ser expresado en fun- nismo que frecuentemente se ha aceptado entre individuo y sociedad, el
ción de un valor de orden económico o -como 10 diría gustosamente- de individualismo, el culto del individuo humano, es en realidad obra de la
orden temporaL misma sociedad. Es la sociedad la que lo ha instituído, la que ha hecho del
P-odemos en ciertos casos, en nombre de la debilidad humana, excu- hombre un dios del cual ha venido a ser su servidora.
sar al hombre que ha sacrificado su deber para conservar su vida, pero nunca Es posible que de este modo pueda representarse mejor aquello que
llega'ríamos a proclamar como legítimo este sacrificio y menos aún con mé- es esta sociedad, en la ,cual yo creo encontrar la fuente y el objeto de la
ritos para ser apJ;obado. De donde resulta que la vida es, entre todos los moral.
bienes profanos, amorales, aquel que naturalmente apreciamos más, por- Se me ha imputado algunas veces el dar así a la vida moral una finali-
que es la condición de todos los otros bienes. dad bien pobre, al mismo tiempo que brindarle una escena demasiado es-
Pero entonces, para que las cosas morales puedan ser deb~damentc dis- trecha.
tinguidas es preciso que los sentimientos que determinan sus valores ten-
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Sin duda que si no se ve en la sociedad más que el grupo de individuos Pero aquí, como antes, la ciencia de lo real nos coloca en situación de
que la componen, el habitat que ocupan, el reproche se justifica sin esfuer- modificar lo real y de dirigirlo. La ciencia de la opinión moral nos provee
zo. Pero la sociedad es otra cosa: es, ante todo) un conjunto de. ideas, de de medios para juzgar la opinión moral y, según la necesidad, también para
creencias, de sentimientos de las más diversas clases, amalgama que se lle- rectificarla. Deseo proporcionar al respecto algunos ejemplos de rectifica-
va a cabo por los individuos. cióñes posibles, cuya lista no queda de ningún modo agotada.
En el primer plano, dentro de todas estas ideas, se encuentra el ideal Por lo pronto, puede ocurrir que por efecto de una tormenta pasaje-
moral, en el cual vemos la principal razón de ser de la sociedad. Querer la ra, algunos de los principios fundamentales de la moral se eclipsen momen-
sociedad es, pues, querer este ideal a punto tal que preferiríamos a veces táneamente en la conciencia pública, de tal modo que llegue en un deter-
verla desaparecer como entidad material antes que renegar del ideal que minado instante a no experimentar su influencia y que, más aún. los nie-
ella encarna. gue, ya sea teórica o prácticamente, es decir, en forma explícita yen la rea-
Una sociedad es un hogar de intensa actividad intelectual y moral, cuyo lidad de las cosas. La ciencia de las costumbres puede incitar a esta con-
resplandor se percibe de lejos. ciencia moral, temporariamente obscurecida, para que retorne a lo que
De las acciones y reacciones que intercambian los indivíduos se des- anteriormente era en forma permanente; y desde luego, oponiendo durante
prende una vida mental enteramente nueva, vida mental que transporta ,un cierto tiempo a la alteración transitoria la forma permanente, afirman-
nuestras conciencias a un mundo del cual no tendríamos idea alguna en do el principio de tal modo negado, es decir, superando el carácter agudo
tanto hubiéramos vívido aislados. y transitorio de la crisis que lo ha ensombrecido, se puede, en nombre de
De todo esto nos percatamos perfectamente, sobre todo en épocas de la ciencia, despertar las dudas racionales acerca de la legitimidad de dicha
crisis, cuando algn gran mo-vimiento colectivo nos embarga por comple- negación,
to, nos solevanta por encima de nosotros mismos, nos ttansfigura. Lo cual Siguiendo siempre el mismo método, puede hacerse más aún y mos-
no significa que si experimentamos esta acción más débilmente en el curso trar cómo este principio está en relación con tales o cuales condiciones esen-
ordinario de la vida, porque es ella menos víolenta y aguda, no por eso deja ciales constantemente actuales de nuestra organización social, de nuestra
de ser menos real. mentalidad colectiva; y, por lo tanto, poner en evidencia cómo no es posi-
ble desconocer ese principio sin negar también las condiciones de la exis-
tencia colectiva y, en consecuencia, de la existencia individuaL
3. Juicios sobre la moral Si, por ejemplo, en un momento dado, la sociedad tiende, en su con-
JUIltO) a perder de vista los derechos sagrados del individuo, ¿no se podría,
Procuraré ser muy breve en esta tercera parte de mi exposición. La he acaso, corregirla con autoridad, recordándole cómo el respeto a tales dere-
íncluído tan sólo para facilitar la discusión acerca de una objeción que me chos está estrechamente ligado a la estructura de las grandes sociedades
ha sido hecha con frecuencia y que se apoya, a mi juicio, en una mala in- europeas, a todo el conjunto de nuestra mentalidad, a tal punto que negar-
terpretación. lo bajo el pretexto de intereses sociales es negar los propios y más esencia-
Se dice que concebir la moral en la forma que dejo expuesta excluye les intereses sodales?
la posibilidad de juzgarla. Puede lograrse igualmente -fuera de la moral constituída, que se man-
Parecería que por ser la moral un producto de la colectividad, se ha tiene por la fuerza de la tradición- que las tendencias nuevas nazcan con
de imponer necesariamente al indivíduo en forma tal que éste 'quede redu- más o menos conciencia de sí mismas. La ciencia de las costumbres puede
cido a aceptarla pasivamente, incluso sin tener nunca el derecho de rebe- entonces permitirnos tomar partido entre estas formas divergentes de la
larse contra la moral, cualquiera que ella sea. De este modo, es evidente moral: puede enseñarnos, por ejemplo, que la primera corresponde a un
que estaríamos condenados a seguir siempre la opinión, sin poder levan- estado de cosas que ha desaparecido o que está en VÍas de desaparecer; que
tarnos nunca, con recta razón, en su contra. las ideas nuevas que se encuentran en trance de surgir se hallan, por el
contrario, en relación con los cambios sobrevenidos dentro de las condi-
62 EMILIO DURKHEIM SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 63

ciones de la existencia colectiva, exigida precisamente por tales cambios, ver, por el contrario -aun sin proponerse ser sistemáticamente ecléctico-,
Es decir, que la ciencia de as costumbres puede, ayudarnos a precisar y de- que tal concepción d<:ja lugar a todos los puntos de vista y, en particular, a
terminar todas estas y muchas otras ideas. tos que son de ordinario los más opuestos.
No estamos obligados en absoluto, pues) a inclinarnos dócilmente ante Me he dedicado especialmente a mostrar, pues, cómo .es.ta concepción
la opinión moral. Más aún: podemos considerar legítimo el rebelarnos con- permite tratar empíricamente los hechos morales, dejándoles su carácter
tra ella. En por uno de los motivos que se han enumerado, puede sui generis, es decir, esa religiosidad que les es inherente y que los separa
ocurrir que juzguemos de nuestro deber el luchar contra ideas morales que del conjunto de fenómenos humanos. De este modo se salva el empirismo
sabemos anticuadas, meras supervivencias, contra las cuales nos parezca ser utilitario que quiere explicar racionalmente la moral, pero que intenta ha-
el medio más eficaz el de negar su validez, no sólo en el campo teórico cerlo negando sus caracteres racionalmente específicos y rebajando sus no-
sino también en el terreno práctico de los hechos. En asuntos de este or- ciones esenciales al mismo nivel que las nociones fundamentales de las téc-
den se presentan indudablemente casos de conciencia siempre delicados, nicas económicas; como, asimismo, se sortea el apriorismo kantiano que
casos que no pretendo resolver aquí en forma simplista. con cuya aclara- brinda un análisis relativamente fiel de la conciencia moral, pero que es
ción queda a salvo que mi deseo es tan sólo indicar el método mediante el más descriptivo que explicativo; y se delermina la noción del deber mediante
cual es posible plantearlos. razones de orden experimental y sin excluir aquello que justificadamente
Ahora bien, cualquiera sea el estado de este asunto, no podemos aporta el eudemonismo.
rar a otra moral que aquella que reclama nuestro estado social. Hay allí un Es que todas estas maneras de ver que se oponen en el dominio de los
punto de referencia objetivo al cual deben estar siempre referidas nuestras moralistas, no se excluyen, en verdad, sino en el terreno de lo abstracto:
apreciaciones. La razón que juzga en estas materias no es, pues, la razón no hacen, en efecto, sino expresar diferentes de una realidad com-
individual, movida quién sabe por qué inspiraciones interiores, por qué pleja, lo cual queda en evidencia por la misma circunstancia de hallarlas a
preferendás personales, sino que es la razón apoyada en el conocimiento todas ellas, cada una en su lugar, tan pronto como se lleva la observación
tan metódicamente elaborado como sea posible- de una dada realidad: la sobre esa realidad y se procura conocerla dentro de su misma compleji-
realidad sociaL dad *
Es de la sociedad y no de mí de quien depende la moral. y, sin duda,
es muy frecuente que nos encontremos obligados a tomar un partido res-
pecto a estos asuntos sin esperar a que la ciencia se encuentre lo bastante
adelantada para guiarnos; o en otras palabras: las exigencias de la acción
nos crean frecuentemente la necesidad de adelantamos a la ciencia. En tal
caso, hacemos naturalmente como podemos, reemplazando la ciencia me-
tódica -que es imposible- por una ciencia sumaria prematura, completa-
J

da mediante inspiraciones de la sensibilidad. Pues no se trata de pretender


que una ciencia, nacida ayer, se halle en condiciones de gobernar
soberanamente la conducta. Mi deseo ha sido tan sólo mostrar que esta cien-
cia no nos impide apreciar lo real, sino que, por el contrario, nos propor-
dona los medios de apreciación razonada.
Tal es -tanto como es posible exponerlo en el curso de una diserta-
ción- la concepción general de los hechos morales a que me han conduci- * Extracto del Bulletin de la Sociité Franfoise de PhilosoPhie, El profesor Durkheim había
do las investigaciones que he hecho sobre este problema desde hace algo hecho conocer a los miembros de la Sociedad las tesis que reproducimos aquí. Las hacemos
más de veinte años. Se la ha mirado algunas veces como esu'echa. Yo espe- seguir de una parte de la discusión que tuvo lugar en la sesión del 1 1 de febrero de 1906. (Nota
ro que, mejor comprendida, ha de dejar de ser considerada así. Se podrá del profesor Bouglé).
CAPÍTULO TERCERO
RESPUESTA A LAS OBJECIONES

1
ESTADO DE LA SOCIEDAD Y ESTADO DE LA OPINIÓN 1

He sostenido que el punto de referencia con respecto al cual deben


ser establecidas nuestras predicciones en cuanto al porvenir de la moral es}
no el estado de la opinión, sino el estado de la sociedad, tal cual se da real-
mente o tal como parece llamada a ser en virtud de causas necesarias que
dominan la evolución,
En tal sentido, lo que importa saber es el concepto de sociedad, es de-
cir, qué es la sociedad y no el modo según el cual la sociedad se concibe a
sí misma, que puede ser erróneo. Así, por ejemplo, el problema consiste
actualmente en buscar aquello que la moral debe ser dentro de una socie-
dad como la nuestra, caracterizada por una concentración y una unifica-
ción crecientes, por una multitud siempre mayor de vías de comunicación
que ponen en relación sus distintas partes, por una absorción de la vida
local por la vida general, por el consiguiente vuelo de la gran industria,
por el desenvolvimiento, en fin, del espíritu individualista que acompaña
- esta centralización de todas 1as fuerzas sociales.
En cuanto se refiere a las confusas aspiraciones que nacen por todas
partes, ellas deben ser vistas como la forma con que la sociedad, o para de-
cir mejor, las diferentes partes de la sociedad, se representan este estado
de cosas y los medios de encararlo, fuera de lo cual dichas aspiraciones no
alcanzan a tener otro valor.
Ciertamente, esas aspiraciones constituyen preciosos elementos de in-
formación) pues traducen algo de la realidad social subyacente. Pero cada

J En respuesta a una observación de D. PAlWD!.


66 EMILIO DURKHEIM
SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 67

una de tales aspiraciones no expresa sino un aspecto, y aun no lo expresa SÓCRATES expresaba más fielmente que sus jueces la moral que conve-
siempre con fidelidad. nía a la sociedad de su época. Al respecto, sería fácil mostrar que una nue-
, Así, las pasiones y los prejuicios que se colocan siempre de su parte, va fe religiosa y moral se había hecho necesaria a Atenas, como consecuen-
no permiten que esa expresión alcance su debida exactitud. Es a la ciencia cia de las transformaciones por las que había pasado la vieja organización
a quien corresponde lograr la verdadera realidad social y expresarla debi- gentilicia y como resultado de la subsiguiente conmoción en las creencias
damente, y es sobre una tal realidad, de este modo conocida, que el sabio religiosas que tal hecho había provocado. Y sería fácil asimismo hacer ver
debe hacer descansar sus juicios anticipados. que esa aspiración hacia fórmulas nuevas no fue sentida tan sólo por
Sócrates, que tuvo a su favor un poderoso antecedente en todo cuanto los
En verdad, para poder tratar el problema moral práctico, tal cual se sofistas habían ya expresado. He ahí en qué sentido Sócrates se anticipó a
plantea actualmente, es necesario conocer las tendencias antagónicas en su época al enunciarlo.
que se divide la sociedad como, por ejemplo, la corriente socialista, en sus
diferentes formas, y su contraria, la corriente mística, etcétera. Pero el sa-
bio puede estar seguro de antemano que ninguna de tales aspiraciones le
podría satísfacer b<!io la forma que hubieren tomado espontáneamente, 1,
II
aunque puedan presentar, sin embargo, más verdad práctica unas que otras
y merecer, por este motivo, una cierta preferencia. LA RAZÓN INDIVIDUAL Y LA REALIDAD MORAL 2
El papel de la ciencia no se limita, pues, a introducir a priori un poco
más de claridad dentro de las tendencias de la opinión. Es el estado de la El individuo puede substraerse parcialmente a las normas existentes,
sociedad y no el estado de la opinión el que es necesario alcanzar a cono- en tanto acepte la sociedad tal cual es y no tal como se le ofrece, es decir,
cer. en tanto quiera una moral adaptada al estado actual de la sociedad y no a
Empero, es difícilmente admisible que la opinión no exprese nad<:l de un estado social históricamente pasado u otro cualquiera.
real, es decir, que las aspiraciones de la conciencia colectiva sean puras alu~ El propio prin,cipio de la rebelión es, pues, el mismo principio que rige
dnaciones. Bien que algunas de ellas no tengan ninguna relación con la el conformismo: es a la naturaleza verdadera de la sociedad a la que el indi-
investigación científica, debe admitirse sin embargo que los resultados de viduo se adapta cuando obedece a la moral tradicional y es también a la
la investigación -si ha sido metódíca- verificarán algunas de estas aspira- naturaleza verdadera de la sociedad a la que sigue cuando se rebela contra
ciones, teniendo al propio tiempo oportunidad para aclararlas, precisarlas esa misma moral.
y completarlas entre sí. En el reino moral, como en todos los otros reinos de la naturaleza} la
Por otra parte, el sabio o el filósofo que pretendiera preconizar una razón del individuo no tiene privilegios en tanto que razón del individuo.
moral en la cual la opinión no tenga la menor participación, haría un vano La sola razón por la cual es posible legítimamente reivindicar en cualquier
intento, ya que una tal moral sería letra muerta, y semejante discordancia parte el derecho a intervenir y a elevarse por encima de la realidad moral
bastaría para que un espíritu prudente y metódico entrara en desconfianza histórica. con miras a reformarla, no es mi razón ni la vuestra, sino la razón
frente a las conclusiones alcanzadas por ellos, deducidas conforme a su cri- humana, impersonal, razón que no se verifica verdaderamente sino en el
terio. ' campo de la ciencia.
He ahí cómo en la práctica el papel de la reflexión ha consistido siem- Del mismo modo como las ciencias de las cosas físicas nos permiten
pre, más o menos, en una ayuda a los contemporáneos para que llegaran a corregir éstas, la ciencia de los hechos morales nos pone en condiciones
adquirir conciencia de sí mismos, de sus necesidades, de sus sentimientos. de rectificar, modificar y dirigir el curso de la vida moral.
La ciencia de la moral, tal cual yo la entiendo, no es sino un empleo
más metódico de la reflexión puesta al servicio de este mismo fin.
2 En respuesta a una observación dejuLlÁN DARLu.
68 EMILIO DURKHEIM SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 69

Pero la intervención de la ciencia, en ese sentido, tiene por objeto subs- este modo es lisa y llanamente la ciencia, en particular la ciencia de los he-
tituir el ideal colectivo de hoy por otro ideal, de ningún mono individual o chos morales.
que exprese a una determinada personalidad particular, sino por un ideal Todos mis esfuerzos procuran, precisamente, sacar la moral del
también colectivo, es decir, que refleje a una colectividad mejor compren- s1!_~jetivismo sentimental en que se halla sumida, subjetivismo que es en de-
dida. finitiva una forma o bien del empirismo o bien del misticismo, dos modos
La ciencia de los hechos morales, tal como yo la entiendo, es precisa- de pensar estrechamente emparentados.
mente la razón humana aplicada al orden moral, tanto con el fin de cono~ Por otra parte, me parece superfluo agregar, dentro del mismo terre-
cería y comprenderlo desde sus mismos orígenes cuanto con el objeto de no, que no podemos reformar la moral sino cuando la ciencia se halla lo
dirigir sus subsiguientes transformaciones. bastante avanzada para indicarnos las reformas útiles que podemos llevar a
No hay en todo esto sentido j)roPio. Al contrario., este empleo metódico cabo.
de la razón tiene por principal finalidad substraernos, tanto como sea posi- De todo ello resulta claro que es necesarÍo vivir y que debemos hacer
ble, a las sugestiOl~es del sentido propio para dejar hablar las cosas por sí progresar constantemente la ciencia. En tal caso, es natural que proceda-
mismas. Las cosas -tal como aquí se emplea esta palabra- significan el esta- mos como podamos, sÍlviéndonos de los rudimentos de conocimientos cien-
do presente de la opinión moral en sus relaciones con la realidad social, ,tít1cos de que disponemos, completándolos por medio de nuestras impre-
que tal opinión debe expresar. siones, de nuestras sensaciones, etcétera.
Pienso que hay ahí entre nosotros una divergencia, acerca de la cual No podemos negar, es verdad, que por tal camino corremos más ries-
conviene tomar debido conocimiento antes que intentar disimularla. Se gos. llero a veces es necesario arriesgarse.
concibe la rebelión contra la tradición moral como una revuelta del indivi- Todo cuanto yo deseo probar es que la actitud que creo poder adoptar
duo contra la colectividad, es decir, de nuestros sentimientos personales dentro del estudio de los hechos morales no me condena a una especie de
contra los sentimientos colectivos. En cambio, lo que yo opongo a la colec- optimismo resignado ...
tividad -dentro de este concepto de rebelión- es la propia colectividad, pero jULIÁN DARLU presenta como una evidencia que existan infinitamente
una colectividad más y mejor dotada en cuanto a la conciencia de sí mis- más cosas en la coriciencia de un «individuo que dentro de la sociedad más
ma. compl~ja y perfecta». Yo confieso que, en cuanto a mí, es lo contrario pre-
¿Podría decirse que esa conciencia más elevada de sí misma no la ad- cisamente lo que me parece evidente.
quiere verdaderamente la sociedad sino dentro de y por un espíritu indivi- El conjunto de bienes intelectuales y morales que constituye la civiliza-
dual? Absolutamente, pues esa conciencia más elevada no la logra cierta- ción en cada momento de la historia tiene por asiento la conciencia de la
mente la sociedad sino por la y la ciencia no es algo particular del colectividad y no la del individuo. Cada uno de nosotros no alcanza a asi-
individuo, es un o~jeto social el impersonal de primer orden. mílar sino fragmentos de ciencias y, asimismo, disfruta tan sólo de algunas
En verdad, los derechos que de este modo yo reconozco a la razón son impresiones estéticas.
considerables. Pero es menester explicarse acerca de esta palabra razón. Es dentro de la sociedad y por la sociedad que la ciencia y el arte vi-
Si se entiende por ahí que la razón posee por sí misma, en un estado ven, en cambio, en toda su plenitud.
inmanente, un ideal moral, en cuyas condiciones la razón podría y debiera ¡Se habla de la riqueza moral del individuol Pero de las múltiples co-
oponerse al otro ideal perseguido por la sociedad en cada momento de su rrientes morales que trab,yan nuestra época, cada uno de nosotros percibe
historia, entonces afirmo que este aP1iorismo es una aseveración arbitraria apenas una, aquella que atraviesa el propio medio individual, y aun así no
contradicha por todos los hechos conocidos. alcanza a tener de ella sino una sensación fragmentaria y superficial.
La razón a la que yo recurro es la razón aplicada metódicamente a una ¡Cuánto más rica y compleja es la vida moral de la sociedad, con sus
dada materia, en este caso la realidad moral del presente y del pasado, para aspiraciones de toda clase que se complementan o se entrechocanl Pero
alcanzar a saber qué es ella, procurando deducir consecuentemente del es- nosotros no sabemos casi nada todavía de esa intensa actividad que fermenta
tudio teórico sus respectivos resultados prácticos. La razón entendida de en derredor nuestro ...
SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 71
70 EMIUO DURKHEIM

lugar. Los antiguos deberes han perdido su imperio, sin que veamos toda-
De todas las normas morales, las que se refieren al ideal del individuo
vía con claridad y ojo seguro cuáles son nuestros nuevos deberes.
son las que permiten más fácilmente establecer el origen social.
Ideas divergentes dividen los espíritus. Atravesamos un período de cri-
El hombre que nosotros procuramos llegar a ser es el hombre de nues-
sís. No es asombroso, pues} que no experimentemos el ímp'~rio de las nor-
tra época y de nuestro medio. Es evidente que cada uno de nosotros colo--
mas morales actuales tanto como en el pasado. No es posible, por consi-
rea a su manera este ideal común, lo sella con su individualidad, del mis-
guiente, que tales no~mas se nos aparezcan tan desde que son en
mo modo que cada uno practica a su manera la caridad, la justicia, el pa-
inexistentes.
triotismo, etc.
Resulta de ahí que la moral se presenta ante nuestros ojos menos como
Pero se trata tan poco a este respecto de una construcción individual,
un código de deberes, como una disciplina definida que nos obliga, que
que en ese ideal, así concebido, es en el que comulgan todos los hombres
como un ideal entrevisto -aunque fuera completamente impreciso todavÍa-
de un mismo grupo y que hace especialmente su unidad moraL
que nos atrajera.
Así, el romano tenía su ideal de la perfección individual en relación
El fermento de la vida moral es, así, menos un senlimiento de defe-
con la constitución de la ciudad romana, del mismo modo que nosotros
rencia hacia un imperativo indiscutido que una de aspiración ha-
tenemos el nuestro en relación con la estructura de nuestras sociedades con-
. da un objetivo elevado aunque incierto.
temporáneas. Es, por lo tanto, una ilusión asaz grosera el creer que noso-
Por aquí se ve de nuevo como es preciso entrar en desconfianza acer-
tros hemos engendrado libremente este ideal en nuestro fuero interno.
ca de las conclusiones que podemos estar tentados de deducir de una ex-
periencia demasiado compendiada y breve.
Bien. Hechas estas salvedades, entro al fondo de] asunto que me ha
planteado el prof. jAcon.
III Es verdad, sí, que procuro conservar el carácter sagrado de la moral, y
EL SENTIMIENTO DE OBLIGACIÓN Y EL CARÁCTER SAGRADO procuro conservarlo, no porque intente responder a talo cual aspiración
DE LA MORAL 3 de que participe oque me atraiga, sino porque ello es lo que me dicen los
hechos.
El sentimiento de obligación varía sin cesar en forma tal que si se pier- Desde el momento que, en todas partes, la moral aparece dentro de la
de de vista este sentido de la variabilidad, puede hasta llegar a creerse por historia como impregnada de religiosidad, resulta imposible que se despo-
momentos que desaparece, tan sólo porque cambia. Es esto lo que se pro- je totalmente de este carácter; de lo contrario, dejaría de ser ella misma.
duce actualmente en nuestra sociedad francesa. Un hecho no puede perder, en efecto, uno de sus atributos. esenciales
Yo me encuentro muy inclinado a ver que otro es el aspecto de esta sin cambiar de naturaleza. De tal modo, la moral no sería más moral si no
cuestión hoy en día, el aspecto deseable de la moral que predomina en tuviera nada de religiosa. Así, por ejemplo~ el horror que inspira el crimen
muchas conciencias contemporáneas. Haya este respecto razones que no es desde todo punto comparable al que el sacrilegio inspira a los creyentes;
es posible dejar de atender. y el respeto que nos provoca la persona humana es, asimismo, bien difícil
En efecto, para que el sentimiento de obligación adquiera todo su re- de distinguir de otro modo que no sea por los matices del respeto que el
lieve es menester que posea una moral perfectamente constituida de morlo devoto de todas las religio l1es tiene por las cosas que él considera sagradas.
tal que se imponga a todos sin objeción. Ahora bien, la moral tradicional Pienso, eso sÍ) que este concepto de sagrado puede alcanzarse única-
está sacudida hoy, sin que ninguna otra se haya formado para ocupar su mente en términos laicos~ y en tal sentido me esfuerzo por hacerla com-
prender.
He ahí, en pocas palabras, el rasgo distintivo de mi actitud: en lugar
de desconocer y de negar -como lo hacen los uti1itarios- todo cuanto hay
3 En respuesta a una observación de B.JACOS. de religioso en la moral; en lugar de convertir esta religiosidad en la
72 EMILIO DURKHElM SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 73

hipóstasis de un ser trascendente de acuerdo con la teología espiritualista, apartadas, sino que es una prueba de la solución de continuidad que existe
yo me propongo traducirla a un lenguaje racional, sin hacerle perder por entre 10 sagrado y lo profano, es decir, que no hay entre ambos órdenes
ello ninguno de sus caracteres específicos. Podéis descubrir que -desde este una medida común, sino que son radicalmente heterogéneos, inéonmen-
punto de vista- eludo la objeción que me hacéis, porque ante este carácter su rabies, o en otras palabras, que el valor de lo sagrado no es comparable
sagrado) cuya existencia afirmo, mi pensamiento laico conserva toda su in- con aquel que corresponde a lo profano.
dependencia. Esto sentado, ¿Ror qué no habrían de existir valores laicos inconmen-
Pero ¿es posible esta empresa? ¿No sería más bien, como parecería des- surables? Si los hay, tales valores son sagrados, y de ahí por qué la moral
prenderse, contradictoria en sus términos? puede tener algo de religioso.
Para responder a este asunto es necesario determinar un poco más nÍ- Ahora bien, que las cosas morales responden a esta definición, que son
tidamente esta noción de lo sagrado. No es que me proponga dar de este inconmensurables con respecto a otras cosas de la naturaleza, es cuestión
modo, en forma accidental, una definición rigurosa, sino que creo posible que me parece incontestable. Es un hecho.
por lo menos f~ar ciertos caracleres que me permitirán explicarme. Por lo demás, la conciencia pública no admite, no ha admitido nunca,
Por lo pronto, he de hacer notar que parecería haberse identificado la que se pueda faltar legítimamente a un deber por motivos puramente
noción de lo sagrado con la idea de obligación con el imperativo categóri-
J utilitarios; o bien, si llega a descender hasta esta tolerancia, es a condición
co. Habría mucho que decir acerca de esta identificación. de ocultarse a sí misma, por medio de alguna casuística, la contradicción ~
Al respecto, es preciso advertir que se considera como necesario que que comete. (
la noción de imperativo sea la verdadera característica de aquello que la He ahí, pues, cómo existe lo sagrado en moral. Pero frente a este ca-
moral tiene de religioso. Todo 10 contrario, ya que podría demostrarse que rácter sagrado, la razón no tiene absolutamente por qué abdicar de sus de-
I
cuanto más una moral es esencialmente religiosa tanto más la idea de obli-
gación queda borrada.
rechos. Es así legítimo investigar cómo ocurre que nosotros incorporemos
ese carácter a determinados o~jetos o a ciertos actos, es decir, de dónde
I
"1
Por otra parte, muy frecuentemente la sanción que acompaña a la vio- proviene que exista un mundo separado, un mundo de representaciones
lación de los preceptos rituales es completamente análoga <:L aquella que sui generis, ya qué.corresponden en la realidad dichas representaciones. Es
sigue a la violación de las reglas de higiene. Así, por ejemplo, se observa en precisamente a este asunto al que intentaré responder.
este último orden que el imprudente que se ha expuesto a un contacto sos-
pechoso resulte afectado de una enfermedad que proviene analíticamente
de dicho contacto. De la misma manera, en el orden religioso, el profano
Se puede ir más lejos aún y preguntarse si tales cosas, tales maneras de
influir que presentan hoy ~se carácter, no poseen esa cualidad indebida-
mente, por supervivencia o por efecto de circunstancias anormales; si otras,

~

que ha tocado indebidamente una cosa sagrada ha desatado sobre sí una por el contrario, que al presente se hallan privadas de dicho carácter, no i
fuerza temible que determina en su cuerpo la enfermedad y la muerte. son susc~ptibles de adquirirlo en virtud de determinadas analogías; y así i
,!
Hay, pues, como se ve, una profilaxis religiosa que coincide en más de sucesivamente.
un punto con la profilaxis patológica. De donde puede inferirse que no es Dc este modo, la razón cuida toda su 1ibertad, la conserva, sin dejar de
por su aspecto meramente obligatorio que la moral se aproxima a la reli- ver en la realidad moral algo de sagrado que est.a.blece una solución de con- I
gión. tinuidad entre la moral y las técnicas económicas, industriales, etcétera, con ¡
Por otra parte, tal como lo he manifestado en mi comunicación, lo sa- las cuales el utilitarismo corriente tiende a confundirse ...
grado es esencialmente aquello que está colocado apaTte, que está sepamdo. La ciencia de que yo hablo no es precisamente la sociología de una
Es este carácter el que identifica lo sagrado, carácter que impide que sea manera general, como tampoco quiero decir que las investigaciones sobre
confundido con lo profano sin que deje inmediatamente de ser lo que es. la estruc-tura de las sociedades, su organización económica, política, etc., I!
Toda confusión y aun todo contacto tiene por resultado profanar lo sagra- puedan deducirse de las aplicaciones morales. La sola ciencia que puede ¡
do, es decir, arrebatarle todos sus atributos constitutivos. Pero esta separa-
ción no coloca en un mismo plano los dos órdenes de cosas de tal modo
proporcionar los medios de obtener estos juicios acerca de las cosas mora-
les es la ciencia especial de los \lechos morales. I
1

1
I
74 EMILIO DURKHElM
SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA
75

Para apreciar la moral es necesario que partamos de datos proporcio-


nados por la realidad moral tanto del presente como del pasado.
J
IV
Esta 'ciencia de los hechos morales es seguramente -estoy convencido LA AUTORIDAD MORAL DE LA COLECTIVIDAD 4
de ello- una ciencia sociológica. es decir, una rama muy particular de la
sociología. Yo no he afirmado que la autoridad moral de la sociedad provenga de
El carácter sui generis que he reconocido a la moral no me permite, sin su papel como legisladora moral; esto sería absurdo. Hc dicho todo lo con-
embargo, admitir que pueda ser derivado de aquello que no reconoce tal trarío, a s~ber: que la' sociedad se halla capacitada para desempeñar ese pa-
naturaleza. Los hechos morales están evidentemente en relación con los pel de legIsladora porque se encuentra investida, ante nuestros ojos, de una
otros hechos sociales y no sería el caso de separarlos; pero forman, sÍ den- t
autoridad moral perfectamente fundada.
tro de la vida social, una esfera distinta, y las especulaciones prácticas que La designación de «autoridad moral)} se opone a aquella de (autori-
se refieren a esta esfera no pueden ser deducidas sino de especulaciones dad material») de supremacía física. Una autoridad moral es una realidad
teóricas que se relacionen igualmente con ese mismo orden de hechos. psíquica, una conciencia más elevada y más rica que la nuestra, respecto
Habiendo propuesto León Brunschvicg que el progreso de la civilización fue- de la cual experimentamos nuestra indiscutible dependencia.
m difinido cpmo consistente en aquello que per1nite «a las libertades individuales el . He demostrado ya cómo la sociedad actual ofl'ece el carácter que sClla-
ejercer cada vez; más extensamente su derecho de «repetición» (reprise) sobre la. es- lo, porque es a un tiempo la fuente y el asiento de todos los bienes intelec-
tructum, material de las sociedades»J el profesor DURKIlEIM 11?spondió: tuales que constituyen la civilización. Es de la sociedad de donde nos viene
Esta expresión de reprise me parece muy inexacta,'ya que no se trata de todo cuanto de más esencial tiene nuestra vida mental.
una repetidón sino de una conquista lograda gracias a la sociedad. Nuestra razón individual es y vale cuanto vale esa razón colectiva e im-
Los derechos y libertades del individuo no son cosas inherentes a la personal que es la ciencia, manifestación social de primer orden, tanto por
naturaleza del individuo como taL Analizad la constitución empírica del la forma en que se realiza como por el modo en que se conserva. A~í, nues-
hombre y no encontraréis nada de ese carácter sagrado del cual se halla tras facultades estéticas y la delicadeza de nuestro gusto dependen de esa
investido actualmente y que le confiere esos derechos. Este carácter le ha concepción que es_ el arte, manifestación social de idéntica categoría.
sido superpuesto por la sociedad, que es la que ha consagrado al indivi- Es a la sociedad a la que debemos nuestro imperio sobre las cosas que
duo, la que ha hecho del hombre algo respetable por excelencia. forman parte de nuestro dominio. Es la sociedad la que nos libera de la
La emancipación progresiva del individuo no implica, pues, un debili- naturaleza. ¿No resulta lógico, por lo tanto, que nos la representemos como
tamiento sino una transformación del vínculo social. El individuo no se un ser psíquico superior a nosotros y del cual procedemos?
substrae a la sociedad, antes bien, se enlaza a ella de otra manera diferen- En consecuencia, se explica que cuando la saciedad nos reclama esos
te, porque li sociedad lo concibe y lo quiere de otro modo distinto al que sacrificios, pequeños o grandes, que constituyen la trama de la vida moral,
lo conc~bÍa antes. nos inclinemos respetuosos ante ella.
El individuo se somete a la sociedad y es este sometimiento el que con- El creyente se inclina ante Dios, porque cs de Dios de donde cree le
diciona su propia liberación. Libertarse es, así, para el hombre superar las viene su ser, especialmente su ser mental, su alma. Nosotros tenemos las
fuerzas Tísicas que lo dominan, fuerzas ciegas e irracionales; pero no puede mIsmas razones para experimentar este sentimiento con respecto a la co-
alcanzar tal1iberaCÍón sino oponiendo a esas fuerzas una gran potencia in- lectividad.
telectúal y quedando luego a su amparo. Esta obra es de la sociedad. Yo no sé qué es una perfección ideal y absoluta y, por lo tanto, no pue~
Colocándose el hombre, pues, al abrigo de la sociedad, se pone en cierta do pedir que se conciba la sociedad como idealmente perfecta. No le atri-
medida bajo su dependencia, pero esta dependencia es liberad ora. No hay
en ello contradicción alguna.

4 En respuesta a una observación de M, E. MALAPERT.


76 EMILIO DURKHEIM SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 77

buyo tampoco una perfección relativa mayor que la que nosotros mismos El método que yo empleo no me coloca de ningún modo, acerca de
poseemos. Todo esto está fuera de la cuestión. este asunto, en inferioridad de condiciones, a menos que se considere como
La sociedad tiene sus pequeñeces, pero también tiene sus grandezas. una ventaja el cerrar los ojos frente a las dificultades del problema.
Para amarla y respetarla no es menester que nos la representemos de otro Creo, además, que sólo por el método puede ser posible su resolución
modo que como es. Si no podemos amar y respetar sÍno aquello que es ideal- progresiva.
mente perfecto -suponiendo que esta locución tenga un sentido definido-,
Dios mismo no podría ser objeto de un tal sentimiento, pues es de Dios de
donde procede el mundo, que está lleno de imperfección y de fealdad.
Es verdad que se acostumbra bastante a hablar desdeñosamente de la V
sociedad. No se suele ver en ella más que a la policía burguesa con su gen- LA FILOSOFÍA Y LOS HECHOS MORALES 5
darme que la protege. Esto es tanto como pasar junto a la realidad moral
más rica y compleja que nos sea dado observar empíricamente, sin siquiera En definitiva, se me plantea una doble cuestión que me pide:
darnos cuenta de su presencia. l. o Por qué elimino las teorías de los filósofos;
Es también cierto, a la vista de nuestra conciencia moral actual, que la 2. {} Dónde voy a buscar los hechos morales que estudio.
moralidad plena, entera, tan completa como nos sea dado concebirla, su- Respondo en seguida al prim€r punto.
pone que en el momento en que aceptamos una norIIl:a moral, no sólo que- La comparación que se hace entre el filósofo moralista, por una parte,
remos ajustarnos a ella, sino que, más aún, queremos la norma misma, lo y el físico y el aslrónomo) por olra -comparación sobre la que se asienta
cual no sería posible si no comprendiéramos la razón que justifica la nor- toda la argumentación que se me plantea-, me parece por completo erró-
ma y no la consideráramos aceptable. nea.
Al respecto, es conveniente reconocer que lo que antecede constituye Indudablemente, si quisiera informarme acerca de los asuntos de la as-
un límite ideal, del cual ciertamente nos hallamos infinitamente lejos, es tronomía, es a un astrónomo y no a un vulgar ignorante al que me dirigi-
decir, una mera concepción que nos formulamos acerca de la moraL ría. Porque la astr~nomía es una ciencia, una ciencia cuya misión y toda su
Nosotros ignoramos -y este reconocimiento de ignorancia vendría mu- razón de ser es explicar adecuadamente, objetivamente, la realidad
cho mejor en nuestras clases que las explicaciones simplistas y frecuente- astronómica.
mente pueriles con que muy a menudo se ha falseado la curiosidad de los Bien distÍnto es el propósito que ha perseguido, a través de todos los
niños-, nosotros ignoramos por completo, no digo tan sólo las causas his- tiempos, la especulación moral de los filósofos. Nunca esta especulación
tóricas, sino también las razones teleológicas que justifican actualmente la ha tenido por objeto traducir fielmente) sin agregarle ni quitarle nada, una
mayor parte de nuestras instituciones morales. realidad moral determinada.
Cuando se plantean discusiones abstractas con las que se retrasan har- La ambición de los filósofos ha sido, bien por el contrario, construir
to frecuentemente las teorías de la moral, ¿cómo no sentir que es imposi- una moral nueva, diferente -a menudo sobre puntos esenciales- de aque-
ble el porqué de la familia, del matrimonio, del derecho de propiedad, et- llo que acataban sus contemporáneos o que habían acatado sus predeceso-
cétera, sea bajo las formas actuales, sea bajo las formas nuevas que estas res. Han sido más bien revolucionarios e iconoclastas.
instituciones están llamadas a tomar, sin comprender este ambiente social Pero el problema que yo me planteo es el saber en qué consiste o ha
cuyo estudio está apenas comenzado? consistido la moral, no como la concibe o la ha concebido una determína-
Todas las escuelas se hallan colocadas, pues, a este respecto, en la mis- da personalidad filosófica, sino tal cual ha sido vivida por las colectividades
ma situación. Hay ahí un desiderátum de la conciencia moral que estoy lejos
de desestimar, pero que nos encontramos todos, tantos cuantos somos, im-
posibilitados de satisfacer actualmente, al menos de una manera adecuada.
:; Respondiendo a una observación de E. E. WEBER.
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humanas. Desde este punto de vista, las doctrinas de los filósofos pierden nos pidiese una racional y sólida justificación de las normas morales que
gran parte de su valor. practicamos.
Si la física de las costumbres y del derecho -tal como ensayamos hacerla- Queda por saber, además, cómo y en virtud de qué procedimientos es
estuviera lo suficientemente adelantada, podría desempeñar con respecto posible alcanzar esa realidad moraL Es un asunto verdaderamente delica-
a los hechos morales el mismo papel que la astronomía con respecto a los do, pero que no tiene nada de insoluble.
asuntos astronómicos, y sería a ella a la que convendría dirigirse para saber Hay, desde luego,. un número considerable de ideas y de máximas mo-
qué es la vida moral. Pero esta ciencia de la moral está todavía en vías de rales que son fácilmente asequibles. Estas ideas y máximas morales son aque-
nacer, y las teorías de los filósofos tienen a este respecto tan poco lugar, llas que han tomado una forma escrita, que se han condensado en fórmu-
están tan lejos de proponerse el mismo objeto, que más bien se oponen las jurídicas.
con una especie de unanimidad a esta manera de entender y de tratar los En el derecho, en la mayor parte de la moral doméstica, en la moral
hechos morales. No pueden prestar, pues, el mismo servicio. contractual, en la moral de las obligaciones, las ideas relativas a los grandes
Por otra parte, sería no conocerme si se pensara que yo excluyo siste- deberes fundamentales se hallan insertas o reflejadas en todas y cada una
máticamente las teorías filosóficas. Ocurre tan sólo que les niego esa espe- de tales fórmulas escritas.
cie de prerrogativa y primacía que se les ha concedido muy a menudo. . Hay allí, por lo pronto, u~ amplio campo para las observaciones, que
Dichas teorías, por otra parte, tienen brillantes trabajos en su haber, ha satisfecho plenamente y Gurante mucho tiempo nuestras aspiraciones
son instructivas y nos enseñan cuidadosamente, además, aquello que ocu~ científicas. Cuando hayamos trabajado algo este terreno -todavía poco ex-
rre dentro de la conciencia moral de la época. Cómo se ve, pues, hay plorado- pasaremos a otro.
sobrados motivos para tenerlas en cuenta. No contesto por ahora, en consecuencia, si hay también ahí deberes,
Pero lo que por mi parte me resisto a aceptar es que tales teorías ex- ideas morales que no se encuentren incorporadas a la ley; pero podemos
presen en una forma particularmente eminente la verdad moral, del mis- lograrlo por otros medios.
mo modo corno la física o la química explican la verdad para los hechos de Los proverbios, las máximas populares, los usos no codificados, son otras
orden físicoquímico. tantas fuentes de información. Las obras literarias, las concepciones de los
La oposición que se ha establecido entre el hecho moral y el hecho filósofos, de los moralistas (ya veis que no los excluyo), nos dan notidas
religioso me parece inaceptable. acerca de las aspiraciones que están por lograrse, permitiéndonos descen-
No existe casi rito alguno, tan material como se quiera, que no vaya der más aún en el análisis de la conciencia común, hasta ese fondo en el
acompañado de algún sistema más o menos organizado de representacio- que se elaboran las obscuras corrientes todavía imperfectamente conscien-
nes destinado a explicarlo, a justificarlo, pues el hombre tiene necesidad tes de sí mismas.
de comprender lo que hace, bien que a veces se satisfaga con poca cosa. Es Puede pensarse, indudáblemente, que estos procedimientos son un tan-
ésta, frecuentemente, la razón de los mitos. to groseros, es decir, que no permiten alcanzar todas las sutilezas y matices
Si se admite, pues, que el hecho religioso puede ser considerado fuera de la realidad moral. Pero preciso es recordar a este respecto que toda cien-
de las teorías que intentan explicarlo, ¿pOI' qué, entonces, habría de ser cia se encuentra en las mismas condiciones en sus comienzos.
tratado de otro modo el hecho moral? Es necesario abrir, parlo tanto, a golpes de hacha, algunas anchas pi-
Por lo demás, yo no creo que pueda ni pensarse en negar que existe y cadas que permitan la entrada de un poco de luz en esta selva virgen de los".
que ha de existir siempre una realidad moral fuera de las conciencias de hechos ~orales y -para decirlo con una mayor generalización-q~ lQ,s¡ 8e~~,.
los filósofos que tratan de explicarla. chos sOClales.
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Nosotros todos practicamos esa moral sin cuidarnos en lo mínimo acer- g./. Ml:XlCOrP:~if

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ca de las razones que dan los filósofos para justificarla. La prueba está en la 0,_ i
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situación ciertamente embarazosa que se nos crearía bien a menudo si se
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80 EMILIO DURKHEIM SOCIOLOGÍA Y FILOSOFÍA 81

VI viduos que sienten que sus deberes son de origen social, resulta evidente
LA REPRESENTACIÓN SUBJETIVA DE LA MORAL 6 que la mayor parte se ha hecho una representación totalmente distinta. Es
por allí, precisamente, por donde ha hallado resistencia la idea que yo he
He dicho desde el comienzo que es preciso distinguir dos aspectos igual- expuesto.
mente verdaderos de la moralidad, a saber: Resta saber ahora si esa representación no es una ilusión. El prof. Rauh
LO Por una parte, la moral objetiva, consistente en un conjunto de nor- ha emprendido la tarea de demostrar que una aplicación sociológica de es-
mas que constituyen la moral del grupo; y tos deberes es imposible.
2.° La manera. por completo subjetiva, cómo cada conciencia indivi- No me propongo discutir en detalle tal demostración, porque me pa-
dual se representa esta moraL rece que va contra ese principio bien conocido que expresa que no hay
En efecto, aunque haya una moral del grupo, común a todos los hom- experiencia negativa. Concibo que se puede probar que una explicación
bres que ]0 componen, cada hombre tiene una moral para sÍ. Aun allí don- propuesta es errónea. Pero difícilmente puedo concebir que pueda opo-
de el conformismo sea completo enteramente, aun aHí cada individuo se nerse así a un propósito: el de rechazar a priori una explicación que no ha
forma en parte su moral. sido dada, es decir, declarar que dicha explicación es imposible en una de-
,terminada forma 7.
Hay, de tal modo, en cada uno de nosotros una vida moral interior, y
no existe conciencia individual alguna que traduzca exactamente la con-
i
ciencia moral común, es decir, que ésta no le sea parcialmente inadecua-
da. Con relación a este punto de vista, según ya lo he dicho antes) cada I
uno de nosotros es inmoral en ciertos aspectos.
Estoy lejos, pues, de negar la existencia de esa vida moral interior. ni

discuto que pueda estudiársela con éxito. Pero lo cierto es que este campo ,f
de estudio está fuera de nuestras investigaciones. Lo dejo voluntariamente
de lado, al menos por el momento.
Este aspecto, sin embargo, es al que FEDERlCO RAUH acaba de referirse, I
y de la observación de algunas conciencias morales individuales llega a una
conclusión que me parece muy discutible.
Parte para esa afirmación del hecho siguiente: observando la manera
cómo actúan ciertos individuos -los sabios los artistas- comprueba que con-
j

ceptúan válidos los deberes a los cuales ellos obedecen en forma absoluta-
mente extrasociaL
De tal hecho, el prof. Rauh concluye que existen, en verdad) deberes
independientes de la vida colectiva, que nacen directamente de las relacio-
nes del hombre con el mundo.
Por lo pronto, no veo por qué M. Rauh extrae sus ejemplos del medio
especial de los sabios y artistas. En realidad, esta manera de ver que expon~
7 En el presente capitulo hemos Ilecho seguir la comunicación elevada por el profesor
go es la más general, pues si no hay más que un pequeño número de indi- Durkheim a la Sociité Fral1faise de Pltilosoplric, el n de febrero, por algunos fragmentos propor-
cionados por la subsiguiente discusión del 27 de marzo. No hemos tomado de dicha discu-
sión sino los pas~es más desarrollados que por su naturaleza nos han parecido adamtorios
de las teorías del profesor Durkheim acerca de la ciencia de la moral. Los títulos son nues-
(; Respondiendo a una observación de F¡.;m:luco RAUH. tros. (No/a del profesor Bouglé).

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