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Emmanuel de León Ladra.

Reseña sobre: Harmer, Tanya; “El gobierno de Allende y la Guerra Fría interamericana”;
Santiago de Chile; Ediciones Universidad Diego Portales; 2013; 382 pp.
Tanya Harmer se licenció en la Universidad de Leeds, luego en la London School of
Economics hizo su maestría y doctorado en Historia Internacional. Es especialista en la
Guerra Fría en América Latina con énfasis en las dinámicas internacionales, transnacionales
y globales del fenómeno. Su producción historiográfica aborda profundamente la influencia
de la Revolución Cubana en Latinoamérica, la contrarrevolución, la diplomacia
interamericana (elementos que se abordan en profundidad en el libro a reseñar), las mujeres y
el género. Por su labor recibió diversos premios, de hecho, este libro recibió el premio
“Luciano Tomassini” del año 2013 a la mejor publicación sobre relaciones internacionales de
América Latina.
Este libro es una traducción de “Allende’s Chile & the Inter-American Cold War” editado por
la Universidad de Carolina del Norte en 2011. El libro consta una introducción, siete
capítulos, un capítulo con las conclusiones y finalmente, antes de la bibliografía, apuntes que
hace la autora sobre la problemática respecto a las fuentes. Es un libro destinado al público
académico de la historia, no al público general. Ya en el titulo del libro podemos ver el
abordaje que tiene Harmer respecto al estudio de la Guerra Fría en Latinoamérica, el cual va
a definir en la introducción del libro. Harmer expone que la Guerra Fría Interamericana “más
que una lucha bipolar entre superpotencias proyectada dentro del teatro latinoamericano
desde afuera, esta Guerra Fría fue una disputa única y polifacética entre partidarios regionales
del comunismo y del capitalismo, aunque en formas variadas. Con la Unión Soviética reacia a
involucrarse más aún, fueron ante todo las personas a lo largo del continente quienes llevaron
adelante la lucha”. De hecho, a partir de la Revolución Cubana en 1959 “desde ese año en
adelante, la Guerra Fría en las Américas cambió, tomando de ahí en adelante su forma
definitiva a partir del choque entre La Habana y Washington como los polos opuestos de la
revolución y la reacción en el continente” (p.18). Por lo que el libro se enfoca en el estudio
del gobierno de Allende y los rumbos que éste tomó teniendo en cuenta las condiciones
regionales y globales y las relaciones entre los actores chilenos y los extranjeros, y como
estas relaciones afectaron los acontecimientos.
Este libro es muy importante a la hora de pensar a la Guerra Fría vista desde Latinoamérica,
siendo los latinos actores que toman decisiones aprovechando la coyuntura internacional, y
no simple “títeres” de las potencias mundiales. Otra de las riquezas de este libro es la gran
variedad de fuentes primarias que posee, cuenta con documentos diplomáticos y políticos
latinoamericanos, estadounidenses, británicas y de Europa oriental (Polonia y la República
Democrática Alemana); siendo muchos de estos documentos recientemente liberados para
cuando Harmer realizó su investigación. A esto lo complementó con diversas entrevistas y
demás materiales como memorias, entrevistas y discursos. Aunque deja claro que todavía
falta información debido a la falta de documentos que todavía no son accesibles.
En el primer capítulo, Harmer habla sobre las cuestiones ideológicas. Muestra como durante
los años sesenta Cuba tuvo un cambio en la mentalidad respecto Latinoamérica, pasando a
una posición más “realista” de acercamiento al surgimiento de gobiernos progresistas, más de
la mano de lo que era la doctrina soviética, y como EE.UU había perdido influencia dentro de
Latinoamérica. A su vez muestra como el programa de la UP buscaba una vía pacifica al
socialismo, que buscaba limitar al imperialismo y colocar a Chile como un faro para el Tercer
Mundo.
Del capítulo 2 al 4 inclusive, Harmer estudia desde la elección de Allende y los intentos para
que no asumiera, hasta el gobierno ya establecido de Allende hasta fines de 1971. La elección
de Allende sorprendió a EE.UU; Harmer observa que este triunfo de la UP era para la
administración Nixon una muestra de la pérdida de influencia en Latinoamérica, y el peligro
de que se expandiera, por lo que apoyo y presionó sin éxito a los opositores para que evitaran
que Allende asumiera. En el primer año de gobierno de la UP, se logró realizar parte del plan
de gobierno, se empezó a redistribuir más la riqueza (lo cual era posible gracias a un gran
gasto del Estado) y el 11 de octubre de 1971 se nacionalizó el cobre, aplicando las
“rentabilidades excesivas”, por lo que Chile no debía pagarles indemnizaciones a las mineras
expropiadas, sino que ellas debían pagarle a Chile. Esto sirvió de argumento a EE.UU para
trancar las negociaciones con Chile y de esta manera buscar su desestabilización económica,
y así poder derrocar a Allende. En estos capítulos, Harmer marca el rol importante de Cuba,
tanto como apoyo para Allende, pero sobre todo como argumento de la oposición de que
Allende no era democrático. Otro de los actores fundamentales fue Brasil, el cual le insistió a
EE.UU que actuara contra la izquierda en el continente, en especial en Chile, Uruguay y
Bolivia.
En cuanto a las relaciones internacionales (fundamentales en el estudio de Harmer), Chile
buscó posicionarse como una referencia para el Tercer Mundo, y buscó desligarse de la ya
anticuada Guerra Fría ideológica, buscando apoyo económico de EE.UU, argumentando que
era un gobierno elegido democráticamente. EE.UU encontró en las indemnizaciones la
excusa perfecta para trancar las negociaciones con Chile y así frenar la economía chilena,
para EE.UU en Latinoamérica la Guerra Fría seguía siendo ideológica, ya que la imagen de
EE.UU como potencia estaba dañada si el continente no estaba bajo su influencia. En julio de
1971 Nixon anunció su visita a China, lo cual para Allende podía significar una distención
que podía llegar a Chile, en 1972 se daría cuenta de que la distención no aplicaría al
continente.
En la segunda parte del libro, del capitulo 5 al 7, Harmer estudia el gobierno de la UP desde
1972 hasta el golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973. Harmer observa que las
posibilidades de cumplir con las promesas electorales eran muy complicadas debido a la
fuerte crisis económica y el caos político que se vivía. Para Allende en 1972 ya era evidente
la “guerra económica” con Washington (p.206). Por lo que internacionalmente, buscó que
podía hacer a través de los foros internacionales, ya que tenían la percepción de que la
correlación de fuerzas con EE.UU seguía siendo favorable. Por otro lado, Harmer observa
que la UP se estaba fracturando internamente, entre quienes sostenían que había que seguir
por la vía pacifica y democrática (PCCh y Allende) y los que instaban de que se debía
proceder a la acción guerrillera (PS y sobre todo el MIR). En cuanto a la crisis económica, en
1972 la UP tenía claro que las relaciones con la URSS eran muy lentas, por lo que la opción
que tenían era negociar un acuerdo con EE.UU. Sin embargo, la diplomacia chilena ya tenía
claro a fines de 1972 que EE.UU estaba “jugando sucio” (p. 238). El embajador en EE.UU
Letelier, proponía retroceder en los fundamentos de independencia de Chile de la UP para
poder acceder a los prestamos de EE.UU. Allende no iba a acceder a esto y EE.UU tampoco
iba a ceder, por lo que las mesas de negociaciones que se llevaron a cabo fueron infructuosas.
Dentro de Chile, se estaba llevando a cabo la huelga de camiones, a la cual el gobierno puso
fin incorporando al ejercito al gobierno, lo cual era visto como necesario para garantizar la
continuidad de la vía chilena, pero como observa Harmer, esto a su vez condenó el proceso
abriendo el camino al militarismo. Mientras tanto, Chile seguía siendo el faro para los
movimientos guerrilleros de izquierda del Cono Sur, como los tupamaros el ELN y los
exiliados del ERP argentino; mientras que el ejército, por su parte, se sentía cada vez más afín
hacia el régimen brasileño.
A fines de 1972 y principios de 1973, el gobierno de Allende estaba desesperado por buscar
quien ayudara económicamente. En un intento por conseguir ayuda, Allende llevó a cabo una
gira por México, EE.UU, Argelia, URSS y Cuba en búsqueda de apoyo. Finalmente Allende
volvió con las manos vacías, de hecho, se sintió traicionado por Moscú, quien para no
enfrentar a EE.UU no le otorgó algún apoyo significativo. Con esta situación de crisis
económica y política, se realizaron las elecciones parlamentarias en marzo de 1973, en donde,
para sorpresa de EE.UU, la oposición no logró los votos necesarios para poder destituir
legalmente a Allende. Ante esta situación de crisis económica y política, Fidel le pidió
Allende que tuviera preparado un plan de acción para la resistencia armada, reclamo que
desde su elección le realizaba, pero ante la cual Allende firmemente defendía la vía pacífica.
Finalmente, en agosto de 1973, el militar retirado Roberto Kelly fue a Brasilia a informar que
se había un grupo militar conspirador pronto para derrocar a Allende, pero que la principal
preocupación era que, ante la situación del golpe, Perú aprovechara para quedarse con el
territorio en disputa. Los brasileños le afirmaron que no tenían que preocuparse por Perú, por
lo que, procedieron a realizar los preparativos para el golpe. Los golpistas llevaron una
campaña de miedo en la que decían que la UP contaba con una fuerza guerrillera de “quince
mil extremistas extranjeros armados”. Harmer sostiene que en cierta medida creían que los
cubanos eran una amenaza seria, ya que una de las primeras medidas el día del golpe fue
rodear la embajada de Cuba, manteniendo incluso un enfrentamiento armado. Harmer
muestra que las inspiraciones de este golpe fue el odio explícito a la revolución y al
socialismo (p.289), siendo una de las principales prioridades de la dictadura tomar el control
de la política internacional de Chile y transformarla radicalmente (p.289), rompiendo
relaciones con Cuba y alejándose del Tercer Mundo, para acercarse a EE.UU y Brasil.
Harmer destaca que EE.UU reconoce que “creó las condiciones más amplias posibles”, pero
que hay que saber diferenciar entre “crear las condiciones” y “organizarlo”, siendo lo último
llevado a cabo por los militares chilenos con el apoyo de las elites chilenas. Finalmente, los
pocos preparativos que se hicieron para resistir un golpe fueron inútiles, siendo arrasados
aquellos que se resistieron, teniendo que exiliarse muchos de ellos y sufriendo, los que
quedaron en Chile, la dictadura más sangrienta de la historia de Chile.
Conclusión.
Es muy interesante el enfoque de Harmer a la hora de analizar la Guerra Fría en
Latinoamérica, y particularmente el golpe de Chile. El gran abanico de fuentes, a su vez, le da
un muy marco teórico, en el cual queda claro que los latinoamericanos no fueron simples
“títeres” de poderes extranjeros, sino que ellos mismos eran actores que tomaban decisiones,
pero que a su vez su accionar estaba enmarcado dentro de un panorama internacional. Esto se
puede ver claramente en que, tanto la UP como los golpistas, abogaban por “devolver Chile a
los chilenos” y eliminar a los elementos extranjeros que no permitían el progreso del país. A
su vez, otro aspecto destacable de la obra de Harmer, es que a diferencia de la concepción
clásica de que los focos influyentes eran Moscú y Washington, en Latinoamérica queda claro
que había otros focos como Brasilia y La Habana. Brasilia fue un fuerte impulsor del
desarrollo de una persecución de los gobiernos de izquierda en América Latina, incluso en
momentos en que EE.UU mostraba dudas de proceder; y en el caso de La Habana, fue
claramente el foco de influencia en Latinoamérica, ya que Moscú no mostraba mucho
interese por la región ya que la consideraba zona de influencia de EE.UU. En conclusión, este
enfoque es interesante a la hora de ver a los latinoamericanos como actores influyentes de los
desarrollos de la Guerra Fría, aprovechando, en el caso de los contrarrevolucionarios, el
apoyo de EE.UU para llevar a cabo los golpes de Estado que instalarían gobiernos con
doctrina de Seguridad Nacional, en el marco del Plan Condor, en el que estas dictaduras iban
a colaborar entre sí.

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