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Universidad Nacional Autónoma de México

América Latina
Velázquez Quintero Datse

Sobre la inestabilidad política y los golpes de Estado en América Latina durante la


década de 1970

La compleja región latinoamericana ha estado marcada por una serie de conflictos


desde la centuria decimonónica hasta nuestros días, entre guerras civiles,
intervenciones extranjeras, sublevaciones de determinados grupos inconformes,
caída y ascenso de oligarquías, por mencionar algunos. Cuando se hace
referencia al subcontinente ya citado durante el decenio de 1970, inmediatamente
vienen a la mente los siguientes golpes de Estado y sus correspondientes
dictaduras como representativos: Chile y Uruguay, 1973; Argentina, 1976.

Los anteriores no son casos exclusivos del territorio, puesto que hubo otros
países donde se instauraron gobiernos militares, como Ecuador en 1972 con el
derrocamiento pacífico de José María Velasco, o Brasil que en 1964 tuvo lugar la
imposición un gobierno cívico-militar que culminaría hasta 1985 con la llamada a
elecciones, o la dictadura del general Stroessner en Paraguay que se extendió
desde 1954 hasta 1989. No obstante, el presente ensayo está enfocado en los
casos, uruguayo, chileno y argentino por las semejanzas en que se concretaron
los derrocamientos de sus gobiernos previos, y la implantación a posteriori del
neoliberalismo, y la aplicación de la Operación Cóndor.

Si bien la mencionada operación militar incluía a otros estados de


Sudamérica, los que han sido seleccionados para describir el fenómeno del golpe
militar en los años setenta no solo corresponden a una unidad geográfica, el cono
sur del continente, también poseen rasgos fenotípicos comunes en sus
poblaciones, ya que fueron receptores de olas migratorias provenientes del
continente europeo desde el siglo XIX. Este rasgo cultural común en los tres
países da un marco común para interpretar determinados sucesos acaecidos en
ellos. Sin embargo, los matices exclusivos de cada país fungen como engranes
del aparato complejo que se pretende descifrar.

1
Para entrar de lleno al fenómeno es indispensable contextualizarlo en el
proceso global de la Guerra Fría, o como lo señaló el historiador británico Eric
Hobsbawm, la “segunda guerra fría” (1974-1979), a raíz de los movimientos
revolucionarios que surgieron en todo el globo, 1 con cargado matiz social, que al
calor de la época era fácilmente asociable con la Unión Soviética.

En América Latina, el único régimen de corte socialista hasta el momento


era el de Cuba, instaurado tras el triunfo de la revolución de 1959, empero en
1970, democráticamente subió al poder en Chile el doctor Salvador Allende,
abanderado de la unión de las izquierdas en el país, la Unión popular. 23 Los
Estados Unidos temían el ejemplo de un "experimento socialista que funcionaba
bien" en la región y ejercían presión diplomática, económica y encubierta sobre el
gobierno socialista elegido por Chile. A fines de 1971, Fidel Castro realizó una
visita estatal de cuatro semanas al país sudamericano, alarmando a observadores
occidentales preocupados por el acercamiento de Chile al socialismo, que
desembocaría en su expansión a toda América Latina.4

Para aquella época, el secretario de Estado de los Estados Unidos era


Henry Kissinger, arquitecto de la política que buscaba controlar la influencia
soviética del hemisferio occidental.56 Así, la Casa Blanca, coordinó la
desestabilización del régimen de Allende, al instruir a los principales órganos de
crédito del bloque occidental, el Banco Mundial y el Banco de Exportaciones-
Importaciones (Eximbank) a evitar cualquier relación con Chile.7 De manera
interna, el órgano político representativo de los grupos burgueses, la Democracia
Cristiana, urgía la salida de Allende y su fracción de la Moneda para la mejora
económica de Chile.

El desmoronamiento del orden político se hizo latente en el último año de


gestión de Allende. El 29 de junio de 1973, el coronel Roberto Souper rodeó el
1
Hobsbawm, Historia, 1998, pp. 248-249.
2
Ibíd., pp. 440-441.
3
Salinas Figueredo, “Golpe”, 2015, p. 78.
4
Ibíd., pp. 80-81. Scherer, Allende, 2008, p. 30.
5
Hobsbawm, Historia, 1998, pp. 248-249.
6
Moniz, Fórmula, 2011, pp. 13-15.
7
Salinas Figueredo, “Golpe”, 2015, p. 80.

2
palacio presidencial de La Moneda con su regimiento de tanques desconociendo
al gobierno. Este fallido golpe de estado -conocido como el golpe Tanquetazo-
organizado por el grupo paramilitar nacionalista "Patria y Libertad", fue seguido por
una huelga general a fines de julio que incluyó a un grupo de mineros de cobre. En
agosto del mismo año, se produjo una crisis constitucional; La Corte Suprema se
quejó públicamente de la incapacidad del gobierno para hacer cumplir la ley de la
tierra. El 22 de agosto, la Cámara de Diputados (con los Demócratas Cristianos
unidos al Partido Nacional) acusó al gobierno de actos inconstitucionales e instó a
los militares a hacer cumplir el orden.8

En septiembre de 1973, cada año, la Armada de los Estados Unidos y la


Armada de Chile organizaban maniobras conjuntas. Las tropas de la infantería
naval pasaron así el día 10 de septiembre de aquel año con cuatro barcos navales
de Valparaíso que les dieron una coartada para no llamar la atención sobre los
preparativos para el golpe. De regreso en Valparaíso, las tropas de infantería
naval cortaron las comunicaciones. El Almirante Leal Monteiro fue arrestado. A las
tres de la madrugada, el 11 de septiembre, Valparaíso estaba entre golpistas. A
las 6 de la mañana, la operación militar se extendió por todo el país y se llevó a
cabo sin resistencia, a excepción de Santiago.

El 11 de septiembre de 1973, el presidente iba a anunciar en público un


referéndum sobre la economía y las próximas elecciones en Chile. Sin embargo,
su anuncio nunca tuvo lugar: a las 9 de la mañana, la Moneda fue asediada por el
ejército bajo el mando del general Augusto Pinochet. Salvador Allende se halló
arraigado, desde las 7 am, en el palacio presidencial, con 42 de sus guardias
fuertemente armados. El vicealmirante Patricio Carjaval le ofreció por teléfono una
conducción segura para salir de Chile con su familia. Allende se negó, declarando
que "el presidente de la República elegido por el pueblo no se rinde." Sin
embargo, el presidente evacuó a su familia y a su personal. Más tarde, en la radio,
con un rifle en la mano, pronunció un discurso en el que decía: “Frente a esta

8
Salinas Figueredo, “Golpe”, 2015, p. 82-84.

3
situación, sólo tengo una cosa que decir a los obreros: ¡no voy a renunciar!”
Debido a este mensaje de radio, se cortaron todas las conexiones con el exterior.9

El presidente Allende murió en La Moneda durante el golpe. La junta


declaró oficialmente que se suicidó con un rifle que le dio Fidel Castro, dos
médicos de la enfermería de La Moneda declararon haber presenciado el suicidio
y una autopsia calificó de suicidio a la muerte de Allende.

Paralelamente, Uruguay experimentó un proceso similar entre 1972 y el


mismo 1973, pocos meses antes de la caída de Allende. Juan María Bordaberry
fue electo presidente como candidato del Partido Colorado, de izquierda, en
1971.10 Asumió el cargo en 1972 en medio de una crisis institucional causada por
el gobierno autoritario de Jorge Pacheco y la amenaza terrorista que
representaban los movimientos guerrilleros. Bordaberry, en ese momento, había
sido una figura política de menor importancia; Ejerció poca posición independiente
como sucesor de Pacheco. Continuó los métodos autoritarios de aquel,
suspendiendo las libertades civiles, prohibiendo los sindicatos, encarcelando y
matando a figuras de la oposición. Nombró oficiales militares a la mayoría de las
posiciones gubernamentales principales.1112

El 8 de febrero de 1973, con el fin de controlar la acumulación de presión


militar, el Presidente Bordaberry sustituyó al Ministro de Defensa Nacional,
Armando Malet, por el general retirado Antonio Francese. Al día siguiente, el
nuevo ministro se reunió con los comandantes de las tres fuerzas y sólo encontró
apoyo en la Armada. A las ocho de la misma tarde, los comandantes del Ejército y
de las Fuerzas Aéreas anunciaron que desautorizarían cualquier orden de
Francese y exigieron que Bordaberry lo retirase de su puesto. A las 22:20 hrs.
Bordaberry anunció desde el Canal 4 (privado) que mantendría a Francese en el
Ministerio y llamó a los ciudadanos a reunirse en la Plaza Independencia, frente a
la Casa de Gobierno.13
9
Moniz, Fórmula, 2011, pp. 116-122.
10
Verala Petito, Cuarenta, 2015, pp. 29-31.
11
Buriano, Memoria, 200, pp. 35-39.
12
Buriano y Dutrénit, “Estudio”, 2015, p. 13.
13
Verala Petito, Cuarenta, 2015, p. 38.

4
El 27 de junio de 1973, argumentando que "el acto criminal de conspiración
contra el país, en sintonía con la complacencia de los políticos sin sentimiento
nacional, se inserta en las instituciones, para presentar formalmente disfrazado
como una actividad legal",14 Bordaberry disolvió el Legislatura con el apoyo de las
Fuerzas Armadas, creó un Consejo de Estado con funciones legislativas,
constitucionales y administrativas, restringió la libertad de pensamiento y facultó al
ejército y la policía para garantizar la provisión ininterrumpida de servicios
públicos.

En un discurso emitido en la radio y la televisión el mismo día del golpe,


Bordaberry dijo:

Afirmo hoy, una vez más, en circunstancias de extrema importancia para la vida
nacional, nuestro profundo compromiso con la democracia y nuestro compromiso
incondicional con un sistema de organización política y social que gobierna la
convivencia de los uruguayos y con el rechazo de cualquier ideología De origen
marxista que intenta explotar la generosidad de nuestra democracia, aparecer
como una doctrina de la salvación y terminar como un instrumento de opresión
totalitaria.15

Las promesas del régimen de mejorar la economía fueron frustradas por la


crisis global causada por la crisis del petróleo de 1973. Uruguay comenzó a pedir
prestado dinero a prestamistas internacionales, principalmente de Estados Unidos.

La apertura de la pequeña economía local a las corporaciones globales y a


las instituciones financieras arruinó a las empresas locales uruguayas que ya no
podían competir. El régimen se vio obligado a endeudarse aún más ya recortar los
gastos presupuestarios. Bordaberry, cuya carrera política era notable por el
oportunismo, se convirtió en un mayor defensor de la dictadura que incluso los
oficiales militares. Después de proponer el proyecto de una nueva constitución
antidemocrática, fue removido de su cargo en junio de 1976.16

En el mismo lapso temporal, Argentina experimentó la convulsión social y


política, aunque ésta datase desde el siglo XIX. 17 El movimiento en torno a la
14
Sanguinetti, Agonía, 2008, p. 124.
15
Rico, “Autoritarismo”, 2009, pp. 190-202.
16
Rico, “Revisiones”, 2015, pp. 49-53.
17
Cavarozzi, “Sufragio”, 2014, pp. 240-245.

5
figura del general Juan Domingo Perón marcó una tendencia en la política
argentina, al conjuntar elementos del fascismo con la justicia social, 18 gestando un
populismo robusto en la nación sureña, representado por la segunda esposa del
líder carismático, e incluso más representativa que el mismo Perón, Eva Duarte.19

El fallecimiento de “Evita” en 1952, imagen central del peronismo, aunado a


la crisis económica y la oposición de la Iglesia, se dieron las condiciones para la
inestabilidad política, misma que llevaría al golpe militar el 16 de septiembre de
1955, autodenominado “Revolución Libertadora”, que contó con el apoyo de la
jerarquía católica. El santo y seña de dicha conspiración fue “Dios es justo”. 20 Con
la ascensión de este periodo dictatorial marcó pauta para lo que viviría la nación
gaucha posteriormente.

La democracia queda restablecida, después de una década de


gobiernos militares, con el ascenso a la presidencia del justicialista Héctor
Cámpora en marzo de 1973, aunque cuatro meses después renunció con el
inminente retorno de Juan Domingo Perón, para ejercer su tercer mandato
presidencial, mismo que ejerció hasta su muerte acaecida el 1 de julio de 1974. Le
sucedió su tercera esposa, María Estela Martínez, cuyo nombre artístico
anteriormente era “Isabel”; la coyuntura política y social de América Latina durante
la Guerra Fría estuvo marcada por el ascenso de los regímenes militares, como el
engendrado en Chile en 1973,21 así como la crisis económica del petróleo que
afectó al mercado global. La tensión existente en Argentina poco después de la
muerte de Perón tampoco era menor y las élites militares conspiraron para el
derrocamiento del justicialismo.

La víspera del golpe de Estado contra la viuda de Perón (24 de marzo de


1976), el Episcopado argentino sostuvo una reunión en su sede, calle Paraguay
1867, con el teniente coronel Jorge Rafael Videla y el almirante Eduardo Emilio
Massera, cabecillas de la primera junta militar.22 Los valores tradicionalistas de las
18
Hobsbawm, Historia, 1998, p. 139.
19
Zanatta, “Peronismo”, 2014, pp. 280-284.
20
Verbitsky, Historia, 2011, p. 56.
21
Hobsbawm, Historia, 1998, pp. 440-441.
22
Mignone, Iglesia, 1986, p. 17.

6
Fuerzas Armadas a lo largo del siglo XX fueron el anticomunismo y el catolicismo
fundamentalista, bases sobre las que se estructuró la orientación restauradora de
los golpistas.23 El Vicariato Castrense de Argentina, con su sede en la iglesia de
Stella Maris, fungió como la bisagra entre la nueva dictadura y la jerarquía
eclesiástica. Algunos miembros del alto clero no sólo confabularon con los
golpistas, como monseñor Tortolo, asesor espiritual de Isabel Martínez de Perón, 24
también legitimaron al nuevo régimen y sus acciones, tal como lo ilustra la
siguiente declaración del obispo Victorio Bonamín en noviembre de 1981: “Los
miembros de la junta militar serán glorificados por las generaciones futuras.”25

Después de la revisión de los golpes de junio y septiembre de 1973 y el de


marzo de 1976, queda de manifiesto que aunque fueron procesos políticos
enmarcados en la época de la Guerra Fría e incentivados por los Estados Unidos,
las características propias de los tres países sureños destacan dinámicas únicas,
pese a compartir elementos constitutivos sociales comunes. En términos
marxistas, la lucha de clases en los tres casos es factor latente, al estar
encontradas las facciones burguesas con las populares, sin embargo, al matizar
en cada proceso se dibujan problemas únicos de cada contexto.

El apoyo norteamericano, la gestión desde el gobierno civil y la Iglesia,


fueron factores que catalizaron las coyunturas particulares de cada país que, sin
embargo, son leídas de manera genérica como parte de una temporalidad propia
de Latinoamérica. A 40 años de la instauración de aquellas dictaduras, es
pertinente la evaluación en materia política de Uruguay, Chile y Argentina, que,
por cierto, están a la cabeza en los índices de desarrollo humano de la región.

Bibliografía

23
Novaro, Historia, 2003, p. 34.
24
Mignone, Iglesia, 1986, pp. 17-21.
25
Ibíd., p. 24.

7
Buriano Castro, Ana (ed.), Tras la memoria. El asilo diplomático en tiempos de la
Operación Cóndor, México, Instituto de Cultura de la Ciudad de México-Gobierno
del Distrito Federal- Instituto Mora, 2000.

Buriano Castro, Ana, Silvia Dutrénit Bielous y Daniel Vázquez Valencia (ed.),
Política y memoria: a cuarenta años de los golpes de Estado en Chile y Uruguay,
México, FLACSO México-Instituto Mora, 2015.

Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX, Buenos Aires, Crítica-Grijalbo Mondadori,
S. A., 1998 (edición original en inglés, 1994).

Lida, Clara Eugenia, Horacio Crespo y Pablo Yankelevich (coord.), Argentina


1976. Estudios en torno al golpe de estado, México, El Colegio de México-Centro
de Estudios Históricos, 2007.

Mignone, Emilio F., Iglesia y dictadura: el papel de la iglesia a la luz de sus


relaciones con el régimen militar, Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento
Nacional, 1986.

Novaro, Marcos y Vicente Palermo, La dictadura militar 1976-1983: del golpe de


Estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Paidós, 2003.

Moniz Bandeira, Luiz Alberto, Fórmula para el caos: la caída de Salvador Allende:
1970-1973, Buenos Aires, Corregidor, 2011.

Rico, Álvaro, “Sobre el autoritarismo y el golpe de Estado. La dictadura y el


dictador” en Carlos Demasi, Aldo Marchesi, Vania Markarian, Rico Álvaro y Yaffé
Jaime, La dictadura militar cívico-militar uruguaya 1973-1985, Montevideo,
Ediciones de la Banda Oriental, 2009, pp. 179-246.

Sanguinetti, Julio María, La agonía de una democracia, Montevideo, Taurus, 2008.

Scherer García, Julio, Allende en llamas, México, Almadía, 2008.

Verbitsky, Horacio, Historia política de la Iglesia católica, Buenos Aires, Editorial


Sudamericana, 2011.

8
Yankelevich, Pablo (coord.), Historia mínima de Argentina, México, El Colegio de
México, 2014.

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