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 PROF. ANDRÉS G.

FREIJOMIL

Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias. Área


de Historia. Director del área de investigación "Poéticas de la
historiografía". BUENOS AIRES ❖ ARGENTINA

␥ John Lynch [1927]


por Teoría de la historia

El historiador inglés John Lynch nació en Londres en 1927. Actualmente es


profesor emérito de la Universidad de Londres, donde fue director del Instituto de Estudios
Latinoamericanos, hoy Instituto de las Américas, entre 1974 y 1987. Entre sus obras cabe
mencionar «Administración colonial española» (1967), «Juan Manuel de Rosas» (1981), «Caudillos
en Hispanoamérica» (1993), «América Latina, entre colonia y nación» (2001). En el proyecto de
«Historia General de América Latina» (Unesco/Trotta), en el volumen quinto, dedicado al período
de las independencias, el primer capítulo es de Lynch y se ocupa de la crisis del orden colonial.

Hacia 1821, estando en Italia, Lord Byron bautizó su barco como «Bolívar» y alguna vez pensó
emigrar a Venezuela porque era «el país de Bolívar». La fascinación del poeta inglés por el
libertador latinoamericano, el intrépido hombre de acción que a él le habría gustado ser (y que
intentó ser en algún momento, con efectos negativos para su salud), no es exactamente la misma que
llevó a otro inglés, el historiador John Lynch, a escribir su biografía. El libro de Lynch se inscribe
en una larga y distinguida carrera como estudioso de la historia hispanoamericana, iniciada hace
más de medio siglo. De sus primeras investigaciones sobre el Río de la Plata fue ampliando sus
intereses, para producir una considerable bibliografía que lo avala como uno de los más eminentes
hispanistas vivos y un experto en los movimientos de independencia. Uno de sus libros más célebres,
«Las revoluciones hispanoamericanas» (1973), de las cuales es la síntesis clásica, fue uno de los
primeros en presentarlas en una visión de conjunto, rompiendo los aislamientos nacionales, si bien
los capítulos abordan los casos de cada país. Las guerras de independencia sudamericanas se
lucharon en territorios muchas veces inhóspitos, con abundancia de ejércitos y de generales,
fundamentalmente en dos escenarios: al norte por Bolívar, al sur por San Martín y O’Higgins. De
dos de estos libertadores Lynch ha escrito biografías, Bolívar -el genio militar y pensador político- y
San Martín. Ambos libros tienen una perspectiva principalmente política, pero también abordan
aspectos militares y psicológicos, narrando sus vidas y poniendo en contexto sus decisiones. Están
lejos de la hagiografía (como demuestra el episodio más indigno en la vida de Bolívar, al entregar a
Francisco de Miranda a los españoles). En 1822, San Martín viajó a reunirse con Bolívar en
Guayaquil. En su único encuentro, San Martín se marchó con la idea de que Bolívar le negó ayuda
militar para ser el único héroe de la independencia peruana. No obstante estar retirado de la
docencia, Lynch sigue muy activo. Amablemente se dio el tiempo de responder unas preguntas desde
Londres.
-Alguna vez anotó que en los años 1950 Latinoamérica era la «última frontera» y un «misterio»
para un historiador inglés. ¿Cree que ha alcanzado esa frontera o develado el misterio?
-En los últimos 50 o más años la frontera del conocimiento ha avanzado enormemente y América
Latina ya no es más un misterio. Para hablar sólo de la disciplina que mejor conozco, la historia, el
pasado de América Latina ha sido revelado, medido y analizado como nunca antes, y nuevas
generaciones de historiadores han incrementado nuestra comprensión de la historia económica, la
social, la indiana y la de la mujer. Historiadores de mi generación también contribuyeron a este
proceso de modernización. En el caso de Chile, aprendí mucho de las nuevas orientaciones y
métodos de investigación por álvaro Jara, Rolando Mellafe y Sergio Villalobos, a cuyos seminarios
y clases en los años sesenta tuve el privilegio de asistir en Santiago. Historiadores británicos han
contribuido a este avance, pero así también lo han hecho historiadores en las Américas y en
Europa.
-¿Cuál considera que fue la importancia de las miradas de conjunto respecto de las revoluciones
hispánicas?
-La independencia hispanoamericana fue tradicionalmente un tema principal por derecho propio,
considerado como un momento decisivo en la historia, al marcar el fin de una época y el comienzo
de otra. En años recientes hubo un cambio de interés, no tanto alejándose de la Independencia como
dirigiéndose hacia temas adicionales y períodos de tiempo distintos. Estas tendencias se ven
reflejadas en la historiografía reciente. Algunos historiadores han estudiado regiones o países en la
transición desde los tiempos coloniales a los modernos tempranos sin necesidad de invocar la
independencia en cada punto de cambio o viendo la revolución como único factor causal. Otros han
adoptado cronologías alternativas, ya no más dotando a 1810 o 1830 de cualidades mágicas, sino
prefiriendo bloques de historia más amplios, digamos 1750-1850, para describir un período
intermedio, en el cual la colonia admite de mala gana a la república, y la república conserva mucho
de la colonia. Los historiadores también reconocen que los hispanoamericanos no pasaron toda su
vida aguardando, observando o experimentando la Independencia, y que ellos tuvieron una historia
más allá de la insurgencia.
-Usted ha argumentado en torno a una visión benévola de la dominación española en América…
-Andrés Bello tuvo algunas palabras sobre esto, encerradas en su reacción a la celebrada
conferencia de José Victorino Lastarria sobre el régimen colonial español en Chile. Lastarria
acometió una destemplada denuncia del dominio de España que, sostuvo, dejó al pueblo chileno ‘sin
poseer una sola virtud social’ y con una herencia colonial que todavía perduraba para ser
derrotada. Bello respondió enérgicamente e insistió en la importancia de la imparcialidad y el
peligro de estar bajo el influjo de convicciones políticas. El régimen colonial español, apuntó, no
era totalmente tiránico, sino, como otros regímenes coloniales, era una mezcla de severidad,
moderación e ineficiencia. Yo agregaría además que España merece crédito por su obra en la
educación, la evangelización y el descubrimiento ambiental.
-La historia reciente de las independencias se ha dedicado a los procesos y conceptos, más que a
los héroes. Sin embargo, usted ha escrito biografías de dos de ellos. ¿Por qué?
-Mis apreciaciones sobre la independencia hispanoamericana, en un primer momento, se enfocaron
en sus estructuras, orígenes y desarrollo y tomaron la forma de un relato general. La aproximación
conceptual al estudio de la independencia ha tendido a menospreciar la importancia de las
personalidades y el culto del héroe. Los historiadores modernos han buscado el significado de la
liberación en el estudio de las estructuras económicas, las clases sociales y la coyuntura
internacional, no en las acciones militares y las vidas de los libertadores. Todavía la independencia
de Hispanoamérica es incomprensible sin la intervención de los libertadores y su historia
subsiguiente estaría vacía sin la permanente influencia del liderazgo personal. Un estudio de los
libertadores amplía nuestra comprensión de la independencia. A partir de ellos podemos descubrir
la dinámica del liderazgo en los años posteriores a 1810, lo que fue necesario y lo asequible para
gobernar a los pueblos de Hispanoamérica.
-Ya que tuvo un profesor de apellido O’Higgins, ¿no ha sentido la tentación de escribir la
biografía de Bernardo O’Higgins?
-Me temo que no hay una respuesta simple a esta pregunta. En estos días dependo del interés de los
editores, y Yale University Press me pidió las biografías de Bolívar y San Martín, pero no de
O’Higgins. Y llega un punto en que se agota el interés de uno en la biografía como forma de historia
y preferiría dejar nuevas contribuciones a otros.
-Bolívar, San Martín y O’Higgins empezaron republicanos y acabaron cerca de posturas
autoritarias. Todos murieron en el exilio. ¿Hay alguna explicación o es pura coincidencia?
-No creo que sea mera coincidencia. Los libertadores respondieron a condiciones, y comprendieron
las condiciones perfectamente. En los últimos años de su vida, Bolívar estuvo atormentado por la
anarquía de los nuevos estados y obsesionado por la necesidad para ellos de un gobierno fuerte.
San Martín también había recorrido esta ruta. él aborrecía la agitación social y la revolución
popular, y como Bolívar, tenía sus reservas sobre la democracia. Su aceptación teórica del gobierno
republicano no lo cegó ante la realidad que esta forma de gobierno no era posible en América sin
incitar a la anarquía total, y la historia ha enseñado que la anarquía inevitablemente producía
tiranía y despotismo. Al abandonar la escena política, San Martín y Bolívar no dejaron todo y
huyeron. Ellos calcularon las posibilidades y decidieron que el final había llegado, no en la cima de
sus más grandes triunfos, sino en el corolario de su poder declinante. Estas eran decisiones lógicas
tomadas mientras se preparaban para entregar el poder a instituciones que ellos mismos habían
creado. Después de ellos, el diluvio.
-¿Por qué dice que San Martín sacrificó su lealtad a la Argentina por una mayor hacia América?
-No es tanto que él sacrificó su lealtad a Argentina, sino que estaba convencido de que la
independencia total era indivisible, y que ninguna parte de Sudamérica estaba segura mientras
España tuviera un ejército fuerte y mantuviera una región poderosa que se opusiera a la
independencia.
-¿En qué está trabajando ahora?
-Estoy ocupado con artículos y ensayos relacionados con el Bicentenario de la Independencia; ellos
ocupan mi tiempo en este momento. En el largo plazo, preferiría no responder la pregunta, para no
anticipar mis expectativas.

En uno de los textos de Lynch recopilados en su libro «América Latina, entre colonia y nación», en
el que repasa su itinerario personal como historiador, recuerda su etapa como director del Instituto
de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres: «Los estudios de posgrado fueron
reforzados de 1973 en adelante, cuando estudiantes de Chile y de Argentina, académicos y
refugiados políticos, se unieron al seminario y ampliaron sus horizontes […] Los chilenos fundaron
una revista, Nueva Historia». Quien fuera el secretario ejecutivo de la publicación, Leonardo León,
actualmente profesor en la Universidad de Chile, recuerda que en el período 1975-1980 arribaron
al Reino Unido diversos investigadores, estudiantes e historiadores (entre ellos Luis M. Ortega,
Jorge Hidalgo, Eduardo Cavieres). En 1980, en reunión con otros historiadores chilenos residentes
en el Reino Unido (como Gabriel Salazar, Ana Gallegos, Manuel Fernández y otros), formaron la
Asociación de Historiadores Chilenos y fundaron la revista «Nueva Historia», cuyo primer número
apareció en agosto de 1981: «El profesor John Lynch, junto con el doctor Harold Blakemore
(especialista en historia de Chile y cuyas cenizas fueron derramadas en el desierto chileno al
momento de su muerte), nos ofrecieron una oficina en el Instituto y la dirección postal del mismo
para usarlas como dirección de la revista. Además, cada año, nos colaboraron con los gastos de
franqueo a diversos lugares del mundo y nos otorgaron pequeños estipendios que, sumados a las
crecientes subscripciones de la revista, permitieron su existencia hasta el año 1989». En sus páginas
se incluyeron trabajos innovadores, polémicas y reseñas. Lynch y Blakemore fueron miembros
permanentes del Comité Editor de la revista y activos promotores de ella. Leonardo León señala que
Lynch dejó su impronta no sólo académica sino personal en muchos de quienes tuvieron la
oportunidad de trabajar directamente con él: «El profesor John Lynch fue un gran maestro y un
mejor amigo de muchos chilenos que vivieron en el exilio». Lynch no es el único que ha intentado
abordar las revoluciones hispánicas en una visión de conjunto. El argentino Tulio Halperín Donghi,
particularmente en «Reforma y disolución de los imperios ibéricos» (1985), mostró procesos
regionales más amplios. Luego lo harían François-Xavier Guerra y Jaime Rodríguez. Otra manera
de verlas es considerar las independencias hispanoamericanas como la tercera de una serie de
revoluciones, tras la estadounidense y la francesa. Se ha hablado de «revoluciones atlánticas» con
entronques hacia temas como el esclavismo. Un posible ejemplo de esta perspectiva sería la
revolución en Santo Domingo o Haití (1791-1803), influída por la revolución francesa y que tuvo
influjo en Venezuela. Sobre ella existe el vibrante relato de «Los jacobinos negros» de C.L.R. James
(FCE/Turner, 2003), centrándose en su líder Toussant L’Ouverture.
[EL MERCURIO. «John Lynch y las revoluciones hispanoamericanas», in El Mercurio (Santiago de
Chile), 18 de septiembre de 2010]

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